Kajiya De Hajimeru (NL)

Volumen 2

Capítulo 3: Resolución

Parte 1

 

 

Los tres días siguientes fueron tranquilos. Las cartas entre Camilo y yo fueron superficiales y sin interés. Por las tardes, aproveché mi tiempo en la cabaña para trabajar en la reposición de nuestro inventario; por las noches, entrene con Diana, cené y me acosté. Pudimos forjar una buena cantidad de espadas cortas, espadas largas y cuchillos antes de que nuestra rutina se interrumpiera al cuarto día.

Aquella mañana, salí temprano de la cabaña y me dirigí a la frontera del bosque tal y como había hecho los días anteriores. Cuando llegué, elegí un árbol con una buena vista del camino y me subí a él. Allí, me senté y esperé al mensajero, que vino como de costumbre y escondió la carta de Camilo cerca. La recuperé y me escabullí de nuevo en el bosque para leerla, lejos de las miradas indiscretas.

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La carta decía: “Prepárate para un viaje a la capital mañana. Te recogeré. Trae cualquier equipo de herrería que consideres indispensable. Te lo explicaré todo en el camino.”.

Había una urgencia en las palabras. Supuse que Camilo no había venido a decírmelo en persona porque había planeado recogerme mañana. De todos modos, ya era demasiado tarde para encontrarme con él en la ciudad.

A juzgar por la carta, supuse que Camilo quería que forjara algo en la capital. Mientras fuera útil para la causa de Marius, estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera a mi alcance como herrero.

Me había escrito para que llevara mi equipo “indispensable“, pero lo único verdaderamente vital era el horno mágico. Obviamente, no podría cargar con todo el horno hasta la capital, y tampoco creía que fuera eso lo que Camilo tenía en mente. Aparte de eso, no había nada más que se me ocurriera llevar.

¿Tal vez mi martillo? Me he acostumbrado a su peso y agarre… ¿Pero mis trucos no me ayudarían a superar cualquier torpeza con el nuevo equipo?

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Me apresuré a hacer una afirmación, escondí mi carta de respuesta y até la cinta de señalización en la espesura cercana. Luego emprendí el regreso a casa.

De vuelta a la cabaña, informé a las otras tres durante el almuerzo de que haría un viaje a la capital.

—Cuento con que todas ustedes cuiden la casa mientras yo no esté. No sé cuánto tiempo estaré fuera, pero si va a ser más de dos semanas, intentaré hacer un viaje de vuelta para avisarles.

—¿Qué quieres que hagamos con el trabajo de herrería? —preguntó Rike.

—Por favor, sigan trabajando como hasta ahora —le indiqué—. Tenemos mucha materia prima, así que no debería haber problemas a corto plazo. También tenemos suficiente carne almacenada, ¿verdad?

—Sip —confirmó Samya—. Si se nos acaba, siempre puedo ir a cazar y traer más.

—Gracias. Te lo agradecería. Puedes poner una pausa a los viajes a la ciudad por el momento ya que Camilo no estará por aquí de todos modos. Ya nos hemos tomado un descanso antes, así que no levantará ninguna sospecha, aunque no aparezcamos esta semana.

—Entendido —Samya hizo una breve pausa antes de continuar, con su voz cargada de dureza—. Tienes que volver sano y salvo, ¿de acuerdo?

—Por supuesto que lo haré —mantuve mi tono ligero y tranquilo—. Y Diana, tienes que prometer que no te irás de aquí.

—Lo prometo —dijo ella—. Siento agobiarte con los problemas de mi familia.

—Me refiero a lo que he dicho antes. No te preocupes.

—Está bien, lo intentaré… —pero sus palabras no coincidían con su comportamiento. Todavía parecía abatida.

—En serio, le debo un favor a tu hermano, así que se lo estoy devolviendo —dije, esforzándome por ser alegre. La expresión de Diana se iluminó al oír mis palabras, así que supuse que habían surtido efecto—. De todos modos, todo eso puede esperar hasta mañana. En cuanto a hoy, ¡todavía queda trabajo por hacer!

Terminamos de almorzar y nos trasladamos al taller. Yo era el único que podía forjar modelos de élite, así que tenía que hacerlos mientras tuviera tiempo. Me centré en los cuchillos de los modelos de élite. Trabajé lo más rápido posible y, gracias a mis trucos, pude mantener casi el mismo nivel de calidad en todo momento.

Los hice uno tras otro. En el transcurso de una sola tarde, produje alrededor de 1,2 veces el número de cuchillos que normalmente hacía en un día entero. Esta cantidad era suficiente para llevársela a Camilo una vez resueltos nuestros asuntos en la capital.

