Overlord

Volumen 12: El Paladín del Reino Sagrado

Capítulo 2: En Busca de Salvación

Parte 3

 

 

Podía ver el extremo más exterior de E-Rantel, la capital del Reino Hechicero, tres muros y la imponente puerta que se asentaba en él.

Sin embargo, ninguna de estas dos imponentes construcciones podía desviar la atención de Neia de las dos gigantescas estatuas que flanqueaban la puerta.

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Ellas representaban a una extraña criatura no-muerta que sostenía un bastón que se parecía a serpientes enrollándose unas alrededor de otras. Esas estatuas probablemente habían sido hechas a la imagen del Rey Hechicero, Ainz Ooal Gown.

A pesar de estar a una buena distancia de ellos, Neia podía distinguir los intrincados detalles de las estatuas. Con total seguridad y debido a la alta calidad del trabajo realizado ella no era capaz de encontrar una falla en ellas, ni siquiera a los pies de las estatuas.

Luego, veía a varias criaturas con forma humana trabajando cerca de las estatuas.

“¿Eh? ¿No son demasiado grandes? ¿A qué altura están esas paredes? Aunque sé que las estatuas son grandes… ¿Quiénes son esas personas que trabajan allá abajo?”

Los otros parecían tener las mismas preguntas que Neia estaba formulando y los paladines comenzaban a discutir las identidades de esas criaturas semejantes a los humanos.


“…No son humanos. ¿Verdad?”

“Si. ¿Son gigantes? Aunque, no parecen ser lo mismo que los Gigantes de las Colinas…”

Neia, una simple escudera, nunca antes había visto a un Gigante en carne y hueso, pero había oído hablar de estos seres durante una clase de conocimiento de monstruos.

Los gigantes eran esencialmente seres humanos agrandados, pero además de sus cuerpos poderosos, también poseían habilidades raciales. Gracias a estas habilidades, podían soportar ambientes en los que los humanos tendrían dificultades para sobrevivir, por lo que típicamente hacían sus hogares en dichos lugares. Eran una especie demihumana que tenía poco que ver con los humanos, que sólo podían vivir en las llanuras.

Se conocía que algunas razas que eran más avanzadas que la humanidad, eran más expertas en magia.

La raza por sí sola no determinaba la bondad o maldad de un ser. Uno de los Trece Héroes era un gigante. En el Reino Santo, los gigantes conocidos como Gigantes del Mar a veces se mostraban al comercio.

Dicho esto, los gigantes eran generalmente una raza violenta y peligrosa.

Sobre el tema de los gigantes peligrosos en el mundo humano, había que mencionar a los Gigantes de las Colinas, que vivían en dichas áreas. Gigantes como los trolls y similares también eran bastante conocidos.

Con toda esta información era difícil comprender las razones que sustentaban su presencia en esta zona. La pregunta que surgía de inmediato era. ¿Qué hacían estos gigantes en una ciudad de muertos vivientes?

“…¿Siempre existieron gigantes en esta zona? ¿O fueron conquistados por el Rey Hechicero?”

“¿Ese Rey Hechicero manda sobre los gigantes? Nunca había oído hablar de algo así antes.”

Todas estas preguntas llenas de sorpresa, expresadas por los paladines, eran comprensibles.

Previo a la realización del viaje al Reino Hechicero habían reunido una gran cantidad de información, con el fin de facilitar la travesía. Pero lamentablemente mucha de esa información era incomprensible, por lo que no se podía decir que hubieran tenido éxito en su objetivo de acopiarla. En este contexto tanto la Nave Fantasma como los gigantes eran asuntos totalmente inesperados y desconocidos.

Neia pensaba que el Rey Hechicero podía ser un gigante no-muerto. Pero una característica tan distintiva debía haber aparecido en los informes de inteligencia.

Justo en ese momento, Gustav se dirigía a ella por detrás.

“Escudera Baraja, es hora de cambiar la formación. Muévanse hacia las filas posteriores.”

“¡Entendido!”

Durante el viaje, Neia había estado al frente de la formación, pero ahora que estaban cerca de la ciudad, Neia ocuparía la posición más segura. A su vez, Remedios y Gustav tomarían el lugar de Neia en el frente.

“Capitana Custodio ¿Enviamos a un emisario a anunciarnos?”

