Kajiya De Hajimeru (NL)

Volumen 2

Prologo: La Historia De Cierta Familia Noble

En algún lugar, bajo el suave sol de primavera, el patio de una mansión se inundó de luz. El canto de los pájaros sonaba desde las ramas y llenaba el aire. Bajo la sombra de un árbol, un hombre estaba sentado en un banco.

Los rasgos del hombre eran definidos y hermosos, y no había duda de que había sido un gran asesino de damas en su día. Sin embargo, las profundas arrugas que recubrían su rostro y su cabello blanco como la nieve daban a entender había vivido una larga vida. Este hombre, cuyos años eran profundos como los anillos de un árbol, estaba dormido donde estaba sentado. Mientras se adentraba en el país de los sueños, un pajarito bajó a reunirse con él.

El pintoresco paisaje bien podría haber sido una obra de arte realizada con el pincel de un artista, quizá titulada “Una apacible tarde de primavera en el jardín”.

La sombra de una chica pequeña se asomó por el banco.

—Buenas tardes, bisabuelo —dijo la jovencita a modo de saludo.

El anciano abrió los ojos y sonrió suavemente.

—Y a ti, Emilia. ¿A qué debo este placer?

Emilia le devolvió la sonrisa con una propia, bendecida como la de un ángel, que brillaba de adoración por su bisabuelo. Estaba animada y llena de energía.

—¡Cuéntame una historia, la de mi tía abuela! —dijo, con la voz desbordada.

—Te encanta esa historia, ¿verdad?

—¡Es mi favorita! —exclamó—. La tía abuela es amable, pero es más fuerte que nadie.

El anciano suspiró. La sangre lo dice todo. Su hermana pequeña también había sido marimacho a la edad de Emilia. Una sonrisa se le dibujó en la cara por el recuerdo.

—Está bien. Te contaré la historia otra vez —dijo, cediendo a la insistencia de su querida bisnieta—. ¿Recuerdas la promesa que hizo nuestra familia?

—¡Por supuesto! —declaró con orgullo—. Nosotros, los de la condesa Eimoor, prometemos transmitir por la eternidad la historia del salvador de nuestra familia, el Maestro Eizo Tanya.

—Muy bien, muy bien —dijo acariciando su cabeza. Ella sonreía de felicidad, la gemela perfecta de un Golden retriever con su cola moviéndose.

La promesa debía ser heredada por el sucesor directo del anciano, el abuelo de Emilia, pero la historia era muy popular entre la familia y se había contado una y otra vez. Cuando el anciano había hecho esta promesa, la otra parte se había opuesto, diciendo: “Yo también tengo una gran deuda contigo, así que no te preocupes”. Sin embargo, el favor había sido muy valioso para el anciano y no podía ser realmente devuelto. Contar una historia era lo menos que podía hacer en memoria.

Ante su bisnieta, el anciano reflexionó en voz alta:

—Ahora bien, ¿por dónde empezamos?

—¡Desde que el maestro Eizo y la bisabuela se conocen por primera vez!

—¿Desde el principio?

—La tía abuela dijo una vez que ‘Nadie es más fuerte que una mujer enamorada’, ¿no es así? —dijo Emilia emocionada, con sus palabras tropezando unas con otras—. ¡Quiero ser como ella algún día, así que tengo que estudiar todo! Desde que se conocieron.

El anciano sonrió, la felicidad floreciendo en su corazón.

—Ya veo, ya veo.

Descansó un momento la cabeza entre sus manos. El anciano había querido preguntar a su nieto, el padre de Emilia, cómo iban los estudios de ésta, pero su nieta le recordaba demasiado a él mismo cuando tenía esa edad. Su nieta probablemente respondería: “Es sólo la historia de la familia“. La conversación terminaría ahí, y el anciano no preguntaría más.

Y así, dejó de lado el asunto y comenzó a buscar en su mente. Ah, qué nostalgia. Los recuerdos de aquellos días no se habían apagado ni un ápice, pintados con colores frescos y vivos. Recordó la sonrisa abierta del hombre al que llamaba su mejor amigo—por suerte, no era unilateral—y la sonrisa genuinamente feliz de su hermana menor. Separó los hilos de la historia de sus recuerdos y los entrelazó con lo que había escuchado de su hermana pequeña. Luego, se sumergió en la historia.

—Empezó un día que no era ni soleado ni bonito…