Esa noche preparé una cena elegante. Era algo así como una fiesta de despedida en la noche anterior a una expedición, y era la última cena que haría en algún tiempo. A partir de mañana, otra persona tendría que encargarse de la cena.

 

◇ ◇ ◇

 

A la mañana siguiente, me acomodé en la rama del árbol de la frontera del bosque y me puse a desayunar: un sándwich de pan blanco con carne de cerdo sazonado en sal en rodajas finas. Había hecho un equipaje ligero y no llevaba mucho más que mi habitual cuchillo de defensa personal; si ocurría algo en la capital, no quería arriesgarme a tener que abandonar mi martillo.

Mientras disfrutaba de mi comida, mantenía un ojo en la carretera. Al poco tiempo, vi algo en la distancia.

¿Me pregunto si ese es Camilo?

La sombra se hizo más y más grande hasta que finalmente se convirtió en un carro tirado por caballos (aunque era más o menos un gran carro de equipaje tirado por caballos). Venía hacia mí.

Engullí el resto del sándwich y traté de concentrarme en la cara del conductor.

Definitivamente es Camilo.

Me aseguré de que no había nadie más en los alrededores antes de descender del árbol y permanecer en las sombras, esperando que el carro se acercara. El carro se acercó antes de que Camilo lo detuviera. Se bajó y dio la vuelta a la parte trasera.

Me mantuve alerta por si había algún visitante indeseado y luego me dirigí hacia Camilo, ligero y rápido en mis pies.

—¡Oye!

—Hola, Eizo —no había ningún indicio de sorpresa en su cara o en su voz—. Lamento el poco tiempo de aviso. Entra.

—De acuerdo —me subí a la parte trasera del carro con la carga y me senté cerca del asiento del conductor. Camilo subió a mi lado e instó a los caballos a moverse con un movimiento de las riendas. No tardamos en avanzar a toda velocidad.

Este carro es mucho más rápido de lo que creía.

—Déjame contarte la versión corta de la historia —comenzó Camilo, gritando para que se le oyera por encima del golpeteo de los caballos—. Necesito encargarte una espada.

—No hay problema —le grité—. ¿Con qué rapidez la necesitas?

—Para el final del día. Mañana, si es absolutamente necesario. Tiene que ser de alta calidad.


Entonces está pidiendo un modelo de espada personalizado.

—¿Puedes contarme las circunstancias?

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—La familia de Marius—la familia Eimoor—tiene una espada que es un tesoro de herencia, y esa espada fue robada recientemente —explicó Camilo—. Tras una investigación más profunda, parece haber sido un trabajo interno. El culpable se aprovechó una apertura que pocos conocen. Marius sospecha que todo fue parte del plan de Karel.

—¿Qué tiene eso que ver conmigo?

—Estoy llegando a ello. Verás, como la reliquia fue robada bajo la vigilancia de Marius, Karel argumenta que Marius es demasiado irresponsable para heredar la familia. Karel anunció que está investigando el robo y está decidido a recuperar la espada. Teniendo en cuenta que la espada ha estado probablemente en su poder todo el tiempo, es indudable que tendrá éxito en su tarea.

Una vez que terminó con su explicación, hablé.

—Muy bien, en resumen: ‘¿Cómo pudiste dejar que te robaran la reliquia? ¿Por qué no la vigilabas con más cuidado? No eres apto para ser el heredero. Voy a encontrar la espada y demostrar de una vez por todas que soy el mejor candidato’. ¿Te parece un resumen justo de la situación? —mi última pregunta estaba llena de sarcasmo—. Todo el asunto huele muy mal. ¿Nadie más encuentra la situación muy conveniente?

—La circunstancia apesta, por supuesto, pero Karel y sus sirvientes se aseguraron de estar lejos de la capital cuando se produjo el crimen, así que no hay nada que lo vincule al robo. Sin pruebas concretas, todo son conjeturas hasta ahora. Recuperar la espada será visto con buenos ojos. Sospecho que la única razón por la que Karel no se ha presentado ya con la espada es porque parecerá sospechoso si la encuentra demasiado rápido.

Los alborotadores y fanáticos podrían aprender un par de cosas de Karel y su farsa unipersonal.

—Ahí es donde tú entras en juego. Marius planea declarar que la espada que encuentra Karel es falsa.

—Bieeen. Así que en otras palabras…

No me gusta a dónde va esto… Camilo no puede estar sugiriendo lo que yo creo que es.

Pero resultó que Camilo podía y debía.

—Precisamente. Vas a forjar la nueva espada de herencia de la familia Eimoor para mañana.

