Sasaki To Pii-chan (LN)

Volumen 1

Capítulo 2: Encuentro Con Los Psíquicos

Parte 7

Estaba totalmente abrumado como para ser mi primera misión. Ahora mi líder había sido eliminado, y el único que quedaba en escena era yo, un completo novato. Seguía habiendo silencio de radio en el auricular. Ya para que fingir—estaba solo.

—Como bien señalas, soy nuevo aquí. Me asignaron a la oficina ayer mismo. Por lo tanto, me gustaría mucho saludar a todos los demás también. ¿Podría tener una audiencia con el otro psíquico? No tengo ni idea de dónde habrá de esconderse tu compañero.

—Luces bastante tranquilo a pesar de tu situación.

—La ignorancia es mi única arma en este momento.

—Y también optimista.

Mientras intercambiábamos comentarios, eché un vistazo a la sala. Los psíquicos normales habían sido aniquilados. Todos y cada uno de ellos, sin excepción alguna, yacían en el suelo, inconscientes o muertos. Y los psíquicos que habían estado de apoyo no parecían mostrar señales de que volverían.

Por otra parte, por mucho que intente, no he podido ubicar al psíquico responsable del huracán. Tuve que considerar la posibilidad de que un tercer psíquico los ocultara. Si era así, entonces ciertamente no sería capaz de descubrirlos.

Así que no me quedaba otra opción. —Preguntaré de nuevo, ¿puedo tener una audiencia con ustedes?

—Desafortunadamente, no se va a poder.

—…es una pena. —Apagué el micrófono.

Afortunadamente para mí, el proceso para conjurar el hechizo del rayo era relativamente corto. Después de haber practicado los conjuros durante días, mi lengua se había acostumbrado a ellos, y solo debería tomarme un par de segundos utilizarlo—

Extendí la mano hacia delante y lancé el hechizo intermedio.

Con un fuerte chasquido, un rayo de electricidad salió disparado hacia la parte inferior del cuerpo de la chica. Fue más rápido de lo que el ojo podía seguir, haciendo contacto con el objetivo y desgarrándola. Sangre y piel quemada salpicaron el suelo de rojo. Había arrancado un trozo de la parte inferior de la pierna derecha. Su pequeño cuerpo, al perder el equilibrio, se desplomó. Se veía grotesco como el infierno.

—¡Ngaaah…!

Habría querido contenerla con un hechizo más suave, pero dado que se trataba de una situación de vida o muerte, elegí lo que la impactaría más rápido. Al ver cómo se desarrollaba la escena, empecé a sentirme un poco mal. Que fuera una niña no era bueno para mi salud mental.

…sin embargo, teniendo en cuenta que este hechizo podía derribar un gran árbol de un solo golpe, el daño que había recibido se veía demasiado leve a comparación. Sus huesos seguían unidos, y sólo le había arrancado algo de piel.

«¿Y si la cubre algún tipo de barrera? Eso explicaría cómo había atravesado el escudo de hielo de la señorita Hoshizaki con su propia mano. ¡Bien pudo haber recibido una bala de lleno y seguir luchando como si nada!»

Y mientras gemidos de dolor escapaban de su boca—algo cercano se movió.

Los restos de construcción y las bolas de bolos que ensuciaban el suelo a mi alrededor se elevaron en el aire uno tras otro y se precipitaron hacia mí. Como había supuesto, el psíquico causante del huracán estaba utilizando algún medio para ocultar su presencia y acercarse. Ahora, dentro del alcance efectivo de su poder, decenas de objetos pesados volaban hacia mí.

—Tch…

Conjurar un hechizo sería demasiado lento. Ahora que había usado uno en batalla, comprendía lo importante que era poder lanzar hechizos sin recitar un cantico. En el futuro, tendría que esforzarme más por acelerar mis hechizos, además de aprender otros nuevos. Al parecer, Pii- chan podía lanzar todos los hechizos para principiantes y la mayoría de los intermedios sin un encantamiento. Qué gorrión más impresionante.

