Overlord

Volumen 11: Los Artesanos Enanos

Capítulo 4: Negociación

Parte 1

 

 

Overlord Volumen 11 Capítulo 4 Parte 1

 


Los dos Caballeros de la Muerte invocados desaparecían del otro lado de las puertas. Rugían anticipando la alegre matanza, mientras que resonaban los gritos de los moribundos. Una vez que las puertas dobles se cerraban lentamente, su grosor significaba que los sonidos de la masacre al otro lado no harían más que cosquillas a los tímpanos.

“Esto debería ser suficiente por ahora.”

Había un tiempo límite para los Caballeros de la Muerte que no habían sido creados usando cadáveres. Aun así, si las estimaciones del poder de combate que poseían los Quagoa eran acertadas, ellos dos debían ser capaces de vencer a una porción considerable de los atacantes, incluso sin conocer la cantidad de oponentes. Si el enemigo no era incompetente, seguramente se retirarían para reagruparse luego de sufrir suficientes pérdidas.

(Esperaba que no se retiraran aún. Si construían un campamento, significaba que el peligro era claro e inmediato. De esa forma, la nación Enana tendrá que trabajar con nosotros. Debía ordenarles a los Caballeros de la Muerte que se contengan por ahora… es bastante molesto cuando no puedes permitirte ganar por un amplio margen.)

Mientras Ainz reflexionaba sobre estos detalles en silencio, le echaba una mirada al Comandante en Jefe, que lo miraba a él con una sonrisa nerviosa en la cara. Ainz no tenía idea de por qué tenía esa sonrisa nacida del terror en la cara y en ese momento un foco imaginario se iluminaba sobre la cabeza de Ainz.

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(En este momento ya debía haberse acostumbrado a mi apariencia, así que probablemente era debido a los gritos de los Quagoa en el exterior. Bueno, era verdad que los gemidos de los moribundos podían ser algo perturbadores.)

Dicho esto, Ainz sentía que no tenía que importarle tanto los gritos del enemigo. Sin embargo, el comandante no sería humano o mejor dicho Enano si no pensara de esa forma.

(Pero. ¿Cómo podía alguien así ser un comandante de guerreros? Esto era ligeramente preocupante.)

Sabía que lo estaba pensando demasiado, pero Ainz continuaba mirando al Comandante en Jefe. En ese momento, Gondo se acercaba a él.

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“Entonces, Su Majestad. Regresaré a casa por un momento.”

“Ahh. Entonces ¿Me ayudarás a preparar las cosas por tu lado?”

“Por supuesto. Haré los arreglos y las enviaré. Está bien si el tiempo o cualquier cosa no es correcto. ¿Cierto? Puedo contar con sus hechizos en caso de que algo suceda. ¿Cierto?”

Ainz extendía un puño y lo hacía chocar contra el de Gondo. Ellos habían hablado de muchas cosas antes de llegar aquí y parecía que había sido efectivo.

(Gondo realmente hablaba mucho…)

Tendía a monopolizar la conversación y hablaba de manera tan prolongada que parecía que nunca terminaría. Este debía ser el resultado de estar obsesionado con el arte casi perdido de la herrería rúnica y luego ser marginado. Era por eso que continuaba parloteando del tema, como una represa rota, con Ainz que se había interesado en el asunto.

Ainz podía entender cómo se sentía, porque había ocasiones en las que Ainz también quería hablar con gente que compartiera sus intereses. Sin embargo, Ainz no estaba siguiendo este largo monólogo por la bondad de su corazón.

Gondo le daba un ligero toque a su mochila mágica y comenzaba a alejarse caminando.

El Comandante en Jefe parecía querer decirle algo a Gondo, pero al final no lo llamaba.

“Entonces. ¿Qué debemos hacer ahora? ¿Deberíamos esperar un poco antes de abrir las puertas e inspeccionar el resultado de la batalla?”

El Comandante en Jefe debía de haber anticipado la pregunta de Ainz. Respondía de inmediato, como si hubiera preparado la respuesta de antemano.

“Es profundamente irrespetuoso hacer que el soberano de una nación espere aquí. Siento que deberíamos dirigirnos a la Cámara del Consejo y presentar su sugerencia a todos.”

“¿Por qué no echar un vistazo a los resultados de la batalla?”

“Creo que presentar a Su Majestad es más importante. Envié un mensaje al Consejo mientras los Quagoa estaban atacando. En este momento probablemente siguen buscando a tientas una manera de resolver la situación. Siento que debo presentarles la nueva información antes de que entren en pánico y den alguna mala orden.”

“Ya veo. En ese caso, no tengo objeciones. Por favor, adelante.”

“Entendido. Sin embargo, las bestias mágicas de Su Majestad seguramente aterrarán a la gente común. Me avergüenza pedírselo, pero ¿Podría hacer que esperen aquí? Nos haremos cargo de ellas lo mejor que podamos si nos da a conocer los aspectos centrales…”

Ainz miraba a Aura, que asentía.

“Ya veo. Entonces esperarán aquí.”

Ainz apuntaba con un dedo huesudo hacia una esquina de la guarnición y el comandante asentía con la cabeza, estando de acuerdo.

“Además, no es necesario que se encarguen de ellas. Nosotros nos haremos cargo. Escogeré a tres de mis seguidores para que me acompañen.”

Ainz seleccionaba a Shalltear, Aura y a Zenberu. A los otros les ordenaba esperar allí.

El Comandante en Jefe se veía algo aliviado. Parecía que no quería tener a no-muertos desfilando por las calles.

“Entonces. ¿Vamos?”

“Ah, sí por favor.”

Ainz y compañía caminaban orgullosos por la ciudad Enana, guiados por el Comandante en Jefe. Una cantidad grande de miradas curiosas y casi dolorosas se centraban en él, mientras las madres Enanas que veían a Ainz ocultaban a sus hijos al interior de sus casas. Eso hacía que se sintiera algo decepcionado.

Por supuesto, él podía haber sido menos obvio si lo deseaba.

Si se ponía una máscara, el número de gente que se hubiera quedado mirándolo sería mucho menor. Dicho esto, había una razón por la que había escogido no ocultar su rostro.

Se debía a que quería anunciar su llegada a la ciudad de los Enanos. Ya que habían tenido que buscar ayuda externa contra una invasión como esta, no era muy probable que hubiera un jugador en las naciones Enanas. Sin embargo, podía haber jugadores de bajo nivel u objetos que habían dejado atrás.

(Como ese cristal de sellado de hechizos.)

Con el fin de evitar ser atacado por objetos similares, él tenía que fabricar las pruebas de su visita de manera exagerada. De esta forma, ellos no serían capaces de actuar clandestinamente.

Además, aunque aún no había decidido qué tipo de embajadores usaría, lo más probable era que pudiera terminar usando a seres no-muertos para ese propósito. Por lo tanto, quería que se acostumbraran.

“Sin embargo, nadie parece preocupado, a pesar de la magnitud de la invasión Quagoa.”

Ainz le hacía esa pregunta al Comandante en Jefe después de ver a dos Enanos de rostro enrojecido saliendo tambaleándose de una taberna, con los brazos alrededor de los hombros del otro.

Estaban rodeados del inconfundible aroma del alcohol.

“Eso se debe a que la gente no sabe que los Quagoa han atacado.”

“Y… ¿A qué se debe eso?”

