Goblin Slayer

Volumen 5

Capítulo 2: Combate en Masa

Parte 3

 

 

Goblin Slayer y la sacerdotisa se deslizaban como sombras a lo largo de un sendero nevado rodeado de casas de troncos. El sol, asomándose intermitentemente a través de las nubes, ya había empezado a ocultarse, y pronto sería el crepúsculo. La hora de los goblins. A este pueblo no le quedaba mucho tiempo.

La sacerdotisa tragó aire mientras corría. —Nunca he luchado… en un pueblo antes…

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—No hay tantos obstáculos como en una cueva. Vigila las sombras y ten cuidado con los ataques desde arriba. — Mientras hablaba, Goblin Slayer levantó su espada y la lanzó. Voló por el aire, atravesando el pecho de un goblin que se había subido a un tejado.

—¡¿ORAAG?!

La criatura gritó y cayó al suelo. Goblin Slayer sacó un hacha de su cinturón. Con un movimiento de su muñeca la hizo caer con más fuerza que una espada de una mano. Lo enterró en el cráneo del goblin retorciéndose en el suelo.

—¡¿GAAROROROROOOORG?!

Le dio una larga y asfixiante sentencia de muerte. Goblin Slayer parecía complacido con el sonido. No está mal.

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—Ya van cuatro.

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—Ya que hay seis en la plaza, eso significa que quedan menos de diez, ¿no?

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La sacerdotisa cerró sus ojos con fuerza, ofreciendo una oración a la Madre Tierra para que el pequeño demonio no se perdiera en el camino hacia la otra vida.

Todos los seres mortales morían una y sólo una vez; en esto, todos eran iguales. La muerte era la cosa más amable e igualitaria de este mundo.

—Sí. Y no tenemos mucho tiempo para buscar. — Goblin Slayer trotó hasta una intersección, y luego se acercó a la sacerdotisa como si le pidiera que le cuidara la espalda. Al estar de repente tan cerca de él, su corazón comenzó a latir con fuerza, aunque ella sabía que esto era completamente platónico.

—Se habrán dado cuenta del grito. Vendrán pronto. Prepárate.

—¡Oh, c-claro!

La sacerdotisa asintió, agarró su bastón con firmeza, y puso sus manos contra su pecho.

Tal vez el correr y el nerviosismo explicaban su elevado ritmo cardíaco y su rostro extrañamente caliente. No había tiempo para pensamientos ociosos ahora, se dijo a si misma.

—Cuidado con tus pies. Si te resbalas en la nieve, morirás. Y cuidado con las hojas envenenadas.

—Vale. Um… — La sacerdotisa lo miró interrogativamente. Coberturas. Arriba. Sus pies y armas envenenadas. —Así que lo que realmente quieres decir es… Ten cuidado con todo, como siempre.

—Mm —, Goblin Slayer gruñó.

Ella sintió como si él asintiera, aunque no lo vio, y eso trajo una sonrisa a su rostro.

—Eso no es muy orientativo.

—Lo siento.

—Dios. Tú… realmente no tienes remedio, ¿verdad? — Ella rio, pero principalmente con la esperanza de enmascarar lo asustada que estaba.

Esta era solo una de las muchas veces que ella y Goblin Slayer habían luchado juntos, sólo ellos dos. Pero era, quizás, la primera vez que ella estaba en el frente con él de esta manera.

Su grupo incluía a cinco personas ahora. Goblin Slayer era su único especialista de primera línea, pero el sacerdote lagarto también era un luchador. Una especialista en la retaguardia como ella tenía muy pocas oportunidades de experimentar todo el peso del combate. Ella tuvo que admitir que de vez en cuando se había vuelto impaciente por ser protegida por los demás, pero aún así…

Eso no importa. Tengo que asegurarme de hacer mi trabajo.

Y de todos modos, ella apreciaba que todos la cuidaran.

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Ella agarró su bastón aún más fuerte; vio formas moviéndose, oscurecidas por la nieve apilada.

—Parece que están aquí.

—Haz movimientos pequeños con tu arma. Todo lo que necesito es una distracción. Yo puedo dar el golpe final.

—¡Sí, señor…!

Y luego no hubo más tiempo para conversar.

Los goblins, viendo que sus oponentes eran sólo dos, y uno de ellos una mujer, asaltaron la intersección desde las cuatro direcciones a la vez.

—¡GAAORRR!!

—¡GROOB!!

—¡Cinco…! — Dijo Goblin Slayer golpeando, al primer goblin que se lanzó a atacar, con su hacha tan fácilmente como si estuviera cortando leña.

—¡¿GOROB?!

El monstruo cayó al suelo, el hacha aún estaba enterrada en su frente. Sin disminuir la velocidad, Goblin Slayer dirigió su escudo contra la criatura a la izquierda. El afilado y pulido borde hacía las veces de arma, y evocó un grito ahogado del segundo goblin cuando le abrió la cabeza.

