Great Demon King

Libro 3: La Orden del Manto Oscuro

Capítulo 115: El Demonio Han Shuo

 

 

Trunks cargó contra los mercenarios llevando un hacha mediana en la mano izquierda, con la que descargó una serie de ataques contundentes contra varios enemigos para desestabilizar sus defensas. Al mismo tiempo blandía rápidamente una espada corta con la mano derecha, la cual era de menor calidad que su arma original previamente destruida, pero le servía bien para lanzar estocadas precisas y letales. Sin embargo, se detuvo luego de unos cuantos golpes, pues sabía que si se adentraba sin pensar entre los enemigos se estaría condenando. Así que dio un salto hacia atrás para ganar distancia y recuperar el aliento. Su Mantícora siguió el mismo patrón y se posicionó a espaldas de Trunks después de cargar sin éxito contra el flanco de los mercenarios, que la rechazaron a punta de lanzas con escudos.

– ¿Quién se supone que son ustedes? – Preguntó Trunks con un dejo de desprecio en la voz, aunque por dentro estaba en guardia. A pesar de sus esfuerzos no había conseguido herir gravemente a ninguno de ellos, porque su coordinación era bastante buena.

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– Quienes somos no es importante, maldito salvaje. Sabemos que tienen el Fruto de Dragmar, si nos lo entregan sin dar más problemas junto con todo su oro, quizá dejemos que se larguen con sus miserables vidas. No es un mal trato, créeme. – Respondió uno de los mercenarios con una expresión siniestra mientras dejaba ver un báculo para dar a entender que era un mago guerrero.

– ¡Espera un momento, Leo! – Interrumpió otro de los mercenarios que a juzgar por su indumentaria era un Espadachín Veterano. Su corpulenta figura lo hacía similar a un gorila y empuñaba un sable tan grande como la mitad de su cuerpo, hasta el punto en que tenía que hacerlo descansar sobre su hombro cuando no estaba blandiéndolo. Sus ojos recorrían las figuras de Nía y Afrodita con una expresión extremadamente desagradable y lasciva, e incluso llegó a fijarse en Angélica sin disimulo. – No podemos dejarlos ir tan fácilmente. Menos aun viendo que nos han traído unas hembras tan apetitosas, sobre todo a esas elfas. Hace mucho que no disfrutamos de un coño decente y seguro que la pequeña está sin estrenar. ¿No crees que nos merecemos pasar un buen rato después de tantos días viajando por este maldito bosque? –

– Mi estimado Byron, ¡cuánta razón llevas! Si no lo mencionas no me habría fijado en esas tres bellezas. Yo pido a la humana rubia primero, seguro que puedo hacerla gritar hasta que olvide su propio nombre, ja já. ¡Muy bien perros, si quieren vivir dejen todas sus pertenencias y a las tres mujeres! Al menos podrán marcharse con todas sus extremidades intactas y quizá puedan salir del Bosque Oscuro en una pieza. – Dijo el mago sin poder contener una risa llena de emoción malintencionada. Tenía motivos para sentirse seguro de su victoria, pues su grupo contaba con dos magos, tres espadachines, dos arqueros, cinco guerreros expertos. Todos ellos habían peleado juntos durante mucho tiempo, así que les sobraba experiencia en combate.

– ¿Ya terminaron de decir sus estupideces? –

Han Shuo se fue acercando lentamente hasta llegar a la altura de Trunks. Su rostro estaba lleno de polvo y sus ropas se habían rasgado por el impacto de su planeador. Además, en su pierna aún se veía el rastro ensangrentado por la herida de flecha.

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A primera vista parecía bastante maltrecho, pero había algo escalofriante en la forma en que caminaba, en la postura de sus brazos y sobre todo en el brillo de sus ojos. Todo esto hacía que su apariencia se viese extrañamente inquietante e incluso perturbadora, como si fuese una criatura de ultratumba. Por primera vez los mercenarios sintieron una inexplicable sensación de peligro en esta persona que, con tales heridas y golpes, debería ser la más inofensiva de todas.

– ¿Quién mierda eres? – Preguntó inconscientemente uno de los mercenarios.

Trunks estaba atento a cualquier movimiento de los mercenarios, pero por el rabillo del ojo alcanzó a ver el estado de Han Shuo y recordó que momentos antes estaba sufriendo una intoxicación. Así que le preguntó con un susurro disimulado: – ¡Oye, ¿estás bien?! –

– Viviré. – Respondió Han Shuo sin detenerse: – Eso es más de lo que se puede decir de ellos. –

Y siguió caminando despacio, como si nada le importase hasta que estuvo a unos metros de los mercenarios. Entonces los contempló a todos con una expresión de desprecio, como si estuviera viendo cerdos camino al matadero, provocando que incluso estos curtidos guerreros sintieran un extraño sudor frío arremolinándose en su cuello.

– ¿Creen en algún dios? – Preguntó Han Shuo de forma repentina, sorprendiendo por completo a los mercenarios que se habían quedado ligeramente paralizados ante su mirada. Pero antes de que cualquiera de ellos pudiese responder, Han Shuo continuó: – Entonces recen. Porque si ya terminaron… Les arrancaré la carne de los huesos. –

Y sonrió.