—E-Espera un minuto. Cuando dices “nueva espada de herencia” ¿quieres decir que mi espada va a reemplazar su reliquia original? —pregunté incrédulo.

—Lo captaste. La espada robada es la ‘falsa’, así que obviamente, la espada en posesión de Marius—la que forjarás—debe ser la ‘verdadera’ reliquia familiar.

—No estoy seguro de cómo sentirme respecto a que una de mis espadas sea utilizada para un engaño.

—La espada original puede ser una reliquia, pero no es como si fuera un tesoro nacional. No es un regalo de los dioses o hecho por los elfos. Fue originalmente forjada por manos humanas, así que ¿es realmente tan diferente si haces una para reemplazarla?

—Cuando lo pones así…

—Concéntrate en el hecho de que vas a ayudar a Marius —dijo Camilo.

—No sé…

Seguía dudando, pero no podía negar que Camilo tenía razón. Al fin y al cabo, la reliquia familiar no era más que una espada muy buena. Si hacía una espada que superara a la original, nadie lo cuestionaría. Ahora podía oír el comentario. “Una espada tan magnífica merece ser transmitida de generación en generación. Un verdadero tesoro”. La perspectiva de una aceptación tan fácil era un punto a favor de aceptar el trabajo.

Si me hubieran pedido que hiciera un tesoro nacional, o incluso sólo una espada para una familia de rango superior a los Eimoor, probablemente tendría que superar los límites del acero como metal; tendría que utilizar materiales raros o emplear técnicas sublimes. Sin embargo, una espada para una familia común podría hacerse con acero de alta calidad.

Tampoco estará de más preguntarle a Marius de qué está hecha la espada de su familia…

Camilo interrumpió mis pensamientos.

—Helen me mostró las espadas que te encargó. La calidad era evidente con un solo vistazo, incluso para alguien como yo. Si pudieras hacer una espada de ese mismo nivel, sería suficiente para ser considerada la reliquia de la familia Eimoor.

Aaah, esas son las únicas espadas de modelo personalizado que he sacado al mundo. Si él las ha visto y dice que son lo suficientemente buenas, entonces debería confiar en su juicio.

No estaba del todo conforme con mi decisión, pero había llegado hasta aquí, así que más vale que lo lleve a cabo.

—Lo haré, pero tengo un par de condiciones —dije—. Por ejemplo, preferiría no utilizar ningún metal mejor que el acero porque la espada resultante podría acabar siendo demasiado peligrosa. Por supuesto, seguiré garantizando la calidad del producto final.

—Está bien —Camilo aceptó sin pensarlo dos veces, pero de repente cambió de tema—. Perdona, pero ¿ves el cofre de allí? ¿Puedes esconderte dentro de él?

—¿Este? —señalé un baúl en la parte de atrás. Era ciertamente grande, pero no parecía lo suficientemente grande como para que yo me metiera dentro. Camilo me devolvió la mirada y dijo:

—Ese.

Hice lo que me dijeron y levanté la tapa, echando un vistazo al interior. Era más profundo de lo que parecía.

En realidad, era claramente más profundo de lo físicamente posible.

El baúl estaba inteligentemente construido—era capaz de contener más bienes de los que cualquiera que lo inspeccionara podría imaginar, y definitivamente había espacio suficiente para una persona. Me metí dentro y cerré la tapa encima de mí.

 

◇ ◇ ◇

 

Perdí la cuenta del tiempo que estuve sentado dentro del baúl, pero fue el suficiente como para poder echar una breve siesta. Debíamos de haber recorrido ya un buen trecho desde el bosque; los caminos de aquí estaban bien mantenidos y por eso los caballos viajaban mucho más rápido que el paso de una persona. Sin embargo, nuestro viaje aún no había terminado. No tuve más remedio que someterme al balanceo del carro.

Un tiempo indeterminado después, el carro se detuvo por fin con una sacudida. En el exterior, se escuchaba un estruendo, por lo que deduje que habíamos llegado a la entrada de la capital.

—¡Siguiente! —podía oír la orden que se gritaba desde múltiples direcciones. Me sentía como si estuviera de vuelta en la Tierra, haciendo cola en el mostrador de inmigración y esperando para entrar en otro país.

Pero en realidad, no podía estar seguro de nuestra ubicación. Al fin y al cabo, estaba metido dentro del baúl.

Nuestro carro avanzaba a paso ligero. Las voces de los guardias se acercaban cada vez más. Finalmente, parecía ser nuestro turno.

—¿Eres un comerciante ambulante? —oí que el guardia le preguntaba a Camilo.

—Sí. Hoy tengo una variedad de mercancías —respondió Camilo.

