Hell Mode (NL)

Volumen 6

Capítulo 1: Mundo Distorsionado

Parte 1

El renombrado herrero enano Habarak miró a Allen con los ojos inyectados en sangre y rugió: “¡Todo porque no parás de hablar de Dygragni esto, Dygragni lo otro! ¡¿Quién es?! ¡Lady Freyja está tan furiosa que ya no me deja forjar oricalco!”

Luego apartó a Allen de un empujón y cayó de rodillas, haciendo chocar las manos y la cabeza contra el suelo mientras le temblaba la espalda encorvada.

“Lady Freyja, lo siento mucho. Por favor, no se enfade. Lo siento mucho.”

Con la forma en que sollozaba como un niño, era difícil creer que este enano era uno de los tres únicos herreros en el mundo capaces de forjar el raro metal oricalco en armas. Apenas parecía un adulto. Sin embargo, su reacción dejó clara la profundidad de su dolor, dejando a Allen y a sus amigos temporalmente aturdidos. Incluso el Héroe Helmios, que los había traído aquí para presentarles a Habarak, se quedó sin palabras mientras se arrodillaba junto al maestro herrero y le frotaba suavemente la espalda.

Varios aprendices enanos salieron del edificio que les servía de taller y hogar, atraídos por los gritos de su maestro. Sólo cuando llegaron, Habarak respondió por fin.

El joven enano que los había recibido antes en la puerta se dirigió al grupo. “Creo que es suficiente por hoy. ¿Quieren retirarse?” No tuvieron más remedio que obedecer.

“Volvamos a visitarlo mañana. Quién sabe, tal vez esté de mejor humor después de tener una noche para reflexionar.”

Con la sugerencia de Helmios en mente, el grupo regresó a la ciudad para buscar una posada.

A la mañana siguiente, el grupo visitó de nuevo el taller de Habarak y, al llamar a la puerta, fueron recibidos por el mismo joven enano de antes. Esta vez, dejó entrar al grupo sin problemas.

“Por favor, síganme.”

Una vez en el salón, Krena colocó el trozo de oricalco que había traído sobre la gran mesa.

“Espero que esta haya sido la elección correcta.”

Krena se refería a la discusión que habían tenido en la posada la noche anterior sobre si debían o no traer el oricalco. Al final decidieron llevarlo, ya que dejarlo en la posada era imposible. Ella no había expresado su opinión al respecto y, a juzgar por su comentario, parecía que aún no estaba del todo convencida.

Habarak llegó poco después, y su mirada se fijó inmediatamente en el trozo de mineral dorado y brillante que había sobre la mesa.

“¿Supongo que es el oricalco que encontraron en la mazmorra de Dygragni?”

Había un matiz de tristeza en su expresión.

“Así es”, respondió Krena con una voz inusualmente reservada.

Habarak permaneció inmóvil en la entrada de la sala, con una expresión de abatimiento en el rostro. Sus palabras salieron en un ronco susurro. “Eso… Bueno, eso sí que es oricalco. Pero ya no puedo falsificarlo, lo siento.”

Se hizo un gran silencio en la sala. Krena, Allen y el resto de los jugadores sin vida se quedaron sin palabras, sin saber qué podían decirle al atribulado herrero. Sin embargo, Helmios rompió el silencio con su habitual tono alegre.

“Sabes, he perdido la cuenta de cuántos apuros me ha sacado esta espada que me forjaste.”

Su espada estaba forjada con oricalco — hasta yo me he encontrado en el extremo equivocado de esa hoja.

Habarak habló por fin. “Agradezco tus amables palabras.”

“¿Te importaría decirnos por qué ya no puedes forjar oricalco?”

“Mi fuego se ha apagado. Está tan mal que apenas puedo forjar adamantita.” El dolor era evidente en su voz. “Lo que es peor, ya no puedo oír la voz de Lady Freyja. Siempre había podido oírla cuando forjaba.”

Así que podía oír la voz de la Diosa del Fuego, ¿eh? Suena más a sacerdote que a herrero.

“Ayer mencionaste que todo esto era culpa de que deificáramos a Dygragni. ¿Es esa realmente la causa de tus problemas?”

“Lady Freyja es la Diosa del Fuego. Si ella no me presta su poder, entonces esa debe ser la razón. Esos tontos del Imperio de Baukis están tan empeñados en endiosar a ese Maestros de las Mazmorras o como quiera que lo llames con tal de llenarse los bolsillos.”

El tono del herrero enano era tan duro que prácticamente escupió esas palabras.

Esto le recordó a Allen lo que Uru le había contado anteriormente sobre cómo iban las cosas en Baukis.

