Watashi no Shiawase (NL)

Volumen 5

Capítulo 3: Noche

Parte 5

 

 

El Ministro de Educación amenazó con perder los nervios ante el contraargumento de Takakura, pero entonces su secretario, de entre todas las personas, saltó para detenerle.

“Ya, ya, señor. Sólo tendremos más problemas que tratar si usted hace un escándalo más grande, así que por favor tenga paciencia.”


Mientras el secretario intentaba abiertamente detener a su jefe como si estuviera calmando a un caballo, Miyo sintió que sus ojos se encontraban con los de ella durante un breve instante.

¿Qué…?

Le temblaron ligeramente los hombros. Sintió como si la hubiera mirado fijamente. ¿Habrían sido imaginaciones suyas?

“Miyo. ¿Pasa algo?”

“Oh, no.”





Miyo negó con la cabeza mientras su primo se volvía hacia ella, con cara de preocupación.

Como las cosas habían derivado en una discusión, el secretario también debía de estar nervioso. Tal y como estaban las cosas, Miyo y Arata eran Usuba, y las duras críticas a las que se enfrentaban eran más intensas que las de otros usuarios de dones.

Además de eso, el Ministro de Educación parecía fundamentalmente despectivo hacia los usuarios de dones, y dada la forma en que el secretario también hablaba y actuaba, también podría haberlos odiado. En ese caso, no había mucho que pudiera hacer para evitar que la miraran así.

“Por favor, permítanme disculparme. El giro equivocado que tomamos acabó causando bastante conmoción.”

El secretario se volvió impúdicamente hacia Arata como si no hubiera pasado nada, a pesar de lo mucho que había irritado al ministro.

“No necesito tus disculpas a medias. Vuelve por donde has venido lo antes posible.”

“Vaya. Desde luego comprendo por qué te enfadas, pero por favor, perdónanos.” Dijo el secretario mientras se acercaba a Arata con excesiva familiaridad y le daba un golpecito en el hombro. Estaba claro que en realidad no lo sentía, así que Miyo pudo entender la mueca de Arata.

Cuando ambos se cruzaron, el secretario susurró algo.

“No olvides tu papel aquí.”

Arata abrió los ojos con sorpresa por un momento, antes de morderse el labio.

El leve susurro desapareció antes de llegar a oídos ajenos, y Miyo no tuvo forma de conocer el fondo de su comentario.

El secretario y el ministro volvieron a su automóvil mientras la multitud que se había congregado los miraba con fastidio.

“Siento no haber venido antes. ¿Estás bien, Miyo?”

Godou se acercó a ellos con una mirada de disculpa.

“Oh, Godou… Estoy bien.”

Arata la había protegido, y no había corrido peligro de que le hicieran daño.

“Menos mal.” Respondió Godou, con una expresión de alivio en el rostro. “Nos avisaron justo después de que el Comandante partiera hacia la avanzadilla. Ya debería haber recibido el informe de la situación, así que seguro que vendrá pronto, pero… lo siento.”

“No pasa nada. Gracias, de verdad. Lamento molestarlos con esto.”

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Cuando Miyo se inclinó en señal de disculpa, Arata puso cara de extrañeza y una fría sonrisa apareció en su rostro.

“No necesitas disculparte, Miyo. Esto es claramente un fallo por su parte. Aunque no parecía ser el caso del ministro y su secretario, si de verdad hubieran sido Usui disfrazado, habría sido demasiado tarde para cuando Godou y sus hombres llegaran.”

“Sí, bueno… Tienes toda la razón…”

Mientras hablaban, el motor del automóvil del ministro y el secretario rugió y se pusieron en marcha.

Entonces Takakura se acercó para unirse a ellos, con el abatimiento visible en sus rasgos intelectuales.

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“Tiene mis más sinceras disculpas por los problemas que le causaron.”

“Esta vez no hubo daño, pero te pediría que este tipo de cosas no vuelvan a suceder… Entiendo que estás en una posición difícil, pero aun así.”

Arata fue igual de severo con Takakura.

Aunque Miyo no conocía los detalles, parecía que el gobierno tampoco era un monolito.

Evidentemente, algunos funcionarios no confiaban en que Takaihito actuara en lugar del emperador. También tenían dudas sobre el statu quo actual, en el que todo lo decidía alguien que ostentaba el poder de la Revelación Divina, algo incomprensible para el común de la gente.

