Tate no Yuusha no Nariagari (NL)

Volumen 3

Capítulo 14: De Nuevo en el Camino

 

 

―¡Te cortaré la cabeza!

La Basura no estaba demasiado contento con mi comportamiento.

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―¡Oh-oh! ¿Cómo vas a llevarme hasta la guillotina?

Se produjo un titubeo cuando los caballeros empezaron a avanzar poco a poco hacia mí desde sus puestos alrededor del trono.

―Chicos, ¿lo habéis olvidado? Yo soy quien derrotó al enemigo, el que es suficientemente fuerte para derrotar a los otros héroes.

Preparé mi escudo y me enfrenté a los caballeros. Todos ellos dejaron de moverse.

Yo era un héroe después de todo. Todos sabían que había sobrevivido a la ola en la que los demás habían caído, así que ¿por qué iban a arriesgarse a acercarse más? Aunque lo que no sabían es que en parte estaba haciendo teatro…

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―¡¿Qué estáis haciendo?! ¡Matad a este estúpido insolente!

―Oye, tú.

Me giré hacia él y hablé amenazadoramente.

―¿No lo entiendes? Soy lo bastante fuerte como para asaltar este castillo, matarte y salir de aquí ileso. Lo sabes, ¿verdad?

―Uh…

El Rey Basura se vio bastante molesto.

―Si no me crees, puedo demostrarlo.

Aprendí que los trucos y las amenazas eran necesarios para negociar con efectividad en este lugar. Tenía que usar todas las herramientas disponibles si iba a reprimir a la Basura.

―Esos héroes de los que dependes fueron derrotados por el enemigo, ¡un enemigo al que yo vencí! ¿Acaso quieres convertirte en el siguiente?

―Uuuuggh…

Estaba tan enfadado que empezó a rechinar los dientes.

―La única razón por la que puedes hablar de esa forma…

―Te mataré si tocas a los miembros de mi equipo.

Pensé que lo mejor sería decirle cómo resultaría eso.

Dama de Hierro era una habilidad muy poderosa. Había derrotado al devorador de almas, por lo que sabía que era capaz de matar seres de tipos muy distintos. Como mínimo podía usar la Auto-maldición Ardiente y dejarles a todos algunas quemaduras graves.

La cara de Basura estaba pálida. Al parecer, finalmente había comprendido cuál era su lugar.

―No vuelvas a llamarme o a hablarme de nuevo, Basura. Cuando terminen las olas, me largaré de aquí. Hasta entonces, haré lo que tengo que hacer. Pero no te interpongas en mi camino.

No podía andarme con rodeos cuando le amenazaba, y tampoco gastar mi último recurso. Debía reservarlo para cuando no tuviese ninguna otra opción. Si le matase aquí y ahora, no cambiaría nada. Quienquiera que estuviese tirando de los hilos entre bastidores, simplemente aparecería y tomaría su lugar. Aun así, en el caso de que me viera obligado a pelear contra los demás héroes directamente, no sabía si sería una pelea que yo pudiese ganar. Y si tuviese que combatirlos a la vez, menos todavía.

―Hasta la vista.

Me di la vuelta y dejé el trono atrás.

―¡No te lo perdonaré! ¡¡¡¡¡¡¡¡No te lo perdonaré, Escudo!!!!!!!!

Sus gritos resonaron por todo el castillo.

―¡¡¡¡Ya somos dos!!!!

Grité mientras salía de la sala.

***

 

 

Salí del castillo, y me encontraba bajando las escaleras cuando me crucé con una mujer que parecía ser de la nobleza. Se ocultaba la boca con un abanico y llevaba un vestido con aspecto de ser caro. No podía ver toda su cara, pero me pareció que era hermosa.

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Me pregunté qué edad tendría. Probablemente poco más de veinte años. Su cabello era púrpura, un color bastante raro.

―Agradezco su duro trabajo, mi señor.

¿Mi señor? Mierda, casi me giro a mirar. ¿Eh? La mujer estaba además acompañada por la joven princesa.

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―Ah.

La ignoré y seguí andando. No tenía nada que decirle a la hermana pequeña de la Zorra.

―Melty-sama…

―¡Lo entiendo, gracias!

Sí, en ese momento no le di importancia y seguí caminando. Nunca me habría imaginado, ni siquiera en mis sueños más disparatados, que la joven princesa sería la llave que abriría la puerta hacia un cambio radical.

Por cierto, Raphtalia y Filo estaban esperándome en el atrio principal. Al parecer creyeron que yo podría causar un alboroto y planearon seguirme durante todo el tiempo. No sabía si debía alegrarme de que me entendieran tan bien o molestarme por ello.

