Monogatari (NL)

Volumen 18: Parte Final

Capitulo Final: Reverso Koyomi

Parte 12

Lo sé, una introducción de un personaje a estas alturas de la historia es una tontería, pero por si acaso, Sengoku Nadeko—a quien Hachikuji-san trajo después de hacer uso de todos sus contactos—había sido amiga de Araragi Tsukihi, mi hermana pequeña, desde la escuela primaria.

En un momento dado perdieron el contacto, pero hace poco empezaron a verse de nuevo, una reanudación que comenzó con mi reencuentro con ella, pero gracias a las artimañas de cierto estafador, yo mismo había perdido el contacto, irónicamente.

Porque alrededor del último Año Nuevo, ella, una chica normal de escuela media, se convirtió en el dios del santuario—un dios serpiente.

Bueno, para llegar a la verdadera raíz del problema, probablemente fue una retribución kármica por mis acciones, pero permítanme omitir esa parte si se me permite—en este momento nada de eso podía deshacerse.

Puedo pensar en lo que he hecho por mi cuenta.

Pero Sengoku, con quien había cortado los lazos, estaba ahora frente a mí… se suponía que nunca estaríamos tan cerca. ¿Tienes idea de lo que has hecho, Mayoi Onee-san?

Hachikuji, incluso en otro mundo haces el ridículo—quise decir, pero me tragué las palabras en el último segundo porque este realmente era un mundo diferente.

Quienquiera que fuera esta Sengoku, con sus fauces abiertas y su burlón “¡Hsshh hsshh hsshh!” (¿qué era tan gracioso?), una serpiente en más de un sentido, no era la Sengoku Nadeko que yo conocía. No, no conocía a una Sengoku Nadeko así.

Había, como mucho, dos tipos de Sengoku, un conjunto fácil de completar si se convertía en cartas coleccionables.

Primero estaba la que supongo que se llamaría su forma básica. La chica con la que me crucé en las escaleras de este santuario—la versión introvertida de escuela media, con la cara cubierta de flequillo y tendencia a mirar al suelo mientras murmuraba. Había algunos cambios en su peinado y en su ropa, pero eso era normal para cualquiera que llevara una vida normal.

El otro tipo era la ya mencionada versión del dios serpiente, que adoptaba una forma espantosa, cada uno de sus más de cien mechones de cabello era una serpiente blanca, como una especie de Medusa, y sus expresiones eran tan desatadas que nunca podrías imaginarlas procedentes de su ser básico. La Sengoku que intentó matarme innumerables veces, y de hecho lo hizo, pero también permítanme omitir esa parte.

Sería largo, y no quiero hablar de ello.

Mientras tanto, la audaz Sengoku que estaba al lado de Hachikuji-san no parecía ninguna de las dos cosas—por supuesto, llevaba el uniforme característico de la Escuela Media Nº 701, pero llevaba el cabello corto y completamente blanco, aunque no estaba hecho de serpientes. Su expresión intrépida, despreocupada y salvaje parecía estar preparada, al mismo tiempo, para atacarme desde lo alto y engullirme.

¿Cómo explicarlo? Se sentía como si se hubiera colocado en una especie de medio, que era inmadura, incluso incompleta, en medio de tratar de cambiar algo de sí misma. Claro, como un organismo que cobra vida desde el interior de un huevo…

“Creo que sabes quién es, Araragi-kun, pero déjame que te la presente por si no la conoces, al haber venido de otro mundo. Esta es mi senpai, o mejor dicho, mi predecesora como dios. Esta es Kuchinawa-san.”

“… Ya veo.”

Kuchinawa-san.

Asentí comprendiendo las palabras de Hachikuji-san, pero no entraban en mi cerebro, en parte porque me desconcertaba este repentino encuentro con una chica con la que creía haber cortado los lazos.

Pero como estábamos en este país de los espejos, también se podía decir que no contaba, aunque no era algo bueno ni mucho menos. Lo que más me desconcertaba era que parecía estar equivocado.

Dadas mis experiencias después de bajar la montaña, había empezado a sospechar que este mundo consistía en mis delirios.

Los delirios podrían ser demasiado duros.

Por decirlo de otro modo, pensé que podría estar soñando—puede que no me haya pellizcado la mejilla, pero había considerado la línea de razonamiento mientras volvía a la montaña.

Un sueño dudoso—si Oikura se enterara de su iteración tan diferente y de tan mal gusto, me mataría—, pero ¿no seguía roncando bajo las sábanas, a pesar de pensar que estaba despierto, porque mis hermanitas no venían a despertarme?

Explicaría la falta de consistencia y coherencia, y haría que nada tuviera sentido.

Un sueño.

En otras palabras, una de esas historias en las que todo era un sueño.

Un poco falta como técnica narrativa, pero usarlo sólo una vez no me pareció tan malo… Dicen que las reglas están hechas para romperse. En cualquier caso, a todas luces… y ese fue mi sueño era más convincente que… y ese fue el país de los espejos que visité.

Calidad de la historia aparte.

Kanbaru siendo el Rainy Devil… Hanekawa, que debería haber estado en el extranjero, siendo Black Hanekawa, que debería haber desaparecido… Había observado múltiples ejemplos de cosas que no podían explicarse como una simple inversión en algún tipo de tierra espejada, pero mi hipótesis de que todo esto era un sueño era su propio y conveniente engaño.

Es casi un deseo.

Es decir, al menos sabía lo del Rainy Devil y Black Hanekawa… y si insistieras en que yo quería que Oikura actuara así, me costaría discutir contigo.

