Sasaki To Pii-chan (LN)

Volumen 2

Capítulo 7: Negociaciones Comerciales En Otro Mundo(I)

Parte 2

 

 

Tras despedirme de la vecina, me encontré con Pii- chan, quién estaba esperando en casa. Luego, después de hacer una pequeña parada por la base de operaciones que nos había prestado Futarishizuka, saltamos al otro mundo.

En el camino, habíamos cogido una docena de toneladas de alimentos: bienes que requerían producción industrial, como azúcar. Nuestras opciones también se habían ampliado gracias a la cooperación de Futarishizuka. Le había pedido que almacenara algunos medicamentos anteriormente, así que ahora llevaba tantos como podía caber en mi mochila.

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Se trataba de medicamentos que normalmente requerían receta médica. Para ser específico, tomaba medicamentos para la disfunción sexual y anticonceptivos.

Al igual que el hambre y la necesidad de dormir, los impulsos sexuales eran un deseo poderoso que persistía mientras vivías. Cualquier medicamento para respaldar eso tendría una demanda perpetua, incluso en el otro mundo; además, estaba pensando que podría cambiarlos por una gran cantidad de dinero.

Pii-chan también había dado su sello de aprobación a la idea.

Aunque el mundo estaba invadido por hechizos que podían encantar temporalmente a una persona y desatar su lujuria, hasta donde el pájaro sabía, la magia para mejorar la función sexual o evitar embarazos no deseados era extremadamente rara. Y las medicinas que tenían para esa clase de cosas no era tan buena como la que teníamos aquí, aparentemente.

Según me explicó, está ciencia se detuvo en cosas como: “hervir testículos de ogro y beber el caldo para mejorar el bienestar nocturno”, y aeficacia también parecía depender de la persona—

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¡Eso se traducía en que incluso un poco de medicina moderna nos daría la oportunidad de hacer negocios con nobles ricos!

…Dicho esto, todavía estaba inquieto acerca de cuán efectivos serían con personas de otro mundo. Los efectos secundarios imprevistos eran otra preocupación—existía la posibilidad de que los medicamentos les sean venenosos.

Por ahora, planeábamos reclutar algunos voluntarios y realizar algo así como ensayos clínicos. Quería pedirle apoyo a Compañía Comercial Kepler, incluida ayuda en las negociaciones necesarias. Confiaba en que el señor Joseph no haría ninguna locura-—

—Yo… lo siento, pero Joseph está actualmente ausente…

Pero, aunque mi ánimo estaba alto cuando llegamos, la persona que buscábamos parecía estar ausente. Nos recibió un chico que decía trabajar para él.

Estábamos en el almacén de la Compañía Comercial Kepler. Detrás de nosotros había una pila de contenedores—los productos que habíamos traído con la magia de teletransportación de Pii-chan. Agregamos otro dígito a la cantidad, por lo que verlos todos juntos tuvo mucho más impacto. Sin embargo, a nuestro alrededor se amontonaron varios contenedores aún más grandes, lo que lamentablemente disminuyó el efecto.

«¿Por qué siento esta sensación de derrota?» Pensé.


«La Compañía Comercial Kepler seguro que es algo. La próxima vez me esforzaré un poco más. Aunque Futarishizuka es quien hace el trabajo real».

—Oh. Pido disculpas por venir cuando están tan ocupado.

—Me dejó instrucciones de aceptar todos y cada uno de sus productos si tuviera que visitarnos. Sé que no soy Joseph, pero le importaría venderle las mercancías que ha traído… ¿A su servidor?

La discusión sobre las medicinas y los productos manufacturados probablemente habría sido complicada por varias razones, así que decidí venderle sólo los alimentos por ahora. Tenía lo suficiente del resto como para caber en mi mochila, por lo que podía llevarlo a todas partes sin problemas. Confiarlos al Conde Müller también era una opción.

Pensando en retrospectiva, había tenido mucha suerte en el pasado; visitando grandes empresas comerciales sin cita previa y para que me llevarán directamente a reuniones con sus principales empleados una y otra vez. No es que pudiera evitarlo, por supuesto, dada la diferencia horaria entre los dos mundos no podía hacer planes precisos.