– ¡Mátenlo! ¡Hay que matar a esta cosa ahora mismo! ¡Todos! – Gritó el espadachín llamado Byron. El leve temblor de su voz revelaba que en realidad estaba asustado. Una escoria como él había podido sobrevivir hasta convertirse en un guerrero poderoso gracias a que tenía un buen instinto de supervivencia. Y en ese momento algo en sus entrañas le estaba gritando que tenía que matar al extraño joven frente a él o seguramente moriría.

El resto de mercenarios reaccionó de inmediato. En un instante tenían sus armas preparadas y estaban listos para cargar contra Han Shuo. Al ver esto, Afrodita alzó una mano para conjurar unos elementales de agua que ayudasen a contener a los enemigos, mientras que Eneas y Bardo se precipitaban para unirse a la refriega. Trunks por su parte maldijo, pero estaba a punto de lanzarse a la batalla… cuando ocurrió algo que detuvo súbitamente tanto a amigos como enemigos.

Del cuerpo de Han Shuo comenzó a emanar una suave pero ominosa neblina de color negro. El blanco de sus ojos se tornó de un color rojo sangre y este fenómeno continuó expandiéndose hasta que sus pupilas negras desaparecieron por completo. Sus dientes comenzaron a sobresalir muy ligeramente, tomando la apariencia de algo que recordaba a los colmillos de un depredador. Su cabello se volvió aún más oscuro al igual que su piel originalmente blanca, que ahora parecía ennegrecerse por momentos.

Pero el cambio más extremo no podía ser visto por ninguno de los presentes. Su mente estaba llena de un puro deseo asesino, que superaba cualquier cosa que hubiese experimentado desde que entró al Reino del Espíritu Moldeado. La energía demoníaca comenzó a emanar de su interior apoderándose completamente de su voluntad e impulsándolo a matar sin detenerse ante nada; en ese momento su mayor deseo era bañarse en la sangre de sus enemigos, pisotear sus cráneos hasta destrozarlos y deleitarse con sus gritos de agonía.

Lo que Han Shuo estaba experimentado era el Estado Mental Demoníaco, pero esta vez era la variante Agresiva que lo convertiría en una bestia sin mente o corazón que sólo existía para destruir a quien se cruzase en su camino.

Antes de que nadie pudiese decir o hacer algo sobre esta extraña trasformación, Han Shuo dio un solo paso hacia adelante… o almeno eso pareció.

De pronto desapareció de la vista de todos. Sólo Trunks alcanzó a percibir que Han Shuo se estaba moviendo una velocidad indescriptible mientras cargaba directamente hacia el mago Leo, sin que nadie alcanzase a hacer nada para detenerlo. En menos de un suspiro atravesó la formación de los mercenarios para sujetar el cuello de su víctima firmemente con una sola mano y lo estaba alzando de modo que sus pies apenas si podían tocar el suelo.

La aterrada expresión de Leo era un perfecto reflejo de lo que sentía en ese momento. No podía creer que lo habían capturado con tanta facilidad. Trató de gritar, pero descubrió que ni siquiera era capaz de emitir un susurro lo cual, como mago, era lo mismo que estar indefenso. Y la mirada de este extraño monstruo desconocido lo hacía sentir que estaba siendo contemplado por una criatura de otro mundo o algún tipo de ser sobrenatural.

Este único movimiento de Han Shui impactó por completo al grupo de mercenarios, que por un instante no supieron que hacer y se quedaron paralizados. El espadachín Byron fue el primero en reaccionar y realizó un corte con su enorme sable para tratar de cercenarle el brazo.

Han Shuo lo vio venir, pero estaba en un estado irracional. Al final tuvo un momento de lucidez y soltó al mago para hacerse a un lado, evitando por poco que el filo lo alcanzase en la articulación del codo y recibiendo un tajo en el antebrazo.

Pero el ataque de Byron no se detuvo. De inmediato descargó una brutal serie de cortes diagonales y verticales a una velocidad increíble dado el tamaño de su sable. Por momentos parecían haber tres o hasta cuatro armas atacando a Han Shuo al mismo tiempo, forzándolo a retroceder y llenando su cuerpo de cortes sangrantes.

Sin embargo, a pesar del éxito de sus ataques, la expresión de Byron no dejaba de ensombrecerse pues, aunque tenía un carácter cruel y desalmado, era un verdadero experto en el combate. De inmediato notó que había algo muy extraño en el cuerpo de este extraño joven; primero porque no le estaba acertando tantos golpes como parecía, ya que sus reacciones eran mucho más rápidas de lo que se veía a simple vista; segundo porque, a pesar de haberlo herido, el único corte severo que consiguió hacerle fue el primero. La piel de Han Shuo parecía ser más resistente que el cuero curtido, sus huesos eran virtualmente indestructibles; su cuerpo estaba sangrando, pero ninguna de sus heridas era realmente peligrosa.

Aun así, Byron continuó con sus ataques. Pues su instinto le decía que no debía darle a este enemigo ninguna posibilidad de contraatacar y se las arregló para hacer un gesto hacia atrás que Leo pudo comprender de inmediato.

El mago comenzó a recitar un conjuro rápidamente. Había luchado junto con Byron en muchas ocasiones, así que sabían coordinarse muy bien y ambos eran los miembros más poderosos de su grupo. En un momento la lluvia de cortes se detuvo a la vez que Byron saltaba dos metros hacia atrás usando su Aura de Batalla. Al mismo tiempo unos gruesos pilares de tierra emergieron de la tierra a gran velocidad uno detrás de otro hacia Han Shuo, que también trató de alejarse, pero los pilares estallaron de forma repentina, soltando una ráfaga de escombros que terminaron golpeando todo su cuerpo. Luego el mago agitó el cetro por segunda vez y ante sus ojos se formó una enorme roca monolítica con un diámetro de al menos 3 metros, que inmediatamente salió disparada hacia Han Shuo, mandándolo a volar varios metros de distancia hasta que lo impactó contra el terreno.

