SSS Class Suicide Hunter

Volumen 1

Capítulo 29: Sangrienta Lluvia Otoñal (Parte 2)

 

 

*Crrk*

El primer sonido que rompió el silencio fue el de alguien apretando los dientes.


“¡Idiotas…!”. Era la maestra del gremio Dragón Negro y rango 2. La Bruja. “¡Os dije que no eligierais la recompensa del Rey Demonio! Pero vosotros… ¡estúpidos!”.

Un aura asesina envolvió a la Bruja. Su rostro no tenía su habitual expresión sin emociones. Odio. Furia. Ella miró a su alrededor con sus facciones crispadas por la furia.

“Bueno, supongo que las palabras no bastan para convencer a alguien tan estúpido. ¡Está bien! Haré una declaración como maestra del gremio Dragón Negro. No sé quién ha osado traicionarnos, pero le regalaré la muerte más dolorosa posible”.

“Hm. Qué sorpresa”, dijo el Inquisidor Herético mientras se acariciaba el mentón. “Este juego es tremendamente desventajoso para el traidor. Pero, aún así, alguien lo ha elegido… como decía la maestra de Dragón Negro, ¡es una elección estúpida! Jaja. Bueno, es algo muy humano escoger algo tan tonto”.

“Ah, joder”, intervino Viper rascándose la nuca. “Ah, lo sé, lo sé. Esta atmósfera… es como cuando desafiamos por primera vez la Torre… siento que mi espalda y mi cuello están jodidamente fríos. Alguien va a morir hoy”.

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“¿Verdad? Es como cuando los cinco grandes gremios todavía eran los diez grandes gremios”, estuvo de acuerdo la Condesa mientras desplegaba su abanico. Su tono era perezoso, pero los ojos resguardados tras el abanico eran afilados como los de una bestia. “Mucha gente murió en esa época. Y mucha gente mató, también. ¿No es verdad?”.

“¡Cierra el pico! Que todo el mundo se calle. No es el momento de estar hablando de los viejos tiempos”.

El rostro de la Bruja estaba retorcido.

“¡Paladín!”.

“Mmm”.

“Pregúntale a todo el mundo usando el Detector de Mentiras. ¡Que no quede nadie sin interrogar! Si alguien no te contesta o miente, lo mataré de inmediato”.

Todo el mundo sabía que ella no estaba exagerando. Emitía una terrible sed de sangre, que la rodeaba como si fuera Aura. Era de color negro, de un tono que parecía maldecir todo lo que vivía en el mundo.

“Pensaba hacerlo aunque no me dijeras nada”, asintió silenciosamente la Paladín. “Voy a empezar revelando que no soy el traidor antes de empezar a interrogar a nadie”.

Después giró sobre sus pies. La primera persona que quedó frente a ella era… yo.

“Cazador Kim Gong-Ja”.

“Sí”.

“No estás entre los sospechosos porque renunciaste a la recompensa. Probablemente no hace falta probarte, pero, de todos modos, voy a preguntar. ¿Escogiste la recompensa del Rey Demonio?”.

“No”.

La recepción estaba sumida en un silencio mortal. Todos los cazadores tenían sus ojos fijos en nosotros.

Tras unos segundos de pausa, la Paladín asintió con la cabeza.

“Es verdad”.

Los suspiros de alivio se escucharon por toda la sala.

La Paladín no se detuvo y se dirigió hacia la siguiente persona.

*Toc, toc, toc*

Como el suelo de la recepción estaba hecho de mármol, los pasos resonaban con fuerza.

Todos la seguimos con la mirada.

“Santo de la Espada”.

“Habla”.

“¿Escogiste la recompensa del Rey Demonio?”.

El Santo de la Espada cruzó los brazos antes de contestar. “Lo juro por mi honor. Definitivamente no soy yo”.

“Es verdad”.

*Toc, toc*

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“Inquisidor Herético”.