Abandoné el castillo y lo primero que hice fue pasar por la tienda de armas para ver si ya estaba preparado el carruaje que había encargado.

―Chico. El carruaje ya está listo para partir.

―Eso ha sido muy rápido. Viejo, sí que trabajas deprisa cuando hay dinero de por medio. Terminas todo lo que te pido muy rápidamente.

―Yo tan sólo lo he organizado todo. Tengo amigos que me ayudaron con el trabajo. ¡En realidad el carruaje no lo he hecho yo!

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Sí, supongo que tenía sentido que conociese algún herrero local que le ayudara.

―Estaba pensando que eres uno de esos tipos que pueden hacer que ocurra cualquier cosa si les pagas el precio adecuado.

―Chico, te juro que es deprimente escucharte hablar así. No soy joven y hábil como tú.

―Yo no soy hábil.

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¿Qué clase de persona se creía que era yo?

―Está aparcado atrás. Ven a echarle un vistazo.

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―Claro, no puedo esperar más. A propósito, estaba pensando en la espada de…

Antes de que pudiera terminar la frase, Raphtalia me tiró de la mano.

―¿Qué pasa?

―No hace falta que menciones la espada. De todos modos, tengo una de repuesto, así que ahorremos todo el dinero que podamos por ahora.

―Umm… Bueno, si realmente piensas eso, supongo que podemos hacerlo.

El ataque de Filo se había vuelto tan poderoso que ahora era ella quien estaba causando la mayor parte del daño. Si Raphtalia accedía tomar un papel de apoyo, entonces debería estar bien. Y probablemente pensaba que podríamos encontrar una espada mejor que cualquiera que el viejo pudiese hacernos.

Fuimos a la parte de atrás de la tienda y, como era de esperar, allí había un gran carruaje de metal esperándonos.

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El carruaje era metálico, como digo. Hasta el techo era de metal. Me recordó a un pequeño carro de hojalata que me compraron mis padres de niño, sólo que éste era de tamaño real.

―¡Guau!

Los ojos de Filo titilaban, abiertos de par en par. Nunca la había visto tan emocionada. Se aproximó tambaleándose hacia la parte frontal del carruaje, y estiró la mano lentamente hacia las riendas.

―Puedo tirar de él, ¿verdad?

―Claro.

―¡¡Sííí!!

Sus ojos ahora estaban centelleando, y preparó su conexión a las riendas. Estaba tan excitada que pareció que podría explotar en cualquier momento.

―Carguémoslo primero.

―Entendido.

―¡Valeee!

Fuimos al viejo carro, sacamos de él toda la carga y lo movimos todo al nuevo carruaje. No pude evitar darme cuenta de que estábamos gastando más y más tiempo moviendo cosas y cargando equipaje.

―¿Qué te parece, chico?

El viejo asomó la cabeza para ver cómo nos iba. Le mostré un pulgar hacia arriba diciéndole “buen trabajo”.

―Es justo lo que quería.

―Estupendo. Aunque tengo que decir que se ve muy pesado. ¿Crees que la chica pájaro podrá manejarlo?

―¡Sí!

―No hay problema. Estuvo arrastrando el otro carro con tres carros más unidos a la parte trasera.

―Impresionante.

―Incluso veo que podría empezar a quejarse de que no pesa lo suficiente.

―¿Sabes cuáles son los que más me gustan? ¡Los que son pesados!

¿Tal vez era cosa de filolials? ¿Competían para ver quién llevaba los objetos más pesados y duros?

―Ajajaja. ¡Sí que puedes hacerlo! Hey, me he estado preguntando algo. ¿A dónde iréis ahora?

―¿A qué te refieres?

―Lo he oído todo acerca de lo que pasó. ¿Has hecho alguna locura en el castillo?

El viejo parecía un poco preocupado.

―Vaya, eso sí que ha sido rápido.

―Los rumores son el condimento de la vida.

―Como sea. La Basura estaba comportándose como un loco otra vez, así que tuve que asegurarme de que conociese cuál es su lugar.

―Estaba seguro de que harías algo así algún día, chico.

―Me alegra no haberte decepcionado.

―Habría preferido que me defraudaras un poco, en realidad.

―Genial. Bueno, para responder a tu pregunta, estoy pensando en dirigirme a Siltvelt o a Shieldfreeden para que podamos ascender de clase.

Claro que podría haber vuelto a amenazar a la Basura para obtener el permiso de utilizar el Reloj de Arena del Dragón de la Ciudad del Castillo, pero necesitaba que Filo y Raphtalia ascendieran de clase, y no quería ponerlas en peligro innecesariamente.

