Sasaki To Pii-chan (LN)

Volumen 1

Capítulo 3: Comercio Intercomunal

Parte 2

 

 

Tras dirigirnos a la empresa comercial, nos llevaron inmediatamente a reunirnos con el señor Marc. Dio la casualidad de que había recibido noticias del vizconde Müller, y esperaba dirigirse al castillo en cuanto estuviéramos listos. Nos explicó que casi con toda seguridad se trataba de la guerra con el país vecino. No estaba bien ignorar la petición, así que partimos hacia el castillo, llevando sólo las contribuciones que debía hacer al vizconde.

Y así, sin más, nos sentamos en la sala de recepciones del castillo, uno frente al otro.

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—…ya veo, mi señor, provisiones militares y materias primas.

—En efecto.

Como parte del esfuerzo de guerra, el vizconde Müller había recibido órdenes de la nación de construir instalaciones en primera línea y asegurarse de que estaban preparadas para alimentar a los soldados. Este era su papel como noble de su reino y era independiente de la defensa de su propio territorio.

Tales responsabilidades se aplicaban no sólo al vizconde Müller, sino a todos los nobles del reino. A cada uno se le habían encomendado diversos deberes proporcionales a las condiciones económicas y geográficas de sus tierras. Si alguno de ellos desobedecía, era muy posible que su noble casa cayera en ruina.

Al conde del territorio más próximo se le había ordenado movilizar cincuenta mil soldados y mil caballos. Como novato en este mundo, no sabría decir a cuál de ellos se le había impuesto una carga más pesada. En cualquier caso, parecía bastante difícil para ambos—

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—Debemos entregar los bienes necesarios para la guerra en el plazo de un mes. El transporte tardará dos semanas en llegar al frente. Las adquisiciones ya están en marcha, pero la situación es sombría. Excluyendo las dos semanas para el viaje, tendremos dos semanas para reunir todos los artículos solicitados. Es una cosa de locos.

—Definitivamente difícil.

—Hemos estado haciendo peticiones a las compañías comerciales y mercaderes de este territorio, sin olvidar a la Compañía Comercial Hermann. Pero incluso con todos ellos, no podemos satisfacer la demanda de suministros. El precio de los alimentos ya ha comenzado a dispararse, y si continuamos con la fuerza, la economía de esta ciudad se derrumbará incluso antes de que la guerra esté perdida.

—……

Se parecía mucho más a la guerra de lo que esperaba. Podía sentir el jadeo de toda una nación aquí.

—Entiendo que hacerle semejante petición a un ciudadano de una nación extranjera está fuera de lugar. Sin embargo, si tiene algún medio, ¿podría aconsejarme?

Incluso una pequeña sugerencia sería bienvenida. Como puede ver, estamos desesperados.

Al decir esto, inclinó profundamente la cabeza.

A mi lado, al subgerente se le salían los ojos de las órbitas. Nobles inclinándose ante plebeyos debe haber sido una ocurrencia muy rara aquí. Y eso hablaba de lo grave que era su situación.

—¿…quiere un consejo de mi, señor?

—Sí tiene alguna buena idea.

No sabía qué decirle. Si hubiera hecho pública la existencia de Pii-chan, podría haber un sin número de maneras de resolver esto. Por otro lado, yo no era más que un plebeyo sin su ayuda. Puede que tuviera los bolsillos bien llenos en ese momento, pero como individuo sólo podía hacer poco.

…sin embargo, pensándolo bien, Pii-chan y yo habíamos acordado pasar lo más desapercibidos posible. Probablemente era mejor evitar meterle en la conversación. Tenía que mantener mis relaciones con el vizconde Müller dentro del ámbito de lo que solamente yo podía hacer.

—Hay una cosa que me gustaría confirmar, mi señor.

—¿Qué sería?

—¿Cuál fue la causa de esta guerra?

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—Ah, sí. Siendo de otra nación, requerirías una explicación.

Nunca se sabe a menos que se intente, y el vizconde estaba mucho más dispuesto a explicar las cosas de lo que yo hubiera esperado. No obstante, su rostro se puso aún más sombrío que antes. La razón se aclaró rápidamente a medida que describía la situación.

Hace sólo cien años, esta nación era una potencia importante conocida por su excelencia en magia. No contaba con mucho territorio, pero tenía muchos magos de talento y era capaz de enfrentarse a las grandes naciones que la rodeaban.

Pero ese protagonismo había decaído con el paso del tiempo. Según el vizconde, la causa fue el deterioro del talento mágico de la nación. El consumo excesivo por parte de las clases privilegiadas—realeza, nobleza, ricos comerciantes—había disgustado a muchos magos con talento. Con el tiempo, empezaron a abandonar el país, llevándose consigo su poder.

—Señor Sasaki, ¿ha escuchado del Sabio de las Estrellas?

—…no, mi señor.

Un término que estaba seguro de haber oído antes en alguna parte salió de los labios del vizconde. Ese era el título que Pii-chanhabía usado para sí mismo.


