Sasaki To Pii-chan (LN)

Volumen 1

Capítulo 3: Comercio Intercomunal

Parte 1

 

 

Al final, decidí pedirle al vizconde que me dejara pensarlo.

Cuando le comuniqué mi decisión, el subgerente que estaba a mi lado se quedó blanco. Tal parece que retrasar la respuesta a la petición de un noble era de muy mala educación, y más o menos me lo hicieron saber al salir. Y vaya que el vizconde Müller era probablemente un hombre de gran carácter—me había despedido con una sonrisa.

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Y así tuvimos una sesión de planificación tras regresar a nuestro lujoso alojamiento en la ciudad. Los miembros de este consejo éramos dos—Pii-chan y yo. Realmente no necesitábamos una doncella en nuestra habitación, pero, en cualquier caso, le pedimos que nos hiciera algunas compras en la ciudad. Probablemente no volvería hasta dentro de un rato. Gracias a eso, pudimos discutir los asuntos que teníamos entre manos sin ser molestados.

—Pii-chan, se honesto conmigo. ¿Cómo se ve la guerra?

—Esta nación caerá.

—Yo, eh… ya veo …

Había tenido esa sensación por el comportamiento del vizconde, pero escucharlo directamente de la boca del pájaro fue una conmoción. Si Pii-chan pensaba que lo más probable era que perderían, entonces parecía que la mejor decisión era abandonar la ciudad inmediatamente…

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Pero si dijera que no tendría problemas al respecto, estaría mintiendo. No hacía mucho que conocía este mundo, pero aun así había desarrollado conexiones—en primer lugar, el señor Marc, el subgerente de la Compañía Comercial Hermann. Además, el restaurante que había construido para Pii-chan estaba aquí. No era una buena sensación imaginar que perdería todo eso, así como así.

—¿…cómo vamos a proceder?

—Me gustaría hacer algo si puedo. Pero nada bueno saldrá de participar en una batalla perdida, ¿verdad? En ese caso, creo que sería más constructivo averiguar cómo hacer control de daños.

—Tienes razón. Tal y como está evolucionando la situación, la derrota es inevitable.

—¿Verdad?

—Sin embargo, mi magia si tiene el potencial de darle la vuelta a la situación.

—¿…en serio?

—¡Mi nombre es Piercarlo Sabia de las Estrellas, habitante de otro mundo–!

—Oh, sí, eso es lo que dijiste antes.

La primera vez que hablé con Pii-chan, así fue como se presentó. A mí personalmente me gustaba el aire imponente que contrastaba con su aspecto tierno. Ahora podía entender ese título exagerado y provocador de Sabio de las Estrellas.

—No sería difícil resolver por la fuerza una disputa entre naciones. Destruir es fácil. No obstante, crear algo lleva su tiempo. Estaremos bien por nosotros mismos, pero si vamos a permitirnos perder lo nuestro cada que se presente una situación difícil, no vamos a llegar a ningún lado.

—Ya veo.

—Para salir todos de esta, sin embargo, voy a necesitar tu ayuda.

—¿…no hay otro modo?

—Este frágil cuerpo mío no podría soportar la carga de usar repetidamente hechizos de magia avanzada. Al igual que cuando nos movemos entre mundos, debo usar tu cuerpo como conducto para conjurar. En resumen, debopermanecer como loro sobre tu hombro.

—…

No sabía con certeza cómo resolveríamos esta guerra—pero si Pii-chan decía que podía hacerse, probablemente tenía la habilidad. El problema, entonces, era nuestra posición en la sociedad. No podíamos permitirnos actuar públicamente.

Eso nos desviaría del camino que Pii-chandefendía; ignorar a los demás y pasar el tiempo como uno quisiera. Los que nos rodean nos idolatrarían y los que ocupan puestos de poder buscarían el modo de utilizarnos. La vida que tendríamos estaría muy lejos del ideal de “no hacer nada más que comer y dormir”.

—Deberíamos pensar en una forma de resolver esto del modo más discreto posible.

—Está bien.

Personalmente, estaba contento con la postura de Pii-chan respecto a la guerra. Si empezaban los problemas en este mundo, mi vida en Japón podría venirse abajo. Dado lo avispado que era mi nuevo jefe, quería dejar el mayor margen de maniobra posible en mi vida.

Y siendo francos, quería hacer de este un lugar en el que siempre pueda tomarme un respiro.

—Entonces, nos guste o no, debes aprender más sobre magia. Además de enseñarte hechizos intermedios, te daré clases sobre magia avanzada y superior. Luego podremos decidir juntos cómo usarla.

