Toradora! (NL)

Volumen 6

Capitulo 6: IDIOTA

Parte 3

 

 

“¡Kanou-senpai!”

El corredor y las escaleras estaban inundados de estudiantes que regresaban a sus clases, pero incluso así, Ryuuji corrió tras de cierta chica de la mejor forma que pudo, alcanzando el piso más alto de la escuela al que normalmente nunca iría; el corredor de los salones del tercer grado.

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Una vez que escuchó la voz de Ryuuji, Sumire, quien estaba a punto de entrar a su salón, volteó. Viendo a Ryuuji, alzó la mano en señal de saludo.

“¡¿Qué está pasando?! Kanou, ¡¿acaso es otra confesión?!” “Cállate y entra a clase, pronto estaré de vuelta”

Con su sonrisa usual, Sumire evadía las burlas de sus compañeros mientras caminaba hacia Ryuuji, pero le impidió hablar al decirle:

“Este es un lugar muy ruidoso, sígueme”

Ryuuji la siguió a las escaleras que conducían hacia la azotea. A pesar de que los ruidos del corredor de tercer grado aún podían ser escuchados, ambos podían escucharse de forma más clara que en el corredor.

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“¿Y? Takasu, ¿hay algo que quieres decir?” “¿Por qué no le diste una respuesta definitiva?”

Ryuuji miraba directamente a Sumire de una forma irrazonable, pero a pesar de ello, ella permanecía firme con una sorprendente actitud casual, escuchando a Ryuuji hablar. A pesar de que la mirada de Ryuuji no tenía el efecto deseado en ella, aún así la encaró.

“¿Por qué intentas escapar? ¿Acaso no le dijiste justo ayer a Kitamura que avanzara?

¿Acaso no fue la senpai la que dijo esas palabras? ¿Por qué expones tan nobles verdades si tú misma intentas escapar de esas ideas como si éstas no se aplicaran en ti?”

Nadie puede forzarlos a amarse, no hay remedio si a ella en verdad no le gusta. Pero ese no era el problema. Ryuuji era incapaz de perdonar a Sumire por evadir con destreza al chico que le había confesado su amor enfrente de toda la escuela, saliéndose de la zona de disturbio y observando desde la banca cómo ese chico se derrumbaba.

Empujando al frente a Kitamura más que nadie, diciéndole que avanzara y dándole el coraje que necesitaba. ¿Acaso no fueron esas las acciones de Sumire?

“Yo solamente le dije que compitiera en las elecciones, no que se confesara. ¿Acaso no lo escuchaste también?”





“Diciendo tal clase de cosas… ¿Acaso pretendes seguir huyendo?”

“¿Qué hay de malo en huir? La gente que es franca es querida, eso es un hecho. Pero la persona que solo sabe avanzar al frente únicamente puede ser descrita como torpe, lo mejor que Kitamura puede aprender es a ser un poco más ingenioso para adaptarse rápidamente a las situaciones. Y tú también deberías”

“Ser más ingenioso… ¿eso dices? ¡¿Justo como tú?! ¿Cierto?”

Ryuuji apretó fuertemente los dientes, pero Sumire simplemente le sonrió.

“Sí, justo como yo. Ingeniosa, habilidosa y capaz de huir cuando la situación lo amerita. Es correcto, aprende más de esto como tu meta… Esta es la diferencia…”

Sumire apuntó a su cabeza de forma juguetona, su rostro preciosamente esculpido aún vestía su usual sonrisa. Ryuuji era incapaz de responderle y mucho menos de rebatirle. No era debido a que Sumire estuviera diciendo la verdad, sino que Ryuuji no tuvo el tiempo suficiente para pensar su respuesta de forma calmada. Pero él no se rendiría. Y a pesar de que no quería hacerlo, era incapaz de hacer algo frente a la fría y calculadora sonrisa de Sumire

¡No todos son como tú!


¿Acaso no deseas obtener todo también?

Mirando al cielo, tragando las lágrimas que derramas, avanzando con todo tu corazón incluso a pesar de que las únicas cosas inmutables en este mundo son las estrellas. La persona que pronto entrará a un cohete que le ha concedido el cielo y que viajará al espacio obviamente no entendería el dolor y la frustración de la gente común.

Pero Ryuuji no podía decirlo. Todo lo que le había ocurrido a Ryuuji y a sus amigos, Taiga y Kitamura, todo lo que les había pasado estaba atorado ahora en su garganta. Si tan sólo tuviera el coraje y el poder para escupirlo. Ryuuji no quería admitir la derrota del todo, pero parecía un animal enjaulado que sólo podía enseñar sus colmillos al aire.

Al mirarlo, las expresiones faciales de Sumire se suavizaron.

“Takasu Ryuuji, eres un buen amigo. Me hubiera gustado conocerte un poco mejor, pero desafortunadamente ya no queda tiempo. Continúa siendo el mejor amigo de Kitamura y prevenlo de que sea utilizado por „víboras‟ ingeniosas como yo… Es todo lo que tengo que decir. Adiós”

Y así fue.

