Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 24

Capítulo 1: Una Reunión Estratégica

Parte 2

“… ¡Vaya!”

Cuando di un paso dentro del vestíbulo, lo primero que mis ojos registraron fue el dorado. De pies a cabeza. Un tipo usando una armadura dorada yacía brillantemente ante mí.

“¿¡Qué—!?”

“Hola.” El trozo de oro con forma humanoide levantó una mano.

Esa voz. Ese gesto. La imagen de una cierta persona se me vino a la mente. Los Caballeros Dorados. Había escuchado que la Armadura del Dios de la Lucha había sido dorada. En el pasado, Badigadi, como un apóstol, había luchado contra Laplace usando una armadura dorada.

Todo encajó. ¡Estamos bajo ataque!

¡Geese fue un señuelo desde el comienzo! El Dios Humano recuperó la Armadura del Dios de la Lucha y envió a su vanguardia para tomarme desprevenido—

“Estos caballeros dicen que llegaron aquí a través de un círculo de teletransportación y por órdenes de la Reina Ariel,” me informó la chica elfo.

—yyyyy eso no es lo que está sucediendo.

Ahora que lo veo mejor, y tomando en cuenta la tenue luz, la armadura era más bien de un color ocre apagado.

“Gracias.”

El hombre se quitó su casco. Debajo, él tenía una cabeza con cabello negro—algo relativamente raro en este mundo. Parecía tener alrededor de cincuenta años. Líneas profundas dividían su rostro, y su postura era la de un guerrero veterano. Ya había visto antes a este sujeto, en el palacio de Asura, justo afuera del aposento de Ariel.

“Ha pasado tiempo,” dije. La última vez, si recuerdo correctamente, él había dado un discurso digno de un adolescente con delirios, para luego rehusarse a decirme su nombre. Aunque yo lo sabía. El otro hombre que estuvo junto a él, Sylvester, me lo había dicho.

“Es bueno verlo. ¿Esta vez me concederá el honor de saber su nombre?” pregunté.

Él dejó salir un ja de risa, que parecía implicar que este no era el momento, pero aun así me hizo el honor. “Soy Chandle von Grandour, caballero al servicio de la Reina Ariel.”

“Es un verdadero placer. Yo soy Rudeus Greyrat.” Él bajó su cabeza hacia mí, así que yo hice lo mismo. Ahora que lo pienso, yo nunca antes había escuchado de la familia Grandour. Había olvidado preguntarle a Orsted sobre ellos la vez pasada. Chandle no había parecido tan importante.

“Estoy aquí debido a órdenes urgentes y secretas de Su Majestad,” dijo Chandle. Él estiró hacia mí la caja que había estado cargando bajo un brazo.

¿Urgente? Eso debe significar que él acababa de llegar. Yo acababa de enviarle los detalles del plan a Ariel durante la reunión. La mujer se movía rápido.

“Gracias,” dije. “¿Qué es esto?”

“En su interior hay un implemento mágico que puede cambiar su apariencia. Su Majestad dijo que usted lo necesitaría.”

¿Oh? Había habido un dispositivo como ese en el Reino de Asura, ¿no? Pero incluso así, era impresionante que ella ya lo tuviera a mano. Tal vez ya había sospechado que yo lo necesitaría y por eso lo preparó.

“Por favor, confirme el contenido,” me instó Chandle.

“Bien.” Abrí la caja y, seguro, había un par de anillos que hacían juego: uno rojo, uno verde. El usuario del anillo verde tomaría la apariencia del usuario del anillo rojo. Con estos, yo podía hacerme ver como un aldeano común y corriente.

“Además, esta es la insignia real de Asura,” dijo él, estirando otra caja hacia mí. “Su Majestad le da la plena libertad para usarla si alguna vez se encuentra en problemas, junto con su nombre.”

Recibí la caja y la abrí para encontrar un medallón. Lucía el escudo de armas de la familia real de Asura. Ariel debe haberlo mandado a fabricar recientemente. Se veía completamente nuevo, y escribir cartas para mí cada vez tenía que ser una molestia. Ahora le debía un favor más a Ariel.

