Watashi no Shiawase (NL)

Volumen 4

Capítulo 2: Su Primera Amistad

Parte 2

 

 

Avanzó por el pasillo con paso ligero.

Kaoruko soltó una carcajada detrás de Miyo, caminando como si huyera de la presencia de Kiyoka.

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“Así es como el Comandante trata a su prometida, eh. Estoy sorprendido.”

“… Debe actuar muy diferente cuando trabaja.”

Al detenerse, Miyo trató de enfriar el rubor de sus mejillas mientras se daba la vuelta y murmuraba.

“Eso es un hecho. El Comandante suele ser muy estricto tanto consigo mismo como con los demás.”

“¿Incluso con usted, Srta. Jinnouchi? Um, tú eras…… también una de las potenciales candidatas matrimoniales de Kiyoka, ¿verdad?”


En realidad no había querido hacer la pregunta, pero la curiosidad la había hecho salir disparada de su boca.

Soy tan estúpida.

Si Kaoruko respondía diciendo que era estricto con ella, Miyo acabaría imaginándose que trabajaban juntos, pero si contestaba lo contrario, sólo conseguiría agonizar al saber que había sido especial para Kiyoka.

No debería haber preguntado algo tan tonto.

Miyo no sabía si Kaoruko había captado sus sentimientos o no. Se rio de la pregunta con indiferencia.

“Nunca me ha mimado así. Me sorprendió mucho presenciar ese intercambio hace un momento. Es la primera vez que veo al Mayor Kudou fuera de sí, y eso sin contar las excesivas advertencias que me ha hecho. Estoy a punto de preguntarle qué ha pasado exactamente desde la última vez que lo vi.”

Parecía radiante mientras reía jovialmente con una mano en la nuca.

“¿Es así?”

“Claro que sí. Aunque sé muy bien que el Comandante es amable, a pesar de lo estricto que es.”

La breve y amable expresión de Kaoruko escoció en el pecho de Miyo.

Después de oír que Kaoruko también había captado la amabilidad de Kiyoka, no pudo soportar mirar a la mujer directamente a los ojos.

La conversación se interrumpió y las dos volvieron a caminar en silencio por el pasillo.

“Ah, claro.” Dijo Kaoruko, dando una palmada. “Hay algo que quería decirte, Miyo.”

“¿Qué sería eso?”

Caminando codo con codo, Miyo miró a Kaoruko, que era alta para ser mujer. Ella devolvió la mirada a Miyo con ojos llenos de expectación.

“La verdad es que tú y yo estamos bastante cerca en edad. Yo tengo veinte.”

“Oh… sí. Estamos cerca.”

Miyo cumpliría veinte años en el nuevo año. Eso haría a Kaoruko un año mayor que ella.

Lo pensó un momento y se dio cuenta de que no había conocido a muchas mujeres de su edad.

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Por más que rebuscaba en sus recuerdos, lo único que se le ocurría eran los niños que conoció en la escuela primaria, algunos criados de su anterior casa y su hermanastra.

Conocer a Kaoruko y conversar con ella así era una ocasión casi sin precedentes.

“Creo que las dos tenemos mucho en común. Las dos seguimos solteras a nuestra edad, somos usuarias de dones. Y de base bien parecidas.”

Miyo rio por lo bajo, contagiada por el comentario cómico de Kaoruko.

No se consideraba guapa en absoluto, pero el cumplido en broma no tenía nada de desagradable. Sinceramente, se sintió feliz y divertida al oírlo.

“Lo que quiero decir es, básicamente… Bueno, pensé que las dos podríamos llegar a ser buenas amigas.” Dijo Kaoruko.

“¿Amigas?”

“Sí. Vamos a estar dando vueltas juntas durante una buena parte del día en el futuro previsible, eso para empezar, y parece que podríamos llevarnos bien, así que pensé que una relación fácil nos permitiría a ambas estar un poco más relajadas la una con la otra.”

“… Sí, supongo.”

“Eso y que, en realidad, no tengo muchos amigos. Me haría muy feliz conocerte, Miyo. Me ayudarías mucho, ¿qué me dices?”

Kaoruko se detuvo y le tendió la mano con una sonrisa, y Miyo, por un breve instante, dudó en tomarla.

