SSS Class Suicide Hunter

Volumen 1

Capítulo 35: Mi Muerte Es (Parte 2)

 

 

“¿Santo de la Espada?”, preguntó la Paladín, frunciendo el ceño. “¿Qué estás haciendo aquí?”.

Probablemente ella no esperaba encontrarse con él en ese pequeño callejón. La combinación de persona y lugar era sorprendente. No parecía una coincidencia.

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“Parece que esta joven tiene problemas de audición”. El anciano exudaba sed de sangre hacia mí. “Estoy seguro que os dije que os quitarais. Tengo asuntos con ese tipo de ahí”.

“¿Dices que quieres hablar a solas con el cazador Kim Gong-Ja?”.

“Hm. No me importa su nombre”.

“…”.

La atmósfera en el callejón cambió sutilmente.

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La Paladín dejó de fruncir el ceño. Miraba al Santo de la Espada sin expresión alguna. Estaba claro que estaba en guardia.

“Quítate”, dijo el Santo de la Espada. “Es la tercera vez que te digo que te quites”.

“Lo que no tiene sentido dicho tres veces seguirá sin tenerlo aunque se diga treinta. Santo de la Espada, ¿se te ha ido la cabeza por la edad?”, respondió la Paladín, desenvainando su espada. “El cazador Kim Gong-Ja ya se ha unido a los cinco grandes gremios, incluida la Milicia Civil. No sé qué estás pensando, pero… no creas que la Milicia Civil se va a quedar quieta”.

“¡Ja!”, resopló el Santo de la Espada. “Lo sabía. Todos los gremios están trabajando juntos. Lo sabía”.

“… ¿Trabajando juntos? No sé de qué hablas”. La atmósfera se hacía cada vez más tensa conforme pasaba el tiempo. “Santo de la Espada, sé que hay varios informes sobre tu caza de humanos. Por supuesto, si es algo acorde a tu moral, no tengo mucho que decir, pero, si intentas hacerlo justo frente a mis narices, la cosa cambia”.

“¿Cambia?”.

“Te detendré aunque me cueste la vida”.

“¿Crees que eres capaz de hacer eso?”.

“No”. La Paladín miró inexpresivamente al Santo de la Espada. “Lucharé con todas mis fuerzas y luego moriré. Y, en el momento en el que muera, serás alguien que ha matado a un cazador inocente. Santo de la Espada, si planeas vivir el resto de tu vida como un asesino, adelante”.

“…”.

“Esa vida a la que ya no le queda demasiado, claro. Vamos, te lo enseñaré”.

El rostro arrugado por la edad del Santo de la Espada se contorsionó.

Ya era el ocaso del día. El sol se puso rápidamente en el callejón. Podía percibir a la gente caminando aquí y allá a lo largo de la callejuela, pero no había nadie allí excepto nosotros. Todo estaba callado.

‘Seh’. Había traído aquí a la Paladín para crear ese tipo de silencio. ‘El Santo de la Espada es débil contra gente inocente’. Y la Paladín era, probablemente, la única persona inocente en los grandes gremios.

Cuando el Santo de la Espada intentó matarme en la regresión anterior, la Paladín se puso entre él y yo.

-Señorita Paladín, eres la única persona aquí que no le ha hecho daño a nadie. Está bien. Confiaré en ti.

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Eso fue lo que dijo. Y eso quería decir que…

‘El recuento de asesinatos de la Paladín es [0]’.

A pesar de que la brújula moral del Santo de la Espada era violenta… no, precisamente porque tenía esos estándares, la Paladín parecería una persona aún mejor.

‘El Santo de la Espada jamás será capaz de hacerle daño a la Paladín’.

Para los malvados, él era un asesino, pero, para la gente buena, era un anciano inofensivo. Y…

‘No solo la Paladín’.

Alguien más se puso junto a nosotros. Se trataba de la farmacéutica. Abrumada por la aparición del Santo de la Espada y la Paladín, estaba dudando, pero finalmente extendió sus brazos.

“P-perdone”, dijo. Hasta su barbilla temblaba, probablemente por lo nerviosa que estaba. Se mordió los labios varias veces antes de reunir el valor para hablar. “No sé de qué se trata… pero este c-cliente… ¡es mi salvador!”. La futura Señora de la Alquimia habló con toda la fiereza que pudo. “No es que Babilonia tenga leyes como las del mundo exterior, pero… proteger a un cliente es o-obvio… y, ¡aunque seas el Santo de la Espada, no te perdonaré si le pones la mano encima a un cliente aquí!”.

“…”.

