Kajiya De Hajimeru (NL)

Volumen 4

Capítulo 6: Se Avecina Una Revolución En El Imperio

Parte 1

 

 

Durante los seis días siguientes, nos pusimos manos a la obra y forjamos las espadas y lanzas para el encargo. Nunca nos desviamos de nuestra misión y conseguimos nuestro objetivo. Incluso nos sobró un poco de tiempo, que aprovechamos para plantar las semillas de patata en el campo.

El día de la entrega, cargamos todo y enganchamos a Krul al carro. Las espadas eran una cosa, pero el gran número de lanzas, por largas que fueran, resultaban voluminosas y difíciles de atar.

Una vez terminados los preparativos, nos pusimos en camino. Se acercaba la temporada de lluvias, pero por el clima nunca lo habríamos adivinado—el aire del bosque era limpio y fresco.

No teníamos casi ningún motivo para preocuparnos por un ataque de tigre, pero procedimos con cautela. Después de todo, a los osos también les gustaba merodear por esta zona. Pero al mismo tiempo, no creí que tuviéramos que estar demasiado alerta, puesto que algunos miembros de nuestro grupo tenían un olfato excepcional.

Pasamos sin incidentes y salimos a la carretera. Al igual que en el bosque, aquí no había señales de lluvias inminentes. El cielo estaba despejado y azul y las llanuras vibrantes. La hierba se alzaba alta y orgullosa como si esperara la lluvia. Si no hubiera estado en un mundo nuevo, me habría sentido atraído a relajarme y disfrutar del hermoso día.

Sin embargo, el reino en el que ahora vivía estaba lejos de ser tan seguro y estable como lo había sido Japón. Por muy paradisíaco que pareciera el paisaje, era peligroso bajar la guardia. Habíamos venido preparados con arcos y lanzas arrojadizas, pero lo ideal era no tener que usarlas.

De vez en cuando, oíamos un crujido procedente de un trozo de hierba cercano y todos nos sobresaltábamos al mismo tiempo. Pero el culpable siempre era un conejo u otro bicho pequeño. Como no había ninguna razón para venir hasta aquí a cazar (en el bosque había suficiente caza para nosotros), nunca había visto a los animales que vivían en las praderas.

Tras varias falsas alarmas, llegamos a la ciudad. Intercambiamos saludos con el guardia de la entrada, que llevaba una alabarda. Uno de estos días, quería preguntar cómo se estaban acostumbrando los guardias a las nuevas armas. Probablemente podría averiguarlo a través de Marius.

Hasta ahora, habíamos llamado mucho la atención en las calles de la ciudad, pero hoy nos ignoraban casi por completo. Sólo había alguna que otra mirada sorprendida de los viajeros—ya fueran humanos, bestiales o enanos—que nos veían desde otros lugares.

Cuando llegamos a la tienda de Camilo, nos dirigimos a la sala de reuniones. Camilo vino a recibirnos sorprendentemente rápido hoy—debe haber supuesto que había una buena posibilidad de que apareciéramos a esta hora.

—¡Hey! ¿Cómo van las ventas? —le pregunté.

—Van bien —respondió Camilo—. No me puedo quejar.

Tras una breve charla, pasamos al tema principal del día.

—¿Has terminado el pedido? —me preguntó.

—¿Quién te crees que soy? —bromeé.

—Sabía que podía contar contigo. Eres de gran ayuda.

Sonreí con satisfacción.

—Es mi trabajo, ¿sabes?

Camilo me devolvió la sonrisa. Luego hizo una seña al jefe de empleados, que asintió y salió de la habitación.

—Ahora, sobre la rebelión —dijo una vez que el empleado se había ido—, hubo un pequeño contratiempo. No debería afectar al movimiento en sí, pero…

—¿Un contratiempo?

Asintió.

—Sí. Hubo cierta actividad inusual por parte de los militares del imperio, pero por ahora no hay problemas previsibles.

—¿Se filtró información sobre los disidentes?

Volvió a asentir.

—Los líderes del imperio no son idiotas—tienen espías a su servicio. Cualquier movimiento está destinado a levantar al menos cierto grado de sospecha.

