Kajiya De Hajimeru (NL)

Volumen 5

Capítulo 6: Viaje Familiar Por Carretera

Parte 2

 

 

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La tensión se apoderó del ambiente. Los tres maleantes vacilaron. Su incapacidad para tomar una decisión en un momento crítico como éste era otro golpe en su contra. Mostré el cuchillo que había desenvainado y observé las reacciones de nuestros oponentes.

—Contamos con tres hábiles luchadores en nuestro grupo, además de una enana y una bestial. La señorita elfa también sabe usar la magia —mi voz transmitía la amenaza, pero iba a medias.

Rike sólo sabía combatir lo suficiente para defenderse, y Samya tenía buenos reflejos, pero no se le daba bien el combate cuerpo a cuerpo. Si bien era cierto que Lidy podía usar la magia, la concentración de esencia mágica en la capital era escasa, por lo que podía tener las manos atadas en ese frente.

Dicho esto, Helen “Ataque Relámpago” estaba con nosotros, aunque la peluca la hiciera parecer otra persona, y un segundo espadachín que podía competir con ella (yo) también estaba aquí. Nosotros dos solos habríamos bastado, pero Diana también era lo bastante fuerte como para no perder contra ningún maleante de poca monta; había sido entrenada bajo la espartana tutela de Helen, así que estaba seguro de ganar contra todos los luchadores excepto los de primera categoría.

En otras palabras, todo había terminado para nuestros perseguidores en cuanto nos dimos cuenta de que nos seguían. La cuestión era si se habían dado cuenta de que no tenían ninguna posibilidad.

Tras un momento de tensión, los tres perseguidores retrocedieron lentamente.

Así es. Sabían que estaban acabados, así que la opción correcta era huir.

Una vez fuera del alcance de combate de nuestro grupo, se dieron prisa en retirarse.

—¡No los dejaremos escapar una segunda vez! —grité tras ellos.

Se acabó el enfrentamiento. Habíamos ganado.

Sin embargo, no sabíamos si un segundo grupo de rufianes estaba esperando en las sombras a que bajáramos la guardia tras la victoria, así que nos mantuvimos cautelosos mientras caminábamos hacia nuestro destino.

Por el camino, Rike dijo:

—Eso me ha dado un susto.

—A mí también —coincidió Lidy.

En cuanto a Samya, era perceptiva siempre que pudiera olfatear a los enemigos, pero había demasiada gente aquí para que pudiera confiar en su olfato.

—No se preocupen —les aseguré—. Como dije, tenemos a tres espadachines y a una fuerte bestial como guardaespaldas. Hasta los nobles desearían estar tan seguros como ustedes dos —mantuve un tono ligero y bromista con la esperanza de poder aliviarles de cualquier ansiedad persistente.

Lidy sonrió suavemente.

—Me recordó aquella vez en el bosque.

Debe estar hablando de la vez que la acompañé a través de las cuevas.

—¿Qué bosque? —preguntó Helen, desconcertada.

—Aaah, verás, la razón por la que Lidy vino a vivir con nosotros fue…

Mientras caminábamos, le conté a Helen toda la historia. Cuando llegamos a la tienda, estaba con los ojos muy abiertos, absorta en la historia que le estaba contando.

Deben de gustarle este tipo de historias. La próxima vez tendré que contarle cómo acabé con el oso.

—Hemos llegado —anunció Diana.

La tienda que tenía delante era impresionante. No había escaparate—no lo habría en esta época—pero me recordó a las joyerías de mi mundo anterior.

Difícilmente es una sorpresa que se parezcan, teniendo en cuenta que tienen el mismo tipo de inventario.

Dentro había varios mostradores sobre los que se disponían accesorios ornamentados de todo tipo. El oro y la plata brillaban en todos los rincones de la tienda.

Los accesorios dorados de menor precio eran de latón u otro tipo de metal. Los de precio medio estaban bañados en oro, y los más caros eran de oro menos puro. No vi nada que fuera de oro de 24 quilates, pero de todos modos no es probable que hubiera muchos clientes que pudieran permitirse joyas de oro puro. Puede que en esta tienda no hubiera nada.

El precio de las piezas de plata también variaba en función de la pureza del metal y del diseño. En general, cuanto más elaborada era la pieza, más tiempo llevaba hacerla y más alto era su precio. Aprendí todo esto gracias a mis trampas. La fabricación de joyas formaba parte de la producción y estaba relacionada, al menos tangencialmente, con la herrería.

Los miembros de nuestra familia que nunca habían pisado una tienda de este tipo—es decir, todos menos Diana y yo (si se incluye mi experiencia previa en el mundo)—se quedaron boquiabiertos. Las palabras “¡No puedo creer lo que estoy viendo!” se leían claramente en sus caras.

—Echen un vistazo a su alrededor y encuentren algo que les parezca bonito —les dije a todas.

