Loop 7-kaime no Akuyaku (NL)

Volumen 4

Capitulo 3: Tendremos Nuestra Primera Pelea

Parte 2

 

 

“¡Ooh, esa chica…!”

“Por favor, no regañe a Lady Harriet, Srta. Doncella Principal.”

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Rishe caminaba por los pasillos del castillo con una sonrisa en los labios. La doncella principal de Harriet la seguía unos pasos por detrás, con el cabello recogido en un moño apretado y la espalda recta como un poste.

“Le pregunté a Lady Harriet si podía ir a buscarte yo misma.” Le dijo Rishe. “Quería echar un vistazo a mis criadas y ver cómo estaban.”

“O-Oh, ¿es así? Debo decir, Lady Rishe, que aunque sus doncellas son todavía inexpertas, todas están bastante ansiosas por aprender. Es maravilloso.”

“¡Estoy de acuerdo! Estoy muy orgullosa de mis criadas. Muchas gracias por instruirlas.”

La doncella principal de repente se volvió mansa. “Es lo menos que puedo hacer después de que actuara como escolta de Su Alteza, Lady Rishe.”

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Rishe se había ofrecido voluntaria para la tarea, pero la jefa de las criadas debía de sentirse responsable de alguna manera de lo ocurrido.

“Las damas caballeros de Siguel ya están aquí, y los caballeros de Fabrannia empiezan a recuperarse. Aunque no tendremos un destacamento completo, algunos de ellos podrán reanudar sus tareas de guardia mañana.”

Por mucho que Rishe quisiera recomendarles que descansaran y recuperaran fuerzas, no podía hacer comentarios sobre la seguridad de otro país, así que se mordió la lengua. A regañadientes, pasó a la charla trivial.

“Eres de Siguel, ¿verdad?” Rishe quería saber más sobre Siguel para sus conversaciones con Harriet.

La criada se quedó mirando a Rishe, sorprendida. “¿Cómo lo has sabido?”

“¿No querías que la gente lo supiera?”

“No, no es eso. La mayoría de la gente asume que soy de Fabrannia si no digo lo contrario.” Dijo la criada principal, con los ojos fríos y abatidos. “Imagino que se basan en cómo interactúo con Su Alteza.”

Rishe parpadeó, escuchando atentamente.

“Serví en la casa de Su Majestad, la difunta reina… la madre de la Princesa Harriet.” Explicó la criada principal. “Cuidé de Su Majestad hasta que se casó con la familia real, y luego continué sirviendo a su hogar ducal original.”

“Si me permite, ¿cómo llegó a conocer a Lady Harriet y al Príncipe Curtis?”





“Fui seleccionada para acompañar a la princesa a Fabrannia cuando se decidió que se casaría con Su Majestad. Es la primera vez que veo a Su Alteza en persona.”

Entonces es probable que la jefa de las criadas no supiera que el tal Curtis era un impostor. Si Rishe no hubiera estado repitiendo sus vidas, Harriet era la única que sabría lo de Raúl.

“La primera vez que conocí a Su Alteza, estaba realmente deprimida.”

Eran palabras extremas para hablar de su señora. Rishe no dijo nada y siguió observando a la doncella principal.

“Siguel no es un país poderoso. Abundan los libros, pero tienen activos que pueden aprovechar en negociaciones con otros países.” La criada frunció el ceño. “Nuestra relación con Fabrannia es muy importante para Siguel, pero con lo poco fiable que es el eje de esa relación —eso sería Su Alteza— será imposible construir un vínculo fuerte.”

“No obstante, Lady Harriet dijo que quería cambiarse.”

“¿Dijo eso…? Sería difícil, me imagino. Es demasiado débil de corazón.” Las tranquilas palabras de la criada tenían toda la fuerza de un grito en medio del pasillo desierto.

“A este paso, Siguel sólo se avergonzará ante Fabrannia. Todas las demás doncellas están al servicio de la familia real de Fabrannia. Ninguna de nosotras ha conseguido entablar una relación de confianza con Su Alteza. Sólo podemos interactuar con ella de manera impersonal. Es natural, no me imagino a las demás sirvientas queriendo servir a Su Alteza.”

Justo en ese momento, Rishe se detuvo en seco. Habían llegado por casualidad frente a la habitación de Harriet. Ante la puerta, Rishe se volvió hacia la doncella principal, sonrió y dijo: “Srta. Doncella Principal, pensar que quiere cambiar ya es prueba de que el cambio está en marcha.”

“Supongo que sí…”

Rishe se volvió hacia la puerta y llamó. El interior no respondió.

En su lugar, pudieron oír a varias personas hablando.

