Sasaki To Pii-chan (LN)

Volumen 1

Capítulo 1: Invitación A Otro Mundo

Parte 3

Mi estación de trabajo se veía como siempre.

No éramos un negocio muy conocido, sino una empresa de tamaño medio, del tipo que se puede encontrar en cualquier parte. Las malas ventas significaban malos salarios. Y, naturalmente, no me pagaban las horas extras, por lo que apenas había conseguido sobrevivir desde que me contrataron.

Cambiar de trabajo estaba fuera de discusión, ya que antes de darme cuenta había superado la treintena. Para alguien como yo, que ya había pasado por un estiaje laboral, enfrentarse de nuevo a la deriva al mercado era una perspectiva aterradora, así que dejé que la empresa me hiciera trabajar hasta el cansancio. Supuse que probablemente seguirían utilizándome así hasta el día de mi muerte…

—Señor Sasaki, ¿podría echar un vistazo rápido a este informe de liquidación?

—¿Hmm?

Mi colega me había hablado desde el asiento de al lado. Era un empleado más joven que llevaba ya cuatro años aquí. Se había matriculado nada más salir de la escuela técnica, por lo que este año debía cumplir los veinticuatro.

En otras empresas, un empleado joven podría considerarse una pieza clave de equipo, y como compañero de trabajo era excelente. Por desgracia, los que estaban por encima de él eran casi una década más viejos, así que le seguían tratando como un ‘novato’. Me daba un poco de pena. Personalmente, lo consideraba el mejor trabajador de nuestra oficina.

—…cierto. Sí, la jerga utilizada en estos documentos es espantosa.

—Oh, ¿también lo pensaste?

—Ya sabes cómo es el jefe de departamento. Creo que deberías explicar un poco más esa parte.

—Gracias, lo haré.

—Realmente no es necesario que gastes tu tiempo en estas trivialidades. Siéntete libre de preguntarme lo que quieras… es más, déjamelo directamente a mí. Entonces a lo mejor podrías buscar algo que se adecue mejor a tus capacidades. Todos nos beneficiaríamos.

—¿Algo que se adecue mejor?

—Ya sabes. Incluso si es en otro departamento…

—……

—¿…qué pasa?

—Nada. Sólo estaba pensando que tienes razón.

—¿Verdad que sí?

Todavia era joven— habia mejores puesto que seguramente le permitirían brillar. No necesitaba pasar todo su tiempo trabajando para un gerente aburrido en esta vieja y aburrida empresa.

—¿Puedo invitarle un cigarrillo? —me sugirió.

—No, gracias. No fumo.

—Entonces que sea un refresco o algo así.

—Bueno, supongo que podría tomar un descanso…

Aceptando su invitación, me levanté de mi asiento. Normalmente, habríamos ido a las máquinas expendedoras de la misma planta. Sin embargo, esta vez nos hizo pasar por delante de ellas y salir al exterior. Le seguí en silencio, preguntándome a dónde iba.

Finalmente, llegamos a un callejón junto al edificio de nuestra empresa. Tenía dos o quizá tres metros de ancho. No había máquinas expendedoras a la vista. Eligió un lugar sin nadie alrededor, ¿de qué quería hablar?

Entonces mi colega, con expresión seria, me propuso algo:

—Señor Sasaki, ¿estaría interesado en trabajar de forma independiente conmigo?

—¿Eh?

—Planeo dejar este trabajo el mes que viene.

—…oh.

Este fue un tema más pesado de lo que esperaba.

Me puso al corriente de los detalles: se trataba de algo que había empezado a poner en marcha desde hacía medio año. Ya había hablado con varios contactos comerciales que tenía, y al parecer iba bien. En cuanto a su equipo, había llamado a varios de sus amigos de la escuela y conseguido que algunos se unieran.

—Creo que tener a alguien con tu experiencia nos ayudaría mucho.

—……

Parecía que me lo había pedido porque pensaba que tener al menos una persona mayor redondearía su joven equipo. Me alegré mucho de recibir la invitación, pero fue una oferta tan repentina que me pilló desprevenida.

—¿Puedo contar contigo? Creo que podemos ofrecerte más de lo que tienes ahora.

—Bueno…

Pero no podía responder en el acto, ¿verdad? Acababa de adoptar a Pii-chan el día anterior. Estaba bastante presionado por el tiempo en este momento.

—¿Me darías un poco de tiempo para pensarlo?

—Sí, por supuesto. Incluso eres libre de ver cómo van las  cosas desde fuera durante un año o así. Sé que probablemente te inquieta que un grupo de jóvenes como yo monte una empresa. Es natural.

