Kajiya De Hajimeru (NL)

Volumen 3

Capítulo 4: ¡Desplieguen Las Tropas! Aquí Hay Monstruos…

Parte 5

 

 

No tenía sentido quejarse—había que ponerse manos a la obra. Hasta que Lidy terminara sus preparativos, mi trabajo consistía en mantener ocupado al hobgoblin. Había planeado atacarlo y matarlo, pero su velocidad y su capacidad de regeneración suponían un gran desafío. El hobgoblin era un nivel completamente diferente del oso al que me había enfrentado en el Bosque Oscuro. Matarlo sería mi objetivo secundario; me centraría en acorralarlo y cortar sus rutas de escape una a una.

Clavé y blandí mi lanza contra el hobgoblin sin darle descanso. Cuando le asestaba algún golpe, la herida no tardaba en cerrarse.

El hobgoblin respondía como podía, concentrando sus ataques en mí. Las pocas veces que intentó atacar a Lidy, lo rechacé lanzándole golpes lo bastante brutales como para matarlo (si hubieran conectado). No estaba seguro de si era capaz de sentir emociones, pero sin duda reaccionó al estímulo negativo como yo quería. Así que, al menos, era capaz de aprender.

El hobgoblin aprovechó una abertura entre mis ataques y lanzó una patada. Su pie voló hacia mí. La patada tenía fuerza suficiente para dejarme incapacitado, pero giré para esquivarla y contraataqué con mi lanza. El hobgoblin esquivó mi ataque.

No supe cuánto tiempo pasó mientras seguíamos intercambiando golpes. Con la vida y la muerte en juego, los minutos perdieron todo su significado. Debía haber pasado al menos media hora cuando Lidy finalmente gritó.

—¡Agáchate!

Me tiré al suelo de inmediato (aunque “me desplomé” habría sido la palabra más adecuada).

Una luz blanca y brillante atravesó el aire por encima de mí. El hobgoblin se alejó de un salto.

El rayo cambió de dirección en el aire para seguir a su presa, y eventualmente, dio en el blanco.

Un rugido atronador sacudió el aire y quedé cegado por una luz penetrante. Un calor abrasador me lamió la espalda, pero como estaba con armadura y alejado del hobgoblin, apenas sufrí quemaduras. Los otros soldados también deberían haber estado a salvo. En cambio, el hobgoblin, que se había llevado la peor parte del ataque, no habría tenido tanta suerte.

Cuando el humo y las llamas se disiparon, vi que el hobgoblin había caído desplomado. Si se disolvía en cenizas, la batalla estaría ganada.

Pero, ¿realmente va a ser tan fácil?

Me puse inmediatamente de pie y preparé mi lanza. Los demás soldados observaban atentamente al hobgoblin caído, con posturas tensas.

Tras ese momento inicial de tensión, el tiempo volvió a fluir. Todos pensábamos lo mismo—el hecho de que el cuerpo aún no hubiera desaparecido significaba que el hobgoblin aún se aferraba a una chispa de vida.

Sólo faltaba que alguien le diera un empujón.

Uno de los soldados se acercó al hobgoblin para asestarle el golpe final. Levantó su espada.

Pero antes de que pudiera blandirla, el hobgoblin saltó con un temible rugido. Su aullido rasgó el aire, tan fuerte que hizo temblar el suelo. No estaba muerto. El soldado que se disponía a atacar entró en pánico e intentó golpear al hobgoblin, pero éste desvió la espada con un golpe de sus garras.

Afortunadamente, el ataque mágico de Lidy no había sido en vano. Los movimientos del hobgoblin eran notablemente más lentos que antes. Aun así, era demasiado pronto para celebrarlo. Los animales salvajes eran más peligrosos cuando estaban acorralados. ¿Ocurría lo mismo con los hobgoblins?

Ding, ding, ding. Segundo encuentro. ¡Comienza!

No obstante, el hobgoblin parecía haberse sentido intimidado por la fortaleza de nuestras fuerzas y procedió a huir. Por supuesto, de ninguna manera íbamos a dejarlo escapar. Lo perseguimos, pisándole los talones. Los goblins se interpusieron en nuestro camino. Quizá eran lo suficientemente listos como para comprender que, aunque murieran, los de su especie seguirían generándose mientras el hobgoblin siguiera vivo.

Derribé a los goblins con rápidos golpes de lanza cuando se abalanzaron sobre nosotros, pero por muchos que matara, siempre había otro que ocupaba el lugar de su compañero caído. Un vistazo a la estancia me mostró que los soldados se encontraban en una situación similar.

Maté a otro goblin. Cuando cayó, vislumbré la pared de la estancia detrás de él. Habíamos supuesto que ésta era la estancia más interior…pero debía de haber un pasadizo oculto.

Vi al goblin deslizarse por la pared y desaparecer.

—¡Maldita sea! —maldije, queriendo arrojar mi lanza al suelo. Me contuve.