—Oh, no me importa en absoluto.

—Muchas gracias. Por favor, traiga los productos para que pueda verlos.

Siguiendo las instrucciones de este humilde empleado, los miembros de la empresa comercial reunieron y revisaron por turno cada uno de los productos que yo había traído. Muchos de los que hicieron el trabajo fueron construidos. Deben contratar empleados para trabajos administrativos y aquellos que llevaban y transportaban cosas por separado.

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Esperé un rato mientras sucedía todo esto.

Entonces los trabajadores que transportaban la mercancía palidecieron de repente y fueron a susurrar algo al oído del oficinista. Al escuchar lo dicho, el humilde empleado corrió hacia la mercancía. Habló con los demás sobre esto y aquello mientras revisaban todo lo que había traído.

Quizás tomó unos minutos. Finalmente, se volvió para mirarme.

—P-perdón por la espera. Lo compraremos todo. Sin embargo, me temo que me falta discreción para valorarlo por mi cuenta, especialmente con tanto producto.

¿Te importaría esperar un momento?

—Para nada. Lo entiendo.

—Gracias por su comprensión. Nuevamente le pedimos disculpas.

—No, debería ser yo quien se disculpe por visitarlos tan repentinamente.

—Prepararemos el depósito con toda prisa. No debería llevar mucho tiempo.

Todo esto se debió a que había aumentado la cantidad sin avisarles con antelación. Había pensado que más era mejor, pero ahora me sentía mal por ello.

***

 

 

Había vendido todos los productos que traje a la Compañía Comercial Kepler tal como estaban. Después de informarles que volvería a visitarlos en un futuro próximo, nos dirigimos directamente a ver al Conde Müller. Incidentemente, el depósito que habían propuesto—al convertirlo a moneda herziana—eran de trescientas monedas de oro grandes. Otra suma sustancial.

No podíamos andar con eso exactamente, así que lo guardamos en el banco de Baytrium. Nuestros depósitos hasta ahora habían disminuido como resultado de la fabricación de los lingotes; pero ahora parecía que lo habíamos recuperado con este único depósito. También me preguntaba cuánto sería una vez que contabilizáramos todo lo del próximo acuerdo.

Mientras reflexionaba sobre esto, entramos por primera vez en algunas semanas en la finca del Conde Müller.

—Qué bueno que haya venido, Señor Sasaki. Señor Sabio de las Estrellas.

—Pido disculpas por el retraso en nuestra visita, mi señor.

—Las cosas nos han estado manteniendo bastante ocupados en el otro mundo.

—Por favor, no dejes que esto te moleste. Yo acabo de regresar de la capital real el otro día.

Estábamos en la sala de recepción, como de costumbre. También estuvo presente otro rostro familiar— el segundo príncipe del Reino de Herz, Adonis.

—Es bueno verle de nuevo, Su Alteza Real —dije.

—Muy bien, Sasaki. También me complace verlo gozar de buena salud, Señor Sabio de las Estrellas.

—Estoy realmente agradecido de que haya venido desde la capital, señor.

—¿Qué giro de los acontecimientos te ha traído aquí en persona?

—Cuando recibí su solicitud, simplemente no pude quedarme quieto.

Tal como estaba previsto inicialmente, parecía que el Conde Müller había hablado con Su Alteza Real en nuestro nombre. Sin embargo, no esperaba que el hombre hiciera el viaje. Y su llegada se había producido bastante antes de lo que previsto.

—Estaba considerando hacerle una visita al Duque Dietrich mientras esperaba su llegada, señor Sasaki. Asumí que volverías en unos días; tu sincronización es excelente. Podemos pasar a la acción de inmediato.


—Ah. Ya veo, señor.

Con todo arreglado, nos preparamos para partir tan pronto como pudimos.

Además de mí, los miembros de mi equipo eran el Conde Müller, el segundo Príncipe Adonis y Pii-chan—tres hombres y un pájaro. Subimos a un carruaje que el conde había preparado amablemente para nosotros y nos dirigimos al alojamiento del Conde Dietrich. Una vez más, estaríamos entrando sin cita previa.

