Sasaki To Pii-chan (LN)

Volumen 1

Capítulo 2: Encuentro Con Los Psíquicos

Parte 1

 

 

Tras varios días de vacaciones en el otro mundo, ya era hora de reanudar mi vida como esclavo corporativo.

Pasé mi día visitando clientes con el jefe de mi sección. A pesar de que el fresco de otoño confortaba los alrededores, todavía era un trabajo duro tomar el tren a un millón de lugares diferentes. Y para empeorar las cosas, siempre se producía un acontecimiento molesto después de este tipo de visitas:

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“Una fiesta de la compañía para beber”…

—Muy bien, Sasaki. Vamos a por esas bebidas.

Terminamos de saludar a nuestro último cliente y salimos de la oficina cuando no tardó en entrar el jefe de sección con una sonrisa iluminándole el rostro. El hombre cumpliría los cincuenta y seis este año, y le encantaba salir a beber después de hacer la ronda con los clientes.

—…um, ¿jefe?

—¿Qué pasa? Está fresco aquí afuera. Deberíamos ir por unos menudillos en el puesto de la esquina


—Compré una mascota el fin de semana, y mis finanzas andan realmente ajustadas: no quiero sonar miserable, pero ni quiera puedo permitirme en estos momentos disfrutar de un palito de yakitori de la tienda de comestibles, así que ni hablemos de una olla caliente de mollejas–

—¿Eh? ¿Has empezado a criar una mascota?

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—Sí, señor.

—Yo también tengo un perro. Las mascotas son geniales, ¿verdad?

—Aguarde, ¿tiene un perro, jefe?

—Sí, un Golden Retriever bastante grande. Era una cosita pequeñita cuando lo compré, pero antes de que me diera se había vuelto gigantesco. Ahora me cuesta jugar con él. Si saltara sobre mí, mi columna no aguantaría.

—……

¿Lo dice en serio? Era la primera vez que oía que el jefe de sección tenía un Golden Retriever. No podría tener más envidia. Ese es el mejor cachorro de todos, el tipo que siempre he querido. Pii-chan también era tierno, pero al chico le faltaba presencia, si saben a lo que refiero.

—Lo compramos porque mi hija quería tener uno, pero al final fui yo quien asumió todas las responsabilidades. Desde hace dos o tres años lo saco a pasear todos los días al volver del trabajo. Solucionó mi falta de ejercicio de inmediato, y todas las marcas rojas desaparecieron de mis exámenes médicos del año pasado.

—……

—¿Pasa algo, Sasaki?

—¿Todavía puede aceptar la invitación? Me gustaría saber más de como suele cuidarlo.

—¿Te has comprado un perro?

—No, en realidad es un gorrión de Java.

—¿Un pájaro? Los pájaros también son geniales. De pequeño solía dar de comer a los cuervos del barrio. Era muy divertido…, ah, y no te preocupes por el dinero, que está noche invito yo. Después de todo, eres el que más trabaja en mi sección.

—Muchas gracias.

Conversar sobre mascotas en un bar… eso sonaba bastante bien. Además, mi superior me invitaría. El tipo no era mal sujeto pese a todo. Aprovecharía la oportunidad para aprender cosas de cara al futuro.

***

 

 

Bebí con el jefe durante unas dos horas. No fue sino no hasta poco después de las nueve que eventualmente nos despedimos. Como el último cliente estaba relativamente cerca de mi apartamento—a sólo dos estaciones—, decidí volver a casa andando en lugar de coger el tren. El jefe había dicho que se necesitaba bastante resistencia para pasear cachorros. Necesitaba prepararme para los días que estaban por venir.

El viento frío me hizo cosquillas en las mejillas y me tranquilizó. Todavía podía ir por ahí con una chaqueta ligera, pero pronto necesitaría un abrigo. Con la magia de Pii-chan ayudándome, sentí que podría olvidarme fácilmente de llevar uno cuando fuera a trabajar. Tal vez tendría que guardar uno de repuesto en la oficina.

