SSS Class Suicide Hunter

Volumen 1

Capítulo 31: Espada Roja (Parte 1)

 

 

En cuanto dejé el palacio, los demás cazadores empezaron a ser invocados.

“Wow. ¿Dónde estamos?”.


“Menos mal que no es un puerto caótico”.

Los cazadores estaban mirando el entorno como si fueran turistas.

“Uh, ¿eso es lluvia sagrada? El color es…”.

“¡Poneos bajo el tejado! ¡Rápido!”.

“Hey, dice que, como recompensa, elija mi rol”.

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“¿Rol? ¿De qué va eso?”.

Los cazadores no entendían la situación, probablemente porque habían llegado mucho después que nosotros.

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‘Incluso los cazadores de rango más alto sospecharon unos de otros y combatieron entre sí’.

Tres personas habían muerto por culpa de esas dudas. No podía ni imaginar lo malo que podría ser para los demás cazadores. Aunque tampoco es que pudiera esperar demasiado de los que en ese momento llegaban al escenario.

‘No hay tiempo para perderlo convenciendo al resto de personas’.

Porque el ejército del Rey Demonio, incluso en ese mismo instante, seguía avanzando hacia nosotros.

‘¡Primero tenemos que detener el ataque usando a los NPCs!’.

Ignoré al resto de cazadores y corrí hacia la calle. Allí estaba incluso más abarrotado de gente, pero, afortunadamente, tenía mi minimapa. Gracias a eso pude tomar el camino más directo hacia los muros de la ciudad.

“Kim Gong-Ja”.

Alguien apareció junto a mi en cuanto salí de los terrenos de palacio.

“¿Bruja?”.

“Prefiero que me llames maestra de Dragón Negro. No me gusta demasiado mi apodo”.

La Bruja. La cazadora rango 2 y yo corríamos juntos. ¿Estaba usando Aura en sus pies? Corría por las calles como si se deslizara por ellas.

“¿Por qué has venido de repente?”.

“Es mi habilidad. Puedo teletransportarse a cualquier lugar que pueda ver”.

Era una habilidad jodidamente rota.

-Hey, Zombie, ¡deberías dejar que te matara al menos una vez! ¡El Teletransporte es increíble! No puedo opinar sobre ninguno de los otros, pero, si es a sus manos, lo reconozco… ¡deberías morir cuanto antes!

Ignoré a Bae Hu-Ryeong y me dirigí a la cazadora.

“¿Entonces por qué has venido aquí y no directamente a los muros de la ciudad?”.

“He venido a por ti, obviamente”, respondió sin expresión. Aunque estábamos corriendo a toda velocidad, no parecía cansada en absoluto. “Lo vi en el piso 11. Tienes una espada que funciona con los NPCs, ¿verdad? No sé qué tipo de espada es, pero puede subirles la moral. Lo que necesitan ahora mismo no es a mí, sino a ti”. Me miró directamente y ordenó: “Acéptalo”.

“¿El qué?”.

“Acepta que te teletransporte. Si no, no puedo llevarte. Ese es el límite de mi habilidad”.

Estaba un poco sorprendido, la verdad.

“Espera un momento. Teletransporte tiene que ser una habilidad de clase S, como mínimo. ¿Te parece bien revelar sus límites tan fácilmente? ¿No es tu arma secreta?”.

“Qué gracioso”, respondió mientras se limpiaba las gotas de lluvia roja de la cara. Sobre nosotros, fuera agua o sangre, seguía diluviando. Su cabello se pegaba a su frente debido a eso. Sus ojos negros, en cambio, estaban fijos en mí. “Como dijiste, soy la canciller de este imperio. ¿No es normal para una canciller revelar su arma secreta?”.

“…”.

“No tenemos tiempo para esto. No importa cómo lo hagas, simplemente acéptalo rápido”.

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Asentí con la cabeza.


“Acepto el uso de la habilidad de la maestra de Dragón Negro”.

En apenas un instante, la Bruja me cogió de la mano y apretó. Su mano, empapada, cubrió la mía. Sus dedos se entrelazaron con los míos, como si quisiera evitar que la lluvia los hiciera resbalar.

“¿Eh?”.

“Hay otro límite”, susurró la Bruja mientras sostenía mi mano. “Transferencia”.

En un parpadeo, estábamos en lo alto de las murallas de la ciudad.

Tal y como esperaba, la situación era un desastre. Los monstruos estaban llegando, pero los soldados no estaban listos para luchar. No, no podían. Estaban escondidos detrás de los muros, rezándole a su diosa.

