SSS Class Suicide Hunter

Volumen 1

Capítulo 30: Sangrienta Lluvia Otoñal (Parte 3)

[Se ha entregado la misión del piso 12]

Tan pronto como se escuchó la voz, algo empezó a caer contra las ventanas.

*Tap* *Tap*

Era lluvia.

La lluvia se deslizaba sobre la pulcra ventana de la recepción. Por un instante, todos miramos hacia fuera. No era porque nos sorprendiera el sonido. Era otra cosa lo que nos estaba dejando atónitos.

“Uh… uhhhh…”.

“¡Pesadilla! ¡La lluvia de pesadilla está cayendo de nuevo!”.

Era el color de la lluvia.

Era tan roja como la sangre. No, en realidad podría ser auténtica sangre. Los NPCs que había en la habitación empezaron a llevarse las manos a la cabeza y a lamentarse.

“¡Diosa, por favor, no nos abandones!”.

“¿Q-Qué? ¿Por qué se están comportando así de repente…?”, preguntó el exhausto Viper mientras miraba a su alrededor.

“Es el Rey Demonio…” murmuró uno de los NPCs que llevaban armadura. Estaba agachado en el suelo y le temblaban los hombros. Y, como si esos temblores fueran contagiosos, los gemidos y lamentos empezaron a llegar de todas partes.

“Esto es el final del imperio…”.

“Viene el Rey Demonio…”.

“Su Majestad… ¿dónde está nuestro emperador…?”.

Todos tenían expresiones oscuras. Desesperación. Aceptación. Agotamiento. Sus rostros mostraban lo que sentía cada uno de ellos.

Viper tragó saliva.

“S-Son graciosos. Hey, esto es todo actuación, ¿verdad? ¿Qué acaba de pasar?”.

“La misión ha comenzado”, dije en voz baja. “No podremos combatir si nos quedamos aquí. Si seguimos peleando entre nosotros, se lo pondremos tan fácil que no podrán evitar atacarnos”.

“¿Atacar? ¿Quién?”.

“¿Tú qué crees?”, repliqué mientras miraba por la ventana. “El ser que ha causado esas discusiones”.

Una risa me llenó la mente.

[El Rey Demonio de la Lluvia Otoñal está de acuerdo contigo]

La lluvia arreció. El sonido, que recordaba al que haría alguien al llamar a la puerta, se hizo aún más suave. Decenas de manchas rojas cubrieron la ventana.

“…”.

Me acerqué al cristal. No podía ver el exterior desde allí, y, como llovía tan fuerte, la ventana estaba completamente roja. Usé la vaina de mi espada para romperla en pedazos.

La lluvia cayó en la recepción. Vi claramente lo que sucedía fuera. El palacio. La ciudad más allá del palacio. El gran muro que rodeaba la ciudad.

[El Rey Demonio de la Lluvia Otoñal se está manifestando]

Y más allá de los muros de la ciudad.

-Pobres criaturas – susurró suavemente.

Sí, fue un susurro.

Un simple susurro trepó los muros, superó la ciudad y fluyó hasta la recepción a través de la ventana rota.

-¿Creísteis que los humanos invocados desde otro mundo serían un escudo para vosotros? ¿Creíais que serían vuestros héroes?

La lluvia caía sin cesar.

-Venid a mí. Venid tanto como queráis. Invocad a cuantos queráis. Llamad a miles de guerreros y caballeros. Es lamentable que no os deis cuenta de que son solo humanos, como vosotros.

La voz resonó a través de la lluvia que caía del cielo. Sonó en los muros. Sonó en las paredes del palacio. Sonó en la piedra de la recepción. Y rio. Era una risa fuerte. Las carcajadas resonaron una y otra vez, ancladas a nuestros oídos.

“Argh…”.

Los NPCs se doblaron todavía más sobre sí mismos. Se aferraban la cabeza como si estuvieran sufriendo mucho dolor.

Nosotros estábamos en mejor posición que ellos. Era nuestra primera vez escuchando la risa. Lo podíamos soportar. Si lleváramos un año escuchándola, la historia sería diferente.

-Cosas que no ven a los humanos como humanos.

Y entonces…

En el mapa que solo yo podía ver, súbitamente empezaron a aparecer puntos rojos. Uno. Dos. Tres. Las marcas rojas que estaban brotando lentamente crecieron de forma exponencial.

Cientos.

Miles.

Decenas de miles.

Pronto todo el horizonte estuvo cubierto de rojo.

-Que os trague vuestro propio mal – clamó la voz.

Cielo y tierra se volvieron repentinamente pálidos y las cosas que estaban entre ambas empezaron a mostrarse a sí mismas.

Eran los monstruos que yo había visto como puntos rojos.

“…”.

“…”.