—……

«Ahora que lo pienso, ¿cómo funcionan las estaciones en el otro mundo? Si la temperatura cambiara igual que aquí, ¿no sería muy cara la ropa de invierno? La ropa ya es cara, así que los artículos baratos de fibra sintética probablemente se venderían de maravilla—»

—……

Seguí caminando por la calle casi vacía, sumido en mis pensamientos y a mitad de camino de vuelta a casa, cuando oí de repente un chirrido estridente.

El sonido procedía de un callejón perpendicular a la carretera por la que caminaba. Sólo tenía unos metros de ancho—uno de esos espacios diminutos encajonados entre dos edificios. «¿Trabajos de construcción, tal vez?» Mientras caminaba, me asomé a las profundidades del callejón.

Un momento después, algo pasó justo delante de mis ojos, y varios mechones de mi pelo se cortaron y cayeron al flanco de mi oreja. Y unos instantes después, un fuerte impacto quebradizo resonó.

Cuando me giré para ver la raíz del sonido, vi varios carámbanos de unos treinta centímetros de largo clavados en el asfalto. Habían pasado a mi lado como balas.

No había duda—era magia.

En un arrebato, miré hacia donde se habían originado y vi dos figuras. Una era la de un hombre, la otra de una mujer.

El primero era joven y parecía estar al final de la adolescencia, llevaba pantalones de chándal y una sudadera. Llamaba la atención su cabello rubio, algo largo y echado hacia atrás. No obstante, a juzgar por su aspecto y el color de su piel, supuse que se lo había decolorado. Parecía el tipo de delincuente local.

La chica, sin embargo, era una señora, probablemente de unos veinte años, vestida de traje. Su falda corta—y los muslos que asomaban bajo ella—la hacía ver refinada, a juego con los rasgos severos en su semblante y sus ojos almendrados. El cabello corto castaño y el maquillaje espeso terminaban de darle la imagen de una oficinista.

Llamaban la atención sus posiciones relativas. El hombre estaba a horcajadas sobre la mujer, que yacía boca arriba en el suelo. Y por alguna razón, el brazo derecho del hombre se había convertido en una cuchilla desde el codo hacia abajo. Estaba apuntando al cuello de su aparente víctima, a punto de hacerlo caer.

—¿Es una broma…?

Mis pies dieron inmediatamente media vuelta e intenté huir—

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Pero entonces recordé algo. Pensándolo bien, yo tenía habilidades bastante similares. Si dejaba que ese matón hiciera lo que quisiera, esa mujer estaba como muerta. La primera página del periódico diría “¡ASESINO EN LAS CALLES!”. Y de un modo u otro, también resonaría en mi oficina.

No habría sido difícil, si me hubiera sentido impotente, decirme a mí mismo que no podía hacer nada al respecto o inventar alguna otra excusa. Podría considerarlo un desafortunado accidente y olvidarlo en seis meses. Sin embargo, para bien o para mal, este esclavo de empresa había adquirido recientemente unos misteriosos poderes que le permitían intervenir.

—……

Sin otra opción, dirigí al hombre el mismo hechizo que le había afeitado el flequillo. Era la magia lanzadora de carámbanos que acababa de aprender a lanzar sin conjurar el otro día.

—¡Gyah!

El carámbano voló certero y golpeó al hombre en el hombro. Golpeó el brazo que se había transformado en una hoja desde el codo hacia abajo.

Inmediatamente, hubo un cambio. El filo se enromó y volvió a su forma original—la de un brazo humano, no muy diferente del izquierdo, en una reestructuración que recordaba a un espectáculo de arcilla. Al mismo tiempo, resonó un crujido, y este empezó a congelarse desde el punto de contacto.

