Sasaki To Pii-chan (LN)

Volumen 1

Capítulo 1: Invitación A Otro Mundo

Parte 5

Tal y como Pii-chanpredijo, mi mochila se vacío en menos de una hora. Lo mismo ocurrió con el papel de impresora y los bolígrafos que llevaba en las manos.

Por fin pude tomarme un respiro. Me sentí como si me hubiera quitado un peso de los hombros, ¡y literalmente así fue!

Había cambiado todas esas mercancías por cien monedas de oro y tres monedas de oro más grandes. Las monedas de oro grandes eran, como su nombre indica, versiones más grandes de las piezas de oro, que aparentemente valían cien cada una. Sin embargo, se utilizaban sobre todo para los grandes negocios y no solían circular por los mercados.

Llevar esta fortuna me tenía en ascuas. Sin embargo, según Pii-chan, no había señales de que nadie me siguiera. Eso me reconfortó un poco mientras continuaba por la calle. Y físicamente, un trabajo bien hecho se sentía bien, también.

Lo que hizo que mi atención se centrara en la comida de hoy.

—Pii-chan, ¿qué deberíamos hacer para comer?

—Preferiría visitar algún lugar donde sirvan carne sabrosa.

—Estoy totalmente de acuerdo.

El único problema era que este mundo no tenía páginas web de reseñas de restaurantes. Caminando por la calle principal, vi muchos locales, pero como alguien que había tenido mala suerte en innumerables ocasiones con los lugares de su ciudad, dudaba de detenerme en algún puesto sin conocer su reputación. Los sitios de reseñas en Internet eran imprescindibles para el hombre moderno.

—¿Qué te parece esa tienda de ahí?

—…sí que huele bien.

El aroma de la carne cocinada salía de sus puertas. Era maravilloso tener un compañero que tomara la iniciativa y sugiriera un lugar para comer. Pii-chan era genial y todo un gallardo, tanto que apuesto a que habrá sido popular con las mujeres antes de convertirse en un gorrión de Java. Por el contrario, yo era de los que se preocupan más por todo.

—Bien, vamos allí.

—Sí.

«Hora de probar algunos platos del otro mundo».

Como había vendido las barras de chocolate y el azúcar a un precio tan alto, mis expectativas eran algo bajas. Aun así, supuse que podríamos encontrar una o dos ofertas sabrosas. De lo contrario, tendría menos sentido que me esforzara tanto en este mundo. Impulsados por los ojos vidriosos del gorrión, nos dirigimos a la tienda.

O al menos, lo intentamos.

Justo cuando estábamos a punto de tocar la puerta, la entrada se abrió de golpe y alguien salió volando.

—¡Eres una vergüenza como aprendiz! ¡Vete de aquí, ahora!

El joven, que tendría unos veinte años, gimió. Era alto y tenía algo de músculo. Parecía ser un cocinero, dado el delantal que formaba parte de su atuendo, pero para mí tenía más bien un aire de carpintero. Verlo tirado en el suelo frente a la tienda me puso los nervios de punta.

El que parecía haberle hecho caer fuera fue otro hombre, también con un delantal. Este hombre se veía de unos cuarenta años. Probablemente eran compañeros de trabajo, uno de ellos era el cocinero más veterano y el otro un subalterno, o tal vez un empresario y su empleado.

Sin embargo, las relaciones entre ambos no se veían precisamente buenas.

—¡No vuelvas a mostrar tu cara cerca de mí!

—¡Amo, sólo… sólo espere, por favor! Le juro que no fui yo.

—¡Basta de mentiras! ¡Tengo pruebas!

—¡Me han tendido una trampa! ¡He trabajado duro por este negocio–!

—¡¿Ahora vas a culpar a alguien más?!

—¡Por favor, espere! Si me despiden, yo… ¡no tendré a dónde ir! ¡No podré mantener a mis padres, así que por favor! ¡Por favor, se lo ruego! ¡Acabaré en las calles!

—¡Y puedes morir allí por lo que me importa! —Y con un fuerte estruendo, la puerta de la tienda se cerró de golpe.

El hombre la miró con desprecio. Su cabello—largo y rojo brillante—con un lado peinado hacia atrás, combinado con sus rasgos profundamente marcados, le daban un aspecto notablemente severo. Mantenía sus palabras mayormente educadas, pero la agudeza de sus ojos lo hacían ver como un maleante de baja categoría. Definitivamente, tenía más pinta de carpintero que de cocinero.

Por cierto, ¿acabo de presenciar un despido?

***

De repente se me ocurrió una idea y llamé al hombre que estaba en el suelo.

Le dije algo así como “¿Le importaría tener una charla en ese café?”.

Lo cual sonaba, escuchándolo en retrospectiva, como una invitación increíblemente sospechosa. Pero como acababa de ser despedido, todavía estaba aturdido y aceptó con menos aspavientos de los que yo hubiera previsto. Incluso se podría decir que marcho como un zombi mientras se tambaleaba tras mío.

Caminamos juntos hasta un restaurante situado un poco más arriba en la misma calle y nos sentamos en la parte trasera del local, con él llevando todavía su delantal. A la mesa nos trajeron dos tazas pedidas apresuradamente.