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Daba la impresión de que su instinto de supervivencia era terminalmente defectuoso.

El Comandante en Jefe parecía haber leído la mente de Ainz y respondía.

“Los Quagoa avanzaron demasiado rápido, así que la información no se difundió. Dependiendo de la decisión del Concejo, debería comenzar a divulgarse en menos de una hora.”

“Hmm. Bueno, he ordenado a mis subordinados que retomen el puente, así que una vez que lo hagan, la ciudad estará segura por el momento. ¿No? Éste es un factor muy importante para cuando comencemos a comerciar con este país.”

“Eso es difícil de saber. Debido al tamaño de la fuerza enemiga, no sabemos cuándo comenzarán su avance en serio. Una vez que tomemos el puente de vuelta, tendremos que solidificar nuestras defensas, investigar la ruta alterna que usaron y planear una estrategia contra ellos.”

Ainz sonreía malignamente en su corazón.

Parecía que había muchas oportunidades en el futuro de venderle favores a este país. Siendo ése el caso, podía ser mejor no alterar las órdenes de reconquistar el puente que tenían los Caballeros de la Muerte.

Estaba caminando de buen humor y entonces se sorprendía.

“…¡Qué!”

La voz de Ainz hacía que le temblaran los hombros al Comandante en Jefe.

“¡Aiieee! ¡Qué, qué sucede. ¿Su Majestad?!”

“No, no es nada. Sucedió algo de mi lado. No es necesario preocuparse. Y no es necesario seguir preguntando.”

Ainz enfatizaba esas palabras con tonos acerados para callar las preguntas del otro hombre.

Esta reacción, bastante impropia en Ainz, se debía a que había perdido la compostura.

No había respuesta de los dos Caballeros de la Muerte que había creado y que debían estar en las cercanías de Feoh Gēr.

Sólo había una conclusión a la que podía llegar a partir de esta alarmante toma de consciencia.

…Los Caballeros de la Muerte habían sido derrotados.

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(¡Ooh!)

Los Caballeros de la Muerte eran bastante débiles para Ainz. Sin embargo, bajo los estándares de este mundo, eran oponentes formidables incluso para los miembros más poderosos de una nación. Cualquiera que pudiera derrotar de esa forma a dos Caballeros de la Muerte debía de ser alguien muy poderoso.

Además, sus respuestas se habían desvanecido casi al mismo tiempo.

¿Habían sido destruidos simultáneamente como parte de un cuidadoso plan?

¿Alguien había acabado con ellos con un hechizo de área de efecto?

¿Un poderoso individuo los había aniquilado de un solo golpe?

Cualquiera que fuera la respuesta, sin duda había otro poderoso ser presente, aparte de la extraña lanzadora de magia enmascarada que había encontrado en la Capital Real.

Alguien que podía derrotar por si solo a los Caballeros de la Muerte, que se orientaban a la defensa, probablemente se encontraba por encima del nivel 45.

“¿Eso significa que he sido descubierto?”

El Comandante en Jefe miraba a Ainz en respuesta a sus murmullos, pero Ainz no tenía tiempo para preocuparse por él.

Un ser desconocido y poderoso. Lo más probable era que se trataba de un jugador. Si un enemigo del nivel de Ainz había llegado a este mundo, enfrentar a un insignificante par de Caballeros de la Muerte sería juego de niños.

(Si en este lugar hay una entidad relacionada a jugadores pero que no tiene conexión con los Enanos. ¿No significa eso que están de parte de los Quagoa? Entonces. ¿Están relacionados a las personas que le lavaron el cerebro a Shalltear?)

Un fuego abrasador se encendía en su pecho.

Las brasas, hasta ahora ardientes, estallaban en un furioso infierno, como si alguien hubiera vertido gasolina sobre ellas. Sin embargo, eran rápidamente suprimidas.

“No, no es posible. Si estuvieran relacionados, la ciudad Enana habría caído hace mucho tiempo. Lo más seguro es que se trata de un individuo poderoso de este mundo. Sin embargo, no puedo concluir que no exista una conexión. Siendo así, tendré que modificar mis planes.”

Originalmente, Ainz había esperado que la guerra entre los Quagoa y los Enanos continuara.

Con los obvios enemigos Quagoa frente a ellos, los Enanos bien podían escoger reunirse bajo el estandarte de Ainz. Sin embargo dejar solos a los Quagoa, otorgándoles mucho tiempo, sería muy peligroso.

Si eran una raza que habitualmente producía individuos poderosos, aunque ahora lo único que podían haber hecho era matar a unos Caballeros de la Muerte. ¿Quién sabe qué más podrían destruir en el futuro? En este momento, aunque todavía podía lidiar con ellos, lo mejor que podía hacer era o esclavizarlos o aniquilarlos por completo.

Esto último bien podía ser la mejor forma de proceder.

(Lo ideal sería subyugar a los Quagoa y desde las sombras hacer que amenacen a los Enanos, pero… Un solo paso en falso podía conducir a un error fatal. Sería más seguro no intentar eso.)

“Su Majestad, la Cámara del Consejo está a la vista.”

Cuando Ainz se volteaba a mirar hacia donde apuntaba el Comandante en Jefe un gran edificio, que sin duda era grande para un Enano pero también bastante grande incluso para los estándares de Ainz, se hacía visible.

El comandante hablaba brevemente con los guardias en la puerta y éstos dejaban pasar a Ainz y a los otros sin inspeccionarlos.

La razón por la que habían dejado de lado la inspección para Ainz y compañía y sin embargo observaban sin reparos al no-muerto Ainz era porque el comandante seguramente había ejercido su autoridad.

“Entonces, Su Majestad, haré un reporte completo para el Consejo. ¿Le molestaría esperar aquí por un tiempo?”

No había ninguna razón para objetar. Más concretamente, podía haber problemas si no les explicaba la contribución de Ainz a esta nación.

“¿Dónde esperaremos, entonces?”

El Comandante en Jefe miraba a uno de los guardias Enanos y el hombre daba un paso al frente.

“El, el cuarto de espera está por allá. Permítanme escoltarlos.”

“En serio. Lo dejo en tus manos, entonces.”

El Enano, al que le temblaba tanto el cuerpo como la voz, los llevaba a una habitación un tanto pequeña. Claro que probablemente no sería muy pequeña para un Enano. Era del tamaño exacto para Aura y Shalltear. Sin embargo, tenían a Zenberu allí que era grande de estatura. Incluso esperar en el cuarto se sentía muy claustrofóbico para él.

Teniendo en cuenta que el soldado le había echado un vistazo a Zenberu antes de traerlos aquí, éste debía ser el cuarto más grande y lujoso en este edificio. En efecto, los ornamentos a su alrededor estaban todos exquisitamente diseñados y parecía que en realidad podían moverse.

Una vez Ainz había creado Avatara de sus antiguos compañeros y podía apreciar profundamente la dificultad de crear una colección de estatuas así de complejas. Era posible que algo se viera hermoso de perfil pero desagradable al verlo de frente.

Ainz tomaba una estatuilla. Un Enano cabalgando en el lomo de un lagarto.

(Era bastante obvio que los Enanos eran artesanos sobresalientes. Mmm, me gustaría tener tales habilidades… ¿Me pregunto si podía rehacer los Avatara? Si pudiera. ¿Sería capaz de hacer algo mejor después de practicar? …Muy bien.)

