Goblin Slayer

Volumen 5

Capítulo 2: Combate en Masa

Parte 1

 

 


Querido Goblin Slayer,

Espero que se encuentre bien. La estación de las hadas de nieve ha llegado, y el frío con ella. La salud de un aventurero es su recurso más importante en esta época del año. Por favor, ten cuidado de no enfermarte.

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En cuanto a mí, estoy sorprendida, pero feliz de decir que después de nuestro último encuentro, no he soñado con goblins, y de hecho, las cosas han sido bastante pacíficas. Es todo gracias a ti y a tus amigos. Les envío mi más sincera gratitud. Me gustaría haber escrito antes y me da vergüenza no poder alegar que he estado muy ocupada como excusa para la tardanza de esta carta.

Tampoco creo que sea apropiado que inmediatamente te moleste de nuevo, así que debo pedirte perdón, pues eso es exactamente lo que pretendo hacer. Resulta que hay una misión que me gustaría pedirte que aceptaras.

Es una historia bastante común: cierta joven noble huyó de la casa de sus padres para convertirse en una aventurera. Ella tomó una misión, después de la cual toda la comunicación por su parte cesó. Un resultado triste, pero también no poco común. Que uno de sus padres visitara el gremio para ofrecer una misión para encontrar a la chica tampoco es especial.

Lo único que deseo destacar es que la misión que la chica había tomado era una exterminar goblins.

Estoy seguro de que ves a dónde va esto.





La misión que presentaron sus padres especifica que deben aplicar “los aventureros más confiables y de más alto rango”. Pero por supuesto, casi nadie en los rangos superiores toma misiones de goblins. Cuando el gremio me consultó sobre el asunto, no podía pensar en nadie más que en ti.

Conociéndote, estoy segura de que estás bastante ocupado (he oído hablar de lo que pasó en el festival de la cosecha), pero si tienes algo de tiempo libre, te pediría que los usaras para ayudar a una desafortunada joven.

Rezo por tu buena salud y seguridad.

Tuya,


 

 

—Es de Sword Maiden. Dice que reza por ti… Las cartas humanas son tan apasionadas. — La alegre voz de una elfa sonaba brillante en el camino de nieve.

El camino se extendía a lo largo de la llanura azotada por el viento. Lo único que se podía ver eran árboles muertos y arbustos cubiertos de nieve todo el camino hasta el horizonte. El cielo había sido pintado de gris opaco por grandes y amplios trazos de nubes; no había nada de interés para mirar en ninguna parte.

En este mundo apagado, la voz alegre y viva de la elfa destacaba. Su delgada figura estaba cubierta con ropa de cazadora. Un arco colgaba a lo largo de su espalda, y sus largas orejas se movían juguetonamente.

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La curiosidad felina de la elfa arquera no se limitaba en absoluto a las aventuras. Le hizo a la carta en su mano un doblez alegre, la agarró con sus largos dedos, y la pasó atrás.

—No he visto muchas cartas. ¿Son todas así? —, preguntó ella.

—Hmm…

La chica humana a la que le pasó la carta, hizo una sonrisa ambigua, luciendo un poco tímida. Incluso mientras tomaba el pedazo de papel, parecía indecisa a leerlo.

Su esbelto cuerpo estaba cubierto con una cota de malla, sobre el cual vestía ropa clerical, y en su mano tenía un bastón: era una sacerdotisa. Eso era todo, esta misiva tenía el aroma de una carta de amor. Sería un error decir que no sentía curiosidad, pero tampoco se sentía cómoda leyendo el correo de otra persona. Si alguien se lo hiciera a ella, le resultaría muy difícil volver a como eran antes.

—Pero… Pero hace mucho frío, ¿no?

Así que en vez de eso, decidió cambiar el tema de la conversación, por la fuerza si fuera necesario.

Cuanto más al norte se avanzaban, más pesaban las nubes en el cielo, hasta que la luz del sol no podía penetrar en ellas. El viento se estaba volviendo más fuerte, y a veces traía algo blanco con él.

Era invierno. Eso se hizo bastante obvio por la nieve que había empezado a amontonarse a lo largo del camino.

—Tengo frío —, dijo la sacerdotisa. —Tal vez es mi culpa. La cota de malla no me va a ayudar a mantenerme caliente.

—¡Por eso los productos de metal no son buenos! — La elfa hizo una risita triunfal e infló su pequeño pecho, con sus orejas moviéndose hacia arriba y hacia abajo con orgullo. Era cierto: su capa de cazadora no tenía nada de metal.

—Cállate —, dijo un enano lanzador de hechizos. —Francamente, me sorprende que te sientas cómodo con ropa tan delgada.