—Ya veo…

—Como he dicho antes, no debería afectar a la revolución actual de ninguna manera. El problema es…

Hizo una larga pausa.

—Helen…ha sido capturada por el imperio.

—¡¿Helen?! —lo deje escapar abruptamente, incapaz de ocultar mi sorpresa. Me superaba en fuerza y blandía un par de espadas gemelas personalizadas. Me costaba creer que fuera a perder ante unos soldados comunes.

—No sé mucho de los detalles —dijo Camilo.

—Es imposible que perdiera en una pelea normal —señalé.

—No contra un grupo pequeño. Pero si se enfrentara a un gran número de enemigos…no lo sé.

—Cierto…

Incluso un Héroe Legendario capaz de acabar con mil guerreros tendría dificultades para vencer a un ejército de diez mil. ¿Había sido esa la situación en la que se había encontrado Helen?

Pero, había fallas con esa teoría.

—Una unidad lo suficientemente grande como para capturar a una combatiente de su calibre habría sido notoria —razonó Camilo—, pero no tengo conocimiento de ninguna presencia militar en ese sentido.

Era cierto—Camilo era un hombre que había buscado noticias sobre la revolución en preparación. Si hubiese ocurrido una gran pelea, se habría enterado.

—¿Crees que se hizo en secreto? —le pregunté.

—Puede ser. O hubo circunstancias especiales.

—Hmmm, bueno —me crucé de brazos para pensar. Aunque hubiera sido un invitado a este mundo, había llegado a conocer a un buen número de sus residentes. Quería hacer algo para ayudar, pero tenía que tener en cuenta que supuestamente era un herrero común y corriente.

Camilo se acercó más.

—La razón por la que te cuento esto es porque hemos recibido una orden del Marqués. Me pidió que infiltrara a una persona en el imperio para ayudar a sacarla… alguien que no levantará sospechas. Y sólo se me ocurrió una persona que encajara con esa descripción.

—Y…ese soy yo.

Asintió.

—Sé que es extraño pedirle esto a un herrero, pero de todos los que conozco, eres el único que tiene suficiente capacidad de combate para la misión. Y, por si fuera poco, trabajas en un oficio que normalmente no requiere que viajes.

—Ya veo.

Así que parecía que la pregunta que quedaba era si aceptaría el trabajo o no. Miré a mi familia. Todos tenían la misma expresión, una que decía: “Ya sabemos que vas a aceptar”.

¡Groseras! Hasta la última de ellas.

—De acuerdo, lo haré —respondí con un suspiro.

—Gracias. Siento pedírtelo una y otra vez.

—Está bien. Es mi trabajo… Bueno, no realmente, pero Helen no es una extraña.

Eso—sumado al hecho de que la petición provenía del propio Marqués—significaba que Camilo no podía negarse a la ligera. A estas alturas, ya podía aceptar el hecho de que mi secreto estaba fuera del alcance; el Marqués podría no saber exactamente hasta dónde llegaban mis habilidades, pero seguramente se había dado cuenta de que yo no era, en efecto, un herrero normal.

Era lo que era. En el futuro, daría por supuesto que había visto a través de mí…y usaría ese conocimiento a mi favor lo mejor que pudiera.

 

Luego, Camilo me informó sobre nuestros planes de viaje. Obviamente, cuanto antes nos fuéramos, mejor, y decidimos salir temprano a la mañana siguiente. Mi identidad consistía en ser un Herrero del séquito de un mercader contratado para realizar reparaciones. Para respaldar mi historia, necesitaría un simple horno portátil. Camilo prometió conseguirme uno. También estaba preparando los caballos y el carruaje. Acordamos encontrarnos en el límite del bosque, igual que cuando me llevó a la capital.

Hablaríamos de los detalles por el camino. Al parecer, ya tenía una idea aproximada de dónde estaba detenida Helen, pero tendríamos que encontrar el lugar exacto. Después de lo cual, estaríamos en mejores condiciones para concretar el plan de rescate.

Dimos por concluida nuestra conversación. Las demás y yo preparamos rápidamente el cargamento y nos marchamos.

