Toradora! (NL)

Volumen 7

Capitulo 5: 25 de Diciembre

Parte 3

 

 

“¿Es eso cierto? ¿En verdad es cierto?”

Su amiga le había preguntado esto una y otra vez. Taiga había asentido pacientemente todas las veces para afirmar que era verdad. “Ryuuji dijo que no se iría hasta que Minorin fuera. Él está listo para pasar la noche en la escuela”… Las palabras que había repetido casi se habían convertido en chantaje. Por primera vez en mucho tiempo, ella había visitado la residencia Kushieda; Minori se había quedado inmóvil en la puerta un buen rato sin comprenderlo, mordiéndose los labios.

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Taiga recordaba la expresión de su rostro. “…Lo siento, Minorin”

No había manera de que Minori pudiera escucharla, pero aún así susurró suavemente para sí misma.

“Pero, tú quieres ir ¿no? De verdad deseas ir ¿cierto? …Lo sé. Somos amigas. Si no fuera por eso, yo no sería capaz de hacer todo esto”

No había forma de que Minori no fuera a la fiesta después de todo lo que le había dicho. Si ella iba ya sería bastante bueno, porque no podía dejarlo pasar toda la noche en la escuela. El resto dependería de él.

Las medias que ella había arrojado colgaban del sofá. El bolso de mano estaba en el suelo y su corto abrigo de piel yacía arrugado cerca de la puerta. Estaba exhausta y no había tenido la energía suficiente para quitarse el vestido, había envuelto la bufanda de Ryuuji alrededor de sus fríos hombros. Esta vez no se la había robado. Ryuuji se la había enrollado cuando estornudó en el camino de vuelta a casa para cambiarse. Había estado tan ocupada con los preparativos de la fiesta que había olvidado devolvérsela. Hundió su nariz en la tersura del casimir y llenó sus pulmones con ese familiar aroma. Ella exhaló y colocó su barbilla en la calidez de su propio aliento.

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Las ampollas en su talón le dolían y le era muy molesto estar de pie. Sentada descuidadamente en el suelo, disminuyó débilmente la iluminación de la sala con el control remoto. Esa noche había dejado la televisión apagada y la amplia sala se había quedado en un silencio total, como si fuera el fondo del océano.

En la mesa había un pequeño arbolito de vidrio. De su interior sacó con delicadeza una vela junto con su bandeja y la prendió cuidadosamente con un encendedor que compró en un mini súper. Lo hizo detenidamente, muy cuidadosamente. De ninguna manera iba a morir debido a un incendio en la víspera de navidad.

Una luz naranja alumbraba cálidamente la obscurecida sala. El arbolito de vidrio era en verdad hermoso. El aroma de la vela desprendía un perfume que cosquilleaba su nariz.

Se quitó el apretado pasador que sujetaba su cabello y observó la brillante llama con los codos apoyados en la mesa. Lo único que la exasperaba era el sonido del calentador. Se enrolló la bufanda alrededor de su cabeza y se tapó los oídos. La habitación estaba colmada de silencio y ella sintió que así estaba mejor. Parecía que su cuerpo extenuado por los estragos de los últimos días estaba a punto de adormecerse.

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Una vez más estaba sola. Santa no vendría. Aunque ella había tratado de actuar como una chica buena justo en ésta época del año, se percató de que ya era demasiado tarde, como si acabara de recordarlo. Después de todo, éste año incluso había sido suspendida y la verdad era que tampoco existía ningún Santa.

Era por eso que éste año ella se encontraba otra vez sola. Y el siguiente año lo más seguro era que estuviera sola de nuevo.

Lo más factible para los años que estaban por venir era que ella siempre, siempre, siempre estaría sola. Al cerrar los ojos debido a una somnolencia cercana a una apacible muerte, Taiga reflexionó. Seguramente estaría sola mientras viviese. Estaría sola por una eternidad, tal como hasta ahora. A ella le habían tocado esos padres, a ella le había tocado ese destino, así que no había nada que hacerle.

Cerró sus ojos.

Qué vida. Si tuviera que decirlo por sí misma. Taiga había sentido como si pudiese manejarlo de alguna forma si ella asumía que había ‘alguien’ allá afuera. Por supuesto que sabía que había sido solo un sueño, comprendía que ella misma se había permitido creer en eso.

