Kajiya De Hajimeru (NL)

Volumen 2

Epilogo: Una Aldea De Elfos En El Bosque

Hay una leyenda sobre este bosque.

En nuestro pueblo, hay una espada de mithril que consideramos sagrada, nuestra deidad protectora. La espada es más fuerte y mucho más hermosa que cualquier otra.

Hace mucho tiempo, cuando los elfos vivíamos en una aldea diferente en un bosque diferente, un herrero dio nueva vida a esta espada sagrada. Renacida, más tarde salvaría a la aldea de varios desastres.

Fue como si la espada hubiera tomado el alma misma del herrero, un hombre que podría llamarse el Conservador del Tiempo.

Esta leyenda cuenta el renacimiento de la espada.

—Hace mucho, mucho tiempo, nuestros antepasados vivían en un bosque diferente —le dijo una madre a su hijo.

Era una escena que podría estar ocurriendo en cualquier casa, en cualquier lugar, una escena que no ha cambiado desde tiempos inmemoriales. Pero este momento tuvo lugar en una aldea situada en lo más profundo del bosque. La madre y el niño tenían las características orejas puntiagudas de los elfos.

Tal vez debido a la magia que absorbían, los elfos vivían mucho tiempo. Su “hace mucho, mucho tiempo” se situaba más atrás en la historia de lo que un humano normal podría imaginar, nada menos que dos mil años.

—Y así, con la espada sagrada rota, los aldeanos se preocuparon sobre qué hacer. Tras muchas discusiones, enviaron a una mujer a visitar al herrero —dijo la madre.

—¿El Maestro Eizo? —preguntó el niño.

Ella sonrió.

—Sí, exactamente —la madre elfa nunca había conocido al herrero, pero su abuela, al parecer, sí.

Su abuela lo había comparado con la luz del sol filtrada a través de las hojas de los árboles en un brillante día de verano: intenso pero amable. ¿Podría ser cierto? La madre pensó que podía serlo. Cada vez que visitaba la capilla donde estaba consagrada la espada y veía la hoja que había sido restaurada por las manos de Eizo, siempre percibía una dulzura dentro del frío exterior del metal.

El aspecto físico de Eizo era un misterio. No había esculturas ni siquiera retratos con su imagen, no porque se hubieran perdido en la historia, sino porque el propio hombre se había negado a sentarse para ellos.

Los ojos del niño brillaban mientras escuchaba la historia de Eizo.

—¡Cuando sea mayor, voy a ser como él!

—Ah, ¿sí? Entonces tendrás que estudiar mucho —se burló la madre—. Los ancianos dicen que era un hombre sabio.

—Awww —se quejó el niño.

La madre acarició el cabello del niño.

Desde fuera, alguien llamó al niño por su nombre. La madre asintió con la cabeza y el niño salió corriendo de la casa.

Desde el interior de la capilla, la espada sagrada de mithril vigilaba la aldea. Brillaba con una luz reflejada, cálida, como si sonriera.