En el horizonte se vislumbraban días ajetreados, aunque no tendrían nada que ver con mi trabajo principal.

 

Salimos de la ciudad justo después de dejar la tienda de Camilo. Aunque nos mantuvimos alerta mientras estábamos en la carretera, priorizamos la velocidad por encima de todo. Lo mismo ocurrió una vez que regresamos al bosque.

Pero atravesar el bosque a nuestra máxima velocidad habría sido un viaje…accidentado, por decir lo menos. El cargamento habría saltado de un lado a otro, y también habría sido desagradable para nosotros, los pasajeros. Así que, entre los árboles, redujimos ligeramente la velocidad sin dejar de avanzar lo más rápido posible. No obstante, batimos el récord de velocidad a través del Bosque Oscuro.

Cuando llegamos a casa, guardamos todas las provisiones y agradecimos a Krul su duro trabajo. Ella respondió con un brillante gorjeo, ” Kulululu “. A pesar de que había estado corriendo a toda velocidad, no parecía agotada en absoluto.

Lidy me había dicho que Krul metabolizaba la magia como fuente de energía, así que eso podría tener algo que ver con su ilimitada resistencia.

Mi curiosidad al respecto estaba lejos de saciarse, pero no tenía tiempo para poner a prueba esa hipótesis. Después de todo, partía mañana por la mañana y tenía que prepararme.

Me dirigí rápidamente a la cabaña.

Para la comida—una parte fundamental del inventario de cualquier viajero—preparé una gran provisión de cecina de jabalí, cortada en tiras. En mi bolsa de viaje, metí también tiras de tela como sustituto de las vendas, lo mismo que había hecho para la expedición militar.

—¿Qué más necesito? —reflexioné.

—Viajarás como herrero, ¿verdad, jefe? —preguntó Rike—. ¿Qué hay de las herramientas y el equipo?

—Esa es una buena observación.

Decidí llevarme mi martillo favorito y unas cuantas planchas de metal de nuestro depósito, y las apilé en una caja.

En cuanto a los preparativos, con eso bastaría.

 

—Como ya saben, volveré a ausentarme —anuncié a todas después de traer la cena—. Esta vez, no sé cuánto tiempo estaré fuera. Puede que vuelva en una semana, o puede que esté fuera por un mes. Aunque no creo que tarde más de un mes.

La revolución seguramente habría comenzado cuando hubiera pasado un mes. Y una vez que estuviera en marcha, la supervivencia de Helen se volvería muy sospechosa. Por lo tanto, un mes era más o menos el tiempo límite para nuestra misión.

—¿Hay algo que les preocupé? —pregunté—. Si necesitan provisiones, puedo avisarle a Camilo para que las entregue en la entrada del bosque.

Los demás reflexionaron sobre mis palabras.

Samya fue la primera en responder.

—Tenemos suficiente carne para subsistir, creo.

Lidy siguió.

—Sé qué plantas del bosque son comestibles, y también tenemos el campo.

—Si tuviera que decirlo —reflexionó Rike—, lo que más me preocupa es el mineral y el carbón, pero la cantidad que hay en el cobertizo debería alcanzarnos para un mes.

Normalmente le comprábamos a Camilo más provisiones de las que podíamos utilizar en dos semanas, así que ahora mismo teníamos un generoso excedente—por lo visto, había sido una buena decisión. Además, los almacenes ya estaban demostrando su utilidad, a pesar de que no llevaba mucho tiempo desde que terminamos de construirlos.

Diana fue la última en dar su opinión.

—Podemos encargarnos de cualquier reparación en la casa, así que estaremos bien, ¿verdad?

Una vez consideradas las opiniones de todas, concluyó la discusión.

—Parece que lo tienen todo resuelto —dije.

—En realidad, lo que más nos preocupa eres tú —respondió Diana—. Aceptas peticiones a diestra y siniestra, incluso cuando no tienen nada que ver con tu trabajo real. Y la última vez volviste a casa herido, ¿verdad?

No tenía excusas con las que defenderme, y en su lugar me limité a agachar la cabeza con desanimó como respuesta. Lidy, que era una de las razones por las que había estado en la línea de peligro, se desanimó un poco también.