Interesada o no, Miyo nunca había tenido una amiga. No tenía ni idea de lo que tenía que hacer para que las dos fueran consideradas amigas.

Sin embargo, su vacilación no duró más que unos segundos.

Miyo estiró tímidamente la mano y sujetó la de Kaoruko.

“Si realmente estás bien con alguien como yo, entonces… espero seamos buenas amigas.”

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“¡Muy bien! Gracias, Miyo. ¡Estoy segura de que congeniaremos!”

Al ver el genuino regocijo de Kaoruko ante su respuesta —estaba a punto de saltar de alegría—, Miyo sintió que había tomado la decisión correcta.

Le resultaba encantador cómo Kaoruko podía mostrarse tan atractiva y digna en un momento dado y, al siguiente, mostrarse alegre y amistosa.

“En ese caso, puedo olvidarme de las formalidades, ¿no? También puedes hablarme a como lo harías normalmente, Miyo, ¡no me importa! Además, por favor, llámame Kaoruko en vez de Jinnouchi.”

Miyo asintió, sintiéndose dominada por la mujer mientras acercaba su hermoso rostro al suyo y tomaba ambas manos de Miyo entre las suyas.

Nunca antes había tenido en cuenta la elección de palabras o la formalidad. Desde un punto de vista jerárquico, a pesar del compromiso de Miyo con Kiyoka, el bajo estatus de su familia la situaría muy por debajo de Kaoruko. Además, era una civil normal que no tenía nada que ver con el ejército.

Aunque Kaoruko se encargara de proteger a Miyo, eso no la hacía más distinguida o importante.

“¿En serio? Gracias. Uf, estoy taaaan contenta de que no me hayas rechazado. Eres muy dulce, Miyo.”

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“En absoluto. Para empezar nunca hubo ningún tipo de jerarquía entre nosotras… Pero, um, en cuanto a usar tu nombre…”

“Ah, ¿es difícil de decir?”

“No… no exactamente.”

“Realmente preferiría Kaoruko. La verdad es que no me gusta mucho que me llamen por mi apellido.”

“¿Eh? ¿Por qué, um, es eso?”

Jinnouchi era un apellido espléndido. Normalmente no era el tipo de apellido que a alguien le disgustaría.

Miyo ladeó la cabeza, confundida, y Kaoruko sonrió torpemente y se rascó la mejilla.

“El apellido Jinnouchi… Es algo acartonado, o un poco pomposo, ¿no crees?”

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“¿En serio?”

Miyo estaba de acuerdo en que los caracteres de su nombre no eran muy encantadores ni bonitos. Kaoruko tenía un aspecto exterior muy galante, así que Miyo se sorprendió un poco al saber que ella habría preferido algo más femenino y entrañable.

Sintiendo que Miyo se había convencido, la belleza uniformada siguió adelante, aparentando un poco de impaciencia.

“De todas formas, llámame Kaoruko, ¿sí?”

“De acuerdo.”

Kaoruko dejó escapar un suspiro de alivio ante el asentimiento de Miyo antes de instarla a avanzar.

“¡Vamos, andando!”

Siguiendo por el pasillo de madera que crujía ruidosamente, las dos mujeres llegaron a una puerta con el rótulo COCINA. Al parecer, esta era la primera parada de su recorrido.

“Ahora bien, Miyo. Primero, tenemos la cocina aquí, donde……”

Metiéndose de lleno en su papel de guía de Miyo, Kaoruko abrió alegremente la puerta hasta la mitad antes de que su voz se apagara a mitad de la frase. Se quedó inmóvil, aturdida.

Cada vez más preocupada por lo ocurrido, Miyo también se asomó a la cocina.

Oh, vaya……

La habitación estaba débilmente iluminada y en su aire estancado flotaba una fría humedad. Al observar la habitación más de cerca, se dio cuenta de que estaba en un estado horrible. Las cosas estaban esparcidas por todas partes y el desorden era tal que apenas había espacio en el suelo para apoyar los pies.

Sin embargo, Miyo sólo pudo echar un vistazo a la habitación durante unos breves instantes.