—¿Qué es lo que oigo? ¿Son los elfos más resistentes de lo que creías?

Resistente y lenta a coger un resfriado son cosas diferentes, muchacha —, dijo el enano, acariciando su barba, provocando un enfadado “¡¿Qué?” de la elfa con la cara roja.

Su discusión amistosa era tan bulliciosa como siempre. La sacerdotisa sonrió. —¡Algunas cosas nunca cambian!

—Mm —, un enorme lagarto asintió a su lado. —Les envidio la energía para hacer tal conmoción. — La sangre de sus antepasados, los temibles nagas, fluía por sus venas, además él era de la tribu del sur. El cuerpo escamoso del sacerdote lagarto temblaba en el frío helado de la nieve.

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La sacerdotisa encontró esto difícil de observar y lo miró con preocupación. —¿Estás bien?

—Es una cuestión de mis ancestros, que eran igualmente vulnerables al frío. Podría estar enfrentándome a la extinción. — El sacerdote lagarto giró sus ojos y sacó la lengua. Continuó en tono de broma, —Milord Goblin Slayer parece bastante tranquilo. Supongo que tiene mucha experiencia en esto.

—…No.

El sacerdote lagarto le había hablado a un guerrero humano que dirigía la fila. Llevaba una sucia armadura de cuero y un casco de acero de aspecto barato. Una espada de un extraño largo estaba en su cadera, y un pequeño y redondo escudo estaba atado a su brazo. Incluso un aventurero novato probablemente habría tenido mejor equipamiento.

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Goblin Slayer: así llamaban las personas a este aventurero, un hombre en el tercer rango, Plata.

Lo único que era diferente de lo habitual eran las flechas crudamente hechas que tenía en cada mano.

—En un principio aprendí mi profesión en una montaña nevada. — Trabajaba en las puntas de las flechas mientras caminaba, sin mirar hacia atrás a sus compañeros.

—Oh-ho —, dijo el sacerdote lagarto admirativamente. —No es una práctica que pueda imitar. — Su cola se meneó.

Goblin Slayer no aflojó el paso al decir, —No quiero volver a hacerlo.

Como siempre, no había duda en su paso; caminaba con audacia, con una violencia casi indolente.

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—Um, ¡Goblin Slayer, señor! — La sacerdotisa vino corriendo hacia él a pasos pequeños como un pajarito, agarrando su bastón con ambas manos. —Gracias, um, por esto. — Disculpándose por interrumpir su trabajo, ella le devolvió la carta. Era una buena oportunidad, ya que la elfa y el chamán enano todavía estaban ocupados discutiendo.

—¿Entiendes la esencia de la misión? — Él sostuvo las flechas en una mano, despreocupadamente agarrando la carta con la otra y doblándola. La sacerdotisa dio un vistazo rápido al interior de su bolsa de objetos mientras él guardaba la carta. Como siempre, estaba lleno de todo tipo de cosas aparentemente extrañas. Pero para él, había un orden, una organización, y sin duda consideraba que todo lo que había allí era necesario.

Tal vez debería tratar de organizar mis items un poco más cuidadosamente, también…

La sacerdotisa tomó nota mentalmente para preguntarle luego, y asintió. —Um… Tenemos que rescatar a la mujer, ¿verdad? De los goblins.

—Así es. — Goblin Slayer asintió. —En otras palabras, es una misión de exterminar goblins.

Y eso, más o menos, era todo lo que había que hacer. Poco después del festival de la cosecha en la ciudad fronteriza, había llegado una carta de la Ciudad de Agua. Era de la arzobispa del Dios Supremo allí presente, conocida como Sword Maiden, y estaba dirigida a nombre de Goblin Slayer.

Este excéntrico aventurero ciertamente no rechazaría ningún trabajo que involucre goblins. Y así la sacerdotisa, quien había traído el mensaje desde el templo, junto con la elfa arquera, el chamán enano y el sacerdote lagarto, se dirigió al norte con Goblin Slayer.

Era temprano en la tarde, y pronto llegarían a la pequeña aldea al pie de la montaña nevada.

—Espero que la chica esté bien.

—Sí. Odio pensar en ello… — La elfa, aparentemente cansada de discutir, ondeó su mano como para ahuyentar la horrible idea. Su tono era tranquilo, pero sus oídos caídos hablaban de la tristeza que sentía. —Honestamente, dudo que ningún rehén de goblin esté a salvo.

—Bueno… Uh…

La sacerdotisa y la elfa intercambiaron sonrisas tensas, y estaba claro lo que estaban recordando.

—Si está viva, la rescataremos. Si está muerta, traeremos parte del cadáver o sus efectos personales.