—No ha sido suficiente —murmuró Lidy detrás de mí, con el tono entumecido. Tampoco había esperado que el monstruo jefe pudiera resistir su ataque.

—¡Retirada! —gritó el comandante—. ¡Retirada!

—¡Sí, señor! —corearon los soldados. Me uní a la multitud.

Comenzamos a retirarnos, masacrando a los goblins que se interponían en nuestro camino mientras retrocedíamos fuera de la cueva.

Nuestra misión de derrotar al hobgoblin había acabado en fracaso.

Todos estábamos sombríos cuando salimos de la cueva.

Se había levantado una carpa cerca de la entrada de la cueva como puesto de mando auxiliar. Nos reunimos cerca de ella y atendimos a los soldados que habían resultado heridos. Ni Lidy ni yo habíamos sufrido heridas importantes. Aun así, me faltaba energía para volver al campamento base. Tampoco se había dado la orden de volver al campamento.

Lidy y el comandante fueron llamados a la carpa. No podía volver solo, así que me quedé un rato de brazos cruzados. Había empezado a considerar si debía ayudar con los primeros auxilios cuando Lidy y el comandante salieron de la carpa.

—Vamos a volver a intentarlo mañana —me dijo el comandante.

—Ya veo.

No teníamos tiempo, pero Marius estaba dispuesto a hacer una última apuesta. Si estaba decidido a luchar, yo estaría allí para ayudarle.

—Hoy, acamparemos aquí en las llanuras. Estás relevado de tus tareas de reparación —dijo—. El grupo de búsqueda partirá mañana al amanecer.

—Entendido —respondí, manteniendo mi respuesta breve.

El comandante asintió con firmeza y se marchó para dar la misma información a sus tropas.

Me giré hacia Lidy, que había venido a pararse a mi lado, y le pregunté:

—¿Se recuperará?

—Sí. Teniendo en cuenta la cantidad de daño que recibió, no podrá curarse para mañana.

—Nos adentraremos aún más en las profundidades de la cueva, ¿verdad?

—Exactamente —confirmó—. Y cuando lo encontremos, los dos lo derribaremos de una vez por todas.

—De acuerdo —dije asintiendo.

Vamos a resolver esto mañana, de una manera u otra.

Volvimos al campamento y cenamos. Después, me senté junto a una hoguera, descansando y observando el baile de las llamas.

Lidy pasaba la noche en la carpa del puesto de mando. Estaba con una de las ayudantes de Marius. Nuestro campamento era un poco tosco, pero al menos había algunas provisiones para los huéspedes.

Estaba absorto en mis pensamientos sobre nuestros planes para el día siguiente cuando una sombra cayó sobre mí. Levanté la vista hacia unos ojos azules enmarcados por un cabello corto y plateado, del que asomaban unas orejas puntiagudas. Era Lidy.

—¿Puedo sentarme a tu lado? —preguntó.

—Por supuesto, pero ¿no deberías acostarte pronto?

—No puedo dormir —dijo, mordiéndose los labios, y se sentó a mi lado.

Nos sentamos hombro con hombro, mirando el fuego. La leña crepitaba y chisporroteaba mientras ardía.

Intenté entablar una conversación trivial.

—¿Tu aldea está en el bosque de los alrededores?

—Sí. No está lejos de aquí —respondió.

—Quizá no sea el mejor momento para decirlo, pero es una zona con mucho encanto.

—Aquí abunda la magia.

—Sí —estuve de acuerdo—. Podría ganarme la vida aquí, pero trasladar la forja sería una gran molestia.

Lidy soltó una risita.

Gracias a Dios. Todavía tiene energía para reír.

Charlamos un rato más sobre los ciervos y los animales del bosque. Finalmente, Lidy me dijo para qué había venido.

—Mi aldea fue amenazado por monstruos aquí antes —comenzó.

—¿De verdad?

Asintió.

—Apenas conseguimos repelerlos.

—¿Podría ser?

De nuevo, asintió.

—Sí. Gracias a la espada.

Se refería a la espada de mithril que había reparado, que funcionaba como una especie de batería mágica. Lidy y sus aldeanos debieron haber aniquilado a los monstruos utilizando la magia de la espada.

Ahora no llevaba la espada. Era probable que la hubiera dejado en la carpa.

—Me dijiste antes que puedes sacar magia del mithril. ¿Cómo funciona exactamente? —pregunté.

—Entregamos nuestra propia fuerza vital a cambio.

—¿Qu—? —me detuve, sin palabras. Lidy sólo me había encargado reparar la espada porque se había roto en pedazos…cuando se había extraído demasiada magia de ella.

Lidy continuó sin importarle mi conmoción.

—Renunciando a nuestra propia vitalidad, podemos recurrir a la magia del interior de la espada y utilizar poderosos hechizos que, de otro modo, nos resultarían inaccesibles.

—No me digas… —murmuré, horrorizado.