Era normal que alguien desconfiara de un grupo de personas que aparecieran cerca de una ciudad provistos de armaduras y armas. Por lo tanto, existían protocolos que eran similares en sus detalles y que se debían seguir cuando se requería entrar en una ciudad o pueblo del Reino. Típicamente se enviaba un paladín para informarles que un grupo de personas estaban llegando y cuando se recibía la aprobación el grupo procedía a acercarse, llevando la bandera del Reino Santo.

Después de recibir el permiso de Remedios, enviaban un paladín ante ellos.

Después de llegar a las puertas del Reino Hechicero y de coordinar con los guardias obtenía la autorización respectiva luego de lo cual procedía a retornar con el grupo.

“Capitán, he informado a los guardianes del Reino Hechicero. Nos dan la bienvenida.”

“¿Es así?, entendido”

“¡Entonces vamos! ¡Levanten las banderas! ¡Mantengan el pecho en alto! No deshonren el nombre de los paladines del Reino Santo.”

Seguidamente el grupo empezaba a moverse lentamente en sus caballos con dirección al Reino Hechicero.

Finalmente, llegaban a la puerta de ingreso, flanqueada por las gigantescas estatuas. Algunos gigantes se encontraban trabajando allí.

Los gigantes parecían estar limpiando las estatuas, como para hacer que las hermosas estatuas fueran aún más bellas.

Miraban sorprendidos la apariencia de los gigantes. Su piel era blanca azulada, mientras que sus cabellos y bigotes eran blancos. Parecían estar vestidos con ropas primitivas hechas de la piel de algún tipo de bestia, así como con una exquisita armadura de malla en cadena.

“¿Qué clase de gigantes son esos?”

Los agudos sentidos de Neia captaban con claridad, a pesar de la distancia, la conversación que se llevaba a cabo en la primera fila.

“Esto es sólo una suposición, pero creo que deberían ser Gigantes Escarchados. ¿No?”

“Hmm~”

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Respondía con dudas Remedios.

“¿Son fuertes? ¿Qué pueden hacer?”

“…Dios, salvame… Los gigantes escarcha son gigantes que viven en climas fríos y son inmunes al frío. En contraste, son débiles al fuego.”

“Ya veo. Así que si tenemos que luchar contra uno, deberíamos usar fuego. ¿Cierto?”

“Bueno, más o menos. Los aventureros de Mithril deberían poder vencerlos con facilidad. Sin embargo, pueden entrenar y aprender como nosotros y a veces se puede encontrar un gigante con habilidades de guerrero. Por lo tanto, debes tener cuidado.”

Eran gigantes después de todo.

Uno podía entrenarse para ser un guerrero, un mago o un ladrón. No sólo los seres humanos podían entrenarse en estas técnicas. Mientras que las criaturas con ventajas raciales generalmente no se inclinaban hacia tal entrenamiento, algunas de ellas harían el esfuerzo necesario para adquirir tales habilidades y eso las hacía oponentes muy difíciles.

El padre de Neia le había dicho repetidamente. “Las bestias te intimidan con su apariencia. Pero un enemigo poderoso que no parece serlo es muy aterrador.”

“Hmmmm~. Bueno, nunca antes había luchado contra un gigante. Aún así, los ogros son un asunto diferente.”

“Cuídate de no molestarlos mencionando a los ogros en un ambiente cercano a ellos. Para los Gigantes del Mar, al menos, sería como comparar a un mono con un humano. Por supuesto, eso es un rumor de un bardo, así que no se sabe cuánto de eso es verdad.”

“El Reino Santo no puede contratar gigantes del mar, pero el Reino Hechicero puede emplear gigantes escarcha. ¿Cuál de ellos es más fuerte?”

“Me temo que no sé la respuesta a eso…”

Mientras que la Capitán obviamente quería que los Gigantes del Mar fueran más fuertes, lo importante ahora era el tipo de trato que estos Gigantes de Escarcha enfrentaban en el Reino hechicero.

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¿Eran tratados como amigos, o eran esclavizados por la fuerza o era un intercambio de moneda por servicio en una relación mutuamente beneficiosa?

No había forma de distinguir en cual de las formas anteriores los gigantes se relacionaban con el Reino Hechicero, pues estos trabajaban en silencio.