Ella no podía permitirse contar con algo o con alguien. No podría sobrevivir a la vida de ‘Aisaka Taiga’ con un corazón tan débil. Tuvo que volverse fuerte para sobrevivir sola. Pero si eso había sido un sueño, si eso era alguna corta fantasía irreal, entonces eso no era aferrarse a algo ¿cierto? Si ella mataba a alguien a quien odiaba en su imaginación, entonces no sería un crimen. Si abrazaba a alguien en su imaginación, no era algo que esa persona sabría. Así es como funcionaba. Aunque ella estuviese viviendo un sueño, eso no la haría débil.

“…Dices eso, cuando en realidad sí te estás aferrando a alguien…” “¡¿?!”

Se levantó de un salto.

¿Se había quedado dormida? No, tan solo habían pasado unos cuantos minutos. Había sentido como si algo chocara de repente y creía haber escuchado la voz de alguien decir algo, pero…

“¡¿…Eh?!”

Esta vez realmente saltó. Se irguió sobre sus rodillas por reflejo y miró hacia la dirección de donde provenía el sonido.

Escuchó el sonido de un cristal siendo golpeado… seguramente la ventana. Podía escuchar que provenía de su habitación.

¿Un ladrón? ¿Un pervertido? ¿Un asesino? … El sonido se repitió, esta vez más claro. Taiga se levantó sin hacer ningún ruido, cubrió ligeramente sus hombros desnudos con la bufanda y se aventuró con osadía a la habitación. ¡Dios, no por favor! Tiene que ser una broma. o quiero morir a causa de un incendio, pero ser asesinada por alguien es mucho peor. Mi espada de madera está en la habitación. Aunque tengo confianza en mi fuerza no sé si podría encargarme de un auténtico criminal, pero eso es mejor que rendirse sin dar pelea. Ella abrió la puerta, entró descalza a la gélida y oscura habitación, abrió las cortinas preparada para morir y…

“…..”

Alarido

Lo que gritó fue únicamente lo que quedaba en su garganta. Estaba tan aterrada que perdió la voz.

Sus rodillas cedieron y cayó al suelo.

¿Por qué estaba ahí – afuera de la ventana, en la separación que divide el apartamento de la residencia Takasu, a punto de caer, con las manos en la ventana y golpeando el cristal – un oso, un oso con sombrero de Santa?

La mano del oso golpeó el cristal incluso más fuerte, como si dijera ‘¡Me voy a caer!’ De hecho parecía que estaba a punto de hacerlo ya que su equilibrio tambaleaba, su rígido cuerpo temblaba, sólo era cuestión de segundos antes de que se desplomara. Siendo testigo del momento cúspide de su crisis;

“Sa-”

Todas sus dudas se desvanecieron y se apresuró a abrir la ventana sin pensarlo. “¿….Santa…?”

Lo haló hacia el interior. Si resultaba no ser Santa, ella estaría en graves, graves problemas. Pero aún así el oso fue halado hacia la habitación de Taiga, descansó a cuatro patas en el suelo un rato, sostuvo la respiración como si estuviera exhausto y de pronto asintió con la cabeza.

Como si dijera, Yo soy Santa. “No puede ser… ¿En verdad?”


Él asintió una vez más. Despacio, mientras sostenía su enorme cabeza, expresó elocuentemente más que cualquier cosa. Es verdad, yo efectivamente soy Santa.

Incluso Taiga no acababa de entender bien qué era lo que le estaba pasando pero… “¡…Aaajajajajajajajaja! ¡¿Qué es esto?! ¡Jajajajaja!”

Antes de saberlo, Taiga se había echado a reír. Se llevó los brazos alrededor de su estómago y explotó en risas. Toda la situación era demasiado ridícula, pero sí, ella en verdad lo creía. Éste era Santa Claus. Un oso Santa llegó. Él vino a visitarla tal como le había prometido dado que ella había sido una buena chica. Mientras reía a todo pulmón, ella tomó la mano de Santa, le ayudó a ponerse de pie, tiró de su mano mientras él se tambaleaba y lo llevó a su desordenada sala de estar.

“¡Mira Santa! ¡Éste es el árbol de éste año!”

Los ojos de plástico del oso miraron al pequeño árbol. Entonces, volteó a ver a Taiga y le dio el visto bueno ¡Santa lo aprobó!