– Esa roca pesa cuarenta toneladas. Tiene que estar muerto. – Dijo el Mago Leo mientras recuperaba el aliento. Usar dos magias sucesivas a gran velocidad consumía el triple de Fuerza Mental que un ataque regular y ahora estaba sintiendo las consecuencias, pero sonrió con algo de alivio al ver el cuerpo semienterrado de Han Shuo.

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– De todos modos, le cortaré la cabeza. Así estaré más tranquilo. – Dijo Byron mientras alzaba su enorme sable, pero apenas había dado unos pasos cuando un destello plateado lo hizo dar un salto hacia atrás justo a tiempo para salvar su vida.

Trunks se había adelantado para desatar una lluvia de estocadas mortales contra Byron, aprovechando que se había alejado de su grupo. Al mismo tiempo extrajo un pequeño cuchillo oculto de su manga y lo arrojó contra el mago Leo que aún estaba recuperándose.

El ataque fue feroz, pero no tuvo suerte debido a que el terreno había sido removido y Trunks no pudo apoyarse tan firmemente en el suelo como en un principio. El cuchillo falló por poco, pero la oportunidad había pasado y el resto de mercenarios se lanzó a la carga contra él.

Maldiciendo en voz alta, Trunks tuvo que retroceder para bloquear el contrataque de Byron y al mismo tiempo contener a un segundo espadachín utilizando su hacha. Las cosas podrían haber terminado mal para él, pero sus atacantes fueron rechazados por una serie de flechas arrojadas por Nía mientras que al mismo tiempo Gordon se adelantaba con su mandoble.

El guerrero no era tan hábil peleando como estos mercenarios, pero su enorme espada estaba especialmente diseñada para permitirle enfrentar a varios enemigos al mismo tiempo con cierto margen de seguridad. Y aunque no podía obtener una ventaja decisiva, era capaz de obligarlos a retroceder, evitando que pudiesen rodear a sus compañeros.

Un destello repentino encegueció a casi todos cuando un par de relámpagos impactaron en el aire. Parecía que los enemigos también poseían a un Mago capaz de controlar los relámpagos, pero Bardo se dio cuenta a tiempo y rápidamente comenzó sus contramedidas.

El relámpago era el más volátil y difícil de controlar de todos los elementos. Sus usuarios normalmente no podían producir de forma natural la cantidad de poder necesario para crear la electricidad, así que su arte consistía en canalizar las energías externas y hacerlas converger en un solo punto, dando origen a un rayo.

Esto representaba un gran riesgo, porque los magos se volvían conductores de un poder que casi siempre los sobrepasaba y podía destruirlos en cualquier momento si cometían un error. Solo aquellos con un extraordinario control sobre las leyes de la energía pura eran capaces de generar electricidad por sí mismos con seguridad, de ahí que hubiera tan pocos Archimagos en esta rama de la magia a pesar de ser bastante popular.

Bardo no era un especialista ni tampoco lo era su enemigo. Así que su enfrentamiento consistía en intentar superar el control del oponente sobre la energía del entorno. Aunque a primera vista parecían estar parados sin hacer nada, en realidad estaban peleando de un modo similar a como lo harían si estuviesen solos en un velero y cada uno tratase de llevar la nave en una dirección contraria. Pero esto sucedía por encima del campo de batalla, invisible al ojo inexperto salvo por uno que otro destello ocasional como el que acababa de producirse.

Eneas corrió a posicionarse hacia la izquierda de Trunks. Usualmente sería su papel mantener a raya a las amenazas con su pica, pero eso sólo valía contra las criaturas mágicas; los mercenarios eran guerreros experimentados y para contenerlos necesitaría por lo menos diez lanceros más con los que formar una pequeña falange. El mandoble de Gordon era más ideal para cumplir el papel de defensor en una batalla como esta, así que le correspondía a él convertirse en el refuerzo del grupo e ir donde lo necesitasen.

Aplicando la técnica que aprendió en la legión, Eneas cambió el agarre de su pica para poder balancearla, luego se adelantó hacia un mercenario enemigo que estaba armado con un hacha de guerra.

En una batalla individual se creaba una especie de espacio imaginario entre ambos contendientes, que era vital reconocer para obtener la victoria. Quien controlase primero el centro de dicho espacio podía llevar la iniciativa en la pelea y forzar al otro a ir a su ritmo. La ventaja de un lancero era su alcance, el cual le daba más tiempo para pensar sus ataques, pero un solo error podía exponerlo a un contrataque si el oponente conseguía sujetar su lanza o romper la punta de hierro.

Sabiendo que sus enemigos podían ser más fuertes, Eneas fue prudente y seleccionó al oponente que llevaba un arma pesada, cuyo demérito era la falta de velocidad. Rápidamente dio dos pasos adelante para apoderarse del “centro” entre ambos, al mismo tiempo que alzaba su lanza hacia el cielo y descargaba un rápido tajo vertical con la intención de cortar el rostro del mercenario.

