Sasaki To Pii-chan (LN)

Volumen 1

Capítulo 4: Campo De Batalla En Otro Mundo

Parte 2

Después de haber terminado nuestra conversación en la residencia Müller, el subgerente se encamino inmediatamente. Mencionó algo sobre la preparación de una vivienda para la princesa de cabello largo. También el mayordomo había pedido que se hiciera lo antes posible. Naturalmente, el señor Marc no tenía tiempo para charlas. Incluso podría tener que trabajar toda la noche.

Así que, como de costumbre, salimos a practicar magia. Como antes, yo seguía esforzándome por aprender nuevos hechizos intermedios. Había aprendido magia de curación intermedia y magia de barrera para la defensa, así que lo siguiente que quería hacer eran nuevos hechizos ofensivos. El único hechizo intermedio que podía usar para atacar era el que disparaba rayos. Era un hechizo extremadamente direccional, así que ahora mismo estaba trabajando para complementarlo con magia de mayor alcance. Pii-chan me había enseñado varios conjuros, que repetía una y otra vez.

Después de practicar un poco, oí a Pii-chan murmurar suavemente a mi lado.

—…pensar que lo matarían.

Ahora no estaba sobre mi hombro, sino encima de mi mochila, que había colocado en el suelo. Encaramado allí, vigilaba a un tipo de unos treinta años que intentaba practicar magia. Era un gorrión tan adorable como fiable.

—¿Eras amigo del vizconde Müller?

—Amigos no… al menos no exactamente, pero recuerdo haber tomado copas con él alguna que otra vez.

—…oh.

Desde que el subgerente nos había dado la noticia de su muerte, había tenido la sensación de que Pii-chan estaba deprimido. Para él, el hombre era probablemente como un colega que trabajaba en su misma empresa.

—Pensé que viviría un poco más.

—……

Habiendo conocido a Pii-chan recientemente, no podía pensar en las palabras adecuadas. En vez de eso, dejé de practicar y le miré.

Mantenerme callado durante tanto tiempo estaba haciendo las cosas incómodas, así que aproveché mi condición de novato de otro mundo para hacer una interjección apropiada.

—¿Hay alguna magia en este mundo que pueda devolver la vida a una persona?

—Probablemente no como tú piensas. Sin embargo, si existe algo parecido.

—Espera, ¿de verdad?

—Por desgracia, depende de que se cumplan muchas condiciones y no devolvería todo a su estado original. Como mínimo, la persona tendría que renunciar a su vida pasada y a sus actos como humano. La técnica es aborrecida como acto herético por la sociedad.

—…ya veo.

—¿Y en tu mundo futurista pueden regresar a sus muertos?

—Lo siento. No creo que tengamos ninguna tecnología que pueda ayudar…

—No, no necesitas disculparte. La muerte es condición de la vida. Muchas otras personas perecieron junto a él. Preocuparse por todos los que pierden la vida destruiría a una persona.

Si había que creer las palabras del vizconde Müller, este gorrión de Java estaba rodeado de una sociedad de nobles escandalosamente corruptos. Sin embargo, seguía siendo un personaje heroico que trabajaba por el bien de la nación. El sonido de resignación en su voz, combinado con todo lo que me había revelado cuando nos conocimos, daba a sus palabras una gravedad increíble.

—Si hay algo en lo que pueda ayudarte, no dudes en pedírmelo.

Por mi querida mascota, estaba dispuesto a asumir ciertos riesgos. También quería devolverle toda su buena voluntad.

—Después de todo, soy un dueño que cuida de su mascota.

—Je. Guardas muchas palabras pese a ser una persona tan conformista.

—¡Mira, haré lo que pueda!

—…sí. Y yo aceptare con mucho gusto.

Teniendo en cuenta lo rápido que dejó de preocuparse por ello, Pii-chan debe haber dado ya mentalmente un paso atrás en este mundo. Tuve la sensación de que no estaría bien que me adelantara a él y actuara por mi cuenta; así que, en vez de eso, volví a centrarme en mi magia—

Por desgracia, a pesar de practicar durante días más, no fui capaz de aprender ningún hechizo nuevo. Tal vez fuera porque todo lo que tenía en mente enturbiaba mi concentración. La imagen mental lo era todo cuando se trataba de usar la magia, después de todo.

***

Con mi práctica mágica arrastrándose, decidí que era hora de un cambio de ritmo. Así que nos dirigimos a la Compañía de Comercio Hermann.

Mi idea era comprobar cómo estaba la hija del vizconde Müller y tener una ligera charla con el subgerente. A nosotros también nos vendría bien conocer su situación actual. Dado que ya nos habíamos reunido con el mayordomo, no quería que me pillaran desprevenido y tener que inventar excusas patéticas si ocurría algo.

Si conseguía ver a la joven, tal vez podría preguntarle cuáles eran sus intereses y sus comidas favoritas. Estaba en edad de ir a la escuela media, así que, si le compraba un pastel o algo de una tienda famosa, eso podría hacerla feliz.

Lo que realmente esperaba era que mi charla con ella pudiera aligerar un poco los ánimos de Pii-chan. No había hablado mucho en detalle, pero parecía haber quedado en buenos términos con el vizconde.

Por esas razones, hicimos una visita al subgerente.

Cuando lo hicimos, nos dedicó su habitual sonrisa y nos indicó dónde estaba la princesa—en el piso superior del edificio principal de la Compañía Comercial Hermann. Después de pensarlo mucho, habían decidido que su sede sería el lugar más seguro y cómodo para ella.

