Goblin Slayer

Volumen 5

Capítulo 2: Combate en Masa

Parte 2

 

 

—¡Orcbolg…!

La elfa mayor fue la primera en hablar, sus orejas se movían nerviosamente.

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Por el camino, no muy lejos, algo de humo se elevaba. ¿Quizás era del fuego de alguien cocinando? No.

—¿Goblins?

—Un pueblo. Fuego. Humo. El olor a quemado. Ruido, gritos… ¡Parece probable!

—Así que son goblins.

Goblin Slayer asintió en respuesta, y sin dudarlo un momento, tomó el pequeño arco en su espalda. Moviéndose rápidamente ahora, tensó la cuerda con una mano practicada, luego puso una flecha en el arco, listo para disparar.

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Nadie tuvo que dar la orden: todo el grupo entero lo siguió inmediatamente. Los goblins atacando el pueblo estaban empeñados en robar; ni siquiera habían puesto centinelas y aún no sabían de los aventureros que se acercaban.

¿Cómo castigaría el grupo a los goblins por darles tontamente tal ventaja?

—Goblin Slayer, señor —, dijo seriamente la sacerdotisa, a pesar de su difícil respiración y de su rostro dibujado con nerviosismo, —¿Debería preparar mis milagros?

—Hazlo.


—¡Bien!

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La sacerdotisa había sido una aventurera durante ya un año. Cierto, todo lo que había hecho era matar goblins, pero la densidad de sus aventuras era mucho mayor que la de la mayoría de los novatos. Por eso no tenía que preguntar qué milagro preparar, sino sólo si debía prepararse. Después de todo, conocía a Goblin Slayer desde hacía más tiempo que a los demás miembros del grupo.

—Oh Madre Tierra, que rebosas de piedad, por el poder de la tierra, concede seguridad a quienes son débiles.

Sostuvo su bastón contra su pecho y rezó implorando a su diosa. Era una actividad lo suficientemente intensa como para arrancar parte de su alma. Un verdadero milagro, que permitió que su conciencia tocara la de los dioses en el cielo.

Una luz tenue pero pura descendió del cielo, rodeando a Goblin Slayer y al sacerdote lagarto. Este era el milagro Protección, el cual había salvado a Goblin Slayer y a los demás en más de un momento de crisis.

El sacerdote lagarto corrió, pisoteando el suelo, entrecerrando los ojos mientras la fosforescencia lo rodeaba.

—¡Hmm! Tu Madre Tierra es realmente capaz de hacer milagros. Si ella fuera una naga, quizás me uniría a su culto. Ahora, entonces…

Él ya había terminado su oración a sus terribles antepasados, los nagas, y un colmillo pulido como una espada estaba en su mano. El sacerdote lagarto tenía la agilidad suficiente para cargar hacia el enemigo en cualquier momento. Ahora miró sospechosamente a la aldea y gritó, —Milord Goblin Slayer, ¿deberíamos atacar a los goblins o proteger a los aldeanos?

Él respondió calmadamente, —Ambos, por supuesto.

La elfa emitió una exhalación admirativa. Miró cada centímetro del rastreador mientras corría, con su arco en mano.


Mientras él mismo evaluaba la situación, Goblin Slayer le dijo al sacerdote lagarto, —¿Cómo ves la situación?

—…No muy bien, me temo. — El lagarto era un sacerdote guerrero veterano, y su juicio llevaba el anillo de la autoridad. —No oigo el resonar de las espadas. Eso significa que la batalla ha terminado; ahora están concentrados en robar.

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—Si creen que han ganado, eso los hará vulnerables. No sabemos su fuerza, pero…

Pero eso era normal en este grupo. Goblin Slayer no dudó.

—Entraremos por el frente.

—¿Guerreros colmillo de dragón?

—No. Te explicaré por qué más tarde. — Entonces Goblin Slayer aceleró su paso. La sacerdotisa tenía las manos ocupadas tratando de mantener el ritmo, mientras que el chamán enano sacaba la barbilla, corriendo tan rápido como podía.

Goblin Slayer no era de los que engañaban. Si dijo que lo explicaría, entonces lo haría. Por eso ninguno de los miembros del grupo se opuso. De todos modos, no había tiempo para discutir. Su grupo no tenía un líder como tal, pero cuando se trataba de luchar contra goblins, ¿a quién más iban a seguir?

—No uses pociones. Pero no te contengas con tus hechizos.

—¡Lo tengo! — La respuesta vino de su lanzador mágico, el chamán enano. —¿Supongo que depende de mí qué hechizos usar? — Mientras corría tan rápido como podían sus pequeñas piernas, el enano ya estaba metiendo la mano en su bolsa y rebuscando entre sus catalizadores.