Uru también mencionó eso. Esa era también la razón por la que el almirante Garara tenía en tan baja estima al emperador de Baukis.

Teniendo en cuenta que Baukis llenaba sus arcas gracias a que las mazmorras de Dygragni atraían a aventureros de todo el mundo y a las ganancias económicas auxiliares que estos aventureros traían consigo, sus habitantes adoraban a Dygragni como a un dios. Además, la guerra con el Ejército del Señor Demonio había aumentado la demanda extranjera de herramientas mágicas, lo que llevó a algunos a creer que el imperio deseaba prolongar la guerra.

Por eso sólo proporcionaban al Continente Central el mínimo absoluto de ayuda.

El Imperio de Baukis nunca envió ningún gólem al Continente Central. Además, aunque poseían tal poderío militar que podían rechazar repetidamente los ataques marítimos del Ejército del Señor Demonio, nunca marcharon al Continente Olvidado — la base del Señor Demonio — situado al norte del Continente Central.

Quiero decir, claro, incluso yo entiendo que no es poca cosa conseguir que los países del mundo se unan y dejen a un lado sus intereses personales, pero no podemos dejar que las cosas sigan así.

Basándose en sus treinta y cinco años de experiencia en su vida anterior, Allen sabía que ningún mundo sería realmente ideal. Sin embargo, también sentía que este mundo, en medio de una lucha a vida o muerte contra el Ejército del Señor Demonio, se quedaba particularmente corto.

El Imperio de Giamut era una hegemonía que utilizaba la Alianza como medio para expandir su influencia. El aislacionista Rohzenheim despreciaba la injerencia extranjera. Albahal, el País de los Beastkin, sufrió generaciones de persecución y ya no podía concebir un mundo unificado. Luego estaba el Reino de Ratash, consumido por las luchas internas por la sucesión al trono y las facciones políticas. El Imperio de Baukis, con su afán de lucro y de extender la guerra, no era ni mucho menos el único causante de que la Alianza de los Cinco Continentes, creada para derrocar al Ejército del Señor Demonio, fuera poco más que un nombre de fantasía.

Tal vez sea porque la guerra se ha prolongado durante varias décadas. O tal vez…

Tal vez todo esto era parte de la gran estrategia del Ejército del Señor Demonio.

“¿Así que la Diosa del Fuego Freyja ya no te prestará su poder porque los ciudadanos de Baukis le rezan a Dygragni en su lugar?”

“Incluso aquellos que solían ser parte del Reino de Melka ya no pronuncian las alabanzas de Lady Freyja.”

“¿Es así?”

“De todos modos, eso es todo lo que tengo que decir. Les agradecería que se largaran.”

La habitación se quedó en silencio una vez más. Incluso Allen se quedó sin palabras. No había una solución sencilla para la incapacidad de Habarak de forjar oricalco a causa de la pérdida de fe de la gente en una deidad.

Fue entonces cuando la pequeña criatura sentada sobre el hombro de Sophie se dirigió a Habarak.

“Estás equivocado, y terriblemente. Hmm… sí, me temo que ya no puedo mantener mi silencio. Ja, ja.”

“¡Cuida tu lengua!”

Una mirada de ira estalló en el rostro de Habarak mientras sacudía la cabeza en dirección a Sophie, de donde procedía la voz que lo había derribado tan completamente. Sin embargo, se tragó sus palabras en cuanto vio a la criatura sobre su hombro. Allen supuso que debía de haber sentido la presencia del dios.

“La Freyja que conozco nunca daría la espalda a los enanos. Puede que sea una diosa malévola, pero siempre tuvo debilidad por su pueblo. Más que por otras especies.”

“¡¿Qué?!”

“En ese caso, debe haber alguna otra razón por la que Lady Freyja dejaría de prestar su poder a Habarak.”

“Tienes razón, Allen. Hay otra razón para que ella no preste su poder. O tal vez debería decir que ella es incapaz de prestarlo. Ja, ja.”

“Pero no sabes cuál es esa razón, ¿eh?”

En cualquier caso, no serían capaces de forjar el oricalco.

“Ja, ja. Por eso voy al Reino Celestial a preguntarle directamente. Tal vez lo comparta conmigo.”

Al decir esto, Rohzen se tensó y se quedó inmóvil sobre el hombro de Sophie.

“¿Q-Quién era…?”

Helmios explicó todo sobre el Dios Espíritu al tembloroso herrero.

“Entiendo. Entonces, ¿ustedes están acompañados por un dios?”