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Aún así, parecía que estos gigantes eran excelentes trabajadores. El Reino Santo ha trabajado con los demihumanos en el pasado, pero si ellos expanden el alcance de eso, podrían hacer muchas más cosas diferentes. Por supuesto, el Reino Santo nunca haría eso.

Por supuesto, había razas como los hombres, con quienes el Reino Santo tenía una larga historia de cooperación mutua. Sin embargo, los recuerdos de la guerra con los demihumanos aún permanecían, por lo que nunca serían aceptados.

¿Había aceptado el Reino Hechicero sólo a los Gigantes? O también había incorporado o hecho trato con otras razas extrañas. Si ella se encontraba con demihumanos aquí similares a los que habían atacado el Reino Santo. ¿Podría contener la ira dentro de su corazón?

No, si no me controlo…

Por ejemplo, ¿qué pasaría si conocía a un Snakeman aquí? Sería un Snakeman que vendría de una tierra lejana del Reino Santo, viviendo en paz con los humanos en esta nación. Tal vez no era posible utilizar un llamamiento emocional para disuadir a los demás de mostrar hostilidad, pero dadas las circunstancias actuales, tenían que hacerlo.

Neia miraba inquieta a la espalda de Remedios.

¿Podía hacerlo?

Agitaba mentalmente su cabeza. Preocuparse por Remedios así era muy grosero. Era la líder de este grupo diplomático y estaba trabajando para salvar al país. Ciertamente podía hacer eso. Preocuparse por ella de esa manera era demasiado irrespetuoso con ella.

“¿Podemos entrar así como así? ¿Qué tal si entramos por otra puerta?”

Las puertas podían estar abiertas, pero los gigantes estaban trabajando. Ella estaba preocupada por si les importaría que los humanos pasaran muy cerca de ellos.

“Entraremos de inmediato sin mayor protocolo. Si se supiera que los emisarios del Reino Santo entraron por otra puerta porque tenían miedo de los gigantes, nos convertiremos en el hazmerreír.”

“…Entendido. Entonces obedeceremos sus instrucciones, capitán.”

Y así, el grupo comenzaba a avanzar hacia las puertas.

Afortunadamente, los gigantes se percataban de su acercamiento y paraban su trabajo por un tiempo, permitiéndoles pasar sin incidentes. Neia sentía que esto era menos buena voluntad hacia los seres humanos que un sentimiento misterioso hacia los visitantes del Reino Hechicero.

En una situación normal todo el grupo habría sido detenido fuera de las puertas, pero como habían enviado a alguien para anunciarlos, los soldados humanos que parecían guardias de la calle los habían traído y el grupo pasaba por las puertas, bajo la luz suministrada por objetos mágicos. Su iluminación era claramente diferente a la del sol y el entrenado caballo de batalla se agitaba con dificultad bajo su resplandor.

“Bienvenidos a E-Rantel, ciudad del Reino hechicero. ¿Es la primera vez que vienen aquí, paladines honrados?”

“Ahh, sí. Así es.”

“Ya veo. Entonces, perdonen. ¿Podrían desmontar?”

Neia pensaba que probablemente era un control de equipaje. Aunque tenían razón en solicitarlo era un tanto desconsiderado hacerlo con personas que se hacían llamar emisarios de otra nación.

No había protesta cuando el grupo se bajaba de sus caballos y obedecía las instrucciones de “caminar por aquí, por favor”, lo que los llevaba a una enorme puerta al lado de las murallas.

Observando cuidadosamente el área a la que estaban ingresando pensaban que ésta debía ser una torre lateral, una combinación de cuarteles de tropas y una base de defensa.

“Por favor, entre aquí. Esta ciudad es diferente de las ciudades del Reino y del Imperio ya que posee diversos tipos de ubicaciones dentro de ella, por lo que los visitantes que lleguen por primera vez tendrán que asistir a un curso de orientación en la sala de adelante.

“¿Un curso?”

“Sí. Esto es para minimizar molestias innecesarias. Sólo las personas que han asistido a este seminario pueden entrar en la ciudad. ¿Lo harán?”

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Habían recorrido todo este camino, así que obviamente no podían rechazar la petición de asistir. Aunque era de esperarse, la respuesta de Remedios era un claro “sí”.