Todavía no entendía del todo lo que implicaba el proceso de ascenso de clase, pero los que administraban el Reloj de Arena del Dragón, al parecer, se habían mostrado tan preocupados por ello que se inventaron todas esas normas y regulaciones para controlar nuestro acceso. Si iba a resultar así de molesto, entonces parecía que la mejor forma de ascender de clase sería simplemente dirigirse a otro país en donde pudiésemos tener vía libre para hacer lo que quisiéramos.

―¿Sabes, chico? Llevaba un tiempo pensando que acabarías yendo por esa dirección.

―¿En serio?

Estaba asintiendo con aprobación. Me pregunto qué quiso decir.

―Yo sugeriría Shieldfreeden. Siltvelt podría volverse un poco… loco.

―¿A qué te refieres?

―Bueno, allí la supremacía les pertenece a los demi-humanos, y convierten a los humanos en esclavos. Es más o menos lo opuesto a Melromarc.

Ahora lo entiendo. Considerando que yo era humano, probablemente no sería la mejor opción.

―Sin embargo…

―Gracias por la advertencia. Nos dirigiremos a Shieldfreeden.

Terminamos de cargar el carruaje y subimos a bordo.

―De acuerdo. Bien, estaré esperando veros de nuevo la próxima vez que vengáis a la ciudad.

―Claro. La próxima vez que te vea probablemente estaré buscando un equipamiento que sea bueno contra monstruos de tipo fantasma y espíritu.

―Ya veo. Suena como si hubieses avanzado lo suficiente como para preocuparte por monstruos como esos. Me aseguraré de tener las cosas que necesites.

―Me gustaría reunir materiales personalmente para reducir los costes.

―Puedes hacer lo que quieras, chico. Sólo hazme el favor de no aparecer diciendo que lo necesitas todo en veinticuatro horas. Te diré dónde conseguir los materiales, si quieres.

―Entendido. Me aseguraré de que tengas tiempo suficiente. Vale, nos vamos. Hasta otra, viejo.

―Adiós.

Filo comenzó a tirar de las riendas. Nuestro principal objetivo era ascender de clase. Con Filo llevándonos, podríamos llegar a nuestro destino en dos semanas. Sería un viaje largo, pero era lo mejor.

―¡Ahí está!

Se oyó una fuerte voz que provino desde el exterior de las puertas. Mientras abandonábamos la Ciudad del Castillo, fuimos abrumados de repente por el sonido de alguien dando golpes a las paredes del carruaje de metal.

―¡Te encontré!

―¿Eh? ¡Mel!

―¿Qué?

Hice que Filo se detuviera y miré afuera. La joven princesa estaba ahí, con las cejas arqueadas y señalándome con un dedo. Tras ella había una multitud de soldados. Eran los caballeros cuyas voces habíamos escuchado.

―¡Por favor, vuelve al castillo!

―¿Qué? ¿Así sin más?

―¡Te estoy pidiendo que regreses al castillo y tengas una conversación de verdad con mi padre!

La pequeña mocosa se estaba volviendo insoportable. Yo ya no tenía nada que discutir con la Basura.

―Tu padre está equivocado en todo. Yo no. Por lo menos sabemos eso.

―¡¿Qué ha sido eso?!

¿Necesitaba tanto tiempo para entenderlo? Era la hermana pequeña de la Zorra. ¿Por qué debería perder el tiempo hablando con ella?

―Dile esto a tu padre: puedo matarte en cualquier momento. Dile que siempre tenga miedo de mí.

―¿Por qué? ¿Por qué tienes que decir cosas tan horribles? ¡Por favor, contéstame!

―¡Porque tu padre es un pedazo de mierda! No malgastaré mi tiempo hablando con la Basura. ¡Tus padres son lo PEOR!

―T-Tú… ¡No te lo perdonaré! ¡Mi madre estaba equivocada! ¡El Héroe del Escudo es un idiota!

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Uno de los caballeros dio un paso adelante.

―Jeh. ¿Quieres pelear contra mí? Filo…

―¿Qué?

―Vámonos.

―Pero… ¡quiero jugar con Mel!

―No puedes.

―Pero…


―¡VAMOS!

―Vale… ¡Adiós, Mel!

Filo asintió, se giró hacia el camino y salió corriendo.

―¡Hey, espeeeeeeeeraaaaaaaa!

Los gritos de la joven princesa se desvanecieron. La Ciudad del Castillo realmente estaba llena de basura. Aparte de comprar cosas necesarias, no había ninguna otra razón para ir allí.

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