Sokushi Cheat Ga Saikyou (NL)

Shigeto revisó la situación en la habitación de Akemi. En la esquina de su visión, podía ver a Akemi envejeciendo continuamente hasta la muerte y luego reviviendo, joven de nuevo, pero él ya había perdido el interés en ella, así que no era más que un escenario para él en este momento.

Averiguar a dónde había ido Alice no era un reto. Sólo tenía que preguntarle a la Omega Blade lo que quisiera saber. Le daría cualquier información que solicitara.

Alice estaba en el Imperio de la Ent. Se detuvo a pensar por qué podría haber ido allí. La Omega Blade era capaz de leer los pensamientos de los que habían nacido en este mundo, pero como Alice había sido traída de otro mundo, no podía leer los suyos. Lo mejor que podía hacer era especular sobre sus motivos, pero en este caso no era tan difícil adivinar lo que pretendía.

Se había alejado a toda prisa de la pelea, totalmente superada. No había duda de que había ido en busca de ayuda. Yoshifumi estaba en el Imperio de la Ent. Shigeto no sabía cómo era la relación entre los Sabios, pero siempre cabía la posibilidad de que Alice y Yoshifumi se llevaran bien.

“Por cierto, cuando pregunté por la ubicación de los Sabios, no salió el nombre de Yoshifumi, ¿verdad?”.

“No se pudo determinar su ubicación”, confirmó Navi.

“¿Por qué?”

“Después de entrar en el Bosque de los Elfos, nunca salió. Su paradero a partir de ese momento es desconocido”.

“¿El Bosque de los Elfos también es una dimensión separada? Parece que hay un montón de ellas”.

“Supongo que sí”.

La Omega Blade sólo respondería a preguntas directas. No proporcionaría información relacionada con una pregunta diferente que él hubiera hecho. Eso era algo con lo que Shigeto debía tener cuidado.

“Bien, entonces, vamos a la capital de Ent”.

“Entendido”.

Tras la cuenta atrás de Navi, se teletransportaron de nuevo. Ante ellos había una montaña de escombros. La ciudad, antes bellamente ordenada, había quedado reducida a ruinas dispersas.

“¿Qué ha pasado aquí?”

“Una gran criatura parece haber atacado la ciudad”.

“¿Cómo ha ocurrido eso?”

Shigeto había pasado un corto tiempo viviendo aquí, pero ahora la zona había sido destruida. No pudo evitar estar sorprendido. ¿Cómo podía haber un monstruo tan grande como para hacer esto, y por qué iba a atacar la capital? No tenía ni idea.

“Esto es lo que ha pasado. La naturaleza del monstruo es desconocida, lo que significa que probablemente se originó en un mundo diferente”.

Imágenes de la capital siendo destruida aparecieron frente a los ojos de Shigeto. Un monstruo de múltiples cabezas estaba pisoteando la ciudad. Los aventureros y el ejército imperial se defendieron, pero no pudieron detenerlo. La subordinada de Yoshifumi, Luna, había intentado borrar a la criatura, pero tampoco había podido detenerla. En un momento dado, el monstruo comenzó a retorcerse de dolor, pero al final, llegó al castillo y desapareció bajo tierra.

“¿Qué quieres decir con que “probablemente” vino de otro mundo? ¿No debería haber registros de algo así?”

“Por desgracia, los registros de este mundo sólo se remontan a unos cien años atrás”.

“Maldita sea. Cuanto más aprendo sobre esta espada, menos puede hacer”.

“También hay otras restricciones, pero en la mayoría de los casos, la Omega Blade es capaz de hacer todo lo que se necesita, así que no sentí la necesidad de informarte de sus limitaciones por adelantado”.

“Entonces, según esos registros, Yoshifumi nunca salió del Bosque de los Elfos, ¿verdad?”

“Esa es la posibilidad más probable. Sin embargo, existe la posibilidad de que se haya trasladado a otra dimensión desde allí”.

“De acuerdo. Entonces, ¿puedo borrar el Bosque de los Elfos?”