—Tú lo dices, pero yo no sé ni por dónde empezar —replicó Samya. Y…es justo. Samya llevaba pinzas en el cabello, pero por lo demás, iba sin ningún adorno. Los collares y otras joyas tendían a engancharse en lugares inconvenientes.

Diana hinchó el pecho con orgullo.

—Déjamelo a mí. Elegiré algo para cada uno —había nacido en la nobleza—estábamos en buenas manos.

Yo, por fuera, ya había pasado la flor de la juventud y, por dentro, estaba bien entrado en la mediana edad. No tenía ningún sentido común cuando se trataba de joyas. Dicho esto, tampoco quería que me despreciaran como padre que acompaña a sus hijas de compras un fin de semana.

Me concentré, preparándome para ayudar como pudiera. ¿Quién iba a decir que elegir una joya iba a requerir más determinación que vigilar a unos maleantes?

Diana recorrió toda la tienda—la primera persona para la que encontró un abalorio fue para Samya.

—¿Qu-Qué te parece? —me preguntó Samya, sonando inusualmente tímida. Llevaba un collar de oro con forma de ramas entrelazadas. Había pensado que Diana elegiría un diseño más salvaje—por ejemplo, algo con colmillos—así que me sorprendió lo modesto que era el collar.

No es que no le quedara bien a Samya, por supuesto. De hecho, resaltaba su encanto innato y su adorabilidad (aunque, probablemente, la persona en cuestión preferiría que la consideraran más feroz que linda). El collar también hacía juego con los accesorios verdes para el cabello que Samya llevaba normalmente, y el dorado tampoco era llamativo; el color hacía juego con el cabello de Samya, que también era dorado (o, más bien, a rayas de tigre).

—Te queda bien —le dije a Samya con sinceridad.

Sus mejillas se sonrojaron aún más y se movió inquieta, poco acostumbrada a esos cumplidos.

Rike fue la siguiente. Para ella, Diana eligió un pendiente de plata labrada con incrustaciones de una joya roja. En general, era un diseño sencillo.

—El fuego de la forja, ¿eh? —comenté.

Diana respondió por Rike.

—Sí, así es.

La pequeña joya que brillaba a la luz parecía una llama danzante. Era una buena elección para Rike.

Hoy, Rike llevaba un atuendo discreto que dejaba ver menos piel de lo habitual (en la forja hacía calor, así que normalmente vestía ropa ligera). El pendiente era la pieza central perfecta.

—Te queda bien, Rike —le dije.

Rike sonrió ampliamente y soltó una risita.

—Gracias —se mostró tímida, pero sólo un poco. De todos los miembros de la familia, ella era la que más cumplidos recibía de mí.

Honestamente, si todos reaccionaban como violetas encogidas cuando los halagaba, mi propio medidor de vergüenza seguramente se llenaría primero, momento en el cual me saldría corriendo de la tienda.

—Este es para Lidy —continuó Diana.

—Wow —dije.

Su collar era similar al de Samya, pero era plateado, lo que podría haber sido una elección intencionada para complementar su cabello plateado. El pendiente era más o menos del mismo tamaño que el de Rike, pero en su centro brillaba una gema verde en lugar de una roja. El collar parecía como si alguien hubiera mezclado las piezas de joyería de Samya y Rike, lo hubiera partido por la mitad y le hubiera añadido algún toque extra que le sentara bien a Lidy.

¿Lo eligió Diana para representar el bosque?

—Evoca la imagen del espíritu del bosque —dije, expresando mis pensamientos.

Lidy no respondió, pero me golpeó suavemente en el pecho con los puños. A diferencia de los puñetazos de cierta persona , no dolían en absoluto. O se estaba conteniendo, o tenía menos fuerza física en comparación con las demás. Sospechaba que era lo segundo, pero pensaba guardármelo para mí.

Cuando llegó el turno de Helen, murmuró:

—Pueden saltarme… —su voz era tan suave como el zumbido de las alas de un mosquito.

Pero Diana protestó de inmediato.

—¿Qué estás diciendo? Dije que elegiría algo para cada miembro de la familia, ¿no?

Para Helen, Diana eligió un aro para la oreja—decorado con una joya roja ligeramente más grande que la del colgante de Rike. El aro le quedaba bien a Helen incluso con la peluca, ya que era de otro color, pero combinaría aún mejor con su cabello pelirrojo.

El sentido de la moda de Diana era ciertamente impresionante. Había elegido algo que iba bien no sólo con el color de cabello actual de Helen, sino también con su color real.

—Whoa, no está nada mal —dije en señal de aprobación.

Avergonzada, Helen arremetió con una ronda de puñetazos, sus puños silbaban en el aire. De algún modo, conseguí rechazar sus ataques con las palmas de las manos. El golpe de sus manos contra las mías resonó en la habitación y el impacto me entumeció las manos.

¿Cuánta fuerza está usando?

Agité las manos para que la sangre volviera a circular y continué.