“También tenemos órdenes de asistirlo, Rudeus-sama.”

¿Asistirme? Ellos deben estar rellenando mientras los refuerzos llegan aquí. Naturalmente, Ariel no podría haber enviado a una Reina de la Espada y una Emperatriz del Agua sin que nadie se diese cuenta, así que había enviado a unos caballeros sin nada mejor que hacer. Olviden eso. No era justo llamarlo relleno. Él se desempeñaría bien como refuerzo. Y estábamos hablando de Ariel—yo sabía que ella no me enviaría a un principiante incapaz de llevar a cabo operaciones ultra secretas.

“Esperen un momento,” intervine, entendiendo lo que él acababa de decir. “¿Nosotros?” “En efecto. ¡Vamos, saluda!” gritó Chandle, haciendo un gesto con su cabeza.

Fue como si una sección de la pared hubiese cobrado vida. En una esquina del vestíbulo, viéndose como parte del mobiliario, había un enorme conjunto de armadura. De alguna forma no me había dado cuenta, incluso aunque nunca antes había estado ahí. No tenía mucha presencia.

Pero una vez que te dabas cuenta, no podías ignorarlo. Él era una figura imponente usando una armadura gris y tenía una realmente enorme hacha de batalla amarrada a su espalda.

“Yo soy, eh, Dohga,” gruñó él.

“Es… es un placer. Yo soy Rudeus Greyrat.”

Dohga. También me había encontrado con este sujeto antes. Él había estado protegiendo el aposento de Ariel y no era exactamente… la herramienta más afilada de la caja, por así decirlo.

Entonces él era un caballero y no solo un tipo con un hacha. Incluso aunque su nombre y su físico eran duros, había cierta inocencia en su rostro. Yo lo describiría como el tipo fuerte, amable, y silencioso. Él tal vez estaba en sus veintes—e incluso podría ser un adolescente.

Chandle, en su armadura ocre, daba la sensación de un zorro plateado. Él era bastante grande, pero junto a Dohga, se veía como una vara. Se veían como dos partes de un equipo para luchar contra el jefe de una incursión.

“Bueno, sus deseos son órdenes. Puedo hacer cualquier cosa que necesite.”

“Um, bien…” Ahora que estaban aquí, ¿qué diablos haría con ellos? ¿Acaso la opción más sensible era colocarlos junto al grupo de los mercenarios? Tal vez debería dárselos a Zanoba. No podía imaginarlos a todos llevándose bien.

“… Chandle, ¿usted es un luchador?”

“Por supuesto. Estoy clasificado como el más fuerte de los Caballeros Reales de Asura.”

El más fuerte, ¿eh? Supuse que Ghislaine e Isolde probablemente no contaban como miembros de la orden de caballeros.

Para ser honesto, él no parecía que fuera a aguantar una batalla. Pero era genial y, a partir de lo que había visto de él en el palacio de Asura, bastante divertido. Yo probablemente lo querría como un amigo.

“Muy probablemente estaremos luchando contra los Grandes Poderes. ¿Cree poder manejar eso?”

“Sin duda. He estado preparado para morir desde que juré servir bajo las órdenes de la Reina Ariel.”

Hmmm. Entiendo. Ariel incluso podría haberlo enviado porque era desechable. Lo pondría junto a Zanoba—pero esperen. Esto era un poco extraño, ¿no? Yo literalmente acababa de enviar ese mensaje a Ariel. Ella trabajaba rápido, pero ¿así de rápido? La sincronización era demasiado perfecta. ¿Qué tal si el Dios Humano—?

“Tú,” dijo una voz. Me di la vuelta para encontrar a Orsted detrás de mí.

Chandle bajó su cabeza. “Buen día, Dios Dragón Orsted. Es un placer verlo, y estoy encantado de saber que su maldición está mucho más bajo control que lo indicado por la Reina Ariel.”