“¡Hace solo unos días un grupo de gángsters causó un alboroto aquí y yo estaba en un lío! Lo siento, pero, ¡por favor, váyase ahora!”, gritó la farmacéutica. Si luchara contra el Santo de la Espada, ella moriría en un segundo… pero, aún así, él era débil contra ella.

Y por la misma razón.

‘La Santa. La Paladín. La Señora del Castillo de la Alquimia’.

Esas tres cazadores eran famosas por su amabilidad.

‘Hasta esa vez que el Emperador de las Llamas estaba en los barrios bajos, la Señora del Castillo de la Alquimia fue la que llegó primero’.

Gente amable.

Siempre salían perdiendo, y recibían más estrés que otras personas. Sin embargo, las únicas que podían detener al Santo de la Espada eran… personas amables como ellas.

“¿Qué vas a hacer?”, preguntó la Paladín. “Si quieres armar alboroto, adelante”.

“…”.

El Santo de la Espada dudó. Si yo estaba en lo cierto, el desenlace ya se había decidido.

Y yo estaba en lo cierto.

No mucho después, el anciano espadachín retiró su hoja.

“… Hoy no es el día”.

El Santo de la Espada retiró su aura asesina.

Incluso mientras se marchaba, seguía mirándome.

“Espero que no nos volvamos a encontrar. Si no fuese por vosotras, su cabeza estaría rodando por el suelo”.

Bien. Segunda fase, completada.

Con eso, el Santo de la Espada no volvería a atacarme. Incluso si se decidiera a quitarme la vida, siempre tendría la oportunidad de hablar primero.

“¡Santo de la Espada!”, grité antes de que el anciano se volviera por completo. “¡Estaré esperando en el campo vacío mañana por la mañana!”.

“…”.

“Puedes venir si quieres. Estaré esperando. ¡De verdad! Si quieres saber qué tipo de ser humano soy, ¡ven mañana por la mañana!”.

El viejo esgrimista giró la cabeza para mirarme. Vi cómo examinaba mi cara con sus ojos azules. Pero eso fue todo. Sin dar ninguna respuesta en concreto, salió del callejón.

Una vez sus pesados pasos dejaron de oírse, la Paladín suspiró.

“¡Uf! Eso ha estado cerca. Mira que encontrarnos a un asesino esta noche…”.

Asesino.

“¿El Santo de la Espada tiene fama de asesino?”.

“No, no tiene esa fama. Pero los cinco maestros de gremio lo sabemos bien”, respondió ella sacudiendo la cabeza. “Escuché que perdió a su hija a manos de un asesino fuera de la Torre”.

“…”.

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“Debido a eso, el Santo de la Espada no deja que ningún asesino se escape. Es ridículamente fuerte. Bueno, tampoco teníamos pruebas, así que solo estábamos vigilándolo… mmm. Ah, y eso es, obviamente, un secreto”.

Bae Hu-Ryeong se colocó frente a mí.

-Sí, el viejo Marcus me lo dijo una vez. Un asesino en serie mató a su hija y su yerno. Su nieta sobrevivió por los pelos.

‘¿Por qué me dices eso ahora?’.

-¿Uh? ¿De qué hablas? Nunca preguntaste nada al respecto -contestó sin ninguna vergüenza Bae Hu-Ryeong.

Seh, él siempre era así.

“Bueno, tampoco es que no entienda al Santo de la Espada”, afirmó la Paladín mientras miraba a su alrededor con amargura. En el vacío callejón, el crepúsculo dibujaba sombras en los edificios. “Trabajando en la Milicia Civil, a menudo te encuentras con asesinos. A veces tienes la sensación de que estaría justificado que los eliminaras. Incluso yo me siento tentada”, murmuró la Paladín. “Todos los maestros de gremio tienen una historia detrás. Kim Gong-Ja, ahora que estás con nosotros, pronto empezarás a ver pequeñas cosas desagradables de nosotros. ¿Cómo reaccionarás? Mmm…”

Ella sacudió la cabeza. Quizás fue porque pensó que estaba revelándole demasiadas cosas a alguien de fuera de su círculo.

“Nos hemos ido del tema”, habló entonces, con un tono mucho más alegre. “Entonces, ¿cuánto valen las pociones aquí? La Milicia Civil no cuenta con demasiados fondos, así que puede ser un poco complicado si son muy caras, pero…”.

***

 

 

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Al día siguiente, comprobé mi teléfono mientras estaba a solas en el campo vacío.

Realmente no había ni un alma allí. Era algo evidente, los cazadores de Babilonia estaban reunidos en la plaza, disfrutando del festival.

Fue similar a la regresión anterior.

‘Pero hay algo distinto’.

Miré las noticias que aparecían en mi teléfono.