—La forma en que brilla es llamativa, así que sería mejor evitar llevarlo cuando estés en el campo, pero es bonito. Es una buena joya para el día a día.

Lo único que había hecho era dar mi sincera opinión, pero Helen se preparó para soltarme otra avalancha de puñetazos. Esta vez, le puse fin de inmediato.

Frustrada, Helen susurró en su lugar, tan tranquila como antes:

—Gr-Gracias.

Pensé para mí, Ese fue un ataque mucho más devastador que sus puños…

—Entonces, ¿qué elegiste para ti, Diana? —pregunté.

Ella me miró, con la mirada perdida.

—¿Para mí?

Asentí con la cabeza.

—Así es. Para ti. Estamos impacientes por ver lo que has elegido —las demás asintieron ansiosas—. Nuestro gusto no es lo suficientemente bueno como para elegir algo para ti, así que desafortunadamente, tendrás que decidir por ti misma.

—Hmmm —hizo una pausa para pensar—. Ven conmigo, Eizo.

—¿Quieres que yo…? —pregunté.

Esta vez fue Diana la que asintió.

—¡No es tan divertido si le enseño a todos algo que elegí para mí!

—No es tan divertido… —me hice eco.

—Así que entiendes lo que quiero decir —respondió con una dulce sonrisa.

Me rasqué la cabeza mientras nos acercábamos a las estanterías.

A ver…algo bonito. Hasta cierto punto sé distinguir entre un buen y un mal diseño, pero no sé qué le quedaría bien a Diana. También sé distinguir qué joyas están bien hechas…desde la perspectiva de un herrero, al menos.

Pero la artesanía no era el aspecto más importante de esta selección. Incluso una joya hecha por un maestro artesano cuyas manos fueran elogiadas como las Manos de los Dioses no sería mejor que basura si no le quedaba bien a Diana.

Tras elegir un collar sencillo, Diana se lo llevó al cuello.

—Entonces… ¿qué te parece esto?

La belleza del collar se veía realzada por su ropa y su cabello. Su atuendo de hoy estaba un poco más adornado que de costumbre, pero aun así no se podía decir que era la joven de una casa noble con sólo mirarla.

—Te queda bien —le dije, con una frase sacada directamente del manual del “padre que va de compras”.

—¿Estás siquiera mirando? —resopló Diana.

Me entró un poco de pánico, pero me apresuré a defenderme.

—Lo estoy, lo estoy. Y mi conclusión fue que te queda bien, así que eso dije.

La expresión de Diana se suavizó de nuevo.

Oí a Samya susurrar a Rike.

—Pssst, oye.

—¿Qué pasa? —Rike respondió.

—¿No crees que están actuando exactamente como una pareja casada?

—Síp.

¡La, la, la! ¡No estoy escuchando!

Diana me lanzó entonces una pregunta.

—¿Qué elegirías, Eizo?

Me quejé.

—¿Por qué siempre me pides cosas tan imposibles? —sin embargo, pensé bien la pregunta y me llevé una mano a la barbilla.

Me gusta el corte limpio y clásico de la joya que eligió Diana, pero─

Un collar me llamó la atención.

¡─la gema azul más grande de éste le quedaría perfecto!

Señalé el collar que me había llamado la atención.

—¿Qué piensas de ese?

Diana lo levantó y se lo llevó al pecho.

—Te queda bien —le dije.

—Ayúdame a ponérmelo.

Vacilé.

—Pero…

Diana ignoró mi protesta y giró sobre sí misma, dándome la espalda. El broche del collar no era una pinza de tenaza ni una anilla de resorte, sino un simple gancho. Me acerqué despacio y le llevé la mano a la nuca, resistiendo el impulso de decir:

—Sí me disculpas.

 

 

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Cuando coloqué el collar alrededor de la nuca de Diana, ella se estremeció, pero mi mano se mantuvo firme y abroché el gancho.

Diana giró hacia las demás, modelando el collar.

—¿Qué tal me queda?

—¡Wow, está fenomenal! —exclamó Samya, entusiasmada.

—El jefe eligió bien —añadió Rike.

Lidy asintió entusiasmada sin decir nada.

—Estoy un poco celosa… —murmuró Helen al final.

Me alegré de que todas lo aprobaran. Si todas hubieran estado de acuerdo en que mi gusto era lamentable, probablemente tardaría tres días en reponerme del shock.

—¡Bien! Pues vamos a comprarlos —me dirigí al personal de la tienda y grité— ¡Disculpen! Nos lo llevamos todo.

—¡¿QUÉÉÉ?! —gritaron las demás al unísono.

Los empleados también parecían sorprendidos. ¿No esperaban que compráramos nada?

Supongo que no parecemos precisamente pudientes…

—Sería descortés irse con las manos vacías, ¿no crees? —dije—. Además, tampoco tendría sentido comprar sólo algo para una persona. Si te molesta, piensa que es un pago por todo el trabajo que hacen en la forja.

