Monogatari (NL)

Volumen 16

Capitulo 4: Correo Shinobu

Parte 1

Si no fuera por Oshino Ougi. No puedo evitar pensar eso cuando trato de resumir la última mitad de mi último año, es decir, quiero pensar en serio. No es necesario seguir hablando de cómo las travesuras de esta chica, que se trasladó a la Secundaria Naoetsu como estudiante de primer año durante el segundo trimestre, asolaron y salvaron mi adolescencia. Todo lo que hay que decir es: si no fuera por Oshino Ougi.

Me doy cuenta, plenamente, de que esto es un acto egoísta, vergonzoso y patético de echar la culpa, y lo digo sabiendo eso. ¿Si no fuera por Oshino Ougi? Qué argumento más tonto y temerario, debería sentir ganas de suicidarme al pensarlo, no hace falta que lo señale, lo sé bien. Para empezar, aunque ella nunca haya existido, es difícil imaginar que la segunda mitad de mi último año haya sido tan diferente, aunque no podría haber sido idéntica. Había algo insostenible en mi estilo desde el principio—estaba claro que un día llegaría a mi límite. Después de todo, especialistas de todo tipo me lo habían señalado muchas veces. Mi yo indeciso iba a tener que pagar el doloroso y mordaz precio de haber permanecido como espectador hasta el final, de haber fingido que lo pasaba por alto, de no haber visto nada ni de haber dado un paso en falso. Mi karma era inevitable, no era nada sobrenatural, sino el hecho perfectamente natural de la forma del mundo.

Oshino Ougi no tiene la culpa.

Araragi Koyomi la tiene.

Pero entonces, si no fuera por mí, si no existiera, ¿habría procedido esto, aquello y lo otro de forma correcta? Tampoco creo que se pueda decir eso en absoluto. De forma correcta, ¿siquiera qué sería eso? ¿Qué significa eso? Si no fuera por Araragi Koyomi, si me preguntaras si algo sería diferente en caso de que se concediera el deseo, tendría que negar con la cabeza. Incluso si yo no estuviera, otra persona habría salvado a Senjougahara Hitagi—y, sin duda, habría guiado a Hachikuji Mayoi—, habría salvado a Kanbaru Suruga, a Sengoku Nadeko, a Hanekawa Tsubasa, a todas ellas, y posiblemente de una forma mucho más defectuosa que la mía. Claro que tuve un papel en su destino, pero nada decía que tuviera que ser yo; estamos hablando de chicas tan fuertes, tan duras, tan decididas como ellas. La verdad es que sus vidas no me requerían.

Cuando se cruzaron con alguien, resultó ser yo, eso es todo.

Al igual que encontrarme con un yokai en la calle por la noche, o para ser más concretos, como me encontré, durante las vacaciones de primavera, con una vampiresa de cabello y ojos dorados con las extremidades arrancadas mientras caminaba por una calle. Así que no es nada. Incluso antes de convertirme en vampiro, ya era una especie de críptido.

Ahora cuando pienso en ello, más que haber participado en sus destinos, parece que los he mezclado en mi propio destino irascible.

Si no fuera por Araragi Koyomi.

De hecho, tal vez eso es lo que piensan esas chicas; creo que he torcido el destino de tanta gente que no podría culparlas si lo hicieran.

No.

No eran sus destinos, sino cuentos que yo torcía.

Y ahora tenía que lidiar con las repercusiones—podría decirse que como la basura que se bota cuando un nuevo gobernante toma acciones en su mandato. Una basura que es botada tan lejos que nadie recordará su ubicación, basura tan irrelevante cuya única función es desmoronarse con el paso del tiempo.

Eso debe convertir a Oshino Ougi en el gobernante. En uno recto y preciso.

Capaz de ejercer un gobierno intransigente.

Me preguntaba por qué había aparecido ante mí, para qué, pero debía ser para trazar una línea, como gobernante que era.

Ella había llegado a trazar la línea.

Para darme un estándar claro, que aquí y más allá no era bueno, que hasta aquí estaba bien, sin permitir un margen de error ni siquiera de una fracción de centímetro. Hachikuji Mayoi y Sengoku Nadeko estaban al otro lado de la línea, mientras que Hanekawa Tsubasa y Oikura Sodachi estaban a este lado. Así de simple.

¿Un límite?

No, una línea de meta.

No había lugar para los límites ni para los juicios de valor. Eso era como llamar a la guerra.

“Bueno, no sería lógico—ni siquiera seria l-Ougi-co.” Y así.

Ahora que la presencia de Oshino Ougi, que interrumpe descaradamente incluso mi prólogo, con un chiste algo forzado cimentado en la pronunciación de su nombre, el único lugar donde esta vez puedo lucirme, ha sido reintroducida… Lamentablemente, el cuento que estoy presentando para el fin del fin del fin no comienza en los terrenos del Santuario Kita-Shirahebi, donde me reencontré con Hachikuji Mayoi. Antes de que podamos empezar el último tiempo y presenciar el final de todo, sólo queda un cuento más que debo revelarles. Mis queridos lectores, no me digan que lo han olvidado.

Francamente me gustaría que lo hubieran hecho, y más aún que lo hubiera hecho yo; entonces podría cerrar mi relato, ocultando furtiva y mansamente que alguna vez ocurrió.

“Una  pretensión  increíblemente  exagerada,  Araragi-senpai,

¿realmente pensaste que podrías ocultarme algo? Me gustaría que no fueras tan imprudente. Soy la némesis de la mentira y el engaño. Un depredador que se aprovecha de la dilación y el aplazamiento. Incluso tú debes saber lo que le pasó a Kaiki Deishu, ese estafador superlativo,

¿verdad? Así que, por favor, empieza a hablar si no quieres acabar como él. Sobre lo que ocurrió entonces, la historia que has ocultado tan obstinadamente durante todo este tiempo.” Dijo Oshino Ougi, apretándose contra mí. Psicológicamente.

A juzgar por su aspecto, ya sabe todo lo que pasó entonces, pero si le preguntara, seguro que fingiría ignorancia.

“No sé nada, tú eres el que lo sabe, Araragi-senpai.” Tendría razón.

Lo sé, lo sé muy bien.

Por supuesto, por eso quería ocultarlo. Pero por eso tengo que contarlo.

Esto va a ser largo, le digo.

“Me parece bien. Por eso, entre la primera y la última parte de este título, introduje—perdón, he preparado una parte intermedia para ti.” Dice Ougi-chan sin sentido.

No voy a preguntarle qué significa eso; podría encontrar la misma pregunta disparada directamente hacia mí.

Después de todo, estoy a punto de hablar de algo que tiene aún menos sentido, un incidente que ocurrió más de dos meses antes de que ella se transfiriera a mi escuela.

Justo después de que terminaran las vacaciones de verano y comenzara el segundo trimestre.

La historia comienza con la experiencia de Araragi Koyomi de ser casi completamente “humano” por primera vez en medio año, después de que se haya cortado su vínculo con una vampiresa. No va a la escuela ni a su casa y, en cambio, pasa lo que parece ser más tiempo del que sabe qué hacer escondiéndose en un aula de la escuela en ruinas en la que el especialista Oshino Meme hizo una vez su base de operaciones—ahí es donde comienza el cuento. O ahí es donde termina.

Y su vida.

Su larga vida, también, llega por fin a su fin.