Habarak volvió a mirar al grupo, esta vez con una nueva perspectiva.

“Eso no importa. Lo siento por culparlos a todos. En última instancia, este es un problema al que nos enfrentamos los enanos.”

“No te preocupes.”

Allen pensó que la situación era más que suficiente para justificar que alguien cayera en la desesperación y perdiera el sentido de la perspectiva. El joven enano entró entonces en el salón con té, casi como en el momento justo ahora que la tensión se había relajado. Habarak tomó asiento, con expresión relajada.

El grupo esperó unas dos horas hasta que Rohzen por fin volvió a moverse. Sin embargo, a juzgar por la forma en que tenía la cabeza caída, no parecía estar de buen humor.

Sophie parecía preocupada. “¿Qué pasa, Lord Rohzen?”

“Hmph, bueno. Hmm.” Levantó la cabeza y miró hacia Sophie. “Sophialohne…”

“¿Sí?”

“Quiero que me prometas una cosa antes de continuar.”

Sophie le devolvió la mirada. “Cualquier cosa, Lord Rohzen.”

“Todo lo que hago como dios espíritu es para ayudar a los elfos. Prometí hacer todo lo que estuviera en mi mano por ellos de acuerdo con el pacto que firmé en respuesta a las plegarias de la sacerdotisa. Así que, por favor, no te preocupes.”

“¿Eh? ¿P-Pero por qué…?”

Allen captó rápidamente la razón por la que Sophie se había quedado sin palabras. Que un dios dijera tales cosas debía significar que el asunto que estaba a punto de discutir era bastante serio.

Todos en la sala observaban con la respiración contenida.

“Las cosas son mucho más graves de lo que esperaba. A este paso, el mundo se arruinará en cuestión de años. Ja, ja.”

La risa de Rohzen sonó oscura y hueca en los oídos de Allen.

“¿Caer en la ruina? ¿Qué quieres decir con eso?”

“Se lo explicaré. Pero antes de eso, me gustaría discutir algo que sucedió mientras todos ustedes estaban luchando para salvar Rohzenheim.”

El Dios Espíritu pretendía explicar lo que estaba ocurriendo empezando por el principio.

“¿Pasó algo en el Reino Celestial en aquel entonces?”

“Ciertamente algo sucedió. La batalla que librabas en este plano no era más que una distracción. Mientras estabas ocupado, las fuerzas principales del Ejército del Señor Demonio estaban invadiendo el Reino Celestial.”

“Tal y como pensaba. Así que esa no era su unidad principal, entonces.”

Parece que siempre tengo razón cuando predigo lo peor.

“Sí, es exactamente como lo predijiste.”

Cecil se apresuró a exigir una explicación. “Un momento. ¿Cómo te diste cuenta de que era una distracción, Allen?”

“Recuerdas que lo mencioné durante la guerra, ¿verdad? Bueno, me llamó la atención lo diferente que era el Ejército del Señor Demonio del que aprendimos en la Academia del que nos enfrentamos en realidad. Parecía que nos enfrentábamos a una turba de monstruos.”

“Ahora que lo mencionas, recuerdo que hablaste de algo parecido”, dijo Volmaar, asintiendo.

En las clases de la Academia se enseñaba que el Ejército de los Señores Demonio era astuto y atacaba los puntos más débiles de sus enemigos — una característica que había llevado a la Alianza de los Cinco Continentes a perder batalla tras batalla en el Continente Central. Sin embargo, el Ejército del Señor Demonio que atacó Rohzenheim no tenía prácticamente nada en términos de apoyo logístico, y consistía casi exclusivamente en un gran número de tropas de asalto. Estaban constantemente al borde de la inanición, no tenían nada en términos de liderazgo o disciplina, y simplemente lanzaban un ataque temerario tras otro. Al darse cuenta de la diferencia entre lo que había aprendido y lo que se estaban encontrando, Allen discutía a menudo este asunto con sus amigos durante sus ratos de descanso.

Keel también reflexionaba sobre las conversaciones de Allen. “Mencionaste que las fuerzas actuaban como si fueran desechables. ¿Quieres decir que realmente era así?”

“Parece que estaban allí únicamente para ganar tiempo. La estrategia del Ejército del Señor Demonio era llamar la atención de los dioses sobre los acontecimientos de su mundo para facilitar que la fuerza principal invadiera el Reino Celestial.”

“¿Así que cruelmente tiraron diez millones de monstruos sólo para eso?”

La pregunta de Allen fue recibida con un asentimiento de Rohzen.

