Tate no Yuusha no Nariagari (NL)

Volumen 5

Capítulo 5: Lápidas

 

 

―Estamos a punto de llegar a la ciudad portuaria.

Se suponía que todos nos reuniríamos en una ciudad portuaria cercana para embarcar, pero los demás héroes se habían marchado antes que yo usando carruajes proporcionados por la corona.





Me pregunto por qué no han utilizado las habilidades de teletransporte de las que alardeaban…

Filo estaba disfrutando el lento trayecto en carruaje. Amaba ese tipo de viajes, y ya había pasado bastante tiempo desde el último.

―Disculpa, Naofumi-sama. ¿Te importaría que tomemos un pequeño desvío?

―¿Eh?

Raphtalia señaló que le gustaría hacer una parada en un lugar. Era raro que hablase de esa forma. El sitio que había indicado no estaba muy lejos de nuestro curso.

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―Claro.

―Maravilloso. Filo, ¿podrías seguir el camino de tierra en la bifurcación?

―¡Sí!

Pronto llegamos al lugar que había solicitado. Eran las ruinas de una aldea. Seguimos avanzando entre los escombros. Había pozos de los que nadie bebía, edificios sin tejado y las estructuras quemadas de hogares familiares. Los restos de estructuras en ruinas esparcidos por la zona indicaban que en el pasado hubo una aldea.

Todo estaba destrozado y podrido, pero probablemente no era tan antiguo. Aun así, tampoco era muy reciente. Miré alrededor e intenté juzgar cuánto tiempo había estado abandonada. Sospechaba que, probablemente, eran los restos de la aldea de Raphtalia.

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―…

Mientras pasábamos entre las ruinas, Raphtalia permaneció todo el tiempo en silencio.

Seguí inspeccionando lo que quedaba, y pronto noté que había lápidas repartidas por todo el paisaje. Escuché que la aldea había sido arrasada cuando la primera Ola atacó Melromarc. Al parecer, esto era todo lo que quedaba. Habían pasado más de tres meses desde que llegué a este mundo.

Tras oír lo que había ocurrido antes de que los Héroes fuéramos invocados, estimé que la aldea fue destruida hacía unos cuatro meses. Pensar que hacía sólo ese tiempo esto era una bulliciosa aldea demi-humana me hizo darme cuenta, una vez más, de la amenaza que suponían en realidad las Olas.

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―Raphtalia onee-chan, ¿hasta dónde quieres que sigamos?

―Sólo hasta ese acantilado sobre el mar.

―¡Vale!

Mientras el carruaje traqueteaba sobre los restos irregulares del camino, observé la aldea en la que se había criado Raphtalia.

Llegamos al acantilado sobre el mar y Raphtalia bajó del carruaje. Al borde del acantilado yacía un montón de piedras apiladas. De pronto, comprendí que estaba viendo una tumba.

Raphtalia se arrodilló a un lado de la tumba y empezó a cavar otro agujero. Sin decir nada, me arrodillé también y la ayudé a cavar. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo.

Durante el tiempo que estuvimos huyendo, conocimos al noble que había secuestrado y torturado a Raphtalia, y en su sótano encontramos cadáveres de gente de su aldea. Tal vez quería darles un funeral. Cuando nos marchamos de aquel lugar, Raphtalia se llevó algunos huesos. Ahora los estaba sacando de su bolsa y metiéndolos en el agujero. Los cubrió de tierra y entrelazó las manos mientras rezaba. Había dicho que eran los restos de una niña, una amiga suya que siempre quiso conocer al Héroe del Escudo. Ahora, por lo menos, la niña podrá descansar aquí en vez de en ese oscuro y húmedo sótano.

Quizás esto era sólo otro ejemplo más de la tiranía de la vida. Pero incluso si así era, recé para que la propietaria de esos huesos pudiera descansar en paz aquí, en el acantilado sobre el mar.