La criada principal también se dio cuenta y miró hacia la puerta. “¿Qué será eso? Hay bastante alboroto ahí dentro.”

“Jee jee jee. ¡Estamos entrando, Lady Harriet!”

En cuanto Rishe empujó la puerta, se oyó un coro de voces alegres. “¡Qué guapa estás!”

Las cejas de la criada se alzaron.

“Tu piel es tan clara y bonita. No está dañada por el maquillaje en absoluto…”

“El vestido también me parece maravilloso. Tan veraniego y refrescante.”

Las voces pertenecían a las criadas de Harriet. Tras unos instantes de silencio, la criada principal irrumpió en la habitación. Casi se le salen los ojos de las órbitas al ver a la mujer junto a la ventana. “¿Es usted, Su Alteza?”

Harriet parecía una mujer completamente nueva. Para empezar, su largo flequillo estaba trenzado hacia un lado. Esta enorme mejora dejaba al descubierto su frente y sus ojos verde oliva, que estaban abatidos por la vergüenza. Un ligero vestido color chartreuse realzaba su esbelta y elegante figura.

“Er, esto es, um…”

Mientras Harriet parpadeaba inquieta, la doncella principal la miraba atónita. La princesa llevaba el cabello semi recogido; el resto de su voluminosa cabellera rubia había sido planchada en suaves rizos, dándole un aspecto ligero y esponjoso. Cuando Harriet inclinó la cabeza, sus mechones oscilantes desprendieron un tenue perfume que flotaba en el aire. Sus sirvientas la rodearon, sonriendo a borbotones.

“Este vestido está de moda últimamente. Deja una impresión muy apropiada, así que es perfecto para la gentil Princesa Harriet.”

“¡Hrk! G-Gracias…”

Mientras se inquietaba, Harriet inclinó la cabeza ante sus criadas, la viva imagen de la cortesía. Luego miró a Rishe, aliviada. Rishe había sido la encargada de aplicar el maquillaje, que realzaba sus suaves rasgos. Le había aplicado polvos, arreglado las cejas y pintado los labios de rojo rosado. Además de esos sencillos retoques, aplicó ciertas técnicas a los párpados de Harriet para suavizar los ojos afilados que durante tanto tiempo la habían atormentado, pintando sombras en algunos puntos y dirigiendo la luz hacia otros. Durante su trabajo, la expresión de Harriet se había vuelto cada vez más brillante.

“Otra de las ventajas del maquillaje es que puedes ocultar o restar importancia a las partes de tu cara que no te gustan.” Le había explicado Rishe a Harriet mientras ella miraba embelesada su propio rostro. Había otras cosas que quería que Harriet aprendiera sobre el maquillaje, pero para que aceptara, se centró en el aspecto de “ocultar”.

La criada principal miró a Harriet con severidad. “Su Alteza, luce…”

“¡L-L-L-L-Lo siento! Es extraño, ¿verdad?” Gritó Harriet, y los ojos de la criada se abrieron aún más.

Rishe entendía por qué la mujer estaba tan sorprendida. Sin duda, Harriet se había menospreciado a sí misma con las mismas palabras en el pasado, pero ahora era completa y absolutamente diferente. Y la jefa de sirvientas, que estaba más cerca de ella que nadie, lo veía tan claro como el agua.

Harriet aún tenía la cara vuelta hacia el suelo y le temblaban los hombros, pero estableció contacto visual con la doncella principal. Sus ojos aceitunados ya no se ocultaban tras el espeso flequillo.

Al apreciarla, la doncella principal dijo: “Luce preciosa, Alteza.”

Harriet arrugó la cara, llorosa. Parecía como si quisiera meterse debajo de las sábanas y esconderse, pero más que eso, había un gran alivio en su expresión.

Por su parte, Rishe estaba encantada con la transformación de Harriet. “Es justo como dije, ¿verdad, Lady Harriet? Sabía que la Srta. Doncella te alabaría…”

“¡Sin embargo!” Una voz regañona sonó, haciendo que Harriet se estremeciera. “¡¿Qué significa esa postura, Alteza?! ¡¿No le he dicho una y otra vez que no encorve la espalda?!”

“¡S-Sí, señora!”

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“¡Espalda recta, pecho fuera! De lo contrario, ¡todo el conjunto se arruina!”

Harriet intentó frenéticamente enderezar su espalda. Rishe soltó una risita, encontrando el intercambio reconfortante.

No tenía ni idea de que la expresión tímida de Harriet se nublaría en sólo una hora.

***

 

 

“L-Lo siento mucho…”

Harriet inclinó la cabeza, a punto de llorar en un rincón de Vinrhys. La suave luz del sol del atardecer daba a su cabello un brillo dorado.