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—Gracias, te lo agradezco mucho.

Y así, durante los siguientes días, practiqué magia y escuché las conferencias de Pii-chan.

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***

 

 

Como resultado de esta estancia en el otro mundo, logré aprender un nuevo hechizo intermedio.

Y era, sorprendentemente, el de curativa.

Ahora que existía la posibilidad de que participara en una guerra, hice de la magia de barrera y la magia curativa mi máxima prioridad para esta sesión de práctica. Aunque aún no había conseguido dominar la primera, logre aprender la segunda el último día de práctica, justo antes de terminar mi jornada.

Lo intenté cientos de veces con una rata salvaje que estaba a punto de morir. Ver cómo sanaban sus heridas me conmovió el alma. Según Pii-chan, mientras que la magia curativa de nivel principiante sólo podía curar pequeños rasguños, magulladuras y fracturas óseas simples, la versión de nivel intermedio podía curar por completo miembros perdidos, quemaduras graves y fracturas complejas, dependiendo de la cantidad de maná que se utilizara.

“Aquellos en dominar la magia curativa intermedia nunca pasarían hambre”, o al menos eso es lo que decía Pii- chan mientras veía huir a la rata. Sus palabras parecían cobrar sentido; hacía unos momentos, la criatura había estado al borde de la muerte, y ahora correteaba enérgica.

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Además, Pii-chan me aleccionó sobre la magia a gran escala. Al parecer, varios hechizos de este tipo podían cambiar la forma de las montañas. ¿Cómo demonios aplicaríamos algo así? Los dos decidimos que era necesario seguir investigando para poder utilizarlo en la práctica.

Una vez terminada la práctica de magia y después de comer y dormir en nuestros alojamientos, nos fuimos a casa. Teniendo en cuenta la citación de mi jefe, no podíamos alargar demasiado nuestra estancia aquí. En cuanto regresamos, tuve que correr a la oficina.

Mi destino era una sala de conferencias en el edificio de oficinas del bureau en el centro de la ciudad. En aquel reducido espacio de diez metros cuadrados, el jefe de sección y yo estábamos frente a frente.


—Siento haberte llamado tan pronto después de decir que tendrías un descanso.

—No hay problema.

—Cuando se trata de ascensos de funcionarios, normalmente hay que hacer un examen o algo así, pero nuestro lugar de trabajo es un poco especial en ese sentido. En primera instancia, nuestros títulos oficiales ni siquiera corresponden con lo que hacemos. Teniendo aquello en cuenta, los roles pueden cambiar rápidamente en función a la situación sobre el terreno, como está pasando ahora.

—¿Eso se reflejará en mi sueldo?

—Por supuesto–y no tiene que preocuparse por eso.

—Me alegra oírlo.

Últimamente mis gastos eran elevados, y mi próxima paga tardaría mucho en llegar. «Me pregunto cómo funcionarán las primas de los empleados de primer año»; en mi antiguo trabajo no había nada parecido, así que no pude evitar sentir curiosidad.

—Dicho eso, la cosa se resume en que simplemente no tenemos suficientes hombres. Siento hacerte esto cuando acabas de incorporarte, pero te tendré a la espera como parte de nuestras fuerzas listas para el combate. Como te expliqué anoche, me gustaría que te asociaras con la señorita Hoshizaki para buscar nuevos psíquicos.

—Entiendo la necesidad de reclutar más psíquicos, pero…

—¿Hay algún problema?

—Es sólo que hacerme formar equipo con la señorita Hoshizaki parece exagerado.

—En realidad, hay varias formas de persuadir a los psíquicos para que se unan a nosotros. Podrías usar información reportada a la policía para encontrar psíquicos vagabundos y hablar con ellos, o podrías tratar de traer psíquicos irregulares activos a la mesa de negociaciones.

—Ya veo.

—¿Prefieres hacer todo eso tú solo?

—No, señor. Con mucho gusto me emparejaré con la señorita Hoshizaki para ello.

¿Meterme en una pelea con otro psíquico yo solo?

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Tienes que estar bromeando.

«¡La amo, señorita Hoshizaki!»

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—Una excelente decisión.

—¿Recibiré indemnizaciones por riesgo en el dado caso?

—Por regla general, nuestro trabajo fuera de la

oficina siempre conlleva una indemnización por riesgos laborales… y es mejor asumir que no hay trabajos seguros aquí. Supongamos que a un aficionado sin formación se le entrega de repente un lanzamisiles el cual puede disparar sin entrenamiento–eso es un psíquico.