Ainz decidía dirigirse a Zenberu, que se veía marcadamente fuera de lugar aquí.

“Zenberu, continúa con nosotros un poco más.”

“Ah, Su Majestad, en lugar de eso me gustaría quedarme aquí, si le parece. Francamente, me da dolor de cabeza hablar con esas grandes personas.”

Era una forma extraña de hablar. Era diferente a como había sido durante el viaje. Tal vez había cambiado la manera en la que hablaba porque había llegado al Reino Enano.

“…Tú eres el supervisor de una tribu. ¿Estoy en lo cierto?”

“Shalltear-sama, una persona puede ser buena o mala en varias cosas. Además, me sentiría mal si causara molestias para Su Majestad.”

Ainz entendía lo que Zenberu quería decir, pero de todas formas agitaba la cabeza.

“No, vendrás conmigo. Si algo sucede, no seré capaz de protegerte si estás demasiado lejos. En realidad creo que no habrá ningún peligro, pero la imprudencia es para los tontos. Por lo que sabemos, podríamos estar en la palma del enemigo. Recuérdalo en todo momento.”

“¡Sí! ¡Lo he grabado a fuego en mi corazón!”

Aun cuando Ainz no sentía que los Enanos podían lastimar a alguien que había salvado su país, lo reiteraba por motivos de seguridad.

(¿Qué era esto? Hoy Shalltear estaba respondiendo bastante bien. ¿Ha sucedido algo?)

“Ah, entonces, Su Majestad… ¿Qué debo hacer?”

“¿Hmm? Francamente hablando, sólo escucha lo que digamos, Zenberu. Sin importar lo que suceda, no participes en ninguna batalla.”

Ainz asentía con la cabeza cuando Zenberu indicaba que lo entendía.

“Muy bien. Ahora entonces…Aura, Shalltear. ¿Pueden inspeccionar mi ropa y ver si se ha desordenado?”

El soldado Enano enviado a mostrarles el camino llegaba justo cuando ambas terminaban de inspeccionar sus atuendos.

***

 

 

Ainz era guiado a una habitación en la que esperaban los Enanos.

Resplandeciente en su panoplia completa, Ainz avanzaba sacando pecho. La espalda totalmente recta, la cabeza en alto y su porte impecable eran los comportamientos de un rey. El resplandor de color obsidiana del aura detrás de él brillaba con suavidad, como un sustituto de colonia. Seguramente nadie podía menospreciarlo después de todos estos preparativos.

Mantenía en la cintura el báculo, como sustituto de un cetro real. Estaba imbuido con un hechizo de primer nivel, pero ya que no tenía intenciones de activarlo, no debía presentar ningún problema.

Luego de mirarse de arriba a abajo, sentía que su atuendo contradecía un poco el objetivo de forjar relaciones amistosas, pero Aura y Shalltear lo aprobaban entusiastas.

El problema era que ellas dos tenían a Ainz en demasiada estima, así que él se sentía incómodo confiando en su opinión.

Por lo tanto, pedía la opinión de Zenberu en el asunto.

Después de cierta inquietud, porque le habían preguntado algo que estaba fuera de su área de experiencia, Zenberu finalmente decía lo siguiente.

“Su atuendo seguramente inspirará respeto en cualquiera que lo vea.”

Ainz creía en sus palabras y venía aquí.

Sin embargo los Enanos que encontraba en su camino palidecían y sus posturas demostraban nerviosismo. Por supuesto, ésa también era una reacción apropiada ante un rey.

“¡Anunciando la llegada de Su Majestad, el Rey Hechicero!”

Podía oír al presentador Enano desde un lado de la puerta.

Cuando la puerta se abría Ainz ingresaba en la cámara.

Se veía como una sala de reuniones y había ocho Enanos allí.

Por cierto, Ainz había aprendido sus nombres, sus puestos, sus aspectos y características del Comandante en Jefe.

Estaba el Sumo Sacerdote de la Tierra, que gobernaba todo lo referente a la magia. Él controlaba lanzadores de magia divina e incluso de magia arcana.

Estaba el Maestro Forjador, que controlaba toda la producción derivada de las fraguas.

Estaba el Comandante en Jefe que lo había traído aquí. Él era el responsable de todos los asuntos militares y de seguridad. Antes había comandado a muchos soldados Enanos, pero el hecho de que ahora tuviera menos de cien hombres hacía un chiste de su título.

Estaba el Director de la Producción de Alimentos, que administraba la producción de comida y otras industrias no relacionadas a las fraguas.

Estaba el Secretario del Gabinete, que estaba a cargo de todo lo que caía fuera de la jurisdicción de los otros líderes presentes.

Estaba el Maestro Cervecero, que era parte de este Consejo porque debía haber una posición de liderazgo para el pasatiempo favorito de la gente Enana, el alcohol.

Estaba el Maestro de Cuevas y Minas, que poseía mucho poder en esta ciudad debido a su influencia en el campo de la minería y la extracción de recursos.

Antes, había habido una organización llamada el Gremio de Mercaderes, pero debido a la falta de comerciantes y del comercio en general, el título de Maestro del Gremio de Mercaderes era ahora una posición sólo de nombre a cargo de las relaciones exteriores.

Esos eran los ocho.

Ainz movía la vista lentamente pasando por cada uno. Siete de ellos lo observaban. El último, el Comandante en Jefe en lugar de eso, tenía una expresión de fatiga en el rostro y sus ojos se cruzaban con los de Ainz.

Ainz pretendía ser la imagen misma de la tranquilidad, pero su corazón estaba en caos.

(¡Qué! ¡Ni siquiera puedo diferenciarlos! Tal vez algunos tengan la barba más corta que los otros, pero ¿No eran todas casi del mismo largo? ¿Acaso me ha mentido? No, así debía de ser como lo veía él. ¿Qué debía hacer?)

Los recuerdos de Zenberu los había representado a todos con caras idénticas y al principio Ainz pensaba que se debía sencillamente a que el Hombre Lagarto veía a todos los Enanos como iguales. Incluso había sentido que Zenberu necesitaba mejorar su habilidad para reconocer rostros. Sin embargo, ése no era el caso.

(Perdón por dudar de ti, Zenberu. Desde el principio me estabas diciendo la verdad.)

En este mundo, no existía la costumbre de intercambiar tarjetas de negocios tras un encuentro, un hecho que Ainz lamentaba. Hoy se sentía del mismo modo y luego reunía sus fuerzas en su vientre.

Lo siguiente sería una presentación que él ya había hecho muchas veces. En particular estaba el hecho de que tenía a dos Guardianes detrás de él y a un subordinado de su subordinado. No podía permitir que lo vieran hacer el ridículo.

(…Si tan solo no los hubiera traído a los tres…)

Sin embargo, su pesar era irrelevante. La suerte estaba echada, después de todo.

Aun así, aunque se había preparado mentalmente para ello no había una sola señal para el comienzo del diálogo. El silencio continuaba intacto durante todo un minuto después de su llegada.

(¿Qué está pasando? La práctica estándar para una empresa sería comenzar con la presentación de su personal por parte del anfitrión. ¿Correcto? ¿No debería presentarnos el Comandante en Jefe? …¿O yo debería dar el primer paso? No estoy muy familiarizado con la etiqueta cortesana y no quiero parecer grosero.)