“¡Síii! ¡Lo sabía, sabía que éste era hermoso! ¡Sí, sí, esto es taaaaaaan genial! ¡Es fantástico que Santa haya elogiado mi árbol…! ¡No, no solamente el árbol! ¡Esto es estupendo, estupendo, estupendo! ¡No puedo creerlo, realmente viniste! ¡Santa en verdad vino! ¡Eres un oso, pero un oso está bien! ¡Esto es perfecto! ¡…Es como… un sueño…!”

Taiga gritaba dando saltos. Saltaba una y otra vez dando vueltas. Estaba sumamente contenta, tan contenta que incluso lanzó un beso hacia el techo con ambas manos.

Seguidamente cantó la canción de navidad que había pasado tanto tiempo ensayando para la presentación. ¡Un brinco, un paso, luego un salto! Luego saltó y abrazó el torso de Santa. Se aferró a él tanto como pudo. Lo abrazó desesperadamente con todas sus fuerzas. El cálido oso Santa alzó cuidadosamente sus dos brazos y abrazó con firmeza el cuerpo de Taiga. Le dio una palmadita en su cabeza, acarició su cabello y estrechó su cuerpo nuevamente.

¿Ha habido alguna vez brazos que la hayan estrechado de ésta manera?

¿Ha habido alguna vez brazos además de éstos que no hayan traicionado el corazón que ella les había confiado?

No había, no había, no había. No había otros en ningún lugar del mundo, esos brazos solamente se hallaban aquí. La calidez de su alegría emanaba de las profundidades de su cuerpo. Su tensión se elevó y sintió que se estaba convirtiendo en una idiota. No estaba sola este año. Taiga cerró los ojos y frotó sus mejillas contra aquel cálido pecho. Santa había venido éste año. No era un sueño, era real. Él la había abrazado. Qué… feliz era.

Taiga continuó cantando pese a que seguía aferrada a él con todas sus fuerzas. Ella acurrucó su cara en su empolvado cuerpo. Con sus piernas desnudas bailaba los pasos de la canción. El oso Santa también bailaba. Derecha, izquierda, giro, ahora giro inverso.

Toradora! Volumen 7 Cap 5 Parte 3 Novela Ligera

 

Ella se reía a carcajadas como una idiota, bailaba tanto que sus piernas trastabillaban una con otra, se aferraba a él y cantaba una horrenda canción. Cantaba una y otra vez únicamente las frases que a ella le gustaban. Siguió abrazándolo, tropezando y riendo tanto que sus lágrimas caían… Ella sabía que podría seguir haciendo eso por siempre. Lo sabía en el fondo. Si tan sólo éste momento durase eternamente. Si tan solo pudiese seguir bailando con el oso Santa por siempre.

Pero…

“Aaaah… esto es real ¿verdad? ¡Mi sueño se hizo realidad…!” Murmurando esto, ella levantó su cabeza.

Luego suspiró profundamente.

Su inalcanzable deseo había sido concedido y hecho realidad. Si esto fuera un sueño, habría estado bien desear que durase para siempre. Al fin y al cabo, no importaba qué tanto lo deseara, terminaría despertando algún día.

Sin embargo, debido a que, en la realidad las cosas no funcionaban de esa forma… “…Gracias”

Ella tuvo que cerrar el telón con sus propias manos, con sus propias y temblorosas manos. “Gracias… Ryuuji”

Recuperando el aliento después de reír tanto, quitó la cabeza del oso con aspecto adolorido. Surgió un colorado rostro que estaba empapado en sudor a pesar de estar en pleno invierno. “¡Ah! ¡No me lo quites idiota!” Ella se echó a reír por reflejo. “¿Por qué te molesta tanto?

¿En verdad creíste que no me daría cuenta?” “Así que ¿Dónde conseguiste eso?”

“…Se lo pedí prestado a alguien que lo traía puesto”

A pesar de haber apartado su mirada bruscamente, Ryuuji sonrió torpemente. El cabello que había peinado hacia atrás se le pegaba en la frente por el sudor y era un desastre. Pero más importante que su peinado era…

“¡Oye!… ¿Qué le pasó al traje?”

“Se lo cambié al tipo que usaba esto. ¡Ah! ¡Por supuesto que me lo regresará! ¡Lo hará, lo hará!”

Suspiro… Qué idiota, Ryuuji eres en verdad un idiota.

“¡No puedo creer que te lo quitaras cuando aún tenías toda la noche por delante!