—Ack…

Eso no terminaría bien si lo dejaba así. La parte afectada estaba cerca del cuello, así que seguramente de moriría si no hacía nada. ¿Pero qué debía hacer? Si Pii-chan hubiera estado conmigo, tal vez habría sido capaz de manejarlo. Pero estaba solo—y a punto de convertirme en un asesino.

«¡Oh, mierda! ¡¿Qué demonios hago ahora?!»

Era la primera vez que disparaba a un ser vivo. Sin embargo, el resto de mi magia era todavía más letal, así que era esto o nada.

—…guh.

Mientras entraba en pánico, la mujer del traje se movió.

Tocó con su mano el carámbano clavado en el

hombro del hombre y… «¿Cómo lo hizo?» En un abrir y cerrar de ojos, la lanza helada se convirtió en líquido y se desprendió del cuerpo del hombre. Se derritió en segundos.

Justo después, el matón cayó boca arriba con un ruido sordo.

Al ver eso, la mujer del traje se levantó lentamente.

¿Ambos eran usuarios de magia como yo? No habría sido extraño que alguien como Pii-chanhubiera cruzado al otro lado. Teniendo eso en cuenta, quise hablar con ella.

—Um, disculpe–

Al menos, esa había sido mi idea, pero su reacción fue increíblemente dura. Se giró hacia mí. Entonces, sin dudarlo, sacó una pistola de su bolsillo interior y me apuntó.

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—¿Otro psíquico? ¿De dónde saliste?

—¿…qué?

Su actitud dejó claro que definitivamente no era una pistola de utilería.

Sin embargo, al oír el término “psíquico” no supe cómo responder. ¿Era diferente de la magia? Mientras tanto, ella había sacado un dispositivo de su bolsillo y empezó a contactar con otra persona. Luego se volvió hacia el otro carámbano clavado en el asfalto.

Éste también se derritió enseguida, salpicando el suelo cuando ella lo tocó. Lo único que quedó fue un agujero del tamaño de un puño en el pavimento y el agua que goteaba en él. ¿Quién se imaginaría ahora que un carámbano se había clavado allí?

—Um, ¿qué es un psíquico, exactamente…?

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—…tú fuiste el que disparó el carámbano antes,

¿verdad?

Dada su vestimenta y el hecho de que llevaba un arma, me pareció que debía ser una agente de policía o algo por el estilo. También podría ser yakuza, de la mafia o algún otro tipo de forajido. Fuera lo que fuera, la situación era mala. No quería que me dispararan, por supuesto, así que decidí responder con sinceridad.

—Bueno, lo hice, supongo, pero–

—¿Desde cuándo puedes hacerlo?

—Desde hace solo unos días, creo…

¿Había algún tipo de hechizo que me hiciera a prueba de balas? Si lo había, tendría que hacer que Pii-chan me lo enseñara la próxima vez que pudiéramos. Nunca, ni en sueños, pensé que llegaría el día en que alguien me apuntaría con un arma.

Sasaki To Pii-chan Volumen 1 Capitulo 2 Parte 1 Novela Ligera

 

«Ahora mismo, lo máximo que podría hacer seria conjurar un montón de carámbanos delante de mí y utilizarlos como escudo, o tal vez hacer que la tierra se ondulara y formara un muro… pero espera, ¿eso funcionaría igual con el asfalto?»

—No puedo creer que acabo de ser salvada por un psíquico perdido…

No obstante, ante mi respuesta semi-honesta, su expresión cambió. Ahora parecía algo frustrada.

Psíquico era la palabra clave. Supongo que debía corresponder a la magia.

—Sinceramente, no puedo entender qué está pasando aquí. ¿Qué es un psíquico…?

—Lo siento, pero ¿te importaría venir conmigo?

—¿Huh?

—Y las cosas no irán bien si te niegas. Preferiría que vinieras en silencio. No sé qué clase de poderes tienes, pero no significan mucho con un arma apuntándote, ¿verdad? Te prometo que no te haré nada malo.