De acuerdo a la etiqueta cortesana, los inferiores no debían dirigirse directamente al rey. La interacción directa requería de algún tipo de permiso. En otras palabras, el rey era un ser intocable. Por lo tanto, si Ainz iniciaba el diálogo. ¿No lo menospreciarían los Enanos?

Después de mirar a los Enanos. ¿La respuesta era sí o no?

(Dicho esto, dudaba que alguien lo ofendiera, dada la situación del país y de las acciones que había tomado. Si eso sucedía, entonces bien podía decir que no iba a negociar con un puñado de bufones como ellos.)

Después de tomar la decisión, Ainz optaba por lanzar la bola.

“Soy el gobernante del Reino Hechicero, el Rey Hechicero Ainz Ooal Gown.”

Los Enanos cobraban vida, como si hubieran sido reconectados a un suministro de energía.

“Nosotros, le damos la bienvenida, soberano del Reino Hechicero, Su Majestad Ainz Ooal Gown. ¿Podríamos ofrecerle asiento? Por allá hay asientos para sus estimados seguidores.”

Ainz asentía y luego lo conducían a lo que él llamaba “el lugar del niño del cumpleaños”. Se sentaba con aplomo real, usando los movimientos que había practicado una y otra vez. Shalltear, Aura y Zenberu se sentaban detrás de Ainz.

“Entonces, nos presentaremos. En primer lugar, soy el…”

Y así, los Enanos daban sus nombres.

La introducción parecía haber salido sin complicaciones, pero Ainz no podía contener sus preocupaciones.

Solo mantener los ocho nombres en mente ya era difícil. Tener que asociar cada uno de esos nombres y títulos con un rostro estaba demostrando que era un verdadero desafío.

Era fácil recordar nombres, pero añadirles un título lo ponía nervioso. Cosas como si era Maestro de Cuevas y Minas o Maestro de Minas y Cuevas sólo empeoraban todo.

Dicho esto, Ainz conseguía recordarlos. No habría sido capaz de hacerlo si antes no le hubiera preguntado sobre ellos al Comandante en Jefe.

“Por favor permítanos darle las gracias en nombre de este país. Sin Su Majestad, este país habría sido destruido.”

Esas palabras eran pronunciadas por el Maestro de Cuevas y Minas. Todos los Enanos presentes asentían con la cabeza en respuesta.

Los miembros del Consejo aparentemente se turnaban para dirigirlo, así que el líder en esta ocasión era el Maestro de Cuevas y Minas.

“No se preocupen por eso. Salvar a alguien en problemas es de sentido común.”

“Su Majestad es una persona verdaderamente magnánima. Sin duda lo ayudaremos en la medida de nuestras posibilidades si algún problema lo aflige. Dicho esto, temo que no podamos hacer mucho para ayudar a su augusta persona, que comanda a las tropas que salvaron a nuestra nación de la extinción con nada más que dos de sus miembros.”

“Ése no es el caso. Mi país es en efecto poderoso en el sentido militar. Sin embargo, hay algunas deficiencias en lo que respecta a otros campos. Le estaría muy agradecido si pudieran proveerme ayuda en esos aspectos.”

“Ya veo. Estaríamos encantados serle de utilidad a Su majestad, al Reino Hechicero. Sin embargo, antes de eso, rogamos porque Su Majestad nos diga la razón de su visita a nuestro país, si fuera conveniente. El Comandante en Jefe ya nos lo ha dicho, pero nos gustaría oírlo directamente de usted.”

El Maestro de Cuevas y Minas entrecerraba los ojos ligeramente.

Veremos a través de cualquier mentira. Su determinación inflexible era palpable.

(No puedo esperar que todos sintieran buena disposición hacia mí… Bueno, dada la diferencia de poder entre nuestras naciones, cualquiera sería cauteloso.)

Lo mismo se aplicaba a Ainz. Si el gremio de más alto rango en Yggdrasil, Seraphim, ofreciera un Objeto de Clase Mundial y buscara negociar, Ainz también sospecharía de algún tipo de trampa.

Por lo tanto, no estaba enojado por la reacción de los Enanos.

“En primer lugar, me gustaría iniciar relaciones de amistad entre nuestras naciones. A continuación, me gustaría que comerciáramos.”

“…Entonces es así.”

“He oído de uno de sus compatriotas que sus alimentos básicos son los hongos y las carnes. ¿Me equivoco? Recuerdo algo sobre unas granjas al pie de la montaña que producen vegetales frescos, pero aparentemente son pocas en número y su variedad es bastante pobre. Mi nación puede proveerles vegetales frescos y… ¿lLs bebidas alcohólicas de los reinos humanos y del Reino Hechicero tienen algún interés para ustedes?”

El tema del alcohol hacía que los ojos de los Enanos se iluminaran. Era una reacción muy franca.

“También he oído que este país comercia con la nación humana al este, pero no en gran medida.”

“Efectivamente. Nuestro tráfico es de apenas del valor de las mercancías que 20 enanos pueden cargar. Actualmente, estamos desarrollando objetos mágicos que puedan contener una cantidad ilimitada de bienes.”

El Maestro del Gremio de Mercaderes daba esa respuesta.

“Ya veo. ¿Es verdad que el reducido número de caravanas comerciales Enanas se debe a los peligrosos caminos de montaña?”

“Ése ciertamente es el caso.”

Otro Enano suministraba la respuesta.

“No podemos llevar demasiada mercancía debido a la inclinación y al peligro de los caminos de montaña. Además, moverse en grupos atrae la atención de los monstruos. Hay muchos monstruos que atacan independientemente de los números de sus presas. En particular, las emboscadas aéreas son difíciles de manejar.”

Era verdad que los métodos de comercio tradicionales requerían de grandes esfuerzos. El Imperio sólo comerciaba de manera limitada con los Enanos debido a la baja rentabilidad de hacerlo. Sin embargo, era precisamente esa razón lo que hacía de los Enanos unos socios comerciales muy lucrativos para el Reino Hechicero.

Desafortunadamente, la única exportación destacable de la que el Reino Hechicero podía presumir eran sus no-muertos. Sin embargo, para la nación Enana, incluso la comida regular se vendería bien.

(Qué socio comercial tan maravilloso.)

Ainz sonreía perversamente en su corazón al mismo tiempo que hacía una pregunta.

“Si ése es el caso, entonces debo recomendar aún más las relaciones nacionales conmigo, con el Reino Hechicero, para que podamos exportar comestibles.”

“…Aún no hemos preguntado sobre la ubicación precisa del Reino Hechicero. ¿Podemos transportar nosotros mismos nuestros bienes de comercio hacia allá?”

“Dejar que la gente de su país transporte la carga por sí mismos sigue siendo muy peligroso. Siento que mi nación debería tomar la iniciativa de establecer una ruta comercial adecuada para que la gente de su nación pueda transportar sus mercancías con seguridad. Cuando eso suceda, vagones y carruajes serán capaces de moverse sin problemas. Por supuesto, no serán jalados por nada tan frágil como caballos, sino por otras bestias de carga.”

“¿Y esos podrían ser… no-muertos?”

Uno de los Enanos, con el rostro lleno de repugnancia, hacía esa pregunta.

Ainz recordaba que él aparentemente era el Maestro Forjador.