—Mi hermano, él… —Lidy se interrumpió. Luego dijo—. Aquella vez los monstruos eran mucho más fuertes. Para proteger a la aldea, como último recurso, él…

—Lo siento.

Lidy hizo un pequeño gesto con la cabeza antes de continuar en voz baja.

—Una vez destruido el nido, no suelen reaparecer hasta transcurrido un tiempo. Es demasiado pronto para que se hayan generado…

El momento debió llevar a los elfos a pedir apoyo militar. Hicieron lo que pudieron para contener a los monstruos mientras esperaban que llegara la ayuda. Y no se trataba de una escaramuza a pequeña escala—los elfos habían luchado con valor contra el mal invasor.

—No uses la espada —las palabras salieron de mi boca antes de que me diera cuenta—. Te lo ruego.

Lidy no respondió.

—Señorita Lidy, su hermano hizo un sacrificio heroico para proteger a su aldea. Yo no podría haber hecho lo mismo —admití, dirigiendo mi rostro hacia el cielo—. Puede que sea presuntuoso por mi parte decirlo, pero no quiero que usted siga sus pasos.

No hacía mucho que nos conocíamos, y seguro que Lidy tenía muchas ideas distintas sobre la situación de su aldea. Sabía que me estaba extralimitando…pero estaba decidida a evitar que ese futuro llegara.

—Prometo que mataré al jefe —declaré.

El crepitar del fuego volvió a llenar el silencio entre nosotros.

Al cabo de un rato, Lidy susurró con voz temblorosa y quebradiza.

—Te lo pido, por favor.

 

◇ ◇ ◇

 

Cuando me desperté por la mañana, el desayuno ya estaba listo. Pops y su equipo debían de haberlo traído.

No me necesitaron con las tropas hasta después de localizar al hobgoblin, así que, afortunadamente, no tuve que apresurarme con la comida. Sin embargo, sí comí cerca del puesto de mando—cené con Lidy, el comandante y los demás soldados veteranos.

Los exploradores podían volver en cualquier momento.

Cuando llegué a la carpa, Lidy ya estaba despierta y preparada. Me saludó con un:

—Buenos días, Eizo.

Mi apasionada declaración de la noche anterior se repitió en mi cabeza.

—B-Buenos días —balbuceé, sintiéndome incómodo—. ¿T-Te gustaría que comiéramos juntos, señorita Lidy?

—M-Me encantaría —respondió.

El líder de la tropa observó nuestro torpe intercambio con ojos cálidos.

Mientras Lidy y yo degustábamos el desayuno que las tropas habían distribuido, varios soldados se abrieron paso hacia la cueva, decididos a terminar hoy la batalla de una vez por todas.

El sol estaba casi en su punto álgido cuando oímos gritar a alguien.

—¡Lo hemos encontrado!

Todos los que estábamos a la espera corrimos hacia la cueva. Situados ante la entrada, todos nos miramos unos a otros, intercambiando asentimientos decididos. Enseguida preparamos nuestras armas y entramos en la cueva.

El interior no había cambiado desde ayer, salvo que había menos goblins. Puede que hubiera menos porque no hubo tiempo para generar nuevos goblins, o puede que los soldados exploradores los hubieran eliminado a primera hora del día.

A medida que nos adentrábamos por el pasadizo principal, evitábamos algunos combates en curso. Por fin, llegamos a la estancia donde habíamos perdido de vista al hobgoblin.

Un soldado nos hizo señas para que avanzáramos, gritando:

—¡Por aquí!

Corrimos hacia él. Oculto entre las sombras de una roca, divisamos la boca de un estrecho túnel. Así que así fue como el hobgoblin nos había despistado…

—Ya te tenemos —murmuré al entrar en el túnel. Las palabras se me habían escapado antes de darme cuenta. Nos adentramos en el túnel y pronto los sonidos de la batalla llegaron a nuestros oídos. Sonidos de metal chocando se entremezclaban con los aullidos espeluznantes con los que todos nos habíamos familiarizado ayer.

Lo encontraron.

Salimos del túnel y entramos en aquella estancia. El líder de nuestras tropas se dirigió a Lidy y a mí, luego gritó:

—¡Es todo suyo!

—¡Lo tengo! —grité, igualando su volumen.

Mis ojos se fijaron en el hobgoblin como por fuerza magnética.

Esta vez no te dejaré ir. Hoy morirás por mi hoja.

Las demás tropas contuvieron a los goblins más pequeños mientras Lidy y yo nos acercábamos al hobgoblin. Inmediatamente puso sus ojos en Lidy. El golpe que ella le había asestado ayer seguramente estaba fresco en su mente.

Distraído por la presencia de Lidy, bajó la guardia por un breve momento…un momento que no tenía ninguna intención de ignorar. Aproveché mi oportunidad y clavé mi lanza en su torso. Sin embargo, debió anticiparse a mi ataque, porque desvió su atención de Lidy y esquivó limpiamente mi estocada.