Suplicando porque funcionara, omití el conjuro e imaginé el hechizo. Elegí el mismo que antes—el ataque relámpago. Era el arma más poderosa que tenía a mi disposición.

Y funcionó. Múltiples lanzas de rayos estallaron con un crujido, derribando los objetivos que tenía ante mí, uno tras otro. Los trozos destrozados y las bolas de bolos pasaron a mi lado, ahora nada más que diminutos fragmentos. Tuve que usar el escudo de policía para bloquear los que se dirigían directamente hacia mí. Unas pocas astillas se clavaron en mi piel, pero me obligue a ignorar el dolor

Había conseguido hacer frente a la amenaza acuciante por un pelo.

—¿Qué…? 

Justo entonces, oí una voz desde un punto situado a una docena de metros delante de mí. La voz de un hombre. Pero no podía verle por ninguna parte. Definitivamente parecía estar tomando prestado el poder de un tercer psíquico para permanecer oculto.

—¡–!

Dejándome llevar un poco, procedí a disparar un segundo ataque relámpago en dirección a la voz. Una serie de crujidos resonaron, y las luces irradiaron como un abanico. Uno de ellos impactó contra algo, despidiendo una salpicadura roja.

Parece que había acertado. Y donde no había nada, aparecieron de repente unas figuras—un equipo de dos.

El primero era un hombre de unos veinte o treinta años. Enseguida me fijé en su larga melena rubia, peinada hacia atrás. Llevaba un traje de aspecto caro y, a primera vista, uno podría haberlo confundido con un miembro de la yakuza.

La otra que estaba a su lado—una chica que parecía ser de preparatoria. Tenía el cabello negro brillante con un corte de princesa, y su ropa gótica estilo Lolita sólo la hacía más llamativa. Sus rasgos eran bastante bonitos y su ropa, aunque a algunos les hubiera parecido chillona, le sentaba bien.

Lo que más me preocupaba era a quién de ellos había alcanzado con el hechizo, y resultó ser al hombre. La explosión le había arrancado todo por debajo de las rodillas. La chica alzó la voz, abrazándolo mientras yacía boca arriba. Su grito resonó en la habitación.

A diferencia de la chica de un momento antes, el hombre si fue afectado por la fuerza del rayo. Le había volado las dos piernas. Me preocupaba que los demás pudieran tener la misma resistencia que mi primer oponente, así que no me había contenido—

—¿Quién eres?

La chica vestida con ropa tradicional habló desde detrás de mí, viendo que las tornas habían cambiado. Apoyó los brazos en el suelo y levantó la cabeza para mirarme.

«¿No le duele la herida?»

—Como dije antes, soy solo un novato que acaba de entrar en esta nomina ayer.

—……

Me miró con escepticismo.

Hubiera sido posible acabar con todos ellos aquí mismo. Sin embargo, las órdenes del jefe de sección habían sido capturar a los psíquicos y, a juzgar por mi conversación anterior, estos parecían ser famosos. Lo que hiciera ahora repercutiría en mi futuro tratamiento, así que debía andarme con cuidado.

Otra cosa que me preocupaba era que el cuerpo de la chica caída había empezado a cambiar. Seguía en el suelo, pero su pierna—y lo digo en tiempo presente—se estaba retorciendo. De algún modo, la carne y los vasos sanguíneos empezaban a reconectarse. Era como si su pierna intentara reformarse con cada segundo que pasaba. Era asqueroso. Ni siquiera consigo imaginarme con que podría salirme a continuación.

—Tengo una propuesta para todos ustedes —alce la voz.

—…adelante.

—Si prometen no hablar de lo que ha pasado aquí con nadie, me iré. ¿Estarían dispuestos a considerar esto como empate? Después de todo, preferiría no alargar el enfrentamiento y arriesgarme a salir herido.