Una vez más, lo comprendí… ¿Lo había olvidado? Me di cuenta de que Raphtalia había perdido a su familia hacía sólo cuatro meses. Era fuerte. Más fuerte, quizá, de lo que yo creía. Perdió a su familia, pero sobrevivió. Me dijo que lo había pasado muy mal antes de conocerme.

Cuando llegase el momento y yo volviera a mi mundo, ¿qué haría ella? Filo tenía a Melty, pero Raphtalia no tenía a nadie. En ocasiones me preguntaba por qué quería regresar a mi antiguo mundo. Tal vez estaba preocupada por la misma razón, por lo que pasaría cuando terminara todo esto. Es posible que tuviese miedo de qudarse sola.

―Yo…

Raphtalia habló en voz baja. Fue apenas un susurro. La escuché en silencio.

―Yo… viviré por todos ellos. Quiero salvar a todo el mundo de la miseria de las Olas. Tras venir aquí, ese sentimiento es aún más fuerte que antes.

―Lo sé. Y ahora tenemos el apoyo del país. Ahora podemos salvar a más gente.

Todos se negaban a cooperar conmigo porque era el Héroe del Escudo, y debido a ello murió más gente de la necesaria. Pero ahora tenía apoyo. Ahora podíamos combatir las Olas juntos. Deseaba salvar a más personas de las que antes tuve la posibilidad.

―Siento haberte causado problemas.

―Deja eso. Lo importante es que… bueno… sigamos.

―Tienes razón. ¡Me voy ya! Padre… Madre… Rifana…

Raphtalia se despidió de las tumbas y volvió a subir al carruaje.

Cuando terminase la siguiente ola, tendría que pensar más en Raphtalia. Asegurar su felicidad era mi responsabilidad.

¿Qué pasaba con su aldea y todo lo que había perdido? ¿Había alguna forma de recuperarlo? Cuando derrotamos al noble que la torturó, Raphtalia dijo “recuperaré esa bandera… la bandera de aquel día…”.

No podía resucitar a los muertos, pero debía haber algunos supervivientes. En el sótano del noble encontramos a un niño que seguía con vida. Estoy casi seguro de que se llamaba Keel. ¿No podía reunir a todos los supervivientes y encontrar un lugar donde empezar de cero? Sí, asentí para mí mismo. Cuando tuviera oportunidad de hacerlo, los buscaría. Tenía que hacerlo por Raphtalia. Si no, no estaba seguro de si sería capaz de perdonármelo.

El plan era que todos los Héroes nos encontrásemos en la ciudad portuaria y embarcáramos en el mismo navío. Obviamente, la hora de partida del barco había sido fijada de antemano, por lo que, incluso si los otros Héroes habían salido más pronto que nosotros, no llegarían antes a las islas. Cuando llegamos, todos parecían malhumorados e irritados por la espera.

Después de todo lo que habíamos pasado y todo lo que habíamos discutido, ¿por qué seguían compitiendo por ser el mejor? Un montón de idiotas, eso es lo que eran.

Todavía quedaba tiempo hasta la hora de partida programada. Todos estaban haciendo cola a lo largo del rompeolas, esperando para embarcar. El tipo que estaba delante de mí parecía tener demasiado tiempo libre, ya que no dejaba de moverse, como si no supiera qué hacer consigo mismo.

―L’Arc, tranquilízate, ¿quieres?

―¡Lo sé, lo sé! Pero no puedo evitarlo. Los barcos me emocionan mucho.

Aah. Este tipo suena como si tuviera la madurez de un niño de preescolar.

Aparentemente habiendo escuchado mi suspiro, se dio la vuelta y me miró.

―¿Qué te pasa, Niño?

Tate no Yuusha no Nariagari Volumen 5 Capítulo 5 Novela Ligera

 

―¿Niño?

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Tenía veinte años. No me gustaba que me llamaran niño.