Podemos hacer un abalorio para que todos lo llevemos encima después, pero eso era eso y esto es esto.

—Entonces está decidido —declaré—. ¿Cuánto? —pregunté a uno de los dependientes, apurando el proceso de compra antes de que las demás pudieran protestar más. Uno de los empleados hizo el recuento, con una sonrisa de felicidad.

La suma no era pequeña, pero teníamos lo suficiente ahorrado como para que no fuera para tanto…estaba bastante seguro. Todavía quedaba mucho dinero en casa, incluso después de haber tomado algo para el viaje de hoy.

Una vez hecha la transacción, los empleados se pusieron en fila y se inclinaron todos juntos.

—¡Gracias por su generosidad!

Era extraño que me trataran con tanto respeto. Nos habíamos arreglado un poco para este viaje, pero nuestra ropa no era nada especial. Pero, en cualquier caso, siempre es agradable sentirse apreciado.

Después de hacer nuestras compras, salimos de la joyería.

Los seis volvimos a unirnos a la multitud en las calles principales. Nos mantuvimos alerta por si acaso—no sería ideal encontrarnos con gentuza dos veces en un mismo día.

No obstante, cuando le pedí a Diana su opinión sobre la probabilidad de un segundo encuentro, me dijo:

—Nunca he oído que ocurriera algo así.

Pero… ¿cuántas de las noticias sobre crímenes en la ciudad llegarían a oídos de una noble en primer lugar?

Una vez que se corriera la voz sobre la emboscada fallida, haría que otros criminales se lo pensaran dos veces antes de intentar algo contra nosotros. En ese sentido, podríamos relajar un poco la guardia.

Pronto me di cuenta de que habíamos terminado lo que habíamos venido a hacer antes de lo previsto, pero era demasiado pronto para volver a casa.

¿Debíamos apresurarnos a volver a la finca de Eimoor, o deberíamos pasear un rato por las calles? Vamos en dirección al centro de la ciudad, pero ya hemos llegado hasta los exteriores. ¿No sería mejor echar un vistazo a otras tiendas?

Mientras pensaba qué hacer, Diana interrumpió mis pensamientos y preguntó:

—¿Te preocupa algo?

Llevaba todo el día de buen humor desde que llegó a la capital. Quizá deberíamos hacer de esto un viaje mensual. Aunque eso significaría que molestaríamos a los Eimoor con más frecuencia…

—Nada de eso —respondí—. Sólo me preguntaba si deberíamos pasar por alguna de las otras tiendas.

—Ya veo. Bueno, ¿por qué no?

Habíamos dejado a Krul y Lucy en la casa de los Eimoor, así que volver enseguida era sin duda una opción. Como la concentración de magia era menor en la capital, yo también estaba preocupado por Krul—después de todo, la magia, y no la comida, era su principal fuente de alimentación. Mientras Krul permaneciera en un entorno con poca magia, tendría que comer para reponer energías. Si se quedaba demasiado tiempo, cada vez tendría más hambre.

Tendré que pedir permiso a Mamá Diana… Pero antes de eso, debería ver a Lidy.

—¿Cómo te encuentras? —le pregunté—. No te duele la cabeza ni nada, ¿verdad?

—No, no llevamos mucho tiempo aquí, así que estoy bien —respondió Lidy con una suave sonrisa.

Los elfos como Lidy tenían que reponer sus provisiones mágicas periódicamente, pero, al parecer, podían pasar unos días sin necesidad de ello. No había preguntado si los elfos también se volvían más hambrientos con el tiempo, como Krul, porque temía oír la respuesta.

Los elfos necesitaban la magia porque “así es como funciona”, pero la ingesta mágica también desempeñaba un papel importante en su longevidad. La magia debe impedir que sus células envejezcan o algo así.

Aunque Lidy pudiera sobrevivir técnicamente en la ciudad durante varios días, supuse que podría sufrir efectos secundarios como dolores de cabeza o letargo. Estaba dispuesto a volver a casa al primer síntoma, pero ella parecía estar bien.

En ese caso, ¿echamos un vistazo a los puestos de la calle? Mientras nadie más esté cansada.

Me dirigí al resto de la pandilla.

—¿Están todas en condiciones? Hemos comprobado todo lo que había en la lista, así que podemos irnos directamente a casa si la aglomeración es demasiado.

—Por mi parte, todo bien —contesta Samya.

—Lo mismo digo —dijo Rike.

—Igualmente —contesta Helen al final.

Parece que podemos irnos. Ya estamos aquí, así que podríamos echar un vistazo a todo lo que ofrece la ciudad.

—Genial, entonces echemos un vistazo a las tiendas —sugerí—. Avísenme si ven algo que quieran comprar, y yo lo pagaré.