—A pesar de todo, la nación consiguió permanecer en paz, y todo porque un mago tremendamente grande y poderoso siguió ejerciendo sus poderes para nosotros desde el interior del palacio. Se le conocía como el Sabio de las Estrellas, y gracias a él nuestros días siguieron transcurriendo con tranquilidad.

—……

Decidí permanecer en silencio y escuchar lo que tenía que decir. Pii-chan tampoco había mostrado ninguna reacción en particular. Se limitó a sentarse pacientemente sobre mi hombro, como siempre.

—Sin embargo, eso terminó hace varios años. El Sabio de las Estrellas era beneficiario de un apoyo enorme por parte del actual rey, y se convirtió en blanco de un complot orquestado por un grupo de nobles que cobro su vida. Desde entonces, esta nación sólo ha visto deterioro y decadencia, derrumbándose cada vez más por momentos.

—Oh…

Pii-chan había sido una persona mucho más sorprendente de lo que pensaba. Ahora me sentía todavía más indeciso a la hora de confiar en él. No me imaginaba que se sintiera muy bien pensando en prestar su ayuda al país que le había apuñalado por la espalda. Parecía tener buenos sentimientos hacia este vizconde en particular, pero eso no se extendía necesariamente a los demás.

«Entonces Pii-chan, habiendo escapado a su asesinato por medios desconocidos para mí, acabo en una tienda de mascotas como un gorrión de Java. Él permanecido allí unos dos meses, mientras aquí habían pasado varios años, y su país entro en declive. Ahora se enfrentaban a una crisis sin precedentes, bajo el ataque de sus vecinos».

—¿Este Sabio de las Estrellas no tenía aprendices, mi señor?

—Me han dicho que era un hombre extremadamente ocupado y no tuvo tiempo para entrenar a ninguno.


—Así que fue así…

En ese caso, incluso si resistimos esta vez, el Imperio Ohgen estaba obligado a seguir presionando el ataque. Por qué, el Reino de Herz no era más que su presa ahora, ¿no? A menos que al Imperio se le hiciera comprender de verdad que habría consecuencias, el problema seguiría sin resolverse.

—¿Por qué fue llamado Sabio de las Estrellas?

—A alguien se le ocurrió una vez que dominaba tantos hechizos como estrellas hay en el cielo nocturno, y se le quedó el nombre. En realidad, no conozco a ningún mago que tuviera un repertorio tan amplio como el suyo. Aunque el apodo parecía causarle cierta vergüenza.

—Je…

El vizconde Müller tenía razón—Pii-chansabía una cantidad demencial de hechizos. Había memorizado hasta el más largo de los encantamientos al pie de la letra, y daba catedra de ellos con precisión. Y a pesar de su supuesta vergüenza por el apodo, lo usaba para presentarse cada que podía. ¡Simplemente adorable”

«Señor “Sabio de las Estrellas”… en realidad creo que le gusta bastante»

***

 

El lugar: el salón de recepciones del castillo. La conversación: seguía siendo sobre contramedidas en tiempos de guerra.

Había oído todo lo sustancial del predicamento con el vizconde, y ahora se esperaba que le diéramos el mejor consejo—

—…soy plenamente consciente de que sugerir esto será descortés, mi señor, pero ahora que me ha explicado la situación, no puedo evitar pensar que la decisión más sabia en este caso sería abandonar al Reino de Herz. Negociar con el Imperio de Ohgen es nuestro único medio de superviven-

—¡Señor Sasaki! —gritó el subgerente al oír mis palabras.

—No, no me importa —intervino el vizconde—. Yo también lo había considerado.

—¡Pero, mi señor…!

Perdiendo la calma, el subgerente empezó a lanzar miradas de soslayo. Probablemente se armaría un gran lío si alguien, aparte de nosotros, escuchaba eso.

—Sin embargo, no puedo arriesgar la vida de mi gente en negociaciones inciertas. Sólo me queda un mes para ir al frente, y sería imposible llevar al Imperio a la mesa de negociaciones; y en el remoto caso de que llegue a algo, eso conllevaría que tropas de otros territorios marchen libremente a través del mío en su camino hacia el centro.

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—Ósea que ni siquiera podemos rendirnos…

Ahora que lo pienso, tenía razón. En comparación con la sociedad moderna, las cosas en este mundo progresaban con bastante lentitud. La falta de teléfonos e Internet significaba que la información viajaba a paso de tortuga. Como había dicho el vizconde, sólo comunicarse con la gente y los lugares pertinentes llevaría fácilmente más de un mes. Los caballos seguían trabajando duro para suplir los cables de fibra óptica.

—Pero no puedo predecir el futuro, por lo que creo que deberíamos intentar minimizar nuestro riesgo respondiendo a las peticiones del reino en la menor medida posible. Si pronto se corre la voz de que hemos sufrido la mayor de las pérdidas, estoy seguro de que otros llegarán a la misma conclusión.