Kaoruko cerró la puerta de un violento portazo. Luego se volvió hacia Miyo, con los labios estirados en una tensa sonrisa, y le dio una respuesta escandalosamente monótona.

“¡Awww! Se me olvidaba. ¡Ahora mismo no podemos usar la cocina!”

¿Cómo es posible que no se pueda utilizar?

Había una cocina básica y una pequeña cafetería en el interior de la estación, así que, aunque en teoría se podía preparar café y té allí, la propia Kaoruko había hecho té hacía unos minutos. No podía haberse olvidado del estado de la cocina.

Sin embargo, Miyo tenía que estar de acuerdo en que el horrible desorden que había vislumbrado brevemente dificultaría el uso del lugar.

“Uy, no es de mucha ayuda si te presento instalaciones que no puedes usar, ¿verdad? Ajajajaja…”

Miyo miró fijamente a Kaoruko mientras esta seguía hablando en un tono monótono, evitando a propósito su mirada.

Pasaron unos segundos en total silencio.

Resignándose a la situación, Kaoruko preguntó entonces: “¿Llegaste a ver?”

Miyo asintió vacilante.

“… Sí. Pude ver.”

Miyo comprendía que el lamentable estado de la habitación no era precisamente algo para mostrar a los demás.

Kaoruko frunció débilmente el ceño mientras abría de nuevo la puerta.

“Si me permite una explicación, el ejército es básicamente un club de chicos, por lo que muchas áreas no acaban recibiendo la atención que necesitan.”

En esta estación no había más que hombres.

Aunque aparentemente se turnaban para ocuparse de la limpieza y la lavandería, es probable que muchos de ellos no estuvieran acostumbrados a estas tareas. Dado que se trataba de una instalación militar que albergaba información confidencial, también sería difícil contratar a alguien ajeno al ejército para que se encargara de ellas.

Confiar la limpieza a nuevos reclutas o aprendices tampoco funcionaría, ya que la Unidad Especial Anti Grotescos siempre andaba escasa de personal y quería utilizar enseguida la fuerza de combate de cualquier cara nueva, lo que les impedía ocuparse de cualquier tarea.

“Es increíble, de verdad.”

Miyo echó otro vistazo al interior y descubrió que la cocina estaba prácticamente en estado de ruina.

Parecía que todavía se podía hervir agua y preparar té aquí, al menos, pero el polvo y el moho que vio no hablaban muy bien del nivel actual de salubridad de la habitación.

Kaoruko soltó un suspiro y volvió a cerrar la puerta, como si quisiera fingir que no había visto nada.

“Tengo la sensación de que no lo han limpiado ni una vez desde la última vez que estuve destinada aquí.”

“¿Y cuánto tiempo hace de eso…?”

“Hmmm, ¿hace unos cuatro o cinco años?”

La cantidad de tiempo fue mucho más horrible de lo que Miyo podría haber imaginado.

Durante aquellos largos años, los soldados debieron de limpiar la cocina apenas lo suficiente para mantenerla utilizable, hasta que finalmente llegó a su estado actual. Miyo deseaba no haberse enterado de la verdad.

Inconscientemente, se llevó la mano a la boca en señal de sorpresa, lo que hizo que Kaoruko bajara los hombros.

“… De todos modos, definitivamente no puedo dejar que veas más de lo necesario, así que sigamos.”

“De acuerdo.”

Mientras asentía, Miyo pensó en ofrecerse voluntaria para limpiar el lugar antes de detenerse.

Todavía le estaban enseñando todo y, en última instancia, no podía hacer nada sin volver al despacho de Kiyoka y preguntarle antes.

“Ahora bien, a continuación vamos a poooor…… este camino.”

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Miyo se estaba divirtiendo mucho más en la gira de Kaoruko de lo que esperaba.

Después de la cocina venían la oficina y la sala de registros, seguidas del patio, la cocina principal y la cafetería. Mirar dentro de los vestuarios y el almacén era ir demasiado lejos, desde luego, pero Kaoruko echó un breve vistazo a ambos lugares antes de gritar: “¡Sucios!”, así que tenían que estar en un estado similar al de la cocina.

Por el contrario, aunque la cafetería era pequeña, estaba limpia y ordenada.

