Kami-sama no Inai Nichiyoubi (NL)

Volumen 2

Capítulo 2:『Bad Dragon』

Parte 1

Ellos atravesaron la puerta.

La vista de la ciudad fue liberada por detrás de las paredes rojas de la ciudad, y su amplia extensión repentinamente apareció en los ojos de los viajeros.

Ante ellos estaba el sol, el castillo, las montañas y un verde interminable.

Había trigo, todavía joven y verde, plantado en el pequeño terreno llano que había en las montañas. El trigo de allí parecía ser de crecimiento más rápido que en las montañas. Ai estaba acostumbrada a su color, parecían estar casi listos para brotar los granos.

Un par de agricultores se sentaron en una cresta, observando sus cosechas.

Ai podía predecir muy claramente lo que los adultos como ellos hablaban en momentos como esos. Reanudarían por enésima vez conversaciones ya hechas e insípidas, como “Están creciendo bien este año”, “Sí”.

Los ojos de los viajeros se habían acostumbrado desde hacía tiempo al gris del desierto, de modo que, ante este asalto repentino de verde, su entorno les parecía increíblemente brillante y llamativo.

Un granjero repentinamente notó su presencia y les saludó con la mano, y el resto siguió su ejemplo. Ai se frotó los ojos y sacudió su pequeña mano a cambio.

El coche se movió lentamente, pero al final los campesinos los saludaron y continuaron adelante.

Después de un rato, cuando el sol se enrojecía detrás de la cordillera, los viajeros llegaron al pie de las colinas.

Más lejos y llegarían al mercado. Todos los edificios antes de ellos se habían convertido en pisos de apartamentos, con la planta baja compuesta enteramente de tiendas llenas de flujo de entrada y salida de clientes.

El conjunto del mercado de Ortus se construyó por medio de rocas, con mármol, arcilla, ladrillo y similares que se han combinado para formar los apartamentos compactos que encajaban perfectamente y llenaron las calles ya estrechas.

La carretera se había mantenido en excelentes condiciones, con grandes y cómodos lugares para descansar a lo largo de su costado. Las casas, todas competían entre sí en adornar sus puertas y ventanas con vegetación en ciernes y variedad de flores de la temporada en otros lugares prominentes. Justo antes, una anciana estaba cambiando sus plantas en macetas en la carretera. Los niños corrían en multitud como ráfagas de viento, riéndose como sólo ellos pueden hacerlo, mientras que a lo largo de la carretera los ancianos arremolinados soplaban con sus pipas arroyos de humo colorido y lanzaban apuestas en pequeños juegos de dados.

Todo el mundo estaba, por supuesto, muerto.

Los muertos parecían despojarse de las ropas viejas, con los músculos marchitos y secos y algunos delgados como un alambre. Cuanto más joven eran los muertos, más extraño parecían.

Esqueletos que desfilan en traje y lazos de tres piezas. Culis con cadenas enrolladas sobre sí mismos para compensar el peso corporal perdido. Mujeres tan envueltas en encajes que parecían haber sido fundidas en una extraña bestia sartorial, los jóvenes que habían amputado sus extremidades y las reemplazaron con prótesis, pareciendo títeres, estudiantes universitarios llevando libros de la biblioteca bajo un brazo y sus cabezas Bajo el otro.

La mayoría de los vivientes trataban a estos muertos como monstruos. Ellos reaccionarían a esas vistas de la misma manera: Pensar en las calles de Ortus como un infierno infestado de demonios y salir asustados, que no deberían haber venido aquí, y luego dar una salida rápida. Este tipo de cosas habían sucedido tantas veces que Kiriko ya había renunciado a estar indignado.

Pero Ai era diferente.

Apretó la cara con tristeza hasta la ventanilla del coche y observó las caras de la gente a la que pasaba. Ni siquiera retiro su rostro, ella estaba tan sorprendida, que los miraba directamente a los ojos.

Antinatural u ordinario, extraño o familiar, las caras de los muertos llevaban sonrisas. Mientras Ai observaba, bromeaban y hablaban, charlaban y reían con la gente cercana a ellos, y en sus rostros estaban las sonrisas de lo cotidiano.

Una madre con un bebé se volvió y sonrió a Ai, y ella saludó con un gesto y sonrió, una sonrisa pura sin el menor fragmento de sorpresa, piedad o rabia en su expresión.

Una lágrima rodó por su mejilla.

Kiriko, pensó que acababa de presenciar algo prohibido, giro apresuradamente su mirada hacia delante. Más adelante, en el cielo que había llegado a sus colores de noche, vio una estrella del mismo color que la lágrima, esparciendo la luz sobre la ciudad.

Al mismo tiempo llegó un “Wow…” desde atrás. Ai, también vio la misma escena.