Seguí atacando con insistencia, lanzando una ráfaga de estocadas y golpes, pero el hobgoblin esquivaba todos mis intentos. En comparación con ayer, mis ataques daban en el blanco con más frecuencia, aunque por poco, y las heridas que conseguía abrir tardaban más en curarse.

Puedo hacerlo. Confío en poder derrotarlo.

Pero mi momento de arrogancia resultó ser mi perdición—el hobgoblin se percató de mi momentánea falta de concentración y me propinó una fuerte patada en el estómago. La fuerza de la patada me lanzó por los aires y sentí que el golpe me había aplastado los órganos internos.

—Urgh —me quejé mientras mi cuerpo ardía de dolor.

Pero no podía permitirme el lujo de acurrucarme de lado y quejarme. Me levanté y me lancé al contraataque. El monstruo retrocedió rápidamente, separándonos.

Durante un segundo, ninguno de los dos se movió. Aproveché el momento para evaluar el daño que me había hecho. Me dolía mucho el estómago, pero parecía que ninguno de mis órganos se había roto y mis costillas estaban intactas.

Di las gracias a la Vigilante que se había desvivido por darme un cuerpo resistente.

En cuanto parpadeé, el momento de respiro había terminado. El hobgoblin y yo volvimos a la carga de un salto. No podía bajar la guardia ni un poco, ya que el siguiente golpe que recibiera podría poner en peligro mi vida. Pero el hobgoblin estaba en la misma situación.

Defender. Atacar. Rechazar. Contrarrestar.

Apliqué golpes de reojo una y otra vez mientras esperaba mi momento. A medida que avanzaba la batalla, cambié mi forma de empuñar la lanza, adoptando una forma irregular—con una mano sujetaba la mitad inferior de la asta de la lanza y con la otra la base, cerca de donde estaría la contera si hubiera incorporado una.

Ni el monstruo ni yo habíamos asestado ni recibido aún un golpe crítico, pero el hobgoblin empezaba a asestar cada vez más golpes. Donde sus golpes habían conectado con mi cuerpo, tenía un montón de moratones y cortes.

Gracias a Dios que sus garras no son venenosas.

Finalmente, vi la oportunidad que estaba buscando. Hice una finta como si estuviera a punto de matarlo. El hobgoblin saltó hacia atrás, pero eso era exactamente lo que yo estaba esperando.

Había caído en mi trampa.

Justo antes de que mi estocada tocara fondo, quité la mano de la asta. Con una sola mano agarrando el extremo de mi lanza, empujé hacia delante con todas mis fuerzas, lanzando la lanza por los aires. No fue tan fuerte como podría haber sido, ya que no estaba en una postura adecuada para arrojar lanzas, pero gracias a mi capacidad física mejorada, había mucha velocidad y potencia detrás de ella.

Apuntaba al corazón del hobgoblin, pero la lanza le perforó el abdomen. El hobgoblin se había movido en la misma dirección en la que lancé la lanza, así que no tuvo tiempo de reaccionar y esquivar…todo según mi plan.

La bestia rugió de dolor.

Se tambaleó y yo aproveché para desenvainar mi espada corta y blandirla con fuerza. El hobgoblin trató de recuperarse, pero lo detuve y le clavé la lanza en el abdomen. Cuando vaciló por segunda vez, levanté la espada y se la clavé en el pecho.

El hobgoblin soltó un aullido espeluznante y se desplomó de lado en el suelo.

Se acabó. He ganado.

Saqué la espada y la blandí contra el cuello del hobgoblin, separándole la cabeza del torso. En poco tiempo, todo el cuerpo se desintegró sin dejar rastro.

Cuando comprobé que el cadáver del hobgoblin había desaparecido, caí de rodillas como una marioneta a la que le hubieran cortado los hilos.

Había llegado a mi límite físico.

En mi periferia, vi a Lidy corriendo hacia mí con lágrimas en los ojos.

—¡¿Estás bien?! —se inclinó sobre mí, mirándome intensamente.

Sus ojos son hermosos, como siempre.

—E-Estoy bien —jadeé—. Me duele el abdomen la parte donde me pateó…pero sobreviviré —después de una pausa, añadí—. La promesa—la cumplí.

Lidy me rodeó por los hombros con sus brazos y me abrazó con fuerza.

La magia estancada que se había acumulado en el cuerpo del hobgoblin también había potenciado a los demás goblins. Sin esa magia, los goblins caían fácilmente bajo los ataques de los soldados que nos acompañaban.

Tal vez debería haberme unido para ayudar, pero ya había terminado mi misión. Además de eso, me dolía el cuerpo por la paliza que había recibido; mi abdomen estaba definitivamente amoratado. Estaba cubierto de arañazos y cortes de pies a cabeza, y mi energía estaba completamente agotada. De hecho, apenas conseguía mantenerme en pie. Mi única prioridad era hidratarme y recuperarme. Llegados a este punto, sólo la aparición de otro monstruo de nivel de jefe podría animarme a volver a la batalla.