Sumire tranquilamente emitía una apariencia que aludía a su aparentemente iluminado ser, volteándose para alejarse mientras ignoraba la mirada de Ryuuji. Él, por un momento no notó  que  estaba  siendo  abandonado  mientras  miraba  boquiabierto  esa  figura  en movimiento.

No…

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Subconscientemente y sin saber que decir, Ryuuji ya se había involucrado con Sumire.

¿Cómo puede decir adiós? ¡No te dejaré escapar entre tu fachada de sorprendentes frases y palabras! Ryuuji pensaba que Sumire había hecho todo acorde a su propio plan, pero al final lo había abandonado y se había ido a construir otra historia donde ella sería el centro de un nuevo mundo. ¿Entonces que pasaría con los sentimientos de los „pedestres‟ del viejo mundo? ¿Acaso pensaba que mientras ella se rehusara a verlo y lo olvidara, sería capaz de cortar toda conexión con ese antiguo mundo?

¡No te dejaré hacer eso!

“¡…!”

Mientras Ryuuji se concentraba en perseguir la figura que estaba dirigiéndose a su salón, su estómago repentinamente hizo contacto con algo cálido. Volteando abajo, vio un desorden de cabellos castaños y de cabellos rizados. Esa chica había corrido tras de Ryuuji y estaba intentando empujarlo en la dirección contraria.

“¡Tai…Taiga…!”

Poco a poco, ella lo empujó de vuelta a las escaleras, y después lo empujó hacia la pared con ambas manos. Taiga alzó la mirada, sujetando el cuerpo de Ryuuji contra la pared con sus manos, parada ahí con las piernas separadas. Ryuuji quería alejar esos brazos innaturalmente fuertes de su cuerpo, pero sus manos eran apartadas. Ambos permanecieron silenciosamente en esa posición.

“¡Taiga! ¡Por qué me detienes! Estoy haciendo esto por Kitamura…”

“Kitamura-kun está llorando. Ve y permanece a su lado. Ryuuji, te lo ruego, ve con él” “Tai…”

Taiga alzó la cara, Ryuuji pensó que ella estaría llorando ya que su largo amor hacia Kitamura debía estar hecho pedazos. Taiga, quien había presenciado la confesión, debería ser la persona que llorara, ¿cierto?

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“No puedo, no puedo estar a su lado”

Pero los ojos de Taiga, en esas orbitas que miraban a Ryuuji, no había rastros de lágrimas en ellos, ni ninguna línea plateada y ondulante. El par de ojos que habían comprendido todo, ahora miraban sin parpadear a Ryuuji.

“¿Estás bien? ¿En verdad está bien que las cosas terminen así?”

“Estoy bien, no te preocupes”

Una pequeña sonrisa se dibujó sobre los ligeramente secos labios de Taiga. Entonces, ella se quitó la bufanda de Ryuuji de su cuello y se puso de puntitas para ponerla de nuevo en la de su verdadero dueño, justo como lo había hecho la noche anterior. La bufanda estaba nuevamente enredada en el cuello de Ryuuji, y entonces un feo nudo fue atado justo bajo su barbilla, seguido de una palmadita.

“Estoy bien. Rápido, ve con Kitamura-kun. Corre y no voltees” “¿Y qué hay de ti? ¡¿Qué es lo que piensas hacer tú sola?!”

“Estoy bien sola, pronto estaré contigo. Así que ve, te lo estoy rogando”

Las heladas manos de Taiga repentinamente tomaron las de Ryuuji, haciéndolo dar una vuelta, como si estuvieran interpretando el baile en la fogata de aquella noche del festival cultural que nunca pasó.

“Ve”

Ryuuji se percató del considerable bulto que había en la espalda de Taiga, pero antes de que pudiera confirmar su identidad, Taiga ya lo había empujado para que avanzara.

“¡Y no voltees!”

A pesar de que Ryuuji dudó por un instante, comenzó a correr directo hacia su mejor amigo, quien había sido completamente aniquilado en su batalla y estaba llorando a carne viva.

Taiga cerró los ojos mirando la figura de Ryuuji que se alejaba.


Me gusta Kitamura y aún me gustó incluso después de haber pasado la fase de encaprichamiento, la fase donde supe demasiado sobre él y de su confusión interna que nadie más pudo ver. Incluso si a él le gusta otra chica, mis sentimientos no cambiarán.

Kitamura es la persona que tomó mis vacías manos después de que me tope y comprendí por fin la ley del universo que estipula ‘uno nunca obtiene la única cosa que en verdad desea’. Él me llamó con una voz cálida que se filtró completamente dentro de mi alma, me eligió y me dijo ‘quiero estar contigo’.

Nunca seré capaz de expresar mi gratitud lo suficiente a esa amable persona. Taiga abrió lentamente sus ojos en ese corredor vacío. Los estudiantes ya se habían ido a sus clases, contándose ruidosamente sus „votos decisivos‟ en la ausencia de los profesores.

