Regressor Instruction Manual

Capítulo 56: Ser Pobre No Significa Que Seas Bueno (Parte 5)

“Te lo dije, Santa. No todos los pobres son buenas personas”.

Hee-Young se encontraba desparramada en el suelo con un tipo feo encima de ella. Cuando el hombre empezó a desnudarla, decidí que era momento de intervenir. Por supuesto, la estuve siguiendo todo este tiempo; no había manera de que la dejara sola. Ahora, en su cara había una mezcla de sangre y lágrimas, y sus ojos estaban llenos de miedo. En cuanto me vió, su rostro se iluminó, como si viera un rayo de esperanza. No se parecía en nada a la orgullosa y amable Santa que había conocido; ante tal vista, no pude evitar sonreír.

Como lo esperaba, los humanos son divertidos. 

Los pobres a los que había jurado proteger se habían revelado como unos criminales. Yo, por otro lado, estaba a punto de convertirme en su salvador, cuando antes me había despreciado. Esta era la situación más divertida con la que me había encontrado hasta ahora. 

Sun Hee-Young recibió muchos golpes; su cara estaba hinchada y su ropa y cabello eran un desastre. Sangre se deslizaba por su pierna, probablemente debido a un raspón. Si no hubiera aparecido, le habría pasado algo mucho peor. 

“Ahh…” gimió; sus ojos me suplicaban. Pronto pude sentir la mirada del tipo con la cara quemada, quien seguía tirando del cabello de Hee-Young. 

“¿Quién demonios eres?” preguntó. 

“No es de tu incumbencia, basura” exclamé en respuesta. 

“Esto es increíble… ¿Por qué no dejas de andarte con tonterías y respondes?”

“No te muevas” le ordené.

Por supuesto que no tenía la confianza para matar a todos los que estaban aquí ya que era un mago débil y superado en número. Jung Ha-Yan estaba recitando un hechizo detrás de mí; debía de ganar tiempo para que lo completara. 

Estos vagos no eran más que basura que solo se preocupaban por satisfacer sus deseos. Eran el tipo de gente que era fuerte contra los débiles y débil contra los fuertes. Como era de esperar, se volvieron cautelosos. La confianza que yo y Ha-Yan mostramos los intimidó.

“¿De-de dónde eres?” preguntó.

“No es asunto tuyo”.

“Eso es…”

“Estoy lista” murmuró Ha-Yan. 

“Hazlo” asentí. 

La maga liberó el hechizo que había estado conjurando. En cuanto habló, una magia desconocida los envolvió. En medio de la confusa situación, escuché gritos.

Incluso Sun Hee-Young, que temblaba con los ojos muy abiertos, se levantó y empezó a correr hacia mí a toda prisa -se dio cuenta de que yo era el único que podía protegerla.

“Te dije que iba a ser peligroso” le dije.

“Gracias, muchas gracias” balbuceaba. “Gracias por ayudarme”.

“Ya estás a salvo, Santa. Debiste escuchar mis recomendaciones”.

La vi agarrarse a mi manga.

“¿Cómo te fue en tu exploración por los barrios bajos?” le pregunté.

“Gracias. Gracias por ayudarme. Rápido… va-vámonos rápido. No quiero se-seguir en este lugar…” tartamudeó.

Supuse que le era imposible pensar correctamente. La inmensa cantidad de miedo que sentía le impedía pensar en otra cosa que no fuera escapar. Mi plan era tener una conversación profunda con ella; sin embargo, no había esperado que intentaran abusar de ella. Esta experiencia la había sacudido demasiado. 

Aún así, debía continuar…

“Si me hubieras escuchado, nada de esto habría pasado” le reproché. “¿Ahora entiendes a lo que me refería?”

“S-sí. Tenías razón, to-todo lo que dijiste era cierto” se apresuró a decir.

Sun Hee-Young no estaba pensando correctamente y la desesperación era lo único que llenaba su cara. 

“Ha-Yan, libera tu magia” le ordené.

“De acuerdo, Ki-Young” respondió.

“¡No, no lo hagas! ¡Po-por favor…!” Sun Hee-Young gritó.

No le ordené que soltara la atadura que impedía a esa gente moverse. Me refería a la ilusión mágica que fue lanzada sobre Sun Hee-Young. 

Cuando Jung Ha-Yan deshizo la magia, el verdadero rostro de Sun Hee-Young apareció lentamente.

“Mira hacia allí” le pedí.

“¿Perdona?” preguntó ella.

La sangre abandonó las caras de los hombres que intentaron agredirla al darse cuenta de con quién estaban tratando. Se veían bastante arrepentidos; sabían que la habían cagado. Estos canallas se metieron con una persona importante que era querida por muchos clanes. Verlos maldecir entre dientes era divertido.

“Yo…”

“¿Quieres vivir?” terminé la frase de la rata. Vi que asentían, así que continué con una sonrisa en la cara. “¿Serían capaces de… matar a esta mujer?”

Empezaron a mirarse entre ellos, confundidos. 

“¿Por qué… preguntas eso?”

“Personalmente, mi impresión sobre ella no es tan buena… creo que será un buen espectáculo de ver. Lo importante es si pueden hacerlo o no. Les doy esta oportunidad” les expliqué. “Morirán si se niegan” agregué al ver que dudaban. 

“Lo haré” accedieron.

“Por supuesto que lo harán”.

Sun Hee-Young alternaba su mirada entre mí y el grupo, incapaz de comprender.

“¿Co-cómo lo hacemos?” preguntaron.