Esos horrores, por supuesto, de ninguna manera le pertenecían sólo a los goblins. Ya sean goblins o dragones, ningún aventurero estaba a salvo en las garras de ningún monstruo. Así que la respuesta de Goblin Slayer fue perfectamente natural. Habló con una voz silenciosa, distante, casi mecánica. —A pesar de todo, mataremos a los goblins. Esa es la misión.

—…Tiene que haber una manera más agradable de decir todo eso —, dijo la elfa con comprensible molestia, pero Goblin Slayer no pareció darse cuenta.

—¿Qué podemos hacer? — Dijo la sacerdotisa con un pequeño encogimiento de hombros y una sonrisa impotente.

El sacerdote lagarto irrumpió en un momento fortuito, aunque no necesariamente tratando de hacer las cosas más fáciles para las chicas.

—Me pregunto qué razón tendrían los goblins para atacar una aldea en medio del invierno. — Su enorme cuerpo temblaba, casi teatralmente, como para enfatizar el frío. —¿No sería más agradable para ellos quedarse tranquilos en sus cuevas?

—Bueno, Escamoso, es como con los osos, ¿no? — El chamán enano contestó, acariciando su blanca barba. Destapó la petaca [1] a la altura de su cadera, tomó un trago y luego se lo ofreció al sacerdote lagarto. —Aquí. Calienta un poco tu interior.

—¡Ah! Tienes mi gratitud. — El sacerdote abrió sus enormes mandíbulas y tomó un trago, luego lo tapó y devolvió la petaca al chamán enano.

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El enano le dio una sacudida al recipiente, escuchando el golpeteo para juzgar cuánto quedaba, y luego lo devolvió a su cadera. —Necesitas mucha comida, bebida y dulces almacenados para pasar el invierno.

—¿Oh? Entonces parece que el otoño sería un mejor momento para atacar un pueblo. — La elfa giró su dedo formando un círculo en el aire y, con toda la confianza que tenía como guardabosques, dijo, —Eso es lo que hacen los osos y otros animales que hibernan.

—Pero incluso los osos salen de vez en cuando en invierno —, dijo el chamán enano. —¿Qué te parece eso?

—A veces no tienen elección, algunos no pueden encontrar una buena cueva para dormir, o tal vez la recolección les fue mal en otoño.

Nadie sabía más que los elfos cuando se trataba de cazar y atrapar. Tanto es así que incluso el argumentativo enano sólo pudo murmurar, —Supongo que eso tiene sentido —, y asentir.

La conversación hizo que la sacerdotisa pusiera un dedo en sus labios y murmurara, “Hmm”. Sentía que tenía todas las piezas en su cabeza. Ahora sólo tenía que juntarlas…

—¡Oh! —, ella exclamó cuando se dio cuenta.

—¿Qué pasa? — Preguntó la elfa.

—Tal vez —, contestó la sacerdotisa, —Es exactamente porque el festival de la cosecha acaba de terminar.

Sí, tiene que ser eso. Mientras hablaba, se sentía cada vez más segura.

—La cosecha ha terminado —, ella prosiguió, —Así que los almacenes de las aldeas y pueblos están llenos. Y los goblins…

—…quieren todo para ellos mismos —, dijo el sacerdote lagarto, terminando su pensamiento.

—Correcto —, dijo la sacerdotisa con un pequeño asentimiento.

—Ya veo. Así que incluso los goblins son capaces de tomar decisiones lógicas de vez en cuando.

—Lo más probable es que sólo estén tratando de causar el mayor problema posible —, dijo el chamán enano, tirando de su barba.

—No —, dijo Goblin Slayer, agitando su cabeza. —Los goblins son estúpidos, pero no son tontos.

—Pareces muy seguro de eso —, dijo la elfa.

—Lo estoy —, dijo Goblin Slayer, asintiendo esta vez. —Los goblins sólo piensan en robar, pero aplican su inteligencia a su robo.

Él miró de cerca las flechas con las que había estado trabajando, y luego las puso en un carcaj en su cadera. Parecía satisfecho con el trabajo que había hecho mientras caminaban. —Lo he experimentado.

—Ya veo… —, dijo la sacerdotisa con cierta admiración.

La elfa lanzó su propio hmm, pero no fueron las palabras de Goblin Slayer las que le interesaron. Lo que le había llamado la atención eran el arco y las flechas, los cuales normalmente consideraba su propia especialidad.

—…Entonces, Orcbolg, ¿qué hacías con esas flechas?

—Preparándolas.

—Oh, ¿en serio? — Estiró su brazo con un movimiento tan suave que apenas se podía sentir y sacó una de las flechas del carcaj.

—Ten cuidado. — Goblin Slayer sólo dio una advertencia y no regañó a la elfa, mostrando que estaba acostumbrado a su curiosidad. Sin embargo, parecía algo molesto.