—¡Oh! No es culpa tuya en absoluto, Lidy —se apresuró a decir Diana—. Sólo intento decir que Eizo debería cuidarse más.

Samya y Rike asintieron con vehemencia.

Diana continuó.

—Es tu decisión, y no vamos a impedírtelo. Pero recuerda que nosotras, como tu familia, estamos esperando a que vuelvas sano y salvo.

Miré sus caras de preocupación. Aunque quería decir algo que las tranquilizara, se me hizo un nudo en la garganta. Tardé un momento, pero acabé controlando mis emociones y, al final, sólo pude sonreír y prometer.

—Lo recordaré.

Lo dije desde el fondo de mi corazón.

 

◇ ◇ ◇

 

A la mañana siguiente recé mis oraciones, recogí mis bolsas y la figura de la diosa que había tallado (guardada en el bolsillo del pecho), y me puse en camino. Todas me acompañaron hasta la entrada del bosque, así que tomamos el carro como de costumbre, con Krul a la cabeza.

En el límite del bosque, elegimos un lugar entre los árboles para esperar, desde donde aún se veía bien la carretera. Me habían dicho que nos adentrábamos en la estación de las lluvias, y a lo lejos divisé una capa de nubes que se cernía sobre nosotros.

Ocasionalmente, carruajes tirados por caballos—que parecían caravanas de mercaderes, filas de soldados y viajeros a pie—pasaban de camino a sus destinos. Tenía sentido emprender viajes de larga distancia antes de que empezaran las tormentas y aprovechar la calma antes de la estación lluviosa. Una vez que llegaban las lluvias, el camino se volvía fangoso y mucho más difícil de transitar.

Al cabo de un rato, un carruaje que viajaba más rápido que los anteriores llegó atravesando el camino y se detuvo junto al bosque. Si los jinetes hubieran querido hacer reparaciones o tomarse un descanso, se habrían detenido junto a las llanuras abiertas, donde era relativamente seguro. El hecho de que se hubieran detenido a propósito junto al bosque significaba que…

Agarré mis bolsas y me dirigí hacia el carruaje. Cuando me acerqué, grité.

—¡Camilo!

Su cara familiar me miró desde el carruaje.

—Hey, ya estás aquí.

—Sí —dije—. Échame una mano.

Le entregué la caja con las planchas de metal y él la subió al carruaje. Luego, me subí a la parte de atrás con él.

Decidimos partir de inmediato mientras no hubiera otros viajeros cerca. Me puse de pie mirando al bosque y agité la mano. Cuando vi que mi familia me devolvía el gesto, volví a sentarme.

Inmediatamente nos pusimos en marcha.

 

No tardé en notar algo inusual.

—¿Será que hay…un sistema de suspensión incorporado en este carro? —medité.

No lo había visto de cerca antes, aunque también era posible que el sistema estuviera camuflado para que el mecanismo no destacara a simple vista.

—Sí, por fin tenemos algo que funciona —confirmó Camilo—. La producción en masa aún está fuera de nuestro alcance, así que escondimos el sistema para evitar que otros copiaran nuestro diseño.

Había estado hablando conmigo mismo, pero Camilo respondió a mi pregunta de todos modos. El carruaje aún se balanceaba de un lado a otro, pero rara vez se sacudía o saltaba como lo había hecho en nuestro último viaje.

—Si los carros en los que habíamos montado durante la campaña de eliminación de monstruos hubieran tenido suspensiones instaladas, mis caderas se habrían ahorrado algún dolor.

—Tengo la intención de ponerlos a la venta dentro de poco, así que la próxima vez puede que tengas suerte. Si hay una próxima vez, es decir…

—Yo, por mi parte, estoy rezando para que no la haya.

—No puedo culparte por eso —Camilo se rio, y yo me uní.

Lidiar con un brote de monstruos no era algo que quisiera hacer muy a menudo. Después de todo, yo era sólo un herrero ordinario.

Avanzamos por la carretera de la ciudad a una velocidad que habría sido imposible para un carruaje normal lleno de cosas.

—A este ritmo, llegaremos a la frontera antes de lo esperado. Aunque sigue siendo un viaje de varios días —me informó Camilo—. Aprovechemos este tiempo para hablar de los detalles.