—Tengo que inspeccionar su mercancía.

—Por favor, adelante.

Dos pares de pasos se acercaron al carro de equipaje. Se acercaron a mí. Por las pesadas pisadas, supuse que ambos eran guardias. Subieron al carro y les oí abrir la tapa del arcón opuesto al donde estaba escondido. Se abrieron paso alrededor del carro, abriendo un cofre tras otro.

Me agaché en la oscuridad, esperando y temiendo el momento en que me descubrieran. Tenía la piel fría y húmeda de sudor. Se acercaban cada vez más. Y entonces…se fueron, bajando del carro sin comprobar mi baúl.

Oí que uno de los guardias le decía a Camilo:

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—Muy bien, puedes irte. Pasa.

—Muchas gracias —respondió amablemente.

El carro volvió a dar una sacudida hacia delante.

Una vez atravesadas las puertas, nos vimos inmediatamente inmersos en el bullicio de la ciudad. El movimiento del carro y el sonido de sus ruedas contra el suelo cambiaron. Sin embargo, aún no había recibido el visto bueno de Camilo para salir del baúl, por lo que no consideré seguro salir. Tenía que tener cuidado de no hacer ningún ruido.

Después de entrar en la ciudad, tomamos una larga ruta que serpenteaba alrededor de cosas que no podía ver y subía y bajaba colinas. De vez en cuando, hacíamos breves paradas. Poco después de una de esas paradas, el carro se detuvo, y está parada tuvo una sensación de finalidad.

Habíamos llegado.

—¡Ya puedes salir! —llamó Camilo.

Abrí la tapa y salí del baúl tambaleándome. Con cada pequeño movimiento, mi cuerpo gritaba:

—¡Por fin! Ya era hora… —de pie en la plataforma de carga, me estiré de cabeza a los pies, con la columna vertebral y las caderas haciendo ruido—. Ha sido duro —dije, aunque, en realidad, me quedé corto. Si hubiera tenido la edad que tenía cuando morí, me habrían dolido tanto las caderas que habría sido imposible estar de pie.

—Tienes mi simpatía y mis disculpas. No podía permitir que nadie descubriera que estabas escondido ahí.

—Supongo que tengo que perdonarte —respondí con una sonrisa irónica—. Entonces, ¿dónde estamos ahora?

—Estamos en la forja de la familia Eimoor. Aquí se fabrican y reparan las armas que utilizan sus soldados privados.

—Sí que es tranquilo —comenté. Habría esperado oír el ruido y el golpeteo de un martillo neumático en un lugar como éste.

—Marius puso una pausa en todo el trabajo y envió a todo el mundo fuera excepto a sus artesanos de mayor confianza —explicó Camilo.

—Qué buena idea.

Por supuesto, no querría que una multitud estuviera aquí para presenciar cómo forjo la “verdadera” reliquia familiar.

Me bajé de la parte trasera del carro con un quejido y miré a nuestro alrededor. Parecía que estábamos en una zona de suministro dentro del taller. No había ningún horno a la vista.

Fuera, el sol había completado la mayor parte de su recorrido por el cielo, a pesar de que habíamos salido tan temprano. No me había dado cuenta de que se había hecho tan tarde. Mi concepción del paso del tiempo desde el interior del baúl había sido confusa. El viaje había sido realmente largo, incluso a caballo.


—Empezaré a preparar lo que necesito —dije, cambiando rápidamente al modo de negocios.

—He enviado a alguien a decirle a Marius que hemos llegado, así que debería venir en breve.

—De acuerdo —dije, asintiendo. Camilo señaló una puerta que presumiblemente conducía al interior de la forja. Me acerqué a ella y la abrí.

Es hora de empezar a devolver el favor de toda una vida.

 

La forja propiamente dicha estaba al otro lado de la puerta. Estaba totalmente equipada, con un horno, fuelles, martillos y otros equipos. Me llamó la atención inmediatamente un martillo gigante. Cuando miré más de cerca, me di cuenta de que estaba conectado en la parte superior a una rueda de agua en el exterior. Era un martillo de viaje. Si quería intentar utilizarlo, los datos instalados podían decirme cómo hacerlo.

El lecho de fuego del horno no era mágico, así que tuve que encender el fuego a mano. Primero extendí una capa de carbón vegetal y luego recogí los suministros que necesitaría: corteza y paja—estaño—metal y un martillo.

Puse el metal sobre un yunque y empecé a martillear el extremo con toda mi fuerza, dándole la vuelta varias veces. Al hacerlo, aumenté poco a poco la temperatura del metal y, en poco tiempo, éste brillaba al rojo vivo.