Todas estuvieron de acuerdo, y giramos en una dirección donde los puestos callejeros se reunían en mayor número. Con el incremento de tiendas aumentaba también el tráfico peatonal, lo que nos obligaba a prestar más atención a nuestro alrededor. A pesar de todo, en ese momento no pude ver nada sospechoso.

Sin embargo, llamamos la atención. Razas poco comunes como gigantes y hombres lagarto caminaban por las calles de la capital en números relativamente grandes, pero era casi inaudito encontrarse con una elfa como Lidy. Por lo tanto, no era nada extraño que atrajéramos las miradas de la multitud mientras paseábamos de puesto en puesto.

Había menos puestos de comida de los que esperaba. Nos detuvimos en un puesto de pan para comprar unos panecillos blandos y dulces como aperitivos. Aproveché para preguntar al vendedor por la falta de puestos de comida y me dijo que “es difícil conseguir un hornillo para cocinar comida caliente en un puesto. Trabajar en ellos también es muy difícil”.

Ahora que lo pienso, el pan que se vendía en el puesto parecía haber sido horneado previamente en otro lugar. Tal vez los vendedores tomaran prestados algunos hornos de alguna panadería que tuviera algunos libres temprano por la mañana—de ser así, podrían hornear allí sus productos antes de traerlos aquí hasta sus puestos.

Espero no parecer un sirviente esperando a sus amas —pensé con nerviosismo, y mi piel se puso a sudar frío mientras paseábamos. Al final, tropezamos con un curioso puesto de artículos de papelería.

El vendedor y una mujer bajita estaban negociando.

—¿Por qué no baja un poco más el precio? —insistió la mujer.

—¡Estos artículos que ve aquí ya están rebajados! —protestó el propietario—. El Reino no las aceptaría, pero yo no puedo venderlas por menos.

Parecía que la mujer quería comprar papel, pero el precio estaba fuera de su alcance. Eché un vistazo al papel en cuestión. Efectivamente, eran hojas de gran calidad. Regatear el precio parecía difícil.

Me acerqué por detrás a la pareja y les dije:

—Lo pagaré yo.

La mujer bajita dio un pequeño salto y se giró. Su expresión se transformó en una de sorpresa.

—¡Maestro Eizo!

—Señorita Frederica, ha pasado mucho tiempo.

—¿Qué te trae por aquí a la capital?

—Vengo a hacer unas compras para la familia —le expliqué—. Tenemos un proyecto en marcha y buscaba inspiración aquí, algo que me sirviera de modelo.

Frederica aún no se había recuperado del susto. Su ternura de ardilla era tan conmovedora como siempre.

—Eizo ha ido y ha atrapado a otra —murmuró Samya, con un tono completamente irritada.

¡Esto es un gran malentendido!

—Esta es la señorita Frederica —le expliqué—. Trabajamos juntas durante la expedición de caza de monstruos. Te acuerdas de ella, ¿verdad, Lidy?

Lidy agachó la cabeza en silencio.

Menos mal que tengo un testigo.

Entonces Lidy abrió la boca y dijo:

—Es a la que solías dar caricias en la cabeza, ¿no?

La temperatura en nuestro entorno inmediato se desplomó.

Fue como salir disparado hacia el fuego…

Rike y Samya eran una cosa, pero Diana y, por alguna razón, Helen, me miraban como puñales. Juraba que podía sentir su mirada afilada como una cuchilla clavándose en mi frente.

—Es que… Trabajó muy duro, y me impresionó y… —me resultaba difícil hilar una frase coherente, pero no intenté ocultar nada. Realmente no tenía segundas intenciones.

Lidy se rio al ver mi expresión nerviosa.

—Ya lo sé. Sólo quería molestarte un poco —admitió.

—C-Cierto… —me sentí aliviado. Las miradas penetrantes desaparecieron también…por el momento.

Había conseguido aclarar aquella confusión (o decidí creer que lo había hecho), pero ahora Frederica nos miraba con aire melancólico.

—¿Ocurre algo? —le pregunté.

—No, sólo estaba pensando que el conde Eimoor tenía razón —dijo Frederica—. Sus esposas son muy hermosas.

Primero Camilo y ahora también Marius. ¿Estaba bien que divulgara tales rumores cuando su hermanita se estaba quedando conmigo? Aunque, teniendo en cuenta su personalidad, seguro que se aseguraría de que no se convirtiera en un problema.

Mientras tanto, le expliqué a Frederica:

—No estamos casados, aunque somos familia.

—¿Es así?

—Sí. No tengo planes de tomar una prometida.

Acababa de aclarar los malentendidos de mi familia sobre mi relación con Frederica. Ahora, tenía que disuadir a Frederica de sus suposiciones sobre mi familia.

Pero, mis palabras sólo tuvieron el efecto de disgustar a varios miembros de mi familia.

Suspiré y añadí:

—No por el momento…

Soy tan cobarde.

