Sokushi Cheat Ga Saikyou (NL)

Tras regresar a la Iglesia del Eje, el Rey Divino comenzó a investigar a Yogiri Takatou. Era un ser capaz de matar a un Dios Oscuro. No podía simplemente alegrarse de que hubiera traído la paz a su mundo. Haciendo uso de los creyentes de todo el mundo, recogió información. Usando los tesoros dejados por el Alta Mago Eglacia, reunió hechos sobre eventos que habían ocurrido en todas partes.

Como resultado, comprendió que Yogiri era una amenaza sin parangón para su mundo. Como persona, al principio parecía benigno. Pero el poder que ejercía era la definición del mal y suponía un peligro siempre presente. Si se observa la situación hasta el momento, sus acciones estaban lejos de ser malvadas, pero se resistía cada vez que alguien le atacaba. La gran mayoría de sus agresores eran abatidos, pero él no prestaba atención a los efectos que su poder tenía en el mundo que le rodeaba.

No importaba lo importante que fuera su oponente para el mundo, o cuántas terceras partes no relacionadas murieran como resultado, él no dudaba en lo más mínimo. Aunque significara el fin del mundo, siempre se priorizaba a sí mismo y a sus compañeros. De hecho, no sólo el propio Alto Mago Eglacia, sino un buen porcentaje de toda la población mundial yacía muerta en sus manos.

No tenía ni idea de lo que había llevado a esos resultados, pero así eran los hechos. Cuando Eglacia había atacado a Yogiri en la torre, lo habían matado. Cuando un misterioso individuo había atacado a Yogiri a bordo de un crucero, habían muerto innumerables personas, ganado, animales salvajes, insectos e incluso plantas. Cualquiera que deseara matar moriría. Si había una posibilidad de que Yogiri muriera, la causa potencial moriría en su lugar. Incluso había casos en los que había muerto gente que parecía no tener nada que ver con él. De la información que había reunido, ésa era la única conclusión que podía sacar.

Dudaba que tuviera alguna intención maliciosa. Sólo se protegía a sí mismo, así que, desde su perspectiva, lo que hacía era justo. Sin embargo, permitirle continuar así significaría el fin de su mundo. Que fuera bueno o malo era irrelevante. Como cabeza de la religión dominante, no podía dejar el destino de su mundo en manos de los caprichos de un solo chico.

¿Pero qué podía hacer ella al respecto?

Consideró abstenerse de intervenir. Cabía la posibilidad de que volviera a su mundo en algún momento. También existía la posibilidad de que se estableciera y adoptara una vida tranquila en algún lugar. Incluso podría convencerle de que dejara de usar sus poderes simplemente hablando con él.

Pero no podía arriesgarse a apostar por una posibilidad tan inestable. Si no hacía nada, en cualquier momento toda la población del mundo podría ser aniquilada sin previo aviso. No podía ignorar esa posibilidad. Necesitaba alguna forma de neutralizar su poder.

Aunque lo decidió rápidamente, también renunció a intentar matarlo. Si lo intentaba, la matarían inmediatamente. Por supuesto, no estaba tan apegada a la vida. Si pensara que sacrificarse pondría fin a Yogiri, lo haría con gusto. Pero decidir matarlo la llevaría a una muerte inútil, así que sería poco más que suicidarse. Tanto si se trataba de dioses como de superseres que superaban la comprensión humana desde el más allá, cualquiera que tratara de dañar a Yogiri Takatou moría. Eso lo había aprendido de su investigación.

La Iglesia del Eje era la mayor organización religiosa del mundo. Aunque podía hacer uso libremente de sus creyentes, no estaba al nivel de un dios. Había innumerables ejemplos de quienes habían fracasado antes que ella. No tenía sentido añadir su nombre a la lista. Así que necesitaba encontrar una manera de neutralizar su poder sin que ese poder se volviera contra ella.

Consideró la posibilidad de intentar encerrarlo utilizando un método similar al que se había utilizado para neutralizar a los Dioses Oscuros. Podría atraparlo en un espacio donde el tiempo apenas se moviera. Lo más importante sería sellarlo dentro sin que él lo supiera. El sello en sí no dañaría a Yogiri. Desde el interior, ni siquiera reconocería el flujo del tiempo cambiando. Para él, nada cambiaría en absoluto. Eso podría ser suficiente para neutralizarlo sin ser asesinada a su vez.

Eso fue lo que decidió el Rey Divino.

◇ ◇ ◇

La construcción de las torres comenzó inmediatamente. Se construyeron cerca de una ciudad portuaria en el Reino de Brea. Anteriormente, Yogiri había encontrado una batalla entre los héroes y un Señor de los Demonios en la zona. Se había elegido este lugar debido a la facilidad con la que podían transportar allí los materiales necesarios.