Ella deseaba poder ser como Kitamura, pero no podía, era incapaz de estar a su lado. La persona que debía estar con él no era ella. A quién él quería no era ella. Al saber esto, Taiga era incapaz de estar con él. Ella tenía miedo de ser herida, así que era incapaz de continuar a su lado para enfrentar la fría y dura realidad. Esta era la debilidad de Taiga.

Pero no importaba que débil fuera, ella aún deseaba hacer lo que pudiera, por cómo la había tratado Kitamura. Incluso si ella no fuera capaz de sujetarlo con sus frías manos, incluso si la distancia entre ellos era más larga que la que imaginaba…

Hasta el momento, las únicas cosas que Taiga le había dado a Kitamura habían sido unos miserables intentos de huevos fritos y el raro peluche del centro de bateo de beisbol.

Pero ahora…

La mano derecha de Taiga se movió lentamente hacia su nuca, sujetando el mango del peligroso objeto que había escondido en la parte posterior de su uniforme, sacando la espada de madera que Ryuuji no había tenido tiempo de identificar. ¿Acaso es algo que no debo hacer? Probablemente era algo que no debía, pero Taiga no tenía idea.

Ella sólo sabía que no podía detenerse. Ya era incapaz de detenerse.

La furia que estaba cerca del punto de ebullición había ahogado cada pequeño pedazo de su debilidad, convirtiéndose en alimento para su rabia que crecía cada vez más. Ella tuvo un sabor metálico dentro de sus mejillas, su furiosa respiración hacia que su nariz se expandiera y contrajera de forma poco natural. A pesar de que sentía un pesado dolor entre sus pestañas, Taiga era incapaz de detenerse. Incluso ella misma era incapaz de hacer algo respecto a la desbocada furia que le recorría las venas. Su enojo no desaparecería hasta que hubiera destrozado a aquella imperdonable mujer. ¡Vayamos antes de que está furia se disipe! Taiga le ordenó a sus piernas que aceleraran. No tropiecen, llévenme con esa mujer.

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Parada frente a la puerta del salón, Taiga la jaló para abrirla con la fuerza suficiente como para romper un hueso. ¡Bang! Un ruido impactante resonó de la puerta, los estudiantes mayores miraron sorprendidos a Taiga.

“¡¡¡KANOU…SUMIRE!!!” Su grito de guerra contenía trazos de ansias de sangre. “¡¿La tigre de bolsillo?!” “¡¿Qué vino a hacer aquí?!” Taiga le gritó a esos ruidosos: “¡¡¡Vine aquí a hacer pedazos a alguien!!! Kanou Sumire, ¡¡¡muéstrate!!!”

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Un golpe de la espada de madera hizo voltear una banca cercana, invocando un grito de angustia de varios estudiantes quienes rápidamente huyeron de ella, dejando un espacio vacio a su alrededor. Taiga no iba a detenerse hasta que esa persona apareciera.

“Que irritante…otra más. Otra idiota acaba de aparecer”

“¡Voy a matarte! ¡Lastimaste a mi amigo! ¡Mujer maquiavélica! ¡Nunca te… perdonaré!”

Esa mujer caminó de forma casual al espacio creado por Taiga, quien agitó la espada de madera con fuerza, dando a entender a los otros estudiantes que mataría al que interfiriera, apuntando con el filo de la espada a la nariz de Sumire.

“Nunca te dejaré escapar de este problema. Incluso si huyes, te perseguiré hasta el fin de la Tierra”

“No te preocupes, ¿quién dijo algo de huir? Muy bien, jugaré un poco…”

“¡…Espada de bambú!” dijo Sumire, y una chica de tercero inmediatamente preparó una espada de bambú para kendo que estaba guardada en su mochila, lanzándosela. Sumire atrapó la espada con una mano, desatando habilidosamente la funda que cubría la espada.


“Huir es una forma de sabiduría. Creo que es correcto huir cuando la situación lo amerita. Nadie puede detenerme si en verdad quiero huir. Pero hoy te daré un trato especial, así que permíteme ser tu oponente. Aisaka Taiga… Permíteme corregir tu estupidez. Justo ahora me estaba sintiendo enfadada por la enorme cantidad de idiotas que existen en este mundo. Has llegado en el momento preciso”

“¡Tsk!”

¡No tengo necesidad de mostrar misericordia a la mujer que desprecio! Taiga lanzó el filo de su espada de madera a la cara de Sumire, quien saltó hacia atrás, haciendo contacto visual con Taiga.

“Disculpa pero… no sólo soy lista y bonita, también soy bastante atlética. Además soy cinta negra tanto en Kendo como en Aikido”

“Qué bien…” – dijo Taiga mientras sonreía – “…estaba preocupada de que esto terminara en un instante. Parece que voy a poder disfrutarlo”

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