Le hice una evaluación rápida: su pelo era corto y lo llevaba de punta. Debía estar sujetándoselo con algún tipo de cinta para el pelo. ¿O tal vez era así por naturaleza? Normalmente no te encontrabas a gente con un estilo de peinado como ése. Quizás era normal en este mundo, pero no en el mío.

Era bastante atractivo, por lo que probablemente tenía mucho éxito con las mujeres.
Sus ojos mostraban confianza. Se veía como el tipo de persona de la que podías depender. Sus músculos estaban bien definidos, claramente desarrollados en batalla, y sus hombros eran enormes.

Apuesto a que puede desenvolverse bien en combate.

Era difícil estimar su edad. Si tuviese que ponerle una, probablemente diría que estaba en la segunda mitad de la veintena. En resumen, daba la impresión de ser un aventurero experimentado y admirable. Por alguna razón, tenía una guadaña colgada de su cintura.

―No soy un niño. Tengo veinte años.

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―Oh, perdona. No quería ofenderte. Es sólo que siempre se me escapa de la boca cuando conozco gente más joven que yo.

Miré a la mujer que le había dicho que se calmara. Supuse que era seguro asumir que estaban viajando juntos.

Lo primero que te entraba por los ojos al verla era su hermosa piel blanca, parecida al marfil. Su cabello era extraño, de un color verde azulado, y brillaba cuando le daba la luz. Pero lo mismo ocurría con el de Raphtalia. Lo tenía atado en una trenza de tres gruesos mechones, y le caía elegantemente sobre el hombro. Sus ojos la hacían parecer amable, pero se notaba que tenía un corazón indoblegable. De nuevo, poseía algo que me recordaba a Raphtalia.

Usaba brazaletes anchos en ambos brazos, los dos con grandes joyas incrustadas, y una diadema adornaba su frente. Era probablemente una de las mujeres más hermosas que había visto nunca. Las joyas relucientes sólo la hacían parecer aún más bella. Era como si toda ella brillara; una joya de mujer.

Había otra cosa en la que me recordaba a Raphtalia. En cierto modo tenía una actitud… seria.

―L’Arc, tranquilízate, por favor. ¿No ves que estás molestando a la gente?

―Lo siento, lo siento.

―No estoy enfadado. Aunque parece que ya casi es hora de embarcar.

Señalé el barco y, efectivamente, la fila avanzó cuando los primeros pasajeros empezaron a subir por la rampa. En el mismísimo principio de la fila, con aspecto pomposo y autosatisfecho, estaban Ren, Itsuki y Motoyasu.

Así que han estado esperando para abordar todo este tiempo… Pobres.

―¡Hey!

La fila había comenzado a moverse, por lo que el tipo de delante de mí finalmente empezó a andar.

―¡Maestro!

¿Por qué Filo ya estaba subiendo al barco y saludándome con la mano? Se suponía que estaba esperando a que cargaran el carruaje, pero ya se encontraba en la pasarela.

Nos las habíamos arreglado para obtener un permiso especial para cargar el carruaje pese a que no lo usaríamos en Cal Mira.

Agité la mano mirando hacia ella, y Raphtalia y yo procedimos a embarcar. Decidí pasar primero por nuestro camarote. Se suponía que todos los Héroes tenían camarotes reservados para ellos y sus grupos, pero, por alguna razón, el mío estaba junto a los del resto de pasajeros normales.

***

 

 

Una multitud de miembros del personal vino corriendo hacia nosotros.

―¡Nos disculpamos por los inconvenientes!

¿Creían que serían despedidos si me enfadaba con ellos? ¿Que les arrancaría la cabeza?

―Los héroes que embarcaron antes tomaron todos los camarotes preparados, incluso ocuparon los aposentos del capitán. Intentamos hacer algo al respecto, pero parece que todos los camarotes están ocupados, y…

¿Los héroes que embarcaron antes? ¿En serio? ¿Ocuparon hasta la habitación del capitán? ¿Quiénes se creen que son?