—…entiendo el problema.

Demasiado, de hecho, y más viendo lo que sucedió en la bolera. Tal vez era exactamente por eso que se estaban tomando la molestia de reunir a estos psíquicos, emplearlos al servicio del gobierno y utilizarlos para resolver los problemas causados por otros psíquicos. De lo contrario, tendrían que movilizar a la policía o a las Fuerzas de Autodefensa para, en el peor de los casos, movilizar a un solo individuo fuera de control.

—Sin embargo, incidentes como el de hace dos días son raros.

—No sabría qué hacer si me hubieras dicho que eran habituales.

Por cierto, el nuevo título de mi tarjeta de visita iba a ser TENIENTE, al parecer. Teniendo en cuenta mi edad, sonaba bastante bien. Por la misma escala, el jefe de sección era superintendente jefe, un cargo que sonaba terriblemente impresionante.

—También me gustaría que te ocuparas de Hoshizaki.


—¿Como? Siento que es ella la que ha estado cuidando de mí.

—A pesar de su aspecto, su personalidad es motivo de preocupación. Y es joven.

—…entendido, señor.

Ahora que sabía cuántos años tenía, fácilmente podía estar de acuerdo con el jefe de sección.

Aun así, era alguien de quien quería mantenerme alejado si era posible. Me remordía la conciencia en plan “responsabilidades de adulto”, pero seguir vivo tenía que ser mi prioridad. Al fin y al cabo, era una chica de instituto trabajando como mercenaria por decisión propia.

—Serán contactados para el anuncio no oficial en poco menos de una hora. Hasta entonces, espere en el despacho.

—Lo haré, señor. Estaré esperando en mi escritorio. Y así fue mi reunión con el jefe.

A fin de cuentas, la idea de un ascenso sonaba bastante bien. Nada en mí había cambiado, pero podía sentir una confianza infundada hinchándose dentro de mi pecho. Esta debe ser la razón por la que otros esclavos asalariados de todo el mundo adulan tanto a sus jefes.

Y para este lugar de trabajo, cuanto más alto subiera en la escala, más libertad parecía que tendría. Eso, a su vez, haría más fácil irme al otro mundo. Como empleado del gobierno, quizá no sería mala idea poner mi sombrero en el anillo de ascensos del bureau. Probablemente nunca me iría tan bien como a los que aprobaban el examen del gobierno, pero aun así me ilusionaba.

***

 

 

Después de recibir con seguridad el aviso previo del ascenso, recibí mi propia tarjeta de visita en la que constaba que era teniente de policía. La señorita Hoshizaki había sido ascendida junto conmigo.

Sin nada en particular en la agenda, salí de la oficina. El jefe me había dicho que me tomara los próximos días para descansar y recuperarme. De todas formas, el bureau parecía estar muy ocupado con las secuelas del incidente, y me habían dicho que los equipos situacionales probablemente estarían de descanso durante un tiempo. Así que, por hoy, simplemente acepté su generosidad.

No olvidé aprovisionarme en el supermercado de camino a casa. Dicho esto, hacer compras demasiado fuera de lo normal podría poner los ojos del jefe de sección sobre mí. Escogí los transceptores y las pilas que había pedido el vizconde Müller, y algunas especias mínimas.

Una vez de vuelta en mi apartamento, Pii-chan y yo nos teletransportáramos al otro mundo.

Fue poco después del mediodía. Llevaba tres o cuatro horas fuera de casa. Con el paso más rápido del tiempo en el otro mundo, habrían pasado varios días. Dudaba que la guerra con el Imperio Ohgen hubiera cambiado tanto desde entonces.

Si suponía que mis vacaciones pagadas durarían aproximadamente una semana, eso equivalía a cientos de días en el otro mundo. Por ahora, podía estar activo allí sin preocuparme por el tiempo. Por lo menos, no tendría que preocuparme que destruyeran la ciudad mientras yo trabajaba.


—Ok, Pii-chan, estoy listo.

—Aquí vamos.

Con todo lo que necesitaba en la mano, nos trasladamos del apartamento a la posada del otro mundo.

El familiar suelo de mi habitación fue suplantado por la dura piedra de la posada. Por lo que pude ver a través de la ventana, no parecía haber ocurrido ninguna locura. La invasión del Imperio Ohgen aún no había llegado a Baytrium.

Pero no podía permitirme ser optimista. Nos apresuramos a ver al subgerente.

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