“Es el fin…”.

“Diosa, por favor, ten misericordia de nosotros y…”.

“Snif, snif…”.

Los NPCs no eran distintos a las personas reales. Aunque fueran ilusiones, el miedo que sentían era muy auténtico.

“Maestra de Dragón Negro, gracias por traerme aquí. A partir de ahora…”

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“Espera”, suspiró la Bruja. “No puedo irme sin más después de mostrarle a mi junior mi lado más patético”.

“¿Perdona?”.

“No me convertí en maestra de gremio porque sí, ¿sabes?”.

Ella inspiró profundamente y abrió la boca.

“¡Soldados del imperio Aegim!”.

Su cuerpo exudaba Aura negra. El color era como un rojo muy oscuro.

“¡Alzaos! ¿Qué estáis haciendo? ¿Creéis que estos muros de piedra os van a proteger? ¿No sabéis que lo que protege al imperio no es este montón de rocas, sino vosotros?”.

Los soldados, agachados tras la muralla, levantaron la cabeza.

“¿Canciller…?”.

“Es la canciller”.

Para ellos, la Bruja era una canciller. Alguien la reconoció como tal y su murmullo se extendió como la lluvia que seguía cayendo. La Bruja asintió.

“¡Alzaos!”. La Bruja parecía furiosa. Miró con enfado hacia el pie de la muralla, y los soldados siguieron sus ojos. “¡Alzaos, soldados del imperio! ¡El último muro de Aegim! ¡Coged vuestros escudos! ¡Levantad vuestras espadas! ¡Hasta que no seáis capaces de seguir haciéndolo! ¡Alzaos por el imperio… y por vosotros mismos!”.

En ese momento, la Bruja me cogió la mano derecha…

“¡La Diosa nos protege!”.

… y la levantó.

No fue difícil entender lo que tenía que hacer.

*Bling*

La Espada Sagrada salió de su vaina y la alcé tan alto como pude. Brilló, iluminando las murallas de la ciudad y los rostros de los soldados.

“La espada del comienzo…”.

“Es la Espada Sagrada. ¡La Espada Sagrada que nos concedió la Diosa!”.

Y…

 

[La Diosa de la Protección expresa gratitud por tu elección]
[La Diosa de la Protección reúne los últimos vestigios de su poder]

 

… se hizo la luz.

***

 

 

Nadie sabía de dónde venían aquellas cosas.

-Pobrecitos.

Simplemente, cuando aparecían, llovía agua roja.

-Cosas que no ven a los humanos como humanos.

La sangre fluía allí donde caía la lluvia.

-Matáis a los humanos después de haber nacido como humanos. ¿Creéis que ese es el destino de la raza humana? Creo que son los logros de una bestia salvaje. ¿Y por qué debería abstenerme de matar bestias?

Lluvia de pesadilla.

Había visto el trauma del general NPC cuando este me mató en el piso 11. En la pesadilla, el general estaba chillando. No solo el general, sino también los civiles.

-¡Volved!

-Lluvia de nuevo…

-¡Corred de vuelta a donde no cae la lluvia!

Los pequeños países de las tierras rurales cayeron primero.


Después de eso, fue el turno de los imperios.

Otros estados menores y algunos imperios cayeron silenciosamente. Cada vez que un país colapsaba, la zona de seguridad de los humanos se reducía. La historia humana se hacía más corta cuando desaparecía un rey.

Solo quedaba la lluvia, que caía.

-Donde no llueve…

La lluvia caía.

-Es el final. El fin.

La lluvia caía.

-Diosa, por favor, no nos abandones…

Y la lluvia caía.

Llegó un momento en el que solo quedaba una pequeña franja de tierra para los humanos, y solo sobrevivía un fragmento de la historia humana. Los historiadores escribían con sus preciadas plumas. Ya habían aceptado que la última frase sería ‘Y los humanos se extinguieron’.

En todo el continente, solo quedaba el imperio.

-Pobrecitos.

El dueño de las pesadillas.

El rey de todas las criaturas demoníacas.

Y los últimos historiadores le dieron un nombre.

-Que os trague vuestro propio mal.

Rey Demonio.

***

 

 

La lluvia caía.

La luz refulgió.

La lluvia mojaba la tierra y la luz iluminaba los cielos.

“Wow…”

Allí donde la luz brillaba, la lluvia se detenía.

Los soldados miraron hacia arriba con rostros ensangrentados.

La lluvia había amainado.