Bueno, supongo que todos tenían grupos bastante grandes, y además probablemente dieron habitaciones separadas a hombres y mujeres.

Yo también había pedido algo extraño, y era que nos permitieran traer el nuevo carruaje de Filo. No saldría nada bueno de quejarse ahora. Aun así, me aseguraría de que la reina se enterase de esto.

―Hemos compensado a nuestros otros pasajeros por romper nuestro acuerdo con ellos y les estamos haciendo abandonar el barco para conseguirles más camarotes.

―¿De verdad? ¿Qué clase de aventurero normal podría permitirse ir a Cal Mira en un momento como éste?

Pregunté al personal cuál era el precio medio de un ticket.

―Sí, bueno, normalmente son bastante caros. Pero en esta ocasión, el país ha encargado el viaje e impreso los pasajes, por lo que se están vendiendo directamente a un precio menor del habitual. Sin embargo, los boletos ya se han agotado.

Al parecer, en algunas ocasiones, el país se apropiaba de las islas para que sus partidarios subieran de nivel, entre los que estaban el ejército, aventureros leales, etc. Era posible que la gente se colase en las islas por su cuenta, pero normalmente las aguas eran demasiado traicioneras para los barcos pequeños. Era como intentar comprar un boleto para el concierto de una estrella del pop.

La Corona está cubriendo mis costes, lo que significa… Espera un momento, ¿las islas forman parte de Melromarc?

Me sentía mal por los pobres aventureros que habían echado del barco sólo para ser compensados con un pequeño pago por incumplimiento de contrato.

―No es necesario que hagáis eso. Si puedo tener un camarote en el que quedarme, no me importa compartirlo, así que no hay problema.

Consideré preguntar si quedaba espacio en los camarotes de los demás Héroes, pero también tenía que pensar en Raphtalia y Filo, ya que seguramente no querrían estar con ellos. No podía olvidar que habíamos terminando gritando y discutiendo cuando intentamos tener una simple conversación en el castillo.

No estaría tan mal si fuera con el grupo de Ren. Pero eran bastantes, por lo que estaba seguro de que no tenían sitio en su habitación. Podría haber espacio en los camarotes de Itsuki y Motoyasu, pero probablemente habría problemas si tratáramos de quedarnos con ellos.

El “guardaespaldas” de Itsuki había empezado una pelea con Raphtalia, y Motoyasu estaba viajando con la Zorra. No había forma de evitarlo; tenía que rendirme. Y así, aceptamos un camarote normal en la parte inferior del barco.

―No es una buena señal, ¿verdad?

―Eso parece.

Terminamos de hablar con el personal y nos dirigimos a nuestro camarote. Nos detuvimos ante él y abrimos la puerta para encontrarnos con…

―Oh, ¡HEY, Niño!

Rápidamente volví a cerrar la puerta. Era el gigante de preescolar de antes.

―Raphtalia, lo siento, pero ¿podrías ir a preguntar al personal si todavía podemos cambiar de camarote?

―¿Por qué? ¿Hay algún problema?

―Oye, Niño, ¿qué pasa?

El tipo abrió la puerta desde el otro lado y asomó la cabeza.

―Ya te he dicho que no me llames “niño”. No soy mucho más joven que tú.

―Supongo que tienes razón. De todas formas, ¿cuál es el problema?

―Oh, nada. Parece que tenemos que compartir habitación.

―¿En serio? ¡Si vamos a compartir habitación, también podríamos ser amigos! ¡Entrad! No os quedéis en ese frío pasillo.

Mostró una cálida sonrisa y nos instó a entrar en el camarote. Su frenética energía tenía algo que me molestaba. Era como una versión acelerada del dueño de la tienda de armas.

Creo que podría volverme loco tratando con él.

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―Permíteme presentarme primero. Soy L’Arc Berg, pero llamadme L’Arc.

Tate no Yuusha no Nariagari Volumen 5 Capítulo 5 Novela Ligera

 

―Es un placer. Me llamo…

―Soy un aventurero. Y ésta de aquí es Therese.