Le dijeron que un ex militar retirado trabajaba como cocinero en la cocina de la estación. Por desgracia, Miyo no pudo conocerlo durante la visita de Kaoruko, pero, por lo visto, era muy meticuloso con su oficio y esa meticulosidad era lo que mantenía la cafetería y la cocina impecables.

“La comida de la cantina de aquí es realmente buena. Los almuerzos que sirven en la antigua estación de la capital no están mal, pero si los comparas con las comidas recién hechas de aquí…” Recordó Kaoruko, con un brillo embelesador en los ojos.

Miyo se sobresaltó al oírlo.

E-Espera, ¿eso significa que hay alguna posibilidad de que Kiyoka prefiera la comida de aquí…?

El almuerzo más delicioso que pudiera preparar seguiría frío cuando llegara el momento de comerlo. Seguro que Kiyoka habría preferido una comida bien caliente a eso si hubiera podido conseguirla aquí.

Tendría que preguntárselo la próxima vez que le viera.

Perdida en sus pensamientos, Miyo empezó a inquietarse.

Siento que me miran fijamente.

Ocurría cuando caminaba con Kaoruko por los pasillos, o cuando asomaban la cabeza en cada habitación. Allá donde iban, los soldados la recibían con miradas rudas y algo cautelosas.

Ayer no había sentido esas miradas. Como dijo Kaoruko, este era un club de chicos, así que tal vez era simplemente que la visión de dos mujeres caminando era inusual.

Sin embargo, Miyo no pudo evitar tener la impresión de que sus miradas no estaban llenas de curiosidad, sino del mismo tipo de sentimientos resentidos de los que ella había sido objeto cuando vivía en casa de los Saimori.

“El último lugar es el dojo.”

La gira de Kaoruko estaba llegando a su fin.

A decir verdad, Miyo había temido en secreto que Kaoruko no encontrara su compañía muy agradable, ya que no tenía nada inteligente que decir, pero se sintió un poco aliviada al comprobar que Kaoruko había lucido una alegre sonrisa de principio a fin.

“Me encanta el dojo, así que quería dejar lo mejor para el final.”

“¿Tanto te gusta?”

“Sí. Mi familia tiene un dojo. He pasado mucho tiempo en ellos desde que era pequeña, así que es donde me siento más relajada…… y cuando se lo digo a la gente, todos me miran con cara de eso explica muchas cosas.”

“¿Porque eres tan guapa?”

“Ja-ja-ja. Por favor, nunca nadie es tan amable de decirlo así. La mayoría de las veces la gente me dice que soy muy masculina.”

Aunque una sonrisa se dibujó en el rostro bromista de Kaoruko ante el comentario de Miyo, también parecía haber en él una ligera soledad.

Miyo estaba de acuerdo en que el hecho de que la llamaran “masculina” a pesar de ser mujer debía de despertarle sentimientos complicados, aunque supuso que la gente debía de decírselo a Kaoruko sin venir a cuento.

Le preguntó a Kaoruko algo que le rondaba por la cabeza desde el día anterior.

“En realidad, ahora que lo mencionas, pensaba que sólo los hombres podían ser soldados. ¿Hay alguna otra mujer soldado, además de ti?”

Normalmente, sólo los hombres podían alistarse en el ejército. Miyo suponía que no era la única que pensaba así, ya que la sociedad en general entendía que el ejército era una institución exclusivamente masculina.

Incluso en esta misma estación, los lavabos y los vestuarios eran sólo para hombres. No parecía en absoluto muy adecuado para las necesidades de una mujer soldado.

“Ahh, sí, buena pregunta.” Asintió Kaoruko. “Tienes razón. Normalmente, las mujeres no pueden alistarse en el ejército, así que no te equivoques. La Unidad Especial Anti Grotescos, por otro lado, es un poco única. De hecho, hay otras mujeres soldado aparte de mí en la vieja capital.”

“¿Las hay?”

“Sí. Para empezar, no hay muchos usuarios de dones, ¿verdad? Por eso las mujeres pueden unirse siempre que tengan las habilidades de combate necesarias. Una mujer usuaria de dones es más poderosa que un hombre que no puede usar muy bien sus poderes sobrenaturales, y eso por sí solo significa más fuerza militar para que la nación la utilice libremente. Por cierto, aunque no son tratados como soldados regulares, incluso los estudiantes pueden trabajar en la Unidad Especial Anti Grotescos.”