Cuando llegamos, nos llevaron a la sala de recepción en la que nos habíamos visto la última vez. El hombre del momento ya estaba presente.

—¡No esperaba el honor de ver al segundo príncipe!

—exclamó.

—Estás con la facción del primer príncipe, ¿no? — preguntó el príncipe— No hay necesidad de ser tan respetuoso.

—Tiene razón en lo primero, Su Alteza Real, pero mi respeto por el palacio es sincero, se lo aseguro.

—Eso espero.

De buenas a primeras, el príncipe y el Conde Dietrich entablaron conversación. Los tres—el conde, el príncipe y yo—estábamos sentados uno al lado del otro en el sofá. Al principio, me pregunté si sería prudente para mí quedarme detrás de ellos, pero el príncipe había dado unas palmaditas en el asiento vacío junto al suyo, así que me senté sin discutir. Pii-chan estaba, como siempre, sobre mi hombro.

Y al otro lado de la mesa, justo delante de nosotros, estaba sentado el Conde Dietrich. Él era el único ocupante del otro sofá, idéntico al nuestro, y se había dejado caer justo en el medio. La impresión que dio fue la de un hombre que nos superaba en rango.

—Me gustaría ir directamente al grano, si no le importa —dijo el Príncipe Adonis tan pronto como terminaron los saludos. Sus ojos estaban fijos en los del Conde Dietrich.

El hombre era más joven que el Conde Müller, y en parte por eso me dio una impresión endeble durante la guerra. En este momento, sin embargo, se veía bastante confiable. Su expresión aguda y digna cuadrada tanto con su título como el segundo príncipe que me convenció de que esto funcionaría.

—Quiero que liberes al comerciante que te ha ofendido, de inmediato.

—Esta es una solicitud muy repentina, señor.

—No hay necesidad de irse por las ramas. Si ha sufrido pérdidas ilícitas como resultado de este delito, haré que los hombres a mi lado le den una compensación. Estoy seguro de que lo harán sin problemas. —La mirada del príncipe se dirigió hacia nosotros dos— ¿Me equivoco?

Habíamos discutido esta parte de antemano, por sugerencia mía. Afortunadamente, Pii-chan y yo teníamos una buena cantidad de capital excedente. Probablemente sería mayor a una fianza, pero si se necesitaba ser un poco  de flexibles para liberar al prisionero bajo custodia, no había necesidad de armar un gran escándalo por ello.

—Es justo como dice Su Alteza Real.

—Estaríamos encantados de hacerlo, mi señor.

El Conde Müller asintió y estuvo de acuerdo sin discusión. Seguí su ejemplo y mantuve mi propio acuerdo breve.

Después de confirmar nuestro consentimiento, el Príncipe Adonis continuó rápidamente.

—No sé qué relación tienes con el gerente de la Compañía Comercial Hermann —dijo el príncipe— ¿Pero vale la pena dañar su relación con nosotros por hacer todo esto? Si no está satisfecho con la presencia del subgerente, lo convenceremos de que se mude a otro lugar.

Esta era otra de mis propuestas que habíamos discutido previamente. En este momento, el puesto del señor Marc en la Compañía Comercial Hermann ya no tenía salvación. A pesar de ello, todavía era algo que podíamos usar eso como moneda de cambio. El Conde Müller había expresado su preocupación por el futuro del hombre, pero yo le aseguré que eso estaba cubierto.

—Para que usted llegue tan lejos en su nombre, señor… ¿Quién es ese comerciante?

—Si tiene curiosidad, ¿por qué no deja que se lo muestre, Conde Dietrich?

—Respetuosamente, señor, ya les ofrecí las condiciones a los otros dos hombres aquí. Si ese caballero acepta venderme sus muchas mercancías exclusivamente a mí en el futuro, liberare de inmediato al comerciante.

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—No puedo aceptar esa condición.

—Entonces lo siento muchísimo, señor, pero tampoco puedo aceptar su propuesta.

El Conde Dietrich se mantuvo firme incluso ante las palabras del segundo príncipe. Había asumido que frente a la realeza podría ceder un poco más, pero su actitud no había cambiado en lo más mínimo. Lo único diferente en él esta vez era la cortesía con la que hablaba.