“¡Sí! ¡Por favor, pregunta lo que quieras!”.

“¿Eres la persona que ha elegido la recompensa del Rey Demonio?”.

“Lo siento”. En mitad de aquel silencio, el Inquisidor Herético rompió a reír. El sonido de su risa reverberó contra el mármol y se deslizó entre las armaduras de los caballeros y los generales. “¡Pero no soy yo! ¡Todavía no quiero morir a manos de la maestra de Dragón Negro!”.

“Es verdad”.

*Toc, toc*

“Viper, ¿elegiste la recompensa del Rey Demonio?”.

“No soy yo, joder”.

“… Es verdad”.

*Toc, toc*

“Condesa, ¿escogiste la recompensa del Rey Demonio?”.

“… Tampoco soy yo”.

“Es verdad”.

*Toc, toc*

La atmósfera de la habitación empezó a crisparse. Cuando se reveló que yo no era el traidor, hubo suspiros de alivio. Sin embargo, mientras se confirmaba, uno a uno, que estábamos diciendo la verdad, todo empezó a sumirse en silencio, no en alivio.

Como un sueño que trepa, el silencio se encaramó a nuestras mentes.

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“…”.

“…”.

La Paladín y la Bruja se miraron mutuamente.

Todos los demás cazadores, excepto la Bruja, habían sido ya interrogados. Ella era la última. Frente a la líder del gremio más poderoso de la Torre, y el segundo cazador, solo tras el Santo de la Espada, la Paladín inspiró profundamente.

“Dragón Negro”.

“Sí”.

“¿Elegiste la recompensa del Rey Demonio?”.

El silencio era tenso.

“No… no fui yo”.

El silencio continuó.

La Paladín abrió la boca lentamente.

“… Es verdad”.

Y, por última vez, el silencio cayó sobre nosotros.

“Espera… ¿qué?”, preguntó Viper mirando a su alrededor. “¿Quién es, entonces?”.

El Santo de la Espada miró a la Bruja. La Bruja miró al Inquisidor Herético. El Inquisidor Herético miró a la Condesa, y la Condesa miró a Viper. Viper miró a la Paladín como si su cordura dependiera de ella, y ella me miró calladamente.

Todos nos mirábamos entre nosotros.

“¿Por qué todo el mundo dice que ellos no son…?”

Pero nadie contestó.

“¡Joder! ¿Quién nos ha traicionado?”.

En mitad del silencio, una voz que no pertenecía a ninguno de nosotros sonó.

 

[La Diosa de la Protección suspira viendo la estupidez de los guerreros]
[El Rey Demonio de la Lluvia Otoñal ríe, divertido]

 

Probablemente no era una voz que solo podía oír yo, como demostraba el hecho de que los rostros de todos los demás se habían oscurecido.

Y la Paladín habló con mucha dificultad en ese silencio.

“… Calmaos”.

Nadie abrió la boca a pesar de que nos estaba diciendo que nos calmáramos. ¿Cómo se suponía que iban a hablar? Parecía que todos estaban muy perdidos en sus pensamientos.

“No os desaniméis. Sí, tal vez el traidor tiene la habilidad de ocultar sus mentiras. También podría haber alguien con personalidad múltiple. Todos tenemos armas secretas, ¿verdad? Así que no es imposible…”

“O…” la cortó el Santo de la Espada mientras la miraba con frialdad, “… puede ser que tú seas la sucia traidora”.

“…”

La recepción volvió a sumirse en el silencio.

Miradas afiladas como espadas se intercambiaban constantemente. Hacía apenas unos instantes que el Santo de la Espada y los maestros de gremio habían estado a punto de pelear. El calor y el sudor aún no se habían enfriado, pero estaban empezando a vacilar de nuevo.

La Bruja entrecerró los ojos.

“¿Ahora estás dudando de nosotros?”.