Lidy se quedó cerca por si era necesaria. Sin embargo, parecía cuestión de tiempo que los goblins fueran exterminados por completo.

Sin la fuente mágica, no podían aparecer nuevos monstruos, y los que ya existían eran mucho más débiles que antes. Se comportaban como un ejército que hubiera perdido una fuente de suministros esencial. El resultado estaba más claro que el agua.

—Realmente se acabó, ¿verdad? —le pregunté a Lidy.

—Así es.

—Tu aldea podrá descansar tranquila.

—Sí. La magia en este bosque apenas está tan concentrada como para generar una tercera ronda de monstruos. Una segunda oleada ya es altamente anormal.

Eso es un alivio…

Los sonidos de la batalla se habían extinguido. Parecía que los soldados habían terminado de masacrar a los goblins.

—Unámonos a los demás —sugerí.

—De acuerdo —respondió Lidy. Su tono era tranquilo y sereno, como de costumbre, pero a mis oídos también sonaba triste. Fingí no darme cuenta y fuimos a reunirnos con las tropas.

Cuando llegamos, el comandante me dio una palmada en el hombro.

—¡Vaya que eres especial! Como era de esperar del hombre encargado de proteger a la dama —sus golpes entusiastas me habrían dolido incluso si no estuviera herido. Él también parecía haber visto días mejores, pero estaba lleno de energía por la emoción de la victoria.

—En absoluto. Sólo soy un simple herrero —objeté.

—Los herreros no suelen ser tan temibles con una lanza.

Eso no se puede negar…

Sonreí irónicamente.

—Es una larga historia. Por favor, guárdate para ti lo que has visto —le pedí.

—¡No te preocupes! —me tranquilizó. Luego se giró para dirigirse al grupo—. ¡Hora de regresar! —el Comandante tomó la delantera y todos salimos de la estancia más recóndita. Lidy me siguió de cerca.

Dios me libre de perderla ahora a manos de un monstruo perdido. Sería demasiado horrible siquiera pensarlo.

De vuelta en la estancia más grande, el resto de las tropas estaban terminando sus propias batallas. Leroy, a quien no había visto en todo este tiempo, estaba entre ellos.

También debía de haber goblins escondidos en los pasadizos laterales.

Leroy miró a nuestro grupo. Inclinó la cabeza y yo le devolví el gesto, los dos reconociendo las respectivas batallas del otro. Los soldados que estaban desocupados vieron pasar a nuestro grupo. Se alegraron de que hubiéramos regresado sanos y salvos, y sus gritos de alegría resonaron por toda la estancia.

Pronto dejamos atrás los gritos de alegría mientras avanzábamos por el pasadizo principal y salíamos de la cueva al aire libre. Debían de haber enviado a un mensajero antes que nosotros, porque Marius, radiante de oreja a oreja, nos esperaba en la entrada. La señorita Frederica estaba a su lado.

Pareció aliviada cuando me vio salir de la cueva, pero cuando vio a Lidy, su expresión se torció de irritación.

El comandante y los soldados se alinearon frente a Marius y se arrodillaron. Lidy y yo seguimos su ejemplo y nos arrodillamos detrás de ellos.

El comandante dio su informe oficial.

—El jefe ha sido derrotado con la ayuda del Maestro Eizo y Lady Lidy. El comandante Leroy y sus hombres se encargarán de la limpieza restante, pero es sólo cuestión de tiempo que nuestros enemigos sean aniquilados —la señorita Frederica transcribió sus palabras.

—Lo han hecho bien —dijo Marius asintiendo con firmeza. Instó a todos a ponerse de pie—. Hasta que los demás hayan regresado, por favor, descansen.

—Entendido, mi señor —el Comandante hizo una profunda reverencia y se dirigió a la llanura cercana a la cueva.

Lidy y yo nos dispusimos a marcharnos con los soldados, pero Marius nos detuvo.

—Ustedes dos, síganme —empezó a caminar hacia la carpa de mando. Lidy y yo intercambiamos una mirada antes de seguirle.

—Los he convocado aquí para discutir el asunto de su condecoración —dijo Marius una vez que estuvimos sentados. Salvo algunos miembros de la “Guardia Imperial”—es decir, los ayudantes y sirvientes personales de los Eimoor—no había nadie más en la carpa. Ni siquiera la señorita Frederica estaba presente.

—Te he llamado para una tarea que va mucho más allá de tu papel como Herrero, Eizo —continuó Marius.

No me había llamado “Maestro Eizo”, lo que significaba que yo también era libre de hablarle en términos familiares.

—No pasa nada —respondí—. He estado preparado para luchar desde el momento en que recibí tu llamado. Además, no maté al jefe solo.

Lidy pareció sorprenderse por mi tono despreocupado. O por mi brusquedad. Tal vez ambas cosas.