Di un vistazo hacia la Señorita Elfo. Ella tenía los brazos cruzados sobre su pecho, mirando hacia Orsted con una expresión que evidenciaba una emoción ferviente. ¿Y eso por qué? De seguro no podía ser la primera vez que ella lo había visto. Él sí tenía el casco puesto, pero tal vez la maldición la estaba afectando menos de lo que ella había esperado.

Pero dejemos eso de lado. Tenía que concentrarme en Chandle. “¿Ahora sirves a Ariel?” dijo Orsted.

“Así es. Aquí tengo el certificado.” Él sacó un pedazo de papel de un bolsillo y se lo enseñó a Orsted.

De hecho, este decía, Yo nombro a Chandle von Grandour como Capitán de los Caballeros Dorados de Asura. Tenía la firma de Ariel, como también el escudo de armas de Asura. Él lo había traído consigo. Algo al respecto se sentía extraño, pero probablemente provenía de mis anteriores sospechas de él.

“Ustedes dos irán con Rudeus. Geese no conocerá sus rostros.” “Como usted ordene.”

“Rudeus, ¿eso está bien contigo?”

“¿Eh? Ah, um, claro.” Y así como así, Orsted había aparecido y tomado la decisión por mí. Si era una orden de Orsted, supuse que la aceptaríamos…

“Espere, de hecho, eso no está bien conmigo. ¿Podemos retroceder un poco? No podemos decidir esto así como así. ¿Quién es este sujeto? Usted parece conocerlo, Orsted- sama.”

“Sí, él es—” Orsted se quedó en silencio. Miré hacia Chandle y vi que tenía un dedo sobre sus labios.

“Si él no lo sabe, ¿tal vez lo mejor sería mantenerlo de esa forma?” sugirió él. “Ahora mismo, yo soy el caballero de la Reina Ariel. Desde ahora en adelante, seré el sirviente de Rudeus-sama.”

Parecía ser que Chandle era famoso. ¿Quién podrá ser? Él no se veía como un Gran Poder. De hecho, daba vibras de debilucho. ¿Qué personas famosas conocía Orsted? Tal vez estaba relacionado con el Clan Dragón—quizás era el Emperador Dragón Sagrado Shirad, o el Rey Dragón Abismal Maxwell. Pero él no tenía el cabello plateado. Tal vez se lo había teñido.

“¿Está seguro de esto?” le pregunté a Orsted.

“Él te servirá bien. Yo estaba nervioso sobre enviarte solo, y él es perfecto para la tarea.

Es improbable que sea un apóstol, y creo que él será bueno reuniendo información.”

Orsted sonaba confiado. Yo tenía que confiar en él. Ariel no escogería a un rarito para ser capitán de sus caballeros solo debido a sus conexiones, así que él de seguro tenía que defenderse bien en combate.

“No lo defraudaré,” dijo Chandle.

Vamos a pensar en esto. Orsted dijo que él es bueno reuniendo información, así que tal vez esa es su especialidad.

Orsted actuaba como si fuera un hecho que él sabía sobre Chandle, y Chandle parecía tomarlo como si Orsted lo conociera—eso estaba comprobado. Yo estaba nervioso de trabajar solo. Por otro lado, también estaba nervioso sobre trabajar junto a personas que no conocía. Con Orsted dándole su visto bueno, no había razón para preocuparse. ¿Cierto? Y la propia Ariel lo había enviado.

Orsted había decidido de inmediato enviar a este sujeto—eso quería decir que él tenía que ser tanto bueno en lo que hacía como una apuesta segura. Así es como Orsted lo debe haber juzgado. De hecho, Ariel confiaba lo suficiente en él como para permitirle usar los círculos de teletransportación. Eso era algo.

Tal vez yo debería confiar en las valoraciones de Orsted y Ariel sobre él.

“Muy bien,” dije. “Por favor, vengan y únanse a la reunión, aunque me temo que ya casi acaba.”

“Entiendo,” respondió Chandle.

Repasaré toda la estrategia con ambos, para luego ir a ver lo que Ariel tiene que decir sobre ellos, pensé, guiando a los dos misteriosos caballeros dentro de la sala de conferencias.