Sasaki To Pii-chan (LN)

Volumen 1

Capítulo 2: Encuentro Con Los Psíquicos

Parte 11

Punto de Vista de:

La Vecina

Una vez más, estoy sentada frente a la puerta de mi apartamento, esperándolo.

¿A quién? ¿A quién?

Obvio que al hombre mayor que vive al lado.

—……

¿Cuántos años llevo pasando así el tiempo desde que llego del colegio?

Todo empezó cuando mis padres se divorciaron. Mi madre se quedó con la custodia y nos mudamos aquí. Eso fue un poco después de empezar la escuela primaria. Desde entonces, me trataron con dureza y desinterés, hasta que eventualmente las cosas se establecieron como son ahora.

Conozco al hombre mayor del apartamento de al lado desde hace varios años. Se mudó a este complejo varios meses después que mi madre y yo. Aún recuerdo cuando nos visitó con dulces para saludarnos como nuevas vecinas.

Recuerdo exactamente lo que dijo mi madre: “¿Regalos de un hombre que vive en un apartamento barato como este? Está claro que no te los puedes comer. Es demasiado peligroso”. Y recuerdo perfectamente su mirada cuando, un segundo después, tiró los caramelos a la basura.

No estaba comiendo lo suficiente en ese momento. Incluso después de haber estado en la basura, aquellos caramelos eran como un tesoro.

Desde entonces, cada vez que me veía sentado frente a la puerta, me daba algo de comer. La mayoría de lo que me daba era delicioso, como pan o bolas de arroz; debía de preocuparle lo delgada que estaba. Lo siguiente más frecuente eran los dulces. Hace poco me enteré de que la mayoría de los dulces que me daba contenían algún tipo de nutriente extra, como vitaminas.

Y la cosa no acababa ahí. Recuerdo que me daba todo tipo de cosas: bollos de carne muy calientes en los días fríos de invierno y bebidas deportivas frías y helados en los calurosos días de verano. Incluso llegó a regalarme material escolar.

—……

Los servicios sociales nos han visitado algunas veces en el pasado. No lo sé con seguridad, pero creo que llamaron y nos denunciaron. Sin embargo, mi madre siempre se hacía la madre cariñosa delante de ellos, así que nunca hicieron nada. Todas las visitas terminaban con una advertencia verbal, y mi relación con mi madre nunca cambió.

No sé qué pasa por su cabeza, pero mi madre nunca ha cambiado. A mí no me deja entrar en casa cuando ella no está, y no parece interesarle si como o no. Cuando terminé la escuela primaria y empecé la preparatoria, las cosas siguieron igual.

Ella sabe de los regalos del hombre de al lado, pero nunca dice nada al respecto.

Sigo sin entender lo que pasa por su cabeza.

—Hoy vuelve a llegar tarde —le digo a nadie en particular, mirando al cielo nocturno.

Está muy despejado y parpadean muchas estrellas. Es una escena que ya he contemplado muchas veces. Creo que este cielo nocturno será lo que se me quede grabado cuando envejezca, el paisaje de mis recuerdos de juventud.

—Ahora que lo pienso, ha dicho antes que hace muchas horas extra.

Últimamente he empezado a pensar en otras cosas. Me estoy volviendo una mujer.

En la escuela primaria, no sabía nada de esas cosas,

y de todos modos por aquel entonces aún estaba empobrecidamente delgada. Lo único que sabía era que me moría de hambre, así que me alegraba enormemente de la comida que me daba el hombre. Nunca pensé que mi cuerpo valiera más que esa comida. Pero eso cambió poco después de entrar en la escuela preparatoria.

Tenía la suerte de estar más desarrollada físicamente que otras chicas de mi edad. Cada vez más chicos empezaron a fijarse en mí en la escuela. Parece que tengo el busto del mismo tamaño que mi profesora.

Y aunque mi madre me compró un uniforme nuevo, nunca se molestó en traerme sujetadores o algo para la menopausia. Para esto último, me las arreglo con el papel higiénico de los baños del colegio. Pero no puedo hacer nada con lo primero. Eso sólo pone más ojos en mí.

Quizá por eso empecé a pensar en la progresión natural de esa atención. Y a preguntarme si el hombre mayor que vivía al lado también le interesaban ese tipo de cosas.

Mentiría si dijera que la idea no es repulsiva. Incluso los hombres que mi madre trae a casa últimamente han empezado a mirarme. Si me dieran lo mismo, dudo mucho que fuera capaz de aceptarlo. Creo que odio a todo el mundo menos a mí misma—pero cuando me planteo dar las gracias al hombre de al lado por cuidar tanto de mí, siento que tal vez sería posible, al menos. Creo que es mayor que mi madre, pero no parece que esté casado…

…no causaría ningún problema si me dejara embarazada. Mientras use preservativo o se ocupe de los abortos, no me importará que se salga con la suya alguna vez. Cuando estoy cerca de él, me siento segura, más que en cualquier otro momento del día, y quisiera solo perderme entre sus brazos—

¡Ah, soy tan sucia que me enferma!

¿Cómo pude criticar así a mi madre?

—……

Ahora estoy viva gracias al hombre mayor que vive en el apartamento de al lado. No puedo sobrevivir sin la comida que me da. Probablemente siga así también.

Al menos hasta que acabe la preparatoria, seguirá, y seguirá…