¡Demonios, eres un estúpido! ¡Estúpido, estúpido, estúpido! ¡Aunque te lo regalé! ¡Aunque se supone que te reunirías con Minorin!”

“¡¿A qué te refieres con que soy un estúpido?!…¡¿Qué?! ¿Qué quieres decir con que se supone que me reuniría con Minorin?!”

“Te dije que creyeras en su Señoría el Ángel Taiga ¿no? Minorin debe estar dirigiéndose a la fiesta, podría ya estar ahí. ¡Vamos, todavía puedes llegar, apresúrate!”

“¡¿Qué?! Pero… espera, yo… ahora… estoy hecho un desastre, vine porque no quería dejarte sola”

“¡¿De qué hablas?! ¡No te preocupes por mí!”

Ella empujó con fuerza el cuerpo de ese perezoso e inclinó su cuerpo hacia atrás riendo.

“Jugando los papeles de Santa y la niña buena… ¡Hace tiempo que no me dolía el estómago de tanto reír! Tu actuación… ¡fue comiquísima! Ah, estoy deseando que llegue mañana, la cena que me prometiste, por supuesto. ¡Te irá bien con Minorin y mañana cenaremos en tu casa! No lo has olvidado ¿verdad?”

“¡C-claro que no! ¡De ningún modo lo olvidaría!”

“¡Bien! ¡…Anda ya, vete! ¡Ponte de pie! ¡Apresúrate! ¡Si no vas a la fiesta, me harás quedar como una mentirosa frente a Minorin!”

Los ojos de Ryuuji miraron a Taiga.

Taiga se encogió de hombros y sonrió de nuevo. Señalando de frente al rostro de Ryuuji.

“Además ‘Santa’ ya vino ¿cierto?… Ya he sido recompensada. Es por eso que éste año tendré que ser una chica buena hasta que acabe. Déjame seguir siendo una chica buena. El que haya enviado a Minorin a la fiesta es el verdadero regalo que te voy a dar. Así que… acéptalo por favor”

“¿De verdad estarás bien sola?”

Taiga pensó que Ryuuji ya había dicho algo así. Y repitiéndole una y otra vez “Estoy bien, no te preocupes, ya vete”, tiró con fuerza del brazo de Ryuuji. Estuvo a punto de empujarlo por todo el pasillo hasta la puerta, pero Ryuuji exclamó “¡Ah!” como si se diera cuenta de algo y se regresó a la sala. Ese holgazán. Precisamente cuando ella se preguntaba de qué se trataba todo eso, Ryuuji apagó con un soplido la vela dentro del árbol y la señaló –“¡Ya me he encargado del fuego!” –. No podía irse sin preocupaciones si la vela seguía encendida, o algo así.

En verdad es un quisquilloso. 

“De acuerdo, vale, ya está. Lo entiendo. Soy una torpe así que no volveré a encenderla, lo juro ¿Con eso te basta, verdad? ¡…Vaya, eres tan irritante…! ¡Ya lo entendí, así que apresúrate! ¡La fiesta terminará! ¡Anda, anda! ¡Vete, vete!”


Ella lo apartó dándole palmadas en la espalda, incluso le pateó el trasero. Taiga echó a Ryuuji desde la puerta principal al pasillo a empujones y empellones. Si sale vestido así, definitivamente llamará la atención pero… o, es víspera de avidad después de todo. En realidad podría encajar bien.

“¡Ya lárgate perro holgazán!”

“¡Gracias!” fue lo que Ryuuji le gritó al final, después de finalmente darle la espalda, antes de que la puerta fuese cerrada. Taiga no miró a Ryuuji ni una sola vez.

La puerta estaba cerrada. Finalmente se había ido.

Ella tomó un respiro. Misión cumplida. El Ángel Taiga había hecho lo que debía hacer. El ruido de las pisadas que descendían la escalera se hizo cada vez más suave hasta que finalmente desapareció.

“Aaaah. Estoy tan exhausta…”

Era su culpa por armar un gran jaleo. El interior de su solitario apartamento regresó a su silencio anterior. Mientras se estiraba, regresó a la sala estando descalza.

El ruido del calentador definitivamente discordaba con la silenciosa habitación. Cuando Ryuuji había estado allí, ella se había olvidado por completo de eso.