Antes de partir hacia Rohzenheim, el director les había dicho que se enfrentarían a un número sin precedentes de monstruos — una afirmación que resultó ser cierta cuando finalmente llegaron al campo de batalla de Rohzenheim. Obviamente, no fue nada fácil para el grupo debido a la gran cantidad de enemigos a los que se enfrentaron, pero el hecho de que fueran capaces de conseguir la victoria le pareció extraño a Allen. Todo tenía sentido si el verdadero objetivo del Ejército del Señor Demonio era simplemente crear una distracción.

Así que ellos… No. ¿Podría ser? ¿Cuánto se había preparado el Ejército del Señor Demonio para esto?

Una sola posibilidad apareció en la mente de Allen.

Rohzen habló una vez más. “Aparentemente, el ejército que invadió el Reino Celestial consistía en dragones salvajes y dragones antiguos a los que se unieron Deidades Demoníacas y archidemonios.”

Ahora eso suena como una fuerza a tener en cuenta. Los dragones antiguos son mucho más poderosos que incluso los monstruos de Rango S. En términos de poder, están prácticamente a la par con los semidioses.

Hasta el último miembro del ejército invasor era tan fuerte o más que la Deidad Demoníaca Rehzel y los jefes de planta de las mazmorras de Rango S.

“Entonces, ¿qué fue del Reino Celestial?”

“Parece que incluso el Ejército del Señor Demonio sabía que no podían acabar completamente con el Reino Celestial de un solo golpe. Más bien, su verdadero objetivo era atacar el templo de Freyja.”

La cara de Habarak se quedó sin color. Su cabeza se inclinó hacia delante tan rápidamente, que parecía que se iba a caer en cualquier momento. “¿Y-Y Lady Freyja?”

“No sólo es uno de los pilares de las Cuatro Deidades Elementales, sino que también es conocida por su poder sin límites. Consiguió expulsar al Ejército del Señor Demonio con la ayuda de sus aliados espirituales, pero por desgracia no salió del todo ilesa.”

Habarak dejó escapar un suspiro de alivio. “Es bueno oírlo.”

“Sin embargo, le robaron algo muy importante: el recipiente divino, el signo del papel de Freyja como Diosa del Fuego.”

Allen sintió una oleada de inquietud al oír a Rohzen hablar del recipiente divino.

Rohzen no ha sido muy comunicativo con la información sobre el Reino Celestial hasta ahora, así que ¿por qué es tan abierto al respecto ahora? ¿Tan grave podía ser la situación?

“¿Quieres decir que por eso sus llamas se han debilitado?”

“Precisamente. Un dios cuyo recipiente divino ha sido robado perderá su estatus de deidad.”

Los ojos del viejo enano se abrieron de par en par mientras las lágrimas amenazaban con escaparse en cualquier momento. “Yo… Eso es…”

“¿Y supongo que eso llevará a la caída de la humanidad?”

“Así es. Si Freyja continúa usando sus poderes de Diosa del Fuego sin su recipiente divino, dudo que vea siquiera tres años antes de convertirse en piedra.”

Se convertirá en piedra, ¿eh? Así debe ser la muerte para los dioses.

“Cuando eso suceda, forjar adamantina será totalmente imposible. Incluso el mithril ya no será forjable, de hecho, dejando al mundo sin otra opción que luchar con armaduras oxidadas y armas de chatarra.”

“D-De ninguna manera.”

“E-Espera. ¿Significa eso que las minas de mithril de las Montañas del Dragón Blanco también quedarán inservibles?”

Cecil, miembro de la Casa Granvelle, y Keel, jefe de la Casa Carnel, se quedaron sin palabras. Sus respectivas familias hicieron fortuna dedicándose al negocio de la minería y la venta del mithril que se encuentra en las Montañas del Dragón Blanco que bordean sus territorios.

No había forma de que pudiéramos cultivar suficientes armas y armaduras en las mazmorras para equipar adecuadamente a nuestros soldados contra el Ejército del Señor Demonio.

Incluso las armas y armaduras tenían una vida limitada en el campo de batalla. Si el fuego de las forjas se debilitara, ya no podrían crear nuevas armas… ni siquiera reparar las viejas. Estarían atascados usando armas y armaduras de bajo grado, que eran casi inútiles contra monstruos de Rango B y superiores.

“Huh, así que el lanzamiento del sistema de promoción de clase es un intento de mejorar la situación.”

Allen se había estado preguntando por qué se estaba añadiendo un sistema de ascensos de clase tan repentinamente después de que el mundo hubiera estado tanto tiempo sin él. La razón era simple: el mundo se destruiría si no se hacía algo.