«Espera, ¿me estaba tirando los tejos? No, no, eso es

malo»

Es gracioso pensar que ha pasado bastante tiempo

desde la última vez que había hablado con una mujer. No sólo no había ninguna compañera en mi oficina, sino que la mayoría de los representantes de los clientes con los que hablábamos también eran hombres. Mis interacciones con el sexo opuesto se reducían básicamente a las pocas palabras que intercambiaba con los empleados de restaurantes y tiendas y con mi vecina… Y desde que conseguí aquella ETS en el burdel años atrás, no he vuelto.

Seguramente era así como una persona moría en la vida. Supongo que era lo mismo que contemplar ropa cara en el escaparate de una tienda, aceptar que nunca podrá ser tuya y luego perder el propio deseo por tenerla.

—Te acompaño, pero ¿podríamos pasar antes por mi casa? Está justo ahí adelante. Vengo del trabajo, así que quiero dejar mis cosas. Además, tengo una mascota y no puedo dejarla sola.

—Te lo permito.

—Gracias.

Quizá mis sinceras respuestas le habían dado motivos suficientes para bajar el arma. Gracias a eso, estaba recuperando la sensibilidad en mis extremidades.

—…por cierto, te agradezco por tu ayuda —dijo.

—No hay de que…

No mucho después de eso, un sedán negro de alta gama apareció de la nada. La señora del traje me incitó a subir, así que lo hice. Estaba nerviosa por lo que pudiera hacer si me secuestraba y me encerraban ilegalmente. Sin embargo, dado que aún tenía una pistola escondida, no podía plantearme desobedecer.

***

 

 

Al volver a casa, vi a Pii-chan frente a mi portátil.

A su lado, podía ver un objeto—el golem que había creado. Era del tamaño de un oso de peluche mediano. Estaba sentado sobre el escritorio, manipulando el teclado y el ratón. La primera vez que lo vi, me quedé de piedra. Le pedí a la señora y a su acompañante que se quedaran fuera. Por suerte, ella no se había puesto enérgica.

—…así que tuve un pequeño incidente de camino aquí.

En cualquier caso, tuve que explicarle la situación a Pii-chan. Era un profesional cuando se trataba de cosas raras, así que supuse que sería capaz de arrojar algo de luz sobre el asunto. Cuando terminé, batió las alas y se acercó a la ventana.

Desde allí, se asomó al exterior por entre las cortinas. Había un coche aparcado en la carretera y una mujer de pie junto a él.

—¿Esa mujer que lleva el traje?

—Sí, ésa.

—No puedo sentir mana de ella.

—Espera. ¿No puedes?

Sin mana, no puedes usar magia; Pii-chanme había explicado eso varias veces en el pasado. Pero la había visto hacer algo mágico ante mis ojos. Había convertido los carámbanos en agua en menos de un segundo.

—¿Dijo “psíquico”?

—Así es como ella lo llamó, pero…

—Hmm, eso arroja nueva información sobre la mesa.

¿Podría ser que tu mundo tenga un fenómeno similar al de la magia, pero con un sistema diferente?

—Si eso es cierto, es el descubrimiento del siglo.

—Fascinante…

Por cierto, ver a Pii-chan asomándose por las cortinas era muy tierno. Me dieron ganas de tomar una foto.

—Deberías escuchar lo que tiene que decir, quizá aprendas algo.

—¿Hay alguna posibilidad de que me acompañes?

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—No veo por qué no.

—Podrías estar un poco apretado. ¿Te parece bien?

En realidad, no era un problema susurrar de un lado a otro en el supermercado local con el sonido de los anuncios de la tienda como tapadera. Nadie sospecharía que estaba charlando con mi gorrión de Java. Pero está vez, sin embargo, eso podría ser peligroso. Me dolía decirlo, pero necesitaría que Pii-chanhiciera de pájaro manso en la jaula. No había forma de presentarlo como mi pájaro mascota parlante de otro mundo.