Cubrí la corteza con paja y puse el metal caliente en contacto con la paja para prenderle fuego. Me apresuré a llevar la paja humeante al lecho de fuego y luego la coloqué cerca del carbón. Con el fuelle, animé al fuego a extenderse sobre el lecho de carbón.

El carbón no tardó en arder. Avivé las llamas con el fuelle y lo alimenté con más carbón. Si hubiera estado en mi propia fragua, este proceso se habría completado en un instante. Lo único que habría tenido que hacer era proporcionar el combustible. Luego, con una pequeña chispa de magia, el fuego y el viento habrían cobrado vida propia.

Estoy seguro de que alguien con más habilidades mágicas sería capaz de encender un fuego con la misma facilidad en este horno, pero a mí sólo me dieron las habilidades mágicas mínimas con mi reencarnación. Lo acepté en su momento, así que no tenía sentido jugar a los “Que pasaría si” ahora. Además, era poco probable que un poderoso hechicero eligiera una vida como herrero.

Una vez que el fuego ardió con fuerza y calor, elegí otra placa de metal, la de mayor calidad del lote, y la introduje en el fuego. Una vez que brilló con el calor, la trasladé al yunque y comencé a martillarla. Me centré en asegurarme de que la composición interna del metal fuera uniforme.

¿Por qué se siente diferente a lo habitual? ¿Es porque estoy usando un martillo diferente? Después de todo, debí haber traído el mío de mi taller.

Aparté la pregunta de mi mente y me centré en el trabajo que tenía entre manos. Estaba haciendo un modelo de espada personalizado, así que no podía dejar que mi mente divagara. Una vez que el metal tenía la longitud de una espada larga, pasé a darle forma—tuve que recalentar el metal y martillarlo con cuidado para darle la forma correcta.

Al final, la espada larga tenía una hoja larga y recta, simple pero fuerte.

—Ya casi has terminado —dijo Camilo, apareciendo de la nada.

—Al menos con la forma —respondí.

Volví a introducir la espada en el lecho de fuego para calentarla de nuevo y prepararla para el apagado. Con el fuelle, subí la temperatura de la espada hasta que la consideré perfecta, momento en el que la retiré rápidamente de las llamas y la sumergí en agua helada.

Una vez que la hoja se había enfriado y endurecido lo suficiente, la mantuve en alto por encima del lecho de fuego, dejando que las llamas lamieran suavemente la espada. Mi objetivo era calentar ligeramente el metal antes de dejarlo enfriar por completo. Por último, afilé los bordes de la hoja hasta que estuvieran bien afilados y luego pulí toda la longitud de la espada.

Así de fácil, mi trabajo estaba completo.

¿O tal vez…no?

—Algo se siente mal —dije en voz alta, sintiéndome preocupado.

—¿Qué pasa? —preguntó Camilo con preocupación—. ¿No lo has terminado?

—Bueno… lo hice, pero el acabado de la espada no está del todo bien.

¡Lo tengo! Le falta el brillo que suelen tener mis espadas personalizadas. En el mejor de los casos, esta espada es sólo un modelo de élite, aunque en el extremo superior de la gama.

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Fue impresionante que pudiera hacer un producto de tan alta calidad en el poco tiempo que tenía (gracias, trampas), pero teniendo en cuenta que mi objetivo era una espada lo suficientemente buena como para sustituir a un tesoro familiar, me decepcionó un poco el resultado.

—Por lo que puedo ver, la artesanía es magnífica —afirmó Camilo.

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—No, esto no es lo suficientemente bueno.

Al igual que mi propio taller, la fragua de Marius tenía una reserva de leña. Cogí un tronco y coloqué un haz de paja encima. Con la espada larga que acababa de forjar, me coloqué frente al tronco, levanté la hoja y atravesé el haz de paja de un solo tajo. La paja se deshizo con un suave crujido y la espada se clavó en la madera.

—¿De qué estás hablando? —Camilo se quedó asombrado—. La espada está muy bien afilada.

—Pero podría estar más afilada —repliqué.

Yo sabía mejor que nadie lo afiladas que podían ser mis espadas personalizadas. Esta espada era sólo un modelo de élite.

Para demostrarlo, saqué mi propio cuchillo y repetí el mismo experimento con la paja y el tronco. Ese cuchillo cortó limpiamente ambos.

Eso es lo que debería haber sucedido si la espada larga fuera un modelo personalizado adecuado.

—¿Q-Qué acaba de pasar? —Camilo tartamudeó, asombrado por la demostración.

—¿Ves? Cuando voy con todo, esta es la calidad que espero que tengan mis cuchillas.

—¿E-Es así? —se echó hacia atrás inconscientemente.