—No, no es eso lo que quería decir. Es sólo que mí, bueno, vida privada está un poco ocupada…

—¿Eh? Oh, ¿te vas a casar?

—…no, no es eso.

—¿No es eso? Lo siento; supongo que no debería haber preguntado.

—Pero me alegra muchísimo que me consideres para algo así. En serio.

—De nada. Esperare a ver qué me dices.

—De acuerdo.

Explicó que me quería como la cara de la empresa. Siempre me pareció que tenía talento, pero iniciar una empresa desde cero a su edad, eso sí que era algo asombroso. Que se dirigiera a mí con tanta franqueza también fue un hecho inesperado y lindo.

Si había algo en lo que pudiera ayudarles, le daría con gusto una respuesta adecuada.

***

Acababa de volver del trabajo y estaba en la puerta de mi apartamento—cuando me fijé en una figura delante de mi casa.

Una estudiante de preparatoria con el uniforme de marinero de una escuela cercana se hallaba sentada con las rodillas levantadas y la espalda pegada a la puerta del departamento al lado del mío. A su lado estaba una mochila—probablemente la designada por su escuela—y para cuando me di cuenta de que la estaba viendo demasiado, ella volteo la mirada y nuestros ojos se encontraron.

—Hola— dijo saludando.

Con el frio que hacía, el verla abrazando sus rodillas y haciéndose bolita me puso la piel de gallina.

—El clima va para largo. ¿No tienes frio?

—…estoy bien —no era la primera vez que hablaba con esta chica.

La conocía desde que ella estaba en la escuela primaria. Ya vivía en el piso de al lado con su madre cuando me mude aquí, y al parecer esta no la dejaba entrar en el apartamento hasta que llegaba a casa para que no metiera a un chico o algo por el estilo. Esa señora como madre seguro era una toxica o negligente.

Al principio, no habíamos interactuado demasiado; no fue sino hasta que puse una denuncia anónima para ver si hablaban con la mama. Desde entonces, había hecho la vista gorda. Odiaba hacerlo, pero si no tenía cuidado, hablar con ella podía hacerme quedar mal parado. De todos modos, supuse que esto era un trabajo para las autoridades—

—Tengo una bolsa térmica desechable aquí, si la quieres…

—¿Estás seguro?

—Son baratas, y compré unas cuantas de más.

—…gracias.

…sin embargo, aún no veía señales de que las cosas mejoraran. ¿Cuántos meses han pasado ya desde que empezó el problema? Un día, llegué a casa en el último tren de la noche luego de una fiesta en la empresa. Se veían motas de nieve en los tejados, y ella estaba sentada igual que ahora, sujetando sus rodillas frente a la puerta. El rugido de su estómago ahogo el sonido de mi llave pasando por la cerradura, y finalmente cedí—cogí un pastelito de los que traje y se lo entregué… esa fue nuestra primera interacción directa. Desde entonces, le regalaba cosas de vez en cuando; por lo general cuando regresaba del trabajo.

—Bueno, adiós.

—Adiós…

Haciendo una ligera reverencia a mi vecina, entré en mi apartamento. No hice ningún movimiento para invitarla a entrar. Aunque hubiera aceptado, dejar entrar a alguien menor de dieciocho años en tu casa sin el permiso del tutor calificaba como secuestro. Había investigado un poco, e incluso con un delincuente primerizo, la fiscalía se saltaría la libertad condicional e iría directamente a la sentencia de cárcel. Y no podía arriesgarme con esta madre que no se fiaba ni de su propia hija.

Por eso pretendía mantener nuestras conversaciones al mínimo. Sólo le daba un poco de ayuda hasta que pudiera valerse por sí misma.

***

Aquella noche, quede en recibir una conferencia sobre magia en mi apartamento por parte de Pii-chan.

Había terminado de cenar y me había bañado, y mi mente y mi cuerpo estaban limpios y despejados. Me senté en la silla de mi escritorio y Pii-chan se encaramó en su jaula de metal, colocada encima de unas cajas de cartón en una esquina de la habitación. Era un apartamento estrecho—un estudio con cocina—por lo que imagine que aquí serian nuestras sesiones de ahora en adelante.

—Ya veo. ¿Así que recitas las palabras y creas una imagen en tu mente, y simplemente sale?

—Ahora que he compartido mi poder contigo, no tienes que preocuparte por la falta de maná. Probablemente nunca necesitarás más de lo que tienes para la mayoría de los hechizos mientras puedas recitar las palabras apropiadas y construir una imagen lo suficientemente sólida en tu mente.

—Eso es sorprendentemente ordinario.

—¿Ordinario en qué sentido?

—…no me hagas caso.