Incluso si habían muchos enemigos, las posibilidades de que alguno llegara a usar magia eran escasas, y no sólo porque se tratara de goblins. Era simplemente la manera del mundo. El hecho de que tres de los cinco miembros de su grupo fueran hechiceros era una señal de lo bendecidos que eran.

—Sí, te lo dejo a ti. — Goblin Slayer asintió, y luego miró a la elfa. —Encuentra terreno elevado y mira lo que está pasando. Serás nuestro apoyo.

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—Suena bien. — Ella hizo una sonrisa de satisfacción como un gato feliz. Con un elegante movimiento, preparó su enorme arco y puso una flecha.

Todo estaba listo. Manteniendo sus ojos hacia adelante mientras avanzaban, Goblin Slayer dijo, —El primero, uno.

Una flecha voló silenciosamente por el aire, enterrándose en la base del cráneo de un goblin que estaba apostado en la entrada de la aldea.

—¡¿ORAAG?!

El goblin con muerte cerebral se cayó hacia delante, pero no estaba claro si alguno de sus compañeros lo notó.

—¡N-nooo!! ¡Ayúdenme, ayúdenme! ¡Hermana! ¡Hermana mayor!!

Porque en ese momento, estaban ocupados sacando a una chica fuera del barril donde se había estado escondiendo. Ella gritó y pateó, pero la tenían agarrada del pelo; los goblins no parecían haber captado la situación todavía.

En el mismo instante en que el primer goblin cayó muerto, las flechas con punta de brote empezaron a caer como la lluvia, clavándose en los ojos y cuellos.

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—¡Oye, Orcbolg! ¡No es justo empezar antes! — La elfa, con sus labios fruncidos, ofreció casi tantas quejas como flechas. Una vez que derribó los goblins, saltó del barril a la columna y luego al techo. Era una hazaña que sólo podría haber sido posible para un elfo, nacido y criado en los árboles, una increíble muestra de acrobacia.

—¿Qué? ¿Eh…? — La muchacha de la aldea miró con incredulidad.

Mientras Goblin Slayer acercaba, dijo brevemente, —Somos aventureros.

La chica era todavía joven, no podía tener más de diez años. Su ropa era sencilla, pero estaba hecha de piel; claramente ella había sido bien cuidada. Cuando ella vio la placa plateada que colgaba del cuello de Goblin Slayer, sus ojos se llenaron de lágrimas.

Plata. Eso significaba que era un aventurero de tercer rango. El rango de un aventurero representaba sus habilidades, así como cuan bien social había hecho. Era el tipo más importante de identificación en la frontera.

Goblin Slayer no se distrajo ni por un segundo; miró a su alrededor, hablando rápidamente. —¿Dónde están los goblins? ¿Cuántos hay? ¿Qué les pasó a los otros aldeanos?

—Er, um, yo… es decir, yo no… no sé… — El terror y el arrepentimiento drenaron el color del rostro de la niña, y ella sacudió su cabeza. —Pero todos… se reunieron en la plaza del pueblo… Mi hermana mayor, dijo… dijo que nos escondiéramos…

—No me gusta —, escupió Goblin Slayer, preparando una nueva flecha de su carcaj. —No me gusta nada de eso.

Su susurro contenía una gran cantidad de emociones. La sacerdotisa le echó una mirada penetrante, pero eso no le impidió arrodillarse ante la niña.

—Está bien —, dijo ella. —Ayudaremos a tu hermana, estoy segura.

—¿En serio?

—¡En serio! — La sacerdotisa golpeó su pequeño pecho y sonrió como una flor floreciente. Acarició suavemente a la niña temblorosa en la cabeza, mirándola a los ojos mientras le mostraba el símbolo de la Madre Tierra. —¿Ves? Yo sirvo a la diosa. Y…

Sí, y…

La sacerdotisa agitó su cabeza. La niña siguió su mirada cuando la sacerdotisa miró hacia arriba. La sucia armadura. El casco de aspecto barato. Un guerrero humano.

—Y Goblin Slayer nunca perdería contra un goblin.

Goblin Slayer miró a la niña y a la sacerdotisa, y luego miró a la aldea, donde se podían escuchar los sonidos del saqueo.

—El enemigo aún no se ha fijado en nosotros. Vamos.

—Espera, es peligroso. — El sacerdote lagarto ofreció sombríamente su visión de la situación. —Goblins o no, el enemigo parece estar organizado. No debemos arriesgarnos demasiado.

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—Su disposición a atacar a plena luz del día sugiere que puede haber tipos avanzados de goblins con ellos —, dijo Goblin Slayer.

Así que tal vez no deberían dejar que ninguna información vuelva al nido.

Después de un momento, Goblin Slayer cogió las flechas, destinadas a matar lentamente, y las devolvió a su espalda. A cambio, desenvainó la familiar espada con su extraña longitud.