“También estudiantes……”

“En realidad empecé a trabajar aquí como ayudante bastante pronto, desde que tenía unos catorce o quince años. Aunque no hay muchas estudiantes ayudantes ni mujeres soldados. Como ya sabrás, ahora mismo soy la única mujer en esta estación, por ejemplo.”

“Ya veo.” Dijo Miyo, satisfecha con la explicación.

Tras conocer a Kiyoka y despertar a su propia capacidad sobrenatural, Miyo por fin había comprendido lo especiales que eran las posiciones de los usuarios de dones.

Las principales tareas de los usuarios de dones eran derrotar a los grotescos, pero si alguna vez estallaba una guerra, servirían como poderosas armas antipersona. Por eso existía la Unidad Especial Anti Grotescos, para dar a los militares la autoridad de ordenar a los usuarios de dones lo que considerasen oportuno.

Puede que Kaoruko…… no lo haya mencionado, pero…

Aunque se permitía a las usuarias de dones unirse a la unidad para reforzar su poder de combate, estaba claro que la esperanza era que se casaran y dieran a luz a la siguiente generación de usuarios de dones. Como esto se tomó por defecto, al final no hubo muchas mujeres soldado después de todo.

Ser reconocido como usuario de dones conllevaba muchos privilegios. Sin embargo, no se les consideraba personas.

Sintiéndose como si se hubiera dado un trago amargo, Miyo siguió a Kaoruko y se dejó caer por el dojo.

“Bueno, estamos aquí.”

El dojo era espacioso y se encontraba en un edificio separado de la estación, con la que se comunicaba a través de un pasillo.

Miyo calculó que había unas diez personas dentro. Los soldados, vestidos con ropa de artes marciales, sudaban la gota gorda, intercambiando golpes con espadas de madera o luchando cuerpo a cuerpo.

“Así que no usan espadas de bambú.”

“Eso es porque esto no es kendo, sino técnicas de lucha con espada pensadas para el combate real.”

“Ah, Jinnouchi, estás aquí.” Una voz profunda llamó a Kaoruko desde un lado mientras las dos mujeres conversaban.

Aunque no era especialmente alto, el dueño de la voz era un hombre de complexión robusta. A simple vista se notaba que estaba bien entrenado, y sus rasgos tenían una cualidad intelectual.

Miyo recordaba haberlo visto ayer en la reunión. Si no se equivocaba, era un jefe de escuadrón llamado Mukadeyama.

“Saludos, Líder de Escuadrón Mukadeyama, señor.”

“Debí de saludarte antes, Jinnouchi. Debe ser agotador volver a la capital después de tanto tiempo.”

“Oh, no, en absoluto. Tengo mucha motivación, así que no estoy cansada en absoluto.”

Mukadeyama se rio con un gruñido antes de mirar despreocupadamente a Miyo.

“Vaya, pero si es la prometida del Comandante. Perdóname por no haberte saludado antes.”

“… Buenos días.”

Mukadeyama hizo una ligera reverencia con su respuesta. Era casi como si intentara ver algo dentro de Miyo.

“Hola, soy Mukadeyama, uno de los líderes del escuadrón. ¿Puedo preguntarle qué tipo de asunto le ha traído aquí?”

Él entrecerró los ojos, y su sensación de intimidación se intensificó.

Esta sensación que ella tenía, y que Mukadeyama estaba poniendo a prueba, era probablemente un pensamiento exagerado por parte de Miyo. Pero cuanto más lo pensaba, más convencida estaba de que estaba intentando evaluarla. Como prometida de Kiyoka y como Usuba.

No tenía motivos para no hacerlo.

“Sí. Estaba recorriendo la estación con Kaoruko.”

Miyo se tranquilizó y contestó claramente a Mukadeyama, que respondió con un simple: “Ya veo.” Luego tomó una de las espadas de madera que estaban apoyadas contra la pared y se la tendió a Kaoruko.

“Jinnouchi, ¿qué tal un duelo por los viejos tiempos?”