Rishe negó con la cabeza, sonriendo ante la pequeña disculpa de Harriet. “No pasa nada. No se preocupe, Lady Harriet.”

“¡No! Su Alteza, debe aprovechar esta oportunidad para reflexionar sobre sus acciones. Es porque dijiste que deseabas ir de compras por la ciudad hasta la cena por lo que Lady Rishe te acompañó, ¿no es así? Dijiste que recogerías tus cosas por tu cuenta, así que me conmoví y te permití hacerlo… ¡y ahora mira lo que ha pasado!” La doncella principal suspiró, con una profunda arruga en el ceño. “Pensar que le darías a tu criada la bolsa con la moneda de Fabrannia y no la de Galkhein…”

La cabeza de Harriet estaba tan baja que parecía que le hubieran puesto una pesada piedra encima. La criada siguió despotricando, acumulando aún más peso.

“¡No puedes comprar nada en una tienda Galkhein con moneda de Fabrannia! Afortunadamente, esta ciudad tiene casas de cambio, ¡pero aun así!”

“¡Eso es! En esta ciudad hay casas de cambio, así que no hay ningún problema.” Rishe intervino y sonrió a Harriet. “Tu criada va a cambiar el dinero ahora mismo, así que una vez hecho, ¡podremos comprar hasta la hora de cenar!”

“Urgh… Gracias.”

“Apreciamos mucho su magnanimidad, Lady Rishe. Asegúrese de no aprovecharse de su amabilidad, Princesa Harriet.”

Rishe se apartó de la reprimenda y sonrió torpemente. Estaban esperando junto a la casa de cambio a otra criada. Aunque intentaban no estorbar, seguían llamando la atención como grupo de más de diez personas en la calle.

Cinco de los caballeros de Fabrannia recuperados habían decidido acompañarles en su viaje de compras, y también se les unieron los caballeros de Siguel que Raúl había traído consigo. Para evitar llamar aún más la atención, Rishe había dejado en el castillo a su séquito habitual de caballeros.

Ninguno de los caballeros de Fabrannia hace contacto visual o se comunica con los caballeros de Siguel.

Evidentemente, llevaban a cabo sus misiones por separado sin intención de colaborar para proteger a Harriet.

Los caballeros de Fabrannia parecen más hábiles que los de Siguel… Así que Su Majestad al menos se aseguró de que su prometida estuviera protegida en su viaje.

Rishe pensó en ello por un momento.

El rey de Fabrannia le dio a Lady Harriet mucho dinero para gastos y le dijo que comprara todo lo que quisiera en Galkhein, ¿no es así? Además, no pueden tener muchas damas caballeros, pero él envió específicamente a las más hábiles con ella.

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Fue el rey de Fabrannia quien había herido a Harriet cuando era joven, pero sus acciones indicaban que cuidaba bien de ella.

Mientras reflexionaba, Rishe sintió que la miraban. Vio a Oliver delante de otra casa de cambio, a cierta distancia. Se veían las caras, pero estaban demasiado lejos para hablar. Oliver le sonrió y le hizo una reverencia, y Rishe se la devolvió.

Hmm, ¿Oliver está aquí haciendo un recado para el Príncipe Arnold?

Como era de esperar, Oliver entró en la casa de cambio. Por lo que había averiguado, a Arnold sólo le quedaban unos pocos lugares por investigar, aunque tendría más trabajo ahora que Rishe había lanzado su propia sonda. Eso también dejaba a Oliver con más trabajo por hacer, y la culpa la punzó un poco.

Recordó la conversación que había tenido con Arnold en la playa.

“¿Piensan reducir el contenido de oro y plata de la moneda de Galkhein?”

“Supongo que sí.”

En aquel momento, esa respuesta le pareció inusualmente ambigua.

¿Por qué? ¿Había algún secreto que Arnold se guardaba para sí?

Una voz interrumpió su ensoñación. “¡Concéntrese, Alteza! Se está encorvando otra vez.”

“¡S-Sí!” Chilló Harriet, enderezándose. Rishe sabía que no se había encorvado a propósito.

“¿Por qué tienes tan mala postura? Siempre te digo que te muestres orgullosa.”

“Urk…”

“Srta. Doncella Principal.” Intervino Rishe en nombre de la abatida princesa. “El encorvamiento de Lady Harriet no es una cuestión de actitud.”

“Entonces, ¿de qué se trata?” “¡Es cuestión de músculo!”

Rishe hablaba muy en serio, así que no sabía muy bien por qué Harriet y la doncella la miraban boquiabiertas.

“¿Músculo…?”

