Sokushi Cheat Ga Saikyou (NL)

Malna se encontraba en un espacio lleno de edificios de colores vivos. Los pilares eran rojos, las paredes amarillas y los tejados dorados. Desde su perspectiva, era difícil creer que existiera alguien con un sentido estético que permitiera un despliegue de color tan llamativo.

Por un momento no lo reconoció, pero rápidamente se dio cuenta de que estaba en el Trono Celestial, un lugar utilizado para gestionar el mundo que ella visitaba raramente. El mundo se gestionaba por sí mismo en su mayor parte de forma automática, así que mientras no necesitaran hacer cambios a gran escala, no había mucha utilidad para este lugar.

Estaba básicamente abandonado. Por supuesto, los edificios creados para el uso de los dioses no se deterioraban. Habían sido construidos por los anteriores dioses de este mundo, pero pensando que eran de mal gusto, Malna había evitado venir aquí desde que tomó el mando.

“Seguro que te preguntas por qué estás aquí, entre todos los lugares”.

Malna se volvió para mirar la fuente de la voz. Había un chico de pie. La sonrisa siempre presente en su rostro le resultaba de algún modo familiar. Era uno de los viejos dioses caídos de antes de su llegada.

“Pensé que estaba perdido después de hundirme en el fondo del océano y ser devorado por un pez gigante, pero parece que me salvé”.

Malna dudaba de su historia, pero los detalles surgieron en el fondo de su mente. Yogiri Takatou y sus amigos habían montado en el dragón, y éste había caído al océano tras perder su fuerza. Los humanos habían escapado, pero el dragón acababa de hundirse. Al caer a las profundidades, un enorme monstruo marino se lo había tragado entero. Había dicho la verdad, pero incluso caído como estaba, seguía siendo un dios. No había forma de que lo matara un animal salvaje.

“Acabé excediéndome un poco con mis poderes. Si el sello no se hubiera liberado, este cuerpo habría estado en una situación difícil. ¿Necesitas que me presente? Soy Kouryu. Es más bien un apodo, pero sorprendentemente le he cogido el gusto, así que estaré encantado de que me llames así”.

Los dioses eran fundamentalmente indestructibles. Aunque los mataras o los borraras, con el tiempo reaparecerían. Así que en las batallas entre dioses, era común que el ganador esclavizara al perdedor o tomara medidas para sellarlo.

Durante la batalla por el control de este mundo, siete dioses habían perecido y cuatro habían huido. El que había quedado se negó a la esclavitud y resistió hasta el final, por lo que Rilna había sellado sus poderes. La clave de ese sello era la propia lanzadora, así que mientras viviera, nadie podría quitarlo.

“¿Qué quieres? ¿Planeas recuperar el mundo o algo así?” Malna estaba extrañamente nerviosa. A pesar de ser un dios, las cosas que no entendía seguían sucediendo una y otra vez. No estaba en condiciones de mantener su habitual comportamiento juguetón.

“Bueno, eso podría ser un poco desafiante. Los doce juntos perdimos contra sólo dos de ustedes. Aunque sólo quede una de ustedes, me resulta difícil imaginar que pueda igualar tu fuerza”.

Como dijo, incluso con sus poderes divinos devueltos a él, Kouryu no tenía ninguna oportunidad contra Malna por sí mismo.

“Así que si te preguntas por qué estás aquí, es porque te he llamado. Estabas dando saltos sin ningún objetivo en mente, ¿verdad? Así que había un poco de espacio para que yo interviniera. Estabas huyendo, sin importarte dónde acababas, así que me adelanté y decidí tu destino por ti”.

Eso era ciertamente posible. Ella había estado saltando irreflexivamente de un lado a otro, sin pensar en absoluto en dónde podría terminar.

“En cuanto a lo que quiero… nada en particular. Sólo quería burlarme un poco de ti”.

“¡¿Qué?! ¡¿Quieres que te mate o algo así?!”

“Uhh, no creo que realmente pueda morir ahora mismo. No podría ganar, pero no creo que perdiera. De todos modos, ¿qué piensas de Yogiri Takatou?”

Malna se quedó callada. Esas palabras hicieron que los acontecimientos que acababan de ocurrir volvieran a su mente. Todavía no había puesto en orden sus pensamientos. No había sido capaz de entender lo que estaba pasando.

“¡¿Sabes algo de esa cosa?!”, exigió.

“No voy a decirte nada. Estoy aquí para burlarme de ti. Así que adelante, retuércete todo lo que quieras. Sólo ver eso me ayuda a calmar el estómago”.

Para un dios como Malna, no conocer la verdadera naturaleza de Yogiri era extraño en sí mismo. Como dios omnisciente y todopoderoso, era impensable que algo dentro de sus dominios le fuera desconocido.

“Ahora bien -continuó Kouryu-, fundamentalmente, los dioses son omniscientes y omnipotentes, pero como sabes hay varios dioses por ahí. Si todos ellos fueran así de omnipotentes, sería bastante extraño. Es decir, la omnipotencia es un poco contradictoria en sí misma”.

Tomada literalmente, la idea de la omnipotencia, la capacidad de hacer cualquier cosa, engendra su propia paradoja. El ejemplo común sería, ¿puede un ser omnipotente crear una piedra tan pesada que nadie pueda levantarla? Si no puede, entonces no es omnipotente. Pero si puede crear una piedra tan pesada que él mismo no pueda levantarla, entonces tampoco es omnipotente.