“Entonces, ¿puedo pedirles que entreguen sus armas a nuestra custodia?”

Naturalmente, no podían negarse a ello, pero como era obvio Remedios mostraba súbitamente una expresión que era una mezcla de cólera, duda y rechazo ante la petición recibida.

La espada que tenía Remedios era un tesoro divino del Reino Santo. Solo por llevarlo, ni siquiera necesitaba arrodillarse ante el Rey Santo. No podía entregar tal tesoro nisiquiera al encontrarse con el Rey del Reino que estaban visitando. Ante esto empezaba la exposición de una serie razones que le impedían hacer esta entrega y después de oír tanto, el soldado asentía con la cabeza en señal de comprensión.

“¿Es así?”

“Entonces vamos a pasar por alto este requerimiento. Por favor permanezcan como están y entren todos. La verdad es que, pedirles sus espadas tenía la intención de garantizar su seguridad. En ese caso, prométanme que no desenfundarán sus armas sin importar lo que pase una vez dentro. Si no pueden hacer eso, les aconsejo que se vayan de esta ciudad.”

“Entendido. Devolveremos la confianza que has demostrado al permitirnos llevar nuestras espadas, no sacaremos nuestras armas mientras estemos dentro de la ciudad.”

Remedios se colocaba la mano derecha sobre el emblema del Reino Santo, el cual llevaba sobre su pecho, mientras hacía esta declaración de compromiso. Ella juraba hacerlo en nombre de su honor como paladín y en el del Reino Santo.

“Entonces confiaré en ti para que hagan eso. Primero, le pediré a la guardia que salga de esta zona.”

En el Reino Santo, este juramento era un compromiso absoluto que incluso podía sorprender a los que lo vieran, pero era recibido de manera mucho más leve en otros países. Después de esa respuesta diplomática el guardia llamaba a la puerta.

Después de eso, la puerta se abría lentamente y lo que progresivamente lograban observar les causaba una tremenda sorpresa y reacción de tal grado que no podían contener sus expresiones…

Neia gritaba.

“Aiiiieeeeee.”

En un tono tan estridente que estaba entre un jadeo y un lamento.

El ser que lentamente emergía era excesivamente grande en todas las dimensiones.

Su armadura de placa completa de color negro estaba cubierta de trazas rojas que se asemejaban a vasos sanguíneos y estaba cubierta de púas. Un par de cuernos demoníacos sobresalían de su cabeza y su casco abierto mostraba un rostro humano podrido. Sus vacías cuencas oculares contenían puntos de luz roja llenos de odio y sed de sangre.

La temperatura de la habitación disminuía bruscamente, como si la oscuridad que invadía la habitación absorviese todo el calor existente dentro de el.

“¡Por favor, no desenvainen sus armas!”

Todos los miembros del grupo se estremecían por el grito del guardia.

“¡Nada pasará si no desenvainan sus espadas! ¡Pero si lo hacen, serán asesinados en ese mismo instante! ¡Después de eso, estarán atados a al eterno sufrimiento! ¡Por favor, no me hagan presenciar algo así otra vez!”

Su lúgubre grito sonaba como si ya hubiera experimentado este tipo de cosas antes. ¿Había presenciado personalmente tal acontecimiento en el pasado?

El no-muerto lentamente miraban a Neia y a los demás. Daba la impresión de que estaba esperando a que sacaran sus espadas.

“…¿Y este ser no-muerto es…?”

La voz de Remedios temblaba levemente mientras hablaba.

“Son guardias que están apostados en gran número por toda la ciudad.”

“…¿En serio?”

La voz temblorosa de Remedios estaba llena de sorpresa, miedo y consternación. Todo en una mezcla confusa. Neia sentía lo mismo que ella. Era imposible de aceptar que una nación poseyera tantos muertos vivientes de tan extraordinario poder.

“A-ah, discúlpame. ¿Está esta criatura bajo el control de Su Majestad, el Rey Hechicero?”

El guardia asentía en respuesta a la pregunta reflexiva de Neia.

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“De hecho, así es. Además, gobierna sobre los no-muertos que son más poderosos que este de aquí.”

“¿No es peligroso?”

El soldado respondía inmediatamente a la pregunta de Gustav. Parecía que ansiaba por encima de todas las cosas explicarles en detalle todo lo relacionado a esto.