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“Sí”, admitió directamente el Santo de la Espada. “Incluso si la señorita Paladín no es la traidora, podría habernos mentido. Todos vosotros sois cercanos debido a vuestra posición como líderes de los cinco grandes gremios desde hace mucho tiempo. Un cuervo se esconde entre otros cuervos. ¿Estáis protegiéndoos unos a otros?”.

“Ah, de verdad que…”

“¡Por supuesto!”, gritó la Paladín. El Santo de la Espada y la Bruja dejaron de discutir para mirarla. Ella intentó hablar con calma. “Por supuesto, hablando lógicamente, podría ser yo, sí. Podría ser el traidor”.

“…”.

“Pero tenemos que mantener la cabeza fría. Está bien. Hemos afrontado muchos peligros juntos, ¿no es verdad? Así que si simplemente confiamos unos en otros podríamos…”

“Jajaja”, la cortó una risa. “Eres bastante inocente. No, incluso naif”. Era el Inquisidor Herético. “Confianza, ¿eh? Ah, la confianza. ¡Es algo muy bonito! Pero necesitamos tiempo para confiar los unos en los otros. Los cinco grandes gremios hemos estado trabajando juntos durante una década. Pero eso también quiere decir que…”

El Inquisidor Herético se ajustó el sombrero y sacudió sus ropajes.

“… es difícil confiar en nadie fuera de los cinco grandes gremios”.

“…”

“Y sería muy ineficiente pasar 10 años construyendo confianza con los demás. ¡Sí, es una pérdida de tiempo!”.

“Espera…”. El rostro de la Paladín mostraba su ansiedad. No podía encontrar en ella ni rastro de la relajación que mostró poco antes, cuando me preguntó si una chica graduada en música era algo encantador. “No es el momento de hablar sobre eficiencia. Inquisidor Herético, por favor…”

“Técnica sagrada”, dijo el Inquisidor Herético mientras juntaba las manos. “Cuerpo divino”. Luz blanca surgió alrededor de sus dedos. “Viper, tú te encargas del número 10”. La luz se extendió. “Yo mataré al octavo y al noveno”.

“¡Inquisidor Herético! ¡No puedes hacer eso!”.

“Técnica sagrada, Transmisión divina”.

El Inquisidor Herético y Viper desaparecieron. En un parpadeo, el Inquisidor Herético estaba apoyando su mano en la espalda de alguien. Era el cazador que había terminado en el rango 8. Él miró hacia atrás instintivamente.

“¿Uh?”.

Era un extra que había estado calladito y sentado en la parte de atrás, rodeado de los maestros de gremio. No, decir que era un extra es un poco maleducado, ya que había conseguido llegar hasta allí gracias a su contribución en el piso anterior. Era un cazador mucho más poderoso que el antiguo yo.

Sin embargo, su futuro no duró mucho más.

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“¡Perdón!”, dijo el Inquisidor Herético, sonriendo brillantemente. En sus manos desnudas y desarmadas había un Aura pura y blanca.

*Flash*

“Uh… ¿ah?”.

La sangre salpicó por todas partes. El cuerpo del cazador se tambaleó.

Aquel cazador no estaba unido a ningún gremio, no tenía el inmenso poder del Santo de la Espada o mantenía una alianza con los gremios como yo. Ese cazador, que había trepado hasta allí gracias a su propio poder, murió sin poder decir una palabra.

Con mucha facilidad.

 

[Un guerrero ha muerto]
[No era el siervo del Rey Demonio]

 

Las voces volvieron a resonar en mi cabeza.

 

[La Diosa de la Protección cree que es una vergüenza]
[El Rey Demonio de la Lluvia Otoñal ríe sarcásticamente]

 

Lo que acababa de ocurrir en poco más que un parpadeo había sido un asesinato a sangre fría.

“E… ¿eek?”

El cazador que había terminado en décima posición gritó, pero su grito no duró demasiado tiempo.

*¡Crack!*

Su cuerpo cayó al suelo, partido por la mitad por Viper, que había llegado allí gracias al teletransporte del Inquisidor Herético.