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La elfa olfateó en reconocimiento e inspeccionó la flecha. Era una flecha barata perfectamente normal. La calidad no era remotamente comparable a la flecha de un elfo. La punta tenía un brillo oscuro en el sol del invierno. La elfa lo tocó ligeramente con su dedo.

—No parece que esté envenenada ni nada…

—Hoy no.

—Aw, ¡sé cortés! — La elfa frunció el ceño ante las bruscas palabras, pero hizo un sonido de interés mientras giraba la flecha. —La punta de la flecha no está bien sujeta. Se va a caer, sabes.

Y de hecho, era justo como dijo la elfa. Quizás debido a que Goblin Slayer las había manipulado, la punta de la flecha barata no estaba fijada en su sitio. Incluso si él se las ingeniara para dar en el blanco, la punta de la flecha podría romperse, y casi con toda seguridad caería en el ángulo equivocado.

—Orcbolg, no tienes remedio. — La elfa se encogió de hombros y sacudió su cabeza, añadiendo un, “Cielos”, para llamar la atención.

Ella decidió ignorar al enano detrás de ella, quien dijo, —Te estás haciendo vieja.

—Dame ese carcaj. Te las arreglaré.

Ella extendió su mano, pero Goblin Slayer simplemente la miró. Entonces dijo, —No —, y sacudió su cabeza. —Están bien.

La elfa lo miró fijamente. —¿Cómo es eso?

—Porque aún no sabemos dónde duermen los goblins esta vez.

—¿Y cómo eso está conectado a estas flechas?

¡No tiene sentido!

Cuando había algo con lo que la elfa no estaba de acuerdo, ella podía ser terriblemente irritante.

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Ellos se conocían desde hace casi un año. Goblin Slayer suspiró. —Cuando la flecha golpea, el astil se rompe, dejando sólo la punta.

—¿Y qué?

—La punta estará envenenada. — Él alargó su mano. La elfa gruñó y educadamente devolvió la flecha. Goblin Slayer la puso suavemente en el carcaj. —Mientras no la saquen, y simplemente vuelvan a su agujero, su carne comenzará a pudrirse y la enfermedad se extenderá.

Y los goblins no tenían conocimiento de medicina, al menos por ahora.

Un nido apretado y sucio. Heridas que no se curaban. Putrefacción. Una enfermedad debilitante. Eso significaba…

—Probablemente no los mate a todos, pero será un gran golpe.

—Como siempre, Orcbolg, tu plan no tiene sentido para mí —, murmuró la elfa, con un rostro cansado. A su lado, la sacerdotisa miraba al cielo como si estuviera en apuros.

Dioses. Oh dioses. No tiene malas intenciones… bueno, excepto con los goblins. Pero por favor, perdónalo.

Era demasiado tarde como para que ella se sorprendiera por cualquier cosa que él dijera o hiciera, pero aún así, ella se sentía obligada a ofrecer una oración ocasional.

Goblin Slayer, moviéndose rápidamente, la miró. —¿Estás tan sorprendida?

—…Er, bueno, uh… — La sacerdotisa no podía decidir dónde mirar. —Quiero decir, así es usted, Goblin Slayer, señor…

—¿Es así? —, dijo en voz baja, provocando la risa del sacerdote lagarto.

—No dejes que te moleste. Ciertamente se parece mucho a milord Goblin Slayer.

—Cierto, no es que nos hiciéramos ilusiones sobre cómo piensa Corta barbas. — El chamán enano tomó la petaca en su cadera y tomó un trago de vino para protegerse del frío. El vino de fuego prácticamente ardía; era suficiente para poner el olor a alcohol en el aire.

La elfa se ahogó en silencio, pellizcando su nariz con una mano y expulsando el olor con la otra. El chamán enano limpió unas gotas de su barba.

—Todavía no tenemos respuesta a nuestra preocupación original —, dijo el chamán enano.

—¿Preocupación original? — Preguntó Goblin Slayer. —¿Cuál es esa?

—No hay forma de que la chica esté ilesa.

—Quieres decir las posibilidades de que la chica secuestrada siga viva.

—Correcto. — Miró a Goblin Slayer y limpió más vigorosamente su barba. —Son propensos a comérsela, ¿no? De lo contrario, sólo tienen otra boca que alimentar. No tienen razón para dejarla vivir durante el invierno.

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—El invierno es largo —, dijo Goblin Slayer, asintiendo. Habló con frialdad. —Querrán algo para pasar el tiempo.

No mucho más tarde, notaron una columna de humo que se elevaba desde el pueblo en la base de la montaña.

 

 


[1] Botella plana y de tamaño pequeño que sirve para llevar licor.

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