Helen sólo debió mostrarle el aspecto de las espadas, no lo que podían hacer.

—Te pido que no se lo digas a nadie más —dije.

—Claro —respondió Camilo—. De todos modos, nadie me creería.

—Sí, eso es cierto.

La paja era una cosa, pero el tronco sería difícil de cortar…

—Intentaré forjar algunas más —dije.

—¿Qué vas a hacer con éste?

—Si lo quieres, puedes tenerlo —le dije—. Incluso te haré un descuento.

—Tan audaz como siempre, maestro herrero —Camilo sonrió.

Después de nuestro intercambio, experimenté haciendo dos cuchillos más. Ninguno de ellos superó la calidad del modelo de élite. El metal no brillaba como yo quería.

Los modelos de élite tenían un brillo, pero no era nada comparado con el de un modelo personalizado.

¿Estoy pensando demasiado en esto? Juraría que los que he hecho antes brillaban en comparación. ¿Cómo puedo hacer que el metal en bruto de las tiendas de Marius brille como lo hace el mío?

De repente, me di cuenta de golpe.

—¡Estoy haciendo las preguntas equivocadas!

¡Si no puedo conseguir la calidad de un modelo personalizado con los materiales que tengo a mano, lo único que tengo que hacer es fabricar mejores materiales!

Volví a calentar el lecho de fuego y desmonté mi modelo personal de cuchillo. Luego, introduje el metal desnudo de la hoja en el fuego hasta que brilló al rojo vivo. Luego, retiré el cuchillo del fuego y lo dividí en tres partes. Coloqué estos trozos entre capas alternas de plancha metálica de Marius, envolví el conjunto en un paño de paño húmedo, amontoné algunas cenizas de la paja quemada sobre el haz y, por último, lo metí todo en el lecho de fuego.

Una vez calentado, saqué el trozo de metal incandescente del fuego y lo martillé, trabajando para mezclar el material de mi antiguo cuchillo con la nueva plancha. Una vez más, mis trucos resultaron ser indispensables.

Calentar, martillar. Calentar, martillar. Tras repetir estos dos pasos una y otra vez, pasé a alargar el metal. Sin embargo, todavía no iba a martillarlo hasta que alcanzara la longitud de la espada.

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Lo he alargado hasta un tamaño intermedio. Luego, marqué el centro del metal a lo largo y doblé las dos mitades antes de volver a martillar. En total, doblé el metal quince veces. Esta técnica de plegado era una técnica tradicional de fabricación en Japón, y la superposición repetida del metal ayudaría a mezclar uniformemente el acero de mi cuchillo desmontado con el acero de la plancha.

Volví a calentar el haz de metal mezclado una última vez antes de intentar alargarlo hasta la longitud de una hoja de espada larga. Al mismo tiempo, martilleé el metal con cuidado, con el objetivo de eliminar cualquier imperfección que pudiera quedar. El acero cantaba bajo mis movimientos, y no sentí nada de la inquietud que había experimentado con la espada anterior.

Una vez que el metal tenía la longitud adecuada y era perfectamente uniforme, empecé a darle forma. Este trabajo también era un ciclo de calentamiento y martilleo, pero tenía que concentrarme y evitar volver a introducir cualquier deformación en el metal.

La hoja adoptó una forma diferente a la primera que había hecho—en lugar de ser rígida y recta, el filo de esta espada se curvaba con gracia.

No había pensado en ello antes, pero tendría que adornar la espada más tarde. Una reliquia familiar debe ser espléndida y adornada.

Enfriar, templar, pulir y afilar. Realicé los últimos pasos para completar la espada larga. Una vez terminada, miré detenidamente la hoja final. Brillaba exactamente como se supone que lo hacen los modelos personalizados.

Volví a hacer la prueba del tronco y la paja y balanceé el sable largo sobre la paja. La hoja cortó directamente hasta el suelo, atravesando la paja y el tronco como si fuera mantequilla; las mitades se separaron y todo se desplomó en el suelo.

 

Ya había terminado con el cuerpo de la espada, y sin duda aguantaría en un enfrentamiento contra otra espada. Sin embargo, por muy sencilla que fuera, aún estaba lejos de merecer el estatus de una reliquia.

Pedí prestado un cincel (por supuesto, todo lo demás que había utilizado también había sido prestado). Mis trampas me ayudaron a conservar el equilibrio de la espada y la resistencia del metal mientras tallaba un diseño en la hoja. Seguí la curva de la hoja y grabé un delicado patrón de raíces, tallos y hojas. En la punta de la hoja, añadí una flor floreciendo. Gracias a mis habilidades tramposas, el trabajo se desarrolló sin problemas, a pesar de que ni siquiera había hecho un borrador del diseño. Sin embargo, me llevó bastante tiempo tallar el diseño en ambos lados de la espada.