 

  • [Última hora] ¿Los gremios van a atacar el piso 11? Dragón Negro está reuniendo a todos sus miembros.
  • Los gremios están creando equipos para despejar…
  • ¡Entrevista con el Inquisidor Herético! “Tienes que formar parte de un equipo en el piso 11”.
  • La fuente de la información es un misterio…

 

Era cierto. El mundo había cambiado un poco.

Debido a mí.

“…”.

E iba a cambiar de nuevo.

“Hmm…”.

El Santo de la Espada se acercó, caminando desde el otro lado. El cielo que había detrás de él era increíblemente azul. Gritos del gentío llegaban desde la ciudad.

 

[00:01:31]

 

El reloj de luz flotaba en el aire.

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Cielo azul, voces y un reloj de luz.

El Santo de la Espada caminaba hacia mí con todo eso a sus espaldas.

“De verdad estás solo”, dijo él, deteniéndose. “¿Tienes confianza en tu habilidad de defenderte contra mí por ti mismo? Bueno, imagino que, si eres un asesino que hizo todo eso, tendrás bastante confianza”.

Sus ojos, que me miraban, daban una sensación completamente nueva. Era absolutamente distinto de la vez anterior.

Era porque en su vida anterior había habido reconocimiento y respeto.

Pero, en ese instante, no había nada de todo eso.

Enemistad. Hostilidad.

Era como mirar a un asesino.

-¿Zombie?

‘…’.

-¿Estás bien?

Asentí para mí mismo.

‘Estoy bien’.

Solo un poco herido.

“Santo de la Espada”, empecé, ordenando mis pensamientos. “Tengo algo que decirte”.

“Adelante. Si es lo que quieres hacer, te escucharé”.

“Sé por qué te estás comportando así”.

El Santo de la Espada levantó una de las comisuras de sus labios.

“Ya veo. Sabes el pecado que cometiste”.

“Es por una habilidad que tienes”.

“…”.

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La expresión del Santo de la Espada se endureció.

“¿Cómo lo…?”.

“Por favor, tienes que creer lo que te voy a decir”.

Pensé en lo complicado que era ganarte la confianza de alguien mientras decía eso.

Todo el mundo tenía su propia ración de cabezonería. Para el Santo de la Espada, era su habilidad [Perspicacia de Detective], la que mostraba el recuento de asesinatos de alguien. La forma en la que él se relacionaría con alguien estaría determinada por lo que esa habilidad dijera.

Esa era la razón por la que esa era su cabezonería. Y vivía acorde a ella.

Si se deshiciera de ella, sería como abandonar su estilo de vida.

‘Y tengo que convencer a alguien así’. Y conseguir que confiara en mí. Necesitaba forzarlo a ignorar el estilo de vida que había llevado hasta ese momento.

Pensando en ello, me di cuenta de lo difícil que sería.

‘Pero… puedo hacerlo’.

Apreté el puño.

‘También puedo, simplemente, jugarme la vida’.

Abrí la boca.

“Don Santo de la Espada, soy un profeta”.

“¿Qué?”.

“Tengo una habilidad que es similar a profetizar cosas. Así es como supe que tenías esa habilidad. Si todo sigue así, me matarás y yo moriré preguntándome por qué tenías que matarme”.

“…”.

“Entonces, me dirás que tienes una habilidad llamada [Perspicacia de Detective], y que el número [4093] está sobre mi cabeza”.

Era una pequeña mentira, pero necesitaba convencerlo aunque eso implicara mentir.

 

[00:00:00]

 

El reloj del cielo llegó a cero. Pude escuchar gritos de ánimo y las explosiones de los fuegos artificiales.

Mientras tanto, el anciano y yo nos miramos el uno al otro.

Y, tras un silencio, el Santo de la Espada habló.

“… Adivina”.

“¿Qué?”.

“Tengo la mano izquierda detrás de mi espalda, y tengo algunos dedos levantados. Dime cuántos”.

Okay. Así que esa era la manera que se le ocurrió de comprobarlo.

Esperaba algo así.

“Si no puedes adivinarlo, sabré que estabas min…”.

El Santo de la Espada estaba, probablemente, preparándose para atacar, pero no se esperaba lo que sucedió.

Antes de que él pudiera hablar, saqué una daga y, sin ninguna duda, corté mi propio cuello.

“¡¿Qué?!”.

Los ojos del Santo de la Espada se abrieron.

Él había pasado toda su vida atacando a otros. Nunca se habría imaginado que yo me cortaría el cuello. Gracias a eso, fue un segundo demasiado lento para reaccionar, y, en ese tiempo, me suicidé.

Y…

 

[Has muerto]
| Volviendo a 24 horas antes.