“Claro… Pero ahora estoy de guardaespaldas.”

“¿Así que planeabas venir hasta aquí sin hacer nada? Escatima en tu entrenamiento y te oxidarás. Yo vigilaré a la señorita prometida aquí presente, así que ve a entrenar.”

“Hmmm, lo entiendo, señor, pero…”

Kaoruko deliberó sobre la oferta durante un momento, pero al final, vacilante, aceptó la espada de madera.

“Bueno, si insistes, haré un suelo de práctica.”

Se quitó el abrigo, lo tiró contra la pared y se arremangó.

Mukadeyama eligió como oponente a un joven que sólo llevaba dos años en la unidad.

“Gracias por el enfrentamiento.”

“… Lo mismo digo.”

Ambos se saludaron y el combate se inició de inmediato.

Incluso con sus ojos inexpertos, Miyo pudo darse cuenta de que el joven estaba extrañamente preocupado por Kaoruko, atacándola agresivamente desde el principio. Kaoruko, por su parte, rechazó con frialdad sus ataques uno tras otro.

Increíble.

Kaoruko era muy hábil. Parecía controlar totalmente la situación.

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Al poco tiempo, los demás soldados del dojo estaban absortos en el combate.

“¡Sigue así!”

“¡Pierde ante una mujer y nunca lo olvidarás!”

Gritos surgieron aquí y allá de la multitud de soldados.

“Señorita prometida, ¿quién cree que ganará?”

Miyo se sorprendió un poco cuando Mukadeyama le hizo una pregunta de repente. No esperaba que intentara entablar una conversación.

Ante su pregunta, le resulta difícil elegir una respuesta.

A su modo de ver, Kaoruko parecía tener más vigor de sobra, pero sin embargo, había una simple brecha en la resistencia y la fuerza de los brazos entre hombres y mujeres. Kaoruko seguía a la defensiva y no intentaba ningún contraataque.

Tras un momento de duda—

“… Kaoruko, creo.”

—respondió con sus sinceros sentimientos, provocando que Mukadeyama asintiera en silencio.

“Sí, es lo más probable. Jinnouchi supera con creces a su oponente a nivel técnico… Si no fuera una mujer, podría haber ascendido en el escalafón.”

Si no fuera una mujer.

Este comentario casual se alojó en el cerebro de Miyo.

En otras palabras, el grado de habilidad de Kaoruko en última instancia no contaba para nada. Incluso con su ignorancia mundana, Miyo sabía que eso era lo que Mukadeyama estaba insinuando.

“Esto también es relevante para ti.”

“¿Eh?”

Miró a su lado, cruzando los ojos con él.

Sin embargo, no vio ni un atisbo de emoción en su mirada. Aunque técnicamente estaba mirando a Miyo, parecía como si en realidad no estuviera interesado en ella en absoluto.

Pero, sobre todo, ¿qué quería decir con que esto también era importante para ella?

Mukadeyama siguió dirigiéndose a ella en tono lánguido.

“Lo que digo es que hay bastantes soldados que creen que es una molestia tenerte deambulando por la estación.”

“Una molestia…”

“No hay razón para acogerte en nuestros muros. Eres la prometida del Comandante, así que no hay nadie tan estúpido como para hacer algo abiertamente, pero así son las cosas. En lo que respecta a los hombres, una mujer civil que ni siquiera puede oponer resistencia no es más que una molestia por aquí, y puedo empatizar con el sentimiento. Todos nos hemos ganado nuestro puesto en la unidad y hacemos nuestro trabajo con orgullo.”

Miyo bajó los ojos a sus pies.

“Encima de todo, eres pariente de sangre de los Usuba. Una usuaria de dones que también es enemiga de todos los demás usuarios de dones, por así decirlo.”

“¡……!”

“Ningún usuario de don se sentiría cómodo teniendo a alguien así rondando por ahí.”

“Una enemiga……”

Miyo palideció ante el peso de la palabra.

Era la primera vez que oía describir así a los Usuba, pero no podía negar por completo la veracidad de la etiqueta.