“En efecto. Tenemos la intención de difundir esa información a las masas a través de la Iglesia en breve, junto con el hecho de que la Diosa del Fuego ha perdido su poder.”

Encabezar las malas noticias con buenas al menos evitaría que la gente perdiera toda esperanza, aunque al final la situación les siguiera pareciendo bastante preocupante. Si los dioses no hicieran nada, la humanidad seguramente se desanimaría. Después de todo, el Ejército del Señor Demonio no luchaba por el control — sino que utilizaba sus legiones de monstruos para eliminar por completo a la gente de la faz del planeta.

No puedo proteger al mundo entero yo solo.

Con tan solo armas y armaduras de mala calidad, las fuerzas de la humanidad estarían condenadas antes incluso de tener la oportunidad de utilizar cualquier bendición con la que los dioses les agraciaran, por abundante que fuera. Pero ahora no era el momento de pensar en todo eso. Había asuntos más urgentes.

“Por lo que he oído, Lady Freyja es bastante fogosa comparada con todas las otras Deidades de los Cuatro Elementos. Debe haber una razón por la que el Ejército del Señor Demonio la atacaría específicamente, ¿verdad?”

Allen había aprendido sobre los rangos relativos de los dioses en su clase de teología en la Academia. Elmea, el Dios de la Creación, era el más poderoso y reinaba sobre todos los demás dioses. Sin embargo, había otros dioses que también ostentaban un tremendo poder. Los dioses conocidos como las Cuatro Deidades Elementales — Freyja, del fuego; Gaia, de la tierra; Ninlil, del viento; y Aqua, del agua — eran bastante poderosos por derecho propio.

Mientras que Gaia y Aqua eran conocidas por especializarse en la protección y la curación, respectivamente, la especialidad de Freyja era la lucha. Era conocida por ser una diosa bastante temperamental que, una vez enfadada, podía hacer que todas las montañas del mundo entraran en erupción al unísono, dejando tras de sí nada más que tierra quemada. El Ejército del Señor Demonio debía tener una buena razón para atacar a una diosa así, como necesitar su recipiente divino, o…

“No creerás que los enanos deificando a Dygragni y dejando de rezar a Lady Freyja está relacionado con todo esto, ¿verdad?”

Habarak y Allen habían llegado a la misma conclusión.

“Sospecho que sí. ¿Qué piensa usted, Lord Rohzen?”

El Dios Espíritu se limitó a cerrar los ojos y se negó a dar una respuesta directa. “Ja, ja. Ciertamente estás cerca de comprender el funcionamiento interno del mundo, Allen. Por desgracia, esto es algo que no puedo responder.”

Incluso con el mundo enfrentándose a su posible fin, al parecer todavía había algunas cosas que no podía discutir.

“Está bien, no necesitas responder. Lady Freyja claramente se ha ido debilitando lentamente con el tiempo, debe ser por eso que el Ejército del Señor Demonio la eligió como objetivo.”

Aparentemente los dioses perdían su poder a medida que sus seguidores perdían la fe en ellos.

“Eso… ¡No puede ser! ¿Los enanos somos responsables de que Lady Freyja se convirtiera en piedra?”

Enterarse de que el acto de los enanos de dejar de rezar a Freyja había provocado que la diosa perdiera su poder sacudió a Habarak hasta lo más profundo de su ser.

“¿Cuánto tiempo esperó el Ejército del Señor Demonio a que Lady Freyja se debilitara lo suficiente?”

“Parece que tú también te diste cuenta, Cecil. Deben haber puesto en marcha este plan hace décadas.”

La guerra con el Ejército del Señor Demonio había durado más de sesenta años. Empezaba a parecer que la Alianza de los Cinco Continentes, que se formó durante ese tiempo, en realidad había empezado a romperse, con cada una de las partes respectivas persiguiendo sus propias aspiraciones. Incluso el ansia de poder del emperador Baukis — uno de los principales factores de la ruptura — formaba parte del gran plan del Ejército del Señor Demonio.

Por eso el Ejército del Señor Demonio no aniquiló a la humanidad cuando tuvo la oportunidad. Deben de tener algún tipo de plan para el recipiente divino robado.

“El Ejército del Señor Demonio debe estar planeando asegurar la completa aniquilación del mundo, entonces. Ja, ja.”

Rohzen parecía estar hablando consigo mismo más que con nadie.

Allen pensaba lo mismo. Esto significaba que el Ejército del Señor Demonio no se contentaba con destruir sólo el Reino Mortal, sino también el Reino Celestial. Para evitar ese destino que se avecinaba rápidamente, necesitaban pensar en una forma de salvar a la humanidad.