Kajiya De Hajimeru (NL)

Volumen 5

Capítulo 2: Las Espadas Gemelas De La Relámpago

Parte 2

 

 

—Así es —coincidió Diana.

Ambas conocían también las cualidades musicales del mithril.

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—Vaya, ojalá hubiera estado allí —comentó Helen, frunciendo los labios. Era evidente que estaba disgustada por ser la única persona aquí que estaba fuera de todo aquello. Aunque sólo había sido cuestión de tiempo.

—Tendrás otra oportunidad uno de estos días —prometí mientras seguía martilleando la espada.

No había muchos herreros por aquí que supieran forjar con mithril. En la capital habría unos pocos artesanos capaces de trabajar el raro metal. Sin embargo, la única persona de por aquí que también podía incorporar magia al mithril—dejando a un lado cualquier arrogancia y el hecho de que estaba bendecido con trampas—era yo.

¿Cómo podía estar seguro? Pues sencillamente porque, para empezar, no había niveles adecuados de magia en la ciudad y la capital. Teniendo eso en cuenta, cualquiera que buscara a un herrero que viviera en una región mágica probablemente sólo encontraría a unos pocos.

Por supuesto, no había elegido vivir aquí por un conocimiento previo de la magia.


Lo que quería decir era que había muchas posibilidades de que cualquier mithril que circulara por el Reino acabara llegando a nuestra forja, así que Helen tendría muchas oportunidades de experimentar la música del mithril por sí misma. Cuando se presentará la oportunidad, no había ninguna garantía de que Helen estuviera aquí, pero esperaba tener la oportunidad de enseñárselo mientras viviera con nosotros.

En respuesta a mis palabras, Helen inclinó un poco la cabeza antes de volver a su tarea. También volví a la mía.

Ni que decir tiene que, a estas alturas, dar forma a las hojas de appoitakara llevaba más tiempo que dar forma a las hojas de acero. Para mí alivio (a pesar del esfuerzo extra), pude terminar las hojas dobles a primera hora de la tarde.

Después forjé una empuñadura y un guardamano de acero. Como no tenía que lidiar con el appoitakara, terminé rápidamente. En la base de la empuñadura, grabé el característico emblema del gato regordete de Forja Eizo.

Aunque no estaba seguro, sospechaba que había aumentado mis habilidades tanto en calidad como en velocidad. Sin embargo, como no era el que más sabía sobre el trabajo de otros herreros, le enseñé las espadas a Rike.

—¿Qué te parece? —le pregunté—. Creo que son bastante decentes para dos días de trabajo.

—¿Decentes? Cualquiera las consideraría armas de primera clase —replicó Rike de inmediato.

No acababa de entender el significado de sus palabras, y pregunté.

—¿Segura que no exageras?

—Hay Herreros ahí fuera que perderían toda esperanza si vieran estas espadas y oyeran lo que has tardado en forjarlas.

Al ver la expresión totalmente seria de Rike, renuncié a bromear.

—Mientras no seas uno de ellos —dije con severidad.

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—Siempre he sabido que eres lo mejor de lo mejor, jefe —respondió—. Incluso si no puedo llegar a su nivel, voy a subir tan alto como pueda. No escatimaré esfuerzos.

—Pero asegúrate de no esforzarte demasiado —le advertí.

Dios no permita que trabaje en exceso hasta el punto de colapsar. Aún era joven (hay que admitir que yo no era un experto en cómo envejecen los enanos), pero con suerte cuidaría de su futuro.

Volviendo a las espadas—en el siguiente paso utilicé un cincel para grabar diseños en las superficies planas de las hojas. Utilicé el diseño de un rayo, como había hecho con el primer par de espadas de Helen. El cincel penetró profundamente en el acero para revelar el appoitakara subyacente.

Los relámpagos eran rayas azules sobre el acero plateado; los filos desnudos de las hojas y los diseños de relámpagos de las caras brillaban con el azul característico del appoitakara.

