Ore wa Subete wo “Parry” Suru (NL)

Volumen 1

Capítulo 10: Inés, El Escudo Divino

El lugar al que me condujo Inés era una especie de plaza abierta dentro de los terrenos de la finca. Aparte de nosotros, no había nadie. Tras observar los alrededores, Inés se detuvo, se volvió hacia mí e hizo una reverencia.

“En primer lugar”, dijo, ” permítame disculparme por mi descortesía. Mi comportamiento anterior no fue un recibimiento apropiado para el salvador de Lady Lynneburg. Imagino que mi apreciación sobre usted le habrá causado cierta incomodidad. Por favor, perdóneme”.

Estaba totalmente convencido de que iba a regañarme por algo que había dicho o hecho antes. No esperaba que me pidiera disculpas.

“Está bien”, dije. “No me molestó. No te preocupes”.

Me había preocupado un poco por cómo había reaccionado, pero también estaba bastante seguro de que estaba justificado; todavía no sabía muy bien cómo se hacían las cosas por aquí, así que no era difícil creer que de alguna manera había dicho o hecho algo grosero. De hecho, si hubiera empezado a enumerar todo lo que había hecho mal, se lo habría agradecido con gusto.

“Realmente no hiciste nada por lo que valga la pena disculparse”, le dije. “Por favor, levanta la cabeza”.

Al oír mis palabras, Inés se relajó y se enderezó. “¿Es así? Entonces te doy las gracias por aceptar mis disculpas. Siento mucho mi descortesía. Sin embargo, mi función y la de mis colegas es mantener a la familia Clays a salvo de cualquier daño. Todo lo demás, entretener a nuestros invitados incluidos, tiene menor prioridad. Le agradecería que lo entendiera”.

¿Así que su trabajo era mantener a salvo a la familia? Ahora que lo mencionaba, recordaba haber pensado que la pesada armadura que llevaba sobre la falda -que parecía parte del uniforme de una sirvienta- no era adecuada para las tareas domésticas. Todo lo cual significaría…

“Oh”, dije. “Supongo que entonces no eres una sirvienta de verdad”.

Ines parpadeó sorprendida por mi pregunta. “Ahora que lo pienso, no me he presentado, ¿verdad? Soy Ines Harness, miembro y vicecapitana del Cuerpo de Guerreros de la familia Clay”.

Así que tenía razón; no era una sirvienta. De hecho, era la vicecapitana de algo. Aunque no tenía ni idea de los detalles, sonaba impresionante.

“Además”, dijo, “desde que era una niña también se me conoce como ‘el Escudo Divino’, y tengo el honor de proteger a Lady Lynneburg. Aunque algunos asuntos me tienen ahora ocupada en otra parte, garantizar su seguridad a toda costa era originalmente mi deber. Hoy lo has hecho en mi lugar, y por ello te doy las gracias”.

Ines me miró directamente a los ojos y continuó: “La seguridad de Lady Lynneburg está por encima de mi propia vida. Salvarla a ella es como salvarme a mí. Como tal, me gustaría expresarte mi más sincera gratitud”.

Una vez más, Inés colocó la mano sobre su pechera de plata y se inclinó en silencio. Aunque no fue nada dramático, me di cuenta de que estaba siendo sincera. Había dicho que valoraba la vida de Lynne por encima de la suya, y yo la creí.

“A partir de ahora, me esforzaré por ser alguien en quien puedas confiar. Si alguna vez necesitas mi ayuda, sólo tienes que pedirla”.

Sinceramente, pensé que estaba exagerando. Yo estaba en el lugar y el momento adecuados para detener a una vaca loca. Aun así, decidí aceptar su oferta, aunque sólo fuera en espíritu. Me preocupaba que, de lo contrario, me obligaran a hacer otra cosa.

“Claro”, dije. “Si necesito algo, te lo haré saber”.