Su enemigo reaccionó instintivamente y levantó su hacha para proteger sus ojos. Pero esto era exactamente lo que el Aventurero quería. Cuando sus armas chocaron, Eneas usó el hacha del enemigo como punto de apoyo para cambiar la dirección de su arma, alzando sus brazos para dirigir la afilada punta de hierro hacia la parte baja del hombro, el sitio donde todas las armaduras eran más débiles. Sólo entonces activó su propia Aura de Batalla.

El ataque de Eneas fue preciso, fuerte y fruto de años de experiencia. La reluciente punta de su lanza logró abrirse paso entre las placas defensivas para atravesar la carne del mercenario, pero este también era hábil y supo cómo reaccionar a tiempo para evitar una herida letal: En lugar de tratar de parar la lanza o cortarla con su hacha, retrocedió de inmediato hacia sus compañeros, impidiendo que la punta se incrustase por completo. Y Eneas tuvo que retroceder, porque existía el riesgo de que otro enemigo alcanzase a cortar su arma.

La expresión de Eneas no cambió por este fracaso, pues desde el principio no planeaba alejarse demasiado de Trunks, a quien tenía que apoyar. Retrocedió su Aura de Batalla para ahorrar fuerzas, mientras ponía su atención en los enemigos que se acercaban. El Cazador de Monstruos era el más fuerte de su grupo, así que no podía permitir que lo hirieran. Eneas se plantó firmemente a su izquierda porque esa era la mano más débil de cualquier espadachín y solía cansarse primero. Si Trunks mostraba una apertura accidental, era el deber de Eneas adelantarse para cubrirlo.

Trunks por su parte estaba desatando una serie de veloces estocadas mientras peleaba con tres espadachines al mismo tiempo. Byron era el más hábil de todos, así que optó por contenerlo mientras trataba desesperadamente de matar o herir a los otros dos. Era muy consciente de que los superaban en número, así que el tiempo estaba en su contra independientemente de sus habilidades. A pesar de todo resistía la tentación de pedirle a su Mantícora que atacase, porque si no la dirigía, podía acabar seriamente herida. En ese momento su bestia estaba disparando sus espinas contra un par de mercenarios, los únicos del grupo que llevaban escudos y que podrían ser una seria amenaza si se les permitía entrar en la batalla.

Afrodita invocó a cuatro seres elementales de agua para apoyarlos, mientras que atacaba a Leo con un dragón de agua. Nía disparaba sus flechas con una precisión aterradora y consiguió herir a uno de los arqueros enemigos en un ojo con el primer disparo, sacándolo del combate. El problema era que sus flechas eran limitadas, no solamente por su capacidad de carga, pues ella llevaba el único Anillo Espacial del grupo; sino porque las flechas eran generalmente caras y no era posible tener un gran suministro de ellas sin el apoyo de algún aristócrata que los financiase.

La pequeña Angélica estaba escondida detrás de Nía, dando saltitos nerviosos de cuando en cuando. En un momento se atrevió a preguntar: – ¿Debería ayudarte, hermana Nía? –

– ¡Sólo concéntrate en protegerte y prepárate para correr hacia los árboles si algo pasa! – Respondió Nía con impaciencia. Acababa de detectar al Arquero faltante entre los mercenarios, lo que aumentaba sus preocupaciones pues tenía que estar atenta a sus movimientos.

***

 


 

Así pasaron dos minutos, que parecieron eternos.

Repentinamente se escuchó un bramido aterrador que reverberó en todo el entorno. Era como el llamado de un monstruo espantoso o un demonio que despertase en medio de las profundidades del averno.

Todos se detuvieron en sus lugares, como si la sangre de sus cuerpos se hubiese congelado y el aire pareció escapar sus pulmones. Les tomó unos momentos despertar de este breve trance, pero no continuaron la lucha, sino que retrocedieron instintivamente para recuperar el aliento mientras buscaban el origen del misterioso sonido.


Entonces la gran roca arrojada por el mago Leo pareció explotar en pedazos, atrayendo las miradas estupefactas de todos los presentes. De entre sus escombros emergió una figura cubierta de oscuridad, con el cuerpo plagado de heridas sangrantes y una mirada llena de intenciones asesinas.

Great Demon King Libro 3 Capítulo 115 Novela Web

 

– ¡Imposible! ¡Está vivo! ¡¿Cómo diablos está vivo?! – Dijo un aterrorizado Leo.

– ¡Sabía que tenía que asegurarme! ¡Hay que matarlo ahora, mientras está herido! ¡No debemos… –

Byron comenzó a dar instrucciones al resto de mercenarios, cuando un fenómeno inexplicable le hizo cerrar la boca. Ante su mirada atónita, todas las heridas de Han Shuo comenzaron a sanar tan rápido que era posible ver como su piel se regeneraba. Pero antes de que la mente de cualquiera pudiese asimilar lo que estaba pasando, Han Shuo volvió a desplazarse a una velocidad increíble para abalanzarse sobre el Mago de Tierra.

El Arquero Mercenario tenía un par de flechas preparadas y alcanzó a reaccionar para dispararlas. Su tiro fue preciso porque Han Shuo venía en línea recta e incluso Trunks hubiese tenido problemas para bloquearlas de ese modo. Pero el enloquecido joven no se detuvo y recibió las saetas con su propio cuerpo sin molestarse en tratar de esquivar. Sin embargo, estas nuevas heridas no pudieron reducir en lo más mínimo su salvaje carga.