Takaihito había luchado contra estas fuerzas todo el tiempo que llevaba actuando como representante del emperador, pero parecía que su invitación a Miyo y compañía al Palacio Imperial había hecho que el descontento y las sospechas contra él se desbordaran.

Miyo supuso que el Ministro de Educación era una de las personas descontentas con la situación.

“Pero por supuesto. Juro por mi nombre como ayudante del Príncipe Takaihito que trabajaré para que no vuelva a ocurrir.”

“Por favor, hazlo.”

Al final, Miyo no entendió qué era exactamente lo que el ministro y su secretario habían ido a hacer allí.

Sin embargo, eso fue más que suficiente para que se preocupara por si podría o no pasar allí los próximos diez días en paz.

“… ¿Y a qué han venido esos dos hombres?” Murmuró Miyo, ladeando la cabeza.

Su excusa de que se habían perdido era absurda, así que debían de haber venido por otro motivo.

“Quién sabe. No puedo asegurarlo, pero quizá querían venir a vernos o algo así.”

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“¿P-Por qué se desviarían de su camino para hacer eso?”

“Está claro que el Gobierno tiene demasiado tiempo libre.”

El tono de Arata era cínico y mordaz.

Algo está mal.

Aunque su boca formaba su habitual sonrisa amable y amistosa, Arata estaba actuando de forma poco habitual. Sus palabras transmitían una extraña agresividad.

“Arata.”

“¿Qué pasa, Miyo?”

Cuando se dirigió a él, se encontró con el mismo temperamento que siempre había tenido su primo, libre de todo rencor.

Aun así, había tenido la sensación que desde hace algún tiempo algo no iba bien. Necesitaba resolver las cosas por sí misma.

“Um, ¿estás… bien?”

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No se le ocurrió una pregunta inteligente y con tacto.

¿Qué debía preguntarle y qué necesitaba preguntarle para que Arata le respondiera con sinceridad? Incapaz de dar con la pregunta correcta al instante, se sintió decepcionada consigo misma por haber dado con una forma terriblemente vaga de interrogarle.

“No sé exactamente a qué te refieres, pero estoy bien.”

“Um, no, bueno. No es eso.”

“¿No lo es?”

“¿Te preocupa algo? ¿O estás preocupado por algo?”

Una risita se escapó de los labios de Arata mientras ella tartamudeaba y evitaba mirarle a los ojos.

“Ja-ja. No hay de qué preocuparse. Oh, no obstante, me enfrento a un problema.”

“¡¿Eh?!”

Miyo levantó la vista al instante, esperanzada de que realmente se confiara a ella.

Sin embargo, las cosas no serían tan fáciles con este primo suyo, hábil para guardar las apariencias y hacer pasar las cosas por lo que era.

“Te metes rápido en todo tipo de problemas, así que no puedo perderte de vista ni un momento.”

No era eso lo que preguntaba. Sin embargo, no podía negar que su observación era acertada.

Miyo era consciente de que no sólo provocaba preocupación a su prometido Kiyoka, sino también a su primo Arata.

“Es solo que…”

Su murmullo le llegó desde arriba.

“Tampoco podré protegerte para siempre.”

Sus palabras melancólicas y desoladas calaron hondo.

Lo pensó un poco más y se dio cuenta de que su afirmación tenía mucho sentido. Aunque eran parientes, ni siquiera vivía con Arata, así que no podía esperar que fuera su guardaespaldas de por vida, ni era realmente necesario.

Era una afirmación extremadamente obvia. Entonces, ¿por qué me molesta tanto? Se preguntó Miyo.

“¿Arata…?”

“Pero incluso si no estoy cerca, con cómo estás ahora, podrías estar bien a pesar de todo.”

“Eso no es verdad…”

Era totalmente increíble. Si realmente estuviera bien, Kiyoka no habría colocado a propósito a su lado a Arata, alguien de quien aún desconfiaba.

Con una connotación asertiva en sus palabras, Arata continuó sin volver la vista hacia Miyo.

“Te has vuelto muy fuerte. Y tienes al Comandante Kudou contigo.”

“Por favor, no soy fuerte en absoluto.”

