Kajiya De Hajimeru (NL)

La mayoría de la gente, cuando se le preguntaba por su impresión de una determinada región—sí, esa región—respondía con seguridad: ‘Es un lugar en el que no se debe entrar’.

Esto era cierto para la mayoría de la gente. Dentro de las fronteras de esta región, bestias peligrosas vagaban libremente y eran conocidas por atacar a visitantes desprevenidos sin previo aviso, llevando la vida de sus víctimas a un final prematuro y permanente.

Para los habitantes del mundo, este lugar era conocido como el Bosque Oscuro.

No había un alma que no conociera la infame extensión boscosa y las laberínticas profundidades del bosque que a menudo confundían a los viajeros. Era el hogar de animales salvajes como lobos y osos. Según los rumores, incluso las bestias mágicas hacían sus nidos en el bosque.

En ese momento, una sombra solitaria recorría el temible Bosque Oscuro. A pesar de la penumbra circundante, la viajera llevaba la capucha puesta, por lo que era imposible verle la cara. Aun así, por su figura se podía suponer que la viajera era probablemente “ella”.

La mujer se abrió paso entre los árboles. Hacía unos momentos que había salido de un enfrentamiento con una manada de lobos…y había salido victoriosa. Aunque confiaba en poder repeler cualquier ataque, no quería matar innecesariamente. Este deseo era en parte sentimental y en parte práctico; cuantas menos posibilidades de resultar herida y menos energía gastara, mucho mejor.

El bosque era enorme, pero la mujer sabía adónde tenía que ir. Para llegar a salvo a su destino, era imprescindible que no perdiera el tiempo en cosas triviales.

Durante su caminata, de vez en cuando se detenía a observar su entorno. El denso follaje obstruía gran parte de la luz, pero aquí y allá la luz del sol se abría paso a través de las hojas y las ramas, iluminando el bosque a su alrededor y destacando los solitarios brotes de las flores.

—Es un buen bosque. Excepto por los lobos —murmuró la viajera. El canto de los pájaros, por silencioso que fuera, llenó sus oídos. Respiró hondo—. Qué raro que un lugar fuera del Reino de los Demonios tenga una concentración tan densa de energía mágica. Sólo por ese descubrimiento ya merece la pena este viaje.

Un fragmento de la sonrisa ladeada de la mujer asomó entre las sombras de su capucha.

La magia estática se acumulaba en el Reino de los Demonios, convirtiendo el entorno en inhóspito para los humanos. La magia en el Reino Humano era todo lo contrario, aunque parecía menos concentrada—ella aún no había encontrado una región con tanta energía mágica como este bosque.

Suponiendo que ocurriera un desastre en el Reino de los Demonios, los refugiados podrían salvarse huyendo al Bosque Oscuro. A la viajera le estaba prohibido escapar de ese modo, pero la idea le alegró el corazón.

Se apresuró a avanzar con impulsos, ansiosa por encontrar a su objetivo incluso un poco más rápida.

La mujer no tardó en llegar a su destino.

—Exactamente donde dijo que estaría.

Se detuvo frente a un espacio sin árboles que parecía haber sido despejado por el giro de una espada blandida por algo gigante. En medio del claro había una cabaña de madera.

Un segundo edificio con paredes de piedra se apoyaba en la cabaña y gruesas columnas de humo salían de una chimenea situada en el tejado. Un ruido sordo resonaba desde el interior y se oía suavemente por todo el claro. Seguramente era allí donde se realizaba el trabajo.

La viajera divisó una puerta tallada en el edificio de piedra y se acercó a ella. En la madera estaba tallada la imagen de un adorable gato regordete. Levantó el puño y golpeó la puerta.

Al cabo de un momento, se oyó la voz relajada de un hombre.

—Ya voy. Espere un momento.

Fiel a su palabra, la puerta no tardó en abrirse, revelando la figura de un hombre de unos treinta años. Llevaba un delantal y tenía unos ojos que la mayoría de la gente no podría calificar de amables.

—¿Es ésta la forja del Maestro Eizo? —preguntó la mujer en voz algo baja. Se asomó por la puerta y vio a una mujer pelirroja de aspecto apuesta detrás del hombre. Cuando la viajera se asomó un poco más a la habitación, vio algo que la hizo levantar una ceja.

Dentro de la fragua había una elfa.

La viajera había oído que una de los Bestiales, una Enana y una joven de Alto Rango vivían aquí, pero pensar que…una elfa también estaba en su grupo…

Ajeno a los pensamientos de la mujer, el hombre asintió despreocupado.

—Sí. Has venido al lugar correcto.

—Perfecto. Soy Ekaterina. Ekaterina Pisorante.

—Ya veo —dijo el hombre. Parecía que el nombre no le sonaba de nada.

La mujer se dio cuenta de repente de que aún no se había quitado la capucha. Su alivio al encontrar a su objetivo había dejado de lado cualquier otro pensamiento.

—¿No reconoce mi nombre? —preguntó—. Tal vez no sea muy conocido aquí.

La mujer se bajó la capucha. Tenía rasgos dignos, piel morena y grandes cuernos que salían de su cabeza—todas ellas características distintivas de la raza demoníaca.

—Quizá me conozcan como la Reina Demonio —dijo Ekaterina—. He oído que forjarás armas para cualquiera que venga aquí solo, sin importar su identidad. ¿Es cierto?

Los ojos del hombre se abrieron de golpe. La Reina Demonio lo observó, con una sonrisa maliciosa en los labios.