“Precisamente. Propongo la utilización de vagones de carga tirados por no-muertos, los cuales poseen la fuerza para defenderse ellos mismo y nunca se cansarán. Seguramente servirán de excelentes herramientas de transporte. En verdad, nuestra nación ya ha hecho uso de ellos y la respuesta de los ciudadanos es bastante buena. Además, hay otras ventajas al usar no-muertos…”

Justo cuando Ainz estaba por dar inicio a una entusiasta presentación, el Maestro Forjador lo interrumpía.

“…¿No es verdad que los no-muertos atacarán a los vivos?”

Ainz ponía mala cara interiormente, pero respondía con suprema confianza.

“Es cierto que mucha gente podría pensar de esa forma sobre un ser no-muerto ordinario. Y para ser justos, es verdad. Los no-muertos son seres que odian y atacan a los vivos. ¡Sin embargo!”

Ainz ponía especial énfasis en esa palabra.

“Bajo mi autoridad absoluta, los no-muertos del Reino Hechicero no plantearán ningún problema para ustedes. Pueden estar tranquilos sabiendo eso.”

La boca del Maestro Forjador se fruncía asumiendo la forma de una へ. Parecía no creerle a Ainz en absoluto.

(Debe haber tenido una mala experiencia en la que los no-muertos mataban a su familia o algo.) Mientras Ainz contemplaba esa posibilidad, jugaba una de sus cartas del triunfo.

“Además, mi nación puede suministrar mano de obra.”

“¿Mano de obra?”

“Durante mi viaje, hablé con uno de sus compatriotas al que salvé de los Quagoa…”

Ainz no lo había hecho a propósito, pero no era un completo accidente, así que decidía expresarlo como si les hubiera hecho un favor.

“…Y escuché sobre el trabajo que se realiza en las minas de su país. Si bien es trabajo para mineros Enanos, los no-muertos pueden manejarlo por ustedes.”

“¿Qué? ¿Realmente pueden hacer eso?”

Los ojos del Maestro de Cuevas y Minas se agrandaban demostrando que se había tragado el anzuelo.

“Por supuesto. He llevado a cabo este experimento en las naciones humanas y fue exitoso. De hecho, el dueño de las minas que los alquiló incluso pidió mineros no-muertos adicionales.”

Había oído sobre esto cuando le había mandado un preocupado [Mensaje] a Albedo, así que no era mentira.

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“Así que ha hecho ese tipo de cosas en las naciones humanas…”

El Maestro de Cuevas y Minas murmuraba como si estuviera asombrado.

“Parecería que su país está familiarizado con las características especiales de los no-muertos…”

“Mmm, bueno, sabemos sobre sus rasgos más comunes…”

Ainz alzaba la voz para dirigirse el Sumo Sacerdote de la Tierra.

“¿Entonces, confío en que no necesito explicar en detalle qué hace que los no-muertos sean trabajadores excelentes?”

Los Enanos intercambiaban miradas y luego comenzaban a hablar, uno tras otro.

“Las palabras de Su Majestad son comprensibles. Si pudiéramos controlar sin peligro a los no-muertos…”

“La posibilidad de reasignar al personal destinado a las minas es una propuesta muy atractiva.”

“Sin embargo…”

Ese “sin embargo”, probablemente sería seguido por las dudas sobre si realmente podían confiar en los no-muertos. Era natural que se sintieran indecisos sobre un método diferente a cómo habían hecho las cosas hasta ahora.

En última instancia, esto no era más que publicidad para los productos de su empresa y no un intento serio de concretar una venta. Por supuesto, si podían aceptar la mano de obra no-muerta, eso ciertamente lo deleitaría.

“Bueno, yo simplemente quería decir que les puedo proporcionar dichos trabajadores. Entiendo su inquietud hacia los no-muertos…”

“…Su Majestad, antes de eso me gustaría hacerle una pregunta sobre los no-muertos. ¿Podemos comprarlos como fuerza defensiva?”

La pregunta del Comandante en Jefe provocaba alboroto en los Enanos.

“¡Comandante en Jefe, es demasiado arriesgado depender del poder militar de otras naciones para mantener la paz!”

“Sé eso. Sin embargo, los no-muertos del Reino Hechicero son extremadamente poderosos. Con ellos cerca, no necesitaremos temer ningún ataque Quagoa. Hay muchos beneficios para comprarlos como línea defensiva final. Lo más importante, lo que todos debemos tener en cuenta, es la seguridad de nuestra nación. Ahora que hemos perdido nuestra fortaleza, necesitamos poder, más que cualquier otra cosa.”

“¡Aun así, ¿No crees que es más peligroso tener las manos de otra nación alrededor de nuestras gargantas?!”

“¡Ya te lo dije, ahora no es el momento de hablar de ese tipo de cosas!”

El Maestro Forjador y el Comandante en Jefe se miraban con furia el uno al otro.

“…Lo dejaremos ahí. Esas palabras serán reservadas para cuando estemos sólo nosotros. No es algo que deberíamos estar diciendo delante de Su Majestad, que vino todo el camino hasta acá desde su reino. Perdone esta metedura de pata, Su Majestad. Este conflicto fue causado por la atractiva naturaleza de las propuestas de Su Majestad y estaríamos muy agradecidos si pudiera pasarlo por alto. …Entonces. ¿Podría saber qué es lo que Su Majestad desea de este país? Siento que prácticamente no tenemos nada que ofrecerle.”

“Por supuesto que no. En primer lugar, deseo minerales. Las reservas de mi país son limitadas.”

“…Ya veo.”

Sonreía el Maestro del Gremio de Mercaderes.

“Así que es por eso que sugirió la mano de obra no-muerta. Si pudiéramos excavar minerales en mayores cantidades, entonces habría un amplio excedente. En otras palabras, desea mantener bajos los precios de los minerales. ¿Es así?”

Ainz no había pensado tan a futuro, pero asentía y pretendía que ése era el caso.

“De hecho es así. Ha visto a través de mí.”

Ahora lo entiendo, pensaban los Enanos cuando caían en cuenta de ello.

“Además, me gustarían las armas y armaduras elaboradas por las forjas de su nación. He oído que el equipo de batalla Enano es de calidad ejemplar.”

Todas las personas a las que Ainz les había preguntado sobre este tema estaban de acuerdo en que eso era un hecho indiscutible.

Sin embargo, las armas y las armaduras procesadas eran más caras. Si se las compraban a los Enanos, entonces habría menos herreros de armas y armaduras en el Reino Hechicero. Si había una clara diferencia tecnológica entre dos países, entonces lo mejor sería mejorar la tecnología de la nación de uno en lugar de tomar la insensata decisión de comprar grandes cantidades de armas y armaduras superiores.

Ahora bien, si no había competencia, los herreros del Reino Hechicero no perfeccionarían sus habilidades. Las armas y armaduras compradas a los Enanos podían servir como un estímulo positivo para eso.

Por supuesto, había muchas maneras de manejar esta situación, como por ejemplo mediante la recolección de tarifas y similares. Uno se tenía que asegurar de que podía sacar un beneficio de los Enanos y no importar constantemente de ellos, entre otros dolores de cabeza.

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La respuesta sencilla sería encargarle todo esto a Albedo y Demiurge. Sin embargo, Ainz también tenía sus propias consideraciones.