“Bueno, hasta la fecha, no ha habido incidente alguno en esta ciudad, en la cual antes de la llegada del Rey Hechicero la gente era asesinada sin provocación.”

Los no-muertos eran seres que odiaban a los vivos. Por lo observado el Rey Hechicero debía ser una persona muy poderosa y verdaderamente increíble pues podía dominarlos completamente y evitaba que dañaran a las criaturas vivientes. Neia quedaba profundamente impresionada por el poderío del Rey Hechicero.

“…Ya veo. Ah. Entonces, ¿Podemos seguir avanzando?”

“Por favor, síganme.”

La negra criatura no-muerta se alejaba lentamente de la puerta y el soldado caminaba junto a el, en una acción que para el grupo visitante era audaz y temeraria. Neia y los demás se miraban los unos a los otros para ver quién daría el primer paso.

Mientras que él decía que esta criatura no-muerta era gobernada por el Rey Hechicero, esas ataduras no eran visibles a simple vista. Esto generaba temor en grado extremo y hacía que caminar delante de el, fuera varias veces más aterrador para ellos que ir atrás. Algo asi como caminar delante de una bestia carnívora que estaba sin ataduras, pero asumiendo que no atacaría porque estaba saciado.

Remedios planeaba avanzar primero, pero Gustav la detenía. Después de eso miraba a Neia.

Ante esta orden visual Neia pensaba. ¿Ah? Seré la carnada.

No había nada malo en esa lógica cuando uno consideraba cuya vida importaría menos si se perdía. Aun así, a pesar de su determinación de proteger a los débiles, su propia escudera era otra cosa.

Neia se acercaba temerosa a lo que había delante, cerraba los ojos y luego avanzaba.

Después de dar varios pasos hacia adelante, lentamente empezaba a abrir los ojos. Se sorprendía. No la habían atacado. No la habían cortado. Ante esto ella aceleraba el paso y se apresuraba a pasar al lado del no-muerto.

Después de ver que Neia había cruzado con seguridad, los otros paladines la seguían. Al final, nadie era atacado y llegaban a su destino.

El soldado abría la puerta y les mostraba varias mesas junto a muchas sillas.

“Por favor, esperen en esta habitación un momento.”


“Entendido. Gracias por guiarnos hasta aquí.”

En ese momento Remedios hacía un gesto y sacudía la barbilla ante lo cual Gustav sacaba una pequeña bolsa de su equipaje y se la entregaba al soldado que los había traído aquí. Era una propina.

“¡Por favor, no lo hagas!”

Su rechazo era firme e inmediato y se podía decir que hasta feroz. En realidad casi como un grito de desesperación.

El soldado ponía las manos sobre la cabeza, sin querer tocar esa bolsa.

Todos quedaban conmocionados por su reacción, al igual que Neia. Ella no podía imaginar por qué el soldado había reaccionado tan dramáticamente.

“Su Majestad nos paga a todos…así que por favor…permítanme rechazar su muestra de consideración.”

“Pero, pero como nos diste un buen servicio… Y no es una suma muy grande.”

“No, no hay necesidad de eso. Esperaré afuera hasta que termine el curso.”

El soldado se retiraba rápidamente de la habitación. El resto de la gente se miraba, desconcertada por la reacción temerosa y forzada del soldado.

“No entiendo. Ustedes han visto lo mismo que yo. ¿Estará bien así?”

“Él dijo que no, así que no hay nada que podamos hacer al respecto.”

La propina era algo natural. Aunque no dar propinas no era un problema, la mayoría de las personas practicaban el dar propinas. Por supuesto, algunas personas lo hacían para minimizar el tiempo necesario para las inspecciones de equipaje y pedir a la gente que los ayudara y se ocupara de varios asuntos pequeños. Hablando francamente, simplemente estaban haciendo lo que se esperaba de la gente en su estación.

Si esa era una instrucción del Rey Hechicero. ¿Cuál era su objetivo al hacerlo?

“No nos dijeron dónde sentarnos. Así que podemos hacerlo donde queramos.”

Tal y como la Capitán lo había ordenado todos se sentaban y empezaban a conversar cuando al corto tiempo la puerta se abría una vez más.

Ante este sonido Neia se volvía hacia atrás y entonces sus ojos se abrían de par en par llenos de sorpresa ante lo que observaba.