“¡Lo que hace falta para mantenerse erguido es músculo! La fuerza para sostener el cuerpo. No es espíritu lo que le falta a Lady Harriet, sino fuerza.” Rishe puso una mano sobre su propio estómago. “Primero están tus músculos abdominales, luego tu espalda. Por lo que he visto de tu postura, no creo que tu columna esté doblada aún, pero empeorará a los veinte años.”

“Erm, ¿qué tan malo será?”

“Si los músculos no pueden sostener el cuerpo, la espalda y el cuello empiezan a curvarse. Eso te somete a una verdadera tensión, así que si se prolonga demasiado, te provocará dolor de cuello, hombros y espalda.”

Si los síntomas progresaban hasta ese punto, afectarían a la vida cotidiana de Harriet.

“Si hasta sentarse resulta doloroso, también será más difícil leer.” “¡Eek! ¡¿Q-Qué debo hacer para evitarlo?!”

“Bueno, un mínimo de ejercicio ayudaría, pero una buena postura forma parte de ello. Quizá sea mejor pensar en ello no como etiqueta, sino como algo que practicas un poco cada día por tu salud.”

Rishe señaló el gran ventanal de la pared blanca del edificio de cambio de divisas. “Lady Harriet, ¿puede verse en el cristal de aquí?”


Los ojos de Harriet vacilaron al mirarse en el cristal, como si no estuviera acostumbrada a verse en el espejo. Estaba realmente hermosa, pero su espalda estaba ligeramente encorvada, lo que debió de molestar a la criada.

“Por favor, endereza la espalda y saca pecho. Sí, ¡así!” “E-Esto es difícil…”

“Sólo cuando empiezas. Y oye, vuelve a mirarte en la ventana.”

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Harriet hizo lo que le pidió Rishe y sus ojos se abrieron de par en par, sorprendida. “O-Oh.”

Por supuesto, el peinado y el vestido de Harriet no eran diferentes de los de hacía un momento, pero había un claro cambio en su aspecto. Para empezar, el vestido era magnífico y acentuaba mejor su figura.

Con el pecho erguido y la cabeza levantada, su rostro parecía más luminoso, el maquillaje alrededor de los ojos brillaba a la luz.

“¿No crees que la impresión que das ha cambiado por completo sólo con una mejor postura?”


“E-Es verdad…” Harriet parpadeó una y otra vez.

“Mantener una postura perfecta cuando no estás acostumbrada a ello es todo un reto.” Le dijo Rishe, sonriendo. “Pero si piensas en cómo mejora el vestido que llevas, es un poco más fácil esforzarse,

¿no?”

Harriet pareció considerar las palabras de Rishe mientras se observaba a sí misma en el cristal. Luego bajó la mirada hacia su vestido y sonrió tímidamente. “Sí…”

“¡Oho!” Cuando Rishe vio aquella sonrisa, se apresuró a susurrar al oído de la doncella principal: “Srta. Doncella Principal, ¡¿ha visto eso de hace un momento?! La sonrisa tímida de Lady Harriet era tan maravillosamente linda.”

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“¡Todavía le queda un largo camino por recorrer! ¡Es natural que sonría dulcemente en otro país en visita diplomática!”

“Pero fue maravilloso, ¿verdad?”

“Bueno, supongo que es cierto.” Resopló la doncella, y luego se tapó la boca con una mano, como si Rishe se hubiera burlado de ella. Aun así, no tenía intención de retractarse.

La sonrisa de Rishe se ensanchó ante este acontecimiento.

Me alegro de que Lady Harriet esté disfrutando aunque sea un poquito más. Debemos volver al castillo para cenar, así que no podemos quedarnos fuera mucho tiempo, pero… me gustaría ir a todo tipo de tiendas que le interesen.

¿Qué tipo de tiendas le gustaría ver a Harriet? Rishe se divirtió imaginando las posibilidades.

***

 

 

Además de su vestido nuevo, la Princesa Harriet llevaba un pequeño bolso. Lo había preparado ella misma antes de ir de compras. Mientras Rishe y la doncella hablaban, les dio la espalda y abrió el bolso, mirando dentro para que nadie más pudiera ver el interior.





“Dinero…”

Su monedero estaba lleno de monedas. Cada moneda tenía un diseño simplificado de un águila, el símbolo nacional de Galkhein. Harriet pasó el dedo por las alas del águila.

“El dinero de Galkhein… Dinero, dinero, dinero…”

Cerró el bolso, con la voz más baja que un suspiro. Murmuró para sí misma, la brisa marina y las olas ahogaron sus siguientes palabras.

“Con este dinero, puedo conseguir lo que siempre he querido…”

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