Maou no Ore ga Dorei Elf wo Yome ni Shitanda ga

Volumen 16

Capitulo 3: Los Malentendidos Son Divertidos Desde Fuera, Pero Muy Problemáticos Para Los Implicados

Parte 2

Me importa un bledo cómo y dónde muere un Caballero Angélico, ¡pero va contra mis principios ignorar esto!

El objetivo de Vepar había cambiado. Como víctima, no podía abandonarla. No sabía cuáles eran los verdaderos sentimientos de la Doncella de la Espada Sagrada, pero Vepar no creía que a nadie en el mundo pudiera gustarle Barbatos. Por eso, la protegería. Al menos, deseaba evitar que pasara por algo peor.

Si no se puede hacer nada más, no tendré más remedio que matar a Barbatos.

Con toda probabilidad, tendría que jugarse la vida. Barbatos era un hombre despreciable, pero era el hechicero que más cerca estaba de convertirse en Archidemonio.

Sin tener forma de saber que Chastille no estaba tan descontenta como dejaba entrever, Vepar llegó a esa conclusión. Teniendo en cuenta el comportamiento habitual de Barbatos y lo poco de fiar que era, era un resultado natural. Y sin mostrar signos de darse cuenta de la heroica determinación de Vepar, Barbatos hizo una expresión idiota de confusión.

“De todos modos, ¿qué quieres que haga?”, preguntó. “Para que lo sepas, nunca he hecho nada para atraer a una mujer.”

“Oh, no tienes que preocuparte por eso. Lo sé sin que me lo digas”. “¿Estás buscando pelea?”

Vepar suspiró como si estuviera hablando con un mono.

“Quiero decir, ¿lo sabes siquiera?”. preguntó Barbatos, revolviéndose el pelo. “Um, sobre cómo celebrar el cumpleaños de alguien, quiero decir.”

Vepar enarcó una ceja ante la inesperada pregunta.

¿Puede brotar en escoria como ésta el deseo de celebrar el cumpleaños de otra persona…?

No parecía posible, pero aunque fuera un acosador diabólico, si poseía tales sentimientos en algún lugar de su interior, tal vez sería posible liberar… bueno, si no liberar, tal vez Vepar podría guiar las cosas para que la Doncella de la Espada Sagrada no tuviera que sufrir más de lo que ya había sufrido.

Para ello, tengo que empezar por conseguir que confíe en mí.

Como tal, Vepar actuó con normalidad y fingió cordialidad.

“Veamos… Si quieres deleitar a la persona en cuestión, primero debes esforzarte lo suficiente para no disgustarla.”

Parecía un nivel muy bajo, pero en el caso de este hombre, era necesario educarlo desde el principio. Vepar sentía que ya era demasiado tarde, pero si se rendía ahora, nadie salvaría a la Doncella de la Espada Sagrada. Por lo tanto, no tenía más remedio que hacerlo. Sin embargo, Barbatos parecía asombrado.

“¿Eh? ¿Por qué tengo que molestar a alguien que se va a cabrear solo?”. Vepar clavó su bastón en la espinilla de Barbatos tan fuerte como pudo. “¡Gaaah! ¿Por qué demonios ha sido eso?” Barbatos rugió de rabia.

“¿No querías celebrar el cumpleaños de la Doncella de la Espada Sagrada?” preguntó Vepar, poniendo una expresión como si estuviera mirando inmundicias. “Me pareció bastante admirable por tu parte, así que

¿por qué intentas enfadar a la persona en cuestión? No, dejando a un lado el enfadarla, ¿piensas enmendarte si la haces llorar?”.

Cuidando de actuar como si viera a Barbatos con mejores ojos, Vepar regañó al hombre. Su argumento tenía sentido, pero Barbatos alzó la voz indignado.

“¡¿Haaah?! ¡La llorona se enfada y llora todo el maldito tiempo!”

“Realmente eres lo peor… ¿La haces llorar tan a menudo?” Vepar retrocedió, olvidándose de seguir actuando.

Tal vez debería matarlo aquí y ahora.