La entidad que había entrado no era humana.

Era una criatura cuya especie tenía un cuerpo superior humano y uno inferior de serpiente, un Naga.

Había varios vástagos de la raza Naga, por ejemplo los Nagas Marinos que ocasionalmente aparecían en las costas del Reino Santo, pero a qué subespecie pertenecía éste no estaba claro. Sin embargo, todos ellos eran demihumanos que no tenían buena voluntad para la humanidad. En esta oportunidad Neia no se sentía terriblemente asustada.

Todo esto era gracias a ese guardia no-muerto. Comparada con eso, al menos ahora podia reunir una respuesta racional a esto.

¡Ah! ¿De eso se trataba? ¿Buscaban que la espantosa criatura no-muerta no sólo tuviera la intención de asustar a la gente sino adormecerla con el shock de ver a los demihumanos? De ser así, demostraría que habían puesto mucha planificación y detalle para facilitar que los demihumanos coexistieran con los humanos…

Parecería que el Rey Hechicero no era sólo un poderoso ser no-muerto.

El Naga se deslizaba por la silenciosa habitación, sin prestar atención a la respuesta del grupo mientras se movía delante de ellos y luego se inclinaba un poco.

“Gracias por esperar, queridos humanos que desean entrar en la ciudad. Este es uno de los oficiales de inmigración del Reino Hechicero, Ryurarius Spenia Ai Indarun. Bueno, mi nombre no es importante así que si quieren pueden olvidarlo pues no es una profesión lo que hace que entre en contacto con ustedes. Entonces, sin más preámbulos, comencemos. Explicaremos brevemente las diferencias entre vivir en esta ciudad y las ciudades circundantes, así como cosas de las que uno debe ser consciente… En primer lugar, blandir armas dentro de la ciudad está estrictamente prohibido.”

Esa era una advertencia muy razonable y Neia dejaba que la tensión fluyera de sus hombros.

“Muchos de ustedes quizás lo considerarían un simple recordatorio.”

Decía Ryurarius señalando sus rostros con un delgado dedo.

“Está escrito en todas sus caras. Sin embargo, me gustaría que recuerden que muchas razas caminan por las calles del Reino hechicero. Ya han visto a los no-muertos levantando la cabeza y caminando orgullosos. Incluso si se consideran como seres peligrosos, sacar sus arma sobre ellos sin provocación si sería un grave crimen.”

“Un momento, por favor. ¿Significa eso que debemos huir si aparece un ser peligroso?”

“Ese no es el caso. Aunque haya entidades peligrosas en la ciudad, ninguna de ellas les hará daño. Aun así, hay casos en los que la gente se siente asustada, siente que puede ser atacada y por lo tanto saca sus armas de todos modos. A eso es lo que me refiero.”

“¿Puedes estar seguro de que no nos atacarán?”





“Oh sí… De las muchas criaturas peligrosas que caminan por este lugar, las que más te inquietarán son probablemente los subordinados de Su Majestad.”

Ryurarius sonreía cansado.

“Una vez que se queden aquí por más de un día, su cautela decaerá y ya no les importará. Bueno, el primer día es el mayor problema. Ah, por supuesto, desenfundar sus armas en defensa propia está perfectamente bien.”

“Ya veo. Así que está bien mientras se haga en defensa propia.”

“Mmm, sí. Además, la magia de control mental será usada en el curso de investigación de crímenes en esta ciudad. Por favor, tengan eso en mente.”

Los ojos de Neia se abrían de par en par. Tampoco era la única que lo hacía. Una conmoción surgía de los paladines. Como su representante, Remedios expresaba su opinión.

“Un momento, por favor. ¿Es el Reino Hechicero una nación tan laxa? ¿Se permiten los medios mágicos? ¿Los tribunales también son así?”

En general, la magia del control mental no se usaba cuando se preguntaba a la gente sobre crímenes.

Por ejemplo, al usar “Dominar”, uno podría convertir a cualquiera en un criminal por un breve período de tiempo. Usando “Charm”, uno podría encontrar un chivo expiatorio para cualquier crimen. El hecho de que la magia de control mental pudiera ser usada para fabricar delincuentes hacía que se viera como un acto salvaje y tiránico.