“Finalmente se fue, finalmente se fue, finalmente se fue…”

Ella regresó a la alfombra. Mientras tarareaba una estúpida canción pensó en encender de nuevo el arbolito. Lo haría con mucho cuidado. Estaría bien. Ya había comprado la vela, así que sería un desperdicio no encenderla. Pero…

“¿…Ah? Uh, uh, uh… ¡¿Por qué?!” No podía encontrar el encendedor.

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¿Dónde lo había dejado? Volvió sobre sus pasos. Lo único que recordaba era que lo había dejado justo ahí. Luego Ryuuji había venido, ella había montado ese gran alboroto como estúpida y posteriormente la flama había sido apagada.

“… ¡Ah! Tal vez él…”

Ryuuji se lo había llevado adivinando que ella trataría de encenderlo nuevamente. Tenía que ser eso. Aparte de ser un Santa sin regalos, tuvo el descaro de cometer robo. El tipo tenía agallas. Después del 25 de diciembre, ella definitivamente lo ajusticiaría arrancándole dos terceras partes de su vida.

Se levantó malhumorada y comenzó a buscar para ver si había algo más que pudiera usar. Taiga buscó en el escritorio que Ryuuji mantenía impecable, buscó en el mueble de la televisión que Ryuuji mantenía impecable, buscó en los cajones de la cocina que Ryuuji mantenía impecables, pero no pudo encontrar un solo encendedor o cerillo.

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Estaba petrificada debido a la irritación. Era su propia casa y aún así ella no sabía dónde estaban las cosas. Ni siquiera podía encender una vela.

“…No, estoy harta”

En verdad es un quisquilloso.

“No, yo…”

Y a pesar de eso hizo la más absurda de las apariciones ¿Un oso? ¡Por favor!

“No”

De seguro llegó a tiempo ¿no?

“No”

Su amor por Minori, él seguramente ya se lo dij-

“….”

 o.

“¿…Qué? ¿Por qué?”

Se preguntó a sí misma desconcertada. Cuando agarró su rostro, las puntas de sus dedos estaban húmedas.

¿Por qué había lágrimas corriendo por sus mejillas? “Ah… Ahora lo entiendo”

Taiga lo pensó un poco, seguidamente asintió en silencio y comprendió el porqué. Era porque, esto era el final.

Ella se había aferrado a Ryuuji tal como si él fuera un sueño mientras se ponía a sí misma pretextos absurdos como “ o estoy confiando en él, solo hago que me ayude”, al tiempo que pensaba “De todas formas sólo es por ahora. Porque si Ryuuji se muda de casa, o yo me mudo, o si él comienza una relación con Minori, o yo comienzo una relación con Kitamura-kun, no podríamos permanecer juntos como hasta ahora”. Taiga había vivido junto a Ryuuji. Lo había hecho confiando en su generosidad. Esto es un sueño, por lo tanto no es debilidad ¿cierto? Si solo es eso, debería estar bien ¿no?

Todo eso había terminado aquella misma noche.

Taiga sospechaba que Minori sentía atracción por Ryuuji. Ella sabía que a Ryuuji en verdad le gustaba Minori. Dicho de otra forma, sus sentimientos eran mutuos. Ese era el porqué ellos probablemente estarían juntos. Cuando aquello sucediera, ella ya no podría estar con él por más tiempo. Ella ya no podría entrar y salir de su casa como antes. Sin importar lo que pasara, ella ya no podría llamar a Ryuuji. Ya no podría seguir caminando lado a lado con Ryuuji. La persona junto a él no sería ella.

Ese era el porqué… “No”

Ella estaba triste. Estaba estupefacta.

Nunca lo había pensado antes. Ni siquiera se le había pasado por la mente que ella en realidad no quería ser separada de Ryuuji. Aquel que le gustaba, aquel al que adoraba, aquel hombre de sus sueños siempre había sido Kitamura Yuusaku. Ella solo pensaba en él. Aquel al que amase debería ser Kitamura Yuusaku ¿Por qué sucedía esto?

Recordó el día que Kitamura Yuusaku se le confesó a la mujer que amaba y había resultado herido. Recordó lo enfurecida que estaba esa vez cuando se había dirigido a masacrar a Kanou Sumire sin siquiera pensar en su propio futuro.

Aquella vez ella había estado más preocupada por Kitamura que por sí misma. Ella estaba más preocupada por el sufrimiento de Kitamura que por el de ella. La única razón por la cual Taiga había sido capaz de poner su corazón en modo de espera, seguramente era porque Ryuuji estaba ahí. Porque ella pensaba que Ryuuji la entendería. Ese era el porqué ella no había tenido que prestarle atención a su propio dolor. Ryuuji siempre había estado ahí para ella, cuidándola.