—……

Sería bastante miserable que me guardaran rencor, averiguaran dónde vivo y me atacaran mientras duermo. Ya desconfiaba del jefe de sección, así que no quería ganarme más enemigos personales. Aunque tenía la opción de huir al otro mundo, esta vida en el Japón moderno era igual de importante para mí.

—¿Qué te parece?

—Bien.

Después de pensárselo durante unos instantes, la chica de ropas tradicionales asintió levemente. Una negociación exitosa.

Un momento después, otra persona apareció justo delante de mí. Este nuevo personaje se materializó de la nada junto a la chica caída sin hacer ni un sonido. Probablemente era un poder similar a la teletransporación de Pii-chan.

Parecía tener unos veinte años, de figura femenina. Su atuendo—una blusa blanca, una chaqueta beige y unos pantalones culotte azul marino—combinaba en un aspecto juvenil.

—¿Dijiste que te llamabas Sasaki? —preguntó la chica vestida con ropa tradicional.

—Sí.

Con retraso, deseé haber usado un nombre falso. Cualquiera tendría que comprobar algo como mi correo para obtener mis datos. Al darme cuenta de que era demasiado tarde para esconderme, me recompuse y lo admití.

Cuando lo hice, la chica me hizo una propuesta sorprendente.

—¿Te interesaría unirte a nosotros?

—Desgraciadamente, soy de los que se sienten más a gusto pegándose al más grande.

—…ya veo.

Me sorprendió que me invitara a estas alturas. «Si no la conociera, diría que era mayor de lo que parecía. Tal vez incluso mayor que yo», pensé de repente. No sería extraño que existiera un poder que permitiera a la gente rejuvenecer.

—Si alguna vez te apetece, estaremos encantados de que nos llames.

—Bueno, si alguna vez tengo la oportunidad.

Gracias.

Antes de que me hubiera dado cuenta, el hombre de pelo rubio y la Lolita gótica se habían acercado a la chica vestida con ropa tradicional. El primero, sin piernas, había sido arrastrado hasta allí por la segunda. Gracias a eso, el suelo estaba hecho un completo desastre, manchado de rojo brillante con sangre.

—Oh, sólo una cosa.

—¿…qué pasa?

—¿Qué hicieron con el jefe? Un treintañero, muy guapo. Se hacía cargo desde fuera hasta hace un rato, pero no he oído ni una palabra de él desde que empezó la lucha.

—……

—¿Paso algo?

—¿Lo necesitas?

—Es mi jefe, así que sí.

Quería evitar cambiar de jefe en mi primer día. Los que asumían puestos así tendían a rechazar cómo trabajaba el jefe anterior. Los nuevos empleados contratados por el predecesor de uno eran siempre las mejores bolsas pesadas en las que descargar el estrés, sin mencionar la cultura de los empleados del gobierno tenía una inclinación más feudal, así que probablemente era aún peor en un trabajo como éste.

—…okay.

—¿Está vivo?

—Nuestro combate terminó en empate, así que sólo está herido. Se lo devolveremos.

—Gracias.

Parecía que el grupo enemigo había puesto sus manos sobre el jefe de sección. Eso significaba que se lo habrían llevado si yo no lo hubiera mencionado. Se sentía exactamente como hacer negocios con una empresa sospechosa. No hay tiempo para la complacencia.

—Hasta la próxima…

—Espero que podamos negociar tranquilamente en el futuro.

— La chica me miró con extrañeza cuando me

fui. Tenía el ceño fruncido.

¿No le gusto lo que dije? No podía evitarlo: como esclavo corporativo, ese tipo de frases eran como un reflejo natural.

Por lo demás, el poder de la atractiva mujer sin duda debía ser una habilidad para teletransportarse. Al despedirnos, todos desaparecieron sin dejar rastro, retirándose de la escena, incluidos los dos que se habían retirado junto a la niña.

—……—

Ahora sólo quedaba el equipo borrado de la oficina.