La tensión en el aire desapareció y el ambiente se animó. Hasta hace un segundo, parecía que había entrado en el campo de batalla entre dos maestros espadachines.

—Ahora lo entiendo —dijo Frederica.

—Ah, señor, discúlpenos, por favor —dije, disculpándome con el vendedor por todo el alboroto; había presenciado todo el intercambio de principio a fin y se había puesto pálido. Volví a la tarea que tenía entre manos—. Me gustaría comprar este fajo de papel.

Saqué una moneda de plata del bolsillo y se la entregué. En momentos así, era mejor pagar rápido.

—No, no puedo dejar que lo hagas —protestó Frederica. Tal como esperaba. Sin embargo, tanto el vendedor como yo la ignoramos y completamos la transacción. No intenté regatear el precio, sino que lo consideré una molestia por haber causado un alboroto delante de su puesto.

—Aquí tienes —le dije a Frederica—. De todas formas, en casa no solemos usar papel.

—Bueno… muchas gracias —contestó, aceptando el papel de mala gana. Pero, ¿qué otra opción tenía? Yo ya había pagado y no lo necesitábamos. Frederica guardó el papel en su mochila.

—Una ardilla… —Samya murmuró.

No estaba seguro de si había querido que la oyéramos, pero asentí con la cabeza.

Así es. Lo mires por donde lo mires, se parece perfectamente a una ardilla escondiendo una bellota en el hueco de un árbol.

Los que teníamos debilidad por las cosas bonitas mirábamos a Frederica con los ojos brillantes. A este paso, alguien iba a exigir que nos lleváramos a Frederica a casa.

—Señorita Frederica, ¿tiene el día libre? —pregunté.

—No, sólo me estoy tomando un descanso —explicó—. Hoy el trabajo no es tan ajetreado, así que puedo tomarme un descanso más tranquilo de lo habitual.

Parecía tener bastante control sobre su propio horario. Quizá trabajaba con un sistema de cuotas y era libre de hacer lo que quisiera con tal de cumplirlas.

Habría sido un desperdicio separarnos tan pronto, así que Frederica se unió a nuestro grupo. Los siete paseamos juntos por los puestos. Había algunos puestos que vendían joyas, pero las piezas eran bastante más sencillas que las de la tienda que habíamos visitado antes.

En algunos puestos también había cuchillas, pero…bueno, era fácil adivinar su calidad. No obstante, eran correspondientemente baratas.

Mientras los productos de Forja Eizo pudieran distinguirse de la mercancía común de la calle… Aunque, mis excepcionales habilidades provenían de mis trampas, así que ¿quién era yo para hablar mal del trabajo de otros herreros?

Frederica nos acompañó un rato más, pero como tenía que volver al trabajo, al final tuvimos que despedirnos. Sin embargo, tuve la sensación de que volveríamos a vernos en algún sitio.

Frederica se inclinó hacia mí.

—Gracias por el papel.

—Ni lo menciones. Hasta la próxima.

Todos agitamos la mano y la vimos alejarse.

Muy bien, ya era hora de que nos fuéramos a casa también.

 

Habíamos tenido un encuentro con una persona inesperada en un lugar inesperado. Ahora que habíamos terminado de recorrer los puestos, giramos en dirección al centro de la ciudad—es decir, de vuelta a la residencia de Eimoor.

Mientras caminábamos, expresé la preocupación que me atormentaba.

—Espero que Krul y Lucy no estén enfadadas.

—Las dos son niñas buenas y comprensivas —dijo Diana—. Estarán bien, creo.

Si mamá Diana lo dice, debe ser verdad.

Sin embargo, no se detuvo ahí.

—Aunque me pregunto si ya tendrán hambre.

Enterré la cara entre las manos.

—Eso es el otro problema…

Habíamos dejado algo de la comida de Lucy con Catalina, pero me preocupaba un poco si Krul tendría suficiente para mantenerse saciada, teniendo en cuenta su dieta especial.

—Bueno, es inútil preocuparse por eso aquí —decidí—. Démonos prisa en volver.

Las otras cinco estuvieron de acuerdo, y continuamos hacia el interior de la ciudad con Diana a la cabeza.

En la puerta interior, Diana volvió a sacar la ficha de madera que le había enseñado al guardia al salir. Los guardias habían cambiado de turno mientras nos ocupábamos de nuestros asuntos, pero esta vez tampoco tuvimos problemas. Le devolvimos la reverencia al guardia al pasar.

Una vez cruzada la puerta, me acerqué a Helen y le dije en voz baja:

—Gracias por cuidarnos las espaldas.

Helen había estado vigilando nuestro entorno (sobre todo a nuestras espaldas) durante todo el tiempo que recorrimos las calles de la ciudad exterior. Desde que habíamos regresado al distrito donde vivía la aristocracia, ya no había necesidad de permanecer hipervigilantes. Aproveché el momento para darle las gracias a Helen—a partir de ahora podría tomárselo con más tranquilidad.