“Sí. Eso es posible, pero ¿cómo te gustaría hacerlo?”

“Simplemente borrarlo literalmente. Haz que toda la zona sea un páramo estéril. Cualquiera que esté dentro morirá, ¿verdad?”

“Correcto. Si borras un área, todos los que estén dentro serán borrados junto con ella. Ya que no volverán a aparecer, se puede considerar lo mismo que morir”.

“Omega Blade, borra el Bosque de los Elfos”.

“Entendido. Ha sido borrado”.

“¿Ya?” Shigeto estaba casi decepcionado por lo rápido que se había hecho.

“¿Te gustaría ver?”

“Buena idea. Llévame al aire. Ya no hace falta una cuenta atrás; estoy acostumbrado”.

Un momento después, estaba flotando en el cielo. Aunque podría haber creado simplemente una imagen que le mostrara lo que quería ver, se sentía más real ver las cosas con sus propios ojos.

Miró hacia el oeste. El gran bosque que dividía el este y el oeste de Ent había desaparecido.

“No hay señales de que Yoshifumi haya escapado, ¿verdad?”

“Correcto. Nadie abandonó el bosque antes de que fuera borrado. Todo lo que hay dentro del bosque ha desaparecido y por lo tanto se puede considerar muerto”.

“¿Yo hice esto?”

“Sí.”

¿Cuántas cosas habían vivido en el bosque? Shigeto las había borrado todas con una sola orden. Había sido decepcionantemente simple. Ni siquiera le había llevado un momento. Había sucedido exactamente como él lo había ordenado, simplemente porque él lo había ordenado. Tenía poder sobre toda la creación. Podía borrar y crear mundos a voluntad. Podía cambiar cualquier cosa para adaptarla a su imaginación. Por fin empezaba a darse cuenta del poder que tenía aquí. Era realmente algo parecido a un dios.

Después de mirar hacia abajo por un tiempo, se le ocurrió que todavía estaba en medio de la matanza de los Sabios. Con tanto poder, no tenía necesidad de jugar a pelear con ellos. Todo lo que tenía que hacer era ordenarles que murieran. Pero había decidido matarlos sólo después de verlos a todos cara a cara. Si no lo hacía, sería poco más que marcar una casilla en una lista. Quería sentir que lo había logrado él mismo.

“¿Queda alguien en la capital?”

“La mayoría de la gente escapó o murió. Quedan dos subordinados de Yoshifumi”.

“Teletranspórtame hasta ellos”.

Shigeto se teletransportó desde el cielo a una habitación. Parecía ser parte de un edificio destruido. A poca distancia de él había dos mujeres, agachadas en el suelo: dos de los Cuatro Reyes Celestiales de Yoshifumi, Abby y Luna.

“Hola”.

“Tú…” Abby lo fulminó con la mirada.

“¿Qué pasa? Parece que estás a punto de morir”.

“Se suponía que estabas con Yoshifumi. ¡¿Qué demonios estás haciendo aquí?! ¡¿Dónde está?!” Naturalmente, Abby fue la que picó. Luna se limitó a agachar la cabeza con desgana.

“Oh, Yoshifumi está muerto. Yo lo maté”.

Técnicamente, era posible que Yoshifumi hubiera muerto antes de que Shigeto hiciera nada, pero eso apenas importaba ahora.

“¡Y una mierda lo has hecho! ¿Cómo puede alguien como tú matar a Yoshifumi?”

“Eso no es importante. Por ahora, seréis mis sirvientes”.

“¡Ja! ¡Prefiero morir, idiota!”

“Bien, entonces. Muere”.

La cabeza de Luna explotó, bañando a Abby con sangre y materia cerebral. Shigeto tenía que mostrarle su diferencia de poder, y la violencia era la mejor manera de hacerlo. Decidió ser un poco llamativo al respecto.

“Qué…”

“Vuelve a la vida”.