La segunda criatura tropezó hacia atrás. Goblin Slayer no dudó en coger la daga que el goblin había escondido en su sucio taparrabos.

—¡Hrr!

Pateó al goblin en el estómago y lo mandó a volar, y luego canalizó la fuerza para lanzar la daga que había robado. Voló directo a un goblin que corría hacia ellos con una pica. La criatura empezó a rasguñar la daga que de repente se había clavado en su garganta, y luego colapsó.

—Seis.

Pisó el cuerpo del primer goblin que había matado y extrajo el hacha, y luego la plantó rápidamente en la desafortunada cabeza de la segunda criatura, la cual había estado luchando por levantarse.

—¡Siete!

La lucha era de varios contra sólo dos, pero uno de ellos era Goblin Slayer. Él se concentraba en lo que tenía enfrente, dejando su vulnerable espalda a la sacerdotisa. No había barricadas desde los que los monstruos pudieran atacar; podía ver en las cuatro direcciones, y eso era todo lo que necesitaba. No había enemigo más fácil de dominar que los goblins que habían dejado su territorio.

—¡Hah! ¡Yah!

La sacerdotisa, sudando por su frente, hacía pequeños y rápidos movimientos con su bastón. No se diferenciaban de la danza que había aprendido por el ritual que había realizado en el festival; recurrió a sus largas horas de práctica mientras luchaba.

No estaba dando a los goblins ningún golpe serio; sólo los mantenía a raya. Asegurándose de que se quedaran atrás. Dándoles algo en lo que pensar. Ella sólo quería asegurarse de que no se acercaran demasiado. Ella podría haber sido capaz de retenerlos aún más si hubiera hecho oscilaciones más amplias, pero se arriesgaba a que uno de ellos encontrara una abertura, y entonces todo habría terminado.

Además, tengo a Goblin Slayer detrás de mí.

Él la estaba cuidando a ella y ella a él. Ella sintió alivio y sentido del deber, los dos mezclándose en una extraña excitación.

—¡Ah…! — De repente, sintió que Goblin Slayer empezaba a moverse a la derecha. Sin dudarlo un instante, ella lo siguió. Giraron, como en un baile, de modo que ahora él estaba mirando hacia donde ella había estado.

—Ocho… ¡Nueve!

El hacha de Goblin Slayer comenzó a cortar a los goblins que la sacerdotisa había retenido. No importaba cuántas veces ella lo escuchara, la chica nunca se acostumbraba al sonido de una pesada hoja cortando a través de la carne y el hueso. Sobre todo cuando se enfrentaba a goblins, sus ojos brillaban con codicia y odio, arrastrándose sobre los cadáveres de sus compañeros para llegar a ella.

El terror escalofriante de aquella primera aventura aún no la había abandonado. Y probablemente nunca lo haría.

—¡¿Ya…ah?!

Hubo un *thock* cuando uno de los goblins alcanzó el extremo de su bastón. Un momento de lucha, y pronto comenzó a mostrar la ventaja del goblin. Incluso el monstruo débil podía dominar los delgados brazos de la sacerdotisa. Con su fuerza, el goblin podría fácilmente derribarla y arañarle la garganta.

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La sacerdotisa se puso pálida; la imagen de una de los antiguos miembros de su grupo, una maga que había encontrado un final espantoso, apareció en su mente.

—¡Oh Madre Tierra que rebosas de piedad, concede tu sagrada luz a los que estamos perdidos en las tinieblas!

—¡¿GORRUURUAAA?!?!

Pero ella no dejaría que terminara así. Desde entonces había adquirido una gran cantidad de experiencia. El milagro Luz Sagrada quemó los ojos del goblin sin piedad. La criatura cayó hacia atrás, agarrándose la cara, y el bastón de la sacerdotisa casi saltó devuelta a ella.

El milagro no hacia ningún daño, pero todo tenía sus usos. Aquellos sin imaginación fueron los primeros en morir. Eso era algo que había aprendido de Goblin Slayer.

—¡Diez…!

Y Goblin Slayer, por supuesto, no era de los que dejaban escapar a un goblin que le había dejado una abertura. El hacha pareció cambiar de lugar con ella; cortó limpiamente la garganta del goblin. El monstruo hizo espasmos y rodó por el suelo. Su cuello colgaba en un extraño ángulo. Otro golpe. El último.

Goblin Slayer produjo esta pila de cadáveres tan naturalmente como respirar. Ahora, se volvió inexpresivamente hacia la sacerdotisa.

—¿Estás herida?

—N-no.

Su pregunta fue tan directa como siempre. La sacerdotisa se palmeó a si misma rápidamente para estar segura. Incluso si ella no creía que estaba herida, era posible que hubiera sufrido un rasguño en alguna parte. Con los goblins usando armas envenenadas, incluso una pequeña herida podría ser mortal.

—C-Creo que estoy bien.