Significaría anular su contrato con Gremory, pero Vepar sentía que algo más importante se perdería si Barbatos quedaba en libertad.

No quiero volverme como Asmodeus.

Vepar tuvo como maestra a la hechicera más desagradable del mundo y, por tanto, tuvo un ejemplo horrible del que aprender.

“¡Yo no la hago llorar! ¿Incluso cuando no hago nada, ella… llora? ¿Yo la hago… llorar?” Barbatos murmuró, y de repente se agarró el pelo y se agachó. “Hnnngh…”

“¿Qué pasa…?”

“No es que hacerla llorar signifique algo, ¿no? Así que… ¿por qué no puedo soportarlo…?”

Parecía que se retorcía de dolor tras imaginar que la hacía llorar.

¿Qué es exactamente para él la Doncella de la Espada Sagrada?

Barbatos parecía emocionalmente inestable. Sinceramente, era tan molesto que superaba con creces la imaginación de Vepar, pero no podía entender por qué era así.

“…favor”, murmuró Barbatos incoherentemente, cayendo de rodillas. “¿Qué ha sido eso?”

“Por favor… enséñame cómo evitar que llore”.

La extravagante formalidad y cortesía casi hizo que Vepar abriera sus ojos sellados por accidente. Por alguna razón, Barbatos había tirado por la borda hasta el último resquicio de su orgullo.

“Si tanto lo meditas, ¿por qué la insultas constantemente?” preguntó Vepar, sorprendido por su comportamiento.

“Yo tampoco lo entiendo”.

“De pie”, dijo Vepar, con cara de asombro, pero aun tendiendo una mano. “Permíteme decirlo una vez más. He venido aquí para darte consejo. Si estás dispuesto a aceptarlo, te ayudaré”.

Bueno, a juzgar por el hecho de que Barbatos tenía que ver a la Doncella de la Espada Sagrada en su cumpleaños, la desgracia iba a encontrar a la pobre chica. Pero al menos, quizá Vepar pudiera hacer que la herida fuera un poco menos profunda.

“Gracias…” respondió Barbatos, cogiendo la mano de Vepar. ¿Había expresado antes una gratitud tan sincera? Por lo visto, Barbatos estaba contra la espada y la pared. Al fin y al cabo…

“Aún no he decidido qué enviarle a la llorona en su cumpleaños. Ayúdame”.

Vepar quería retractarse de todo lo que había dicho, pero se contuvo usando la fuerza de voluntad de un antiguo candidato a Archidemonio. En su lugar, señaló otra cosa.

“Dudo que sea verdad, pero no es posible que la estés llamando ‘llorona’ a la cara todo el rato, ¿verdad…?”.

“¿Eh? La llorona es una llorona. ¿Qué hay de malo en llamarla así?”

Vepar se sorprendió de lo mucho que ese conocimiento le dolía en el corazón, a pesar de ser un hechicero.

Se mire como se mire, ¿no es la Doncella de la Espada Sagrada demasiado lamentable?

Tal vez realmente era mejor ahogar la vida de este hombre en este momento, pero la petición que Vepar había emprendido era enseñar a este idiota cómo estar en una relación adecuada. Sentía que eso era imposible, pero si Vepar se daba por vencido, la vida de alguien se arruinaría, así que no podía retirarse ahora.

“Puede que no lo sepas, pero eso es un insulto”, explicó Vepar pacientemente. “Si quieres que te favorezca, te recomiendo que te abstengas de llamarla así”.

“¡No estoy intentando conseguir ningún favor ni nada!” “Basta ya”.

Me pregunto si habrá por ahí un anillo que pueda electrocutar a alguien cada vez que dice una estupidez…

Algo parecido podría haber existido en el tesoro de Asmodeus, pero Vepar maldijo no tenerlo a mano.

Por desgracia para él, Vepar ignoraba que aquello no era más que el principio de la desgracia que pronto se abatiría sobre él.

“Chastille, tengo algo que… ¿Hm? ¿Rachel?”