Tal y como se le ordenó, la cabeza de Luna volvió de repente a la vida como si la escena se rebobinara. Los trozos de carne y las gotas de sangre dispersas se juntaron de nuevo y se reformaron perfectamente. La mujer revivida soltó un grito espeluznante, con el dolor y el miedo de los momentos anteriores a su muerte aún frescos en su mente.

“¡¿Qué demonios?! ¿Quién demonios eres tú?”

“Soy la Omega Blade. Has oído que puede matar a los Sabios, ¿verdad? Pero eso es sólo una pequeña parte de su poder. Todo en este mundo ahora se ajusta a mi voluntad. Incluso Yoshifumi moriría de un solo golpe ante un poder como este. No sería capaz de defenderse”.

“Entonces qué…”

“Muere”. Todo el cuerpo de Abby fue destrozado, convirtiéndose en nada más que una salpicadura de sangre. “Vuelve”. Sus restos dispersos se reformaron al instante, y ella gritó de agonía. “Obligarte a obedecerme es bastante fácil, pero eso sería aburrido. Sólo voy a atormentarte hasta que estés lista para lamerme las botas. Cuando estén listas para jurarme lealtad, háganmelo saber”.

Shigeto las mató de las formas más llamativas que pudo antes de revivirlas al instante, una y otra vez. No tardaron en rendirse.

◇ ◇ ◇

“Umm, la capital debería estar directamente por aquí, así que no creo que sea necesario que os acompañe más allá…”

A petición de Alice, Hanakawa la llevaba a la capital. Tras salir del bosque, llegaron a una llanura abierta donde se veía la capital a lo lejos.

“Eres un hombre, ¿verdad? Al menos puedes ser un guardaespaldas para una joven frágil como yo, ¿no?” Alice estaba más o menos impotente en este punto. La poca energía que le quedaba la había gastado en crear un último mundo.

“Umm, en realidad… ¡El señor Yoshifumi ya está muerto! No tiene sentido ir a la capital ahora”.

Alice parecía tener grandes esperanzas en su compañero Sabio, por lo que era difícil decirle que Yoshifumi estaba muerto, pero Hanakawa se las arregló para forzarlo de todos modos. Después de todo, cuanto más esperara, más difícil sería decirlo.

“Es imposible que Yoshifumi muera”.

“En realidad, yo mismo fui testigo del suceso…”

“Bien, ¿entonces cómo sucedió?”

“Uhh, fue apuñalado con un cuchillo, y luego su Piedra Filosofal fue arrancada de su pecho. Se desplomó”.

“Eso no lo mataría”. Alice desechó la idea, sin estar convencida.

“¡¿Qué?! ¡No, no, no! ¡Seguro que estaba muerto!”

“¿Lo has comprobado?”

Hanakawa hizo una pausa. “Eh, no, parecía que no era necesario…”

El Sabio se había tirado al suelo y había dejado de moverse. Pero si se le preguntaba si estaba absolutamente seguro de que Yoshifumi estaba muerto, Hanakawa no podía decir que lo estuviera. No había comprobado el pulso de Yoshifumi ni sus ojos.

“Pero con el poder del señor Takatou, no hay ninguna posibilidad de que siga vivo”, continuó. “Pero espera, ahora que lo pienso…”

Hanakawa recordó los acontecimientos que condujeron a la muerte de Yoshifumi. Yoshifumi había lanzado un cuchillo a Yogiri, pero se había desvanecido en el aire y luego había reaparecido en su propio pecho. Entonces, una mujer con orejas de zorro y vestida como una cortesana había aparecido y arrancado la Piedra Filosofal del pecho del emperador. Sin su Piedra Filosofal, Yoshifumi había caído.

“Hmm… ¿Supongo que el señor Takatou no usó su poder de muerte instantánea después de todo? ¿Significa eso que hay una posibilidad de que aún esté vivo?”

Normalmente, tener un gran agujero en el pecho era bastante fatal. Pero este era un mundo misterioso con cosas como la magia y el Don. No sería tan extraño que un Sabio hubiera sobrevivido a un encuentro así. Hanakawa supuso que incluso él podría haber salido adelante con su Magia Curativa.