 

Un segundo era suficiente para mí.

Empecé mi día de nuevo una vez más.

Bajé desde el décimo piso y me encontré con los miembros de los grandes gremios. La Paladín y yo caminamos hasta el callejón y nos encontramos con el Santo de la Espada.

 

[00:00:00]

 

Y el tiempo volvió a llegar a ese momento.

“… Adivina”.

Era la misma prueba que en mi regresión anterior.

Pero mi reacción no fue la misma. En su lugar, hablé como si lo estuviera esperando.

“Estás intentando esconder tu mano izquierda detrás de tu espalda”.

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“…”.

“Vas a preguntarme cuántos dedos estás levantando. Sería fácil matarme, pero no puedes superar el piso 12 así. Muchísima gente perderá la vida”.

“… Espera”, dijo el Santo de la Espada. “Eso no basta. Podrías tener otra habilidad…”.

Muy bien.

Una vez no era suficiente.

Me esperaba algo así.

 

[Has muerto]
| Volviendo a 24 horas antes.

 

Ya sabía que no iba a ser fácil convencer a alguien.

“Eso no basta. Podrías…”

“Estás pensando que podría ser otra habilidad, como clarividencia o algo así”.

Pero no pasaba nada.

Si quería ponerme a prueba, podía seguir haciéndolo.

 

[Has muerto]
| Volviendo a 24 horas antes.

 

Podía seguir haciéndolo todo lo que quisiera.

 

[Has muerto]
| Volviendo a 24 horas antes.

 

No importaba si me llevaba una semana o un mes.

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[Has muerto]
| Volviendo a 24 horas antes.

 

Tenía total confianza en que podría convencerlo. ‘Mi muerte es más larga que tu vida’.

“…”.

Y, finalmente, el Santo de la Espada cerró la boca.

Todas sus sospechas habían sido respondidas.

“Don Santo de la Espada, por favor, confíe en mí”.

“…”.

“No puedes matarme aquí. Incontables personas inocentes morirán en el piso 12 si lo haces. De verdad. No estoy diciendo que yo sea inocente, y no te estoy diciendo que me perdones para siempre”.

“¿Entonces?”.

“Cinco días”, dije, levantando la mano con los dedos extendidos. “Por favor, no me mates en los próximos días. Si me sigues, puedes juzgar con tus propios ojos si merezco morir”.

El Santo de la Espada permanecía en silencio.

Sabía que estaba dudando.

Hacía falta asestar un último golpe. Y sabía cuál sería.

“Todavía no me crees”.

“…”.

“Me dirás algo en el futuro. Sabrás que soy un auténtico profeta cuando te lo diga”.

“… ¿De qué se trata?”.

Y yo contesté.

“Emperador de la Espada”. Los ojos del viejo espadachín se abrieron de golpe. Yo lo ignoré y seguí hablando. “No sé quién es, pero tú dijiste que me creerías si te decía eso”.

“…”.

Todo quedó en silencio.

Los cánticos aún llegaban desde la ciudad. Incluso podía ver la imagen de la diosa descendiendo.

Y, cuando la diosa empezó a desvanecerse lentamente, el viejo Santo de la Espada habló.

“Cinco días, joven”.

“Sí”.

“Muy bien”. El Santo de la Espada me miró a los ojos. “Te voy a seguir durante cinco días. Observaré todo lo que digas y hagas en ese tiempo sin perderme nada. Y, después, decidiré si eres un profeta o no”.

“…”.

“¿Te parece bien?”.

Mucho.

“… Sí. Está bien. Eso es suficiente”, contesté inclinando la cabeza. “Gracias, de verdad”.

Todas las condiciones se habían cumplido.

Primero, la promesa de los maestros de gremio.

Segundo, evitar que el Santo de la Espada me matara de inmediato.

Tercero, conseguir que el Santo de la Espada confiara en mí por un tiempo.

‘Finalmente’.

Y, por fin, aunque trepáramos hasta el piso 12, el Santo de la Espada y los maestros de gremio no chocarían entre sí. Tampoco sería necesario que los cazadores inocentes tuvieran que morir.

“Entonces, Santo de la Espada, te veré en el siguiente escenario”.

Apenas me las apañé para hablar a través de mi tensa garganta.

El Santo de la Espada me miraba con extrañeza, pero, en ese momento, no me importó. Tenía que hacer lo que tenía que hacer.

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“Transmitir”.

Luz blanca me rodeó. Sintiendo que mi corazón se aceleraba, pensé para mí mismo: ‘Ahora todo lo que queda es cazar al Rey Demonio’.

El mundo había cambiado.

‘Espérame, Rey Demonio’.

E iba a cambiar un poco más.

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