Nephy y Nephteros pasaron por el despacho de Chastille. Querían consultarle sobre el asunto de las Espadas Sagradas. La reunión del otro día había terminado en un estado indefinido debido a que el Archidemonio Eligor—uno de los hechiceros bajo el paraguas de Marchosias—había entrado en Kianoides.

Zagan ya había empezado a investigar las Espadas Sagradas de Rafael y Richard. Debido a eso, Richard se había quedado en el Palacio Archidemonio. Aun así, tenía que haber algo que Nephy fuera capaz de hacer también, así que con ese pensamiento en mente, había ido a pedir la opinión de Chastille.

Tras llamar a la puerta, Nephteros la abrió sin esperar respuesta, pero en lugar de encontrar a Chastille, Nephy sólo vio a una monja desconocida. Al parecer, era conocida de Nephteros. La monja abrió la boca sorprendida, pero no salió ninguna palabra.

“¿Eres colega de Chastille?” preguntó Nephy, encontrando extraña su reacción.

“¿Es la primera vez que la ves, Nephelia?” preguntó Nephteros como si se le hubiera olvidado.

“Sí, creo que sí”, respondió Nephy.

“Esta chica es Rachel. Se ocupa de las necesidades diarias de Chastille. Será ascendida de aprendiz a monja a final de mes, así que estoy segura de que Chastille estará aún más en deuda con ella.”

“¿Nephteros? Su nariz está sangrando…”

La sangre había goteado de la nariz de Rachel incluso cuando Nephteros la presentó. El pañuelo que usaba para contenerla se tiñó de rojo vivo en un abrir y cerrar de ojos.

“Cielos, ¿otra vez…? ¿Estás bi—? Eek!”

Al parecer, esto ocurría a menudo. Nephteros la manejó con familiaridad, pero en un instante, un chorro rojo salió disparado al aire. Parecía que sangraba aún más por la nariz.

Nephteros… ahora sí que tienes un problema con la sangre.

Se había puesto en pie, pero Nephteros había presenciado cómo le arrancaban el corazón a Richard delante de sus ojos. Estaba claro para Nephy que la visión de la sangre la había asustado desde entonces.

Nephteros le tendió su propio pañuelo y Rachel negó con la cabeza mientras sacaba otro.

“Lo siento. Estoy bien”, dijo Rachel, pellizcándose la nariz y devolviéndole la sonrisa.

“No pareces estar bien…” murmuró Nephteros en respuesta.

Tras contener de algún modo la marea roja, Rachel sonrió satisfecha.

“Mi cuerpo simplemente no pudo seguir el ritmo de mi fe. No hay necesidad de que te preocupes”.

“¿Eso existe?” preguntó Nephteros.

“La fe es tan hermosa y pura. Cuando la toco, sucede esto”.

Los ojos de la monja brillaban con la luz sospechosa de un fanático religioso. Parecía que las dos eran conocidas, pero Nephy sintió un repentino temor de que su preciosa hermanita estuviera siendo adoctrinada en una extraña secta.

Al percatarse de su mirada, Rachel agitó las manos en señal de disgusto y dijo: “Oh, por favor, tranquilízate. Para mí, Lady Nephteros es un objeto de culto. Sin embargo, su grandeza es demasiado para mí, ¡así que mis arrebatos afloran en su presencia! Eso es todo”.

La monja soltó una secuencia de palabras aterradoramente preocupantes.

¿Tiene Chastille problemas para reinar en la Facción de Unificación…?

¿Quizás algún tipo de lucha interna había dado lugar a otra extraña facción? Fuera como fuese, Nephy sentía que tanto su mejor amiga como su hermana pequeña estaban en grave peligro.

“Fe… ¿Qué quieres decir con eso?” preguntó Nephy, preparada para que esto llegara a una pelea en el peor de los casos.

“Umm, bueno, hay cosas en este mundo que son tan bellas que sólo pueden describirse como milagros de Dios”, dijo Rachel con una expresión inesperadamente seria. “Simplemente deseo vigilarlas desde cerca, como una mancha en la pared o una mala hierba al borde del camino”.