Loop 7-kaime no Akuyaku (NL)

Volumen 4

Capitulo 3: Tendremos Nuestra Primera Pelea

Parte 3

Visitaron algunas tiendas y, al caer la tarde, Rishe y Harriet regresaron al castillo en carruaje.

Una doncella les recibió en el vestíbulo y les transmitió un mensaje en voz baja. “Bienvenida, Lady Rishe. Sé que es repentino, pero tengo un mensaje para usted de Sir Oliver. Su Alteza el Príncipe Arnold solicita su presencia.”

“Gracias. Iré directamente a su despacho. Lady Harriet, la veré en breve.”

“¡S-Sí! ¡Muchas gracias!”

Harriet movió la cabeza una y otra vez mientras Rishe se marchaba al despacho de Arnold. Llamó a la puerta al llegar y Oliver la dejó pasar.

“Perdóneme, Príncipe Arnold.”

“Hola.” Arnold estaba sin chaqueta, sentado sólo en camisa mientras su bolígrafo se deslizaba por un papel. Los botones de su cuello estaban desabrochados, dejando al descubierto su cicatriz oculta.

Oliver habló, exasperado. “¿Quiere escuchar esto, Lady Rishe? No puedo creer a mi señor. En cuanto le quito los ojos de encima, salta al mar con la ropa puesta…”

“¿Eh?” Rishe se estremeció y se volvió rígidamente hacia Oliver.

“¡Intento sonsacarle la razón, pero no me la dice! Siempre le digo que se tome descansos, pero nunca esperé un comportamiento tan travieso…”

“Er, Oliver, Su Alteza no tuvo la culpa de eso. Fue…”

“Rishe.” Cuando Oliver no lo miraba, Arnold se llevó el dedo índice a los labios. Lo interpretó como que era su pequeño secreto.

¡¿Eh?!

Aunque inexpresivo, tenía la mirada de un niño que acaba de hacer una travesura. Si Oliver estaba regañando a Arnold, Rishe tenía que explicarle las cosas, pero no podía forzar la situación si Arnold le decía que no lo hiciera.

No sé por qué quiere mantenerlo en secreto, pero debo contarle la verdad a Oliver cuando el Príncipe Arnold no esté cerca y pedirle disculpas.

Oliver interrumpió las cavilaciones de Rishe. “Lady Rishe, por favor, siéntese aquí. Usted también, milord.”

Los tres se sentaron en los sofás que rodeaban la mesa baja. Arnold primero y Rishe a su lado, luego Oliver en el lado opuesto.

“Mi señor y yo tenemos algo que nos gustaría pedirle, Lady Rishe.

¿Podría contactar con el Sr. Tully de la Compañía Comercial Aria por nosotros?”

“¿El Sr. Tully?”

El asistente asintió y puso un papel sobre la mesa. Era la tabla de precios del oro y la plata que Rishe le había dado antes a Arnold.

“Hemos investigado estos datos y creemos que tienen en cuenta todo tipo de acontecimientos mundiales.”

Estoy impresionada. Estos dos no son comerciantes, pero saben cuánto trabajo cuesta recopilar este tipo de datos.

Oliver miró a Rishe con sus amables ojos violetas y sonrió. “Ya está al tanto de la reminiscencia de la moneda. ¿Milord?”

Cuando se lo pidió, Arnold le hizo un gesto para que continuara.

Oliver tomó un pergamino de la mesa y lo extendió ante Rishe.

Rishe se quedó boquiabierta ante la preciosa y compleja ilustración. Era un águila con las alas desplegadas, e incluso las plumas estaban sorprendentemente detalladas. Sobre el águila, varios pétalos de flores caían de dos espadas cruzadas.

“Es impresionante. Grandioso y digno, pero elaborado…” Se quedó embelesada con la imagen por un momento antes de inclinar la cabeza hacia un lado. “¿Pretendes acuñar la nueva moneda con este nuevo y complejo diseño?”

“Correcto.” Dijo Oliver con una sonrisa despreocupada, pero era una idea increíble. “Nunca deja de sorprenderme, Lady Rishe. Después de todo, la moneda tiene que producirse en masa, y cada moneda individual debe estar libre de la más mínima imperfección.”

“Exactamente. Tendrías que hacer un prototipo y un molde, pero

¿un diseño tan complejo se transferiría perfectamente? Su proceso de acuñación debe ser muy refinado.”

Entonces se dio cuenta. Rishe miró a Arnold y sus ojos se encontraron: él la había estado observando desde el principio.

¡Por eso el Príncipe Arnold mencionó a Coyolles cuando tocó mi anillo ayer!

No se había equivocado al considerar que las vetas de plata y oro de Coyolles se estaban agotando, pero había otra cosa en la que Arnold había estado pensando en ese momento.

“¿Vas a utilizar nuestra alianza con Coyolles para la reminiscencia?” Preguntó ella, y el príncipe la miró con cariño.

“Esa es la misma expresión que pensé que harías.”

