Loop 7-kaime no Akuyaku (NL)

Volumen 4

Capitulo 5: Nostalgia

Parte 3

Raúl miró fijamente al caballero, con ojos fríos. “No te preocupes.

No seré duro contigo.”

“¡¿Tu arrogancia nunca termina?!”

“Mm… ¿Tienes que ser tan manida?” Realmente no estaba tratando de insultarlas. Noquearlas en vez de matarlas les bajaría más la moral. Además, no tenía sentido ser victorioso sobre ellas.

“¡Mmph!” Le llamó Harriet aún con la boca tapada. Los hombres de Raúl estaban en el tejado de la iglesia, subiéndola con una cuerda. Así que mientras llegara arriba, estaría a salvo. Por el sonido de su voz, supuso que sólo serían unos metros más.

Sería aún más sencillo si todo lo que tuviera que hacer fuera dejarla escapar.

Tuvo muchas oportunidades de hacerlo. En Fabrannia, en el camino, y también en los últimos días aquí en Galkhein.

Pero eso tampoco tiene sentido. Si Harriet desaparece aquí, Fabrannia simplemente la acusará de algún crimen y la perseguirá para que se calle.

Si eso ocurría, no tendría escapatoria. Siguel acabaría pagando por los crímenes que supuestamente había cometido.

“¡Jefe! Estamos en la ventana superior. ¡Podemos salir de aquí!” “Entendido. Cuento con ustedes.”

“¡No dejen que Harriet se—gah!” El caballero perdió el conocimiento cuando un cuchillo arrojado apuñaló su pierna. Cada cuchillo había sido recubierto con una droga de parálisis sin diluir.

Raúl se subió a los bancos y utilizó sus respaldos como peldaños, saltando de uno a otro. Saltó al pasillo central y se puso de espaldas a la puerta, bloqueando el paso de los caballeros.

“¿Doce más?”

“¡Augh! ¡Mátenlo!”

Los caballeros se abalanzaron sobre él como uno solo. Raúl esquivó con la agilidad de un gato y lanzó cinco finos cuchillos en un arco a su alrededor. Su puntería fue certera; los cinco caballeros se desplomaron en el suelo.

Luego se arrodilló y puso una mano en el suelo. Barrió las piernas de los caballeros restantes que cargaban contra él, y todos cayeron al suelo de forma casi cómica. Por muy sucios que fueran los métodos de los caballeros de Fabrannia, cuando se trataba de su manejo de la espada, eran muy directos. Raúl, en cambio, encontraba aburrida la lucha justa.

Los resultados son lo único que importa. No importa cómo lo hagas, si cumples tu objetivo, ganas.

Redujo su número en un santiamén, hasta que sólo quedaron tres caballeros. Raúl sonrió y soltó un suspiro. “Saben, encontré un plan muy detallado sobre la falsificación cuando me colé en su país.”

“¿Qué?”

“¡Estaba escrito de puño y letra del Rey Walter, e incluso tenía su firma! No esperaba menos de Su Majestad. Debía de estar tan orgulloso de su plan que quería asegurarse de que todo el mundo supiera que había sido idea suya.”

“¡No hay manera de que tengas algo así!”

El caballero tenía razón, por supuesto. Por muy estúpido que fuera el rey, no dejaría atrás una prueba tan contundente. Pero no importaba que ese documento no existiera; Raúl podía simplemente fabricarlo. Había aprendido la letra del rey Walter durante su reconocimiento de Fabrannia. De hecho, ya había elaborado ese documento antes de poner en marcha su plan.

“Lo que pasa con la gente es que prefiere una mentira interesante a la aburrida verdad.”

“¡Bastardo!”

“Lo sé todo sobre eso, ya que mentir es mi trabajo y todo eso. Si invento una historia fascinante y añado pruebas impactantes que la respalden, mucha gente se la tragará como si fuera verdad.”

Estaba seguro de que Fabrannia lo entendía. Utilizaban la misma psicología en sus intentos de inculpar a Harriet y mancillar la reputación de Galkhein.

“La gente tratará incluso los rumores infundados como verdad si realmente quiere, así que…” Raúl sonrió y desenvainó otro cuchillo. “Déjame darte el cadáver de alguien que se opuso a Fabrannia.”