Pero no lo sabía. No lo sabía.

A esta Sengoku Nadeko, no la conocía, ni dios ni humana, algo intermedio, pero también mirando hacia adelante a lo que iba a ser. No la conocía, ni siquiera tenía derecho a hacerlo.

En otras palabras.

Si los sueños están hechos de los pensamientos y recuerdos almacenados en tu mente, nunca soñaría con esta Sengoku.

¿Sengoku Nadeko con el cabello corto? Impensable, lo que significaba que si esto era un sueño era uno impensable.

“…”

Entonces, ¿qué demonios era este mundo?

Ya estaba en el punto máximo de confusión, ¿pero ahora intentaban establecer un nuevo récord? ¿Kuchinawa-san? Tenía la impresión de que el nombre me sonaba.

“¡Hsshh hsshh! Ya veo.”

Divertida, Sengoku Nadeko—que se rio—el timbre de su voz era el de Sengoku, pero el tono parecía áspero o quizá vulgar, todo equivocado, haciéndola sentir tan diferente que pensé que debía ser una hermana gemela.

Aunque todavía no he conocido a ningún gemelo en la vida real…

“Escucha, estás pensando demasiado en las cosas, como dijo el gato.” “¿Eh?”

¿El gato? Como… ¿Black Hanekawa? Ella dijo que yo estaba exagerando las cosas… pero hasta donde yo sabía, Sengoku y Black Hanekawa nunca interactuaron…

Miré a Hachikuji-san.

Que me devolvió un guiño.

Eso no es lo que quería de ti… Además, eres horrible guiñando el ojo. Me rendí ante ella y me enfrenté a esta versión de Sengoku Nadeko—

aunque la comunicación con ella parecía un reto a su manera.

“¿Hmmm? ¿Qué pasa, Koyomi Onii-chan? ¿Dices que no lo entiendes?

¿No se entiende mi punto de vista? Bueno, me imagino que sí. ¡Hsshh hsshh!”

“…”

“No me mires así. No es que me esté metiendo contigo, ¿bien? Escucha, puede que no lo parezca, pero una vez fui el dios de este santuario. Por lo menos voy a ser más cooperativa que el gato.”

Ven aquí, Sengoku Nadeko—Kuchinawa-san—me hizo señas.

Había algo de serpiente tanto en su gesto como en su lengua, así que dudé, pero tener miedo no me serviría de nada. Comencé a acercarme a Kuchinawa-san y a Hachikuji-san, con cautela, paso a paso—

“¡Hup!”

Una vez que estuve a varios metros de las jóvenes, la más grande de las dos se abalanzó sobre mí y me empujó al suelo sin motivo alguno.

¿Cuántas veces pensaba empujarme en un santuario?

O tal vez una araña venenosa estaba a punto de atacarme. Comencé a mirar a mi alrededor con sorpresa, sólo para que Hachikuji-san sonriera y hablara.

“Vamos. ¿Por qué te pones tan serio? ¿No es exactamente por eso que todo el mundo dice que le das demasiadas vueltas a las cosas? No todos los días se llega a una tierra de espejos, así que deberías relajarte e incluso intentar disfrutarlo, chico.”

“Muy bien.”

Qué dama tan egoísta, diciéndome que fuera serio cuando estaba siendo tonta, y luego diciéndome que me aligerara una vez que me volví cauteloso… pero en realidad, tenía razón.

Imponer mi imagen de Sengoku, de mi mundo original, a esta era innecesario, y aunque la precaución suele dar sus frutos, no debo excederme, debo relajarme. Incluso intentar disfrutarlo.

Es cierto.

Que una Hachikuji de veintiún años me montara a horcajadas sería sin duda una gran historia cuando volviera, y por eso me dirigí a Kuchinawa- san mientras seguía en esa posición.

“Te agradezco tu ayuda.” Le agradecí tardíamente.

“¿Hmmm? Eh, claro, si lo que buscas es ayuda, eso es lo que tendrás. Soy un dios, después de todo, pero no me refería a eso cuando dije que estabas pensando demasiado en esto.”

Siguiendo con la idea de inmovilizarme en el suelo (¿pensaba estar allí por siempre?), y sin inmutarse por la negativa de Kuchinawa-san, Hachikuji-san dijo: “Oh, ya veo. Aun así, Araragi-kun, apóyate en Kuchinawa-san. De todos los dioses y budas que hay, ella es con la que más debes contar.”

“De todos los dioses… ¿Cómo?”

Parecía una hipérbole, pero Hachikuji-san no se retractó de su exagerada declaración promocional. “Bueno, las serpientes son expertas cuando se trata de espejos.” Dijo.

“¿Eh? ¿Las serpientes son expertas cuando se trata de espejos?” Repetí, mirando a Kuchinawa-san, y vislumbrando bajo su vestido desde mi posición en el suelo.

“¿Hmmm? Sí, claro. ¿Qué, no pudiste darte cuenta en cuanto me viste?

¿Por qué si no me llamaría aquí Mayoi Onee-san, Koyomi Onii-chan?” “¿Por qué?”

¿No era porque no conocía demasiados dioses, ya que ella misma acababa de convertirse en uno? Había acudido a su senpai—su predecesora

—para que la ayudara con este dilema… ¿o era algo más? “Escucha, Araragi-kun.” Me dijo Hachikuji-san.

Orgullosa de lo que iba a decir.

“La palabra japonesa para espejo viene originalmente de ‘ojos de serpiente’—kaga-mi. ¿No lo sabías?”