Las manos de Rishe volaron a sus mejillas. ¿Qué cara estoy poniendo? Su felicidad debía de estar a la vista de todos. Le daba vergüenza, pero no podía hacer nada.

No puedo creer que el Príncipe Arnold confíe en Coyolles… ¡en el Príncipe Kyle!

Cuando miró a Oliver, éste asintió. Debía de saber por qué Rishe estaba tan contenta. “Para que lo sepas, fue mi señor quien sacó a relucir el nombre de Coyolles, no yo.”

“Utilizo los medios de que dispongo. Eso es todo.” Dijo Arnold sin rodeos, pero Rishe estaba exultante.

Sin embargo, hay algo extraño en esto.

Oliver prosiguió, ajeno a la punzante duda de Rishe. “El objetivo de la acuñación periódica es dificultar la falsificación. Ya que vamos a cambiar la moneda, podríamos aprovechar la oportunidad para dificultar aún más la falsificación. Si utilizamos la habilidad de Coyolles para crear elaborados trabajos en metal, los falsificadores tendrán mucho trabajo. Nos gustaría consultar con la Compañía Comercial Aria sobre cómo distribuir nuestro oro y plata a otros países una vez que hayamos terminado el cambio de moneda, y sobre la obtención de los materiales necesarios.”

“¡Si hay algo en lo que pueda ayudar, no escatimaré esfuerzos! Puedo ponerme en contacto con el Sr. Tully ahora mismo, si quieres.” Rishe volvió a mirar a Arnold a los ojos y expresó su anterior preocupación:  “Aunque  ustedes  dos  no  están  seguros  de  esto,

¿verdad?”

Arnold hizo una mueca y a Oliver casi se le salen los ojos. A juzgar por sus reacciones, Rishe había acertado.

“¿Qué le ha dado esa idea, Lady Rishe?” Preguntó Oliver, nervioso.

Arnold la escrutó en silencio.

Bajo sus miradas, Rishe dijo: “Con la tecnología de Coyolles, será posible fabricar monedas con este detallado diseño. Aun así, será un esfuerzo costoso.”

El gasto para crear algo no se componía sólo del coste de sus materiales. Había mucho más que presupuestar: adquisición de materiales, instalaciones, mano de obra, transporte y distribución. Las monedas de oro y plata no eran una excepción. Si acuñar una moneda costaba más que la propia moneda, el país perdía literalmente más dinero del que ganaba.

“También te gustaría discutir cómo mitigar esos costes con el Sr. Tully, ¿verdad? Dependiendo del análisis de la Compañía Comercial Aria de los costos, es posible que todo el plan del cambio de moneda podría ser abandonado.”

“Bueno, bueno.”

“También… Príncipe Arnold.” Rishe y Arnold se miraron por tercera vez. “Cuando hablé con usted sobre la reminiscencia, y le pregunté si planeaba reducir el contenido de oro y plata en la moneda de Galkhein, su respuesta pareció incierta.”

De hecho, había sido un inusualmente vago “supongo que sí”.

“En ese momento, me pregunté si me estabas ocultando algo, pero si ese fuera el caso, estoy segura de que lo habrías ocultado mejor. O podrías haber dicho algo obviamente jocoso en respuesta.”

“…”

“Sentí que, más que algo que ocultabas, había algo que te preocupaba.” Tal vez esa fue la razón de su inusual respuesta.

Sonriendo suavemente, Oliver miró a Arnold. “Dios mío, mi señor. Parece que tu prometida te ha calado. ¿Por qué no revelas lo que estás pensando? Quizá yo también pueda ayudarte.”

Rishe no esperaba oír eso. “¿Tampoco sabes lo que está pensando?”

“Bueno, normalmente discutiría las cosas un poco más con él, pero esta vez mi señor parece tener otra idea.”

Arnold, con una expresión de aburrimiento en la cara y la barbilla en la mano, se limitó a decir: “Es un plan completamente irreal.”

Esto tampoco era propio de él. Arnold siempre era realista. Incluso decir “un plan completamente irreal” era extraño.

“Es una estupidez. Prácticamente fantasía. Mi ‘otra idea’ es algo que ya he desechado sin miramientos.”

“Bueno, si es tan insistente, mi señor…”

“¡Espere, Alteza!” Dijo Rishe, llamando su atención. “Si te lo propones, ¿no crees que podrías lograrlo?”

El príncipe la miró boquiabierto. “¿Qué?”

Rishe creía en él, así que continuó su explicación con una seriedad inquebrantable. “¿No cree que tiene el poder de convertir la fantasía en realidad, Alteza? Especialmente ahora, cuando está dispuesto a trabajar junto a otros como Coyolles y la Compañía Comercial Aria.”

“Increíble.” Arnold frunció el ceño. “¿Tanto confías en mí?”