—Claro —le respondí—. También quería saber por qué el Marqués acudió a ti con esta petición.

—Ah, eso es fácil—el Marqués fue quien originalmente envió a Helen al imperio.

—Debe ser un hombre de grandes principios para orquestar el rescate de una simple mercenaria en lugar de abandonarla.

—Podrías…decir eso —su tono daba a entender que había algo más en la historia, algo que era mejor que yo no supiera (de lo contrario lo habría dicho).

Me acomodé en mi asiento y cambié de tema.

—¿Qué clase de lugar es el imperio?

—Para empezar, tienen un emperador en lugar de un rey —responde Camilo—. Por lo demás, no es muy diferente de aquí. Sus estilos de vida son similares. La arquitectura también.

—¿Eso es así?

Esperaba que un Imperio se caracterizara por sus impresionantes fortalezas militares, pero supongo que la única respuesta real a “¿cuál es la diferencia entre un Reino y un Imperio?” era quién se sentaba en la cima—la autoridad del líder era prácticamente la misma en ambos países.

—Así son las cosas —dijo Camilo—. Aunque allí la nobleza tiene menos poder. Es más o menos una autocracia.

Aquí, en el reino, había un parlamento compuesto por la nobleza en el que las decisiones relativas al Estado se decidían mediante debates y discusiones. En última instancia, el rey (y la familia real) tenían la última palabra, por lo que, al fin y al cabo, el reino era una monarquía.

Sin embargo, el rey no podía vetar las decisiones del parlamento a su antojo sin arriesgarse a la ira de la nobleza, lo que podía dar lugar al nacimiento de disidentes y desertores. El Rey, después de todo, no era más que el jefe de los caballeros. Por lo tanto, las decisiones del parlamento solían adoptarse siempre que no fueran descaradamente desfavorables para la familia real.

Por el contrario, el imperio funcionaba aparentemente sólo con las proclamaciones del emperador. Existía una asamblea de nobles, pero su función era más consultiva que legislativa. Los nobles daban su opinión sobre los dictámenes del emperador antes de que sus decisiones se hicieran públicas, pero dependía del emperador adoptar o no sus ideas.

Si el emperador no estaba de humor para escuchar todas las opiniones, anunciaba sus decisiones tal cual. Estas decisiones espontáneas no eran ni mucho menos excepcionales, o al menos eso aprendí.

Con un emperador competente al mando, el imperio se desarrollaba rápidamente. Cualquier proclamación se promulgaba casi de inmediato a un ritmo normalmente inimaginable.

Sea lo que fuere, el hecho de que se estuviera organizando una revolución implicaba probablemente que el emperador actual no era un líder hábil.

—Si hay una rebelión en marcha, ¿significa eso que el pueblo está descontento con el emperador? —pregunté.

—Eso parece. Los impuestos han sido altos estos últimos años. Eso por sí solo no es razón suficiente para que la gente se rebele, pero parece haber sido una de las semillas. Eso y el rumor de que los impuestos del pueblo se los han estado quedando los nobles.

Debía de ser exasperante ver cómo el dinero ganado con tanto esfuerzo servía para llenar los bolsillos de los ricos. Si no recuerdo mal, la Revolución Francesa había comenzado por razones similares.

—La gente realmente al final de su situación solía escapar aquí al reino. Pero cuando se promulgaron las restricciones de viaje, se hizo imposible huir. Esa fue la gota que rebalsó el vaso.

—Ahora lo entiendo.

Cuando la gente era empujada al borde del abismo, siempre había quien buscaba el cambio para mejorar sus condiciones. Yo tenía la suerte de no haber experimentado ese nivel de sufrimiento ni en este mundo ni en el anterior, pero no era difícil imaginar sus sentimientos.

—¿Cómo vamos a eludir las restricciones de viaje? —pregunté.

—Las restricciones sólo afectan a la población del imperio. Los peregrinos, viajeros y comerciantes están a salvo, así que nuestra visita es totalmente legal. Aunque hay que reconocer que no fue barato conseguir el permiso de entrada.

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