 

[Un guerrero ha muerto]
[No era el siervo del Rey Demonio]

 

La sangre fluyó por el suelo de mármol.

 

[La Diosa de la Protección cierra la boca]
[El Rey Demonio de la Lluvia Otoñal explota en carcajadas]

 

*Shling*

Desde algún lugar llegó el sonido de un arma siendo desenvainada. Había sido el Santo de la Espada.

“¡Malditos bastardos! ¡Finalmente mostráis vuestros verdaderos colores!”. El rostro del anciano estaba fruncido por la ira. “¡Repugnante! ¡No habéis cambiado lo más mínimo! Detén esto en este mismo instante. Si no lo haces, yo…”

“Técnica sagrada, Transmisión divina”. Con un destello de luz, el Inquisidor Herético desapareció.

El cazador de rango 9 había empezado a correr en cuanto vio morir al 8 y al 10, pero, en el instante en el que intentó escaparse, el Inquisidor Herético apareció justo frente a él.

“Ah”, murmuró, levantando la mano. “E-Espera…”

“¡Sí!”, dijo el Inquisidor Herético, sonriendo de oreja a oreja. “¡Lo siento!”.

La cabeza del cazador explotó. El cuerpo cayó al suelo, todavía con la mano extendida. *Pof*. El cadáver decapitado quedó sobre el mármol. La sangre y la carne que habían reventado en la explosión estaban esparcidos por todas partes.

 

[Un guerrero ha muerto]
[No era el siervo del Rey Demonio]
[La Diosa de la Protección está en silencio]
[El Rey Demonio de la Lluvia Otoñal aplaude]

 

“Mmm…”

El Inquisidor Herético sacó un pañuelo. Su cara estaba roja con la sangre de los cazadores que habían muerto. Se limpió sin prisa, aunque, con apenas tres pasadas, el pañuelo quedó empapado en el rojo líquido.

“¡Así que no era ninguno de esos tres!”. Los demás estábamos en silencio. “Esto es más difícil de lo que pensaba. ¡Creí que el traidor estaría entre esos tres! Jaja. Entonces, eso significa que el traidor es uno de nosotros. ¡Parece que la confianza construida a lo largo de 10 años va a desaparecer en un instante!”.

Él tiró al suelo su pañuelo, que cayó en un charco de sangre y quedó flotando como un barquito de papel.

“Te dije que esperaras…”, intervino la Paladín. Sus hombros temblaban. “Te dije que esperaras. Definitivamente lo dije, ¿no te dije que esperaras? ¡Te pedí que mantuvieras la calma, Inquisidor Herético, y, como en el pasado…!”.

“Estás actuando muy rara, vicelíder. Ahora estoy muy calmado”, sonrió el Inquisidor Herético. Y, como si eso no fuera suficiente, sacó otro pañuelo con la mano derecha. “Con mucha calma llegué a la conclusión de que esos tres eran los que tenían más probabilidades de ser el criminal. ¡Aunque estaba equivocado! Seamos positivos y consideremos que nos hemos deshecho de las tres personas más sospechosas. Ah, si los medios de comunicación lo hubiesen visto, esto habría sido bastante malo, pero no había nadie grabando, así que…”

Fue en ese instante. El pañuelo voló por los aires. El pañuelo limpio y blanco que aún no había limpiado la sangre estaba flotando. Antes de que cayera al suelo, algo más pesado aterrizó.

Era el brazo derecho del Inquisidor Herético.

“Ah”.

Podía considerarse un alivio que solo fuera eso. Si Viper no hubiera desviado el ataque del Santo de la Espada, perfectamente podría haber sido su cabeza.

“¡Mierda…!”. Viper maldijo y se colocó frente al Santo de la Espada. “¡Oye, fanático! ¡Si vas a matar a alguien, avísanos primero!”.

“Ahh…”.