Eso significaba que todo se reducía a los cánticos. Si el encantamiento era lo suficientemente largo como para llenar una página entera de papel de cuaderno, no había manera de que pudiera memorizarlo. Estaría bien que fueran tan cortos como los de los juegos de fantasía; me preguntaba si habría alguno así.

—¿Cuánto duran los encantamientos?

—Eso depende del hechizo. Algunos son cortos, otros son largos. Los más cortosse puedenconjurar con unas pocas palabras seguidas, pero los más largos pueden ocupar un libro entero. Memorizar estos últimos probablemente te resultaría imposible.

—Es un rango bastante amplio —más de lo que esperaba.

Recuerdo que en mi época de estudiante tenía que leer en voz alta algunos enunciados durante la clase de japonés, y que una vez el profesor llamó a un chico llamado Ookawauchi para que leyera, y blandiendo su libro de texto delante del profesor, empezó a recitar el canto mágico de un popular anime. Me pregunto cómo le irá estos días. Si el timbre no hubiera soñado mientras intentaba resolver su broma fallida, las cosas habrían ido mucho peor para él.

—También puedes acortar los conjuros una vez que te acostumbras a ellos. Sin embargo, para hacerlo, necesitarías una imagen mental aún más fuerte y clara. Es difícil de describir, pero los conjuros podrás asimilarlos conforme los recites cientos o miles de veces.

—Escuchar todo esto hace que suene más como una habilidad practicada de lo que pensaba.

—Sí. Y por eso aprender magia lleva tiempo. 

Había pensado que la magia era más bien una técnica específica; esto parecía mucho más difícil. Pero era básicamente como hacer una ilustración, ¿no? Los principiantes hacían muchos dibujos en bruto antes de empezar el borrador final. Los profesionales, en cambio, podían empezar desde el borrador, ya que podían saber cómo sería. Dependiendo de su nivel de habilidad, podían incluso saltarse todo el camino hasta el trabajo de línea.

¿Era esa una buena analogía para los conjuros?

Cuando lo pensaba así, empezaba a sentir que esto iba a ser un largo viaje. Sin mencionar soy bastante malo dibujando…

—Personalmente, me gustaría usar el hechizo de teletransportación que usaste esta mañana.

—Esa es una forma de magia bastante avanzada. El conjuro no es demasiado largo, pero es extremadamente difícil formarse una imagen mental. No puedo recomendarlo como primer hechizo si apenas vas a comenzar tus estudios.

—Ya veo.

Sin embargo, todavía quería usar el hechizo de teletransportación. Ser un esclavo corporativo trabajando en la ciudad le daba un valor difícil de sustituir. Podía alquilar un lugar barato en Hokkaido durante el verano y en Okinawa durante el invierno mientras seguía trabajando aquí en la ciudad; era como algo sacado de una fantasía de la mediana edad, solo que este hechizo podía hacerlo realidad. Tenía muchas ganas de aprenderlo.

Por ejemplo, esta mañana le había enseñado a Pii- chan la ubicación de la empresa y una foto de la zona utilizando una aplicación de mapas. Había mencionado que le era difícil aparecer en un lugar en el que no había estado antes, pero incluso él se sorprendió de lo bien que resulto. Fue una temible combinación de magia con imágenes de satélite y una vista de la calle.

—En ese caso, me gustaría aprender dos hechizos a la vez. Primero, aprenderé el hechizo que creas más fácil y, al mismo tiempo, estudiaré el de teletransportación.

¿Funcionaría? ¿Qué te parece?

—Que por fin siento una pizca de ambición en ti, debo decir. Pareces tener bastante curiosidad por la magia.

—Quizá no la magia en general, pero sí la de teletransportación.

—Ya veo. Entonces espero diligencia. Te enseñaré los hechizos. Mientras tanto, puedo enviarte a tu trabajo. Es probable que te facilite la formación de una imagen en tu cabeza al experimentar los viajes una y otra vez.

—Muchas gracias, Pii-chan.

Las horas de la noche pasaron así. Pii-chan me dijo los conjuros necesarios para los hechizos y yo los anoté en un cuaderno. A diferencia del hechizo de teletransportación, que ocupaba media página, el otro hechizo sólo tenía la extensión de un haiku.

Los leía y memorizaba durante mis descansos en el trabajo. Era mejor ir con calma con todo. Si te pones a trabajar duro de inmediato en algo que no estás acostumbrado, te agotas rápidamente. Ese de practicar diariamente de forma regular se ajustaba más a mi personalidad. Sin embargo, la idea de la magia del teletransportación era lo suficientemente atractiva como para que incluso yo quisiera apresurarme.