– ¡Maldita sea! – Gritó Byron, mientras se apresuraba a interponerse entre Han Shuo y Leo. Sabía que un mago no tendría oportunidad de sobrevivir a un combate cuerpo a cuerpo con este demonio, así que hizo un movimiento pensando en detenerlo como en un principio y realizar un segundo ataque combinado.

Byron alcanzó a bloquear el golpe de Han Shuo con su enorme sable, pero descubrió con horror que la fuerza que escondía era muy superior a lo que imaginaba. A pesar de protegerse con su Aura de Batalla, el mercenario sintió que su cuerpo era impactado por un inmenso ariete y fue enviado a volar más de diez metros hasta estrellarse contra el tronco de un árbol.

El golpe dejó sus ojos en blanco y estuvo a punto de desmayarse. Su cuerpo comenzó a caer naturalmente, pero antes de que tocase el suelo sintió que una garra invencible se aferraba a su rostro. Después su cabeza comenzó a ser estrellada contra el tronco unas seis veces, hasta que finalmente atravesó la madera.

Era Han Shuo, que había llegado hasta él a una velocidad indescriptible y ahora sujetaba la cara de su enemigo para golpearlo sin ninguna clemencia; sólo el Aura de Batalla concentrada había impedido que el cráneo del espadachín se abriese como una fruta madura. Al mismo tiempo, Han Shuo alzó la mano libre con rápido gesto.

Una luz carmesí revoloteó a su alrededor un par de veces antes de salir disparada hacia el cuello de Leo. El mago consiguió hacerse a un lado justo a tiempo, pero el mercenario tras él no tuvo tanta suerte y su cabeza fue cercenada por el Filo Asesino de Demonios.





El sonido del cuerpo decapitado al desplomarse en el suelo fue como un disparador que sacó a todos de su estupor inicial. Y es que el ataque había durado segundos, pero de pronto uno de sus compañeros había perdido la cabeza y el mejor de sus espadachines estaba recibiendo una brutal paliza por parte de un demonio con forma humana.

Han Shuo no le dio a Byron ni un segundo para recuperarse y como el cráneo del espadachín no daba muestras de ceder, llevó sus pulgares hasta los ojos cerrados de su víctima sin dejar de aferrar firmemente su rostro.

El repentino dolor despertó a Byron de su inconciencia y de inmediato desplegó toda su Aura de Batalla en un intento desesperado por liberarse, pero el golpe en la cabeza lo había dejado aturdido y no alcanzó a reaccionar a tiempo para evitar que Han Shuo explotase sus cuencas oculares como si fuesen uvas demasiado maduras.

Los gritos desgarradores de Byron fueron atronadores, pero Han Shuo no se detuvo ahí, sino que se colocó sobre el agonizante mercenario para impedirle moverse y alzó una de sus manos. El Filo Asesino de Demonios que acababa de decapitar al desafortunado mercenario regresó de inmediato a su lado.

Con su arma firmemente aferrada, Han Shuo comenzó a atravesar los puntos débiles de la armadura para alcanzar las muñecas, hombros, codos; luego procedió con los tobillos y las muñecas. Así comenzó a desmembrarlo como si fuese un ciervo recién sacrificado, sin importarle los gritos desgarradores o las sacudidas desesperadas del espadachín.

– ¡Mátenme! ¡Mátenme! ¡POR LOS DIOSES, QUE ALGUIEN ME MATE! – Suplicó Byron impotente con sus últimas fuerzas, mientras era reducido a un miserable despojo de lo que había sido un ser humano. Y lo más aterrador era que todo este horrible proceso no había tomado ni siquiera un minuto.

Han Shuo simplemente sonreía con crueldad ante la desgracia que estaba causando. Estaba completamente poseído por un sanguinario impulso destructivo que le impedía cualquier intento de contenerse. En cierto momento dejó de lado su arma, sólo para disfrutar de la sensación al desmembrar a Byron con sus propias manos, evitando su cuello en todo momento para impedir que se muriese rápidamente.

– ¡Es un demonio! ¡Un demonio les digo! –

– ¡Maldita sea la hora en que se te ocurrió enfurecer esta bestia, Leo! –

– ¡Corran! ¡Por todos los dioses! ¡Cooorrrran! –

– ¡Cálmense o morirán! – Grito Leo desesperado mientras golpeaba la tierra con su báculo para crear un pequeño temblor que llamó la atención del grupo. – ¡Seguimos siendo más que ellos! ¡Podemos sobrevivir si mantenemos la cordura! ¡Ahora lucharemos replegándonos ordenadamente hacia el río! ¡Desde ahí podemos reunirnos con la fuerza principal! ¡Que los ballesteros y magos acosen a ese monstruo sin descanso para que no se acerque! ¡Su regeneración no puede funcionar eternamente! ¡El resto protegerá el perímetro! –

Mientras Leo intentaba mantener a sus hombres bajo control, los Aventureros también pasaban por una crisis. Los elementales de Afrodita desaparecieron porque la atónita maga dejó de mantener su conjuro. Ahora estaba apartando la vista y luchaba por ignorar los gritos de Byron, mientras murmuraba: – ¡Dioses! ¡¿Que le ha pasado?! ¡¿Por qué se volvió así?! –

Eneas y Bardo eran los más curtidos del grupo y habían visto guerras contra orcos o bárbaros, de modo que la violencia no les era extraña. Pero les costaba reconciliar la imagen del civilizado joven que había convivido con ellos durante toda su aventura y la bestia enloquecida en frente de sus ojos.