Su plan era limitar su venta al recientemente fundado Gremio de Aventureros o rentárselas a los aventureros.

Los precios bajos eran muy atractivos para los aventureros y mantenerlos con vida beneficiaría al Reino Hechicero. Si podían vender productos viejos a precios bajos, podían ser capaces de incrementar la tasa de supervivencia de los aventureros al mismo tiempo.

“Si bien no le he dado las gracias a Su Majestad por compartir todo esto con nosotros, estas son cuestiones que a las que no podemos responder de inmediato, en particular el asunto del equipo de guerra. ¿Podría darnos algo de tiempo para discutirlo?”

“Por supuesto. Discútanlo hasta que lleguen a una conclusión. No me enfadaré incluso si no comenzamos a comerciar de inmediato. Mis propios subordinados ya poseen equipos de alta gama. Simplemente deseo adquirir armas y armaduras para mi gente.”

(Muy bien) pensaba Ainz.

Éste era el momento crucial. Había llegado la hora de completar el objetivo por el que había venido a esta ciudad.

“¿Podríamos discutir el asunto de los Quagoa?”

La tensión de inmediato llenaba el aire.

“Mi respuesta a la invasión Quagoa no fue más que una decisión personal. ¿Es eso correcto? ¿Comandante en Jefe?”

“En efecto.”

“Sin embargo. ¿Qué habría pasado si yo no hubiera estado?”

“Si Su Majestad no hubiera estado cerca, habríamos tenido que depender de una sola puerta para bloquear el avance del enemigo. Una vez que traspasaran la puerta, habríamos tenido que movilizar a los ciudadanos para luchar una batalla decisiva al interior de la ciudad con el fin de ganar tiempo para que los niños puedan escapar. Imagino que ése habría sido el caso.”

Todos los Enanos tenían expresiones amargas en el rostro.

Tal vez se debía al anterior reporte del Comandante en Jefe, pero la completa ausencia de objeciones o contraargumentos hablaba de la excelencia de todos aquí.

Ninguno de los presentes estaba motivado por idealismos, emociones o intereses personales. Si hubiera alguien así presente, particularmente si poseyera autoridad o influencia, habrían perdido el tiempo inútilmente incluso antes de completar lo básico, parloteando en exceso hasta que la reunión concluyera. El hecho de que no había nadie así era digno de elogio.

“Entonces, por favor explíquemelo con mayor detalle. ¿Qué implicaría esta batalla decisiva?”

“Es difícil de responder porque no conocemos la fuerza de batalla total del enemigo. Sin embargo, asumiendo que hubieran 1’000 Quagoas, estaríamos en una situación desesperada. Repelerlos sería muy difícil y todo lo que conseguiríamos sería debilitar nuestra nación debido a la pérdida de recursos y hombres.”

“¿Por qué terminó de esta manera?”

Murmuraba el Comandante en Jefe.

Probablemente se debía a que la fortaleza de la Gran Grieta era demasiado fuerte. Los enanos se habían vuelto arrogantes, creyendo que “todo estará bien siempre y cuando la tengamos”.

Ainz sentía esto mismo también.

Él había probado el fruto amargo de la falta de cuidado en la forma de Shalltear.

“Si sólo tenemos un as en la manga, una vez que es derrotado, entonces estamos perdidos. Por lo tanto, siento que necesitamos otra carta del triunfo, en la forma del poder de Su Majestad.”

Ainz levantaba una mano para silenciar a los Enanos, que parecían estar a punto de hablar. El Comandante en Jefe podía haber tomado las riendas de la conversación nuevamente, pero Ainz no había terminado de hablar aún.

“Los Quagoa han sido repelidos por el momento, pero Feoh Gēr no está en paz todavía. Ésa es mi opinión.”

Las expresiones en las caras de los enanos eran totalmente agrias.

Después de asegurarse de que todos estaban de acuerdo con su punto previo, Ainz decidía aprovechar el momento y hablar.

“Sin mí, será muy difícil que puedan rechazar la próxima invasión Quagoa. Incluso para alguien como yo, la destrucción de una nación con la que estoy a punto de comenzar a comerciar es bastante molesta. ¿Qué les parece? ¿No harán uso de mi fuerza? Dado el poder de mi nación, puedo garantizarles que su nación no será atacada por un tiempo. …Sí. Por ejemplo, podría ayudarles a tomar de vuelta ese nido de Quagoas, la antigua capital Enana, me parece.”

El aire parecía estremecerse.

Esta reacción era totalmente nueva.

El Maestro de Cuevas y Minas humedecía sus labios.

“Su Majestad. ¿Quiere decir que tal cosa es posible?”

“Si me preparo para ello, por supuesto.”

El Maestro Forjador cruzaba los brazos frente a sí y fulminaba a Ainz con la mirada.

“…Eso parece demasiado idealista. ¿Por qué nos está proporcionando tanta ayuda? ¿Qué quiere de nosotros?”

“Oye, has dicho demasiado.”

El Maestro Forjador resoplaba ante las palabras de su colega.

“Es como agitar una botella de vino frente a un extraño. ¿Realmente creen que no hay condiciones?”

“¡Ngg!”

“Es una pregunta razonable. Entonces déjenme ser franco con ustedes. Una de las razones es porque creo que es mejor establecer relaciones diplomáticas con su país que con los Quagoa. Creo que ustedes, caballeros de este hermoso país, entienden los conceptos de sentido común y de endeudamiento y que me deben cierta deuda de gratitud. Ahora…consideren que uno de los lados está a punto de ganar y que el otro está a punto de perder. ¿Quién estará más agradecido si le presto mi fuerza?”

“Mm. Ése es el caso.”

“Además me gustaría que esta deuda fuera pagada no con palabras, sino de manera material. Eso conlleva a otra de las razones.”

“Ya veo, así que se trata del pago. Entonces. ¿Quiere oro o minerales poco comunes o exóticos? ¿O desea derechos de minería también?”

(Por supuesto). Ainz quería decir eso, pero se tragaba las palabras y resistía el impulso de pronunciarlas.

“No, quiero algo diferente. Quiero reclutar a los herreros rúnicos de este país para mi nación.”

Los Enanos parpadeaban como si fueran uno.

“¿Qué? ¿Es tan difícil de entender?”

El Maestro Forjador fruncía el ceño más profundamente que los otros.

“…Se debe a que las armas y armaduras rúnicas son muy raras en las naciones que rodean al Reino Hechicero. Me parece que son artículos muy valiosos. Por lo tanto, pensé en reclutar herreros rúnicos y hacer que produzcan equipo de guerra rúnico en mi nación.”

“¿Los llevará como esclavos?”

Ainz suspiraba exageradamente fuerte ante el Maestro Forjador.

“No haré nada semejante. ¿No me oyó cuando hablé? Dije que quería entablar lazos de amistad internacionales e iniciar relaciones comerciales. ¿O no? ¿Realmente cree que tomaré como esclavos a la gente de tales naciones aliadas? …Francamente, estoy algo decepcionado. Todo lo que tenía en mente era reclutar herreros rúnicos y hacer que creen equipos rúnicos en mi país.”

“En ese caso. ¿Qué tal si le otorgamos la máxima prioridad en las ventas de los equipos creados con runas?”