“Su poder está realmente en la cima, incluso entre los Sabios”, dijo Alice, “aunque es un poco molesto admitirlo. Dicho esto, dentro de mi propio mundo, ¡no podría detenerme!”

“Sin embargo, si aún estuviera vivo, sería muy incapaz de encontrarme con él. En el momento en que nos encontráramos, estoy seguro de que me mataría…”

Hanakawa había reclamado neutralidad, pero dudaba que Yoshifumi le dejara escapar con eso. Más bien, estaba absolutamente seguro de que Yoshifumi lo mataría inmediatamente.

“No te preocupes, hablaré con él por ti”.

“Me cuesta creer que eso vaya a suponer una diferencia…” Hanakawa sólo quería ir a casa, pero en este momento no tenía un lugar que calificara. “De todos modos, puedo llevarte hasta la capital, pero después tendré que pedirte que sigas sola y mantengas mi participación en secreto”.

“¿De verdad? No tienes ninguna ambición, ¿eh?”

“¡Mi vida es lo más importante! ¡No tengo ningún interés en apostar por la misericordia de Sir Yoshifumi!”

“Bueno, entonces no te preocupes por Yoshifumi. Puedes venir conmigo después. Te daré la bienvenida a mis filas”.

“Ah, ja, ja… lo consideraré…”

Hanakawa fue interrumpido por el sonido de un rayo. Desconcertado por la idea de que un relámpago viniera de un cielo azul claro, miró hacia arriba sólo para descubrir que el cielo no era azul en absoluto. Se había vuelto de un rojo oscuro, como si se hubiera empapado de sangre.

“¡¿Qué está pasando?!”

“¿Cómo voy a saberlo?”

De vez en cuando, un relámpago negro se arqueaba en lo alto. Parecía estar golpeando lejos por ahora, pero eso no era un alivio.

“De todos modos, ¡continuemos hacia la capital!” Hanakawa no estaba seguro de si era mejor estar dentro durante una tormenta eléctrica, pero no era lo suficientemente valiente como para quedarse en un campo abierto. Por suerte, ya estaban bastante cerca de la ciudad.

Mientras se acercaban a toda prisa, sintió que algo iba mal. Los grandes y robustos muros de la ciudad eran suficientes para dar una sensación de seguridad absoluta a los que estaban dentro. Antes había visto esos muros destrozados y pisoteados por un enorme monstruo, y sin embargo, ahora se alzaban orgullosos ante él.

Todavía totalmente confundidos, atravesaron la puerta y entraron en la ciudad. El paisaje urbano parecía perfectamente normal. Las calles estaban abarrotadas de gente y las tiendas estaban llenas de gente.

“¡Este debe ser el poder de la señorita Luna!” Hanakawa recordó la habilidad de Luna. Era capaz de borrar y reconstruir partes de la ciudad a su antojo, así que tal vez devolverla a su estado actual le resultaba igualmente fácil.

“Sólo tenemos que ir a ese castillo, ¿verdad?”, preguntó Alice.

Aunque Yoshifumi hubiera sobrevivido al encuentro en el Bosque de los Elfos, Hanakawa no tenía ni idea de dónde encontrarlo, pero aquel parecía el mejor lugar para empezar.

“Eso parece ser…” Cuando Hanakawa empezó a asentir, se congeló. Todo a su alrededor había cambiado. “¿Eh?”

Ahora todo brillaba en dorado. El suelo, el techo, todas las paredes, e incluso los pilares de apoyo eran de oro. Frente a él había un trono de oro sobre el que se sentaba un hombre con ropas doradas. A los pies del trono, Luna y Abby se inclinaban hacia el suelo.

“Hola, Hanakawa. Ha pasado mucho tiempo”.

“¡Gyaaaaaah!” Hanakawa dio un extraño grito.

Descansando despreocupadamente en el trono dorado con brillantes ropas doradas estaba nada menos que Yoshifumi.