Desde el principio Nía se había dado la vuelta para aferrar el rostro de Angélica e impedir que la pequeña viese una espantosa escena de tortura mientras se alejaban. La curiosa Elfa había hecho varios intentos por observar lo que ocurría, pero Nía la abrazaba con fuerza mientras cubría sus orejas para que no oyese los gritos.

Finalmente consiguió llevársela hasta el árbol donde Odiseo descansaba, ahí podía estar segura de que no viese ni escuchase la sangrienta escena. Cuando se dio la vuelta para regresar, la pequeña quiso seguirla para mirar, pero Nía le gritó con firmeza: – ¡Quédate aquí, Angélica! ¡No te asomes ni te acerques más! –

Trunks también estaba sorprendido, pero se recompuso muy rápidamente. Ya se había acostumbrado a ver cosas bizarras en el Bosque Oscuro, por no mencionar que había asesinado o torturado personalmente a más personas de las que podía recordar. De inmediato prestó atención a sus enemigos, buscando un modo de aprovechar esta situación a su favor, por lo que alcanzó a escuchar la orden de Leo.

– ¡Hay que atacarlos! ¡Ahora! – Dijo mirando a Gordon y Eneas.

– ¡Pero él esta…! – Comenzó a decir Gordon.

– ¡Que importa! – Le interrumpió Trunks. – ¡Han dicho que van a replegarse hacia una fuerza principal! ¡Eso quiere decir que tienen refuerzos! ¡No podemos dejar que ninguno de ellos escape con vida! –

Trunks activó su Aura de Batalla y se lanzó a la carga sin esperar a que ninguno de los Aventureros terminase por decidirse. Al mismo tiempo hizo un silbido para que su Mantícora atacase. La bestia batió sus alas para saltar por encima de su amo y cargó adelante contra el muro de escudos que los mercenarios intentaban conformar a toda prisa, antes de que estuviesen bien posicionados.

El impacto de la Mantícora rompió sus filas y antes de que ninguno pudiese contraatacar, Trunks llegó hasta ellos y comenzó a lanzar tajos de espada o de hacha, permitiendo a su bestia seguir de largo con seguridad. El movimiento fue arriesgado, pero Trunks terminó atrayendo la atención de cinco combatientes y la Mantícora consiguió dar media vuelta para atacar a los magos. Estos sabían que sus poderes no funcionarían bien en una criatura tan poderosa si no era contenida de algún modo, así que retrocedieron; rompiendo por completo la formación que intentaban construir.

El movimiento había funcionado tan bien porque los mercenarios estaban distraídos. Pero igual habría sido imposible de realizar sin la excelente coordinación entre hombre y bestia.

Al ver los poderes y habilidades de un Maestro de Espadas, junto con la coordinación de la Mantícora, los mercenarios finalmente entendieron contra quién estaban luchando y su expresión se ensombreció aún más. Habían escuchado las historias, pero como muchos asumieron que simplemente eran leyendas; ahora que la realidad aparecía ante ellos, no podían estar más descorazonados.

– Es… ¡El Cazador! –

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– ¡El Depredador del Bosque Oscuro! –

– ¡La perdición de las Bestias! –

– ¡El Cazador de Monstruos! –

Al principio fueron los susurros mencionando algunos sobrenombres que habían escuchado en las tabernas cuando contaban las historias de sus hazañas, pero rápidamente fueron transformándose en quejas y luego maldiciones hacia los dioses o el funesto destino que los había llevado a enfrentar en un mismo lugar a un extraño demonio y al legendario Cazador de Monstruos.

– ¡De todos los putos lugares! ¡¿Tenía que ser aquí y hoy?! –

– ¡¿Trunks y ese engendro del demonio al mismo tiempo?! ¡Maldita sea mi suerte! –

– ¡¿A qué dios hemos enojado?! ¡Todos pueden irse a la mierda! ¡Yo me largo! –

Empezó con uno solo dejando su lugar en la formación para comenzar a correr. Luego los defensores soltaron sus pesados escudos y escaparon en la misma dirección. El resto los siguió poco después.

Incluso tras sus pérdidas, los mercenarios aun los superaban en número y equipamiento. Tenían muchas oportunidades de ganar usando su trabajo en equipo, pero la presencia de la Mantícora, la reputación de Trunks y la ferocidad de Han Shuo destruyeron completamente su ímpetu inicial para finalmente llevarlos a un estado de pánico general. Porque el miedo, al igual que el valor, se ve magnificado cuando uno está dentro de un grupo.

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Al ver lo que ocurría Afrodita preparó su báculo para conjurar un ataque mágico de amplio rango, pero Trunks le hizo un gesto para detenerla.

– No gastes energía por gusto. Desde el momento en que han decidido huir esto ya no es una pelea sino una cacería. – Dijo con una fría expresión, mientras le hacía un gesto a su Mantícora para que viniera a su lado. Luego dejó el hacha y la espada de repuesto a un lado, para desenvainar dos puñales largos y afilados. – Ustedes quédense aquí, yo los terminaré. –

Pero entonces se escuchó un fuerte sonido de huesos dislocándose. Han Shuo acababa de cansarse de Byron, así que le rompió el cuello. Luego alzó la mirada e inmediatamente localizó al mago que le había arrojado la enorme roca.