Era importante mostrar agradecimiento cuando alguien, incluso un familiar, te ayudaba. Esa era una de las razones por las que había planeado esta excursión.

Helen se puso roja al oír mi agradecimiento y reunió toda su energía para tartamudear:

—S-Seguro.

Las calles del centro de la ciudad estaban demasiado animadas para llamarse tranquilas. Lidy seguía llamando la atención de los transeúntes mientras caminábamos por las calles, pero en comparación con los distritos exteriores, la gente la miraba menos… al menos abiertamente. Tal vez eso sólo podía esperarse de la clase alta.

Ahora que habíamos regresado al territorio de origen de Diana, aumentamos el ritmo. Por supuesto, nuestro deseo de regresar con Krul y Lucy incluso un segundo antes era gran parte de la razón por la que nos apresurábamos.

En la puerta de la residencia de Eimoor, intercambiamos saludos con los dos guardias de turno. No me había fijado antes, pero ambos guardias iban equipados con alabardas, probablemente las compradas en nuestra forja. Las armas formaban una combinación formidable con la armadura metálica de los guardias, y pensé que serían una táctica eficaz para asustar…no es que esperara que viniera mucha gente que no fuera noble por estos lugares.

Todos, excepto Diana, nos inclinamos ante los guardias al entrar en el recinto. Cuando dimos la vuelta al jardín trasero, donde nos habíamos despedido de Krul y Lucy, nuestra cachorrita vino corriendo hacia nosotros, ladrando un enérgico ” ¡Arf! “. Por la forma en que movía la cola furiosamente, me di cuenta de que estaba bien.

Krul arrulló y se acercó para recibir las caricias de Helen y Rike.

—¿Te han causado algún problema estas pequeñas traviesas? —le pregunté a Catalina.

Sacudió la cabeza y agitó la mano.

—Ni siquiera un poco. Se portaron muy bien.

Me alivió oír su respuesta.

—Sin embargo… —Catalina continuó—, Krul es una devoradora voraz.

—¿Le diste de comer? Te lo agradezco.

—La pequeña señorita Lucy también. Ella es el ejemplo perfecto del principio: “¡Come mucho y crecerás!

—¿En serio? ¿Lucy?

—Sí. Comió lo suficiente como para un hombre adulto —me dijo Catalina.

—¿De verdad? Nunca lo imaginarías por lo pequeñita que es —dije, fingiendo calma.

Tiene sentido que Krul haya comido mucho… ¿pero Lucy también?

Miré hacia donde Diana y Lidy entretenían a la joven lobezna. Me acerqué suavemente a Lidy y le pregunté en voz baja:

—Al parecer, Lucy comió una montaña de comida mientras no estábamos. Nunca había comido tanto en casa, ¿verdad?

Lidy asintió y se quedó mirando al vacío mientras contemplaba lo que le había dicho. De repente, sus ojos se abrieron de par en par y miró a Lucy.

Sorprendida por el estallido de energía de Lidy, Diana preguntó:

—¿Qu-Qué?

Sin embargo, Lidy mantuvo su atención en Lucy, levantando a la lobita y mirándola fijamente a los ojos. Lucy parecía creer que sólo estaba recibiendo un abrazo de su hermana mayor, y su cola se agitaba de un lado a otro en el aire.

Lidy no apartaba los ojos de los de Lucy. Al cabo de un rato, en un tono que Diana y yo apenas pudimos oír, susurró:

—Lucy ha sido corrompida por la magia.

—Lo sabía —respondí con un suspiro, y ella asintió.

Aunque Lucy estuviera creciendo, su apetito no aumentaría tan de repente. Pero si Lucy era como Krul y necesitaba ingerir energía mágica para subsistir, era muy posible que tuviera que comer más de lo normal para compensar la falta de magia en la capital.

—Eso no puede ser… —murmuró Diana. La noticia parecía haberle supuesto un duro golpe.

—No te preocupes —la tranquilicé—. Puede que haya sido ‘corrompida’, pero eso no significa que se vuelva violenta, ¿verdad?

Lidy volvió a asentir.

—Una cosa son los monstruos nacidos enteramente de energía mágica estancada, pero los animales normales suelen mantener su carácter original incluso después de haber sido transformados por la magia —explicó—. El oso negro contra el que luchó Eizo era malicioso, pero la magia sólo había potenciado la oscuridad que ya existía.

—¡Así que, entonces…! —los ojos de Diana brillaron esperanzados.

—Los lobos del bosque son inteligentes y se mantienen al margen. Creo que Lucy no cambiará drásticamente. Puede que se vuelva más inteligente, pero no debería haber mucho problema, imagino.

Esta vez, fue el turno de Diana de sentirse aliviada. Parecía que iba a desplomarse en cualquier momento, así que le pasé un brazo por los hombros para sostenerla.