“¡¿Qué?!” Todos los caballeros palidecieron de incredulidad.

“Para ser precisos, el cuerpo de un mercenario de Siguel que llevaba un documento robado con la firma de Walter. ¿Qué crees que pasará si se descubre un cadáver así en Galkhein, donde Fabrannia no tiene ninguna influencia?”

“N-No puedes hablar en serio…”

“¡Oh, pero claro que sí! ¡Los rumores se extenderán, y eventualmente llegarán a los canales oficiales! Una vez que la comunidad internacional empiece a sospechar de Fabrannia, no tendrán escapatoria, ¿verdad?”

Los caballeros retrocedieron ante Raúl. “¡¿Estás loco?! Todo por eso, tú—”

“¿Morirás, esa ibas a decir? Sí, lo haría. Es la forma más rápida de conseguir lo que quiero, con el menor número de bajas.” Raúl levantó el cuchillo y lo agitó de un lado a otro. “Hay veneno en esta hoja. Un veneno mortal que me hará morir sufriendo. Si me encuentran muerto, por este veneno, sólo dará más fuerza a los rumores.”

“Pruébalo. Si te matas, sólo tendremos que deshacernos de tu cadáver.”

“Desafortunadamente, algunos de mis subordinados siguen aquí observando. En cuanto muera, causarán una conmoción que atraerá civiles al lugar.”

Una vez que eso ocurriera, no sólo serían incapaces de ocultar su cadáver, sino que además serían descubiertos por un gran número de testigos.

Bueno, esto es todo lo que puedo hacer, supongo. Raúl sonrió con desgana, observando a los caballeros. Me aseguré de paralizar a esa chica, Rishe… Ahora Galkhein podrá demostrar que no eran más que una víctima atrapada en todo esto.

Casi se sintió mal por los problemas que les estaba causando. Su sonrisa se torció por la ironía. En todo caso, debería haber guardado rencor a este país. Les dije a mis hombres que frenaran al príncipe heredero de Galkhein sin matarlo si también venía a por mí.

Si noqueaba a todos los caballeros, no tendría sentido terminar muerto. Incluso si los tres caballeros que quedaban en pie iban a por Harriet, sabía que sus subordinados serían capaces de enfrentarse a ellos.

“Gracias por seguirme la corriente, chicas. Supongo que es hora de terminar esto.” Raúl hizo girar el cuchillo y se apuntó con la hoja.

“¡Espera! ¡No hagas otro movimiento!”

“¿En verdad esperas que te haga caso? Voy a tener que pedirte que te quedes quieta.”

Ahora al menos podía proteger a Harriet. Hacía mucho tiempo que no sonreía con una felicidad tan genuina. La luz brillaba a través de una vidriera como si las nubes se hubieran abierto. Pero justo cuando se llevaba el cuchillo a la garganta bajo la bendición de aquella luz, sintió algo extraño.

“¿Eh?” Raúl levantó la cabeza. Vio un cuadro de la diosa que abarcaba todo el techo, pero no tuvo tiempo de admirarlo, ya que la vidriera de una de las ventanas superiores de la iglesia se hizo añicos.

“Qu…”

Las vidrieras centellearon en el aire al caer, y sus fragmentos caleidoscópicos brillaron a la luz del sol. Una figura siguió su trayectoria, protegiéndose de la lluvia de cristales. Para sorpresa de Raúl, su cabello coral ondeaba al viento.

Una chica con una capa marrón cayó hacia él, con la falda ondeando a su alrededor. No, era tan grácil que no parecía que cayera, sino que descendía de lo alto. La espada negra que llevaba en la mano no encajaba con su complexión delgada.

Se despertó cuando Rishe le llamó por su nombre. Pero no era posible. Ella no podía estar aquí. Él mismo la había visto beberse el té adulterado hacía un rato. Y no entendía por qué no había entrado por la puerta, sino por la ventana.

En el aire, se echó la capucha sobre la cabeza, se enroscó y rodó al chocar contra el suelo. La capa que llevaba era de la misma tela que llevaban los cazadores cuando se adentraban en el bosque. Protegida de los fragmentos de cristal por la resistente tela, se puso en pie de un salto y desenvainó la espada. Luego golpeó el cuchillo que Raúl tenía en la mano.