Actualmente, se estaban construyendo diez torres, y el Rey Divino estaba de pie en el corazón del círculo que dibujaban. Las torres parecían estar hechas de poco más que papel. Hasta ahora sólo se habían construido sus armazones, y sus paredes apenas habían comenzado a construirse. Para poder realizar el ritual, las torres debían tener una cierta altura, por lo que la construcción se había apresurado para conseguirlo. Por supuesto, las torres apenas tendrían durabilidad en ese estado, por lo que tendrían que ser reforzadas más tarde. Y al final, levantarían barreras para ocultar las torres del mundo exterior.

Era una escala mucho mayor que la que se había utilizado contra los Dioses Oscuros, pero quería tener el mayor margen de error posible. En su batalla contra el anterior Dios Oscuro, les había faltado tiempo, material y personal. A duras penas había conseguido inmovilizarlo sacrificándose a sí misma, sellando a ambos. Los mecanismos de la torre del cañón estaban lejos de ser perfectos. La amenaza que suponía Yogiri Takatou era inconfundible, pero no era especialmente urgente. Podían tomarse el tiempo necesario para hacer los preparativos adecuados antes de enfrentarse a él.

Los creyentes entraron en las torres. Pasarían el resto de sus cortas vidas dentro. A los creyentes se les quitaban los brazos y las piernas y se les conectaba directamente a la torre. Este era el método más eficiente. Por el momento, lo que más necesitaban era el número, así que los hacían encajar en espacios estrechos. Para que cupieran más en un espacio más reducido, debían eliminar las partes del cuerpo innecesarias. Alimentarlos a todos individualmente sería ineficaz, así que se les conectaron tubos y tuberías tanto para suministrarles nutrientes como para extraer energía mágica para alimentar el núcleo del sello.

Este no era el método ortodoxo que el Rey Divino elegiría. Era muy consciente de lo inhumano que era. Pero era para salvar cientos de millones de vidas. Un sacrificio de decenas de miles era desafortunado pero necesario.

Si Eglacia estuviera viva, podría haber encontrado una forma más eficiente de hacerlo…

El Rey Divino y los Maestros de la Espada habían sido creados por Eglacia para sustituir a los inútiles dioses de este mundo. Había sido un genio capaz de manipular el sistema subyacente del propio mundo, por lo que podría haber ideado algún tipo de brillantez que pudiera evitar esto, pero no tenía sentido lamentar su pérdida ahora. Lo único que podían hacer era aprovechar al máximo los conocimientos que había dejado.

Por suerte, el Rey Divino estaba familiarizado con este tipo particular de sello, así que si le daban tiempo suficiente para prepararse, confiaba en que podría hacerlo bien. Establecer el sello requeriría diez mil creyentes, y mantenerlo requeriría otros mil cada año. Los semidemonios serían más eficaces como combustible, pero reunirlos ahora llevaría demasiado tiempo. Podrían sustituir a los humanos por medio demonios más adelante, pero por ahora, activar el sello era la máxima prioridad. No tenía más remedio que usar los creyentes normales que tenía a mano.

En este momento, Yogiri había cruzado el mar y se encontraba en el Imperio de Ent, una pequeña isla en el Este. La enorme escala de la construcción había sido para que pudieran sellarlo donde estaba. Por supuesto, habría sido mejor que estuviera cerca, pero Yogiri siempre estaba en movimiento. Para cuando terminaran la construcción a su alrededor, se habría trasladado a una nueva zona. Por lo tanto, no tuvo más remedio que construirlo de manera que pudiera atraparlo dondequiera que estuviera.

—La construcción de la Torre E ha finalizado— informó uno de sus subordinados.

Aunque había estado ausente durante siglos, a su regreso recuperó el control de la Iglesia del Eje y la reestructuró con éxito. Su poder para inculcar una profunda y sincera adoración por ella en los creyentes lo había hecho bastante fácil. Si bien eso puede estar lejos de lo que uno esperaría de un fundador de una institución religiosa, ese era el poder del sistema de la Iglesia del Eje construido por Eglacia.

—Gracias. Por favor, continúe con su trabajo.

Los creyentes no tenían la menor duda sobre su trabajo. Tenían una fe ciega en las palabras del Rey Divino. Creían honestamente que estaban trabajando para salvar al mundo y que los sacrificios serían necesarios.

El Rey Divino no pudo evitar compadecerse de ellos. Si ella no hubiera regresado, nunca se habrían dejado llevar por tal fervor religioso. Sin embargo, era cierto que este ritual era necesario para proteger el mundo, así que no podía detenerse ahora. Tenían que acabar con la trampa y neutralizar la amenaza sin precedentes que suponía Yogiri Takatou a cualquier precio.