Este par de espadas estaba innegablemente destinado a las manos de la mercenaria conocida como Ataque Relámpago. Ojalá estuvieran a la altura de su reputación.

Instalé las empuñaduras y las guardas en las espadas y envolví las empuñaduras con cuero, terminando justo antes de que el sol se ocultara bajo el horizonte. Para entonces, Rike y las demás ya estaban limpiando sus mesas.

Cuando vi que Helen tenía un momento libre, le extendí las espadas duales.

—Toma, ya he terminado. Ya está empezando a oscurecer, pero ¿por qué no las pruebas? Luego afilaré y puliré los bordes.

Helen levantó las espadas recién forjadas en sus manos.

—¿Qué? ¡¡¡Whoooaaa!!! —exclamó.

Su voz retumbó en la forja. Oí un golpe al otro lado de la puerta que daba al exterior—probablemente Helen le había dado otro susto a Krul.

—Vamos al jardín —sugerí—. Podemos calmar a Krul y tú puedes probar las espadas.

—¡¿Puedo?! —preguntó Helen.

—Por supuesto.

Puede que en el futuro me encargaran forjar una espada ornamental, pero esta vez había conseguido que las espadas duales de Helen fueran fuertes y estuvieran preparadas para soportar un uso duro. Aunque…mentiría si dijera que no había tenido en cuenta en absoluto la apariencia cuando decidí usar appoitakara.

De todos modos, había hecho las espadas para una persona concreta. Seguramente, ¿no había nada de malo en que la futura propietaria las probara?

Me levanté, quité el pestillo de la puerta y la abrí. Tal como esperaba, Krul esperaba fuera con expresión preocupada. Abrí la puerta lo suficiente para que pudiéramos pasar.

—Ya, ya. ¡La hermana mayor Helen fue un poco entusiasta en su felicidad! No hay de qué preocuparse —le dije acariciándole el cuello.

Kulululu —trinó, calmándose un poco.

Dije “un poco” porque cuando vio que los demás salían detrás de mí, se animó. Quizá pensó que íbamos a salir a jugar con ella.

Rike y Lidy se quedaron para hacerle compañía a Krul (ella tenía debilidad por mamá Diana, pero le gustaba pasar tiempo con todos nosotros), mientras Samya, Diana y yo nos reuníamos para ver a Helen probar las espadas.

Antes de que Helen empezara, le advertí:

—Aún no he afilado los bordes, así que ten cuidado de no cortarte.

Hizo caso omiso de mi advertencia y se dirigió al centro del jardín. Asegurándose de que estaba a una distancia prudente de mí y de las demás, inició su prueba.

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Helen inició su secuencia con unos ligeros balanceos, pero rápidamente aumentó la velocidad hasta que pudimos oír el agudo sonido de las espadas girando en el aire. Sus movimientos eran elegantes, como si estuviera practicando un nuevo estilo de gimnasia, una impresión que sólo se veía reforzada por su alta estatura y su esbelto cuerpo.

Las espadas duales destellaban, moviéndose tan deprisa que a veces se confundían en una sola. Hacía sólo unos instantes que había empuñado las espadas, pero parecía como si llevara años blandiéndolas.

Después de probar el tacto de las espadas, empezó a ejecutar una rutina en la que utilizaba todo el cuerpo. Todos sus movimientos eran increíblemente rápidos. Podía seguir de algún modo el inicio de sus movimientos, pero al instante siguiente ya habría completado su maniobra.

—¿Pueden saber cuando está a punto de atacar? —pregunté a Diana y Samya.

Diana respondió:

—En absoluto. La he estado observando todos los días desde que se unió a nosotros, pero todavía no lo sé.

Diana no era capaz de seguir el ritmo de Helen durante nuestras sesiones nocturnas de sparring, lo cual no era sorprendente teniendo en cuenta la agilidad de Helen. Sin embargo, sólo habían sido un par de días de práctica.