—Ya veo. — Goblin Slayer asintió. Inspeccionó el hacha ensangrentada e hizo un suave chasquido de su lengua. No estaba grasosa, pero la hoja comenzaba a desafilarse por cortar tantos huesos. La tiró y, por segunda vez, sacó el pequeño arco en su espalda.

Casi como una idea tardía, dijo, —Luz Sagrada. Esa fue una buena elección.

—¿Huh…? — Le llevó un momento darse cuenta de lo que él estaba hablando. ¿Me está… felicitando? —¡Oh! Uh-um, ¿g-gracias…? — Realmente lo hace, ¿verdad?

Ella sintió como sus mejillas comenzaban agradablemente a calentarse, pero antes de que se extendiese más, suprimió la sonrisa que surgió. —Heh-heh.

Sólo esa pequeña risita se le escapó. No era el momento de saborear el cumplido. En cambio, ella mantuvo su rostro neutral, agarró su bastón casi implorantemente, y ofreció oraciones por los muertos. Goblin Slayer no la detendría de hacer eso.





—Tres antes, siete aquí, y este hace diez. — Él tenía una flecha preparada y estaba escaneando el área.

Una inspección al camino empapado de barro y sangre reveló la presencia de varios cuerpos en el suelo. La mayoría de ellos eran humanos, pero también había varios goblins. Los aldeanos deben haberse resistido. Los monstruos parecían haber sido asesinados con azadas o herramientas de labranza similares. Había dos… no, tres cadáveres más de goblins.

—El recuento final es trece, entonces.

Goblin Slayer andaba por ahí pateando cada uno de los cuerpos para asegurarse de que estuvieran muertos. A uno de los cadáveres se le cayó una daga; la recogió y la puso en su cinturón. No discriminaba cuando se trataba de armas. Una sola piedra podría matar a un goblin. Incluso con las manos desnudas, había maneras. Sin embargo, había momentos en los que un arma real era el factor decisivo. Era importante recolectarlas cuando se presentaba la oportunidad.

—Dijimos que había cinco o seis en la plaza, según recuerdo.

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—Eso haría un total de dieciocho o diecinueve, ¿verdad? — La sacerdotisa había terminado sus oraciones; se puso de pie, sacudiéndose el polvo de las rodillas.

La expresión de Goblin Slayer estaba oculta tras su casco, pero la sacerdotisa, por su parte, parecía confundida. —No llegan a veinte…

—No me gusta la forma en que mantienen a todos sus rehenes en un solo lugar, tampoco. Tampoco me gusta que los cadáveres de los aldeanos que se defendieron no parecen haber sido profanados.

La sacerdotisa se puso un dedo pensativo en sus labios, y luego murmuró, —No es muy… parecido a lo que haría un goblin, ¿verdad?

Muchas cosas habían sucedido en cuevas y ruinas y otros lugares profundos que ella no quería recordar. Pero cuando y dondequiera que los goblins vencían a sus enemigos, tendían a tener su diversión con ellos en ese mismo momento. Ellos veían estos lugares como sus nidos, por así decirlo, un territorio donde podían relajarse. Y cuanto más se defendían las personas, más violentos y crueles se volvían los goblins.

Los goblins eran astutos y cobardes, agresivos y viciosos, y sobre todo leales a sus apetitos. Probablemente ni siquiera sabían lo que significaba posponer la satisfacción de sus propios deseos. Para que ellos tomen rehenes en tierra enemiga, y luego continúen saqueando sin poner una mano sobre sus cautivos…

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—¿Crees que hay otro ogro o elfo oscuro detrás de esto?

—No lo sé —, dijo Goblin Slayer. —Podrían ser sólo goblins.

Habló de una manera muy característica de él; por alguna razón, la sacerdotisa encontró esto tranquilizador. Goblin Slayer era un poco retorcido, un poco extraño, un poco bizarro, y ciertamente testarudo. Ella a menudo había estado en gran peligro durante su año con él. Y a veces, ella sentía que no podía dejarlo solo o que no tenía remedio.

—Puede que tengas razón —, dijo ella, y su voz era muy suave. Pero entonces…

—¿Huh…?

Algo le hacía cosquillas en la nariz, un olor apenas detectable en el viento. Un aroma dulce y estimulante como el alcohol.

—Debe estar usando Estupor —, dijo ella.

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—Así que decidió poner a dormir a los rehenes y a los goblins. — Goblin Slayer miró a su alrededor, y luego hacia la plaza del pueblo, de donde presumiblemente provenía el olor. En efecto: humo salía de la zona, demasiado para ser causado por algo que no fuera magia.

—Muy eficiente.

—Ha… Ah-ha-ha-ha — Una sonrisa tensa invadió el rostro de la sacerdotisa y ella miró hacia otro lado.

Nada más eficiente que dormir un nido entero. Claro…

Pensó esas palabras, pero no las dijo.

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