En cualquier caso, cuando el comandante había hecho su informe, no había dicho que yo hubiese matado al hobgoblin; había dicho que había sido un trabajo de grupo con la ayuda de Lidy y la mía. El informe dejaba lugar a interpretaciones sobre quién había asestado el golpe final, y la ambigüedad de ese registro oficial me parecía bien.

—Gracias por entenderlo —dijo Marius. Sin embargo, su expresión era a la vez preocupada y triste. Puede que quisiera darme crédito por la victoria, pero le resultaba difícil hacerlo en su posición.

—No hay problema —dije sinceramente—. Te agradezco el detalle.

—Gracias. De todos modos, entiendes por qué no podía tener esta conversación delante de la pequeña señorita —dijo significativamente.

—Sí. Pensé que sería algo por el estilo.

Si hubiéramos tenido esta conversación delante de la señorita Frederica, nuestras palabras habrían pasado al dominio público. Como era una funcionaria del reino—no una empleada de los Eimoor—anotaría toda la información, sin importar si era potencialmente desventajosa para los Eimoor.

—¿Por qué pediste hablar con la señorita Lidy? —pregunté.

Marius sólo me necesitaba para esta discusión. Entonces, ¿por qué traer a Lidy al asunto y revelar nuestra relación?

—Lady Lidy vino a mí con un favor adicional, y la llamé aquí para discutir los términos —dijo—. Eso, y para que pueda curar tus heridas —acompañó sus palabras con un guiño descarado. A diferencia de Camilo y yo—fósiles, los dos—Marius era joven y apuesto, así que el guiño le quedaba bien.

Reflexioné sobre las diferencias de la vida mientras uno de los ayudantes me limpiaba las heridas.

Marius continuó.

—Puede que ya te hayas enterado, pero antes de nuestra expedición actual, ya habían aparecido monstruos en esta zona una vez. Causaron estragos, incluso en la aldea de Lady Lidy.

Estaba hablando de los acontecimientos que Lidy compartió conmigo anoche. La miré de reojo, pero su expresión no había cambiado.

—Los elfos consiguieron acabar con los monstruos, pero sufrieron grandes pérdidas en el proceso —Marius guardó un breve silencio.

¿Conoce todos los detalles? ¿Está pensando en las tragedias que ocurrieron?

—Muchos de los elfos perdieron la vida en la batalla. Era imposible reconstruir su aldea. Decidieron abandonar sus hogares y trasladarse a otro lugar —dijo.

—¿Qué pasará con esta cueva? —le pregunté.

—Pasará a depender del reino. Al desaparecer la aldea, la zona corre el riesgo de ser tomada por los bandidos. Para vigilar la cueva y evitar que los criminales se instalen, se estacionarán tropas aquí, tanto cerca de la entrada como en las llanuras donde acampamos. Esta zona se convertirá en campo de entrenamiento para nuevos soldados.

Vi a dónde quería llegar.

—La cueva puede proporcionar una fuente infinita de blancos de práctica.

—Exacto.

La tasa de generación exacta aún no estaba clara—los elfos tenían sus propias vidas que vivir y no podían venir a menudo a la cueva, así que la aldea sólo se dio cuenta cuando la cantidad de monstruos se les fue de las manos.

La situación sería diferente si esta zona estuviera bajo control militar. Suponiendo que las prácticas se realizaran dos veces al día, los soldados del reino podrían mantener a la cantidad de monstruos bajo control. Bajo tal régimen, era poco probable que algo tan poderoso como el hobgoblin volviera a aparecer.

Tenía curiosidad por saber por qué no se había implementado antes una solución así. ¿Habría sido por cortesía hacia los elfos?

—¿Qué es lo que necesitan de mí y de la señorita Lidy? —pregunté.

—No me andaré con rodeos —respondió Marius—. Quiero que recibas a Lady Lidy en tu casa.

—¿Que venga otra vez? —solté.

¿No se mudaban los elfos a otra aldea?

—Los demás aldeanos se mudarán —dijo Marius, como si me hubiera leído el pensamiento—. Sin embargo, si surgiera una ocasión en la que necesitáramos pedir prestada la sabiduría de los elfos, organizar una reunión llevaría muchísimo tiempo.

—¿Es esta aldea la más cercana a la capital? —le pregunté.

—Sí. Por eso nos gustaría que uno de los miembros de la aldea se quedara cerca. Por supuesto, lo ideal sería que vivieran en la capital, pero el entorno es aparentemente inhóspito para los elfos.

—Así es —Lidy asintió. Los elfos necesitaban un suministro de magia del que abastecerse, por lo que les resultaba difícil permanecer más de unos pocos días en el desierto mágico que era la capital. Técnicamente hablando, un elfo podría viajar al Bosque Oscuro para reponer sus provisiones mágicas, pero sería ineficaz.

Marius continuó su explicación.

—Si fuera posible que los elfos se establecieran en la capital, ya lo habrían hecho. Mis informadores dicen que la región hospitalaria más cercana es el Bosque Oscuro. En otras palabras, tu cabaña es nuestra mejor opción. Y eso concuerda con la petición de Lady Lidy.