—De todos modos, vamos a casa por ahora —sugerí—. Podemos discutirlo mejor en el camino de regreso.

Diana asintió desganada.

Nos dispusimos a marcharnos. Lucy le había tomado cariño a Catalina y corrió hacia ella, rogándole que la acariciara. Catalina levantó a Lucy en brazos y me miró fijamente.

Corrompida o no, no vamos a renunciar a nuestra pequeña, ¿entendido?

Volvimos a recoger el equipaje que habíamos confiado a los sirvientes y lo cargamos todo en el carro. Después de enganchar a Krul y acomodar a Lucy en la parte trasera, subimos todos. No habíamos traído mucho, así que no tardamos mucho en recogerlo todo.

Antes de partir, me dirigí a los sirvientes.

—Bowman, Catalina, agradecemos enormemente la hospitalidad que nos han brindado. Por favor, denle también nuestros saludos al Conde.

—El Amo lamenta no haber podido reunirse con ustedes. Por favor, vengan a visitarnos de nuevo.

—Volveremos a visitarlos en el futuro —prometí con una sonrisa y un gesto de la mano.

Me divertía, en parte, mi propio yo contradictorio. Aunque llamaba a Marius por su nombre de pila y prescindía de toda formalidad al hablar con él, siempre me aseguraba de dirigirme a los sirvientes con la debida cortesía.

Diana también sonrió y se despidió con la mano. Las demás integrantes de la familia también se despidieron con la mano, excepto Rike, que llevaba las riendas. Aunque la despedida fue agridulce, dejamos atrás la residencia de Eimoor.

Salimos por las puertas interiores de vuelta a las abarrotadas calles de la ciudad exterior (Lucy irradiaba adorabilidad, su ternura era un bálsamo tranquilizador para toda la gente con la que nos cruzábamos). Finalmente, atravesamos las puertas exteriores y dejamos la capital de una vez por todas.

Una vez situados en la carretera, me dirigí a todas.

—Sobre Lucy…

La cachorra en cuestión se acercó a mí y se acurrucó en mis rodillas. ¿Pensaba que la estaba llamando o simplemente se había cansado del paisaje?

La acaricié mientras continuaba:

—Nuestra pequeña ha sido corrompida por la magia.

Todas, excepto Lidy y Diana, tragaron saliva.

—Dicho esto, por ahora no hay nada de qué preocuparse —dije—. Puede que acabe siendo un poco más lista que los demás lobos.

Las expresiones de los demás se relajaron en una de alivio.

—Entonces… ¿qué hacemos? —preguntó Helen vacilante.

—Seguiremos cuidando de ella, por supuesto —respondí.

—¿Estará bien? —esta vez fue Diana quien formuló la pregunta.

Hice un esfuerzo por mantener una expresión neutra al responder.

—Tomamos la decisión de rescatarla, así que no podemos dejarla de lado simplemente porque se ha convertido en una bestia mágica. Si se vuelve peligrosa, tendremos que asumir la responsabilidad…y sólo entonces podremos afirmar que hemos tomado las decisiones correctas. Al menos, eso es lo que yo creo.

Obviamente, no quería tener que quitarle la vida a Lucy. La habíamos adoptado por voluntad propia. Deshacernos de ella cuando su crianza dejara de convenirnos era como jugar a ser dioses.

Sin embargo, si surge la necesidad, me aseguraré de que mis manos sean las únicas que se ensucien.

Samya podría haber comprendido mi resolución, porque me miraba con preocupación en los ojos.

—La criaremos como es debido para que nunca ocurra lo peor —declaré, esforzándome por mantener un tono ligero—. De todos modos, al menos ahora sabemos por qué Lucy y su madre fueron expulsadas de su manada.

—Los otros… Sintieron que estaba corrompida —murmuró Samya. Debía ser un caso raro si no lo había considerado antes.

—Sí. La madre podría haber sido corrompida también, o simplemente podría haber sido incapaz de abandonar a Lucy y decidió dejar la manada.

Si Lucy hubiera sido simplemente la pequeña de la camada, su madre podría haberla dejado de lado, pero no parecía ser el caso. Tal vez Lucy había sido la única cachorra y su madre había decidido protegerla hasta el final, sin importar cómo resultara.

Los lobos del bosque eran inteligentes, y la inteligencia iba de la mano de la bondad. Eso creía yo. Y puesto que Lucy pertenecía a una especie tan noble, seguramente sería…

Aparté las inútiles—y arrogantes—esperanzas de mis pensamientos y sacudí la cabeza para despejarla.

—De todos modos, Lucy sigue siendo nuestra niña. Ese hecho no ha cambiado.

—Eso es todo lo que necesito saber —declaró Helen con voz brillante, tal vez para aligerar deliberadamente el ambiente. Todos en el carro expresaron su acuerdo.

Nos habíamos encontrado con algunos baches por el camino, pero nuestro primer viaje por carretera como familia había concluido felizmente.

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