“¡Ah!”

La sorpresa le había hecho aflojar el agarre, de modo que su cuchillo salió despedido por el suelo de la iglesia. La muchacha giró sobre sí misma, blandió su espada como si bailara y cargó contra los caballeros de Fabrannia. Con gritos demasiado agudos, los tres caballeros restantes cayeron al suelo. Raúl observó todo esto, estupefacto hasta la médula.

“¡Raúl!”

“¿No te dije que si ibas a salvar a Lady Harriet, yo quería ayudarte? No puedo permitir que te sacrifiques sólo porque quieres rescatarla.” Como si fuera lo más natural del mundo, ella dijo: “Por eso estoy aquí, para salvarte.”

Las palabras lo marearon.

“¿Estás bien? No te habrás hecho daño ni habrás tomado veneno demasiado deprisa, ¿verdad? Por ahora sólo vete de aquí, ya más tarde hablaremos de esto.”

“Espera un segundo… No es momento de preocuparse por mí. Esos no son todos los caballeros de Fabrannia.” Estaba seguro de que sus subordinados no meterían la pata y serían atrapados, lo que significaba que la docena restante de caballeros todavía estaban vigilando fuera de la iglesia. “La iglesia está rodeada. Si no sales de aquí, tampoco estarás a salvo…”

De repente, las puertas de la iglesia se abrieron de golpe, silenciando a Raúl. Desenvainó un cuchillo y corrió delante de Rishe, pero el intruso no era un enemigo de Fabrannia.

¡Tienes que estar bromeando!

“¡Príncipe Arnold!” Gritó Rishe. Una amplia y deslumbrante sonrisa floreció en su rostro, sus ojos esmeralda, como gemas, brillaban como si estuviera contemplando un preciado tesoro.

El blanco de su tierna mirada era una expresión estoica casi aburrida capaz de enamorar a cualquier dama.

“¿Qué haces aquí?” Preguntó Raúl. “¿Y los caballeros?”

“Ya me he ocupado.” Arnold Hein se dirigió hacia él. Más allá de las puertas abiertas estaba exactamente el espectáculo implícito: Todos los caballeros restantes de Fabrannia estaban tirados en el suelo, inconscientes.

Esto no puede estar pasando. ¡Le dije a mis hombres en la ciudad que detuvieran a Arnold Hein si lo veían!

“Lo siento, Raúl. Tomé prestado tu arco y flechas y noqueé al resto de tus hombres.”

“¿Bwuh?” Raúl se quedó sin habla.

Arnold Hein pasó junto a él y retiró la capucha de la chica. “¿Estás herida, Rishe?”

“No. Como puedes ver, no tengo ni un rasguño.”

Tomaste una droga poderosa, hecha especialmente por un cazador experto…

Si Rishe decía la verdad, había atravesado una ciudad con arqueros expertos apostados por todas partes, se había estrellado contra una vidriera, había rodado al caer al suelo y había luchado contra varios caballeros. Sin embargo, no tenía ninguna marca.

En cuanto a Arnold Hein, había luchado contra más de diez caballeros sin siquiera emitir un sonido detectable a los oídos de Raúl.

“Espera un segundo… ¡En serio, dame un respiro!” Raúl se apretó la frente. Si Rishe hubiera entrado al menos por la puerta como una persona normal, no se habría quedado tan estupefacto como para estropear su suicidio. Pero no había esperado que se dejara caer desde arriba. Como resultado, había perdido por completo la voluntad de llevar a cabo su plan.

“Ustedes dos son monstruos, ambos, marido y mujer…”

Las mejillas de Rishe se encendieron. “¡Aún no estamos casados!”

Raúl estaba totalmente desconcertado porque eso era lo que la ofendía. Después de todo eso, ¡te ruborizas como una tímida doncellita!

Rishe le dirigió una mirada petulante. Desde el fondo de su corazón, Raúl no sabía qué pensar de ella.

Maldita sea. Es adorable.

Por desgracia, era el único cuchillo envenenado que tenía. Sintió como si le hubieran echado en cara su propia inmadurez. Su orgullo por pensar que no había ninguna posibilidad de que fallara se tambaleó.

Ni siquiera importaba lo bien que mintiera.