Y eso había sido lo correcto ¿cierto? Cuando Taiga cometió el error de perder los estribos, el único que la había tomado del brazo, el único que la había detenido, el único que la había salvado había sido Ryuuji.

Él la mimó y cuidó tanto. Sin darse cuenta, ella había confiado en su amabilidad. Ella era capaz de amar porque sentía cerca el poder definitivo de Ryuuji.


Porque cuando ella fantaseaba acerca de hacer esto y aquello con Kitamura, Ryuuji siempre la había protegido.

Porque ella le había confiado su corazón a Ryuuji.

Era como si Taiga no se hubiera dado cuenta de nada hasta ahora – hasta que lo había perdido – Nunca había entendido qué tan afortunada era al tener a alguien a quien poder confiar su corazón. Ella nunca había pensado en Ryuuji como su ‘fortaleza’ ¿Por qué? Taiga quería golpear su propia cabeza hueca. No comprendía dónde había estado parada.

¿Cómo podía concebir algo sin Ryuuji? Si ni siquiera podía enjugar sus propias lágrimas que caían por su barbilla.

Sin Ryuuji, ni siquiera puedo enamorarme.

Después de todo, en este momento apenas puedo sostenerme en pie.

 o sé si pueda seguir viviendo. Yo he necesitado a Ryuuji.

En otras palabras, he estado enamorada de Ryuuji. Lo he estado desde hace mucho tiempo.

 o quiero que acabe de este modo, no quiero que todo termine, Yo no quiero separarme de su lado. o puedo resistirlo, no puedo seguir viviendo, no puedo soportarlo. Yo…

¡ o!

“¡…..!”

Corrió sin saber lo que hacía.

Salió corriendo de la sala, abrió la puerta de una patada con su pie descalzo y se marchó. Recorrió el frío pasillo y siguiendo las escaleras que Ryuuji había descendido, bajó saltando tres escalones a la vez. El borde de su minifalda se rasgó. Se precipitó como si no hubiera un mañana hacia la entrada de mármol sin saber cómo detener sus lágrimas. Ella contenía su aliento como si rezara. Por favor, por favor, déjame llegar a tiempo.

Oprimió su cuerpo contra la pesada puerta de vidrio para abrirla y salió tropezándose a la gélida y ventosa calle.

El asfalto congelado penetró en sus pies descalzos.

Volteó a la derecha y a la izquierda; pero él no estaba ahí. Ryuuji se había ido. No estaba allí. ¿Qué debería hacer? Cubría su rostro distorsionado por las lágrimas. Sus pies se detuvieron, y aspirando todo gélido viento que pudo, gritó al cielo nocturno.

“¡¡…..Ryuujiiiiiiiiiiiiii !!”

Advirtió a una pareja que pasaba mirándola con sorpresa “¿Una pelea?” “Me siento mal por ella… Es Nochebuena ¿no…?” – “Así que soy patética ¿verdad?” Se lamentaba Taiga con una voz aún más fuerte como si fuera una niña.

Ella lloraba y lloraba clamando el nombre de Ryuuji.

Sabía que sus gritos no lo alcanzarían, pero aún así siguió. Continuó gritando incluso cuando su garganta le dolió. Su corazón estaba devastado como si una tormenta hubiera pasado a través de él, pero su mente estaba lúcida. Una parte de ella miró su lamentable aspecto. Esto es el porqué odio la realidad. La realidad puede caerse a pedazos a diferencia de los sueños. Todo está perdido.

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Todo era real, el momento en que él entró justo cuando ella deseaba que lo hiciera, el sentimiento de abrazarlo. También era real el hecho de que ella anhelaba estar con él, que no quería perderlo. Todo eso se caía a pedazos y desaparecía.

Sí, todo este tiempo ella había estado soñando un estúpido sueño.

Tenía la idea de que ella sólo adoraba a Ryuuji como una figura paterna, y pensaba que una vez que Ryuuji y Minori estuvieran juntos, ella sería capaz de ‘abandonar el nido’ y sobrevivir sola. Éste era el futuro que ella había imaginado, pero todo era un completo malentendido. Qué estúpida. Había pensado algo tan descerebrado como que sería capaz de soportar su soledad porque Ryuuji, su figura paterna, quería que sobreviviera por sí misma. Se había convencido de que eso era lo que un padre haría.