“Por supuesto. Después de todo, me has demostrado tu valía desde que nos conocimos hace dos meses.” Rishe creía en el poder de Arnold no porque conociera el futuro, sino porque había visto lo que podía hacer de primera mano. “¿No cree en su propio poder, Príncipe Arnold?”

Arnold seguía con el ceño fruncido.

“Quizá lo que tú consideras fantasía no lo sea para otra persona. Podría ser posible con la técnica y los conocimientos que posee otra persona. Podría hacerse más y más real cuanta más gente crea en ello.”

“No existen tales personas.”

“Yo no estaría tan segura de eso. Quiero decir…” “Rishe.” Arnold inclinó la mandíbula de Rishe hacia él.

¿Por qué hace esto? No voy a ninguna parte.

Con voz más grave que de costumbre, le preguntó: “¿Quién va a creer en algo que es intangible?”

¿Por qué sus ojos parecen tan desolados? Rishe intentó hablar, pero nada salió de su boca. Sentía como si la mirada de Arnold la inmovilizara, manteniéndola en silencio.

“Mi señor.”

Rishe se estremeció al oír la voz de Oliver. Con un chasquido de lengua, Arnold retiró la mano de la mandíbula de Rishe.

Justo entonces, llamaron a la puerta.

“Príncipe Arnold, Sir Oliver, si pudiera tener un momento para discutir la seguridad de mañana.”

Al oír a un caballero al otro lado, Rishe se puso en pie. “Bien, me voy. Hablaré con la Compañía Comercial Aria por ti.”

“Le pido disculpas, Lady Rishe.”

“Por favor, hágame saber si hay algo más que pueda hacer. Su Alteza, lo veré en la cena.”

Arnold entrelazó sus dedos alrededor de la mano de Rishe, diciéndole: “Hasta más tarde.”

El aire denso de antes había desaparecido. No parecía tan desamparado y no intentaba impedir que Rishe hablara.

“Sí.” Dijo Rishe en voz baja, confundida por su cambio de actitud.

Saludó a los caballeros en la puerta y salió de la habitación.

Pensé que podría haberlo molestado, pero no parece ser el caso.

¿Hay algún otro problema del que no soy consciente? Hmm. ¿Qué podría ser?

Mientras pensaba, su cabeza se llenó de Arnold. Quería saber todo lo que pudiera sobre sus pensamientos y problemas. Como estaba tan preocupada, no vio la presencia sigilosa a su lado.

“Hey.”

Rishe parpadeó sorprendida cuando la empujaron detrás de una columna. Raúl la pegó a la pared y le tapó la boca con una gran mano, sonriendo como Curtis.

“Ahora estamos los dos solos, señorita.”

“Mmph.” Incapaz de protestar, Rishe le fulminó con la mirada. “Vi a Harriet. Gracias por cuidar tan bien de mi ‘hermanita’.” En contraste con el temible ceño fruncido de Rishe, Raúl sonrió con satisfacción. “Esos ojos son geniales. Justo mi tipo.”

Por fin le soltó la boca y Rishe recuperó la capacidad de hablar. “¿Es prudente actuar así mientras estás vestido como el Príncipe Curtis?”

“Esa voz también es genial. Regáñame más, ¿quieres?”

“Eres incorregible, ¿lo sabías?” Rishe suspiró, realmente exasperada por las constantes travesuras de Raúl. En su vida como cazadora, había sido un aliado muy fiable cuando lo necesitaba. Ahora, estaba desconcertada por lo difícil que era manejarlo cuando no estaba de su lado.

Raúl la miró fijamente a los ojos, aun sujetándola contra la pared. “Sin embargo, me gustaría que no intentaras enseñarle un mundo nuevo a Harriet.”

“¿Qué?” Soltó Rishe, atraída por la críptica frase.

“Te digo que no seas tan cruel.” Replicó, tan frustrantemente frívolo como siempre. “Esa personalidad suya es algo que ha desarrollado para sobrevivir, ¿sabes? Al asumir toda la culpa, se aísla del resto del mundo. Si puede seguir las enseñanzas de su madre, no se dará cuenta de la situación de mierda en la que se encuentra.”

“…”

“Si aprende la felicidad de mantenerse erguida y mirar al frente, y luego vuelve con su prometido para una vida de obediencia, ¿no crees que será insoportablemente duro para ella?” Raúl sonrió satisfecho, con voz etérea. “¿O ese es tu plan?”

“¿Perdón? ¿Qué plan?”

“Bueno, para romper el espíritu de Harriet, por supuesto.” Los ojos de Rishe se volvieron redondos.

“Tienes muy buenos ojos. Ves todo de lo que una persona se enorgullece. De lo que se avergüenzan. A lo que se aferran. Así es como te metes en su corazón, ¿no?” La cara de Raúl ya estaba cerca de la suya, pero ahora se acercó aún más. “La gente a la que ves con esos ojos se vuelve esperanzada, por lo que es importante para ellos, por su orgullo, por un futuro brillante…”

Rishe hizo una mueca y empujó el hombro de Raúl, pero el hombre no se movió.