“¡Solo cállense y háganlo, bastardos! Nada va a cambiar de todos modos” exclamé.

“¿De verdad está bien?”

“Por supuesto” asentí levemente con la cabeza.

“¿De verdad?” volvieron a preguntar.

“No sé si hemos tenido suerte o no, pero… gracias por salvarnos”.

“Aún así…”

“Cierra la boca, maldito imbécil. Esta perra no es diferente a ustedes. Su título de Santa de los Desamparados es un montón de mierda. ¿No la viste llorando antes? No te metas si no quieres hacerlo” lo interrumpió uno de los hombres.

“No-no me quedaré sin hacer nada…”

“Estás diciendo que no te gustó desde el principio. No estoy seguro de por qué armó tanto alboroto para ayudar a la gente cuando no es tan buena… Estoy agradecido de no haber tenido que morirme de hambre por su culpa, pero ¿quién iba a saber que las cosas acabarían así? Jajaja. Nunca se sabe, ¿verdad? Nunca se sabe lo que va a pasar en la vida” divagó el hombre.

“Ya cállate y apresúrate” intervine.

Sun Hee-Young ya no parecía asustada. Al contrario, parecía que se había rendido. No sabía exactamente lo que pensaba, pero no era nada bueno. Estaba siendo abandonada por la gente por la que se había ofrecido voluntaria y a la que había ayudado durante dos años. Incluso su salvador la había dejado a su suerte.

Mientras el grupo de hombres la rodeaban…

Hic, hic…

… empezó a sollozar patéticamente.

“¡Jajajaja!”

La forma en que los matones empezaron a reírse como si no se sintieran mal por ella era algo digno de ver. 

Antes de que pudieran hacerle algo, me volví a acercar, alejándolos de ella. Hee-Young levantó su mirada.

“Ha-Yan, tu magia, por favor” le pedí. El grupo exclamó en sorpresa al no poder moverse una vez más.

“No había… hic… necesidad de llegar tan lejos” dijo entre sollozos.

“Ahora podemos tener una conversación en condiciones” contesté. 

“No tenías por qué llegar tan lejos” repitió.

“Quería ayudarte para que vieras las cosas como son. Entonces, ¿qué tal estuvo?” le pregunté.

“Tenías razón. Hic… Dije que tenías razón. Me equivoqué. Yo-”.

“No, no me refería a eso” la interrumpí.

“¿Qué…?”

“No te equivocaste”.

“¿De qué estás hablando?”

“Es lo que he dicho, señorita Sun Hee-Young. No te equivocaste. Estuviste fantástica. Ser capaz de sacrificarse por esta gente es algo que una persona normal no es capaz de hacer” proseguí. Sus lágrimas no pararon en ningún momento. “Te respeto. Si yo fuera tú, no sería capaz de levantarme cada mañana y ofrecerme voluntario por esta gente. Y tú lo hiciste sin esperar nada a cambio. A pesar de poder recibir ayuda de un gremio o clan, elegiste esforzarte el doble y proteger tus valores. Tomaste la iniciativa y ayudaste a esta gente. Hiciste exactamente eso”.

Parecía distraída. No entendía muy bien lo que le estaba diciendo.

“He observado dónde vives. Si consideramos tu posición dentro de la sociedad, definitivamente es un lugar que no te corresponde. Lo has cedido todo, literalmente todo e incluso has desplazado a otros. Hiciste que otros clanes y gremios se interesaran por los pobres. Sí, eres fantástica” la alabé.

“No-no digas… sinsentidos…” murmuró.

“Tú no eres el que los convirtió en buenos para nada. Lo que dije antes fue por celos, porque tú tenías algo que yo no tenía. Tu nobleza, belleza y honestidad son cosas que yo no puedo tener. Yo era el que estaba equivocado”.

Se cubrió la cara mientras seguía llorando. No estaba seguro de si era porque se sentía reconfortada o por la situación actual, pero al menos pude ver que la hice cambiar de opinión.

“No has hecho nada malo” volví a decir.

“Vale… hic…”

“Eres fantástica” me acerqué a ella aún más.

“Gracias…”

“Eres una persona respetable” le sacudí el polvo de su ropa.

“Gracias…”

“Los que están mal son…”

“Sí…”

“… esa gente” dije. Ha-Yan también se acercó y comenzó a arreglar su cabello como pudo.

“Sí”.

“Esos malparidos son los que están equivocados. No saben nada de la bondad”.

“Mm-hm”.

“No apreciaron lo que recibían e incluso te traicionaron. Esta gente es la que está haciendo que Lindel, el Sacro Imperio y la sociedad se pudran. Aunque aquellos de corazón noble sigan contribuyendo a la sociedad, ésta no mejorará por culpa de esta gente. Sí, es por ellos. Es por culpa de ellos por lo que los barrios bajos no mejoran, por lo que se les malinterpreta innecesariamente y por lo que la luz de tu nobleza se desvanece” tomé sus manos y las aparté.

“Vale… hic…”

“Esta gente contamina a la sociedad con sus acciones impías. Roban, matan y violan como si nada” con delicadeza, limpié las lágrimas de su rostro. Su labio estaba partido, dejando un hilo de sangre.

“Sí, sí, lo entiendo” asintió.

“Ayudemos a esta ciudad. Esta vez, de verdad” le dije mientras le ofrecía una daga. “Juntos, haremos de Lindel una ciudad hermosa”. 

La Santa de los Desamparados aceptó la cuchilla en silencio.