Kajiya De Hajimeru (NL)

Volumen 1

Extra 1: La Historia De Cómo Nos Conocimos I: El Día Destinado

—Fue la época más maravillosa de mi vida. Aunque pudiera, no cambiaría nada.

Esas fueron las palabras de la enana que me acompañaba. Tenía más de 120 años, pero gracias a sus genes enanos, aparentaba la mitad de su edad.

El portador de héroes. Las Manos de Dios. El Martillo del Temple.

Sus apodos eran muchos y sus leyendas se habían extendido mucho, pero gran parte del hombre seguía siendo un misterio hasta el día de hoy. Antes de darme cuenta, me había cautivado su historia, y ahora he dedicado mi vida a investigar su historia.

Su nombre era Eizo Tanya. Sus obras más destacadas como herrero eran la Espada Sagrada Lotzwalden, que había pasado de héroe a héroe durante generaciones, y el Estoque Infernal Stjestvedt, el arma venerada de la Reina Demonio.

Sin embargo, sus logros iban mucho más allá de esas dos espadas. La renombrada familia Drachentöter, cuya historia comenzó con el hombre conocido como el Matadragones, debe su reputación en parte a este herrero; fue Eizo quien forjó la gran espada que el Matadragones había llevado a la batalla. Eizo también fue responsable de la elaboración de la reliquia de la familia, la Seda de Araña, que eran las cuerdas de mithril que se habían utilizado para someter al dragón.

Sus obras estaban repartidas por todo el mundo y todas llevaban su sello: el relieve del Gato Regordete Sentado. El propio hombre fue una figura central en la historia de familias individuales, países e incluso del mundo en su totalidad.

Por desgracia, su naturaleza era privada y apartada, por lo que apenas había registros públicos del hombre, y su pasado era un gigantesco signo de interrogación. Ni siquiera los detalles de su apellido, Tanya, pudieron rastrearse con satisfacción; sólo se sabe que es un nombre del norte.

La información sobre él era increíblemente escasa, por lo que había planteado la hipótesis de que los registros de su pasado se habían borrado intencionadamente. Sin embargo, tras una nueva investigación, parece que no es así. La información simplemente no existe.

Entre las personas de su confianza estaba su única aprendiz, una herrera enana llamada Rike Tanya.

Tradicionalmente, los enanos adoptan el nombre de su forja como su propio apellido. Para no ofender a mi entrevistada, no pude preguntarle si había tomado el apellido Tanya en matrimonio, o simplemente había rendido homenaje a su maestro.

El tribunal de la opinión pública está firmemente del lado del primero. Se dice que Eizo también había tomado las manos de muchos otros en matrimonio. Sin embargo, no queda ningún documento, legal o no, que pueda verificar la veracidad de estos rumores.

En los últimos años, no ha habido noticias del hombre en cuestión. Con toda probabilidad, ya no vive ni respira en este mundo, pero independientemente de ello, ninguno de sus conocidos estaba dispuesto a divulgar su paradero. Mi invitado de hoy no fue una excepción. Lo único que puedo decir con certeza es que ha desaparecido.

Tras largos años de búsqueda y años aún más largos de súplicas, mi entrevistada finalmente accedió a hablar conmigo. Lo que sigue es sólo una parte de su historia.

◇ ◇ ◇

Nací en un hogar de enanos y allí me crie, futuro herrero en una larga línea de herreros; no hubo nadie en mi familia que eligiera otra profesión. Era la mayor de cuatro hermanos y tenía tres hermanos menores.

Cuando los enanos alcanzan la mayoría de edad, dejan sus hogares para buscar un trabajo de aprendiz. No hay una edad estándar para emprender nuestros viajes, así que mis hermanos y yo nos aventuramos juntos en el mundo una vez que teníamos la edad necesaria.