—Ya veo, mi señor.

—Afortunadamente, no he recibido ninguna petición para movilizar tropas. Es problema es la presión financiera, pero mientras el pueblo sobreviva, habrá otras oportunidades en el futuro. Deberíamos armarnos si, y sólo si es realmente es necesario.

El vizconde Müller parecía haber considerado esto desde muchos ángulos. Incluso el deber que se le había impuesto era muy probablemente el resultado de arduas negociaciones y compromisos. Cualquier propuesta descuidada por mi parte sólo mostraría mi propia indiscreción. Este hombre tenía mucho talento, mucho más que un don nadie como yo. Intuí que sin duda era el tipo de persona destinada a dirigir a otros.

—Comprendo sus consideraciones, mi señor. Me limitaré a consultar sobre provisiones y otros suministros.

—Le pido disculpas, he sido yo quien le ha preocupado con todo esto.

—No, en absoluto. De hecho, me disculpo por hacer una propuesta tan evidente.

—¿Qué piensas entonces? ¿Algún plan?

—Hmm…

No sería posible traer suministros Japón; no suficiente comida para alimentar a decenas de miles de personas, al menos. Eso sobrepasaría el límite de mi tarjeta de crédito. Y si el jefe de sección se enteraba, habría preguntas.

Eso significaba que tendría que traer cosas de otros pueblos de este mundo.

¿Era posible?, supongo que sí. Podía usar el dinero que había ahorrado hasta ahora con mi negocio para comprar cosas al por mayor, y luego hacer que Pii-chan usara magia de teletransporte para traerlas aquí. Si hacíamos eso, seríamos capaces de entregar de darle al vizconde lo que necesitaba dentro del tiempo asignado.

Obtendríamos suficientes resultados incluso en sólo un mes.

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Sin embargo, ese plan no venía sin obstáculos. Necesitaba cerciorarme de algunas cosas para estar seguro que Pii-channo acabaría al frente de todo esto.

—…ahora que lo pienso, mi señor, recuerdo haber oído rumores de una especie de magia que permite viajar libremente por el espacio. Al parecer, uno puede trasladarse a un destino lejano en un abrir y cerrar de ojos. Y hablamos distancia como para caminar días enteros sin parar.

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—Yo también he oído de esto. Era uno de los talentos del Sabio. Sin embargo, no conozco a ningún otro mago que pueda utilizar esa clase de hechizo. Aparentemente es una técnica muy avanzada, y los magos promedio son incapaces de aprenderla.

—…





El vizconde había dicho que trasladar las mercancías al lugar sólo llevaría la mitad del mes mencionado—dos semanas. Si, de alguna manera, un almacén dentro de su territorio se llenaba de repente con los bienes necesarios, como si hubieran aparecido de la nada, eso satisfaría su demanda.

¿Y si nadie estaba allí para presenciar su aparición?

Sólo había hablado con el vizconde un par de veces hasta ahora, pero parecía tener un carácter sobresaliente. Si le prohibía hablar de ello a los demás, aunque de repente apareciese una cantidad disparatada de provisiones y suministros en uno de sus almacenes, ¿guardaría silencio? No sólo sobre eso, por supuesto, sino también sobre nosotros. En cualquier caso, me pareció que sería mucho más complaciente que mi oficina local de recaudación de impuestos.

—……

Eché un vistazo a mi hombro, donde estaba Pii-chan. Me respondió con una pequeña inclinación de cabeza. El mismísimo señor Sabio de las Estrellas me había dado el visto bueno.

—Vizconde Müller, supongamos que hay un almacén en su territorio con suficientes provisiones y suministros para cumplir con la demanda. ¿Sería posible que usted lo traslade en un mes?

—…tenemos mucho margen de maniobra cuando se trata de trasladar mercancías.

—En ese caso, mi señor, con respecto a ese tal almacén en su territorio, ¿sería capaz de mantenerlo totalmente en secreto y no dejar que nadie entre o salga de él hasta que las mercancías deban ser transportadas?

—¿Estás diciendo que eres capaz de usar eso–?

—Con todo respeto–y entiéndalo, mi señor–que, si no puedo contar con su palabra, entonces tendré que desaparecer.

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Había decidido ponerme al frente y en el centro en lugar de Pii-chan. A juzgar por lo que el vizconde Müller había dicho, el título de Sabio de las Estrellas era demasiado serio para plantearlo aquí y ahora. Simplemente sugerir que estaba vivo influiría tanto en el equilibrio de poder que los países vecinos se acobardarían de miedo.

—¿Me da su palabra?

—La tiene —respondió el vizconde Müller sin perder un segundo más. Sus siguientes palabras fueron más graves que las anteriores—. Prepararé ese almacén de inmediato. Que se quede entre nosotros.

—Gracias.

—Debería ser yo quien le agradezca, señor Sasaki. Y así, por el momento, tenía otro negocio entre manos.

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