Lidy hizo otro pequeño gesto de afirmación.

Teniendo en cuenta los parámetros de búsqueda, no podía negar que Forja Eizo era la ubicación óptima.

—¿Te parece bien vivir en el Bosque Oscuro, señorita Lidy? —le pregunté.

—Siempre y cuando no sea una molestia para ti, Eizo.

—En absoluto —dije—. Pero tendrías que separarte de los demás de tu aldea.

Lidy me miró con firmeza.

—Sí. Estoy preparada para eso.

Era difícil distinguir la edad de un elfo, pero Lidy no era una niña. Si a ella le parecía bien, yo tampoco tenía nada que objetar.

—De acuerdo, entonces eres bienvenida a quedarte con nosotros.

—Gracias —respondió Lidy.

—Yo también estoy agradecido —añadió Marius.

Les hice un gesto con la mano.

—Por favor, no es nada.

La presencia de Lidy era beneficiosa para Forja Eizo, lo mismo que para el reino. La “sabiduría de los elfos” probablemente se refería al conocimiento mágico, que también era invaluable para nosotros. Después de todo, habíamos estado viviendo en la más absoluta ignorancia de la magia y los fenómenos mágicos. Era una buena oportunidad para que Rike aprendiera a manipular la magia durante el proceso de forjado, así que, desde mi punto de vista, el acuerdo era beneficioso para todos.

Ese fue el final de nuestra discusión pospuesta.

Marius propuso proporcionarme un fondo para los gastos de Lidy, pero rechacé su oferta—quería que Lidy se convirtiera en un miembro de nuestra familia, no en una protegida a mi cargo. No se me ocurría ningún ejemplo en el que un miembro de la familia viniera con una pensión, así que no tenía intención de sacar provecho de la generosidad de Marius.

Sin embargo, me aseguré de advertir a Marius.

—No creas que te voy a librar de todo el trabajo de reparación que hice.

Cuando los tres salimos de la carpa de mando, Leroy y sus tropas habían vuelto a salir de la cueva. No sabía si la campaña se consideraba técnicamente activa hasta que regresáramos a la capital, pero al menos habíamos cumplido nuestra misión principal. Leroy nos vio y dio la orden de reunirse. Todo el mundo se alineó en fila, excepto los heridos y las personas que administraban los primeros auxilios. Lidy y yo nos apresuramos a distanciarnos de la fila.

Marius se dirigió a la multitud.

—Hombres, han luchado con fuerza estos últimos días. Gracias a su valor y determinación hemos podido eliminar el mal que se enconaba en esta zona.

La señorita Frederica garabateaba obedientemente las palabras de Marius. Por un momento me pregunté si había sido enviada por el reino como una especie de auditora para investigar a los Eimoors…pero como teoría, era algo descabellado.

—Como dije antes de partir, lamento que no podamos recompensarles con la cantidad que desean, pero creo que la experiencia que han adquirido aquí es invaluable —las palabras de Marius eran bonitas, pero la esencia se reducía a la explotación laboral—se suponía que la satisfacción del trabajo bien hecho era un sustituto del frío y duro oro. Supongo que, en este caso, no había más remedio que aceptar la realidad. De todos modos, la experiencia de primera mano en la batalla era valiosa.

—Afortunadamente, no hemos perdido ni un alma en combate durante esta campaña —continuó Marius—. Sin embargo, hubo quienes se entregaron a la causa, sufriendo graves heridas en el proceso. ¡Aplaudo a esos héroes por su valor y dedicación!

El rugido de los hombres llenó el campo. Lidy y yo aplaudimos con la multitud.

—¡Es hora de hacer nuestro regreso triunfal a casa! —declaró Marius. Los aplausos y los vítores resonaron a nuestro alrededor, y la efusión de entusiasmo y alegría parecía que iba a continuar eternamente.

Cuando por fin se calmó la euforia, los soldados empezaron a prepararse para volver al campamento base. Lidy planeaba regresar a su aldea con los demás elfos para pasar la noche y unirse a mí en el viaje de vuelta a la capital por la mañana.

Cuando llegamos al campamento, Pops y su equipo nos esperaban con una comida caliente y reciente. El mediodía había pasado antes de que me diera cuenta.

—¡A comer, señores! —Sandro gritó por encima del ruido de las tropas—. ¡Se lo han ganado!

Sin la tensión y la adrenalina de la batalla nublando sus pensamientos, los soldados se dieron cuenta de lo hambrientos que estaban y se dirigieron hacia la comida.

—¿Por qué tanta prisa? ¡La comida no va a ir a ninguna parte! —gritó Sandro.

Los soldados que se habían quedado atrás se rieron. La pradera pronto se llenó del cálido sonido de las risas.