Parecía el último piso de un edificio de apartamentos.

Dado que se trataba de la sucursal principal de la compañía, siempre habría guardias apostados, incluso en mitad de la noche. Después de oír eso, decidí que tenían razón: no habría mejor escondite que éste. También aumentarían la seguridad de la princesa, con muchos guardias armados.

Su espacio vital era muy extravagante. Debía de tener unos treinta metros cuadrados, y en su interior pude ver una cama con dosel y un lujoso sofá. ¿Eran muebles de la empresa o los habían traído de la finca? Cada pieza me pareció que había costado mucho dinero.

—Hola de nuevo.

—¿…qué?

Me había imaginado que le daría un saludo agradable y despreocupado, pero su respuesta fue dura. Se sentó en su cama y me miró fijamente.

Si el subgerente hubiera estado con nosotros, quizá habría manejado la situación con más destreza. Por desgracia, hoy volvía a estar ocupado, así que sólo estábamos Pii-chan y yo. Probablemente tenía mucho trabajo ahora con el asunto del vizconde.

—Sólo quería pasar a saludar.

—Sí, bueno, para que lo sepas, no me encontrarás muy útil. Mis hermanos se encargan de todo en casa, así que hacerme algo a mí no te reportaría ningún beneficio. Lo más que podría hacer es pedir una ración extra de cena.

—Ya veo. ¿Es usted una amante de lo gourmet, señorita Elsa?

—¿…se está burlando de mí?

—Oh, no, en absoluto. Conozco a alguien que dirige un restaurante lujoso en la ciudad. Se me ocurrió preguntarle si quería un poco de diversión. Pero si es mucha molestia ir por ahí fuera, puedo hacer que le traigan algo de comida.

Estaba seguro de que una breve escapada estaría bien mientras Pii-chan estuviera con nosotros. Según lo que el vizconde Müller me había dicho, el Sabio de las Estrellas era el mago más poderoso de la tierra. Seguramente sería suficiente para proteger a una sola persona. Pero si seguía pareciéndome preocupante, tenía la opción de pedirle al subgerente que nos prestara uno o dos guardias.

En mi opinión, permanecer encerrado mucho tiempo era malo para la salud mental. Una vez me encerré en mi habitación durante un mes entero. Rápidamente se me alteraron los nervios autónomos, me daban palpitaciones y me costaba dormir incluso cuando estaba cansado. Las pequeñas cosas me preocupaban y me invadía una extraña sensación de ansiedad.

Después de aquello, me aseguraba de despertarme cuando salía el sol, darme inmediatamente una ducha caliente y recibir suficiente luz solar en mi campo de visión.

Repitiendo ese proceso durante unos días conseguí recuperarme.

Los cuerpos humanos no están hechos para permanecer encerrados en lugares poco iluminados, eso lo aprendí de primera mano.

—¿Qué piensa, madam?

—¿…cómo se llama el restaurante?

—Es…

«¡Mierda!». En realidad, no sabía el nombre del establecimiento del señor French. ¿Y ahora qué? Este fue otro efecto secundario de empujar todo el trabajo en sus manos.

—Su nombre no es muy conocido, señorita. Está en la mejor zona del distrito comercial, tiene bancos delante y los clientes incluso los reservan. ¿Eso despierta su interés?

—¿Te refieres al local de French?

Intenté describirlo durante un minuto, y ella parecía conocer el lugar y el nombre del gerente de la tienda. —Ah, sí. Ese mismo.

—¿Conoce al gerente?

—¿El señor French?

—Sí. El restaurante es famoso por sus dulces y su comida increíble.

—Ese es definitivamente, entonces, señora.

—Pensaba que no tenía nombre…

—¿No lo tiene?

«Menos mal». Me las arreglé para llegar a través de una sola pieza. No obstante, me sorprendió que el lugar estuviera haciendo tan buen negocio sin un nombre. Las reglas aquí no eran tan estrictas como en el Japón moderno, pero aun así era impresionante. ¿Cómo hablaban de él los clientes que iban allí?

—Se lo pregunto todo el tiempo, pero no paran de decir que no se han decidido. Todos los que van lo llaman el restaurante de French.

—¿Y qué tal le parece, entonces, madam? Podría conseguirle algo de comer sin tener que pasar por ninguno de esos molestos asuntos de las reservaciones.

—¿Por qué intentas ponerme de buen humor? Sé que Papá ya no está por aquí.

—No tengo segundas intenciones, lo prometo. Sólo esperaba hacer más ameno todo esto.

—……

—¿O prefiere que sea otro restaurante?

Esta era la hija de alguien que Pii-chan consideraba importante para él. Quería mejorar las cosas, tanto como pudiera. Un dueño siempre compartía la tristeza de su mascota.

—Ese restaurante trata a todo el mundo por igual; ni siquiera dejan que los nobles se cuelen en las reservaciones. Eso les ha causado muchos problemas, pero te juega a favor ser patrocinada por la Compañía de Comercio Hermann.

—Todo saldrá bien, madam. Le doy mi palabra.

Vaya, ¿de verdad era tan increíble la tienda del señor French? Técnicamente iba allí todos los días, pero Pii- chan y yo siempre entrábamos por la puerta de la cocina y comíamos en un reservado de la parte de atrás. Por eso, nunca había tenido la oportunidad de calibrar lo que los demás pensaban del lugar.

—…bueno, si realmente insiste, puedo ir con usted.

—Será un placer, madam.

Siempre comíamos en una habitación separada de todos modos. Probablemente no sería un gran problema si trajéramos a una persona extra.