El Inquisidor Herético miró hacia abajo. El pañuelo tocó el suelo un momento después. Rápidamente se tiñó de rojo.

“Esto va a ser más que difícil. No puedo ayudar si no tengo ambas manos. ¡Lo siento, gente! ¡Ya no voy a poder ser de ayuda!”.

“¿Es… ese… el… problema… ahora… mismo…?”, se quejó Viper, que parecía estar sufriendo para soportar los ataques del Santo de la Espada. “Que… alguien… me… puto… ayude. ¡Voy a morir! ¡De verdad!”.

“¡Kim Gong-Ja!”, gritó la Paladín. “¡Lo dejo en tus manos! ¡Puedes matarme, si quieres!”. Era más bien un chillido. “¡Tú fuiste el único que no eligió una recompensa! Cualquier otro podría ser el traidor, ¡menos tú! Tú eres inocente al 100%”.

“…”

“Así que, por favor, ¡te lo pido! ¡Detén al Santo de la Espada!”.

El sonido de las espadas chocando llenó la sala. La Bruja y la Condesa estaban ayudando a Viper. solo la Paladín me miraba a mí.

Por un momento, miré la lucha que se desarrollaba frente a mí.

‘Emperador de la Espada’.

-¿Hm? ¿Qué?

‘¿Estoy destinado a ser amado por psicópatas o algo así?’.

Había esperado que algo así pasara.

Pensé que alzarían sus espadas unos contra otros si aparecía un traidor, así que renuncié a la recompensa.

Sin embargo…

‘No creí que las cosas resultarían así…’, suspiré.

“¡Ah, eso está bien! ¡No es mala idea!”, gritó el Inquisidor Herético, apareciendo entre la Paladín y yo. Seguía sujetando su brazo para detener el sangrado. Sorprendentemente, su rostro no mostraba ningún dolor. “En estos casos, que haya mucha gente solo lo hace todo más complicado. Es mejor concentrarse en la persona que sabemos con seguridad que no es el traidor”.

“Así que estás diciendo que…”

“¡Sí!”, sonrió ampliamente él. “¡Te entrego todo mi juicio!”.

“…”

“Mmm… Creí que el criminal sería uno de esos tres, ¡pero ahora no puedo hacer nada al respecto! No me fío de mí mismo. ¡Cazador Kim Gong-Ja, haré lo que tú me digas!”

-Sí. Seh. Creo que estás destinado a ser amado por los psicópatas -murmuró Bae Hu-Ryeong-. Tipos como este no son comunes. Solo había uno de ellos en mi Torre.

Ese destino no me gustaba ni lo más mínimo.

‘La vicelíder y el maestro del gremio me han dado toda su autoridad…”

-Te han ascendido. ¿No era esta la razón por la que renunciaste a la recompensa? Tengo que decir que me has impresionado bastante.

‘Sabía que iba a ser un desastre, pero no así. ¿Qué vamos a hacer con esa pobre gente? Supongo que me veré obligado a experimentar otra regresión…’

Miré a la Paladín, que estaba detrás de mí. Se estaba agarrando la cabeza.

“Uh. Tengo una pregunta”.

“… Sí”. Ella ya sabía lo que le iba a preguntar. “Él siempre ha sido así”. ‘Él’ era el Inquisidor Herético. “Cuando entramos por primera vez en la Torre, era un pandemónium. Cada uno creía en una religión distinta, y todos se dividían y aliaban de nuevo una y otra vez. Entonces, apareció el Inquisidor Herético y…”

“¿Y?”.

“… los mató a todos”, suspiró ella de nuevo. “Mató a absolutamente todos los que luchaban debido a la religión. Es el único camino que conoce…”

“Guau”.

Creía que había arreglado pacíficamente las cosas entre todos, porque eso fue lo que dijeron los medios de comunicación. Era difícil imaginar que estaban tapando semejante masacre…

“¡Sal…vadme!”, gritó Viper hacia donde estábamos. Me pareció que su voz subía una octava cada minuto. “¡Me muero! ¡Jooooder! ¡De verdad que me muero! ¡El maestro Chen-mu está a punto de morir, putos gilipollas!”.