El Rey Divino miró el agujero que tenía delante. Tenía unos diez metros de ancho. Estaba rodeado de piedra blanca, y una luz brillaba en su profundidad. El agujero en sí era el altar, la luz dentro de la energía mágica necesaria para el ritual. Su objetivo actual era llenar el altar con suficiente energía, pero primero debían terminar la construcción de esa zona central.

El Rey Divino alargó una mano, haciendo que una corriente de luz saliera del agujero. Al mover el brazo y los dedos, la luz dibujó un intrincado patrón en el aire. El patrón tomó la forma de una enorme esfera. Esta serviría como núcleo del sello cuando se activara. Podía dejar la construcción de las torres y la disposición de los creyentes a otros, pero tenía que hacer esta parte ella misma.

—Oh, qué impresionante. Realmente lo has construido bien. Sin embargo, tu tiempo deja un poco que desear. Aunque hayas pensado en sellarme de nuevo, ¿no crees que este método es demasiado lento? Aunque eso me lleva a preguntarme cómo supiste que fui revivida en primer lugar. ¿Hubo una profecía o algo así?

El Rey Divina detuvo su trabajo y se volvió. Una joven con una sencilla túnica blanca estaba detrás de ella.

—¿Quiénes eres?— Innumerables creyentes estaban en posición alrededor de ella trabajando duro. Por si acaso, habían mantenido una estricta guardia. No había manera de que una persona ordinaria pudiera llegar tan lejos sin ser detectada.

—Qué raro. ¿O tal vez mi imagen no es tan conocida, por lo que debería esperar que no me reconozcan? No importa. Soy un dios. Puedes llamarme UEG, el Dios de la Exterminación Definitiva.

Aunque decía ser un dios, no parecía más que una chica humana. Pero el Rey Divino era muy consciente de que la apariencia y la habilidad a menudo entran en conflicto. El hecho de que se sintiera poco amenazada por la chica no significaba que pudiera bajar la guardia. Se aseguró de mantener la guardia alta.

—Sin embargo, pareces bastante sombría. Tus ojos parecen totalmente sin vida. No es que me preocupe.

El Rey Divino se sintió un poco irritada. El daño que Yogiri estaba infligiendo era cada vez peor. Con sus víctimas en mente, apenas podía esperar estar alegre y no podía relajarse ni un momento.

—¿Y? ¿Por qué estás aquí?— preguntó el Rey Divino.

—Hmm. Realmente eres muy lenta. Soy el Dios de la Exterminación Definitiva. Naturalmente eso significa que estoy aquí para exterminarte.

—Ya veo— El Rey Divino dudó. Aunque se trataba de una persona sospechosa que había aparecido de la nada, seguía pareciendo una chica joven y guapa. Cualquiera dudaría en cortar a alguien así sin preguntar. Pero al sentir la sed de sangre que empezaba a emanar de ella, la duda del Rey Divino desapareció.

Aunque era la figura de una organización religiosa, su verdadera naturaleza era la de una guerrera. Si se trataba de una pelea, no se guardaría nada, incluso contra una chica como ésta. Sacó su espada.

—¿De qué te sirve una espada? Después de pasar por todas las molestias de preparar este ritual, ¿no piensas usarlo?

—Desgraciadamente, todavía está en construcción— Y por supuesto, el sello se estaba construyendo para Yogiri. No había manera de que lo usara en una persona al azar como esta.

—Hmm. Mis disculpas, pero no tengo ningún deseo de sentarme y esperar a que se complete.

Aunque la chica hubiera dicho que esperaría, el Rey Divino no podía dejar libre a alguien después de enterarse de la trampa. Para mantener el mundo a salvo, necesitaba eliminar tantas incertidumbres como fuera posible. Bajó su espada. El hecho de que estuviera claramente fuera de su alcance no supuso ninguna diferencia. Ampliar el alcance de su golpe no era un reto para ella.

—¿Oh? Eso parece un tipo de Espada Sagrada. Parece estar bien equipada. Puede que incluso seas capaz de hacerme daño con un arma así— dijo UEG, con una expresión relajada cuando la espada no la alcanzó. Había sacado su propia espada de algún lugar, bloqueando el golpe. —Simplemente quitarte la vida sería una hazaña que no supondría ningún reto, pero sería aburrido. En su lugar, hagamos un concurso de armas.

El Rey Divino no se había guardado nada. Había desatado el ataque más poderoso que podía en su estado actual, un ataque que habría aniquilado a cualquier enemigo menor. Pero parecía que su oponente no era tan débil.

Me gustaría evitar el exceso de peleas aquí, si es posible.

Su objetivo principal era terminar el ritual de la trampa. Si luchaban aquí y destruían el altar o las torres, todo su esfuerzo habría sido en vano. Pero si ella retenía algo, el daño sólo sería peor. Tendría que eliminar a la UEG lo más rápido posible, con cuidado de evitar todos los daños colaterales que pudiera.

El Rey Divino liberó el sello de sus propios poderes.