Bueno, es inútil apresurarse. Si no lo hago bien ahora, arruinaré todo el trabajo que he hecho hasta ahora. Va a ser el tesoro de una familia noble después de todo, así que merece un tratamiento real.

 

Por fin, la hoja estaba terminada.

Luego, la empuñadura y el pomo. También decoré la funda con un diseño vegetal; quería que el diseño pareciera tridimensional, y las raíces y hojas que se enroscaban en la superficie del metal parecían cobrar vida bajo mi cincel. En el centro de la funda, añadí el escudo de la familia Eimoor y, en el pomo, tallé un delicado capullo de flor.

No podía olvidar mi insignia: el Gato Regordete Sentado. Esta vez tallé una versión más pequeña de la misma en la empuñadura, donde quedaría oculta una vez que envolviera la empuñadura con cuero. ¡Era mi propio mensaje oculto (easter egg)!

Revisé la longitud de la espada una vez más con una lima, alisando los trozos afilados y las imperfecciones que habían quedado del tallado. El diseño ahora destacaba con un vívido relieve.

Una vez terminado, decidí parar por la noche. Se había hecho tarde antes de que me diera cuenta, y una poderosa somnolencia estaba tirando de mi conciencia. Con el sueño que tenía, no tendría sentido seguir trabajando. Sin embargo, sabía que eso era lo normal cuando se envejecía, así que era inútil resistirse.

Después de apagar el fuego, encontré unas mantas en la fragua, me envolví en ellas y me dormí allí mismo en el suelo.

 

◇ ◇ ◇

 

—…pierta. Despierta ya.

Mi cuerpo era sacudido de lado a lado. Gruñí y abrí los ojos.

Camilo era el que me había estado sacudiendo.

—Me preocupaba que hubieras caído en una depresión después de no poder forjar la espada, ¡pero aquí estás, durmiendo sin ninguna preocupación en el mundo!

—Las noches enteras son malas para la salud —dije sin levantarme. Como había terminado la espada ayer, tenía tiempo para relajarme. Entonces, una voz diferente a la de Camilo, pero igualmente familiar, se hizo presente.

—La salud es una inversión en sí misma.

—¡Marius! —me puse en pie.

El hombre que había llegado a conocer desde nuestras interacciones a la entrada de la ciudad estaba ahora de pie ante mí, con una amplia sonrisa dibujada en su rostro. Había renunciado a su maltrecha armadura de cuero por un elegante conjunto propio de un noble. Sin embargo, reconocí que la espada corta que llevaba en la cintura era de mi propia creación. Me hizo gracia la visión, aunque me avergonzó un poco.

—Me alegro de volver a verte, Eizo —me saludó Marius con cortesía. A pesar de su sonrisa, una duda parecía asomar en su rostro, la ansiedad por la crisis de su familia se reflejaba en su rostro.

¿Eh? Espera un momento.

Me pareció que respondía con más formalidad que de costumbre.

—No me había dado cuenta de que sabías mi nombre, Marius.

—Lo pedí cuando supe que quería pedirle este favor. Sería descortés de mi parte involucrar a alguien en las circunstancias de mi familia sin siquiera saber su nombre.

—Lo entiendo. Por cierto, no hace falta que hables tan formalmente conmigo, Marius. Por favor, compórtate como siempre lo has hecho conmigo, como si este fuera un encuentro más en la ciudaddije. La nueva cortesía de Marius me incomodó, y nuestra conversación se sintió más rebuscada que de costumbre.

—No puedo. Eres la salvación de la familia Eimoor.

¿Por qué siempre tienes que ser tan exigente, Marius? Pasemos por alto los detalles triviales, ¿de acuerdo?

—Tu preocupación es apreciada pero innecesaria. Yo también he recibido muchos favores tuyos.

—Muy bien —Marius sonrió—. entonces, como reconocimiento de nuestras posiciones, ¿por qué no prescindimos ambos de las formalidades? —sugirió.

Lo mismo digo. O estoy de acuerdo o acabaremos hablando en círculos hasta el fin de la eternidad.

—Estoy de acuerdo con tu propuesta…quiero decir, sí, estaría encantado.

Así nació la leyenda del herrero que puede hablar despreocupadamente con el (probable) próximo jefe del conde de Eimoor.

—Si tienes tiempo, ¿podrías esperar mientras envuelvo la empuñadura de la espada con cuero? —pregunté.

—Claro, tengo algo de tiempo libre —respondió Marius.