“Definitivamente lo eres. Por eso estoy seguro de que en un futuro no muy lejano, ya no pasaremos tiempo juntos de esta manera.”

Aunque estaba a su lado, Arata parecía terriblemente lejos.

Estaban conversando y, sin embargo, ella sentía que nada de lo que decía en resonaba en él en ese momento. No tenía la menor idea de por qué.

“Lo siento. Fui y te causé problemas.”

A Miyo le costó demasiado captar las verdaderas intenciones de Arata, que se recompuso y esbozó una tensa sonrisa.

“En absoluto… Mientras estés bien.” Dijo ella.

“Soy el mismo de siempre. Aunque parece que me he irritado bastante.” Admitió.

No podía descifrar los verdaderos sentimientos de Arata. Y tenía la sensación de que la apartarían si lo intentaba.

***

 

 

Miyo estaba confusa.

O mejor dicho, era más exacto decir que estaba demasiado aturdida para entender las cosas.

“… ¿Mi ropa de cama siempre estuvo así…?”

Delante de Miyo y Kiyoka había un gran juego de cama, pero, por alguna razón, había dos almohadas entronizadas una al lado de la otra en la cabecera de los colchones, y su presencia resultaba anormalmente imponente.

“Bueno, no sé. Si normalmente no usas dos almohadas por la noche, debe de haber cambiado, ¿no?” Dijo Kiyoka a su lado, igualmente desconcertado.

Habían pasado unas horas desde el incidente de aquella noche.

Después de que las cosas se calmaran, Kiyoka llegó, completamente sin aliento, y confirmó una y otra vez que no había nada fuera de lo normal. Incluso después de que Miyo le asegurara repetidamente que no había ningún problema, él no escuchaba ni una palabra de lo que decía.

“¡Miyo! ¿Te encuentras bien? ¿Te han hecho algo extraño? En cuanto me enteré de que te había pasado algo malo, me preocupé muchísimo…”

Hazuki no había dejado de repetir “menos mal” una y otra vez, aunque las lágrimas probablemente habían sido innecesarias. Esto preocupó a Yurie, y pronto se formó un terrible alboroto.

Además, Hazuki y Yurie, preocupadas por Miyo, habían ordenado duramente a Kiyoka que se quedara en la residencia de Takaihito por el momento. Ambos recibieron órdenes estrictas de relajarse juntos.

Estos últimos días Kiyoka había estado trabajando sin parar. Había estado acampado, durmiendo en una tienda de campaña bajo el cielo invernal, así que era comprensible que estuviera agotado.

Con el pretexto de vigilar a Miyo, era natural que le invitara a tomárselo con calma y relajarse.

No había nada extraño en ello… ¿verdad?

Hazuki y Yurie habían insistido en que Kiyoka debía relajarse y descansar un poco, pero eso no era nada nuevo.

Tanto a Kiyoka como a Miyo les resultaba difícil rechazar las propuestas de la pareja, y se veían presionados a ceder, así que nada de aquello debió de parecerles antinatural.

Sin embargo, por una razón u otra…

Para cuando Kiyoka acompañó a Miyo desde el baño hasta la habitación que le habían designado, el interior había quedado perfectamente limpio y mágicamente transformado en su estado actual.

Por supuesto, no era la primera vez que su habitación se veía afectada por este tipo de fenómeno antinatural.

En algún momento Arata también desapareció sin dejar rastro…

Ahora no estaba por ninguna parte, a pesar de que la había vigilado hasta que entró en el baño. Además, ella no podía sentir la presencia de Yurie en la mitad de la habitación dividida por la puerta corredera para su uso.

Miyo no pudo evitar una extraña sensación de déjà vu ante la escena que tenían delante.

“Nos han tendido una trampa.”

“… Me lo imaginaba.”

Parecía imposible descartar esto como una simple casualidad.

Sin embargo, Hazuki y Yurie se habían enfrentado seriamente a los problemas que pesaban sobre la mente de Miyo, y se suponía que comprendían sus sentimientos, por lo que le resultaba difícil pensar que fueran a dar un paso tan contundente.

No sólo eso, sino que sólo le habían dicho que se relajara junto a Kiyoka, sin insinuarle que debían dormir juntos.

Eso le llevó a preguntarse quién lo había organizado.