—No quiero arriesgarme a que ninguno de ellos escape, pero será difícil mantenerlos contenidos en la plaza.

—En ese caso, déjame encargarme de la plaza del pueblo, eliminaré a todos con magia. — El chamán enano golpeó su vientre como un tambor.

—Hmm —, murmuró Goblin Slayer, girando el cadáver del goblin con su pie y dejándolo boca arriba.

Una piel cruda. Por arma, un hacha pequeña que debe haber sido robada de algún lado. Su color era bueno; no mostraba señales de estar hambriento.

—Depende de los números. — Goblin Slayer tomó el hacha de la mano del goblin, fijándola a su cadera. Levantó la vista y vio a la elfa haciendo una seña desde los tejados. Sus largas orejas se agitaban; deben haber estado tratando de leer la situación por el sonido.

—¡Cinco o seis en la plaza! —, gritó con voz fuerte y clara, y Goblin Slayer asintió.

—¿Cuántos hay en el pueblo en total? ¿Cuántos puedes ver?

—Hay muchas sombras, así que es difícil contarlos. Pero yo diría que no más de veinte.

—Así que esto es sólo una unidad avanzada —, dijo Goblin Slayer y rápidamente comenzó a formular una estrategia.

Supongamos que hay menos de veinte goblins, incluyendo los tres que habían matado antes. Había seis en la plaza. Eso significaba menos de catorce en todo el perímetro, ocupados al saqueo. Sólo era una suposición, pero probablemente no estaba lejos de la realidad.

Ante el gran número de enemigos, dividir tu propia fuerza era lo más estúpido que podías hacer, pero la situación lo requería.

—Nos separaremos. Plaza y perímetro.

—En ese caso, me dirigiré a la plaza con el maestro lanzador de magia —, ofreció el sacerdote lagarto.

—Está bien. — Goblin Slayer asintió.

La elfa, que había escuchado la conversación desde su lugar en la azotea, habló sin apartar los ojos o los oídos de la aldea. —¡Supongo que seré tu apoyo, enano!

—¡Suena bien, Orejas largas! — El chamán enano tomó un trago de su petaca y se limpió la boca con su guantelete, luego golpeó el vientre del sacerdote lagarto como si fuera un tambor. —¡Entonces, Escamoso! ¿Nos vamos?

Mientras se iba, el sacerdote lagarto golpeó a Goblin Slayer en el hombro con una poderosa mano. —Le deseo éxito en la batalla, milord Goblin Slayer.

—……

Goblin Slayer no dijo nada, pero al final asintió y empezó a moverse. Su paso era despreocupado, pero no hacían ruido. Se estaba acercando al lado de la casa, donde la sacerdotisa estaba con la niña que habían salvado.

—… ¿Está bien la niña?

—Sí. Creo que ahora está un poco menos asustada. — La sacerdotisa sonrió con optimismo. Frente a ella, la niña estaba acurrucada en el suelo, profundamente dormida. Los aventureros habían llegado, y ella les había hablado acerca de su hermana, quizás necesitaba descansar su mente después de todo eso.

—¿Qué deberíamos hacer?

—No tenemos más tiempo para preocuparnos por ella.

—Oh… — Pero antes de que pudiera decir algo más, una mano enguantada y áspera recogió a la niña. Goblin Slayer la depositó en el barril cercano. Luego sacó una manta de su bolsa y se la puso encima. Ella no estaba exactamente a salvo, pero este era el lugar que su hermana mayor había elegido. Tal vez eso la ayudaría a relajarse.

¿Dónde estaban la Madre Tierra y el Dios Supremo para que no respondieran a las oraciones de una niña pequeña?

—…Esto tendrá que servir —, murmuró Goblin Slayer.

—Sí —, dijo la sacerdotisa asintiendo ligeramente. Su mano derecha sostenía su bastón, pero la izquierda deambulaba por el aire, hasta que ella la colocó vacilantemente sobre la espalda de Goblin Slayer. —Estoy seguro de que… está bien.


—…Sí. — Goblin Slayer asintió. Luego fortaleció su agarre en su espada, levantó su escudo y miró hacia adelante. La aldea estaba ardiendo, y había goblins que matar. —Vamos.

—¡Sí, señor! — La sacerdotisa respondió sin dudarlo mientras agarraba su bastón con ambas manos. Ella no se opondría a nada de lo que él le pidiera que hiciera. Después de todo, él era la persona que le había salvado la vida.

Ella era muy consciente de que sus habilidades aún no eran grandes, que seguía siendo lamentablemente inexperta. Pero incluso así…

—No te preocupes. ¡Te cuidaré la espalda!

De esta forma, la batalla comenzó.

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