Helen lanzaba sus ataques con todo el cuerpo, como si estuviera bailando. Poco a poco fue aumentando la variedad de sus movimientos. A veces se movía como una corriente de agua, a veces como una tempestad salvaje.

El resplandor azul del appoitakara seguía sus movimientos, evocando la imagen de una nube tormentosa cubierta de relámpagos. En mi mundo anterior, había un término de cierta película popular sobre una legendaria ciudad flotante, y encajaba perfectamente con la escena que estaba contemplando: Nido de Dragón.

La velocidad de Helen aumentaba y aumentaba, y su anillo de movimiento se ensanchaba cada vez más, hasta que finalmente…

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—¡¡¡Haaa!!! —gritó al alcanzar su punto álgido. En una ráfaga de movimiento, voló varios metros hacia delante, con dos colas de luz azul eléctrico que se extendían tras ella. Fiel a su apodo, fue como presenciar el impacto de un relámpago.

Puede que las cuchillas aún no estuvieran afiladas, pero el último ataque habría sido capaz de partir una roca en dos.

Se quedó inmóvil, jadeante, con las espadas aún extendidas. Con este tiempo, casi podía ver el vapor que salía de ella.

Cuando se recuperó, la llamé.

—¿Cómo están? —a juzgar por su desempeño, las hojas deberían haber superado al menos a las de una espada normal, pero no estaba de más preguntar.

Recuperó el aliento y giró para mirarnos, con una energía intensa que emanaba de ella en oleadas. Samya, Diana y yo retrocedimos. Dio un paso hacia nosotras…pero cambió de idea y se detuvo para dejar las espadas con cuidado en el suelo, una a cada lado.

Al segundo siguiente, saltó. Se había agachado para dejar las espadas, que era la postura perfecta para lanzarse hacia delante. Me quedé paralizado por la sorpresa, y Helen se lanzó sobre mí con gusto y me apretó con fuerza. Dada nuestra diferencia de altura, sus brazos llegaron a rodear perfectamente mi pecho.

—¡Son perfectos! ¡¡¡Sabía que eras el mejor, Eizo!!!

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—¡Ay, ay, ay! —protesté. Estaba atrapado, incapaz de mover un solo músculo—. ¡¡¡Muestra un poco de piedad!!!

¡Wow, duele sólo el respirar!

—Ahora sé por qué te llaman Ataque Relámpago —dijo Samya con calma, ignorando mi difícil situación, y Diana se precipitó hacia delante presa del pánico para salvarme de las garras de Helen.

 

Al final, fue necesaria la fuerza combinada de Diana, Samya y Rike para quitarme a Helen de encima. Había sido imposible para Diana sola.

Lidy, cuya especialidad no era la fuerza física, no se había unido a la lucha. Tenía un tipo de magia somnífera en su arsenal, pero me había dicho antes que la magia sólo aumentaba la somnolencia existente en el objetivo, por lo que podría haber sido completamente ineficaz contra alguien que ya estaba agotado.

Krul tampoco echó una mano. Era lo bastante poderosa como para rivalizar con la fuerza de uno o dos caballos, así que, si su ayuda hubiera sido necesaria, Helen habría sido una especie de superhumano… Mis costillas y mi columna habrían estado en serio peligro.

El abrazo aplastante ya había sido bastante malo. Juré que había oído crujir mis huesos.

—Gr-Gracias —les dije a las demás cuando por fin me liberé.

Tuve una sensación de déjà vu. Esto ya había ocurrido antes, cuando forjé el primer juego de espadas duales de Helen. O… ¿había sido cuando las reparé? Bueno, había transcurrido menos de un año desde que me trajeron a este mundo—no podía haber pasado tanto tiempo, y aun así me parecía que había pasado una eternidad.

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Helen se desanimó.