Oh, Dios… Ha hablado a la vez que yo. Claramente estamos compartiendo habitación con un tipo sumamente molesto.

―Encantada de conoceros. Me llamo Therese Alexanderite.

―Yo soy Raphtalia.

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―¡Yyyyy mi nombre es Filo!

―¡Es un placer conoceros a todos!

―Um, disculpa, ¿Therese viene de otro país? Me ha costado entenderla.

―¿Eh? Oh… sí. ¿Therese?

L’Arc llamó a Therese. La chica estiró el brazo y pasó las yemas de sus dedos por la guadaña que colgaba de la cintura de L’Arc. De repente, apareció una bola mágica flotante.

―¿Podéis entenderme ahora?

―Oh, sí. Ahora puedo entenderte a la perfección.

―Jiji. Siento haberlo olvidado. Utilizaré magia para que se me pueda entender, así que, por favor, sed pacientes conmigo.

Guau… No sabía que existiera ese tipo de magia. Pero en realidad supongo que mi escudo ha estado haciendo lo mismo por mí desde que llegué a este mundo. Aunque nadie más tiene un arma legendaria tan conveniente, ¿no?

Me di cuenta de que yo era el único que aún no se había presentado. Bueno, daba igual.

La habitación estaba organizada con tres camas apiladas verticalmente como literas a cada lado de la habitación, una disposición que permitía alojar a seis personas en un mismo camarote. Raphtalia, Filo y yo usaríamos un lado de la habitación. Ellos dos tomarían el otro lado, pero eso dejaría una cama libre.

El personal había sido lo bastante considerado como para no intentar ocupar la última cama, por lo que sólo nosotros cinco terminamos compartiendo la habitación.

―¿Eh? Parece que el barco está zarpando.

Gracias al balanceo del barco alejándose del muelle, sentí como amainaba mi ira. El balanceo se volvió un poco más apreciable, y finalmente el paisaje visible a través de la ventana empezó a moverse. De esta forma, nuestro preocupante viaje lleno de ansiedad dio comienzo. Tal vez sólo me lo estaba imaginando.

―¿Entonces, Niño? ¿Cómo te llamas?

Si no se lo decía, tendría que soportar que me siguiera llamando “niño” durante el resto de la travesía. Si Ren, Itsuki y Motoyasu escucharan mi nuevo apodo, no sé lo que podrían hacer. Decidí que no merecía la pena permitir la existencia de esa posibilidad.

―Soy Naofumi.

―¿Naofumi?

Asentí, y L’Arc soltó una escandalosa carcajada.

―¡Jajaja! ¿De qué hablas? Ése es el nombre del Héroe del Escudo. Si vas a usar un alias, debería ser uno mejor.

―Yo SOY el Héroe del Escudo.

―Lo dudo. El Héroe del Escudo no es un niño.

―¿Cómo dices?

―Escucha. El Héroe del Escudo es un estafador, roba a la gente a la que derrota. No es buena persona.

Supongo que no podía llamarle mentiroso. Cuando Glass derrotó a la Zorra, rebusqué en sus bolsillos y cogí Agua Mágica y Agua Curativa Espiritual. Pero, pese a ello, ¿qué clase de persona diría eso de alguien a quien acaba de conocer? Los humanos son capaces de hacer las cosas más malvadas con una sonrisa. Es absurdo.

¡Justo igual que la Zorra!

―Una criatura inmoral como esa no parecería tan agradable, ¿me equivoco?

―La gente suele decir que no parezco muy agradable.

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―Vamos, déjalo. No eres tan malo, chico. Es sólo que tienes carácter.

Seguimos así una y otra vez hasta que, en algún momento, Raphtalia se llevó las manos a la cabeza y empezó a gemir.

No importa. Supongo que, siendo objetivo, lo más probable es que yo no sea la persona más ética del lugar.

―Ni siquiera sé qué responder a eso…

Murmuró Raphtalia.