“…No. No valdría la pena la inversión. Si desean hacer uso de mi fuerza, entonces deben dejar que los herreros rúnicos trabajen para el Reino Hechicero y permitirnos el monopolio de la venta de sus productos. Eso es lo que desea mi nación y es el precio de recuperar su antigua capital. ¿Cuándo me podrán dar una respuesta?”

Los Enanos se miraban entre sí.

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“Ya veo. Tal vez mañana…”

“Eso podría traer algunos problemas.”

Interrumpía el Comandante en Jefe.

“No olviden que esta ciudad sigue estando en peligro de ser atacada por los Quagoa. Incluso si Su Majestad acepta la tarea de derrotarlos, le tomará algún tiempo reunir a sus tropas. Con ese punto en mente, no podemos esperar hasta mañana. Debemos darle una respuesta de inmediato.”

Ainz miraba desde arriba a los Enanos.

“No me corresponde hablar aquí. Sin embargo, si realmente están en una situación tan desesperada, entonces tener que cumplir mi anterior promesa también será bastante difícil. Si la situación se torna muy grave, tendré que añadir muchas más condiciones. Después de todo, se debe esperar pagar más por un trabajo de último minuto.”

“Mmm. El Comandante en Jefe está en lo cierto y las palabras de Su Majestad también son muy razonables. Entonces, Su Majestad, aunque nos disculpamos por la imposición. ¿Podría esperarnos en la habitación de hace un momento? Nos gustaría llegar a una conclusión tan rápido como sea posible.”

“No tengo ninguna objeción a eso. Esperaré ahí, entonces.”

Y con eso, Ainz se levantaba y dejaba la habitación en compañía de sus subordinados.

***

 

 

La habitación seguía en completo silencio incluso después de la partida del Rey Hechicero. Poco después, alguien exhalaba y eso dispersaba la tensión que flotaba en el aire.

“¡¿Qué, qué demonios fue eso?!”

“¡Es un monstruo increíble! Comandante en Jefe, ese monstruo me puso los pelos de punta. No hay duda del miedo que infunde.”

“¡Casi pensé que iba a orinarme!”

Todos los Enanos comenzaban a gritar. Dejaban escapar todas las cosas que sus tensos nervios habían estado manteniendo bajo control.

“¿Qué debemos hacer? Es la encarnación del mal. Si incluso una sola de las cosas que dijo es cierta, me daría un miedo de muerte.”

“¿Cómo puede ser benevolente alguien que irradia un aura así de malévola? Mírenlo ¿A cuántos seres vivos creen que ha asesinado hasta ahora?”

“Mmm. Debe haber tomado tantas vidas que ni siquiera se acuerda de todas. Y pensar que ese rostro escalofriante puede emitir palabras que suenan así de normales.”

“Debe de estar reuniendo equipos para alguna gran invasión. ¡Para su ejército de la oscuridad!”

“Además, odio que sea tan fácil de entender y de estar de acuerdo con él. Se siente justo como esos demonios que te roban el alma con un contrato.”

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Eran unánimes en su rechazo a la propuesta del Rey Hechicero. Muchos de ellos coincidían en que no se podía confiar en las palabras de los no-muertos.

“Sin embargo, la propuesta de Su Majestad es muy atractiva para nuestro país. En primer lugar, nuestro país será destruido si no hacemos algo sobre los Quagoa. Adicionalmente, el Rey Hechicero es la única persona que nos puede salvar.”

El Comandante en Jefe era la única voz contraria.

Sus palabras hacían que los otros Enanos se vieran como si hubieran mascado un gusano amargo.

“Déjenme asegurarme de nuevo. ¿No hay ninguna manera de que podamos lidiar con los Quagoa utilizando sólo nuestra fuerza?”

“No hay manera. Con la ayuda del Rey Hechicero podríamos reconquistar la fortaleza, pero hay demasiadas cosas que necesitaríamos hacer. En este momento, lo único a lo que podemos aspirar es a tomar de vuelta la fortaleza. Si Su Majestad no hubiera venido aquí, en este momento los Quagoa podrían estar invadiendo la ciudad.”

“Si el Rey Hechicero decía la verdad, entonces también hubo avistamientos de Quagoa en Feoh Raiđō.”

Los Enanos llevaron las manos a la cabeza.

“…¿Y si sólo tomamos prestado el poder del Rey Hechicero y luego pretendemos no saber nada al respecto?”

“Eso solamente irritaría a ese monstruo. Incluso yo estaría descontento en su posición. Después de todo, quedaríamos como personas que sólo buscaron pedir prestado su poder militar para nuestro propio beneficio y todo eso.”

“Aun así, todo esto parece demasiado perfecto. ¿Podría ser que el Rey Hechicero es el que mueve los hilos entre bastidores?”

“Es muy probable, pero no tenemos pruebas. Todo lo que podemos hacer es suponerlo.”

“Lo importante aquí es que el Rey Hechicero nos escogió a nosotros y no a los Quagoa. Si lo enfadamos, podríamos estar colocando una soga alrededor de nuestros cuellos. Intentar investigarlo también podría ser muy peligroso.”

“…¿El Rey Hechicero bebe?”

“¿Crees que pueda? …Supongo que no se puede confiar en un tipo que no beba, después de todo.”

“Aun así…”

En este punto tomaba la palabra el hasta ahora silencioso Maestro del Gremio de Mercaderes.

“Creo que todos podemos aceptar lo que el Rey Hechicero está diciendo. Es totalmente lógico. Yo haría lo mismo en su posición, escogiendo a los Enanos en lugar de los Quagoa.”

Si él dirigía un ejército que podía aniquilar fácilmente a los Quagoa, entonces ayudar a los Quagoa a matar a los Enanos no le ofrecería muchos beneficios.

“Él dijo que quería prestarnos trabajadores no-muertos. ¿No sería más rentable tomar las minas para sí mismo?”

“Bueno, no tendría sentido tomarnos como esclavos. …Además, nosotros conocemos la montaña ¿Verdad?”

“Ya veo. Eso es lo más seguro. Él piensa que explorar las minas por sí mismo le traería demasiados problemas, por lo que nos dejará excavar los minerales. Así que nos dará un bonito collar para complacernos. ¿Entonces?”

“…Aun así, luego de hablar con el Rey Hechicero, tengo la sensación de que todo irá bien, siempre y cuando tengamos relaciones comerciales con él. En otras palabras, no tiene la intención de explotarnos con tratados comerciales desiguales.”

“Si es así, puedo entender por qué nos ofrece términos tan generosos. Con todo ¿No estaría bien aceptar su propuesta?”

“¿Por qué dices eso?”

“Porque podemos ayudarnos mutuamente. Mientras el Rey Hechicero requiera minerales, nos protegerá. En ese sentido, podemos pensar en el Rey Hechicero como en un mercenario con un gran apetito por el vino.”

La opinión general había pasado de “lidiar con él es peligroso” a “estaremos a salvo siempre y cuando tengamos valor”. Sin embargo, en el transcurso de este cambio, un Enano hablaba con frialdad.

“…¿Todos ustedes pretenden ser subordinados de esa criatura no-muerta?”

Todos los ojos se volvían hacia el hombre que se había opuesto firmemente a Ainz desde el comienzo. El Maestro Forjador.

“No se trata de escoger entre el bien o el mal. En este momento, nuestro país enfrenta una crisis de supervivencia. Si no hacernos algo sobre los Quagoa, con seguridad seremos destruidos.”