—M-Mi culpa, Eizo…

Teniendo en cuenta todo por lo que había pasado, no podía culparla por emocionarse demasiado ante la primera cosa buena que le ocurría en mucho tiempo.

—Estoy bien. No te preocupes —le aseguré—. Me alegro de que estés contenta.

Helen asintió, iluminándose ligeramente.

—De acuerdo.

 

Durante la reunión matutina del día siguiente, sugerí:

—¿Por qué no descansamos mañana? Terminaremos nuestro trabajo de hoy y pasaremos el día en el bosque. No hay por qué preocuparse de que nos quedemos sin carne, ¿verdad?

Samya fue la primera en unirse.

—Buena idea.

—Estoy de acuerdo —añadió Diana—. Es agradable explorar el bosque sin tener que cazar de vez en cuando.

Lidy también asintió con entusiasmo, y Rike no pareció oponerse especialmente.

—¿Puedo ir también? —preguntó Helen con un toque de incertidumbre.

Respondí sin vacilar.

—Por supuesto.

Como mercenaria, Helen llevaba un estilo de vida nómada. Probablemente había pasado tiempo desde la última vez que tuvo una rutina estable y tranquila, así que supuse que debía de sentirse un poco perdida.

—Está decidido entonces —declaré—. Ah, y tampoco podemos olvidarnos de Krul. Podemos hacer algo de recolección por el camino si encontramos alguna hierba medicinal o fruta.


—Sí, por favor —dijo Lidy—. Las frutas están bien, pero las hierbas no han sido tan fáciles de conseguir.

—De acuerdo entonces, te seguiremos y exploraremos las zonas que te interesan, Lidy. Por supuesto, no hay necesidad de ir a todas partes. El caso es que nos tomemos un descanso, después de todo.

Lidy asintió con firmeza. Las demás también estuvieron de acuerdo.

Con eso, dimos por terminada la discusión y comenzamos nuestro día.

 


Yo había terminado de forjar los cuerpos de las espadas cortas ayer, así que mi trabajo de hoy consistía en dar los últimos retoques. Después, pensaba dedicar el tiempo extra a forjar cuchillos.

Gracias a Rike, teníamos muchos cuchillos de modelo básico en nuestro inventario (aunque su trabajo pronto sería lo bastante bueno como para producir modelos de élite). Calculé que al final del día sería capaz de fabricar suficientes cuchillos de élite para cumplir con nuestra próxima entrega…o al menos los suficientes para que Camilo no se quejara.

A diferencia de mi mundo anterior, podía trabajar a mi ritmo sin mucho estrés. El hecho de que un lujo tan simple—como tomarse un día libre—pudiera hacerme sentir tan vertiginoso se debía, sin duda, a que mi tiempo trabajando en una empresa negra había dejado marcas en mi alma.

Estas pequeñas reflexiones sobre mi situación hicieron que mi martillo se sintiera más ligero de lo habitual. Tanto el trabajo de las espadas como el de los cuchillos me parecieron un juego de niños.

—Alguien está de buen humor —bromeó Rike.

Pero no me importó. Sabía que sólo estaba bromeando.

—¿Tan evidente soy? Estoy deseando que llegue mañana.

—¿Sí? Pensé que podría haber alguna otra razón.

—¿Por ejemplo?

—Bueno, ¿no te has vuelto más rápido? —comentó Rike.

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—¿Tú crees? —pregunté, sorprendido.

Ahora que lo mencionaba, aún era pronto, pero había hecho grandes progresos. Sin embargo, era difícil decir con seguridad que había progresado—podía haber trabajado más deprisa, ya que me sentía animado. Aun así, merecía la pena poner a prueba mi velocidad otro día.

Rike estaba forjando cuchillos, mientras las demás reponían nuestra provisión de planchas de metal.

Aún no estamos de vacaciones, pero este tipo de días son tranquilos a su manera —pensé mientras observaba la alegría y el bullicio.

Y así, otro día tranquilo en Forja Eizo llegó a su fin.

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