A lo largo de nuestros viajes, experimentamos y aprendimos una gran variedad de cosas nuevas. De vez en cuando nos encontrábamos con algún peligro, pero los enanos son un pueblo robusto y no nos rendimos fácilmente. El único problema era que, tras visitar numerosos talleres en pequeñas aldeas, aún no habíamos podido encontrar a nadie adecuado para nuestro entrenamiento.

Las conversaciones con mis hermanos sobre nuestros posibles candidatos eran invariablemente mediocres.

—¿Cómo te fue a ti? —pregunté.

Las respuestas eran siempre moderas.

—Buuuueno… nada menos que lo normal. He conocido a niños que podrían hacer un trabajo mejor.

Sencillamente, aún no habíamos encontrado un taller que nos asombrara por su artesanía o su ingenio. La razón por la que los enanos salíamos al mundo era para traer nuevas técnicas a nuestros talleres familiares—la Forja de Moritz, en mi caso—para poder pulir continuamente nuestro oficio. No tenía sentido ser aprendices en un taller de herrería corriente.

En general, los enanos eran más fuertes y diestros que los humanos, pero éstos tenían el ingenio de su lado. Los productos nuevos y mejorados se encontraban en la intersección de estas habilidades, y los aprendizajes eran la clave detrás de las creaciones de alto calibre de los enanos.

Mis hermanos y yo fuimos de pueblo en pueblo, oscilando entre la esperanza y la desesperación, antes de decidir finalmente aventurarnos en la capital. No era lo ideal, pero al menos pensamos que allí habría un herrero experto.

Fue entonces cuando recibí una revelación, un rayo caído del cielo. Al menos, esa era la comparación más común, pero… ¿cómo decirlo? Para mí, no era tan trivial como eso. El avance me golpeó con una fuerza inmensa, como si el Jefe me hubiera golpeado en la cabeza con un martillo usando todo su poder. Por supuesto, eso es sólo un ejemplo—El Jefe nunca haría eso.

Aunque…debería haberle pedido que lo probara al menos una vez.

Ah, sí. Sí. Volviendo a la historia.

Mis hermanos y yo nos detuvimos primero en una ciudad cercana a la capital, donde conocimos a un guardia en particular. En realidad, no fue el guardia quien me atrajo, sino su cuchillo. Era la hora de comer, así que estaba usando el cuchillo para cortar tiras de carne seca. Con una sola mirada, me quedé embelesada por el filo y el brillo de la hoja. Me acerqué al soldado y, tras intercambiar saludos, le pregunté: “¿De dónde había obtenido su cuchillo?”

—¿Esto? —preguntó—. Aaah, ya veo. Es usted una enana, ¿verdad, señorita?

Asentí con firmeza.

—Sí.

—Entonces, ¿buscas ser aprendiz del herrero que forjó este cuchillo?

Me alegré de que conociera nuestras costumbres; eso aceleraría considerablemente la conversación. Con el corazón lleno de expectación, hice la pregunta.

—¿Puedo ver su cuchillo por mí misma?

Al escuchar mi petición, mis hermanos irrumpieron en la conversación, cada uno con sus propias preocupaciones.

—He-Hermana, no puedes estar considerando lo que creo que es…

—¿Vas a ser aprendiz de un herrero sólo por este cuchillo? ¡Ni siquiera los has visto trabajar!

—No es justo. Todos queremos entrar en un taller de élite también.

Sin embargo, como hermana mayor, digamos que yo era la primera en elegir.

De todos modos, el guardia estaba feliz de complacerme.

—No me importaría.

Limpió la hoja con un trozo de tela y me la pasó. La inspeccioné como si—perdón por la expresión vulgar—Si la lamiera toda con mis ojos.

El cuchillo era exquisito. Era lo suficientemente robusto como para ser utilizado como herramienta cotidiana, pero también bastante refinado. Si había un herrero que podía producir un cuchillo de esta calidad, ¿por qué era la primera vez que veía algo así?

Mis hermanos se amontonaron a un lado. También se quedaron boquiabiertos, así que supe que mis ojos no me habían fallado.