Inés me dedicó una sonrisa amable, pero enseguida volvió a su habitual expresión severa. “No obstante, debo advertirle: los vasallos aún no le hemos dado nuestra plena aprobación. Aunque a Lady Lynneburg no pareció importarle la forma en que te comportaste antes en la sala de audiencias, tanto tu discurso como tu conducta fueron inexcusables. Normalmente no se permitiría tal exceso de familiaridad”.

Ah, así que por eso me había estado lanzando esas miradas agudas.

“Hoy ha sido una excepción”, dijo Inés. “Si repite su insolencia en el futuro, sepa que no pasará desapercibida. Además, ten cuidado de no actuar de esa manera ante los ojos de otros vasallos; grandes grupos de ellos, en particular.”

“Gracias. Aprecio el consejo”. Las tradiciones locales como ésta eran exactamente el tipo de cosas que nunca habría descubierto por mí mismo.

“Como vasallos, orientar a los forasteros es uno de nuestros muchos deberes”. Inés hizo una pausa y añadió: “Pensé que sería mejor mencionártelo”.

Espera, ¿se había desviado de su camino para apartarme sólo para decirme eso? La gente de esta casa era muy sincera.

“Una última cosa”, dijo Inés. “Tengo una deuda contigo. Si es posible, me gustaría saber tu nombre”. Me dedicó otra sonrisa, tan leve como la anterior.

Todavía no le había dicho mi nombre, ¿verdad? Seguro que había mucha gente haciéndome esa pregunta hoy.

“¿Yo?”, le dije. “Me llamo Noor”.

“¿Noor…?” La sonrisa de Inés desapareció al instante.

Por un momento, me quedé desconcertado. “¿Te he ofendido de alguna manera?”

“Oh, no… Mis disculpas; no tiene nada que ver contigo. Ahora, si me disculpa, me temo que debo marcharme”.

Inés abandonó la plaza enérgicamente, ocultándome su rostro.

¿A qué venía eso? Tal vez había empezado a sentirse mal de repente. Sin embargo, con eso fuera del camino, por fin era libre de encontrar unos baños y volver a mi alojamiento.

O eso creía. Otra voz me llamó desde atrás.

“Eh, ¿te vas tan pronto? Antes de irte, ¿qué te parece si hacemos una ronda juntos? Estoy ansioso por ver de qué es capaz realmente el rumoreado héroe”.

Un hombre apareció de entre la oscuridad, blandiendo una lanza. Aunque no lo había visto mientras hablaba con Inés, había sentido su presencia cerca de nosotros. Si la memoria no me fallaba, era Gil-algo… ¿no? No, espera. Albert. Ese era.

Había un cierto aire en Albert que me decía que no era una persona común; a simple vista, habría dicho que era un soldado al servicio de la casa. Me pregunté qué significaba la pregunta que me había hecho.

“¿Qué quieres decir con ‘hacer una ronda’…?”. le pregunté.

“Supongo que podría llamarse entrenamiento de combate en vivo. Sparring”.

“¿Combate?” Repetí. “¿De verdad está bien que me una a ti?”

“Claro. Un poco de diversión nunca hace daño a nadie”.

“Entonces, por supuesto, me encantaría”.

También tenía curiosidad por saber qué tipo de entrenamiento hacía. Sinceramente, me parecía que debería haber sido yo quien se lo preguntara.

Aunque todavía estaba un poco cansado de mi pelea con la vaca, había estado usando [Curación Baja] en mí mismo mientras caminaba y hablaba con todo el mundo, así que mi fatiga física había desaparecido en su mayor parte. No estaba en perfectas condiciones, así que no sabía cómo de buen oponente sería para él, pero la oportunidad era demasiado buena para dejarla pasar. Tendría que verlo como una oportunidad de aprender de alguien con mucha más experiencia.

“Huh”, dijo. “Eres más entusiasta de lo que esperaba. Ven conmigo; el campo de entrenamiento está por aquí”.

Y así, seguí al lancero, Albert -no, espera, Halbert- hasta el lugar de lo que sería nuestro primer combate.

(Baikus: aqui está haciendo un chiste muy malo porque hay un tipo de lanza en ingles que se le llama halberd o alabarda haciendo un juego de palabras…)