Monogatari (NL)

Volumen 15

Capítulo 2: Acertijo Sodachi

Parte 10

“Y así, tus posibilidades de acertar son mayores si cambias del sobre a al c. El doble. Lo llaman el problema de Monty Hall.” Terminó de explicar la chica, y ahora por fin tenía sentido. Me dieron ganas de gritar en voz alta.

¡Esto es divertido!

Esa fue mi reacción—la primera vez desde la escuela primaria que sentía que estudiar podía ser divertido. Aunque sacar buenas notas era lo correcto, no me divertía. Claro que sacar un 90 me hacía más feliz que sacar un 80, pero no era lo mismo.

Al escuchar su explicación, descubrí que estudiar podía ser divertido, y eso me pareció mucho más valioso que todo lo que había estado aprendiendo. Esto, por supuesto, tenía que ser en parte debido a lo hábil que era la chica en la enseñanza.

Transmitir un problema cuya solución está en desacuerdo con nuestra intuición, como el rompecabezas de Monty Hall, es difícil— por ejemplo, lo intenté y fracasé con Ougi-chan.

“¡Esto es divertido!” Había exclamado. En voz alta.

Sí, esto fue antes de que me amargara, antes de que me rindiera, antes de que me desligara de todo, en la época en la que era sincero. Era más afable de lo que soy ahora, pero no del tipo que es tan honesto sobre sus sentimientos con un extraño.

Debe haber sido así de divertido. Fue impactante.

Está bien que los estudios sean divertidos—la idea nunca se me había ocurrido. Me habría parecido inmoral, de alguna manera criminal.

Si se preguntara a los policías dedicados a la justicia—uno de mis padres, o cualquier otro, no importa—por qué desempeñan sus funciones, serían vapuleados por responder: Porque es divertido. Si un político cuyas acciones afectan a una nación dijera que la política es divertida, el comentario podría utilizarse incluso para forzar una dimisión.

Igualmente.

Nunca hay que decir que estudiar es divertido, creía que estaba prohibido.

Pero de hecho.

La explicación de la chica fue divertida, tanto que me dieron ganas de gritar.

Fue como la primera vez que leí una novela. Había visto vagamente los mangas como algo divertido y las novelas como algo serio, y que mi ignorancia se rompiera fue refrescante.

Por supuesto, el problema de Monty Hall no aparecería en una clase de matemáticas de escuela media, así que no estaba directamente

relacionado con ninguna de mis futuros exámenes. Pero eso no importaba.

Antes de darme cuenta, le estaba preguntando: “¿Hay más problemas como ese?”

“Sí, muchos.” Respondió con una sonrisa. “Puedo enseñarte todos las que quieras. Siempre y cuando prometas amar aún más las matemáticas. Mientras sigas amando las matemáticas.”

Estaba feliz.

Sus palabras me alegraron; para ser claros, el joven Araragi estuvo a punto de odiar las matemáticas después de recibir esos miserables resultados en su examen final. Estuvo a punto de odiar esta nueva asignatura, que no se parecía en nada a la aritmética en la que tanto destacaba en la escuela primaria, pero todo eso se borró de su mente. Incluso sintió que había amado las matemáticas desde que nació, sin cesar.

Era un poco extremo, incluso para los pensamientos de un niño. Yo mismo lo admito.

Habría regañado a cualquier tipo que se pusiera así, tanto si intentaba ocultarlo como si no. Mientras tanto, la chica no se molestó lo más mínimo cuando juré amar incondicionalmente las matemáticas.

“Bien, de acuerdo.” Dijo ella. “A partir de mañana, vamos a seguir estudiando aquí juntos.”

Podría seguir amando las matemáticas.

Para llegar al final de esta historia, mantuve mi promesa. Incluso después de que mis notas cayeran en picado en la Secundaria Naoetsu, mantuve al menos un cierto nivel en matemáticas.

Pero, hasta ahora, me había olvidado de mi importante promesa. Había olvidado la causa, produciendo sólo el efecto.

¿Qué se puede hacer con eso?

“Se hace tarde, Araragi, así que te daré unos deberes. Piénsalo por tu cuenta, piensa en una respuesta y vuelve aquí mañana cuando vuelvas de la escuela.”

“¿Eh? Oh, bien.”

Mi leve decepción por el hecho de que el día llegara a su fin se vio ensombrecida por la emoción—no sólo había un mañana, sino que habría muchos mañanas.

“Es una promesa. Promete que vendrás. Que no te aburrirás de las matemáticas.”

“Sí. Por supuesto.”

“Entonces aquí está tu pregunta.” Dijo la chica, sacando cinco cartas de su bolsillo. Parecía que había preparado de antemano esta ‘tarea’ para el joven Araragi.

Parecía haber números, símbolos, letras y caracteres kanji en ambas caras de las tarjetas. Sin mostrárselas al joven Araragi, la chica las alineó en el suelo de la casa abandonada.

“Aquí hay cinco cartas. ¿Cuál es el número mínimo de cartas que hay que voltear para demostrar que un número está siempre en el lado opuesto de una carta que muestra un carácter?”