—¿Dónde vive tu herrero? —pregunté al guardia con expresión seria—. Me gustaría solicitar un puesto de aprendiz en ese taller.

Oí suspiros y un “ay, caramba” detrás de mí—mis hermanos, sin duda—pero los ignoré.

—Hmmm, por desgracia, yo tampoco lo sé. Ni siquiera sé su nombre —respondió el guardia.

—Entonces, ¿cómo conseguiste ese cuchillo?

—Lo compré en el Mercado Abierto. Se instala allí más o menos una vez a la semana —explicó el guardia—. La última vez que vino fue hace cuatro días, así que debería volver en tres días más o menos. Dudo que venga hoy, ya que aún no lo he visto.

—Lo entiendo. En ese caso, esperaré hasta que venga —declaré.

Mis hermanos no estaban contentos con mi decisión.

—¿Hablas en serio?

—Heeermana.

Nos quedaba suficiente presupuesto de viaje para quedarme en esta ciudad durante un tiempo. Aparte de la desaprobación de mis hermanos, no había ninguna razón para no quedarme.

—Esperaré aquí tres días. Ustedes sigan adelante. —les dije a mis hermanos.

Todos llevaban una expresión permanente de consternación desde que llegamos a esta ciudad, pero ahora, su ceño se fruncía aún más. En este punto, eran gigantescos manojos de nervios.

—¿Qué vas a hacer si te rechaza?

—Será peligroso que viajes sin nosotros.

Es cierto. No tenía ninguna razón para pensar que el herrero me permitiría ser su aprendiz, pero de alguna manera, no me preocupaba. Tenía fe en que todo saldría bien.

—No se preocupen por mí. Estoy segura de que estará de acuerdo.

Al haber crecido juntos, mis hermanos sabían cuándo me había decidido.

—Otra vez no.

—No nos va a escuchar.

—Es inútil seguir discutiendo.

Había ganado a mis hermanos, así que me dispuse a esperar al herrero, tan impaciente como ansiosa.

Pasé los tres días siguientes yendo y viniendo entre la entrada de la ciudad y el Mercado Abierto. Cuando me detuve en la puerta los dos primeros días, el guardia sólo negó con la cabeza. Aun así, no me rendí. Los dos días, deambulé por el Mercado Abierto y me detuve en diferentes puestos para preguntar a los comerciantes si habían oído algo. Sin embargo, al final, no tuve nada que mostrar por mis esfuerzos.

Amaneció el tercer y último día. Por lo que había dicho el guardia, hoy se cumpliría exactamente una semana desde la última visita del herrero a la ciudad. Si no venía hoy, no se sabría cuándo volvería. ¿Aguantaría mi parte de los fondos del viaje hasta entonces?

El sol estaba en su punto más alto cuando me presente en la entrada de la ciudad, y una oración se mantuvo firme en mi mente. La suerte quiso que hoy el guardia no me sacudiera la cabeza, sino que asintiera definitivamente. Me incliné ante él en señal de gratitud, di media vuelta y me apresuré a ir al Mercado Abierto.

Como de costumbre, el mercado estaba abarrotado de gente. Giré a un lado y a otro, con los ojos revoloteando inquietos por las diferentes mercancías que vendían los mercaderes.

Entonces, por fin, un brillo de metal en la distancia. Había encontrado lo que buscaba.

Cuchillos de la misma marca que los del guardia estaban esparcidos por el mostrador sin ningún problema. Hice mi camino hacia el puesto tan rápido como pude.

Cuando llegué, mis palabras salieron a borbotones.

—¡Disculpe!

El hombre encargado del puesto parecía asustado, pero respondió:

—¿Sí? ¿Puedo ayudarle en algo?

Una mujer medio tigre estaba detrás de él mirándome amenazadoramente, pero no podía permitirme tener miedo. Seguí adelante.

—¿Eres tú el que hizo los cuchillos de los guardias de la ciudad?

—Sí…ese soy yo.

Ese fue el día en que me encontré cara a cara con el destino.