—Encantado de conocerle. Me llamo Sasaki.

—Ah, sí. Hola. Me nombre es French.

—Muy bien, señor French.

—Yo, umm. ¿Acerca de qué quería hablarme?

—Bueno, si por casualidad no quedo claro, escuché su inquietante intercambio anterior con aquel sujeto del delantal.

—…me avergüenza admitirlo, pero sí.

Después de echar un vistazo a este mundo, me di cuenta de algo. Hace unas horas, me había alegrado que una hora en Japón equivaliera a un día aquí—pero eso no era necesariamente ventajoso. Entre semana, cuando estaba en el trabajo, pasaban más de diez días en este mundo.

Ese no era un lapso de tiempo que pudiera regalar, sobre todo si realmente quería empezar algo aquí. Incluso si venía a hacer negocios durante las pausas para comer, seguirían pasando varios días de tiempo vacío. Eso dificultaría mis futuros tratos.

¿Qué iba a hacer para compensar la diferencia horaria entre nuestros mundos? Obviamente, tenía que hacer algunos amigos locales.

—Disculpe, señor Sasaki, pero ¿es usted un noble?

—¿Un noble?

—Es que lleva unas ropas tan finas…

«Oh, Dios mío. Me acaban de felicitar por mi traje». Incluso este traje de ganga parecía lo suficientemente fino como para que los demás lo confundieran con una vestimenta noble. La ropa realmente no era barata aquí. Este tipo de aumento de estatus gratuito no era mal recibido… tendría que asegurarme de llevar siempre un traje durante mis visitas en el futuro.

—No, no soy un noble. Soy un comerciante.

—Oh, ya veo. Un comerciante —respondió el señor French, con cierto alivio en su expresión.

A juzgar por su actitud, una gran barrera debía separar a la nobleza de la gente común. Tendría que preguntarle a Pii-chansobre esto cuando tuviera un minuto libre. Yo era el que estaba siendo confundido con un noble, así que las cosas habían funcionado, pero hacerlo al revés sería un terrible error.

—Si te da igual, ¿te importaría contarme tu historia?

—¿Eh? Um, yo…

—Puede que sea capaz de proporcionar algo de ayuda.

—……

Cualquiera sospecharía que un sujeto al que acabarás de conocer dijera algo así. Yo, personalmente, ya habría salido de la tienda.

Pero lo que había gritado frente al restaurante ciertamente no sonaba a trápalas; eso de mantener a sus padres y no tener a dónde ir. Parecía estar en un aprieto— y sólo hicieron falta unos instantes para que empezara a soltarlo todo…

Resumiendo, parece que le había tendido una trampa un compañero de trabajo.

Al haber trabajado como aprendiz en el restaurante desde joven, sus habilidades culinarias—según él—habían crecido rápidamente en los últimos años. Un compañero de trabajo se puso celoso y afirmó falsamente que French había robado el dinero del local, o algo parecido.

Y hoy, sus intentos de convencer al dueño de la tienda de su inocencia cayeron en oídos sordos y acabaron echándole; esa fue la escenita con la que me tope frente al local.

—Pero que desafortunado.

—He estado trabajando allí desde que era pequeño. Todo lo que hice fue cocinar, así que no sé mucho sobre cómo funciona el mundo. Tampoco sé escribir. Ahora que me han despedido, no tengo ni idea de qué hacer.

—……

—A este ritmo, ya no podré mantener a mi familia. Uno de mis padres perdió una pierna y un ojo como soldado y ya no puede trabajar mucho. También tengo una hermana menor, pero además de ser mujer, también cuida de nuestros padres, así que no puede ahorrar tanto dinero.

—Eso suena terrible.

Podía percibir el desaliento que rezumaba con cada palabra de lo que me relataba el señor French. Hasta pensé por un momento que el pobre diablo podría acabar muerto por su propia mano si lo dejaba solo el tiempo suficiente.

—…me disculpo. Ni siquiera lo conozco, y sin embargo no he parado de hablar y hablar…

—No te disculpes. Fui yo quien preguntó.

Habíamos platicado durante casi una hora, y no parecía una mala persona—así que decidí hacer una inversión con las ganancias del día.

«Puede que fuera mucho dinero en este mundo, pero con el apoyo de Pii-chan, no había tenido que trabajar tanto para conseguirlo. Además, sólo había traído una mochila con productos, pero pensaba llevar un equipo más grande a partir de la próxima vez».

Lo que haría a continuación no sería muy diferente de hacer girar una pelota por una pendiente para ver qué tan lejos llega—. Si estás interesado, ¿te gustaría abrir un local conmigo?

—¿…eh? —Las pupilas del señor French se encogieron de sorpresa.

Si realmente era un excelente cocinero, esta proposición nos beneficiaría a Pii-chan y a mí también. A Pii-chan le encantaba la carne, y buscar sabores que pudieran satisfacer sus papilas gustativas iba de la mano de su ideal de vivir a su gusto. Y, por supuesto, cuando una mascota es feliz, el dueño también lo es.