Asentí con la cabeza y me puse a trabajar. En muy poco tiempo (gracias de nuevo a mis trampas), tenía el agarre bien envuelto y apretado.

—Muy bien. Ya he terminado. Inténtalo.

—Bien entonces, lo intentaré aquí —le pasé la espada y la inspeccionó cuidadosamente—. Es espléndida dijo, con la voz teñida de admiración.

Parecía hipnotizado y no hizo más que mirar durante varios minutos. Luego, volviendo al presente, se puso en posición y comenzó a realizar una secuencia de ataques. Su manejo de la espada era agudo y limpio, y podía ver la forma de Diana en la suya. Lo más probable es que aprendieran la misma escuela de esgrima. Sin embargo, mientras que el estilo de Diana enfatizaba la velocidad—quizás porque era una mujer—el de Marius enfatizaba la potencia, llena de empujones explosivos y golpes brutales.

Una vez satisfecho, se detuvo.

—¿Cómo se siente? —pregunté.

—Magnífico. Absolutamente brillante. Es mejor que cualquier espada que haya manejado hasta ahoradijo Marius. Podía sentir el corazón y la sinceridad detrás de sus palabras.

—Hice esta espada con casi todas mis habilidades, así que tengo fe en que no perderá ante tu ordinario tesoro familiar.

Ups, casi lo olvido. Hay una pregunta importante que necesitaba hacer a Marius.

—Por cierto, ¿de qué material estaba hecha la espada original de la herencia?

La espada que había fabricado era, sin duda, excepcional, pero seguía siendo de acero. No tendría ninguna oportunidad ni siquiera contra una espada inferior hecha con metales imbuidos de magia, como el orichalcum o la adamantita.

—La espada “falsa” que posee mi hermano fue legada a la familia Eimoor cuando nos convertimos en condes. El rey encargó la espada al herrero más hábil del país en ese momento. Había pedido que la espada fuera de un metal divino, pero, por desgracia, no podía ser que un simple humano interfiriera con lo divino.

—Entonces…estaba hecho de acero normal —resumí.

—Precisamente.

Uf. Eso es un obstáculo resuelto. Después de todo, era imposible que un humano normal manejara el orichalcum. Pero yo no soy normal, así que…

—Una cosa más. ¿Has mostrado la reliquia a la gente en el pasado?

—Se ha sacado antes durante ceremonias familiares importantes, pero por lo demás, está prohibido sacarla del recinto. Incluso en los registros, sólo se menciona como una espada legada por el rey al conde.

—Entonces es poco probable que un tercero note una discrepancia entre la apariencia de esta espada y la original. No debería causar demasiada conmoción, ¿verdad?

—Así es —afirmó Marius.

Parece que nuestro plan sigue siendo sólido.

Me preocupaba que la “verdadera” espada heredada hubiera estado expuesta en un lugar similar a un museo de historia natural en la Tierra, pero parecía que esa espada había sido tratada como un objeto ceremonial y no se mostraba a menudo al público.

—En el peor de los casos, una comparación directa de las dos espadas resolverá la cuestión de cuál es la “verdadera” reliquia. Siempre y cuando nuestra espada no pierda ante la “falsa”dijo Marius con una sonrisa de confianza.

—Ahora que todo está arreglado, todavía tengo que hacer la vaina —dije.

—Muy bien. Una espada debe tener una vainarespondió Camilo.

Si hubiera sido un sable largo normal, podría haber hecho una vaina sin pensarlo dos veces, pero esta vez tenía que hacer una vaina digna de un tesoro familiar.

—No sé cuánto tiempo pretendes hacer pasar esta espada por la reliquia de tu familia, pero desde luego no es adecuado presentar una hoja desnuda.

—¿Puedes terminarla para mañana? —preguntó Marius.

—Si lo doy todo, puedo terminar esta noche.

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—No tienes que hacer nada exagerado. La vaina de la espada “falsa” no es nada extravagante —explicó Marius.

—Lo tendré en cuenta.

—Gracias, cuento contigo —con esas últimas palabras, Marius y Camilo salieron de la fragua. La próxima vez que los viera, les entregaría el encargo terminado.

Vamos a volver a poner en marcha este espectáculo.

Decidí que la base de la vaina sería la madera. Seleccioné un tablón de madera bien desgastado del almacén, mis trampas ayudaron a guiar mi criterio. La edad de la madera no coincidiría con la supuesta edad de la espada, pero podríamos decir que la vaina tuvo que ser rehecha recientemente. Esa excusa no funcionaría ni la mitad de bien si estuviera tratando con un tesoro nacional o un arma divina.

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