“Esto… no parece cosa de mi hermana. A pesar de su aspecto, sigue siendo una dama de veinte años. No actuaría de forma tan vulgar. Sólo nos queda el Príncipe Takaihito.” Declaró Kiyoka, sacudiendo la cabeza con cansancio.

Esta es casi la misma situación a la que nos enfrentamos en la villa Kudou, ¿no es así…?

Sin embargo, esta vez había una cosa diferente.

“Haah. Si esto es cosa del Príncipe Takaihito, entonces no podré conseguir que me preparen una habitación separada, ¿verdad?”

Esta no era la finca de los Kudou, sino la casa de otra persona, y todo estaba en manos de Takaihito. En otras palabras, aunque le pidieran habitaciones separadas, podía decidir negarse.

La situación era grave, y Miyo y Kiyoka habían perdido prácticamente todos los medios para tomar el control de la situación.

“En serio, ¿de dónde sacaron ropa de cama tan grande?”

“…………”

“Suena bien decir que está siendo considerado… pero, ¿en verdad esto es algo que un hombre adulto, y además príncipe heredero, debería hacer?”

Kiyoka se apretó la frente, su declaración un tanto verborreica mostraba su total asombro.

Por el contrario, Miyo sólo pudo quedarse de pie, conmocionada.

¿Voy a dormir al lado de Kiyoka? ¿En serio?

Miyo y Kiyoka vivían juntos, pero aún eran novios, no marido y mujer.

¿No era demasiado pronto para que compartieran la misma cama? No, definitivamente era demasiado pronto. Todo era absurdo.

“Miyo.”

“¡S-Sí!” Chilló con una voz extraña que mostraba su inquietud.

“No tenemos elección. Es hora de dormir.” Dijo Kiyoka, quitándose la chaqueta del uniforme militar que aún llevaba y recogiendo la ropa de dormir que le habían dejado en un rincón de la habitación.

Deshizo con suavidad la cinta morada que le sujetaba el cabello y dejó que sus preciosos mechones castaño claro fluyeran por su espalda.

“… Miyo, es un poco difícil cambiarme contigo mirándome.” Le dijo Kiyoka tímidamente mientras se quedaba con la boca abierta. Eso la hizo volver en sí.

Cambiarse—sí, Kiyoka iba a cambiarse de ropa ahora mismo. En otras palabras, si se quedaba allí más tiempo, vería su piel desnuda.

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“¡L-Lo siento!” Se disculpó con un grito, saliendo apresuradamente al pasillo y cerrando la puerta corredera tras de sí.

Miyo estaba tan avergonzada que sentía como si la cara se le estuviera incendiando. El pasillo invernal debería estar helado, pero todo su cuerpo estaba tan caliente que le daban ganas de quitarse el abrigo haori. Parecía que iba a sudar en cualquier momento.

“Aunque en realidad no me importa que me mires.”

“¡P-Pues debería!”

¿Siquiera qué quería decir con eso? ¿Quería Kiyoka que Miyo le viera desnudarse? No había forma de que fuera un pervertido con un fetiche exhibicionista, así que claramente ese no debía ser el caso.

Estaba tan fuera de sí que sus pensamientos tomaron un rumbo extraño.


El leve crujido de la ropa parecía resonar con más fuerza en sus oídos, y ya no sabía dónde enfocar su oído.


“He terminado.”

Pasó un momento instantáneo e interminable, y Kiyoka abrió la puerta corredera.

“Entra antes de que te congeles. No quería echarte así.”

“Entiendo…”

El interior de la habitación estaba iluminado. Carmesí hasta las orejas de vergüenza, y deseando ocultar sus ojos llorosos, Miyo mantuvo la cara gacha mientras volvía a la habitación.

A Miyo le preocupaba tanto que el vapor de su cuerpo enrojecido se elevara en el aire helado que empezó a desear poder huir del todo.

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Entonces levantó tímidamente los ojos, sólo para arrepentirse al instante.

Miyo veía a Kiyoka en ropa de dormir casi a diario; no era una visión especialmente rara, ni algo que debiera inquietarla tanto.

Sin embargo, cuando se acordó de que estaban a punto de compartir la cama, la imagen de él envuelto en su delgadísimo camisón le resultó seductora.

“Miyo, deberías usar la ropa de cama.”

“¿Qué?”

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