Los cazadores cerraron la boca. Era un ejército de monstruos que no tenía comparación con el que habíamos combatido en el piso 11. Una legión colosal se dirigía hacia nosotros.

-Krr…

-¡Kiek, kek!

Los monstruos gritaban, enseñando los dientes. Retorcieron sus cuellos y la lluvia cayó sobre los rostros desencajados de los trasgos. Aquella lluvia sangrienta era probablemente como agua bendita para ellos. Miraron al cielo como si estuviesen contemplando a un dios, y saludaron con respeto a la lluvia roja.

“Y por eso dije”, rematé, agarrando mi espada, “que no es momento para que estemos luchando”.

Entonces las letras aparecieron frente a mí.

[Defensa de la Ciudad Imperial]
Dificultad: A-SSS
Objetivo de la misión: ¡Guerreros! Habéis decidido combatir valientemente contra el Rey Demonio. Él, sintiendo el peligro, ha decidido unirse a la guerra en persona. Puede invocar ejércitos de monstruos en cualquier lugar, y tiene como objetivo el corazón del Imperio Aegim, la Ciudad Imperial, Hakamenia.
Por fortuna, el Rey Demonio, que se ha manifestado aquí, está en un estado debilitado.
¡Detened al Rey Demonio!

*Sin embargo, perder la batalla implica que el piso 13 no se abrirá*

Hubo un momento de silencio.

“¿Debilitado?”, murmuró Viper. “¿Eso?”.

Sus palabras reflejaban lo que todos estábamos pensando.

“Esto… es injusto. ¿Cómo se supone que vamos a despejar eso? No es una misión que podamos cumplir. Aun teniendo en cuenta que hasta el piso 10 solo era un tutorial… esto es demasiado diferente. Una cosa así…”

“Basta. Calmémonos”, intervine, girándome para mirar la recepción. Allí había cazadores. Y, detrás de ellos, los NPCs estaban sumidos en la desesperación. “Podemos hacerlo. La Torre no da misiones que no pueden ser superadas”.

“Pero, ¿cómo vamos a derrotar a todos esos monstruos?”.

“Por eso te estoy diciendo que te calmes”, contesté, señalando a los NPCs. “Aquí no estamos solo los cazadores, ¿lo habías olvidado? Viper, tú eres el Jefe de Guardaespaldas. Tienes que liderarlos”.

“…”.

“No podemos superar este escenario solo con la fuerza de los cazadores”.

Seh.

“Convence a los NPCs. Haz que se alcen en armas. Lidéralos. Lidéralos en esta guerra como si fueran personas reales”.

Así era también como habíamos superado el piso 11.

“No podemos perder el tiempo peleando entre nosotros. Don Santo de la Espada, usted es el Gran Maestre de los caballeros. ¿El Jefe de Guardaespaldas peleando con el Gran Maestre? ¿Cómo vamos a defendernos contra un ejército externo?”.

“…”.

“¿No creías que conseguir la recompensa era beneficios? Lo es, pero viene con una responsabilidad. Recibimos nuestros roles, y ahora es hora de rolear”.

Me giré hacia la Paladín. Ella me miraba con cara seria.

“Director de Asuntos Exteriores”.

“Hmm”.

“Esta es la sala de recepciones, pero el Emperador no está a la vista. Debe estar en algún lugar del palacio. Por favor, busca al Emperador con los NPCs. Si el líder no está aquí, los NPCs no nos seguirán”.

“Entendido”, asintió ella.

“General Supremo”, llamé, mirando al Inquisidor Herético. Aunque había perdido un brazo, seguía sonriendo ampliamente. De hecho, me miraba como si se estuviera divirtiendo.

“¡Sí! ¡Ese soy yo!”.

“Odio a los cazadores como tú. De verdad. Por un momento sentí que necesitaba castigarte como era merecido tras ver lo que hiciste… pero no puedes olvidar que ahora eres el General Supremo”.

“¡Jajaja! ¡Cada vez me gustas más y más!”.

“Ya que me diste tu autoridad, por favor, cierra la boca y escúchame”, lo corté, mirando el mapa. No había mucho tiempo. La oleada roja estaba cada vez más cerca. “Probablemente hay un montón de soldados en las murallas de la ciudad. Los monstruos están acercándose a ellos, pero no hay forma de que estén en su sano juicio ahora mismo. Por favor, ve a las murallas en persona y dirige a los soldados”.

“¡Mmm! ¡Noblesse oblige!”.

“Por favor, no importa qué suceda, defiende los muros de la ciudad. Si caen, este escenario está acabado”.

“No te preocupes”, sonrió el Inquisidor Herético. “Nunca he roto una promesa desde el día en que nací. ¡Los protegeré con mi vida!”.

“Muy bien”, dije, mirando a mi alrededor. “Entonces me iré el primero”.

Era el momento de la guerra.