“Diosa…”

Y eso era todo.

La lluvia había dejado de caer.

Y no es que la lluvia se hubiera terminado. Simplemente no caía allí donde brillaba la Espada Sagrada.

Era un descanso luminoso. Una pequeña luz.

“La Diosa…”

“¡La Diosa protege nuestro imperio!”.

Sin embargo, había ocasiones en las que cosas pequeñas emocionaban a la gente.

Le sucedía, especialmente, a la gente a la que solo le quedaban cosas pequeñas.

Esa franja de tierra era la única zona segura para la gente del imperio. Era la última página de los libros de historia. Los ciudadanos del reino lo sabían, los generales lo sabían, y los Directores de Seguridad y Educación lo sabían.

Ese era el motivo por el que no había habido ningún NPC en la sala de recepciones.

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El canciller había dejado la política. El General Supremo había abandonado el ejército. Los guardaespaldas ya no protegían al emperador. Las órdenes de caballería no cumplían los deberes caballerescos.

Era un imperio al que todos habían abandonado.

Ese fue el motivo por el que la Torre lo eligió como escenario.

Un estado como el del piso 10, con niños a los que todo el mundo había abandonado.

“¡Alzaos!”, gritó la Bruja del Dragón Negro.

Los soldados se pusieron en pie. Algunos se agarraron a las almenas para incorporarse. Otros apenas conseguían tenerse en pie gracias al apoyo de sus lanzas. Hubo incluso quienes necesitaron la ayuda de sus camaradas para poder levantarse.

“¡Alzaos!”.

“¡La canciller está aquí, con nosotros!”.

“¡La espada de nuestros ancestros nos protege!”.

Y así, los muros de la ciudad se convirtieron en los muros de la ciudad, las lanzas en lanzas y los soldados en soldados.

“¡Alzaos! ¡Rápido, alzaos!”.

“¿Qué hacéis delante del canciller?”.

Los oficiales golpearon en la espalda a los soldados, llamándoles la atención para que corrigieran su postura. Todo el mundo se ajustó el yelmo.

La lluvia roja caía sobre sus cabezas, pero ya no cubría sus ojos. Miraban al frente.


“Uf”, suspiró silenciosamente la Bruja.

El Aura negra de su cuerpo se desvaneció lentamente. ¿Se había sobrepasado? Lo que había en su frente ya no eran solo gotas de lluvia sangrienta, sino también sudor.

“… ¿Qué?”.

“¿Es la primera vez que ves a una ucraniana dando un discurso?”.

“Uh…”.

“En nuestro país, es cosa de los rojos”, puntualizó la Bruja levantando la comisura de sus labios. Para cuando se dio cuenta de que estaba sonriendo, ya era tarde. “No me gustan los comunistas, pero son buenos dando discursos. Pude aprender muchas cosas”.

“¿Perdón?”.

“No importa”.

El rostro de la Bruja volvió a su habitual falta de expresión. ¿Uh? No entendí lo que ella acababa de decir.

-Espera -se metió en la conversación Bae Hu-Ryeong-, creo que sencillamente está avergonzada de que su chiste malo no funcionara.

‘¿Eh? ¿Eso era un chiste?’

-No lo sé. Viendo la atmósfera, diría que sí. Pero si reaccionas como si… nah, no importa. Zombie, nunca intentes llevarte bien con los jefazos de ninguna organización. Sigue siendo un cazador como hasta ahora, ¿vale?

No sabía de qué estaba hablando.

Pero, aún así, una cosa estaba clara.

“Kim Gong-Ja, ¿qué vas a hacer a partir de ahora?”. La situación había mejorado de alguna manera gracias a su discurso. “Tenemos que resistir en los muros de la ciudad”.

“Cierto”.

Estreché los ojos mientras miraba al rojo horizonte. Incontables monstruos rodeaban al Rey Demonio. Aunque el Teletransporte de la Bruja me llevara hasta allí, no había ninguna garantía de que sería el Rey Demonio el que me matara.

Lo primero que necesitaba era tener una confrontación de uno contra uno con el Rey Demonio.

“Tenemos que traer a los cazadores mientras los NPCs sostienen el frente. Así no habrá pausas en la lucha. Si el Rey Demonio trata de incorporar más monstruos mandándolos a las murallas…”.

“¿A las murallas?”.

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“Teletranspórtame frente al Rey Demonio”.

La Bruja me miró abiertamente a la cara.

“Así que vas a ser una especie de comando militar”.

“Sí”.

“¿Planeas morir?”.

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