―¡Eso es lo que estoy diciendo! A mí, este niño no me parece alguien tan sospechoso.

Supuse que era incapaz de creer en mí. No obstante, no podía soportar permitirle que siguiera llamándome niño.

―Muy bien, ¿qué hay de esto…?

Levanté mi escudo y cambié su forma varias veces, una tras otra, delante de él.

―¿Eso te convence de que soy el Héroe del Escudo?

―En realidad, no. ¿Sabes que no hace mucho cacé a un impostor del Héroe del Escudo que hacía lo mismo todo el tiempo?

―¿Qué?

―Hace poco, tuvimos un problema con un grupo de impostores del Héroe del Escudo. Aparecían por todas partes. Perseguirles y capturarles fue básicamente un trabajo a tiempo completo. Niño, si te soy sincero, te pareces un poco al de los carteles de “se busca”. Aunque ya han sido retirados. Te sugiero que dejes de mentir antes de que alguien te eche del barco.

¿Gente que fingía ser el Héroe del Escudo? Es cierto, los miembros de la Iglesia afirmaban ser el Héroe del Escudo mientras cometían crímenes. Fue un esfuerzo exagerado por manchar mi reputación. Mientras tanto, yo fingía ser un santo con un dios pájaro y había dejado atrás la Ciudad del Castillo mientras viajaba por la periferia del país vendiendo productos, por lo que logré mantenerme alejado de las garras de la Iglesia durante un tiempo.

Ahora que pienso en ello, el sumo sacerdote utilizó una réplica de un arma legendaria. Era muy poderosa, pero lo que más me llamó la atención fue que, al igual que mi escudo, era capaz de cambiar de forma. Así que, como mínimo, debía ser posible para ellos duplicar la apariencia de un arma legendaria.

Maldita sea. Si mi escudo no le convence de mi autenticidad, entonces me he quedado sin ideas.

Supuse que me creería porque me parecía al dibujo de los carteles, pero al parecer estaba decidido a dudar de mí. Claro que un rostro japonés era raro en este mundo, pero de vez en cuando veías gente así. ¿Cuál era la razón de esto?

Ya se habían invocado Héroes en el pasado, de hecho, eran invocados periódicamente. Algunos de ellos debieron haber dejado descendencia en este mundo. Eso lo explicaría.

Si había otras personas fingiendo ser el Héroe del Escudo y también parecían ser japoneses, ¿cómo se suponía que iba a demostrar quién era?

Tal vez pueda obtener un impreso oficial de la reina. Pero creo que Filo sería prueba suficiente para cualquier escéptico. Raphtalia también… Probablemente los ciudadanos han oído hablar de la hermosa demi-humana tipo mapache que acompaña al Héroe del Escudo.

En realidad no podía explicar por qué, pero sentía que L’Arc no me creería incluso si le mostrase la forma de monstruo de Filo. Si había visto los carteles de “se busca” y esa bola de cristal que contenía un vídeo de mí, y AUN ASÍ no me creía, era probable que fuese simplemente un idiota.

Había aprendido a leer la personalidad de la gente en el tiempo que fui comerciante ambulante, y esa intuición me estaba diciendo que este tipo era un poco lento de entendimiento. Así que simplemente me rendí.

―Claro. Está bien. Ya no me importa. Llámame como quieras.

―Eres muy vago, ¿no crees, Niño?

―Nada de lo que diga o haga va a cambiar tu forma de pensar, así que me rindo.

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―Naofumi-sama, cuida tu forma de hablar.

―No, gracias. No tengo energía para hacerlo.

―Vale, está bien. Encantado de conocerte, Niño del Escudo.

De todas formas, sólo teníamos que entretener a este idiota mientras durase el viaje, de modo que no era tan importante corregirle.

Y así, acabamos compartiendo habitación con unos aventureros desconocidos mientras nuestro barco avanzaba lentamente hacia las islas Cal Mira.

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