Pero la realidad era distinta. Ryuuji no era su padre. Su apego hacia su padre, a quien no le importaba y su apego hacia Ryuuji eran completamente diferentes. El instante en que sus caminos se separaban, su ‘momento de abandonar el nido’ no era para nada positivo. Lo único que podía sentir era ‘una pérdida’. Había perdido a Ryuuji y ahora ella tenía que vivir sola su desolado futuro.

La verdad era que ella ansiaba estar con Ryuuji. Había tenido que pasar por todo esto para darse cuenta de ello. Ellos siempre habían avanzado día a día, mano a mano. Pero ahora eso era imposible. Ya era demasiado tarde. La realidad se desmoronaba. Había despertado de su sueño. Lo único que quedaba era ella.

¿Dónde había cometido el error? Ryuuji incluso le había dicho “Yo soy un dragón, tú eres un tigre. El dragón y el tigre son iguales entre sí” pero su propia estupidez había visto únicamente sueños y terminó aferrándose a él tanto como pudo, siendo mimada por él, confiando en él y optando por darle vueltas al asunto hasta descartarlo por completo. Lo había descartado pensando que algún día, un día ella lo abandonaría y ahora éste era el resultado.

“¡…Ryuuji…!”

El mundo se inundaba en lágrimas.

Ya no me importa, espero que todo se arruine” quería decir. Si esto fuera un drama o película, ella saldría fuera de escena o tal vez el protagonista principal aparecería ante ella. Pero la realidad era muy cruda, las cámaras no se moverían y obviamente Ryuuji no aparecería. Sería muy dramático si ella muriera de extenuación, pero los humanos no mueren así de fácil, ella en particular era muy dura de roer.

Se sentía miserable, dolida, sola y patéticamente estúpida. Pero estaba viva. Esa era la realidad de Taiga. Ella no desistiría, lloraba, pero no moriría allí.

Porque quería volverse fuerte. Porque esa era la verdad.

Recordó el concurso de belleza del festival cultural. Ella se había levantado aquella vez. Esta vez, demostraría que podía ponerse en pie incluso sin la ayuda de Ryuuji, incluso sin la ayuda de Minori, demostraría que ella podía levantarse por sí sola. Probaría que ella puede vivir por sí misma de ahora en adelante por el resto de sus días. Demostraría que ella puede levantarse.

Levantó su rostro afligido por las lágrimas.

Ella viviría aceptando y asumiendo todo sin importar lo vergonzoso que fuera. Ya había perdido mucho, había soportado mucho dolor y había afrontado los golpes de la vida, pero algún día, definitivamente se convertiría en un adulto verdaderamente fuerte.

Ella se levantaría para alcanzar ese futuro, maldita sea. Incluso si tropezara una y otra vez, se levantaría tercamente las veces necesarias. ¿Y qué si había sido abandonada por sus padres? ¡Vamos! ¿Y qué si la habían suspendido? ¡Vamos! ¿Y qué si Ryuuji se ha ido?

¡Vamos, vamos, vamos!

Este sería el entrenamiento necesario para sobrevivir el resto de su larga y solitaria vida. Aún así, ella gritó su nombre una última vez sin más arrepentimientos y;

“Ryu… ¡Achúu! …Ah…”

Un gran estornudo se lo llevó con el viento.


Hacía demasiado frío para que ella estuviera afuera descalza y con sus hombros al descubierto. Su nariz comenzó a moquear. Taiga apretó los dientes, inhaló y se irguió lentamente. Sacudió la suciedad de sus rodillas, frotó su rostro que le picaba debido a las lágrimas y mocos. Se levantó, caminó y regresó lastimosamente a su edificio de apartamentos.

Y entonces, ésta vez finalmente estaría sola. Y luego, y luego.

Taiga no lo sabría hasta más tarde, pero cuando ella salió corriendo desde la entrada de su apartamento, en ese mismo momento Minori estaba parada al otro lado de la calle. No estaba solamente pasando por casualidad. Ella había ido al apartamento a escuchar por sí misma los verdaderos sentimientos de Taiga.

Y luego, y luego, y luego.

Después de presenciar todo aquello, Minori lo entendió; lo que había estado sospechando definitivamente no era erróneo.

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