Tenía que ocuparme de algo, así que me dirigí hacia la forja. Pero antes de que pudiera avanzar, el comandante que había dirigido el grupo de escolta me llamó.

—Gracias por toda tu ayuda hoy, y…lo siento —dijo frunciendo el ceño. Debía de sentirse culpable, sabiendo que no iba a recibir ningún reconocimiento por acabar con el hobgoblin.

—No te preocupes. Un simple herrero como yo no necesita elogios. Tampoco me haría ganar dinero —dije con una sonrisa y le extendí la mano.

El comandante la aceptó y la estrechó, dedicándome una mirada entre avergonzada y confusa. Tenía la palma de la mano llena de callos, prueba de sus largos años de experiencia en combate. Hombres como él merecían elogios mucho más que yo, alguien que había sido apoyado por mis trampas.

De vuelta a la forja, saqué la estatuilla de la diosa del bolsillo de mi pecho y la volví a colocar en el estante. Me aseguré de darle las gracias por el éxito de la campaña.

La lanza también había contribuido mucho en la victoria, y me resistía a desprenderme de ella. No obstante, retiré la punta de la asta con un susurro de gratitud. Cuando regresé a casa, decidí fabricar una nueva asta con una contera para la lanza.

Luego, fui a la carpa de mando. En realidad, habría sido más eficiente pasar primero por la carpa, pero quería colocar la estatuilla de la diosa en el lugar que le correspondía, antes que nada. La carpa era un frenesí de actividad, con todos aún animados por la victoria y ocupados preparando la partida de mañana.

Miré a mi alrededor y vi a la señorita Frederica tan concentrada en la mesa como de costumbre. Estaba garabateando algo con su letra apretada. Su trabajo la mantendría ocupada durante un tiempo, así que el único momento que tendría para descansar sería en el carro de regreso.

Me apenaba molestarla, pero había venido a hablar de trabajo, así que no podía evitarlo.

—Señorita Frederica, ¿tiene un minuto? —la llamé.

—Ah, Eizo. Sí, pero ¿puede esperar un momento? —me pidió. La señorita Frederica terminó lo que estaba escribiendo, ya que cambiar de tarea a mitad de proceso era una forma segura de olvidar lo que habías estado haciendo cuando retomabas tu tarea original.

—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó.

—Quería comprobar si había algo que pudiera reparar de las batallas de ayer o de hoy —le expliqué—. Eso, y quería pedirte ayuda para limpiar los materiales sobrantes y desmontar la forja.

—Entiendo —rebuscó entre los papeles de la mesa. Cuando encontró la hoja que necesitaba, me dijo—. Parece que se acabaron las reparaciones. Hay algunas piezas de armas y armaduras dañadas, pero tenemos de sobra para el viaje de regreso. Todo lo que esté dañado puede repararse colectivamente una vez que regresemos a la capital. Entiendo que no sea lo que quieras oír.

Sólo se me pagaría por el trabajo de reparación que hubiera completado durante la misión. Por lo tanto, perdería dinero por cualquier pieza que el reino reparara después de la misión.

—Está bien —respondí—. Estoy bastante agotado. En todo caso, me estás haciendo un favor —no estaba siendo humilde—en verdad, estaba exhausto. Ocuparme de la herrería justo después de una batalla me parecía imposible, y sentía que sólo tenía la energía suficiente para pasar el día.

—Gracias por comprender —dijo la señorita Frederica—. Enviaré gente para ayudarte a desmontar la forja más tarde.

—Entendido. Se lo agradezco. Buena suerte con su trabajo, señorita Frederica, pero recuerde tomarse un descanso de vez en cuando.

—Lo haré —respondió con una sonrisa angelical.

Salí de la tienda de mando con una expresión que me reconfortó el corazón. Ya que estaba libre de mis responsabilidades como herrero, sólo tenía que recogerlo todo.

Mantente Enterado
Notificarme
guest
This site uses User Verification plugin to reduce spam. See how your comment data is processed.

INSTRUCCIONES PARA LA ZONA DE COMENTARIOS

1- No Puedo Comentar: Toca los botones que estan debajo del recuadro de comentarios, aquellos que le cambian el estilo a Negrita, Cursiva, etc. (B, I, U, S)

2- No Aparece Mi Comentario: Es por nuestro sistema de moderación, luego de revisar y aprobar tu comentario, este aparecera. NOTA: Usa un correo real o no se aprobara tu comentario.

3- ¿Como Escribo un Spoiler?: Toca [ + ] (es el botón spoiler) y aparecera una ventana, ahí debes poner el TITULO de tu spoiler (recomendamos poner simplemente SPOILER), luego en el codigo que aparecera en el recuadro del comentario debes escribir dentro de los simbolos ] [

[spoiler title="Titulo de tu spoiler"]Aqui va tu spoiler[/spoiler]

Nota: Todo el texto que coloques antes o despues del codigo del spoiler sera visible para todos.

0 Comentarios
Respuestas en el Interior del Texto
Ver todos los comentarios