—Entiendo. Sólo debo estar en silencio, ¿correcto?

—Siento ponerte siempre las cosas difíciles.

—No es ningún problema. Fui yo quien te involucró.

—Eres un ángel.

Fui realmente bendecido como dueño de una mascota al tener un gorrión tan comprensivo.

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***

 

 

Siguiendo las indicaciones de la señora del traje, me llevé una muda de ropa y algunas cosas más y salí del apartamento. Me aseguré de llevar la jaula de Pii-chan, ya que me habían dicho que pasaría la noche allí. Cuando le dije que tendría que asistir al trabajo al día siguiente, me respondió que ella se encargaría. Eso sonaba bastante mal a mi parecer, pero como no quería parecer combativo, decidí hacer lo que me decía.

Justo después de salir de mi apartamento, me encontré con una cara conocida.

—¿Va a salir, señor?

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Era mi vecina. Estaba sentada frente a la puerta de al lado, con las manos en las rodillas y el uniforme de marinero que me resultaba familiar.

—Ah, sí. Voy a salir.

—Debe ser duro tener que estar fuera tan tarde.

—¿Tu madre sigue en el trabajo?

—Eso parece.

—Ya veo…

Parecía tener sus propios asuntos que resolver. Me pregunté si podía hacer algo por ella…

Por desgracia, tenía prisa y no se me ocurrió nada. Tal vez podría meter la mano en mi apartamento y coger uno de los paquetes de pasteles que tenía almacenados en la cocina.

—Si quieres, puedes tomar esto.

—…gracias… y lo siento.

Era algo que había comprado la última vez que había ido de compras con Pii-chan. Mi vecina lo cogió con mueca de pena. Era un intercambio que habíamos tenido decenas, si no es que cientos de veces, pero ella siempre era humilde y educada. Como resultado, yo también me arrastré de la misma manera.

—Por cierto, um, ¿tienes un segundo…?

—¿Yo?

—Sí.

«Me pregunto qué querrá. Esto es nuevo», pero ahora no tenía tiempo. Alguien me esperaba. —Lo siento; vengó con un poco de prisa.

—¿De verdad?

—¿Puede esperar hasta mañana? Te lo prometo.

—…sí.

En este caso, una llamada de teléfono o un mensaje de texto habría sido lo más adecuado en nuestra era moderna. Pero ella no tenía teléfono. Nuestras pequeñas charlas fuera del apartamento eran nuestro único medio de comunicación… y, por otra parte, aunque ella tuviera un celular, yo no querría intercambiar números. En el peor de los casos, si se viera envuelta en un crimen o un accidente, la idea de que mi nombre apareciera en su teléfono me aterrorizaba.

—Lo siento. Me tengo que ir.

—Vale. Ten cuidado.

Cuando me despidió, dejé atrás el apartamento. El área alrededor de la puerta principal de cada unidad individual estaba oculta por una pared de la carretera principal. Por consiguiente, no había ninguna posibilidad de que la señora del traje hubiera visto u oído nuestra conversación.

Al ver que había vuelto, abrió el asiento trasero del vehículo negro. A su señal, subí. Puse mis cosas a los pies y la jaula de Pii-chanen mi regazo. Ella se posicionó a mi lado, y cuando se cerró la puerta, el coche arrancó sin perder más tiempo.

Justo entonces, eché un vistazo por el retrovisor al paisaje que teníamos detrás.

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Contra la oscuridad de la noche e iluminado por las débiles farolas se veía un vago e indistinto uniforme de marinero. Era mi vecina, que se había movido de la puerta principal. Sus ojos estaban fijos en nuestra dirección.

—……

—¿Pasa algo? Luces distraído.

—No es nada.

Probablemente fue una coincidencia, pero por un momento, me pareció sentir que nuestros ojos se encontraban en el espejo.

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