Antes de que nadie pudiese soltar un suspiro, el enloquecido Han Shuo estaba corriendo con una velocidad vertiginosa y la boca bien abierta, soltando un aterrador bramido como si quisiera arrancar la carne de los huesos de Leo con sus propios dientes.

Los mercenarios escucharon el sonido y se atrevieron a mirar sobre sus hombros, cosa que lamentaron de inmediato.

– ¡Mierda! ¡El demonio nos está alcanzando! –

– ¡Leo hijo de la gran puta! ¡¿Cómo carajos elegiste atacar a este grupo?! –

– ¡Nos has condenado a todos! –

A pesar de ser maldecido por los que hasta hacía un momento se decían sus hombres, el mago Leo logró mantener algo de serenidad y comenzó a gritar instrucciones por encima de los insultos. No es que su lealtad a los suyos fuese tan fuerte, simplemente era el más inteligente y sabía que si continuaban huyendo todos morirían.

– ¡Sepárense en grupos de dos o tres! ¡Ese demonio mató a Byron así que debe ser tan fuerte como Trunks! ¡Hay que confundirlo para que no nos alcance y atacarlo a distancia! ¡Pero no dejen de correr siguiendo el río! ¡Debemos llegar con los refuerzos! –

Las rápidas y certeras instrucciones de Leo lograron que los mercenarios recuperasen su compostura, ya que en una situación de pánico lo mejor era darles a sus mentes algo en qué pensar y el mago de tierra lo sabía.

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Sin dejar de correr los mercenarios se dividieron en pequeños grupos para ir direcciones diferentes. En ese momento sentían más miedo de Han Shuo que de Trunks pues, aunque sabían la fama del Cazador de Monstruos, el peligro desconocido e impredecible que representaba el joven sanguinario era peor para su estado de ánimo.

Al final su táctica funcionó y Han Shuo se confundió por unos momentos. Pero rápidamente eligió al grupo más próximo compuesto de dos espadachines y el Mago de Relámpago. En unos instantes ya había recorrido la mitad de la distancia que los separaba.

Cuando los tres mercenarios notaron que Han Shuo estaba sobre ellos, mostraron expresiones aterradas. Sus cuerpos comenzaron a temblar y estuvieron tentados a soltar sus armas para correr más rápido. Pero el Mago de Relámpago soltó una maldición y gritó: – ¡No vamos a lograr escapar! ¡Si no peleamos ahora, nos torturará hasta la muerte! ¡Hay que enfrentarlo con todas nuestras fuerzas! –

Sin esperar una respuesta, el mago extrajo un extraño pergamino y comenzó a recitar una serie de poderosos conjuros aunque sabía que no lograría terminarlos a tiempo, pero al ver sus acciones los espadachines recuperaron su valor. Ambos desenvainaron sus armas al mismo tiempo y desataron toda su Aura de Batalla a la vez que daban media vuelta para atacar.

El movimiento sorpresivo consiguió obligarlo a retroceder un momento, pero Han Shuo se recuperó rápidamente y contraatacó conectando un fuerte rodillazo en el estómago uno de los espadachines, que salió disparado al igual que Byron. Su compañero intentó un rápido corte horizontal, pero Han Shuo dio un manotazo en su dirección y le atinó en la muñeca, obligándolo a soltar su arma.

Aun así, los mercenarios consiguieron un tiempo precioso. El pergamino del mago era un objeto mágico que sólo podía usarse una vez, pero le permitía potenciar el efecto de uno de sus conjuros, aunque la consecuencia sería el total agotamiento de su Fuerza Mental. Los objetos mágicos eran una rareza que muy pocos tenían la suerte de obtener, así que normalmente se reservaban para situaciones de vida o muerte.

Como esta.

Un extraño torbellino formado por seis relámpagos envolvió el cuerpo de Han Shuo, atacando cada célula de su piel de forma despiadada. La electricidad paralizó sus músculos y su sangre literalmente hirvió dentro de su cuerpo. Por unos momentos fue posible ver como las venas de sus brazos, piernas y cuello resplandecían mientras un olor a carne quemada impregnaba el aire.

El ataque no duró mucho, pero pareció funcionar. El cuerpo de Han Shuo se desplomó en el suelo bruscamente, como si estuviese inconsciente. Los nerviosos espadachines se recuperaron y regresaron junto al Mago. Luego comenzaron a acercarse lentamente para decapitar el cuerpo del misterioso demonio, antes de que algo más ocurriese.

Lamentablemente los nervios les habían ganado. En su desesperación por sentirse a salvo no notaron que el cuerpo de Han Shuo, aunque bastante herido, estaba aún completo a pesar de que un ataque semejante debería haberlo carbonizado por completo. Y si bien no sabían con exactitud cuan anormalmente fuerte que eran sus músculos, hubieran notado esa anomalía si hubiesen estado un poco más serenos. Porque no solamente no estaba muerto.

Ni siquiera estaba inconsciente.

Han Shuo se levantó de un salto sorprendiendo a los espadachines y en un instante forzó su camino para llegar rápidamente junto el mago que lo había atacado, quien a su vez ya no podía moverse. Entonces lo sujetó por el cuello, luego introdujo una de sus manos por la boca que el desafortunado mantenía abierta de forma inconsciente por la sensación tanto de asfixia como de terror. Con una fuerza monstruosa, Han Shuo comenzó a separar la boca del mago mientras sujetaba su cuello firmemente.