“Los tribunales también usan medios similares. ¡Oh! Entiendo su preocupación. Pueden estar seguros de que Su Majestad no los obligará a decir falsedades. En ese punto no tienen de que preocuparse.”

¿Cómo alguien podía creer en eso? El uso de la magia de control mental significaba que una vez que una nación decidía que alguien era un individuo peligroso, era muy fácil acusarlos como criminales y luego condenarlos. Ningún ser humano confiaría en un muerto viviente que nunca antes había conocido.

Nadie manifestaba lo anterior en voz alta, pero probablemente todos pensaban de esta manera.

“Entiendo sus dudas. Es comprensible que no quieran entrar ahora, así que permítanme preguntar… ¿Podrían volver en otro momento?”

“… No, no podemos hacer eso. Por favor, permítanos entrar.”

“Esa es la respuesta más rápida que he obtenido hasta ahora. Rutinariamente los comerciantes siempre piden tiempo y luego discuten entre ellos. Entonces, continuemos.”

Después de eso, Ryurarius se refiría a cómo “los caballos no-muertos tiraban carruajes a lo largo de los caminos” y otras cosas extrañas que parecían confundir sus mentes.

Sin embargo posteriormente decía.

“A veces los Dragones volarán sobre sus cabezas, así que no os alarméis o dejéis que vuestros caballos corran como locos.”

De inmediato las caras de todos mostraba un rictus de asombro y espanto.

Tener Dragones volando por encima de una ciudad no era sólo un “gran incidente”.

Los dragones eran criaturas muy poderosas contra las que incluso héroes completamente armados y preparados podían caer en combate. Por eso todos los guerreros soñaban con matar a un dragón. Matar a una criatura abrumadoramente superior con la fuerza que habían afinado, con sus camaradas y sus armas era una acción gloriosa y una acción que sólo los guerreros más extraordinarios podían realizar.

Seguramente causaría una gran perturbación si tal Dragón aparecía en una morada para humanos.

Las experiencias vividas en los últimos acontecimientos les habían permitido aceptar y manejar de mejor manera sus reacciones ante la presencia de no-muertos pero los Dragones… Estos seres si eran una cosa totalmente diferente. Aún así, tener a uno que vuele sobre ellos como centinela debía ser una experiencia increíble. Además, los dragones tenían muchas categorías dependiendo de su edad y su fuerza variaba mucho dependiendo de sus años…

Los Dragones recién nacidos seguían siendo Dragones. Sin embargo, tal pequeño Dragón era más fácil de controlar que la criatura no-muerta de ahora.

“Entonces, eso es todo. Gracias por escucharme. Ahora. ¿Pueden seguir al soldado hasta la puerta después de salir de esta habitación?”

“Perdóname, pero ¿Puedo hacerte una pregunta?”

Remedios levantaba una mano.

“¿Hmm? ¿Y qué podría ser?”

“No pretendes matarnos o comernos. ¿Verdad?”

“Tal vez podría haber pensado en hacerlo en el pasado. Sin embargo, ahora eso está estrictamente prohibido. Además, después de ver a Su Majestad, siento que no tiene sentido pelearse con formas de vida inferiores.”

“¿Su Majestad es realmente tan poderoso?”

Ryurarius sonrió cansado.

“Es diez veces más poderoso de lo que puedas imaginar. Aparte de él, incluso sus subordinados son extraordinariamente poderosos… Francamente hablando, no hay ciudad más segura que la que Su Majestad defiende.”

Remedios quizás estaba pensando en decir algo pero finalmente se quedaba en silencio.

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“Este no sabe por qué han venido aquí. Sin embargo, permíteme darte un sabio consejo que un viejo amigo, un cierto contemporáneo mío, aprendió con su propio cuerpo. Declarar su oposición a Su Majestad sería una tontería extrema. Te serviría mas si te arrepintieras ante él y le suplicases por misericordia.”

Esas palabras tenían un sentido palpable de la realidad. Aunque dijo que lo había oído de un amigo, era más parecido a que el Naga llamado Ryurarius hablaba por experiencia personal.

“Gracias por tu consejo.”

Remedios se ponía en pie, seguida de cerca por todos los demás.

Neia se inclinaba ante Ryurarius desde donde estaba al fondo del grupo antes de salir de la habitación.

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