“Todos hemos acordado hacer la vista gorda ante la paradoja de la omnipotencia, pero eso sigue dejando el problema de cuando dos seres omnipotentes se enfrentan. En ese caso, se convierte en una competición sobre el alcance y la fuerza de la omnipotencia de cada uno”.

Por supuesto, eso era algo que Malna sabía. Los que eran omnipotentes sólo podían ejercer ese poder dentro de su propio dominio. Además, había una fuerza asociada a su omnipotencia, que era el factor decisivo en una lucha entre seres omnipotentes. Si sus dominios se superponían y sus poderes eran de igual fuerza, se equilibrarían mutuamente y ambos quedarían sin poder.

“Y en cuanto a la omnisciencia, no podemos conocer toda la información a la vez. Aunque nos llamemos dioses, seguimos teniendo inteligencia, sentimientos y emociones, y seguimos pensando en las cosas de forma secuencial. Aunque seamos omniscientes, ese conocimiento sigue basándose en un alma y una voluntad individual. Así que no es que lo sepamos todo desde el principio. Al decidir que queremos aprender sobre algo, podemos obtener esa información”.

“¿Qué estás tratando de decir?” interrumpió Malna.

“Sólo estoy preparando las cosas. Ahora bien. Para mantener la omnisciencia, no se puede permitir no saber algo, pero por lo que acabo de decir, mientras no intentes entender esa cosa, entonces no hay problema. Entonces, tu padre, supongo. O tu creador probablemente nunca te lo dijo. Si no lo sabes, no pensarás en ello, y así tu omnisciencia puede mantenerse”.

“¡¿Y qué?!” Malna empezaba a enfadarse por su discurso indirecto y condescendiente.

“Lo que digo es que ya no eres omnisciente. No sabes lo que es Yogiri Takatou, ¿verdad? Por lo tanto, tu omnisciencia se ha derrumbado”. Al señalar eso, había hecho temblar los cimientos de la divinidad de Malnarilna. “Además, se supone que Malna y Rilna son iguales. Si uno de ustedes puede ser asesinado, eso significa que el otro también puede serlo. Hace que te preguntes si tú también eres realmente omnipotente”.

Su divinidad se tambaleó aún más. Malna podía sentir que los cimientos de su divinidad empezaban a resquebrajarse. Las cosas se estaban poniendo mal para ella.

“Así que los seres que se consideran a sí mismos omnipotentes y omniscientes excluyen esa cosa por completo de su pensamiento”, explicó Kouryu. “A los que no lo saben nunca se les enseña. Si nunca lo cuestionan, seguirán siendo omnipotentes. Si nunca intentan aprender sobre ello, seguirán siendo omniscientes”.

“¡Es imposible que algo así exista! No hay manera!”

“Pero sí existe, por desgracia. Y aún más increíble es que tampoco hay forma de escapar de Yogiri Takatou. Se acabó para ti”.

Malna miró a Yogiri Takatou con incredulidad. Los ojos aparecieron. Como si hubieran estado ahí todo el tiempo, sólo que cerrados hasta ahora. Los párpados se abrieron para revelar innumerables ojos a su alrededor. Aquella era la encarnación del concepto de la vista. Era una señal de que Yogiri Takatou era consciente de su existencia. Sabía que ella le estaba mirando, y él le devolvía la mirada.

“Así que, volviendo al tema”, continuó Kouryu, “en una lucha entre seres omnipotentes, el territorio es bastante importante. En un lugar donde no llega su poder, no pueden luchar contra otros seres omnipotentes. Por cierto, ¿dónde estamos exactamente?”

El Trono Celestial. El lugar donde se administraba el mundo; la base de los antiguos dioses.

“Con la muerte de tu otra mitad, mi sello fue liberado. Al mismo tiempo, recuperé un poco de mi dominio. Este es un lugar donde puedo usar mi omnipotencia”.

“¡¿Y qué?! ¡Eso no cambia que este sigue siendo mi dominio también!”

“Sí, y tú eres mucho más fuerte que yo, así que no puedo vencerte”.

“¡¿Entonces qué quieres?! Sólo ve al grano!”

“Haré que lo haga alguien que pueda ganarte”.

Algo golpeó la espalda de Malna. Un brazo pálido y delgado la atravesó por detrás y le atravesó el pecho.

“Dejad que os presente a los dos”, dijo Kouryu. “Esta es la Bruja Negra Azabache, Miranda, y su afición es matar dioses. También se la conoce como el Azote Asesino de Dioses”.

“¿Por qué…?” Malna reconoció que había recibido un golpe fatal.

“Hice temblar los cimientos de tu divinidad, te metí en mis dominios y luego obtuve la ayuda de otro ser omnipotente”, explicó Kouryu. “No estaba seguro de que fuera suficiente, pero parece que ha funcionado”.

“Intentaba pensar en alguna forma de vengarme de ti”, añadió Miranda. “Un ensañamiento como este se siente bastante bien”.

“E-Espera… Si desaparezco, entonces este mundo…”

“¿Crees que me importa lo que le pase a tu mundo?” escupió Miranda. Para una bruja que cruza mundos, este lugar no significaba nada para ella.

“Yo me encargaré de hacer de dios por ti”, se rió Kouryu. “No te preocupes, no es nada que no haya hecho antes”.

“¡No me refiero a eso! Ellos… Este… mundo…”

Pero Malna desapareció, sin poder explicar nada.