En este punto, tal vez las cosas se resolverían más rápido si hiciéramos algo con el gerente de la Compañía Comercial Hermann. Dependiendo de la situación, existía la posibilidad de que él incluso estuviera tomando las decisiones aquí.

Dicho esto, considerando la escala de la empresa comercial, no podía imaginarlo teniendo mucha influencia sobre un noble de rango superior incluso al Conde Müller. Era cierto que ciertos comerciantes ricos ejercían más poder que el noble promedio. Sin embargo, dentro del Reino de Herz, Hermann se consideraría una empresa relativamente pequeña.

Todo esto lo había oído de Pii-chan. Teniendo en cuenta que recientemente habían establecido su sede principal en la ciudad capital, podía imaginarlos tomando el nivel local para lanzar una cadena en la capital.

—Por cierto, señor, ¿su visita de hoy es a instancias del Conde Müller? —preguntó el Conde Dietrich, con sus ojos moviéndose entre el príncipe y el otro conde. Probablemente estaba tratando de medir la influencia que tenía su rival dentro de la corte. El Conde Müller acababa de ser ascendido de vizconde a conde, y ver al hombre ahora sentado justo al lado del segundo príncipe sin duda lo debía estar poniendo cauteloso.

—No, no fui yo.

—Entonces, ¿qué está haciendo el Príncipe Adonis aquí?

—Él está aquí como resultado de la propuesta de Señor Sasaki, el hombre sentado allí.

—¿Qué? Había oído que no era más que un simple caballero.

—El señor Sasaki no es un guardia real por título, pero sigue siendo un caballero bajo el servicio exclusivo del Príncipe Adonis. Las circunstancias dictan que esté conmigo por el momento, pero su posición es completamente diferente a la de otros caballeros. Por favor, considérelo equivalente a la mía.

—Sí —interrumpió el príncipe—. Sasaki es un hombre muy confiable.

—…Ya veo, señor. Perdone mi rudeza —dijo el Conde Dietrich, inclinándose levemente.

Se sintió bien tenerlos casualmente halagándome así. Aun así, eso no significaba que en realidad fuera capaz de cualquier cosa. No sabía nada sobre la corte y tenía poca experiencia como noble. De hecho, para empezar, el Conde Müller fue quien me llevó ante el príncipe.

Dicho esto, me estaba yendo bastante bien. Como ahora yo era el tema de conversación, era mi turno de hablar, y seguiría con nuestro plan original—aprovechar mi relación con el príncipe para convencer al conde de ceder.

—Disculpe, mi señor, pero ¿puedo hacer algunos comentarios?

—Dudo que tus palabras me hagan cambiar de opinión. Si estás contento con eso, entonces te escucharé. Fue tu propuesta lo que me convenció de darte un mes.

—Muchas gracias, mi señor.

—Ahora bien, ¿qué plan tiene para mí el caballero patrocinado por el príncipe?

—No es realmente un plan, mi señor. El Príncipe Adonis se ha dignado acompañarnos para explicarle, Conde Dietrich, cómo los negocios que dirijo y los productos que vendo se llevan a cabo con el permiso del príncipe.

—¿…Qué estás diciendo?

Aquí era donde necesitaba poner mi pie firme por el bien del señor Marc.

Tardíamente me di cuenta de lo increíblemente conveniente que era acusar a alguien de faltarle el respeto a la nobleza. El acusador podía agrupar a todos los que lo desfavorecían en un paquete ordenado y condenarlos con impunidad. Por eso me parecía una medida tan cobarde llevar eso a la mesa de negociaciones.

—Mi señor, Su Alteza Real ha dado gentilmente a mis productos una alta valoración. Me ordenaron venderlos sólo a aquellos en quienes realmente puedo confiar, razón por la cual, hasta ahora, he estado vendiendo a Compañía Comercial Hermann bajo los auspicios del Conde Müller, en quien confío incluso más que el príncipe.

Me pareció que esa era la razón por la que el príncipe se había abstenido de despreciar su autoridad y usar términos como falta de respeto delante de nosotros. Para este caso particular, sin embargo, tal vez hubiera estado justificado—después de todo, ahora nos enfrentábamos a alguien que estaba intentando precisamente eso.