“…Y no podemos vencer a los Quagoa sólo con nuestra fuerza.”

“Entonces ¿Qué tal si le pedimos ayuda al Imperio? Hemos hecho negocios con ellos durante muchos años. ¿No sería más seguro? No sabemos nada sobre el Reino Hechicero, saben.”

“Aun si le pedimos ayuda al Imperio, no tendrían oportunidad contra los Quagoa. Son enemigos muy fuertes para cualquiera que use armas. Lo más importante es que los humanos no pueden ver en la oscuridad y no están adecuados al combate subterráneo. Aunque podrían tener una oportunidad si pudiéramos atraer a los Quagoa a la superficie, no tenemos forma de hacerlo.”

“Entonces parece que hacer un trato con el Reino Hechicero es nuestra única opción. En cualquier caso, comenzaremos pidiéndole ayuda y dejaremos los detalles de los acuerdos comerciales hasta después de haber visto el Reino Hechicero. ¿Qué les parece?”

“Ésa podría ser la manera más segura. Sin embargo, estamos haciendo negocios con ellos para derrotar a los Quagoa. ¿Verdad? Entonces, si no hacemos un trato, tendremos que pagar por los servicios prestados. ¿No es cierto? …No quiero ni pensar sobre qué tipo de precio se le puede poner a salvar un país.”

Todos los enanos tenían expresiones amargas.

“Supongo que la única manera de salvar el país es aceptar su propuesta. Eso significa que en las próximas décadas tendremos que depender de la fuerza del Reino Hechicero.”

En medio de los murmullos de aprobación, el Maestro de Cuevas y Minas murmuraba algo parecido a.

“Usar mano de obra no-muerta significa que podrán continuar trabajando durante todas esas décadas.”

Pero nadie le prestaba mucha atención. Eso se debía a que había otro pronunciamiento que acaparaba sus oídos.

“Parece que se han olvidado de algo importante. Me opongo a esto. ¡Jamás dejaré que nuestra gente vaya y sean esclavos!”

“¿Esclavos?”

“¡Los herreros rúnicos!”

“El Rey Hechicero ya dijo que no serían esclavos. ¿No?”

“¡¿En serio?! ¡¿Realmente crees en lo que dice?!”

Así pues, reprendido, el Enano que hizo la pregunta agachaba la cabeza.

“Oye, mira. No podemos descartar eso.”

Incluso si todo lo que el Rey Hechicero había declarado era un hecho, cualquiera que supiera que los no-muertos odiaban a los vivos no sería capaz de creerlo.

“Rehenes. ¿Entonces?”

“No. En ese caso no habría tenido la necesidad de precisar que quería herreros rúnicos. Igual de fácil podría haber demandado a miembros de nuestras familias en su lugar.”

“Entonces. ¿Podemos negarle el asunto de los herreros rúnicos pero preguntarle si cualquier otra cosa podría servir como pago?”

“…¿Hay algún tesoro que podría hacerle cambiar de opinión?”

“No. Aunque, si reconquistamos la capital y la tesorería está intacta, podríamos ser capaces de pagarle con su contenido.”

“No, él no aceptará eso. Necesitamos su fuerza para tomar de vuelta la Capital Real. ¿Correcto? Si se lo damos bajo esas circunstancias, qué le diremos cuando nos pregunte. ‘¿Tomaron esos tesoros de las bóvedas de la ciudad que reconquisté por ustedes?’ Si estuvieras en sus zapatos, ¿crees que sería un buen trato?”

“…Francamente, creo que estaría bien simplemente aceptar todos sus términos.”

El Maestro Forjador fulminaba con la mirada al Maestro del Gremio de Mercaderes.

“…¡¡Esclavos!!”

“¡Esa es sólo tu opinión! ¡El Rey Hechicero ya dijo que no los tomará de esclavos! Todo lo que tenemos que hacer es enviar gente para que se aseguren de eso. ¿Cierto? Y más importante aún… Si bien esto podría parecer excesivo… La artesanía rúnica es una tecnología obsoleta. Teniendo en cuenta que en cualquier momento podría desaparecer, no creo que vaya a ser un problema entregársela. Es muy barato para lo que estamos obteniendo. ¿Cierto?”

“Pero perderemos toda esa rama de nuestra artesanía. ¿No crees?”

“Aun así, ahora es el mejor momento para venderla. ¿No?”

“¡Me opongo!”

Mientras gritaba se formaban burbujas en el borde de la boca del Maestro Forjador.

“¿Eso es resultado de la lógica y no de las emociones? No se ve de esa manera para mí.”

“¡¡No tengo idea de por qué todos confían tanto en el Rey Hechicero!!”

En este punto, el Comandante en Jefe hablaba en tonos fríos. Después de haber enfrentado a los Quagoa en batalla, él conocía mejor que nadie la situación de la ciudad. Por lo tanto, no quería desperdiciar palabras en conversaciones inútiles y había permanecido como un observador, pero finalmente había alcanzado su límite.

“Dejando la confianza de lado, esta ciudad será destruida con total seguridad si es que no hacemos uso de la fuerza del Rey Hechicero. Lo que estás haciendo es abandonar la única cuerda de salvamento que nos queda.”

“¿Qué dijiste, mequetrefe?”

“Estoy a cargo del ejercito de esta ciudad. ¡Y digo que la única manera en que podemos protegerla es con el poder de Su Majestad! ¿O quieres destruir la ciudad? ¡De lo contrario, muéstrame otra forma de vencer a los Quagoa sin usar su fuerza! ¡Vejestorio!”

“¡Tú! ¡Has estado llamando Su Majestad a ese monstruo desde que ingresaste a esta habitación! ¡¿Es que has traicionado a este país?!”

El Maestro Forjador tomaba de las solapas al Comandante en Jefe.

“¡¿Qué estupidez es esa, tonto viejo loco?! ¡¿Quieres pelear?! ¡Es natural referirse con respeto a alguien de tal poder! ¡Eres tú en quien no podemos confiar!¡¿Sabes que él podría fácilmente aniquilar este país?!¡Si dices que he traicionado a esta nación, entonces todos ustedes están poniendo en peligro a su gente!”

El Comandante en Jefe también agarraba al Maestro Forjador del cuello y sus frentes chocaban.

“¡Oigan! ¡Una cosa es no estar de acuerdo, pero no peleen!”

Los otros Enanos se apresuraban a ponerse de pie para separar al par.

Sin embargo, los dos seguían mirándose ferozmente, como preparándose para la segunda ronda.

“En cualquier caso, sometámoslo a votación. Si alguien no está de acuerdo, lo discutiremos luego. Eso será más constructivo que una pelea.”

“¿Qué votaremos?”


“En primer lugar, si dejaremos que los herreros rúnicos vayan al Reino Hechicero para poder hacer uso del poder del Rey Hechicero. Todos a favor, levanten la mano.”

Todos a excepción del Maestro Forjador levantaban la mano.

“Hmm. Entonces, el siguiente punto. ¿Queremos forjar relaciones con el Reino Hechicero y comenzar a comerciar? Todos a favor, levanten la mano.”

El resultado fue el mismo de antes.

“Ya veo. Entonces, la votación concerniente al Rey Hechicero, Su Majestad, está decidida. Disculpe Comandante en Jefe, pero ya puede llamar de vuelta a Su Majestad.”

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