Los espadachines reaccionaron y desataron una serie de cortes desesperados para intentar salvar a su compañero. Pero Han Shuo los recibió todos sin inmutarse porque ninguno de ellos era tan fuerte como había sido Byron, de modo que sus espadas no podían hacerle una herida mortal o atravesar sus músculos reforzados para ser más duros que una placa de acero y llegar a sus órganos internos.

Finalmente se oyó el horrible sonido de los huesos y la carne rompiéndose cuando la cabeza del mago fue arrancada de cuajo como una madera seca. Los espadachines se alejaron aterrados y soltaron sus armas mientras daban media vuelta en direcciones diferentes, pero ya era demasiado tarde para ellos.

Han Shuo arrojó la cabeza del mago muerto con tanta fuerza que derribó a uno de ellos tras acertarle en la nuca, luego corrió a pisarlo con fuerza para que no pudiera levantarse. Después alzó la mano y el Filo Asesino de Demonios apareció levitando frente a él, mientras miraba al segundo espadachín que intentaba escapar.

En ese momento Han Shuo pareció tener alguna clase inspiración, porque emitió una oleada de poder hacia su arma para hacerla a girar sobre sí misma rápidamente.

El Filo Asesino de Demonios comenzó a resplandecer con un ominoso brillo rojizo mientras incrementaba su velocidad de rotación hasta que tomar la apariencia de un disco carmesí que emitía un sonido agudo al cortar el viento. Con una cruel sonrisa, Han Shuo hizo un gesto con el brazo y el “disco” voló raudamente hacia su nueva víctima. El mercenario escuchó el sonido desconocido, pero no tuvo tiempo de mirar atrás porque un dolor inimaginable lo asaltó de inmediato y el cielo resplandeciente apareció ante sus ojos.

El Filo Asesino de Demonios lo había alcanzado justo en la articulación de la rodilla, cortándola limpiamente y haciéndolo caer de espaldas. Antes de que el mercenario pudiese emitir un grito de dolor, el arma mágica ya estaba dando la vuelta para realizar un nuevo ataque. Esta vez el disco carmesí cayó directamente sobre su vientre, arrancando pequeñas chispas de su armadura cuando se abrió paso hasta la carne de su estómago. Un dolor inconcebible asaltó al espadachín mientras su estómago e intestinos eran divididos en dos mitades perfectas y la sangre escapó a borbotones como una bizarra fuente, mientras que sus extremidades se retorcían con locura, incapaces de ejecutar un movimiento controlado. Una persona normal ya habría muerto únicamente por el dolor, pero el cuerpo reforzado por el Aura de Batalla ahora jugaba en contra del mercenario, prolongado su vida y por tanto su sufrimiento.

Enloquecido por el frenesí demoníaco Han Shuo sonrió con gran placer al ver el resultado de su nuevo ataque, luego levantó un solo dedo de su mano para llamar suavemente a su arma. El Filo Asesino de demonios entendió su deseo y, sin dejar de girar, comenzó a desplazarse muy lentamente desde el estómago del mercenario hasta su cabeza, cortando el cuerpo como el de un cerdo, hasta que finalmente el destino se apiadó del pobre desgraciado concediéndole la dulce liberación de la muerte.

Han Shuo soltó un gruñido alegre mientras hacía otro gesto. Su arma dejó de girar y regresó a su mano inmediatamente. No había ni una sola muesca en la superficie de su hoja, quizá por el riguroso trabajo de los Enanos o el reforzamiento de la Magia Demoníaca.

Finalmente Han Shuo miró hacia abajo, como si estuviese pensando en cómo matar al espadachín que mantenía atrapado bajo su pie. Pero en ese momento su visión comenzó a fallar y la fuerza sobrenatural que lo embargaba desapareció tan rápido como había llegado.

El Estado Mental Demoníaco Agresivo estaba terminando y a diferencia del anterior, este tendría consecuencias bastante serias. Su Esencia Mágica ya no respondía a su voluntad, su cuerpo se entumeció al mismo tiempo que su visión se desenfocada. Conforme la razón regresaba a su mente también aumentaba un dolor misterioso en cada uno de sus nervios.

Casi de inmediato se escuchó un estruendo y una avalancha de tierra con rocas llegó repentinamente. Han Shuo aplicó toda su voluntad para emplear un último resquicio de Esencia Mágica que salvase su vida antes de ser arrollado, pero el mercenario a sus pies no tuvo oportunidad y murió aplastado.

Por supuesto era el Leo, el mago de tierra, que en ningún momento lo había perdido de vista y no dudó en sacrificar a uno de sus compañeros para intentar un golpe mortal.

Han Shuo consiguió sobrevivir, pero estaba seriamente herido y yacía en un charco de su propia sangre. Tampoco podía usar la Esencia Mágica para recuperase.


Era una situación desesperada.

– ¡Termínenlo! ¡Maten a ese demonio ahora que está herido! – Gritó Leo a los espadachines que lo acompañaban. Estos dejaron de correr para mirar por encima de sus hombros y al ver que Han Shuo realmente parecía acabado, dieron media vuelta de inmediato, acercándose con sus armas desenvainadas.

 

 

Great Demon King Libro 3 Capítulo 115 Novela Web

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