“Jajajaja”, se rió el Inquisidor Herético mientras se ajustaba el sombrero con la mano izquierda. “Perdón por el desastre que he causado. ¡Cazador Kim Gong-Ja! ¿Podrías, por favor, detener al Santo de la Espada usando mi autoridad?”.

“Ah, tú… nada, no importa”, sacudí mi cabeza. “Hablaremos sobre ti luego. En profundidad. Pero ahora me voy a encargar de esto, porque creo que, si no lo hago, Viper realmente va a morir ahora mismo”.

“¡Sí! ¡Gracias!”.

‘Bueno, no está mal poder controlar el Templo de los Diez Mil y la Milicia Civil, aunque solo sea durante un rato’, me convencí a mí mismo.

La lucha que tenía lugar allí era muy intensa. Unirme sería un suicidio. Sin embargo, sabía cuáles eran las palabras mágicas para detener al Santo de la Espada.

“¡Don Santo de la Espada!”.

No hubo respuesta.

“¡Don Santo de la Espada! ¡Ya que una vez agachaste la cabeza frente a mí, por favor, escúchame! ¡Dejemos de luchar y hablemos!”.

Seguía sin haber respuesta.

Ah, no había otra opción.

Tomé aire y grité.

“¡Le pediré a tu nieta que salga conmigo!”.

Pausa.

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“Si tu nieta entra en la Torre, entonces sí, saldré una vez con ella. No sé si después querremos estar juntos, pero, ya que podría acabar siendo tu nieto político, ¡por favor, escúchame!”.

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Él me miró en silencio.

“… No voy a perdonarlos”.

“Lo sé”.

“No estoy parando por lo que has dicho. Simplemente creo que podría ser mejor encontrar primero al traidor y matarlos después. ¿Está bien?”.

¿Por qué me estás preguntando…? Esa era la frase que iba a preguntar, pero me contuve y, en su lugar, asentí con la cabeza.

“Ah, sí, tienes razón. Puedes matarlos luego”.

“Mmm”.

El Santo de la Espada retiró su arma.

Por otro lado, Viper estaba jadeando, completamente sin aire.

“Por favor, que todo el mundo se calme”, dije mirando al resto de cazadores. “No sé quién es el traidor. Podríamos no ser capaces de descubrirlo. Sin embargo, eso es un problema diferente. Podemos superar el problema incluso sin encontrarlo”.

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“¿Cómo?”, preguntó la Paladín. “El hecho de que aceptaran la recompensa significa que podrían apuñalarnos por la espalda en cualquier momento”.

“Mirad esto”, repliqué señalando el suelo de mármol. La frase grabada por el Inquisidor Herético seguía allí. “Dice que el núcleo del Rey Demonio está en el piso 20”. Miré a los demás, uno por uno. “No os centréis en encontrar al traidor. Es una trampa. No caigáis en ella. El traidor debe estar completamente acojonado ahora mismo, y podría haber sido escogido a la fuerza por el sistema. ¿Quién sabe?”.

“…”

“Deshagámonos primero del Rey Demonio”. Todo volvió a quedarse en silencio. “Si nos libramos del Rey Demonio, su recompensa desaparecerá con él. Es sencillo. No importa qué ridícula prueba nos ofrezca la Torre, la solución es simple”.

Varias voces sonaron en mi cabeza.

 

[Los ojos de la Diosa brillan]
[El Rey Demonio chasquea la lengua]

 

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Puse énfasis en mis palabras. “Escalemos la Torre”. Esa era mi respuesta. “Y destruyamos el núcleo del Rey Demonio en el piso 20”.

No era mi respuesta únicamente a los cazadores, sino también a la Torre.

Y hubo una respuesta a mi respuesta.

 

[Se ha entregado la misión del piso 12]

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