Monogatari (NL)

Volumen 15

Capítulo 2: Acertijo Sodachi

Parte 1

 

 

Oikura Sodachi me odiaba. Con el tipo de odio profundo que se puede sentir por un destructor de hogares… de hecho, no pude evitar preguntarme qué tenía que hacer para llegar a ser tan odiado, o para odiar tanto. Piensa en su posición. Odiar a una persona concreta hasta ese punto tenía que ser bastante estresante. Es cierto que no soy la persona más simpática, ni demasiado amable ni atractiva, pero aun así, no recordaba haber hecho nada que mereciera que me miraran con ojos como los de ella. Bueno, supongo que hay una razón de la que soy consciente, y es que yo era mejor que ella en matemáticas, pero no es que eso la perjudicara. Y en retrospectiva, me parece que su mirada estaba puesta en mí desde que la conocí en el aula de la clase 3 de primer año, poco después de entrar en la Secundaria Naoetsu… ¿acaso suena paranoico? No es que ella haya tenido acceso a los resultados de mi examen de ingreso, ni siquiera yo supe mis notas. Y de todos modos, en cuanto al examen vinculado a aquella fatídica ocasión, sólo obtuve una puntuación perfecta esa vez. No fue algo consistente—ella debió tener días buenos durante el primer trimestre y me superó en los exámenes, y las matemáticas son un término amplio y global, para empezar. Seguramente entendía algunas cosas mejor que yo.

No podía creer sinceramente que yo tuviera la culpa de que nadie la llamara Euler. Ahora que lo pienso, ¿realmente quería una chica de secundaria un apodo así? ¿No era sólo un pretexto? Nadie puede discutir la grandeza de Euler como matemático, pero por lo que uno va


es algo totalmente distinto. Yo respeto a Hanekawa Tsubasa, por ejemplo, pero no tengo ningún deseo de que me llamen Tsubasa o Hanekawa.

Oikura debe haberme entendido mal. Así como yo la malinterpreté.

Los malentendidos tienden a multiplicarse.

Eso es lo que pienso, pero hay otro pensamiento llamativo que tengo, algo más que me parece extraño, y es que mientras Oikura Sodachi me odiaba, yo no odiaba en absoluto a Oikura Sodachi. Creo que eso es muy inusual. En general, es muy difícil no odiar a alguien que te odia. No es que me gustara, por supuesto—no soy tan retorcido como para adorar a alguien que todo el tiempo me mira mal y me somete a punzantes actos de despecho que podrían no ser ataques directos. Esa clase de retorcimiento no es para mí. Sin embargo, aunque su actitud me resultaba desagradable, no podía decir que la odiara.

No pude.

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¿Por qué no?

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Una pregunta mucho más seria, en cierto modo, que la de por qué me odiaba tanto—¿por qué no podía odiarla yo? De hecho, al ser temperamental y filosóficamente “incompatible” con el alumnado de la Secundaria Naoetsu, puede que incluso la tuviera en relativa alta


estima, aunque nunca llegaría a decir que tenía una buena impresión de ella.

Pensar bien de la gente sólo porque se le dan bien las matemáticas, o porque les gustan las matemáticas… no soy tan bondadoso, ni tan simple. Tal vez era parte de la razón por la que me resultaba difícil repudiarla. Pero si la tenía presente, si mis recuerdos no la dejaban de lado incluso después de que dejara de venir a la escuela, después de que no pudiera hacerlo debido a su propio acto de autodestrucción tan poco simpático, tenía que ver con algo más que con lo académico.

O eso pensaba.

Pensamientos vagos, a medias, sobre una chica a la que creía que no volvería a ver. Sin embargo, encontrarme con ella en la escuela dos años después me obligó a enfrentarme a esa vieja pregunta.

No sólo enfrentarme.

Estaba presionado por una respuesta, por una solución. Había llegado a saber por qué me odiaba, por qué no podía odiarla, qué era ella para mí, qué era yo para ella, qué no éramos el uno para el otro. Verdades reveladas después de dos años, así como verdades reveladas después de cinco.

Reveladas. Y expuestas.

En realidad, podemos dejar de lado la hipérbole y el suspenso.

Incluso puedo divulgar la solución ahora mismo. Resulta que las matemáticas estaban enquistadas en nuestro conflicto, y yo era, de hecho, una especie de destructor hogares para ella, o algo peor. Además—hay cosas que nunca se olvidan, y otras que sí.

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Cuando no puedes recordar por qué alguien te odia, puede ser que simplemente hayas olvidado por qué.

Entonces—matemáticamente.

O quizás de forma dramática, a la manera de una novela de misterio, planteo este problema—prueba lo siguiente:

¿Por qué, si Oikura Sodachi odia a Araragi Koyomi, Araragi Koyomi no puede odiar a Oikura Sodachi?

Ignora a Oshino Ougi cuando respondas a este problema.

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