—Cambiar egoístamente a otro cliente —quise destacarlo de la forma más solemne que pude— sería falta de respeto hacia el Príncipe Adonis, mi señor. Pido disculpas sinceras, pero me gustaría una vez más discutir con usted una posible compensación por el delito del comerciante en cuestión.

—…

Al principio mi acuerdo era con el Conde Müller, pero el Conde Dietrich probablemente no lo sabía. Y aunque este último era parte de la facción del primer príncipe, el primero estaba en la del segundo príncipe, además de ser uno de los aliados más cercanos del Príncipe Adonis. El Conde Dietrich no podría expresar ninguna objeción delante del hombre.

—…Ya veo. Entiendo lo que dices.

—Gracias, mi Señor.

—Como mencioné antes, mi respeto por el palacio real es sincero. Dejando de lado los lazos nobles, me siento asombrado por la integridad inmaculada y la valentía intrépida que el príncipe muestra a diario. Me conmovió cuando lo vi partir con entusiasmo hacia el frente durante nuestro conflicto con el Imperio.

—¿Entonces lo considerará, mi señor?

—Teniendo en cuenta todo lo dicho, sí, lo haré.

—Gracias, mi Señor.

«¡Lo hicimos! ¡Todo gracias al Príncipe Adonis!»

Realmente me hizo entender el valor de tener a la realeza respaldándote.

—Sin embargo, el comerciante en cuestión ha despreciado notoriamente mi noble respeto. Si voy a perdonarlo sin un castigo real, necesitaré una compensación adecuada. Creo que debes entenderlo, habiendo recibido el título de caballero del príncipe.

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—Lo entiendo perfectamente.

—En términos de compensación, no es necesario que se conceda materialmente. Si suma las ganancias de todas las ventas que usted, Caballero Sasaki, le ha hecho al comerciante en cuestión y me paga esa suma, aceptaría la propuesta que me ha traído.

—Ya veo, mi señor.

Pero él todavía se resistía. Su plan probablemente era arrebatarle todo lo que pudiera.

—Ya he confirmado el importe dado que el gerente de la Compañía Comercial Hermann se encarga personalmente de la contabilidad de su negocio. Ha estado moviendo importantes sumas de dinero, ¿no? Al enterarme de que tenías cerca de mil grandes monedas de oro de Herz, incluso yo quedé claramente sorprendido.

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El conteo continuó sin problemas. Probablemente ya había predicho qué objeciones intentaríamos plantear. Parece que no esperaba que apareciera el propio príncipe, pero su perorata actual estaba bien pensada.


—Mil monedas de oro grandes y absolveré al comerciante de todo. ¿Cómo suena eso?

Los labios del Conde Dietrich se curvaron en una sonrisa, una sonrisa engreída. Ya ni siquiera ocultaba la mucho que tratara de exasperarme.

Y en realidad, dudaba que incluso sumando todas las ganancias de mi negocio hasta este momento pudiera dar una cantidad tan alta. Serían doscientas; trescientas monedas de oro grande como máximo. Extrapolado a monedas de oro normales, serían entre veinte mil y treinta mil, y eso incluía mis tratos con el Conde Müller.

Sin embargo, el Conde Dietrich seguro tenía las pruebas necesarias para respaldar sus afirmaciones. Falsificar cuentas era un juego de niños cuando tenías al contador de tu lado.

Al oír esto, el Conde Müller inmediatamente levantó la voz. —Conde Dietrich, perdóneme si esto suena grosero, pero ¿cree de verdad que un solo plebeyo vale tanto? Mil monedas de oro grandes es mucho más de lo que un simple comerciante jamás podría manejar.

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—Tienes razón, el valor de un solo plebeyo es considerablemente menor.

—Entonces, ¿qué pretende?

—Pensé que eso es lo que vale nuestro noble prestigio. De hecho, es una estimación baja. Normalmente, sería intolerable siquiera intentar fijar un precio monetario al honor y las obligaciones de la nobleza otorgados por Su Majestad.

—…

Incluso el Príncipe Adonis, a mi lado, adoptó una expresión difícil para rebatir eso.

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