Los Usuba utilizaban sus poderes sobrenaturales para someter a otros usuarios de dones cuando surgía la necesidad. Lo mismo ocurría con el poder de Miyo, la Visión Onírica. La propia Miyo aún no tenía experiencia como usuaria de dones, así que no le resultaba fácil acceder a él, pero, en teoría, tenía rienda suelta sobre la vida y la muerte de cualquiera que estuviera durmiendo.

Aterrador, agravante, molesto.

Se dio cuenta de que no era extraño recibir miradas hostiles cargadas de emociones tan negativas.

Miyo estaba segura de que esta situación era consecuencia de haber sacado a los Usuba de las sombras a la luz.

“Realmente no estoy tratando de hacer suposiciones ciegas aquí. Pero, por favor, recuerda que hay gente de la estación que no te ve con buenos ojos. Y no vayas por ahí haciendo cosas sin venir a cuento.”

“… Entiendo.”

Miyo bajó los ojos ante la firme advertencia de Mukadeyama.

Tenía razón.


Por fin se había enterado de la verdad sobre las miradas que había recibido durante su recorrido por el interior de la comisaría.

Es porque soy una Usuba.

Aunque su actitud había sido enérgica, los Usuba habían acogido a Miyo como a un miembro más de la familia, y por ello ella les estaba muy agradecida. Ni una sola vez le habían parecido aterradores o desagradables, y eso era todo; ni más ni menos.

Sin embargo, eso sólo se debía a que Miyo no se consideraba una usuaria de dones y desconocía por completo lo que era serlo.

Además, su actual deseo de trabajar y ser útil de alguna manera contaba sin duda como “meter la cabeza donde no le llaman” que había mencionado Mukadeyama. Que Kiyoka le diera permiso o no, no influía en los sentimientos de los demás soldados al respecto.

¿Estoy siendo egoísta?

Justo cuando Miyo soltó un pequeño suspiro, los soldados que observaban el combate estallaron en un alboroto.

Kaoruko había aprovechado una abertura momentánea en los golpes de su oponente para arrancarle la espada de las manos y alzarse con la victoria.

“Gracias por el enfrentamiento.”

“… Sí, gracias.”

El joven soldado miró maliciosamente a Kaoruko. Pero en vez de darse cuenta, ella le dio la espalda y salió del dojo dando pisotones, con la cara roja.

Los espectadores le escupieron palabrotas.

Sinceramente, a Miyo no le pareció un gran ambiente.

“Buen trabajo, Kaoruko.”

“Gracias.”

Miyo le tendió un pañuelo y la consoló al volver, la otra mujer le sonrió alegremente.

La única gracia salvadora era que parecía que Kaoruko no estaba dejando que los comentarios de los otros soldados la afectaran.

“Los combates de practica son realmente divertidos. También son un buen entrenamiento… Muchas gracias por la invitación, Líder de Escuadrón Mukadeyama.”

“Me alegra ver que no te has oxidado.”

“En todo caso, mis habilidades son más agudas que la última vez que estuve aquí, ¿no le parece?”

“Hmm, no sé nada de eso.”

Los dos se rieron entre ellos. No parecía haber mala sangre entre ellos.

La afirmación de Mukadeyama de que no trataba de hacer suposiciones a ciegas debía de ser genuina. Al menos, Miyo se daba cuenta de que procuraba no tener prejuicios sobre los demás. Por eso había reconocido a Kaoruko por sus habilidades.

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Pero conmigo…

A diferencia de Kaoruko, Miyo no tenía ninguna habilidad para el combate. Tampoco podía usar bien su don.

Tal y como dijo Mukadeyama, Miyo no sólo era una inútil, sino que además estaba en el punto de mira de Usui; no era más que una carga que debían soportar los soldados. Llevando ese pensamiento un paso más allá, ella era una molestia, alguien que sólo les daría más dolores de cabeza con los que lidiar.

Sin embargo, la única opción de Miyo era hacer lo que estuviera en su mano como prometida de Kiyoka. Por mucho que quisiera esforzarse, en última instancia, solo podía aplicarse a la limitada gama de cosas de las que era capaz.

Pero eso no impedía que la situación fuera irritante. Enfrentada al hecho de que sólo ella estaba fuera de lugar en la estación, Miyo se sintió increíblemente celosa de la fe que Kiyoka tenía en Kaoruko.

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